Se alquila Drama en dos actos de Ricardo Prieto |
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Personajes : |
Ana (51 años) Juan (su esposo, 55 años.) Daniel (el hijo de ambos, 23 años) Luisa (sobrina de Juan, 25 años) Carlos (amigo de Juan, 63 años) Un viejo Un muchacho |
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"Se alquila"
se presentó el 2 de septiembre de 1998 en el 2º Ciclo de Teatro Semi-Montado de Autor Uruguayo que organizó el Centro Uruguayo del Instituto Nacional de Teatro en el Teatro El Galpón. Elenco:
Lidia Etchemendy, Mauro Cartagena, Rubens Mota, Elsa Mastrángelo, Walter Esperanza y Roberto Allidi. |
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La acción transcurre en Montevideo, en la época actual, pero cambiando los nombres de Montevideo y Buenos Aires, puede situarse en cualquier otra ciudad. |
Daniel: ¿Dónde estabas? |
Daniel: Voy a triunfar cantando (Canta.) | Sacate el zapato, ponete el zapato. Sacate el zapato, sacátelo. La calle es muy triste, mi chica se ha ido, quema el sol Sacate el zapato, sacátelo. |
Ana: En mis tiempos los compositores no hablaban de zapatos.
(Canta.) "Es la historia de un amor, como no hubo otra igual, que me hizo comprender todo el bien, todo el mal." |
el romanticismo. (Toca y canta.) | Enamorado de un pollo. ¿qué dirá de mí el lechero si me ve en el gallinero besuqueando a ese animal? |
Ana: (Burlona.) Sublime. |
- II - |
Ana está preparando el desayuno. Juan acaba de levantarse y sale de su habitación caminando con lentitud. Se despereza ruidosamente, enciende la radio y se acerca a la entrada de la cocina. |
- III - |
La acción transcurre en la misma sala. Ha pasado un mes. Luisa está peinándose frente al espejo. Entra Daniel transportando una valija. |
Si un policía lleva mucha gente dos policías llevan mucho más. |
Un hijo tarado. Esa es la peor desgracia que podía haberme caído encima. Hasta preferiría que fueras mudo antes que oírte cantar esa basura. Daniel: Yo preferiría que fueras un poco más inteligente y no despreciaras lo que no comprendés. Juan: ¿Así que tengo que comprender las pavadas? Daniel: La nueva manera de vivir. Se acabaron las represiones y toda la basura de esquemas que les metieron a ustedes en la cabeza. Juan: Seguí pensando así nomás. Y andate lo antes posible. (Dolorido.) Andá a esa ciudad de locos a decir que aquí somos reprimidos; andá a quejarte de tus padres y del país en donde abriste los ojos. Andá a renegar de todo, pero hacelo antes de que yo... Daniel: (Lo interrumpe.) ¿Antes de que vos qué? Juan: Mejor me callo. (Pausa.) Daniel: Y yo mejor me voy. Che Luisa: decile a la vieja que no vengo a cenar. Me invitaron a comer en el Mercado del Puerto. (Va a salir pero se detiene. Con tristeza, a Juan.) Vos y yo nunca nos vamos a entender, viejo. (Sale con rapidez.) Juan: (Patea con bronca la valija.) ¡A Buenos Aires! ¡Renegado! (Se sienta y cavila ensimismado. Entra Luisa.) Sacá esa valija de mi vista. (Luisa se lleva la valija. Pausa.) Y servime un té. Luisa: Hice una torta. Juan: ¿Con qué plata? Luisa: Con la harina que sobró de los tallarines y un poco de azúcar que quedaba. Juan: Nadie te mandó que hicieras nada. Luisa: Pensé que iba a gustarle. Juan: No están las cosas como para tortas. Hay que ahorrar azúcar y harina. Somos cuatro para comer. Luisa: (Agresiva.) Está bien. Juan: ¿Qué te pasa, che? Tratá de tener modales y no te hagas la viva. Luisa: (Desafiándole.) ¿Qué tiene que decir de mis modales? Juan: Sos agresiva y siempre te querés salir con la tuya, igual que tu padre. Luisa: (Con burla.) De tal palo tal astilla. Juan: El palo vaya y pase, pero a la astilla la reviento si no me hace caso. Luisa: No soy una chiquilina. Juan: Ya sé que no sos una chiquilina, pero me temo que tuviste malos ejemplos. Aquí