Pecados mínimos

obra de de Ricardo Prieto

A Cristina Landó

Esta obra fue estrenada el 5 de mayo de 1995 en versión del teatro EL PICADERO de Montevideo, con actuación de Nelly Weissell y Carlos Rodríguez, escenografía de Adán Torres, música de Fernando Condon , luces de Juan José Ferragut y dirección del autor.

Por esta obra, el autor fue nominado para el premio FLORENCIO que otorga la Asociación de Críticos Teatrales del Uruguay, en la categoría mejor texto de autor nacional.

Editada en la Revista CELCIT. Dramática Latinoamericana Nº 189. Argentina. www.celcit.org.ar 

 

Editada en la Antología de Dramaturgia Uruguaya que publicó "Indigo et Côté-femme" en París, Francia. Traductor: Guy Lavigerie. Título: "Péchés véniels". Prólogo: Françoise Thanas y Roger Mirza.



UN DORMITORIO QUE HA SIDO CLAUSURADO. LA ÚNICA OCUPANTE DEL RECINTO PUEDE ESTABLECER PRECARIA COMUNICACIÓN CON EL EXTERIOR A TRAVÉS DE UNA PEQUEÑA VENTANA.
JULIA BARDI ESTÁ ATADA A LA CAMA. ES UNA MUJER VIEJA Y DE APARIENCIA BONDADOSA. A POCOS METROS DEL LUGAR ALGUIEN SE ABOCA A UN OBSESIVO TRABAJO DE CARPINTERÍA.

Julia: Marcos...

Marcos: (REPRESENTARÁ TODA LA OBRA FUERA DEL ESCENARIO.) ¿Qué quieres?

Julia: Un vaso de agua. (UN SILENCIO.) ¿Oíste? Pedí un vaso de agua. (OTRO SILENCIO.) ¡Marcos! (MARCOS DESLIZA UN VASO CON AGUA POR LA VENTANITA. JULIA BEBE CON AVIDEZ.) Es hermosa.

Marcos: ¿Qué?

Julia: El agua, querido. Es lo más puro que existe. (MARCOS RÍE.) No sé de qué te ríes.

Marcos: Últimamente vives encontrando pureza en todo.

Julia: Eso es lo que le molesta a la gente que vive encontrando suciedad en todo. Tú, por ejemplo. Antes eras más sano.

Marcos: Antes era antes. (JULIA SE ENSIMISMA. PAUSA.)

Julia: El día en que ocurrió aquello...

Marcos: (MOLESTO.) No empieces a recordar.

Julia: No podría vivir sin hacerlo. (MARCOS MARTILLA CON MÁS FRENESÍ.) ¡No golpees tan fuerte, por Dios! (UN SILENCIO. MARCOS ABANDONA EL MARTILLO.) El día en que ocurrió aquello, repito, tú te habías levantado muy alegre. Jamás podré entender...

Marcos: (LA INTERRUMPE.) No quiero recordar pavadas.

Julia: No son pavadas. Me ataste mientras dormía y clausuraste esta habitación. Soy tu prisionera.

Marcos: Todo el mundo es prisionero de alguien.

Julia: No de este modo. (MARCOS SILBA Y COMIENZA A MARTILLAR NUEVAMENTE.) Hace diez años que no puedo moverme, como la comida que haces, leo los libros que me compras, no veo el sol ni paseo por los parques. Y ni siquiera puedo comprarme un camisón. (GRITA.)
¡Estoy harta de estos harapos! ¡Quiero ropa, comida decente, perfumes, novelas de amor y no esas horribles obras de Gurdjieff!

Marcos: Este no es un hotel ni yo soy librero.

Julia: Este es el infierno, di mejor. (ELEVANDO LA VOZ.) ¿Cuándo vas a terminar ese endemoniado trabajo de carpintería?

Marcos: Cálmate.

Julia: Querría verte a ti sentado en esta cama. Seguro que te impacientaría no poder moverte y no tener a nadie con quien conversar.

