La llegada a Kliztronia
Farsa en un acto 
de Ricardo Prieto

Se estrenó el 14  de noviembre de 1987 en el Teatro del Centro de Montevideo, en versión del Teatro de la Rinconada y el Teatro de Sordos. Puesta en escena y dirección general: Beatriz Massons. Elenco: Giselde Fabra, Eduardo Barbieri, Sandra Pla, Clara Berthaus, Estela Fernández, Jorge Muñiz, Gabriela Brescia, Mónica Suárez, Rocío Lima, Alfredo Varela, Raquel Pereira, José Dobrzalovski, Miguel Weissman, Daniel Villalba, Fernando Carballal, Esther Calero, Edith Salomón, Gabriela Pla, Nestor Dourado, Laura Blanco, Ricardo Alba, María Dodera, Omar Pereira de Souza, Laila Reyes, Marta Descalzi, Isabel Delprestito, Eduardo Roca. Coreografía: Bruno Musitelli. Vestuario: Carlos Pirelli. Luces: Carmen Toledo.

 

Editada en el volumen “Teatro de Ricardo Prieto”. Editorial Proyección. Montevideo, 1993. 

I  
La llegada

Oscuridad. Se anuncia la llegada de un tren que se detiene. La luz empieza a caer de manera gradual sobre la estación de Kliztronia, donde se ven algunos carteles con leyendas poco misericordiosas: “Purifiquemos el amor: mueran los perros”, “Abajo los animales”, “El hombre antes que nada” y “Las bestias a la cámara de gas”.

Mapa, Mepo y Mipa acaban de descender del tren. Traen bolsos y valijas y vienen acompañados por una mona de dimensiones humanas. Al verla, los kliztronenses huyen aterrorizados.

Aunque no excluyo la posibilidad de que una actriz se caracterice de mona, preferiría que este animal, Mapa, Mepo y Mipa representaran a la humanidad y que fuesen los residentes del pueblo quienes mostraran rasgos animales: picos, pezuñas, rabos, hocicos, etc.

 

Mapa: Ya empezaron.

 

Mepo: En todos lados pasa lo mismo.

 

Mapa: En esta ciudad se asustaron más que en otras. ¿No vieron cómo corrían?

 

Mipa:  (Se sienta en un banco.) Lean esos carteles.

 

Mepo: (Lee en voz alta.) “Purifiquemos el amor: mueran los perros”.

 

Mapa: Esto es ridículo.

 

Mipa: Más ridículo es viajar con un animal por todo el país. No sé cómo nos permiten subir a los trenes.

 

Mepo: Las propinas mueven montañas. (La mona empieza a corretear. Está feliz y emite sonidos.)

 

Mapa: ¡Miren a Poca! Parece que su hubiera curado. (La llama.) Vení, Poca. (Poca acude al llamado.) ¿Te sentís mejor? (Poca recuesta su cabeza sobre el pecho de Mapa.) Pobrecita. Está agitada, y con calor.

 

Mipa: Más calor siento yo. Pero nadie se preocupa.

 

Mepo: Voy a averiguar dónde hay un hotel.

 

Mipa: (Molesta.) ¿Hasta cuándo va a durar esto?

 

Mepa: Tenga paciencia, por favor. No nos ponga nerviosos.

 

Mapa: No empieces de nuevo, mamá.

 

Mipa: ¡Estoy harta de este calvario! (Solloza.)

 

Mapa: Presiento que vamos a quedarnos en este pueblo. Es lindo y tranquilo y a Poca le gusta. Está más animada. (Poca sigue jugueteando.)

 

Mipa: A mí, en cambio, este lugar me parece espantoso.

 

Mapa: No seas negativa, por favor. Tratá de calmarte.

 

Mepo: (Regresa.) Este pueblo es un desastre.

 

Mapa: ¿Averiguaste algo?

 

Mipa: ¿Qué pasa ahora?

 

Mepo: Hay un solo hotel.

 

Mapa: Vayamos entonces. Poca tiene sed y yo estoy cansada. Llamá un taxi.

 

Mepo: Vamos a tener que ir caminando.

 

Mipa: ¿Por qué?

 

Mepo: Porque hay un solo coche y el taxista no quiere llevar a Poca.

 

Mipa: ¿Vieron? Esto es una pesadilla.

 

Mapa: ¿El hotel queda muy lejos?

 

Mepo: Está a quince cuadras. Pero no te ilusiones. Tampoco la dejarán entrar.

 

Mapa: ¿Pero por qué?

 

Mepo: ¿No leíste los carteles? Odian a los animales.

 

Mipa: Tengo las piernas hinchadas y no pienso caminar por culpa de esa bestia.

 

Mepo: Va a tener que hacerlo.

 

Mipa: ¿Ah sí? ¿Y por qué no nos vamos Mapa y yo en un taxi y vos llevás al bicho en el auto?

 

Mepo: Porque el chofer tampoco quiere llevarnos a nosotros.

 

Mipa: ¡Esto es inconcebible! ¡Hay que irse enseguida de este pueblo!

 

Mapa: Calmate, mamá. Me ponés nerviosa.

 

Mipa: ¡Hace tres meses que andamos de estación en estación con ese animal a cuestas!

 

Mepo: Nadie le pidió que viniera.

 

Mipa: Estoy aquí porque quiero acompañar a mi hija.

 

Mepo: Ella no se lo pidió.

 

Mipa: (A Mapa.) ¿Escuchaste?

 

Mapa: Terminala, mamá. Hay que conseguir alojamiento antes del anochecer. (A Mepo.) Si Poca se queda con el encargado de la estación, nosotros podríamos dormir en el hotel.

 

Mepo: Ya lo intenté, pero cuando le pedí permiso al hombre para que la cuidara  me miró con ganas de matarme.

 

Mapa: ¿Le ofreciste dinero?

 

Mepo: Esta vez no funcionó.

 

Mapa: ¿Y por qué no le preguntaste dónde está La Cartuja?

 

Mepo: Lo hice, pero no la conoce.

 

Mapa: ¡Eso es mentira! ¡El guarda del tren dijo que es aquí! (Entra un vendedor de helados.)

 

Heladero: Helados...crema...chocolate...frutilla.

 

Mepo: Voy a preguntarle a ese hombre. (Mepo lo llama y el heladero se acerca con parsimonia.) Buenas tardes. (El hombre los mira sin simpatía. Mapa le sonríe. Mepa adopta un aire desenvuelto y jovial.) Acabamos de llegar a Kliztronia. (La severidad del heladero lo impulsa a improvisar.) Y queremos comer un helado.

 

Mapa: Yo quiero uno de frutilla. Y uno de chocolate para Poca. (A Mipa.) ¿Y vos?

 

Mipa: Yo no quiero nada. (Pausa breve.)

 

Mepo: (Con cautela, al heladero.) Supongo que usted es klistronés.

 

Heladero: (Con parquedad.) Eso dicen.

 

Mepo: (Tratando de ser simpático.) Es la primera vez que venimos a Kliztronia.

 

Heladero: Ya veo.

 

Mepo: Necesitamos  información.

 

Heladero: ¿Qué clase información?

 

Mepo. Queremos llegar a un establecimiento que se llama La Cartuja.

 

Mapa: Nos dijeron que está en uno de estos pueblitos.

 

Heladero: (Con aspereza.) Kliztronia no es un pueblito.

 

Mepo: Mi esposa quiso decir que Kliztronia es más chico que la ciudad de donde venimos, Magasta.

 

Helado: (Muy contrariado.) ¿Así que son magastienses?

 

Mepo: (Con su mejor sonrisa.) ¿Tiene algo contra nosotros?

 

Helado: Nunca me gustaron.

 

Mepo: Lo lamento, pero a medida que nos vayamos conociendo quizá cambie de idea.

 

Heladero: (Mirando con asco a Poca.) Eso es imposible.

 

Mapa: Quisiera que nos ayudara a encontrar ese lugar. Estamos muy cansados.

 

Heladero: ¿Y para qué quieren ir ahí?

 

Mepo: Para internar a la mona. Está muy enferma.

 

Heladero: (Estupefacto.) ¿Así que quieren llevar ese animal a La Cartuja?

 

Mapa: Ayúdenos, por favor.

 

Heladero: Si entran a Kliztronia con esa bestia la gente se va a poner furiosa.

 

Mepo: Necesitamos encontrar La Cartuja. La vida de Poca depende de eso.

 

Heladero: (Terminante.) No conozco ninguna Cartuja, y si la conociera no se los diría. Odio los animales y no quiero verlos aquí. (Se aleja cantando de manera fúnebre.) Helados...crema...chocolate...frutilla. (Un silencio.)