vas a hacer lo que yo digo. Luisa: (Amenazadora.) Hasta que me vaya. Juan: ¿Y a dónde pensás ir? Luisa: ¿Pretende que me pase aquí toda la vida? Juan: Vas a irte cuando corresponda. Pero mientras tanto me obedecerás. Para empezar, mañana saldremos a buscar trabajo. Iremos a una agencia y te conseguirás una limpieza. Podés ganar dos mil o tres mil pesos por mes en lugar de quedarte aquí haciendo tortas. Luisa: Si me quedo aquí es porque no tengo plata. Pero no crea que me gusta. Y además hago todo lo de la casa. Juan: Bonito fuera que te pasaras aquí sin hacer nada y metida en el baño. Dejarás de mirarte al espejo y empezarás a trabajar. Luisa: (Terminante.) No voy a hacer limpiezas. No vine a Montevideo para ser sirvienta de nadie. Quiero trabajar pero no en eso. Juan: ¿Y en qué otra cosa vas a emplearte? ¿Qué sabés hacer? Luisa: Aprenderé algo. Juan: Para aprender hay que pagar. Luisa: Dan muchas clases gratis. Juan: ¿Dónde? ¿En los prostíbulos? Luisa: (Irónica.) Si no hay más remedio... Juan: Así que si no hay más remedio... Luisa: (Lo interrumpe con ferocidad.) Vine aquí para no pasar más necesidades y voy a lograrlo. No pienso tener escrúpulos. Juan: ¿Qué querés decir? Luisa: Lo que dije. Juan: Mirá que yo aguanto a mi hijo pero no voy a soportar tus caprichos, ni tus ideas estrafalarias, ni las pretensiones de pasarla bien. Vengo de caminar todo el día y apenas gané cien pesos. Debemos el alquiler, el agua y la luz. Así que oíme bien: vos no vas a ser otra de las maldiciones que me cayeron encima. Luisa: Soy una maldición. ¿No lo sabía? Sobro en todos lados. Por eso voy a luchar para no tener que depender de nadie, sobre todo de usted. Juan: (Grita con ferocidad.) ¡Salí de mi vista! Luisa: Si quiere me voy de la casa. Juan: ¡Dije que salgas de mi vista! (Luisa entra al baño dando un portazo. Entra Ana, Viene de la calle. Se oyen los sollozos de Luisa.) Luisa: ¿Qué pasa? ¿Por qué la hacés llorar? Juan: Llora porque te vio y quiere que nos peleemos. Luisa: Llora porque le hacés la vida imposible. Juan: Vos no la conocés a ésta. Es una fiera. Y se niega a hacer limpiezas. ¿Acaso vos no cuidás enfermos? Luisa: Va a trabajar de limpiadora. Me lo dijo a mí. Juan: Llamala y preguntale delante de mí. Ana: (Se acerca a la puerta del baño.) Salí, Luisa. Vení, m'hija. Calmate. Vamos a aclarar esto. (Un silencio. La puerta del baño se abre con lentitud. Entra Luisa.) ¿Qué me dijiste ayer? Luisa: (Con diabólica pesadumbre.) Que quiero hacer algo, una limpieza, cualquier cosa para ayudar. Ana: (A Juan.) ¿Oíste? ¿Por qué mentís y la hacés sufrir? Juan: (Fuera de sí.) ¡La que miente es ella! Acaba de decirme que no va a ser sirvienta de nadie. Luisa: (Sollozando teatralmente.) Yo no dije eso, tía. Juan: (Indignado.) ¡Sos una caradura! ¡Sos capa de cualquier cosa! Luisa: ¡Dije que quiero trabajar en lo que sea! ¡Y usted es un mentiroso! Juan: (Intenta abofetearla.) ¡Te voy a reventar! Luisa: (Con ferocidad.) ¡No se atreva a tocarme! Ana: (Lo detiene.) ¡Dejala tranquila! Juan: (A Ana.) ¿Así que vos le creés a ella? Ana: Por supuesto. Desde que te quedaste sin trabajo estás insoportable. Todo te molesta y odiás a todo el mundo. ¿Qué mal te hizo la muchacha? Juan: Es mala. Y además está mintiendo. Ana: Todos son malos para vos: tu hijo, ella, todo el mundo. El único santo es el sinvergüenza de tu amigote. Con los degenerados sos una seda y con los tuyos sos un milico. Te hiciste odiar por Daniel y estás logrando que yo te deteste. Juan: Está bien. Soy un milico. Me hice odiar por todo el mundo. Pero ya vas a ver cuando la conozcas a ésta. (Sale dando un portazo.) Ana: No le hagas caso. Te ayudaré a conseguir algo. Pero con lo linda que sos no vas a trabajar de limpiadora, no señor. Ojalá yo tuviera tu presencia. Ya verían el