Marcos: Me tienes a mí.

Julia: ¡A ti! Vuelves del trabajo y te encierras en esa habitación a clavar y a serruchar. Nunca te agradó la carpintería. ¿Qué estás martillando con tanto frenesí?

Marcos: Un ataúd.

Julia: Ojalá fuera el mío.

Marcos: Sabes bien que es el mío.

Julia: (CON ANGUSTIA.) ¡Huye de esas fuerzas malignas que te acosan! ¡Destrúyelas de una vez por todas! Y permíteme que te bese y te abrace. ¡Hace tantos años que no veo tu rostro!

Marcos: Ves mis manos.

Julia: Es lo único que veo. (PAUSA.) Quiero más agua.

Marcos: No hay.

Julia: (CON IRA.) ¡Sí que hay! ¡No es posible que falte el agua en ninguna casa!

Marcos: Sí en esta, ya te lo dije: tenemos problemas en las cañerías.

Julia: ¡Mentira! Esta casa es perfecta. Fue construida por tu padre y yo cuidando todos los detalles. Nunca hubo casa como ella. La hicimos también para ti.

Marcos: Linda historia.

Julia: Yo sé que no te importa que hayamos luchado tanto para edificarla. Te resultó demasiado fácil tenerla y fácilmente la destruirás. Pero no digas que fallan las cañerías. Aquí no pueden fallar.

Marcos: Si tú lo dices...

Julia: También el jardín existe gracias a nosotros. ¿Cómo están ahora los claveles? ¿Cuidas las rosas, Marcos? ¿Las riegas y las podas? ¿O permitiste que se muera todo? (CON FURIA. IMPERATIVA Y SEÑORIAL.) ¡Quiero ir a mi jardín! ¡Llévame! (MARCOS MARTILLA CON MÁS INTENSIDAD.) Un ataúd. Eso es lo que yo necesito.

Marcos: Morirás cuando te llegue la hora.

Julia: ¿Y tú por qué quieres morir? ¿Qué te faltó? ¿Qué te hicimos para que nos condenes?

Marcos: Nunca condené a nadie.

Julia: No mencionas nunca a tu padre, destruiste sus retratos y quemaste sus libros. Y a mí, que te he parido, me arrojaste sola en esta pocilga.

Marcos: Yo estoy siempre.

Julia: Fuera, no en este agujero. (PAUSA.) Quiero agua.

Marcos: Te dije que no hay.

Julia: Te lo suplico. (UN SILENCIO. MARCOS DEJA DE MARTILLAR.) Por favor, hijo mío. (SE VE LA MANO DE MARCOS PASANDO UN VASO POR LA VENTANITA. JULIA LO TOMA Y BEBE ÁVIDAMENTE.) Gracias. (UN SILENCIO.) Quiero que limpies mi habitación. Ya no soporto el olor.

Marcos: No tengo tiempo.

Julia: Te lo exijo. (AUTORITARIA.) Mañana lo harás.

Marcos: Sabes bien que la puerta está clausurada.

Julia: Quitaré los candados.

Marcos: Hay algo más que candados.

Julia: (CON ANGUSTIA.) ¿Qué es? (MARCOS NO RESPONDE.) ¡Contesta! (MARCOS MARTILLA CON MÁS FUERZA.) ¿Qué pusiste ahí? ¿Una reja? ¿Cemento? ¿Me has emparedado?

Marcos: Un demonio.

Julia: Demonio es lo que tienes dentro. (PAUSITA.) Si no limpias este tugurio me pondré a gritar.

Marcos: Tu voz no tendrá más fuerza que mi martillo.

Julia: ¡Usaré todas las fuerzas que tengo!

Marcos: Por decir eso hoy no te daré comida.

Julia: ¡Como si me dieras comida alguna vez!

Marcos: Hago lo que puedo.

Julia: Guisos, compotas sin azúcar, café lavado, pan duro.

Marcos: Dije que hago lo que puedo.