 

Mapa: ¿Qué hacemos ahora?

 

Mepo: Vamos a quedarnos en Kliztronia.

 

Mipa: ¿No oíste a ese hombre? ¡Nos amenazaba!

 

Mepo: Por eso mismo no nos iremos. Todo el mundo conoce La Cartuja pero nadie quiere decir dónde está. Aquí hay gato encerrado.

 

Mipa: ¡Quedarse es una locura! (A Mapa.) ¡Decíselo!

 

Mapa: (A Mepo.) ¿No será peligroso quedarse? ¿No nos atacarán?

 

Mepo: Confiá en mí y no tengas miedo. Vamos. Ya descansamos bastante. (Toman las valijas y salen. Oscuridad.)

II  
Repercusiones

La acción transcurre de noche, en la plaza de Kliztronia. Reca, la esposa del farmacéutico, pasea con su hija. El vendedor de helados sigue ofreciendo su mercadería. Los kliztronenses descansan o caminan aletargados.

 

Klistronesa 1: (A Reca, cacareando.)  Hola, querida. ¡Qué noche tan preciosa!

 

Reca: (Susurrando con complicidad.) No tan graciosa desde que un gorila se pasea por las calles de Kliztronia.

 

Kliztronesa 1: (Con horror.) ¿Un gorila? (Se persigna.) ¡Es espantoso!

 

Reco: ¿No lo sabés? Vení, voy a contártelo. (Salen muy agitadas, murmurando.)

 

Heladero: Helados....crema...chocolate...frutilla. (Entran Ruco, el médico, y Reco, el farmacéutico. Ambos transportan una mesita y tres sillas. Las ubican y después se sientan.)

 

Ruco: (Solemne.) Es muy grave. (Enciende un habano.)

 

Reco: (Gesticula como una chismosa histérica. Puede rebuznar o ladrar. Quizá convenga que todos los personajes rematen sus parlamentos con sonidos onomatopéyicos.) Acaban de pedir informes sobre ellos a la policía de Magasta.

 

Ruco: Ya le dije al alcalde que no necesitamos informes. Hay que expulsarlos de inmediato de la ciudad. ¡No podemos permitir que se paseen impunemente por Kliztronia con un gorila tomado de la mano.

 

Reco: ¡Eso no es nada, doctor! ¡Yo mismo vi cuando la mujer besaba con sensualidad a ese inmundo animal!

 

Ruco: (Con asco.) ¡Repugnante! Y si eso fuera todo...

 

Reco: Bueno, hablemos de lo otro.

 

Ruco: Lo otro es lo que más me preocupa. ¡Es aberrante que caminen por nuestra ciudad preguntando la dirección de La Cartuja!

 

Reco: Dicen que la mujer del empleado del correo cayó desmayada en plena calle cuando le preguntaron a ella.

 

Ruco: Lo sé bien: me llamaron a mí para atenderla. (Como si estuviera emitiendo una proclama.) ¿Con qué objeto vienen a Kliztronia y le preguntan a los ciudadanos decentes la dirección del prostíbulo?

 

Reco: Eso mismo digo yo. (Breve silencio.) Hay algo que no entiendo, sin embargo. ¿Por qué el alcalde no los expulsa?

 

Ruco: Quizá nuestras leyes no lo permiten.

 

Reca: (Irónico y paternal.) ¡Doctor! Usted  y yo sabemos que las autoridades de Kliztronia no necesitan apoyarse en ninguna ley.

 

Ruco: (Turbado.) No exagere.

 

Reco: Sé que usted es muy amigo del alcalde, a quien respeto. Pero la verdad es la verdad.

 

Ruco: El alcalde está encarando el asunto con cautela.

 

Reco: La cautela no es adecuada en estas circunstancias. Esa gente es inmoral.

 

Ruco: ¡Tiene razón! Kliztronia siempre fue un baluarte de la familia y la moral cristiana. (Entra cacareando Angustia Pizorno del Dorado, la matrona más encumbrada de Kliztronia. Se apoya en un bastón y tiene un rosario y un misal. La acompaña un sirviente negro que la abanica de manera continua.) Ahí viene la custodia de la moral kliztronesa: doña Angustia Pizorno del Dorado. ¿Se imagina a esos degenerados haciéndole preguntas obscenas?

 

Reco: Sería horrible. (Doña Angustia Pizorno del Dorado se dirige hasta la mesa. Ruco y Reco se levantan, se inclinan y le besan la mano.)

 

Ruco: ¿Nos haría el honor de sentarse un momento con nosotros, respetable señora?

 

Reco: Nos sentiríamos muy honrados.

 

Angustia: (Mayestática.) Sólo un momento. (Se sienta.) Voy a misa de siete. Que Dios me libre y guarde de llegar tarde.

 

Ruco: Damas como usted son una bendición para nuestra comunidad.

 

Angustia: Gracias. (Al negro, con crueldad.) Más suave, Pantaleón. Más suave. (El negro obedece. Pausa breve.) Me han dicho que cuatro forasteros llegaron a Kliztronia.

 

Ruco: (Con una sonrisa viperina.) Usted es demasiado condescendiente. No olvide que la palabra forastero sólo se vincula a las personas. (Risita de Reco.)

 

Angustia: Comprendo. Debería haber dicho que tres forasteros y una bestia llegaron a Kliztronia.

 

Ruco: (Con una sonrisa forzada.) Así es, distinguida señora.

 

Angustia: Me gustaría saber por qué las autoridades no los expulsaron de la ciudad. (Al negro, fulminándole con la mirada.) ¡Más fuerte, Pantaleón. Más fuerte.

 

Ruco: Sepa, honorable señora, que nos estamos ocupando de ese asunto.

 

Angustia: ¿Quiere decir que usted se está ocupando?

 

Ruco: Tanto yo como otros ciudadanos representativos, entre los cuales se encuentra el señor farmacéutico. (Inclinación de cabeza de la matrona.) Necesitamos el apoyo de personas con su prestigio, doña Angustia. Entre todos  vamos a tratar de que las autoridades no sigan actuando con imperdonable negligencia.

 

Angustia: Me inquieta el saber que en las calles de Kliztronia se proclame sin pudor el nombre de una casa indecente.

 

Ruco: Ejem...

 

Reca: (Tose con nerviosismo.)

 

Angustia: Y que gente brutal y pecaminosa se pavonee frente a nuestra sagrada iglesia. Y que los niños vean a la maldad misma deslizarse por la ciudad. Y que ese horrendo animal nos provoque. Y que cuatro paganos desafíen al Espíritu Santo. Es hora de poner fin a tanto salvajismo. (Al negro, con sensualidad.) Más suave, Pantaleón. Más suave. (Se inclina y se aleja con solemnidad. Furiosa.) ¿No oíste, negro estúpido? ¡Más fuerte! (Cacarea con furia.)

 

Kliztronesa 2: (A klistronesa 3.) ¿Qué te parece?

 

Klistronesa 3: ¡Era doña Angustia Pizorno del Dorado!

 

Kliztronesa 2: ¡Y estaba sentada en un bar con dos caballeros!

 

Kliztronesa 3: Los tiempos cambian.

 

Kliztronesa 2: ¡Están ocurriendo cosas terribles!

 

                                    Oscuridad.

III
Nuestro es el perfume de las flores

Un reflector ilumina el rostro del señor Remafia. Sus rasgos ascéticos y descarnados permiten el afloramiento de fuerzas más afines a la crueldad y al fanatismo que a las certezas de la revelación. Puede ser un dogmático guía espiritual, un político, un gángster o cualquier personaje influyente de Kliztronia, y representa el cuerpo moral y las tendencias más profundas de la comunidad klistronesa. El actor que lo encarna puede estar caracterizado de animal, quizás de gorila, y relinchar y lucir zarpas, cuernos o rabo.

