Con el dramaturgo Ricardo Prieto Los premios llevan a Francia Blanca Giuria |
Con treinta obras en su haber, Ricardo Prieto, nacido en 1943, es uno de los dramaturgos uruguayos con éxito a nivel nacional y fuera de fronteras. Garúa, con la que obtuvo el Florencio a la mejor obra del año en 1992, estuvo dos años en cartel. A los 36 años fue galardonado con el Tirso de Molina, en competencia con cuatrocientas ochenta obras de otros tantos escritores latinoamericanos. |
CON UNA producción literaria tan abundante como la suya, ¿cómo se entiende la profesión de agente inmobiliario que es tan absorbente en materia de tiempo? —Es que ningún escritor uruguayo vive de la literatura, ni siquiera teniendo éxito, como es mi caso. Por otra parte yo siempre digo que soy un privilegiado. Como agente inmobiliario puedo entrar en las casas de todas las clases sociales, explorar a la sociedad uruguaya. El agente inmobiliario es alguien que puede hacer un negocio solamente en la medida en que logra hacerse amigo del que compra y del que vende, y esto implica comunicación. —¿Le sirve como fuente de inspiración? —Me permite frecuentar, explorar a gente muy distinta. He llegado al corazón de sus problemas; siempre se vende o se compra porque hay un problema de por medio. Para un escritor, la de agente inmobiliario es una profesión magnífica. |
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Dibujo de Pepe Infantozzi |
—Dentro de pocos días parte a Francia en usufructo de una beca otorgada por La Maison des Ecrivains Etrangers de Théatre. ¿En qué consiste y qué va a hacer allí? —Soy el primer dramaturgo latinoamericano que invitan y para mí es una oportunidad espléndida. En realidad tienen dos casas, la de los poetas y narradores que está en Saint Nazaire y a la que ya han ido tres escritores uruguayos (Julio Ricci, Marosa Di Giorgio y Miguel Ángel Campodónico), y la de los dramaturgos, donde voy yo, que está en Nantes. La beca me implica escribir una obra teatral que será publicada en edición bilingüe y ello me significa que circulará en Francia, pero, además en el ámbito de la literatura española. —¿Qué plazo tiene para escribir la obra? —Dos meses. —¿Tiene libertad para elegir el tema? —Sí, no me condicionan para nada. Yo llevo dos o tres bocetos avanzados pero quiero que la escritura se redondee estando allí. Quiero sentir el flujo de las ciudades que recorro y que, de algún modo, pasen a la obra. —A los 26 años tuvo su primer estreno. La salvación, por la Comedia Nacional. ¿A qué edad la escribió? —A los 22 o 23 años. Me costó mucho llegar al estreno. Mi escritura es bastante simbólica, compleja para la formulación escénica, y en aquel momento se le pedía al dramaturgo uruguayo que fuera localista, que elaborara un discurso entroncado en nuestra tradición teatral. En cambio yo estaba escribiendo un teatro muy revulsivo, con toda una carga conceptual, vanguardista, simbólica, que no combinaba demasiado con aquel medio. —Pero logró estrenarla. —Porque había una Comisión de Teatros Municipales que regulaba la programación del Teatro Solís y que era admirable. Estaban a la expectativa tratando de descubrir nuevos autores, de fomentarlos, apuntalarlos. Todo lo contrario de lo que pasa ahora, en que los autores nuevos no tienen cabida en la Comedia Nacional. —¿A qué lo atribuye? —A que la Comedia Nacional no está cumpliendo con su función. Está muy bien difundir los grandes textos universales, pero también fue creada y está subvencionada para colaborar con el nacimiento y la evolución de la dramaturgia nacional. —¿Y el teatro independiente? —Se
preocupa mucho más, y para un autor de cierta trayectoria no es nada difícil
estrenar en Montevideo. La situación ha cambiado mucho y hay una valoración
creciente del dramaturgo uruguayo; ya no se lo considera mala palabra. No
olvide que en los últimos años los grandes éxitos de público se han logrado con textos uruguayos. —¿Cómo se produce su conexión con
Francia? Tres obras traducidas, dos más que trasmite la Radiodifusión
Francesa, la beca, y la lectura de El mago en el perfecto camino, también
traducida, en el Festival Iberal que se hizo en París el año pasado. —Yo
no creo en la casualidad y sí en la causalidad, en que las cosas ocurren
por algún motivo no siempre racionalizable, que a uno se le escapa. En el
69 —yo tenía 29 años— Paul Fleury descubrió Los disfraces, la
tradujo al francés y la publicó. Después me ocurrió algo increíble.