Julia: Dinero no te ha faltado.

Marcos: Ni me sobra.

Julia: Si hubieras cuidado la herencia...

Marcos: No tenía ganas.

Julia: ¡No tenías ganas! Lo que tu padre y yo logramos conquistar con privaciones, tú lo dilapidaste.

Marcos: No fue dilapidado: fue quemado.

Julia: ¡Al fuego, sí! ¡Al fuego treinta años de esfuerzo!

Marcos: Me gusta quemar el dinero porque amo la pobreza.

Julia: Dices eso porque nunca fuiste pobre.

Marcos: Ahora lo soy: apenas puedo alimentarme.

Julia: Tienes un sueldo.

Marcos: Eso crees tú.

Julia: Algo te pagarán en ese hospital maldito. (UN SILENCIO.) ¡Hay que ser capaz de quemar el dinero! Eso sí que no tiene perdón de Dios. (PAUSA.) Tengo hambre.

Marcos: No empieces.

Julia: ¡Dije que tengo hambre!

Marcos: Esta mañana te serví compota.

Julia: Ya la comí.

Marcos: Nadie tiene la culpa de que seas tan voraz.

Julia: Quisiera comer frutillas, Marcos.

Marcos: Es un deseo muy caro.

Julia: ¡Por favor! Deseo comer pollo con puré, o arroz con calamares.

Marcos: Hay hojas de árbol. Dicen que son bastante nutritivas.

Julia: ¿Por qué serás tan cruel?

Marcos: Te alimento ascéticamente para que seas más pura.

Julia: ¿La pureza famélica es lo que quieres, verdad?

Marcos: La pureza, madre. La pureza.

Julia: Si continúas alimentándome de este modo no duraré mucho.

Marcos: La comida que te doy tiene vitaminas.

Julia: No son suficientes.

Marcos: Sé algo de dietas.

Julia: (CON RENCOR.) No eres médico. Ni siquiera eso pudiste lograr. No sabes nada de dietas ni de anatomía. Eres un insignificante practicante de segundo orden que no podría poner una inyección correctamente. Te paseas por el hospital arrastrando las camillas como un gusano y los médicos te explotan, te maltratan, te humillan sin cesar. Lo que tú deberías haberle hecho a los otros te lo hacen a ti. (PAUSA BREVE. MARCOS HA DEJADO DE MARTILLAR Y EL ESPECTADOR DEBE ADVERTIR SU TENSIÓN, SU DOLOR Y SU FURIA.) No eres nada, nadie, y aquellas veleidades de convertirte en un doctor eminente se transformaron en un horrible deseo que solo desaparecerá cuando mueras.(UN SILENCIO.) Te callaste. Sé cuál es tu punto débil. Conozco esa frustración que te supura como una llaga. (CON DESPRECIO.) ¡Doctor eminente! Tu única operación consistió en atarme y envenenarme con esa odiosa comida. Soy tu primera y última paciente. Por tu culpa ya no puedo moverme. Arrastrarás siempre el recuerdo de esta mujer tullida. (CON FURIA.) ¡Vamos! ¡Exhíbeme en ese hospital infecto donde en lugar de pavonearte triunfalmente vives escondiendo tu vergüenza! ¡Doctor eminente! Linda basura. (UN SILENCIO.)

Marcos: Me gusta que me odies.

Julia: (CON MELANCOLÍA.) ¡También te gustaba que te amara! Y venías por la noche a acostarte en mi cama para decirme: "Tengo miedo de las sombras, madre". "No temas, hijo mío, aquí estoy para alejarlas".

Marcos: Viejos tiempos.

Julia: Gracias a esos tiempos ahora estás vivo y sano, caminas por las calles como un señor y hasta te aman.

Marcos: (IRÓNICO.) ¿Quién?

Julia: Te amaron. Es lo mismo. Merecías que te abandonaran. Nadie tiene la obligación de soportar tu extraño carácter.

Marcos: Eso te pone contenta.