 

 

Remafia: ¡Kliztroneses! ¡Pongamos freno a la inmoralidad! ¡Combatamos con todo nuestro vigor mental y físico la corrupción apátrida que se disemina por las calles de la ciudad! ¡Enfrentemos con valentía el rostro simiesco del pecado! (Sonidos escatológicos que equivalen a comadreos, jadeos y gruñidos. Deben tener ciertas reminiscencias primitivas, como ya se ha dicho, y convendría que el espectador pudiese vincularlos al mundo animal, que es también  la parte de sí mismo que podría manifestarse de manera obscena.) ¡Nuestra ciudad fue invadida por odiosos extranjeros que desafían con su conducta las reglas de pureza y sanidad espiritual que nos impusimos! ¡El bochornoso espectáculo al que está asistiendo la ciudad de Kliztronia atenta contra las leyes más antiguas de nuestra comunidad! (Gruñidos y bramidos ululantes y monocordes.) ¡Los emisarios de Satán se pavonean por nuestras calles transportando un animal horrendo, símbolo del oscuro designio de quien lo lanzó sobre nosotros! (Sonidos de nuevo. Ahora son más incoherentes y angustiados y poseen más volumen.) ¡Un animal digno de los zoológicos y de las selvas pisa nuestras calles, huele nuestras flores, ensucia nuestra hierba, contempla nuestro cielo, come nuestra comida! (Más sonidos. Son estridentes, furibundos.) ¡Con qué fin lo trajeron? ¿Cuál es el plan? ¿Qué encubre esta aparición diabólica? ¿Pretenden hacer tambalear nuestras instituciones, infiltrarse en la red social y contaminarnos con sus odiosas costumbres promiscuas? (Sonidos emitidos con fervor. Poderosa eclosión desgarrada y gutural. Lo ideal sería reconstruir la última exclamación –“sus odiosas costumbres promiscuas”- y distorsionarlas hasta el paroxismo pero sin que pierdan la relación inteligible que mantienen con el modelo.) ¡No vamos a tolerar que los animales se paseen con tranquilidad por Kliztronia! ¡No vamos a permitir que el nombre de un inmundo lupanar sea pronunciado en nuestras calles por culpa del espantoso gorila! (Sonidos impactantes, superpuestos a otros de calidad diferente que significan “no permitiremos”.) ¿Cómo es posible que las autoridades toleren este espectáculo inconcebible? ¿Por qué permiten que la bajeza y la lascivia nos humillen? ¿Hasta cuándo van a aceptar que extraños morbosos y perversos los mortifiquen? (Sonidos que parecen infernales.) ¡Los niños, los ancianos y las honorables familias kliztronesas deben ser protegidos! ¡No habrá más pecado en nuestras calles! ¡No van a circular por ellas los extranjeros! ¡No vamos a aceptar las odiosas costumbres diferentes! ¡No seremos mártires sumisos del laicismo y la bestialidad! (Sonidos que expresan furia.) ¡Klistroneses: que no nos importe matar o morir para defender nuestro estilo de vida! ¡La lasciva y la inmoralidad foráneas no van a prosperar! (Desmesurada eclosión de gemidos, bramidos y ladridos. Oscuridad.)

IV
En todas partes hay gente buena

La plaza de Kliztronia. Mapa y Mipa están sentadas en un banco. Mepo dormita recostado sobre el césped. Poca yace aletargada en el suelo. Está amaneciendo.

 

Mipa: ¿Hasta cuándo vamos a seguir esperando en esta plaza?

 

Mapa: Hasta que Mepo se despierte.

 

Mipa: ¡Es la primera vez en mi vida que paso la noche en la calle!

 

Mapa: Nadie tiene la culpa de que no hayan querido alquilarnos una pieza en el hotel.

 

Mipa: La culpa la tiene esa bestia.

 

Mapa: No hables con desprecio de ese animal. A veces me parecés tan fanática y estúpida como los klistronenses.

 

Mipa: ¡Más fanáticos son ustedes! ¿Dónde se ha visto tanta preocupación por una mona de porquería?

 

Mapa: Eso es cosa nuestra.

 

Mipa: También es cosa mía. ¿O pretendés que pase otra noche en este lugar?

 

Mapa: Podés irte a Magasta cuando quieras.

 

Mipa: No pienso irme a Magasta. ¡No voy a quedarme sola en aquella casa!

 

Mapa: Entonces tendrás que aguantar.

 

Mipa: (Levantando la voz.) ¿Hasta cuándo?

 

Mapa: No grites, por favor.

 

Mipa: ¿Hasta que me muera?

 

Mepo: (Se despierta.) ¿Qué pasa?

 

 

Mapa: Mamá está muy nerviosa.

 

Mepo: (Se levanta desperezándose.) Será mejor que se calme. Nos espera un día agitado.

 

Mipa: No voy a calmarme. Estoy harta de este viaje. ¿Qué pretenden? ¿Qué buscan en esa Cartuja? ¿El paraíso terrenal?

 

Mapa: Es el único lugar en donde podemos curar la enfermedad de Poca.

 

Mipa: Bah, bah. Ustedes quieren curarla y yo sólo deseo que se muera.

 

Mapa: No seas cruel, mamá.

 

Mepo: (A Mipa.) Usted es igual que toda esa gentuza y debería estar con ellos.

 

Mipa: ¿Por qué te molestan tanto?

 

Mepo: Son irracionales y fanáticos.

 

Mipa: Estás muy equivocado, querido. Son personas sanas, aman su ciudad y quieren que esté limpia.

 

Mepo: ¿Sanas? ¿Es sano el odiar? ¿Sano negar alimento, techo y agua a quienes no comparten sus ideales?

 

Mipa: Nadie tiene la culpa de que ustedes sean obcecados.

 

Mepo: ¿Nosotros obcecados? ¿No vio cómo nos trataron?

 

Mipa: Se lo merecen. Y también yo, por ser estúpida y acompañarlos en este viaje de locos. Pero esto se va a acabar. Juro que se va a acabar. (Entran el alcalde y su ayudante.)

 

Alcalde: Buenos días.

 

Mepo: Buenos días. (El alcalde se pasea observándoles con atención.)

 

Alcalde: Tengo entendido que hace unas cuantas horas que llegaron a Klistronia.

 

Mepo: Sí, señor.

 

Alcalde: ¿Desde dónde?

 

Mepo: Magasta.

 

Alcalde: Ah, son capitalinos. (Al ayudante.) Apunte. (Refiriéndose a Mapa y Mipa.) ¿Familiares?

 

Mepo: Mi mujer y mi suegra.

 

Alcalde: ¿Vino alguien más con ustedes?

 

Mepo: (Con naturalidad.) Sí. Esa es Poca. (La señala.) Otra  integrante de la familia.

 

Alcalde: (Al ayudante.) No olvide anotar eso. Es muy grave. Más grave de lo que suponía. Veo que las quejas tienen un fundamento.

 

Mipa: (A Mapa y Mepo.) ¡Yo les advertí!

 

Mepo: ¿Alguien se quejó de nosotros?

 

Alcalde: ¡Alguien? Todo el pueblo está clamando para que sean expulsados de la ciudad. Kliztronia es una comunidad muy especial. Aquí molesta todo lo que es anormal y está reñido con las buenas costumbres. (Risita burlona.)

 

Mepo: Comprendo.

 

Alcalde: Lo que yo no comprendo, en cambio, es cómo ustedes se atreven a alterar nuestros hábitos y a desafiar nuestra concepción de la moral.

 

Mepo: ¿Hicimos algo malo?

 

Alcalde: ¿Todavía lo pregunta? ¿Le parece que es bueno pasearse con un mono por las calles de Kliztronia?

 

Mepo: A mí me parece muy normal.

 

Mapa: Y a mí.

 

Alcalde: (Al ayudante.) ¡No olvide eso! (A Mepo.) Insisto: Kliztronia es una comunidad muy especial. No nos gustan los animales. Los encontramos repugnantes. (Risita burlona. Con énfasis y orgullo.) Aquí no se ve ni un solo perro. Fueron enviados a la cámara de gas en 1905. En 1906 iniciamos la campaña contra los ratones y las ratas. En 1907 matamos a todas las hormigas. Al año siguiente eliminamos los cerdos, las gallinas, los caballos, los pájaros, los patos, las cabras, las vacas, los canguros y los hipopótamos. A estos, quizá porque son los animales más repugnantes, los quemamos vivos.

 

Mepo: Poca no va a quedarse en este pueblo.

 

Alcalde: Pero está aquí, y eso puede crearme graves problemas. El llegar a alcalde me insumió años de lucha. ¿Sabe que logré el cargo porque fui capaz de desterrar mi adoración por los animales? Porque yo, y esas son las paradojas del poder, amo los perros, los gatos y las cabras, y me enorgullezco de tener a los monos entre nuestros más ilustres antepasados.

 

Mepo: (Con ironía.) Me alegra que sea sensible a otras especies más evolucionadas que ciertos seres humanos.

 

Alcalde: (Al ayudante.) ¡Anote eso!

 

Mepo: Vinimos a esta ciudad por un asunto de vida o muerte.

 

Alcalde: ¿Alguno de ustedes va a morirse? Les advierto que los kliztronenses somos muy celosos de nuestros cementerios.

 

Mepo: No se preocupe: somos sanos. Pero la mona está enferma y vinimos para curarla. Por eso queremos encontrar La Cartuja.