Vino a Montevideo Anne Marie Supervielle a quien yo no conocía —yo vivía
en ese momento en Buenos Aires— y por un desperfecto técnico el avión
en que tenía que volver a Francia no sale y la invitan al teatro para
hacer tiempo. La llevan a la Alianza Francesa a ver El huésped vacío que
hacían Germinara y Guarnero. Quedó impactada, tanto que no volvió a París
y me fue a buscar a Buenos Aires. A partir de ese momento surge el vínculo
que continúa; ella es mi traductora, mi amiga, mi representante. —¿Tiene algún modelo en teatro? —No,
pero soy admirador fervoroso de dos dramaturgos que son antitéticos y
para mí los contemporáneos más importantes: Chejov y Tennessee Williams;
creo que son insuperables. Me apasionan los grandes griegos: Esquilo, Sófocles,
Eurípides, y también Shakespeare. No son modelos, pero son la encarnación
misma de lo que yo considero un dramaturgo. Son perfectos. —En estos días se estrenó Amantes.
Es su primera comedía en treinta dramas. —Me
lo debía a mí mismo. Me interesan la poesía, la narrativa y el teatro,
me interesa en síntesis la literatura. No puedo limitarme a la
dramaturgia porque a veces surge un tema que tengo que expresar como
narrador o a través del verso. Me gusta mucho probar, recorrer todo el
espectro, pero la comedia me la estaba debiendo hace mucho tiempo. —¿Por
qué? —Aunque
soy un gran admirador de Noel Coward la comedia me produce miedo. Es muy
difícil hacer reír, quizá más difícil que hacer llorar. Miedo además
porque por algo soy dramaturgo, me divierto con los chistes pero nunca
puedo recordarlos. En cambio jamás olvido algo dramático. Un rostro, una
mirada, una mano, algo que vi hace veinte años y me pareció patético,
lo registro y me acompaña de por vida. En realidad lo que yo siento es
empatia con el dolor, tengo frente al dolor una actitud de reverencia, de
simpatía infinita que no siento frente al humor. Pero en esto también
tuve suerte. Le di la comedia a Beatriz Massons y a Cacho Espalter, que
son duchos en el tema, les gustó muchísimo y la empezaron a ensayar. —Usted hizo unos guiones para
trasmitir por radio en Alemania que se denominan "teatro acústico
". ¿Qué significa el término? —Es
completamente distinto al radioteatro tal como lo concebimos en el
Uruguay. Es una pieza en la que predomina, paradójicamente lo visual. La
escritura debe fomentar la visualización. —¿Qué temática tiene su
narrativa? —Los
dos libros de cuentos son literatura fantástica, literatura de imaginación.