Julia: Tú creaste este odio.

Marcos: Es uno de mis pecados mínimos.

Julia: ¿Mínimos? Imperdonable, di mejor.

Marcos: (CON TRISTEZA.) Más imperdonables son los pecados del mundo.

Julia: (CON IRA.) ¡Tengo hambre!

Marcos: No hay más comida, señora. El "doctor" dio esa orden.

Julia: ¿El carnicero? No le hagan caso a esa fiera. (EMPIEZA A GOLPEAR CON LA CUCHARA SOBRE EL PLATO VACÍO) Tengo hambre. ¡Tengo hambre! ¡¡Tengo hambre!!

Marcos: ¡Cállate, por Dios! Cállate.

Julia: Dame comida entonces. (UN SILENCIO. IRRUMPE VIOLENTAMENTE UNA LANZA CON UN PEDAZO ÍNFIMO DE PAN ATRAVESADO EN SU PUNTA. PAUSA EXTENSA. MARCOS EMPIEZA A MARTILLAR NUEVAMENTE. JULIA HABLA MIENTRAS DEVORA EL PAN.) Me libraré de esta cárcel antes de que termines ese horrible ataúd. Después abriré la puerta a empujones e iré a abrazarte como antes.

Marcos: Estaré bien muerto entonces.

Julia: (SIEMPRE MASTICANDO.) Me acostaré contigo en ese lugar y me iré junto a ti.

Marcos: Tienes la obsesión de perseguirme. Pero esta vez no podrás, madre. Estás encerrada. No podrás meterte en mi ataúd.

Julia: (CON ANGUSTIA.) ¿Por qué me torturas?

Marcos: Y tú: ¿por qué no odias a tu verdugo?

Julia: Yo te traje al mundo.

Marcos: Por eso me verás irme.

Julia: No quiero que mueras. La vida es hermosa.

Marcos: ¿Hermosa la vida que pasas encerrada en ese calabozo? ¿Hermosa la vida que no puedes ver?

Julia: (CON EL ROSTRO ILUMINADO.) Es hermosa, a pesar de todo.

Marcos: Linda mierda todo.

Julia: (CON PIEDAD.) Pobre hijo.

Marcos: Yo no te pedí que me trajeras a este mundo.(UN SILENCIO.)

Julia: (CON MUCHA TERNURA.) Marcos...cariño mío, niño mío, corazón mío...No sufras.

Marcos: Lamento haber nacido. (OTRO SILENCIO.)

Julia: ¿Qué haces? ¿Te fuiste? ¡Martilla, por favor! ¡Serrucha! ¡Haz algo! ¡Háblame! (MARCOS MURMURA EN VOZ BAJA. ESTE MURMULLO SERÁ CONFUSO Y MONÓTONO.) ¿Rezas? (TRANSFIGURADA.) Como antes, como yo te enseñé...(PAUSITA.) Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén. (BREVE SILENCIO.)


Marcos: (CON CRUELDAD.) Hoy no te daré más comida, madre. No beberás más agua ni limpiaré tu cama. Tampoco te hablaré. Llevaré el ataúd al jardín y allí seguiré clavando y serruchando hasta que todo se termine, yo incluido. Perdóname.

Julia: (CON DESESPERACIÓN.) ¡Sácame de aquí! ¡No quiero seguir atada a este yugo que me impide salvarte!

Marcos: Te até y quieres salvarme. ¡Detesto el amor que sientes por mí!

Julia: ¡Ni siquiera tienes fuerza para recibir ayuda!

Marcos: No quiero tu ayuda.

Julia: Busca la de otros entonces.

Marcos: (BURLÓN.) ¡Otros!

Julia: Piensa en Dios. Está siempre junto a nosotros. Arrodíllate, invócalo, pídele que te ilumine y te salve.

Marcos: (CON PENA.) Dios nunca me oye, madre.