 

Alcalde: A eso iba. (Pausita.) Se comenta que buscan ese lugar abominable.

 

Mepo: (Con esperanza.)¿Lo conoce?

 

Alcalde: (Desconcertado.) ¿Está seguro de que no sabe lo que es?

 

Mepo: Se lo juro.

 

Alcalde: (Con desconfianza.) Sospechoso, muy sospechoso. Averiguaré si allí los esperan. (Después de un breve silencio.) ¿Y qué le pasa al animal?

 

Mepo: No quiere alimentarse. La directora de La Cartuja nos escribió diciéndonos que ella puede curarla.

 

Alcalde: (Estupefacto.) ¿Así que La Cartuja es ahora una especie de casa de salud? (Para sí.) ¡Esa vieja es un gángster!

 

Mepo: ¿Cómo dijo?

 

Alcalde: Dije que esto es increíble. Recién me entero de que en Kliztronia hay un sanatorio para animales. (Risa burlona.)

 

Mapa: La mujer nos informó de que para curar aplican técnicas avanzadas.

Mepo: Mencionó la parapsicología, y dijo que la usan con los animales.

 

Mapa: ¿Entiende por qué estamos aquí? La enfermedad de Poca es muy extraña y no tiene origen físico.

 

Alcalde: Mire señora: ese animal va a seguir enfermo hasta que lo curen en otro lugar. (Terminante.) Tendrán que irse de la ciudad.

 

Mepo: No podemos irnos ahora.

 

Mapa: (Suplicante.) Ayúdenos a ponernos en contacto con ese sanatorio, señor alcalde. Ella está muy enferma y sufrimos mucho al verla así.

 

Alcalde: Lo lamento mucho pero no voy a poder ayudarlos. A los kliztronenses les horroriza la idea de que semejante monstruo se instale en la ciudad. Me lapidarían si yo los pusiera en contacto con La Cartuja.

 

Mepo: No vamos a decirle a nadie que nos dio la dirección.

 

Alcalde: ¿Por quién me toma? ¡Soy un honorable representante de la gente que me llevó al poder! Jamás voy a defraudarla.

 

Mepo: ¿Entonces no hay forma de llegar a esa casa?

 

Alcalde: (Con sinuosidad.) Siempre hay formas.

 

Mepo: (Que ha captado la intención.) Tengo dinero y puedo pagar.

 

Alcalde: (Después de un silencio.) Pensándolo bien, ustedes me resultan simpáticos, y ojalá pudiera ayudarlos. Créame que lo haría con mucho gusto. Me conmovió el ver cómo su señora acariciaba la cabecita de esa pobre criatura de Dios.

 

Mapa: Usted es un hombre muy sensible, por lo que veo, y quizá se decida a ayudarnos. (Mueca despectiva de Mipa.)

 

Alcalde: (Se inclina de manera ceremoniosa.) Ya les dije que amo los animales. (Los kliztronenses salen de la iglesia y se diseminan por la plaza. Hay profusión de tules y misales y un hálito de hierática solemnidad. Se detienen a observar la escena que protagonizan los forasteros y el alcalde. Éste, al saberse observado, cambia su lenguaje gestual y empieza a fingir enojo y autoritarismo al mismo tiempo que empieza a negociar el monto del soborno.) ¿Cuánto?

 

Mepo: Cien mil pesos.

 

Alcalde: (Simulando agresividad.) Es poco. ¡Y finja que está discutiendo conmigo!

 

Mepo: Está bien. (Simula enojo.) Ciento veinte mil.

 

Alcalde: (Lo amenaza con ampulosidad.) No puedo arriesgarme por tan poco.

 

Mepo: Doscientos mil.

 

Alcalde: Quinientos mil.

 

Mepo: Está bien. Son suyos.

 

Alcalde: Voy a ver lo que se puede hacer. (Simula que está muy enojado.) Iré a hablar con la mujer. Ahora aléjense de la plaza y esperen mis noticias. No conviene escandalizar a la gente. (Sale de manera arrogante. Algunos kliztronenses aplauden satisfechos. Otros amenazan a Poca, rebuznan, ladran y tiran piedras. Oscuridad.)

Repercusiones

Varios reflectores enfocan los rostros de ratas o de murciélagos de algunas klistronenses que hablan por teléfono.

 

Klistronesa 2: ¡Sí! ¡Los vi cuando salí de la iglesia! Sí, sí, creeme: era el alcalde.

 

Klistronesa 3: ¡Es hora de que se termine este espectáculo! ¡Acaban de contarme que ayer vieron a la mujer joven comprarle un helado al gorila!

 

Klistronesa 2: ¡Nunca oí algo tan asqueroso!

 

Klistonesa 3: ¡Y se lo dio ella misma en la boca!

 

Klistronesa 2: ¡Qué horror! Pero no te preocupes: hoy van a ser expulsados de la ciudad.

 

Klistronesa 3: ¿Estás segura?

 

Klistronesa 2: ¡Claro! ¡El alcalde estaba furioso!

 

Klistronesa 3: ¡Ojalá los manden al paredón!

 

Klistronesa 2: ¡Dios te oiga! ¿Podrás creerme que ella acariciaba al gorila en las narices de todo el mundo?

 

Klistronesa 3: ¿Quiénes estaban?

 

Klistronesa 2: ¡Todos! Angustia y el alcalde, Reco y Reco, Raco y Rica. ¡Toda la gente que vive en la ciudad estaba allí!

 

Klistronesa 3: ¿Cómo es posible que esa mujer se atreva a tanto? ¿Y qué hizo el alcalde?

 

Klistronesa 2: ¡Les pidió a gritos que se fueran de aquí!

 

Klistronesa 3: ¡Se lo tienen merecido!

 

Klistronesa 2: ¡A lo que puede descender el género humano! Bueno, te dejo. Te llamo apenas tenga novedades. (Cuelga y su rostro desaparece. Un reflector enfoca el rostro de cuervo de la klistronesa 4.)

 

Klistronesa 4: ¿Hola?

 

Klistronesa 3: ¡Acaban de expulsarlos!

 

Klistronesa 4: ¿Quién te lo dijo?

 

Klistronesa 3: Yo misma lo vi. El alcalde los amenazó con un arma.

 

Klistronesa 4: ¡Era hora!

 

Klistronesa 3: Por supuesto. Y parece que les ordenaron que se fueran enseguida de la ciudad.

 

Klistronesa 4: ¿Esta noche misma?

 

Klistronesa 3: Claro. Se lo oí decir al alcalde mientras le daba un puñetazo al marido.

 

Klistronesa 4: ¿Y cómo es la mona esa? ¿La viste?

 

Klistronesa 3: ¡Un horror che! ¡Un verdadero espanto! Parecía el diablo encarnado.

 

Klistronesa 4: ¡Deberíamos ir a insultarlos mientras se alejan de la ciudad!

 

Klistronesa 3: Sería un acto de desagravio.

 

Klistronesa 4: ¡Por supuesto! ¡Ahora mismo llamo a todas mis amigas!

 

Klistronesa 3: ¡Y yo a las mías! (Cuelgan y sus rostros desaparecen. La luz de un reflector se proyecta sobre las caras de Remafia y el alcalde.)

 

Alcalde: (Hablando por un teléfono imaginario.) Acabo de hablar con ellos, señor. Les di un día de plazo para que abandonen la ciudad.

 

Remafia: (También hablando por teléfono.) Un día es demasiado. Quiero que se vayan ahora mismo.

 

Alcalde: A esta hora no hay trenes.

 

Remafia: Que salga uno.

 

Alcalde: Eso es imposible.

 

Remafia: Yo lo ordeno. No toleraré más que sus ideas estrafalarias contaminen a la ciudad de Kliztronia. Esta es una comunidad apegada a valores tradicionales y no permitiré que alteren esos valores con ideas extranjerizantes. (Grita con ferocidad.) ¡Haga salir un tren!

 

Alcalde: (Desesperado.) ¡Ya le dije que es imposible!

 

Remafia: (Pataleando.) ¿Por qué es imposible? ¡Si los intrusos no se van esta noche estamos perdidos! ¡Vinieron a iniciar una guerra! ¡Quieren convertirnos en esclavos! ¡Vamos a ser gobernados por animales! (Grita con histeria.) ¡Hagan salir un tren!

 

Alcalde: (Con humildad.) En Kliztronia no hay trenes, señor.

 

Remafia: ¡Invéntelos! ¿Me oyó? ¡Invéntelos antes de que yo haga relucir las armas! (Sonidos onomatopéyicos. Graznidos, ladridos, rebuznos y cacareos. Oscuridad.)