El tercero, que voy a editar en agosto y que tiene como título Donde
la claridad es como noche oscura, tiene personajes extraídos de la
vida real, del mundo cotidiano. También son personajes reconocibles los
de una novela que acabo de escribir y que todavía no tiene título. —¿Y la poesía? —Pertenece
a una parte muy secreta de mi creatividad, me cuesta proyectarla. Soy muy
pudoroso en la poesía y edito con mucha cautela, me cuesta desnudar el
mundo de las vivencias. En la dramaturgia y la narrativa hay
más
metamorfosis de parte del escritor, uno nunca habla de sí mismo. A mí me
cuesta hablar de mí mismo. Pero el año que viene se va a redondear más
la imagen del poeta porque se van a editar mis dos libros de poesía, que
están agotados, y tres nuevos. —Usted escribe teatro, narrativa y
poesía paralelamente. —Sí, porque si estoy escribiendo una escena teatral y mi mente
interfiere mucho con lo que el personaje o el público quieren, inmediatamente
retrocedo, corto la escena y me vuelco a la narrativa o a la poesía. A
esta última, en general, cuando estoy muy metafísico; cuando me
obsesiona —y me ocurre con frecuencia— el mundo invisible. —Usted ha recibido premios en el
Uruguay y en el extranjero, entre ellos un Florencio por Garúa en
1992, y un Tirso de Molina por El desayuno durante la noche en
1979. ¿Qué importancia les da? —Para mí los más importantes son los premios extranjeros, por razones obvias. Montevideo es muy chico, las alabanzas y cuestionamientos pueden estar muy teñidos de implicancia, de subjetivismo, de modo que los juicios de valor hay que tomarlos con pinzas y esperar mucho tiempo para saber realmente cuál es la dimensión de la obra propia. En el exterior, los premios se adjudican a obras y no a personas, y eso les da un enorme valor y me confirma que estoy en la ruta correcta. En cuanto al Tirso de Molina, que nunca soñé ganar, fui el primer dramaturgo rioplatense que lo obtuvo entre 86 finalistas de toda América Latina. Tengo que decir que me conmovió enormemente y me ayudó mucho en mi carrera. |
Obras y premios |
Lo
que sigue es la lista de sus obras teatrales estrenadas. El
niño verde - Con auspicio de la Comisión de Teatros Municipales, Teatro Solís,
Montevideo, 1970. La salvación - Por la Comedia Nacional, Sala Verdi, Montevideo, 1971. La perrita sabia - Teatro Zhitlovsky, Montevideo, 1971. Un gato en un almacén extraño - Por la Comedia Nacional, Sala Verdi, Montevideo, 1973. El
huésped vacío - Por el Grupo Presente, Teatro Eckos, Buenos Aires,
1977. Acuérdate
de Euménida - Teatro del Plata, Buenos Aires, 1981. Después
de la cena - Por Teatro de la Ciudad, Teatro Millington Drake, Montevideo, 1980. Ese
lugar pequeño - Por la Comedia Municipal de Treinta y Tres, Teatro Florencio Sánchez,
1984. El
mago en el perfecto camino - Casa del Teatro, Montevideo, 1985. |
El
desayuno durante la noche - Por la Comedia Nacional, Sala Verdi, Montevideo, 1987. La
llegada a Klizironia - Por Teatro de la Rinconada y el Teatro de Sordos, Teatro del Centro,
Montevideo, 1987. Un
tambor por único equipaje - Teatro Alianza, Montevideo, 1989. Danubio
azul - Por Teatro de la Gaviota, Teatro Stella, Montevideo, 1989. Los
disfraces - Por Nuevo Teatro de Paysandú, Teatro Florencio Sánchez, Paysandú,
1990. Garúa
-
Teatro de la Candela, Montevideo, 1992. Amantes -
Teatro del Centro, Montevideo, 1994. Otras
obras El odioso
animal de la dicha
(Nouvelle),
1982. Figuraciones (Poesía), 1986. Desmesura de los zoológicos (Cuentos),
1987. Me
moriría si te vas (Teatro), 1988. Juegos para no morir (Poesía), 1989. La puerta que nadie abre (Cuentos), 1991. Magnitudes (Cuentos), 1991. El
lado de los Guermantes (Teatro),
1993. Pecados
mínimos (Teatro), 1993. La
buena vida (Teatro), 1994. Se
alquila (Teatro), 1994. En su carrera de dramaturgo y narrador, Ricardo Prieto ha obtenido una serie importante de menciones y premios. En 1979 fue galardonado con el Premio Teatral Tirso de Molina en España, y en 1992 consiguió el Florencio a la Mejor Obra del Año. Para este premio ya había sido nominado previamente en dos oportunidades (1971 y 1987). En 1987, 1992 y 1994 fue nominado para el Bartolomé Hidalgo, y en 1993 recibió una Mención Especial en Narradores de Banda Oriental. Además, Prieto ganó el segundo premio en el concurso de guiones para teatro acústico con su obra Bacterias, en Alemania. |
Blanca Giuria
El País Cultural Nº 241
17 de junio de 1994
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