Julia: ¡Porque no crees en él! Pero todavía hay tiempo, Marcos. Los practicantes pueden llegar a ser médicos. Acuérdate de tu padre y de mí: no teníamos nada y construimos un mundo. ¡Esfuérzate! Puedes lograrlo aún.

Marcos: ¿Quién te dijo que eso me importa?

Julia: Sí que te importa.

Marcos: (CON RENCOR.) Soy un "insignificante" practicante, madre.. ¿Qué podría lograr? Soy una "basura".

Julia: No debí decirte eso. Pero me exaspera que seas tan débil. Las cosas se conquistan. Hay que pelear por ellas a pesar de las dificultades y el dolor. Se equivoca el señor Gurdjieff al decir que el hombre no puede hacer nada. Somos dueños de un poder inmenso y todo lo que existe puede llegar a ser nuestro. Por eso me da tanto asco que seas tan cobarde.

Marcos: Sigues insultándome. Pero no te preocupes: yo siempre te perdono todo.

Julia: ¿Por qué me ataste entonces?

Marcos: Para protegerte del mundo.

Julia: ¡Eres tú quien necesita protección!

Marcos: ¡No quiero tu protección! (BAJANDO LA VOZ.) También por eso te até.

Julia: Todavía hay tiempo: puedes ser rico y tener fama y poder. ¡Déjame que te guíe!

Marcos: No me interesan la riqueza, la fama o el poder. Todo está perdido.

Julia: ¡Serías un médico grandioso, Marcos!

Marcos: Me matarían. Ya no se tolera la grandeza.

Julia: ¡Oh Dios! ¡Oyelo! ¿Cómo pude parir un ser tan enfermizo? Si no buscas dinero ni poder querrás ser amado. ¡Yo sé que pueden amarte!

Marcos: (SOMBRÍO.) ¡Amarme!

Julia: ¡Yo te amo!

Marcos: Apestas, madre. Apesta tu obsesión por el éxito. Estás revolcándote desde hace muchos años en el chiquero de la materia, que es peor que el chiquero en que te encerré. Por eso morirás en él. Pero es mentira que somos capaces y que tenemos un poder inmenso. Gurdjieff no se equivoca cuando afirma que las cosas siempre nos "suceden". Nadie es capaz de nada. El hombre sólo es un cerdo que vive fantaseando con su talento, su omnipotencia y su grandeza.

Julia: Existe el amor, Marcos. Él justifica la existencia cuando todo lo demás pierde valor.

Marcos: El amor no existe.

Julia: Te traeré una mujer que te acariciará, te besará y te dará un hijo.

Marcos: Quimeras.

Julia: ¡La necesitas! Nadie puede caminar solo por este mundo lleno de tumbas.

Marcos: Tú sí.

Julia: ¡No quiero que vivas solo cuando yo muera! (MARCO EMPIEZA A MARTILLAR DE NUEVO. EL RUIDO ES MUY FUERTE.) Te aislas...Huyes...Pones el féretro entre tú y yo. (UN SILENCIO. DESPUÉS SE EXALTA.) ¡Quiero comer sandías, uvas, melones, dulce, pan fresco y manteca! (CON ANGUSTIA.) ¡Dame comida ya que no soy libre! ¡Báñame! ¡Péiname! ¡Perfúmame! (CANTA CON PATETISMO.)

Arrorró mi niño,
arrorró mi amor,
tengo para darte
aromas de Dios,
inciensos y sedas,
todo mi calor,
la bendita leche
que el Señor me dio..

Marcos: (RESPONDE CANTANDO.)
Vieja puta,
vieja reputona,
andate a la mierda
vieja sucia y ladrona.

Julia: (CON IRA Y ANGUSTIA.) ¡Demente! ¡Mi hijo es un demente! (GRITA CON MÁS FUERZA.) ¡Me ató para matarme!

Marcos: Sí, para eso. (MARTILLA CON MÁS FRENESÍ.) No podrás verme más, madre. Pronto usaré este cajón porque lo estoy preparando para mí.