VI
La noche siempre es demasiado oscura

Una calle. Las mujeres de Kliztronia entran cantando un salmo. Angustia Pizorno del Dorado marcha al frente de la procesión. Portan sendos carteles con leyendas agresivas: “Abajo los animales”, “El ser humano antes que nada”, “No queremos gorilas en Kliztronia”, “Fuera, impíos”, “En defensa de la tradición”, “Kliztronia para los kliztronenses”.

 

Mujeres: (Juntas.)                            Jehová, Dios de las venganzas,

                                                    Dios de las venganzas, muéstrate.

                                                    Ensálzate, oh Juez de la tierra:

    da el pago a los soberbios.

    Hasta cuándo los impíos, hasta

    cuándo, oh, Jehová, se gozarán los im-

    píos?

    Hasta cuándo pronunciarán,

    hablarán cosas duras

    y se vanagloriarán

    todos los que obran iniquidad?

                       (Las mujeres se acercan a los forasteros y gritan al unísono):

Mujer 1: ¡Que se vayan!

Mujer 2: ¡No queremos que caminen por nuestras calles!

Mujer 3: ¡Fuera de Kliztronia, pecadores!

Mujer 4: ¡Basuras!

Mujer 5: ¡Animales!

Mujer 6: ¡Extranjeros!

Mujer 7: ¡Fuera! ¡Fuera!

Mujer 8: ¡Malditos!

Mujer 9: ¡Criminales!

Mujer 10: ¡Subversivos!

 

(Mepo incita a Poca a precipitarse sobre las mujeres. Estas huyen despavoridas, gritando, pisoteándose, abandonando de manera abrupta los carteles, etc.

                      

Mepo: (Con ira, desafiándolas.)  ¿Decían algo, señoras? ¿Somos criminales? ¿Somos basuras? (Las amenaza.) ¡No vuelvan por aquí!

 

Mipa: ¿Qué estás haciendo? ¡No las enfurezcas!

 

Mepo: ( A Mipa.) ¡Cállese! (A Poca.) ¡Vamos, Poca! ¡Correlas! ¡Mordelas! (Las mujeres huyen aterradas.)

 

Mapa: No debiste hacer eso. Ahora se vengarán de nosotros.

 

Mipa: ¡Van a llevarnos presos!

 

Mepo: ¡Me cansé! ¡Estoy harto de que nos humillen! (Levanta uno de los carteles que las mujeres abandonaron al huir.) El ser humano antes que nada. ¡Cerdos! (Tira el cartel con violencia.) Son capaces de justificar cualquier crimen en nombre del ser humano. ¡Pero se acabó! ¡Vamos a empezar a defendernos!

 

Mipa: Vamos a empezar a hundirnos, decí mejor.

 

Mapa: Voy a traer a Poca.

 

Mepo: Ahí viene. (Poca se acerca a ellos y ambos la acarician.)

 

Mipa: Dios quiera que la maten lo antes posible.

 

Mapa: (Horrorizada.) ¡Mamá! ¿Cómo sos capaz de decir eso?

 

Mipa: Sí. Lo dije y voy a repetirlo. Es hora de que terminen de una vez por todas con ese animal. (Lagrimea.)

 

Mepo: Usted es peor que los salvajes que viven en este pueblo.

 

Mipa: Soy una persona normal y estoy harta de esta locura. Quiero volver a casa.

 

Mepo: Ya le dije mil veces que puede irse cuando quiera.

 

Mipa: Ahora quiero dormir. Anocheció y estoy cansada.

 

Mepo: Si tiene sueño duerma.

 

Mipa: ¡No voy a dormir otra vez en una plaza!

 

Mepo: Sabe bien que nadie va a ofrecernos una cama.

 

Mipa: Volvamos a Magasta entonces.

 

Mepo: ¿Todavía no entendió que vamos a quedarnos aquí?

 

Mepo: Es necesario esperar, mamá.

 

Mipa: ¿Hasta que nos asesinen?

 

Mapa: Por favor, mamá. Calmate.

 

Mipa: ¡No me gusta estar en esta plaza de noche!

 

Mapa: Recostate contra mí y tratá de dormir.

 

Mipa: (Se recuesta.) Tengo frío. (Pausa. Entra una mendiga  cantando.

 

Mendiga:                                                Este es mi tiempo y yo lo vivo,

                                                            desde mi miedo lo persigo,

                                                            y si mi alma no encuentra calma

                                                            y si mi cuerpo paz no ha sentido,

                                                            no es para eso que habrán nacido.

 

 (Ve a Mepo y sus acompañantes.) Buenas noches, forasteros. ¿Qué hacen a esta hora en la plaza? ¿Les pasa lo mismo que a mí? ¿No tienen plata para pagar el hotel? No deberían quedarse aquí. El verano es duro en Kliztronia. De día el calor quema hasta los huesos, y de noche el frío congela hasta el aliento. (Contempla con ternura a Poca.) Está dormida, la pobrecita. (Se arrodilla y la acaricia.) ¡Ella no siente frío! Si yo tuviera una pelambre como esta  no le pediría nada más a la vida. ¡Parece un bebé! (Después de una transición.) ¡Sáquenla lo antes posible de este pueblo! Estamos rodeados de asesinos. (Susurra con angustia.) A mí me mataron el perro. Una mañana, al despertar, lo encontré degollado. Yo vivo debajo del puente que une a Kliztronia con Cardal. ¿A quién podía molestar el animal en ese lugar? ¡Pobre bicho! ¡Y después dicen “viva el ser humano”! (A Mepo.) ¿Tienen cigarrillos? (Mepo le da varios.) Gracias, buen hombre. (Enciende uno con avidez. Pausa muy breve.) ¡Este sí que tiene buen aroma! Recorro la ciudad buscando desperdicios. A veces encuentro terrones de azúcar en lugar de estiércol. Los días de suerte hasta me topo con puchos a medio fumar. (Breve silencio.) ¡La vida de los viejos es muy dura! Y la de los pobres, un sollozo sin fin. (Inicia el mutis cantando la misma canción.)

                                    Este es mi tiempo y yo lo vivo,

                                    desde mi miedo lo persigo,

                                    y si mi alma no encuentra calma,

                                    y si mi cuerpo paz no ha sentido,

                                    no es para eso que habrán nacido.

 

(Mipa dormita. Mepa y Mepo se acomodan para dormir. La voz de la mendiga se pierde en la lejanía. Oscuridad.

VII
Repercusiones (III)

Luz de reflectores sobre los rostros de Remafia y el alcalde mientras se comunican por teléfono.

                                   

Remagia: ¡Lo que acaba de ocurrir es inadmisible!

 

Alcalde: Cálmese, señor. No pasó nada grave.

 

Remafia: ¿No le parece grave que nuestras mujeres hayan sido perseguidas por un monstruo?

 

Alcalde: El animal no maltrató a nadie.

 

Remafia: ¡Hay veinte mujeres desmayadas!

 

Alcalde: Se asustaron mucho, señor. No están acostumbradas a ver gorilas.

 

Remafia: ¡Las perturbó el carácter criminal de esa gente!

 

Alcalde: Mañana se irán de la ciudad.

 

Remafia: ¡Se irán hoy! Envíe una patrulla.

 

Alcalde: En la capital podrían disgustarse, señor.

 

Remafia: ¡Me importa un bledo lo que pase en la capital! Usted representa el orden y parece que no se dio cuenta de ello. A partir de ahora yo voy a tomar las decisiones.

 

Alcalde: Fui investido para tomarlas yo.

 

Remafia: Pero yo soy el presidente del Club de Benefactores, creé la Liga Kliztronense para fomentar la salud, construí nueve cámaras de gas e hice edificar dos iglesias. La comunidad depositó en mis manos su salud espiritual. Y gracias a mi dinero pudimos mantenerla.

 

Alcalde: Concéntrese  en el espíritu entonces, y deje que yo me ocupe de hacer respetar la ley.

 

Remafia: Actúe de inmediato entonces. De lo contrario voy a hacerlo yo. Tengo simpatizantes que están dispuestos a defender con violencia nuestro estilo de vida.

 

Alcalde: (Con ironía.) ¿Acaso preside un ejército paralelo?

 

Remafia: (Con solemnidad.) ¡Presido una Asociación Fóbica que lucha contra quienes aman a los animales! ¡Tengo hombres, dinero y armas!

 

Alcalde: Lamento informarle de que no me asusta.

 

Remafia: ¿Tampoco va a asustarse cuando yo recurra a gente influyente de la capital?

 

Alcalda: En este país manda el presidente, y él ama a los animales.

 

Remafia: Pero también venera mis aserraderos, y gracias a ellos tiene dinero para sus campañas políticas.