jugo que le sacaba. Hablé con varias personas que te pueden ayudar. Luisa: ¿Para hacer qué? Ana: Guía de turistas, modelo, cualquier cosa que te permita lograr una posición. Y nunca cometas el error de casarte con un hombre sin ambiciones. Así me fue por haberlo hecho. Luisa: ¿Casarme yo? No estoy loca. (Juan sale del cuarto y se dirige hacia la calle.) Ana: Me tenés que dejar plata. Juan: Ayer te di sesenta pesos. Ana: ¿Querés que viva una semana con sesenta pesos? Sólo el pan y la leche salen cuarenta. Juan: ¿Qué leche? Ana: ¿Cómo qué leche? La que tomás. Compro un litro por día. Juan: ¿Cómo es posible que compres un litro de leche por día y siempre tomemos té con leche? Ana: Somos cinco. Juan: No cuentes al gato. Ana: ¿Querés que sólo le dé agua? Juan: Nadie te manda tener gatos. Ana: No voy a deshacerme del gato porque se te ocurre. Juan: Ni yo voy a tomar menos leche por culpa del gato. Tomá. (Le da dinero.) Ana: ¿Qué querés que haga con cien pesos? Ya te dije que el pan y la leche... Juan: (La interrumpe.) No compres pan ni leche. Yo puedo aguantarme. Vos y estos también se aguantarán, y el gato que se vaya a tomar la leche de la madre. Ana: Le va a costar encontrarla. Juan: Entonces que se joda. ¡Leche al gato! En lugar de darle leche deberías carnearlo y hacer un asado con él. Algún día tenemos que comer carne. Ana: Sos un animal. Juan: Ojalá fuera un animal para que me dieras un poco más de leche. (Se dirige de nuevo hasta la puerta de calle.) Ana: (Gritando.) ¡Esta noche ni siquiera vas a comer fideos! Se me acabó el surtido. Y como tengo que comprar aceite no habrá azúcar. Juan: Te di cien pesos y es demasiado. Ana: (Con patética ferocidad.) ¡Necesito papas y sal! Juan: Tomá entonces. (Tira cincuenta pesos sobre la mesa.) Ana: ¿Qué querés que haga con cincuenta pesos más? Juan: Ahora tenés doscientos. Ana: No alcanzan. Juan: No tengo más. Para darte esos doscientos voy a ir caminando a ver un cliente que vive en General Flores y Larrañaga. (Sale dando un portazo. Ana permanece rígida. Su semblante trasunta angustia.) Ana: ¿Hiciste comida? Luisa: Hice arroz solo. No había nada para ponerle. (La luz empieza a declinar.) Ana: No sé qué va a ser de nosotros. Estamos debiendo el alquiler. Y hoy pedí a mi patrona un adelanto y no me lo pudo dar porque ella tampoco tenía plata. Mañana sólo tomaremos sopa. Luisa: No hay más fideos. Ana: (Saca un paquete de fideos de la cartera.) Tomá. Me vine caminando para comprarlos. Y me traje unos huesos. Hacé caldo con uno. Y dejá dos para mañana. (Descubre la valija.) ¿Y eso? Luisa: Daniel la pidió prestada. Ana: (Con angustia.) ¿Para irse, verdad? (Luisa no responde. La luz continúa descendiendo. Ana se acerca a la valija, la abre, mira dentro y se pone a llorar.) |
Segundo acto |
I |
La acción transcurre en el mismo lugar. Daniel está terminando de llenar sus dos bolsos. Juan se encuentra a su lado, pintando una pequeña biblioteca. |
- II - |
La acción transcurre en el mismo lugar. Luisa se está maquillando frente al espejo del aparador. Suena el timbre y ella abre la puerta. |
- III - |
La acción transcurre en el mismo lugar. La disposición de los muebles ha sido cambiada. Hay algunos cuadros nuevos, un bar repleto de bebidas y algunos toques de rebuscado refinamiento. Carlos está sentado leyendo una revista y bebiendo. Parece otro hombre. Se ha peinado a la gomina y está bien vestido. Sus gestos revelan la seguridad y la solvencia que le confieren la prosperidad. Suena el timbre. Carlos abre la puerta y entra un hombre maduro y vacilante. |
- IV - |
La acción transcurre en el mismo lugar. Han pasado algunos meses. Juan y Ana están cenando. El ambiente está electrizado por la tensión. |
Ricardo Prieto
Montevideo, 1984
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