Julia: (DESOLADA.) No digas eso, hijo, por Dios, y déjame verte. Es lo único que te pido.

Marcos: Si me contemplaras te sentirías molesta.

Julia: Estás loco.

Marcos: Sé lo que digo.

Julia: ¿Cómo eres ahora?

Marcos: Saberlo te apenaría.

Julia: Me ataste como a un perro. ¿Qué puede importarte causarme más dolor?

Marcos: Ese dolor no quiero infligírtelo: es el pequeño tributo que ofrezco a tu amor.

Julia: (CON PESAR.) Hace diez años que no te miro.

Marcos: Doy miedo y asco y no creo que puedas encontrar a alguien capaz de amarme.

Julia: Hay amor para todos: hasta las ratas son amadas por alguien visible o invisible.

Marcos: Ojalá yo fuera una rata.

Julia: ¡No digas eso!

Marcos: Ellas se acercan al hombre y buscan algo que yo no busco.

Julia: (CON MISERICORDIA.) Hijo.

Marcos: (CON TRISTEZA.) La única mujer que he amado no me quiso nunca.

Julia: Lo sé.

Marcos: Es cierto que no se puede vivir sin amor: uno se muere antes. (UN SILENCIO.) Te oigo respirar y me pregunto para qué nací: tú respiras así por mi culpa.

Julia: Yo te perdono.

Marcos: Eso es lo terrible: si tú me perdonas todo me perdona.

Julia: Hasta Dios.

Marcos: Él nunca me mira.

Julia: Créeme que sí. Hasta Dios. (PAUSA.. SE OYE OTRA VEZ EL RUIDO QUE PRODUCE EL MARTILLO.) Tengo hambre, Marcos.

Marcos: (CON ODIO.) Nunca más te daré comida, madre. Y será mejor que conserves la calma.

Julia: ¿Calma? Estoy muerta de frío y tengo sarna y piojos. Te marchas al odioso hospital todo el día y me dejas atada en esta cama llena de fecas en la que moriré como un gusano después que tú, porque quieres morir antes y te has empecinado en construir ese horrible velero que te transportará quien sabe a qué lugar. (UN SILENCIO.) Y ni siquiera me compras diarios.

Marcos: Me pregunto para qué quieres leer los diarios.

Julia: Hace diez años que no sé qué ocurre en el mundo.

Marcos: Tienes suerte: el mundo huele a mierda..

Julia: ¡No lo creo!

Marcos: Todo se desmorona y estamos perdidos. 

Julia: ¡Eres tú el que está perdido! ¡Tú el que ve en todos lados la amargura que tienes dentro!

Marcos: Te até para que no sufrieras viendo lo que ocurre por culpa de Él.

Julia: ¿Él? ¿Quién es él? ¿Hay un hombre metido en este asunto?

Marcos: Sí, madre: por culpa de Él vamos a desaparecer todos.

Julia: ¿Quién es ese hombre horrible? ¿Qué nacionalidad tiene? ¿Cómo se llama?

Marcos: Tiene todas las nacionalidades y se llama Kern de Gefangenis.

Julia: ¿Kern de Gefangenis? Qué extraño nombre: señor de Gefangenis. Bueno, no suena tan mal. Debe ser un hombre muy inteligente para tener tanto poder.

Marcos: Es más que inteligente: es incomprensible, abismal.

Julia: ¿Cómo es posible que siendo tan cruel tenga tantas nacionalidades? Los estados no conceden la nacionalidad a cualquiera.

Marcos: Es más poderoso que los estados y les inspira el mismo terror que tú me inspiras a mí.

Julia: ¡No te burles! Bastante dolor me causaste cuando me ataste. Sabes que te lo he perdonado, pero no sigas martirizándome o empezaré a acordarme continuamente de ese desliz.

Marcos: Discúlpame por haberte encerrado y atado, madre.

Julia: Te perdono, a pesar de que nunca miro con simpatía mis piernas tullidas. (BREVE SILENCIO.) Háblame del señor de Gefangenis.