 

Alcalde: (Con burla.) Ya lo sé. Y por eso estoy escuchándole, señor.

 

Remafia: Entonces expulse a esos intrusos ahora.

 

Alcalde: Se hará mañana.

 

Remafia: Está bien. ¡Pero aténgase a las consecuencias! (Cuelga. Oscuridad.)

VIII
Para poder hablar del pecado

Sala principal de La Cartuja. El clima es denso y agobiante. Risas, música y jolgorio. Las prostitutas, estridentes y provocativas, están sentadas a las mesas. Mamá- Reina se pasea por el salón. Tiene puesto un espectacular vestido rojo, fuma en pitillo y luce muchas alhajas. Podría estar caracterizada de pavo real. Algunos clientes aplauden con desgano la danza procaz de una de las mujeres.

Entra el alcalde. Mamá-Reina se acerca a él con solicitud y  lo invita a sentarse.

 

Mamá- Reina: (Con picardía.) ¿Otra vez por aquí, pervertido? Las más lindas están arriba, desnuditas en las camas y dando placer. ¿Por qué no me avisaste que venías? (Bate palmas. Se acerca una sirvienta con dos copas y una botella con vino.)

 

Alcalde: No vengo por tus nenas, querida mía.

 

Mamá- Reina: Entonces no sabés lo que te perdés. Son las discípulas de la única que sabe hacer el amor como Dios manda. (Ríe a carcajadas. El alcalde le acaricia los senos.)

 

Alcalde: Lo sé bien, ricura. (Sigue manoseándola.)

 

Mamá- Reina: ¡Sacá esas manos, lascivo!

 

Alcalde: Cada día que pasa estás más apetitosa.

 

Mamá- Reina: Y vos más degenerado. (Ríen.)

 

Alcalde: (Intenta crear expectativa.) Se habla mucho de vos en Kliztronia.

 

Mamá- Reina: Hace mucho que no viene nadie de allí. El viejo Remafia quiere arruinar mi negocio.

 

Alcalde: (Con burla.) No te quiere.

 

Mamá- Reina: Porque es impotente. Por eso odia la sensualidad.

 

Alcalde: No te creo, calumniadora. (La pellizca.)

 

Mamá- Reina: ¡Sacá esa mano! Sé lo que digo. Yo misma lo comprobé. Vino una noche temblando como una rata y me pidió que lo atendiera. Cuando se desnudó y se metió en la cama para intentar la cosa, te juro que no supe ni cuándo empezó.

 

Alcalde: (Ríe de manera estridente.) ¿Así que esas tenemos?

 

Mamá- Reina: “¿Ya terminaste?”, le pregunté con ingenuidad. Y él contestó con furia: “¿No ves que ni siquiera empecé, puta marrana?” “¿Puta marrana yo? ¿Pero quién creés que sos, viejo beato y castrado?”. Esa fue mi respuesta. (Risas destempladas del alcalde.) A partir de ese día empezó la campaña moralista y perdí la clientela de Kliztronia. Pero no me fundí, como ves. Tengo muchos clientes que vienen de Anodia, de Priensa y de Cardal.

 

Alcalde: Es un viejo ladino que sólo ama el poder.

 

Mamá- Reina: Más que yo a la plata, y eso es mucho decir.

 

Alcalde: Acabo de tener una pelea con él. (Con morbosidad.) Y todo por tu culpa, palomita mía. (La manosea.)

 

Mamá- Reina: (Lo aparta.) Salí de ahí, gorrioncito.

 

Alcalde: (Meloso.) Por tu bendita culpa. (Sigue manoseándola.)

 

Mamá- Reina: No hay postre hasta que no me cuentes todo.

 

Alcalde: Eso llevará tiempo. Y si querés que sea minucioso vas a tener que servirme más vino. (Mamá- Reina bate palmas y la sirvienta regresa con otra botella con vino.)

 

Mamá- Reina: (Sirve y brinda.) A tu salud.

 

Alcalde: (Apoyando el vaso en sus senos.) Y a las tuyas.

 

Mamá- Reina: ¡No me excites! Y contame qué tuve que ver con esa pelea. Espero que no estén planeando cerrarme el lupanar. (Gritando.) ¡Si lo intentan haré un escándalo! (Se produce un silencio sepulcral.) ¡No hay un solo hombre en Kliztronia que no haya abierto las piernas de mis discípulas! (Con ferocidad.) ¡Y que no me obliguen a proclamarlo por todos lados! (A los parroquianos.) ¡A cantar y reír, mierda, que para eso estamos aquí! (Aplaude.) ¡Vamos! ¡A reír y a gozar, que la vida dura menos que un pedo!

 

Alcalde: Tres forasteros están preguntando la dirección de tu casa en toda la ciudad.

 

Mamá- Reina: ¡Brindemos por la noticia! (Brindan. Con codicia.) ¿Tienen plata?

 

Alcalde: Son muy ricos. Y extravagantes.

 

Mamá- Reina: Esos son los que pagan más.

 

Alcalde: (Gozosamente.) Uno de ellos...(Gesticula como un simio. Mamá-Reina festeja alborozada.) ¡Es así! ¡Te lo juro!

 

Mamá- Reina: ¿Quién es? Decime su nombre, a qué se dedica y por qué vino a Kliztronia.

 

Alcalde: (Con burla.) No hace nada.  Debe ser rentista.

 

Mamá- Reina: ¿Para qué vino entonces?

 

Alcalde: Es imposible saberlo porque no habla.

 

Mamá- Reina: ¿Es mudo?

 

Alcalde: (Divertido.) No.

 

Mamá- Reina: ¿Cómo se llama?

 

Alcalde: (Después de una risita.) Se llama Poca.

 

Mamá- Reina: ¡No te burles de mí! ¡Ninguna persona se llama de ese modo!

 

Alcalde: Pero bien puede ser el nombre de una mona.

 

Mamá- Reina: (Feliz. Su rostro se ilumina.) ¡La estaba esperando!

 

Alcalde: ¿Entonces era cierto?

 

Mamá- Reina: ¡Claro que sí! (Ríe a carcajadas y pide a gritos más bebida.) ¡Vino tinto para el alcalde! ¡Para mí aguardiente!

 

Alcalde: (Excitado.) Contame todo, vieja maldita.

 

Mamá- Reina: (Muerta de risa.) Tengo un cliente para ella.

 

Alcalde: (Estupefacto.) ¿Qué dijiste?

 

Mamá- Reina: Lo juro. Está lleno de oro y desea como un demonio lo que no tiene forma humana.

 

Alcalde: ¿Y cómo lo sabés?

 

Mamá- Reina: Porque la primera vez que vino le mostré  las mejores hembras y no le gustó ninguna.

 

Alcalde: ¡Eso es increíble! ¿No le gustó la gorda Clara, ni la divina Prota, ni...?

 

Mamá- Reina: (Lo interrumpe.) ¡Ni siquiera yo le gusté!

 

Alcalde: ¿Estás segura?

 

Mamá- Reina: ¿Segura? ¡Lo vi yo con estos ojos! ¡Despreció a todas las mujeres de mi casa! (Con libidinosidad.)  Y eso que tengo muchachas con la piel blanca y perfumada, y que todas  están siempre  excitadas, y que son apasionadas y salvajes.

 

Alcalde: Si lo sabré.

 

Mamá- Reina: ¡Si lo sabrás, viejo morboso! (Ríen con estridencia.) Pero dejame que te cuente el resto: vio a la mujer nueva, la que se encarga de la limpieza...(Gozosa.) ¿La conocés?

 

Alcalde: (Excitado.) Todavía no.

 

Mamá- Reina: Ahora vas a darte el gusto.(Grita.) ¡Sebastiana!

                                     (Entra una mujer gorda, monstruosa y peluda. Parece un gorila.)

 

Alcalde: (Muerto de risa.) ¡Pero si parece hermana de la forastera!

 

Mamá-Reina: (A Sebastiana.) ¡Salí de mi vista, adefesio!

 

Alcalde: (Riendo.) ¡Al chiquero!

 

Mamá-Reina: A la cama, decí mejor. Ahora esta también me sirve. ¿Podés creer que el hombre que nos despreció a todas se recalentó con ella?

 

Alcalde: ¡Eso es imposible!

 

Mamá- Reina: Fue así como lo oís. (Muestra una pulsera de diamantes.) ¿Ves? Este fue el pago por haberle proporcionado placer. Cuando me dio el regalo comprendí que iba a ser mi cliente más  importante pero también el más difícil de conformar, sobre todo cuando se cansara de Sebastiana.  Pero pensé que al tipo le atraerían las otras especies. ¿Sabés que alguno hacen el asunto con los chanchos?