Marcos: Aterroriza al mundo.

Julia: ¿Tanto poder tiene?

Marcos: Sí: por su culpa nadie puede vivir en paz, y aunque uno intente olvidarlo, Él espera en las sombras el momento de actuar.

Julia: ¿Es viejo?

Marcos: Es bastante joven.

Julia: ¿Es feo?

Marcos: Horrible.

Julia: Me gustaría ver su cara: debe ser un hombre con mucho carisma.

Marcos: Eso dice la gente que lo vio.

Julia: Quiero conocerlo.

Marcos: Te encerré para protegerte de Él.

Julia: ¡Pero yo quiero verlo!

Marcos: Calma, madre. Calma.

Julia: ¿Quién puede estar en calma en este mundo lleno de locos como él y como tú?

Marcos: Yo. Ahora estoy en calma. El féretro está quedando muy hermoso.

Julia: No me lo recuerdes y dame comida. (MARCOS RÍE. ESTÁ ANGUSTIADO.) ¿No me oíste? (OTRO SILENCIO. MARCO DEJA DE MARTILLAR.)

Marcos: (LE TIRA COMIDA.) Toma.

Julia: ¿Qué es esto?

Marcos: Alpiste.

Julia: ¡Hijo de puta!

Marcos: Sí: tú eres la puta. (JULIIA DEVORA EL ALPISTE. PAUSA MUY EXTENSA.)

Juliia: ¿Por qué no sigues martillando? ¿Terminaste esa horrible cosa? ¡Responde! ¿Qué te pasa? (MARCOS VOMITA.) Debes estar muy enfermo. (UN SILENCIO. DESPUÉS SE OYE UN EXTENSO Y DESGARRADO SOLLOZO.) ¡Dios mío! Es otro de esos horribles ataques de angustia. Estarás ovillado cerca de ese armatoste, orinándote y pensando que la vida es una pesadilla y que nada vale la pena. (CON INFINITA TERNURA.) ¿Por qué sollozas? (BREVE SILENCIO.) Sé que te sientes solo, pero si me quisieras como Dios manda no buscarías a otros para que te aceptaran con todas tus ruindades. Porque la vida es sucia también, además de hermosa, y no podemos ser perfectos. Eso es lo que no entendía la mujer que te abandonó. (BREVE SILENCIO.) Te da asco mi amor porque me torturas y sigo amándote. Te asustan mi devoción y mi paciencia. Por eso me encerraste y me ataste a esta noria. Deja de llorar. Te contaré un cuento que te ayudará a dormir y a olvidar. (LA LUZ DESCIENDE CON LENTITUD.)

Marcos: Yo también quiero contarte un cuento. (SE PRODUCE UN SILENCIO. DESPUÉS SE OYE UNA PERCUSIÓN EXTRAÑA Y ESOTÉRICA.) Conocí a un niño que había nacido en una casa limpia y luminosa. Sus padres eran fuertes y felices y cierta vez le dijeron: "Ese es el mundo: tómalo. Es todo para ti." El niño se asustó un poco. El mundo era demasiado grande y no le pareció tan hermoso como se lo habían descrito. Creció y trató de ser feliz hasta que se enamoró de una mujer que lo traicionó con su mejor amigo. Al principio sintió desesperación y quiso matarse, pero decidió ayudar a los demás y empezó a estudiar medicina. Al llegar a los hospitales descubrió toda la miseria humana y creyó que se asfixiaba: él solo no podía combatir tanta inmundicia. Abandonó su carrera y buscó otros caminos. Pero fuera del hospital también había odio, ambición, estupidez, fanatismo. Mirara hacia donde mirara en todo el confín del mundo sólo eso había: mentira, mentira, mentira. Entonces se dedicó al placer. Se acostaba con todas las mujeres. (BREVE SILENCIO.) Un día, sin saber cómo ni dónde, el señor de Gefangenis se apoderó de él.

Julia: (CON ESPANTO.) ¿Quién es ese? ¿Un matón?

Marcos: Sí, madre; y yo también le pertenezco. Es mentira que voy todos los días al hospital. Ya no puedo salir de esta casa.

Julia: (CON ANGUSTIA.) ¿Qué te hizo ese hombre?

Marcos: (DESOLADO.) Estoy muy enfermo. Todo mi cuerpo está lleno de chancros y de llagas y hasta un estornudo me podría matar. Vivo viajando por los planetas y me asustan las ovejas negras de la luna. (CON MELANCÓLICA IRONÍA.) Soy vulnerable, madre: al odio, al amor, al aire, a la vida que había que conquistar. Soy prisionero de un monstruo.

Julia: ¡Oh Dios!

Marcos: Ten paciencia.

Julia: ¿Qué será de nosotros?

Marcos: No te preocupes: yo me ocuparé de nosotros antes de que lo haga el señor de Gefangenis. 

Julia: (DESGARRADA.) ¡Esto es horrible!

Marcos: (CON TRISTEZA.) ¿Quieres comida? Te la daré. Me arrastraré sobre el piso hacia la calle y mendigaré para ti alimentos dulces y suaves que devorarás.

Julia: (CON HORROR.) ¡No! ¡No! ¡No quiero más comida! ¡Déjame verte, amor mío! ¡Permíteme abrazarte! ¡Quiero morir junto a ti!

Marcos: Ya estoy acostado en el ataúd.

Julia: (CON INMENSA PENA.) Hijo mío.

Marcos: Voy a colocar la tapa. Dentro de un instante no me oirás. Nunca más hablaré. (JULIA SOLLOZA. PAUSA.) No llores ni supliques. Ya no puedo darte nada. Uno nace y muere solo.

Julia: ¡No me abandones! ¡No permitas que yo te abandone! ¡Pusiste una puerta cerrada entre tú y yo!

Marcos: Llama a los ángeles: están ahí.

Julia: ¡Marcos!

Marcos: Llámalos porque vendrán. A pesar de los piojos que te carcomen vendrán. Te lo mereces por tu amor y tu paciencia.

Julia: (CON INMENSA PIEDAD.) Hijo de mi alma.

Marcos: (TAMBIÉN CON PIEDAD.) Madre. (UN SILENCIO TENSO Y HORRIBLE.)

Julia: ¿Por qué te callaste? ¿Qué estás haciendo? ¡Llévame contigo!

Marcos: Estoy preparando todo.

Julia: ¡Abre la puerta! Te lo suplico.Me necesitas. ¡Abre, por Dios! ¡Me arrastraré y te curaré! ¡Cocinaré para ti! ¡Te acunaré en mis brazos!¡Te amaré hasta que muera! ¿Qué es ese ruido?

Marcos: Hay una invitada.

Julia: ¿Una invitada? ¿Quién puede venir a este lugar?

Marcos: Una mujer.

Julia: ¿Quién es? ¿Qué estás tramando?

Marcos: La llamé para que haga el trabajo que nos salvará a ti y a mí antes de que su amante, el señor de Gefangenis, empiece a ocuparse de todos los demás.

Julia: (ATERRADA.) ¿Qué trabajo? ¿De qué estás hablando? ¿Qué puede hacer aquí una mujer? ¡Estás mintiendo!

Marcos: Ya verás que no miento.

Julia: ¡Muéstramela entonces! ¡Déjala hablar! ¡Quiero entender todo esto!

Marcos: Ahora te la presentaré, madre.

Julia: (IMPERATIVA.) ¡Hazlo!

Marcos: Cierra los ojos, reza un Ave María y perdóname. (SE OYE UNA INMENSA EXPLOSIÓN. OSCURIDAD TOTAL.)

 

Obra de Ricardo Prieto 

Buenos Aires, 1981

 

Ver, además:

 

                     Ricardo Prieto en Letras Uruguay

 

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