 

Alcalde: Por supuesto que lo sé.

 

Mamá- Reina: ¿Qué no habrás hecho vos?

 

Alcalde: Dije que lo sé; no que lo hice.

 

Mamá- Reina: Dejémoslo así. El hecho es que pensé: tenés que ampliar tu negocio, Mamá-Reina. ¿A qué no adivinás lo que hice?

 

Alcalde: No.

 

Mamá- Reina: Le encargué a un amigo que vive en Magasta que me consiguiera un animal gordo y joven para el nuevo cliente. Un mes después me escribió que había encontrado a dos estúpidos obsesionados porque una mona que habían traído del África estaba muy deprimida. ¿Te das cuenta? Habían gastado una fortuna en médicos y remedios para que el animal perdiese la angustia que tenía.

 

Alcalde: (Riendo a carcajadas.) ¡Con lo fácil que es perder la angustia en esta casa!

 

Mamá- Reina: (Ríe también.) Eso fue lo él que pensó ¿Sabés qué hizo el maldito? Les dijo que conocía una casa de salud para animales llamada La Cartuja.

 

Alcalde: Fue una idea genial.

 

Mamá- Reina: Tan genial que los infradotados me escribieron enseguida. Entonces yo  imprimí papelería diciendo: “Casa de salud para animales. Curas parapsicológicas” y le estampé mi nombre en carácter de directora.

 

Alcalde: ¡Vieja arpía!

 

Mamá- Reina: También le anticipé que la cura iba a ser muy cara.

 

Alcalde: ¿Así que vas a cobrarles?

 

Mamá- Reina: Mucha plata. Y sólo voy a gastar en perfume barato. Porque después de perfumarla voy a meterla en la cama de mi cliente. Y ya verán sus “papás” lo feliz que se va a sentir después que el hombre le haga un monito. (Ríe con morbosidad.)

 

Alcalde: (Riendo también.) ¡Qué mujer! (La manosea)

 

Mamá- Reina: (Le aparta la mano.) Todavía no festejemos el triunfo. Primero hay que traerla. ¿Vos vas a encargarte de eso, verdad? (Melosa.) ¿Le harás ese gran favor a alguien que te quiere mucho?

 

Alcalde: Es muy arriesgado.

 

Mamá- Reina: (Tratando de seducirlo.) ¿No lo harías por una amiga?

 

Alcalde: Peligraría mi puesto.

 

Mamá- Reina: ¿Y quién piensa en su puesto en estos tiempos de abundancia?

 

Alcalde: Yo. No soy mona ni dueño de La Cartuja. Sería trágico quedarme sin empleo.

 

Mamá- Reina: En esta casa abunda el trabajo. (Pone dinero sobre la mesa.) ¿O no estás convencido?

 

Alcalde: No es fácil convencerme.

 

Mamá-Reina: ¿Está seguro? (Extrae más dinero y lo introduce con el restante en el bolsillo del alcalde.)

 

Alcalde: Muy seguro.

 

Mamá-Reina: (Saca una chequera, estampa la firma en un cheque y se lo entrega.) ¿Más seguro que yo?

 

Alcalde: (Contempla arrobado el cheque.) ¡Por amistad, Mamá-Reina, yo arriesgaría hasta la vida! (Risita.) Iré ahora mismo a Kliztronia y te traeré a esa beldad peluda.

 

Mamá- Reina: ¡Bien dicho! Y si la traés sana y salva voy a permitirte que la goces gratis.

 

Alcalde: ¡Que Dios me libre y guarde! (Se persigna.)

 

Mamá- Reina: (Exaltada.) ¡A cantar, mierda! ¡Vamos! ¡Quiero oír risas y ver cómo gozan! ¡No olviden que la vida dura menos que un pedo! (Oscuridad.)

IX
La ética antes que nada

Alcalde: (Aparece su rostro iluminado por la luz de un reflector.) Nada es más importante que tener ética, y yo no quiero defraudar a nadie. Los forasteros me prometieron mucho dinero si los ayudo. Eso pesa. Mamá-Reina me dio dinero  sin que yo haya hecho nada aún. Eso pesa más. ¿Con quién cumplo? ¿A quién traiciono? Mi intención es hacer el bien y fomentar la justicia. Pero la palabra justicia es muy esquiva. Lo que parece ser el Bien suele ser el Mal disfrazado. Lo que consideramos el Mal es casi siempre el Bien que se manifiesta como tal únicamente a los elegidos. ¿Quién podría demostrar que es injusto a amar a un animal? ¿Quién podría negar que amar tanto a un animal es inaceptable cuando tantos seres humanos necesitan afecto? Le hago daño a  la mona si la llevo al prostíbulo; y también perjudico a sus protectores. Pero si la expulso de la ciudad Mamá-Reina va a pedirme que le devuelva el dinero que me dio. Cumplir con ésta equivale a defraudar a los kliztronenses; conformar a los kliztronenses significa perder lo que ya gané. ¿Qué hacer? Yo también soy una víctima. ¡Si pudiese conformar a todos y embolsarme el resto del dinero que me prometieron! Pero eso es imposible. Cualquier negocio brillante requiere un perdedor. Yo tengo que elegir un cordero para el sacrificio. Lo único claro, por ahora, es que yo no voy a ser la víctima. Y que hay mucho dinero en juego. Reflexionemos. (Un silencio. Camina.) La ética antes que nada, por supuesto. Pero la ética abarca todo lo que existe. ¿Puedo ser injusto conmigo mismo? Tengo problemas y necesito el dinero. Quiero abandonar Kliztronia. Detesto a estos fanáticos que me impiden prosperar. Sí. Es inevitable. Hay varios pájaros volando y unos cuantos en mi bolsillo. Ante los que están volando me inclino. Los que están guardados obligan. Voy a llevar la mona al lupanar. Después, para aplacar los remordimientos, alimentaré a los perritos vagabundos. Sí. La ética antes que nada. Hay que encarar el asunto desde el punto de vista cuantitativo. Mamá- Reina va a tener una nueva pupila. Los forasteros sufrirán pero los kliztronenses van a recuperar la paz, yo podré emigrar y los perros vagabundos comerán todos los días gracias a mí. Son miles contra tres. Sobre todo son tres contra mí. Después de todo, la ética bien entendida empieza por casa. (Oscuridad.)

X
Gloria a Jehová

La plaza de Kliztronia. Mapa, Mepo y Mipa están dormitando. Entra una comitiva presidida por Remafia y Angustia Pizorno del Dorado. Los acompañan Ruco, Reco y otros notables, seguidos por varios kliztronenses que portan garrotes y carteles. Un coro integrado por mujeres canta fervorosamente mientras se desplaza con lentitud.

 

Coro:              Jehová, Dios de las venganzas,

                     Dios de las venganzas, muéstrate.

                     Ensálzate, oh Juez de la tierra: da

                     el pago a los soberbios.

                     Hasta cuándo los impíos, hasta

                     cuándo, oh Jehová, se gozarán los impíos?

                     Hasta cuándo pronunciarán,

                     hablarán cosas duras

                     y se vanagloriarán

                     todos los que obran iniquidad?

 

Coro 2:            Jehová, Dios de las venganzas,

                      Dios de las venganzas, muéstrate!

 

Coro 3:            Ensálzate, oh Juez de la tierra, da el pago

                      a los soberbios.

 

(Mapa, Mepo y Mipa observan consternados cómo se acerca a ellos la procesión.)

 

Remafia: (A Mepo. Solemne.) Venimos en nombre de todos los ciudadanos para acompañarlos a la estación. Dentro de media hora pasará el tren que va a conducirlos hasta Magasta.

 

Mepo: El alcalde nos autorizó a quedarnos aquí.

 

Remafia: El alcalde ya no puede resolver nada con respecto a ustedes.

 

Mepo: ¿No me diga? Tengo entendido que él manda.

 

Remafia: Ahora mandamos nosotros.

 

Mepo: ¿Y quiénes son ustedes?

 

Voz 1: ¡Representamos al pueblo!

 

Voz 2: ¡A la decencia!

 

Voz 3: ¡La moralidad!

 

Voz 4: ¡Y la tradición! (Gran revuelo. Los kliztronenses amenazan, insultan y tiran piedras.)

 

Remafia: (Con fanatismo.) ¡Las familias amenazadas por ideas foráneas resolvieron terminar con ustedes!

 

Mepo: Sólo veo fieras armadas con garrotes.

 

Remafia: (Al pueblo.) ¿Oyeron? ¡Nos insultan! ¡Nos desafían!

 

Voz 1: ¡Fieras son ustedes!

 

Voz 2: ¡Peores que las bestias!

 

Voz 3: ¡Inmorales!

 

Voz 4: ¡Invasores!

 

Remafia: (Exaltado, arengando a la masa.) ¡Se atreven a insultarnos después de haber contaminado la ciudad con ese animal horrendo!

 

Voz 5: ¡Degenerados!

 

Voz 6: ¡A la cámara de gas!

 

Voz 7: ¡Hagamos jabones con ellos!

 

Coro:            ¡Jehová, Dios de las venganzas,

                   Dios de las venganzas, muéstrate!

                   Ensálzate, oh Juez de la tierra: da

                   el pago a los soberbios!

 

Mepo: Ese animal horrendo, como usted dice, no molesta a nadie. Es una mona inofensiva.

 

Remafia: (A los kliztronenses.) ¿Oyeron? (La gente cacarea, maúlla, grazna, etc.)

 

Mepo: ¡Son fanáticos y no razonan! ¡ Y destruyen a la gente inocente!

 

Remafia: ¡Destruimos a los degenerados! ¡Vivimos para honrar la moral y las buenas costumbres!

 

Mepo: ¿De qué moral está hablando? ¿La de los asesinos?

 

Remafia: ¡Hablo de nuestra moral! (Saluda a la manera nazi.) ¡Viva Kliztronia!

 

Todos: ¡Viva Kliztronia! (Las exclamaciones deben estar provistas del fervor y la omnipotencia irracional que caracteriza a los sistemas totalitarios.) ¡Kliztronia! ¡Kliztronia! ¡Kliztronia! ¡Kliztronia!

 

Remafia: ¡Estamos dispuestos a matar para defender nuestras ideas!¡Somos sabios! ¡Somos justos! ¡Somos honorables!

 

Mepo: ¿Justos ustedes? ¿Un grupo de dementes arengados por un déspota? ¿Una horda de salvajes guiados por un usurpador del poder?

 

Remafia: ¡El alcalde fue destituido hasta que ustedes se vayan de la ciudad! ¡Yo tomé las riendas! ¡Fuera! (Los klñiztronenses arremeten contra los forasteros.)

 

Voz 1: ¡A Magasta!

 

Voz 2: ¡Al basural!

 

Voz 3: ¡Al antro del pecado!

 

Mapa: (Con angustia.) ¡Vámonos, Mepo! ¡No perdamos más tiempo!

 

Mipa: Si no nos vamos nos matarán.

 

Mepo: (Enfrentando a la turba.) No vamos a irnos hasta que lo decidan las autoridades elegidas por el pueblo. Vamos a esperar al alcalde.

 

Remafia: ¡Ya les dije que el alcalde no cuenta más! ¡Ahora mandan nuestras armas! (Al pueblo.) ¡Prepárense, kliztronenses! (La gente prepara las armas y apuntan.)

 

Mepo: (A Poca.) ¡Vamos, Poca! ¡Terminemos con ellos! (Poca arremete y desbanda a la multitud.)

 

Voz 2: ¡Socorro!

 

Voz 3: ¡Escóndanse!

 

Voz 4: ¡Huyan!

 

Voz 5: ¡No permitan que los toque!

 

Voz 6: ¡Bestia asesina!

 

Remafia: (A la gente que retrocede.) ¡No teman, kliztronenses! ¡No permitan que el Mal sea más poderoso que sus santos propósitos! ¡Preparen de nuevo las armas, encomiéndense a Dios y destruyan a estos criminales! ¡Descuartícenlos! (Los kliztronenses arremeten de nuevo contra los forasteros, pero huyen despavoridos cuando Poca los enfrenta de manera agresiva.) ¡No se dejen vencer! ¡No se dispersen! ¡A las armas! ¡Vamos a destruir a los criminales! (Con ferocidad.) ¡Vamos a terminar con ellos antes de que instauren en Kliztronia una dictadura de simios!

 

Voz 1: ¡Mueran los extranjeros!

 

Voz 2: ¡Viva la muerte de la bestia!

 

Todos: ¡¡Viva!! (Furiosos, los kliztronenses se abalanzan contra los extranjeros y luchan con ellos tratando de paralizarlos. Entra el alcalde seguido de sus ayudantes.)

 

Alcalde: ¿Qué pasa aquí?

 

Mapa: ¡Quieren matarnos!

 

Mipa: ¡Ayúdenos, por favor!

 

Remafia: (Autoritario.) Retírese. Yo me hago cargo de la situación.

 

Alcalde: Eso está por verse. Soy el alcalde y represento al orden público.

 

Remafia: Si usted fuera eficaz estos criminales no estarían pavoneándose por la ciudad. Ya envié un informe a Magasta y pedí que lo releven. (Al pueblo.) ¡Kliztronenses: ocupémonos también del alcalde!

 

Alcalde: Eso vamos a verlo. (Da una orden y los ayudantes detienen a los que presiden la procesión, Remafia incluido.)

 

Remafia: ¿Se atreven a detenernos?

 

Alcalde: Sólo quiero que me dejen trabajar. En Kliztronia, señor, la autoridad máxima sigue siendo competente.

 

Voz 2: ¡Mentira!

 

Voz 2: ¡Vendidos!

 

Voz 3: ¡Ratas!

 

Voz 4: ¡Bazofias!

 

Voz 5: ¡Morirán ahorcados! (Abucheo general. El alcalde no se inmuta.)

 

Remafia: (Al alcalde.) ¡Voy a exterminarlo también a usted! ¡Va a morir en la cámara de gas!

 

Alcalde: (Condescendiente.) Si se calmara y me oyera sabría por qué estoy aquí. (Da otra orden y los ayudantes esposan a los cuatro forasteros. Se oyen bramidos, mugidos, ladridos y cacareos de los kjliztronenses.)

 

Mepo: (Horrorizado.) ¡Qué hacen?

 

Alcalde: (A los ayudantes, imperativo.) Al matrimonio y a la vieja llévenlos a la cárcel. En cuanto al monstruo...(Risita.) Ya saben dónde debe ir para que sea curada como Dios manda. ¡Al prostíbulo,  también llamado La Cartuja, o clínica para enfermos graves, según los incautos. ( Ríe con desparpajo. Los ayudantes salen arrastrando a Poca. El pueblo aplaude.)

 

Mapa: (Grita con desesperación.) ¡No hagan eso!

 

Mepo: (Tratando de rescatar a Poca.) ¡Ese animal es nuestro y no voy a permitir que le hagan daño! (Los ayudantes lo golpean.)¡ Suéltenme! (Pelea.)

 

Mapa: (Grita.) ¡Criminales! (Se desmorona llorando.)

 

Alcalde: (A los ayudantes.) Pongan a ese hombre y a las dos mujeres en una celda y denles un vaso de agua y pan. Mañana morirán en la cámara de gas. (Inmenso clamor de los kliztronenses festejando la victoria. Los ayudantes obedecen.)

 

Remafia: (Al alcalde.) Debo reconocer que no nos defraudó. Le ruego que me perdone si, inducido por el horror que nos causaba a todos ese monstruo, lo traté con dureza.

 

Alcalde: Olvidemos esas minucias, querido señor. (Lo toma del brazo.) Usted  y yo...(Se alejan hablando de manera animada.)

 

Pizorno: ¡Kliztronenses! ¡Agradezcamos al Señor por habernos librado del horrible animal y sus secuaces! (Con fervor.) ¡Viva el ser humano!

 

Todos: ¡¡Viva!!

 

Angustia: ¡¡Viva Kliztronia!!

 

Todos: ¡¡Viva!! (Marchan en procesión recitando. Descienden del escenario y caminan por la platea hasta la calle.)

Alegraos, justos de Jehová.
A los rectos es justa la alabanza.
Celebrad a Jehová con arpa.
Cantadle con salterio 
y decacordio.
Cantadle canción nueva:
hacedlo bien
tañendo con júbilo.
Porque recta es la palabra de Jehová
y toda su obra con verdad hecha.
Él ama justicia y juicio:
de la misericordia de Jehová
está llena la tierra.
Él junta como un montón
las aguas del mar:
él pone en depósito los abismos.
tema Jehová toda la tierra:
teman de él todos los habitadores del
mundo.
Porque él dijo, y fue hecho:
Él mandó, y existió.

 

(La luz declina mientras salen recitando. Se oyen ladridos, mugidos y cacareos mezclados con las carcajadas de Mamá- Reina.)

Ricardo Prieto
"Teatro de Ricardo Prieto". 
Editorial Proyección. Montevideo, 1993.

Ir a índice de Teatro

Ir a índice de Prieto, Ricardo

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio