Garúa |
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Ricardo Prieto |
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Escrita en Montevideo en el año 1987. Se estrenó el 24 de setiembre de 1992 en el Teatro La Candela de Montevideo, de acuerdo al siguiente reparto: |
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José: | Ricardo Espalter |
María Rosa: | Marisa Paz |
Una prostituta: | Elena Latorre |
Escenografía: | Ana Arrospide |
Iluminación: | Juan José Ferragut |
Música: | Gustavo Goldman y Alejandro Muzio |
Dirección: | Marcelino Duffau |
Por "Garúa" el autor obtuvo en 1992 el Florencio que adjudica la Asociación de Críticos Teatrales del Uruguay en la categoría mejor texto nacional. |
La sala de una casa modesta y antigua. Se oyen los acordes de un tango. Entra María Rosa maldiciendo. Baja el volumen de la radio. Está molesta. Vuelve a la cocina. Pausa. José sale de su cuarto, camina rápidamente hasta la radio y sube el volumen. Él también maldice en voz baja. Está a punto de ir hasta la cocina para enfrentar a María Rosa pero no se anima. Entra a su habitación. Vuelve María Rosa y se encamina hacia la puerta de la habitación de José. María Rosa: (CON ASPEREZA.) Decime: ¿vos sos sordo? José: (DESDE SU HABITACIÓN, DESAFIÁNDOLA.) Sí. María Rosa: (CON BRONCA.) Está bien. (SUBE EL VOLUMEN BIEN ALTO Y SE ENCIERRA DANDO UN PORTAZO. SALE JOSÉ Y BAJA DE NUEVO EL VOLUMEN. DESPUÉS SE SIRVE UNA GRAPA Y SE PONE A CANTAR EL TANGO QUE ESTÁ OYENDO. SALE MARÍA ROSA.) Si esto sigue así voy a terminar encerrada en mi cuarto. Esa música a todo volumen está convirtiendo la casa en un loquero. José: La vida es un loquero y hay que aguantarse. (SE SIRVE MÁS GRAPA.) María Rosa: Bromeá nomás. ¿Tan temprano y ya estás tomando esa porquería? José: No es temprano. Son las siete de la tarde. María Rosa: Pero todavía no cenaste. José: Ya lo sé. (MARÍA ROSA ORDENA OBJETOS, HACE RUIDO, LLENA CON SU TRAJINAR INTOLERABLES VACÍOS.) María Rosa: No pongas los pies sobre la mesa. Todos los días tengo que decirte lo mismo. (JOSÉ RETIRA LOS PIES DE LA MESA. LA MUJER SIGUE ORDENANDO OBJETOS Y LIMPIANDO. DESPUÉS BAJA UN POCO EL VOLUMEN DE LA RADIO Y SE DIRIGE HASTA LA COCINA. PAUSA. JOSÉ CANTA. ELLA HABLARÁ DESDE AFUERA.) Hice chauchas. José: Mmmmmmmm. María Rosa: Dije que para esta noche preparé chauchas. José: Está bien. María Rosa: (LO REMEDA.) Está bien, está bien. Parecés un mulo. Aquí nunca podés hablar, por lo visto, y sólo parloteás con tus amigotes. (PAUSA. SIGUE TRAJINANDO EN LA COCINA.) ¿Hoy también vas a salir? José: Sí. María Rosa: ¿A qué hora? (SILENCIO.) Pregunté a qué hora. José: Eso no te importa. María Rosa: ¿Así que no me importa? ¿Por qué, decime? ¿No vivo en esta casa también? José: Todos los sábados me preguntás lo mismo. Y dentro de un rato querrás saber a qué hora vuelvo. Pero yo tengo casi cincuenta años, María Rosa. María Rosa: Y yo tengo cincuenta y ocho. Sé muy bien qué edad tenemos nosotros. Te pregunté si ibas a salir porque yo también quería hacerlo. ¿O no tengo derecho? José: ¿Qué tiene que ver mi salida con la tuya? Salí tranquila nomás, y dejate de embromar. María Rosa: Sí, yo salgo tranquila mientras vos hacés lo mismo que aquel sábado. José: (HARTO.) Eso ocurrió hace dos años, María Rosa. María Rosa: Pero no va a ocurrir más. Dejaste entrar una yira y se emborracharon con esa grapa de mierda y se revolcaron en la cama de mamá. (RECALCA CON ANGUSTIA.) En la cama de mamá. ¿Oíste? Yo no me olvido. José: (SIGUE EL COMPÁS DEL TANGO.) Uno busca lleno de esperanza... María Rosa: ¡No sigas cantando! Me paso toda la semana encerrada en esta casa, y el sábado, que es el único día en que Matilde puede salir conmigo, no puedo ir a ningún lado por tu culpa. Cuando yo no estoy en casa sos capaz de cualquier cosa. José: Hoy podés salir. (BURLÓN.)Yo voy a ir al baile y la casa quedará solita, bien resguardada, con la cama de mamá flotando entre los angelitos. María Rosa: (MOLESTA.) No te burles. José: Además, me pregunto adónde pueden ir con Matilde. ¿Al cementerio? De noche están cerrados. María Rosa: Sabés muy bien que yo odio los cementerios y que nunca iría de paseo a ellos. José: Vas cuatro veces al mes a ver a "mamá". María Rosa: Mamá es mamá. José: Y "papá" es el Espíritu Santo, que nunca se acuerda de nosotros.(SE DIRIGE A SU CUARTO.) María Rosa: (ENOJADA Y SUBIENDO LA VOZ.) Tengo muchos lugares adonde ir, para que sepas. Y hoy Matilde me invitó al recital del Puma, que va a actuar en el estadio Centenario. José: (DESDE EL CUARTO. BURLÓN.) Andá entonces. Capaz que tenés suerte y te muerde. María Rosa: ¿Qué dijiste? José: Nada, querida. Nada. (ENTRA MARÍA ROSA Y SE SIENTA A BEBER UNA TAZA DE TÉ. JOSÉ REGRESA CON UN SACO Y LO PONE SOBRE LA MESA.) Se me cayó un botón. María Rosa: ¿Dónde? José: Qué sé yo dónde. Se cayó y punto. María Rosa: No tengo botones marrones. José: Entonces ponele cualquier botón. Este es el saco que voy a usar esta noche. María Rosa: ¿Estás loco? ¿Cómo voy a ponerle cualquier botón? ¿Querés que se burlen de vos? José: Lo que no me gusta es andar sin botones en la bragueta. En todo lo demás me importa poco hacer el ridículo. María Rosa: Claro, para que después digan que tu hermana te pone botones de cualquier color. La gente habla, critica. José: Nunca hablo de vos con nadie. María Rosa: ¿Y eso te enorgullece, verdad? José: No me hace ni fu ni fa. María Rosa: Pero a mí sí me hace "fu" y me hace "fa" que vos nunca hables de tu hermana. Por eso la gente nunca se acuerda que existo. José: ¿Entonces querés que hablen? ¿En qué quedamos? María Rosa: Me gusta que se acuerden de mí. Todos necesitamos eso. De lo contrario... José: ¿De lo contrario qué? María Rosa: Nada. (PAUSA.) Voy a ver si encuentro un botón. (SALE. EL LOCUTOR ANUNCIA UN TANGO DE PIAZZOLA. JOSÉ CAMBIA EL DIAL CON BRUSQUEDAD.) ¡Tanguero pituco! (ENTRA MARÍA ROSA. TRAE EL SACO Y UN COSTURERO.) María Rosa: Por suerte encontré un botón. (DEJA EL SACO Y EL COSTURERO SOBRE LA MESA Y VA HASTA LA COCINA.) Voy a hacer más té para mí. Vos estás tomando esa grapa de porquería. José: Ya me dijiste dos veces que estoy tomando grapa de porquería. María Rosa: Y voy a repetírtelo veinte veces. No me gusta que tomes tanto. Anoche viniste otra vez borracho. José: (IRÓNICO.) ¿Yo borracho? María Rosa: Y no te burles. (JOSÉ SE LEVANTA.) ¿Adónde vas? José: Este muchacho se va a bañar. María Rosa: El calefón no funciona. José: ¿Cómo que no funciona? Ayer de mañana me bañé. María Rosa: Pero hoy no funciona. José: ¿Y por qué no llamaste para que lo arreglaran? María Rosa: Porque no tengo plata. ¿O qué pensás? ¿Que soy descendiente de Onassis? Cada día que pasa te doy más plata a vos. José: No empieces a quejarte. María Rosa: Empiezo, sí. Empiezo. Vos te gastás el sueldo con tus amigotes, yo te presto dinero y después me falta para el presupuesto mensual. José: Siempre te devuelvo lo que me prestás. María Rosa: A veces, y hasta con tres y cuatro meses de retraso. Pero de tu sueldo yo no veo nada, y tampoco de lo que ganás por las changas como chofer. José: Tenés la plata de "mamá". María Rosa: No hablemos de esa plata. Sabés bien que no se toca y que está en el banco por cualquier cosa. José: No es justo que sigas administrándola vos sola. Mamá puso en el banco la plata que le dieron cuando vendió el almacén, y el almacén era de todos, y la plata... María Rosa: (LO INTERRUMPE.) La plata en tus manos se haría humo. No sos previsor y no sabés administrar nada. Las mujeres y los vivillos de tus amigotes te sacan todo y te das la gran vida gracias a mí, que me gasto la plata de la jubilación en la casa. A veces hasta gasto parte de mis ahorros. Vos todavía no te diste cuenta de que vivís en este país. Estamos rodeados de políticos mafiosos, de ladrones, y el que no tiene una reserva puede terminar en un cantegril. José: (BURLÓN.) Debe ser algo fascinante el cantegril: hay vino, mujeres de mentalidad amplia, se duerme mucho y se hacen orgías. María Rosa: Eso es lo que vos querés: orgías. Y si no fuera por mí ya habrías convertido esta casa en un prostíbulo. José: Tenés razón. No me gusta nada el clima de monasterio que hay aquí. María Rosa: Bromeá nomás. Pero mientras tanto hay que arreglarse sólo con lo que me entra a mí mensualmente, a pesar de que cada día que pasa coso menos para afuera. Ya no tengo casi clientes. Y mi jubilación no alcanza para nada. José: Andá a quejarte a Lacalle. María Rosa: Andá a protestar vos, que lo votaste. José: No; yo voy a ir a quejarme a los que votaste vos, que dejaron el país como está, y para peor sin agua. ¿Querés decirme cómo me baño? María Rosa: No te bañes. José: Sí, claro. Y salgo a la calle con olor a catinga. Voy a calentar agua. (VA HACIA LA COCINA) María Rosa: No me ensucies la cocina. José: (HACIÉNDOLE LA VENIA.) Sólo voy a calentar agua, sargento primero. ¿Me permite? María Rosa: Lo haré yo. Cada vez que entrás a la cocina la dejás hecha un chiquero. (JOSÉ SE SIRVE MÁS BEBIDA.) Seguí tomando nomás. José: (HARTO.) Y vos seguí hablando y hablando. María Rosa: Sigo, sí. Cuando mamá murió fui algo más que una hermana. Fui como una madre, a pesar de que cuando ella se enfermó no fuiste un hijo para ella ni un hermano para mí. Andabas yirando por ahí mientras nuestra madre se moría. José: Te acompañé todo lo que pude. María Rosa: Eso es lo que decís. Pero yo aguanté sin ayuda los momentos peores, y estuve casi toda la noche sola en el velatorio, y... José: (LA INTERRUMPE.) No sigas recordando esas cosas. Prefiero olvidarlas. María Rosa: Sí. Vos vivís olvidando todo. Pero yo no. Nunca voy a olvidar nada. Y si no fuera porque yo no olvido... José: (LA INTERRUMPE OTRA VEZ.) ¿Podrías callarte, María Rosa? ¿O querés que me tape los oídos con corcho para no escucharte todos los días dale que dale? ¡Vos sos peor que el noticiero de la CNN informando sobre la destrucción de las Torres Gemelas! María Rosa: ¿Por qué tengo que callarme? José: Porque estoy harto de oír tus balidos. Parecés una cabra. (REMEDA EL BALIDO DE LAS CABRAS.) Mua. Mua. Estás todo el día así. María Rosa: Si parezco una cabra es porque estoy rodeada de lobos. Y vos sos uno de ellos. (REGRESA TRANSPORTANDO EL AGUA EN UNA CALDERA.) Ahí tenés el agua. Está tibia, no hirvió. José: (MIRANDO LA CALDERA CON EXPRESIÓN PATÉTICA.) Hay que hacer un milagro para que pueda bañarme con eso. Y todavía tibia. ¿Quién me habrá mandado vivir en esta casa? María Rosa: Gracias a esta casa sos un hombre más o menos decente. ¿Dónde podrías vivir? ¿En una pensión? ¿Lavándote vos la ropa? ¿Y sintiéndote solo cuando estás enfermo? ¿Y sin tener plata para pagar el alquiler? Si no fuera por mí... José: Si no fuera por vos yo sería el más feliz de los hombres. Y tendría un harén en esta casa. Y todas, excepto la favorita, saldrían a yirar para mí. En lugar de grapa tomaría Chivas y hasta tendría un WBM en la puerta. María Rosa: ¡Lo único que faltaba! ¿Así que querrías ser un gigoló? José: Eso mismo, usted lo ha dicho. (SALE CANTANDO.) "Soy un gigoló..." (PAUSA.) El agua está fría. María Rosa: Fría es más refrescante. José: Eso lo decís porque no tenés pelotas. El agua fría las lastima. María Rosa: Ojalá que te las lastimes bien, así no andás contagiándote porquerías por ahí. Andá a saber qué virus me traés a la casa. José: Todos. En primer lugar el treponema sifilítico. María Rosa: (SE PERSIGNA.) ¡Que Dios nos libre y guarde! José: No hagas tanto escándalo. Los treponemas de la sífilis se combaten con penicilina. María Rosa: ¿Y el Sida? (ALARMADA.) ¡Vaya uno a saber en lo que me estás metiendo! De ahora en adelante voy a empezar a lavar tus vasos con desinfectante. (HUELE CON REPUGNANCIA EL VASO QUE ÉL HA USADO, DESPUÉS LO LLEVA A LA COCINA Y LO LAVA. REGRESA. SE ACERCA AL ESPEJO. SE CONTEMPLA Y SE ARREGLA EL CABELLO. CAMINA. MIRA EL RELOJ. BAJA EL VOLUMEN DE LA RADIO.) José: No bajes la radio. María Rosa: Me aturde. José: Así no oigo nada. María Rosa: Está bien. (SUBE EL VOLUMEN.) Seguí oyendo nomás. Total, aunque yo termine loca no importa. José: (SALIENDO DEL BAÑO.) Tener que bañarse de esta manera es un calvario. A ver si hacés arreglar pronto el calefón. María Rosa: Tendrás que esperar a que cobre la pensión. Y si estás muy apurado hacelo arreglar vos. José: Sólo tengo ciento cincuenta pesos hasta fin de mes. Y recién estamos a veinte. María Rosa: (YENDO AL BAÑO.)Ni sueñes con que voy a sacar plata del banco para arreglarlo. Y mucho menos para darte a vos. Con ciento cincuenta pesos no llegás ni al veintidós. ¡Mirá cómo dejaste el baño! José: No te preocupes que yo lo limpio. María Rosa: No, no limpies nada. Lo ensuciarías más. (EMPIEZA A LIMPIAR.) Todavía estoy con ruleros y ni siquiera me vestí. Vivo peor que si fuera la madre de los siete enanitos. José: Eso es lo que te faltó a vos: hijos para arruinarles la vida. Ayer leí no sé dónde que si no hubiera padres no habría desdichados. María Rosa: Tampoco habría hijos. Nadie sale de la nada. José: No lo sé. Debe haber mundos en los que se nace de un fluido, o de la energía, o de algo así. Se nace y se sigue existiendo sin vínculo alguno; sobre todo sin lastres, sin controles, sin afectos posesivos. María Rosa: Lindos mundos esos. Estarán llenos de bichos. José: Más bichos somos nosotros, que fuimos empollados por mamás autoritarias e ignorantes. Son todas unas cerdas. María Rosa: (INDIGNADA.) ¡Mamá no era una cerda! José: De cuatro patas. Pero era una cerda de dos patas. Y bien cerda. Si no, miranos a nosotros. María Rosa: Ojalá que Dios te perdone. José: Ese es tan loco que es capaz. María Rosa: No voy a seguir oyéndote. José: Entonces no oigas. María Rosa: ¿Con quién querés que hable entonces? ¿Con las paredes? José: Ojalá las paredes hablaran. Así estaríamos más acompañados. María Rosa: Como si vos necesitaras estar más acompañado. Vivís de baile en baile y de joda en joda. José: Sí: por eso estoy tan jodido. María Rosa: Y apuesto a que hoy salís otra vez con el degenerado de Mario. ¿Adónde quiere llevarte ahora? José: Vamos a un baile del Sudamérica. Ahí se pesca lindo. María Rosa: ¿Con ciento cincuenta pesos? José: Él tiene plata. María Rosa: Entonces haría mejor en salir con la mujer, como hace un hombre decente. José: ¿No sabés que están separados? María Rosa: Claro, como no van a estar separados si él anda hoy con una y mañana con otra. Y todavía con el riesgo de contagiarle a la esposa cualquier porquería. José: Ah no, Mario es muy estricto. Sin preservativo no se acuesta ni con Sofía Loren. María Rosa: (INDIGNADA.) ¡No hables así en esta casa! ¿Dónde creés que estás? José: En una casa decente, por eso no dije condones. María Rosa: ¡Sos de lo peor! José: Mejor voy a buscar los zapatos para lustrarlos. Así te librás de mi insoportable presencia. (SE SIRVE OTRA GRAPA, LA TOMA Y SE DIRIGE HASTA SU CUARTO. REGRESA ENSEGUIDA CON LOS ZAPATOS Y LA POMADA.) María Rosa: Seguí tomando nomás. No te olvides de salir bien borracho a la calle. José: No te preocupes: de eso nunca me olvido. (BEBE. DESPUÉS CANTA UN TANGO.) Todavía puedo. Si tuviera veinte años menos creo que conquistaría el mundo. (LUSTRA LOS ZAPATOS.) ¡Ya iba a ver el Mago el competidor que le saldría! María Rosa: No conquistaste el mundo porque no quisiste. José: No me hagas reír. Había que oír los gritos de papá cuando empecé a cantar en Teluria. María Rosa: Vos no insististe. José: ¿Cómo querías que insistiera si la acémila de mamá, que siempre llevó los pantalones, se opuso más que él. "Yo voy a darte tangos y vinerías", decía ella. "Nada de bohemia, nada de joda y a estudiar." Y mirá cuánto estudié: no fui médico, como quería ella, ni abogado, ni dentista. Soy cajero de una curtiembre y hago changas de chofer. María Rosa: Pudiste hacer una carrera. Ellos quisieron dártela. José: La única carrera que me interesaba era esa. (SIGUE CANTANDO. DE PRONTO SE CALLA.) Alguien decide todo por nosotros. María Rosa: Eso decís vos. Pero yo creo en la voluntad y el empeño de uno mismo. Hay un tiempo para todo, y si pasa, pasó. Ahora tenés la voz cascada y no conmoverías a una mosca. José: ¿Quién te dijo eso? La otra noche, cuando el gaita estaba cerrando el boliche, canté Garúa. (MINTIÉNDOSE A SÍ MISMO.) Y los mozos y el dueño se acercaron y me aplaudieron, para que sepas. ¡Y la gente que pasaba por la calle se acercaba a las ventanas para oír! ¡Les parecía mentira lo que estaban oyendo! ¡Porque yo sigo teniendo la misma voz de siempre! ¿Sabés cómo me llaman en el barrio y en la oficina y en todos lados? (SOLEMNE.) El "cantor". Sí, así como lo oís: el "cantor". María Rosa: (CON PENA.) El tiempo pasa para todo el mundo, José. José: (EXALTADO.) ¡No para mí! ¡Oí! ¡Oí bien! (CANTA "GARÚA" HORRIBLEMENTE MAL.) ¿Qué te pareció? ¿Estoy o no como antes? ¡Confesá que todavía puedo matar! María Rosa: Hay muchas cosas que todavía podrías hacer, como casarte, por ejemplo. ¡Cómo cambiarían nuestras vidas si te casaras con una mujer decente! José: ¿Así que no me vas a contestar? ¿Así que no querés admitir que sigo siendo el de antes? Pero no te vas a dar el gusto. ¡Sigo siendo el primero! Bueno, el segundo. No, el tercero, después de Carlitos y Goyeneche. Ya lo vas a ver. ¡Y no me vengas a hablar de mujeres decentes y de casamiento! Cada vez que te presenté una candidata te hiciste enemiga de ella. María Rosa: Ninguna de las que me presentaste era trigo limpio. José: ¿Ah sí? ¿Y por qué? María Rosa: Eran todas prostitutas. José: Gozadoras, decí mejor. María Rosa: ¿Gozadoras de qué? ¿De marineros? José: Vamos, María Rosa, dejate de joder con tus prejuicios. Parecés una de esas viejas chismosas del barrio. Para ellas todas las mujeres que se encaman son prostitutas y tienen enfermedades venéreas. María Rosa: ¡Ya te pedí que dejes de decir palabrotas! Estás hablando con tu hermana. José: Mi hermana tuvo marido y sabe muy bien lo que es una encamada. María Rosa: ¡Terminala, che! Por favor. José: ¡Por favor nada! ¡Estoy podrido de la jerga que usan vos y tus amigas finolis! ¡Ninguna de ustedes vive ni deja vivir! María Rosa: Yo vivo más que vos y todos tus amigotes juntos, para que sepas. José: Sí, vivís una barbaridad cosiendo ropa para los demás y hablando como una loca con "mamá". María Rosa: ¡Mamá siempre está cerca! Ella me lo hizo saber. Y se comunica conmigo mejor que vos. Y coser para afuera no es ninguna vergüenza, y es mucho más creativo que andar gastando la plata y las energías por ahí. Por otra parte, antes de coser yo diseño. Y quisiera saber qué es más difícil: si cantar mal un tango o hacer un vestido. José: Desde que eras chica competiste conmigo, pero a nuestra edad no es necesario que sigas haciéndolo. Así que no insistas: no vas a convencerme de que canto mal. María Rosa: Sólo a vos le reconocían talento. Yo no significaba casi nada para mamá y papá. Querían que me casara e hiciera la vida estúpida de todas las mujeres. Pero mi vida no fue estúpida, aunque vos no lo creas. Y andá a lavarte las manos que voy a servirte la comida. (YENDO A LA COCINA.) Y no tengo la culpa de que la gente haya perdido el gusto y ande enfundada en pantalones vaqueros cortados por la misma tijera. José: (ESTUPEFACTO.) ¿Qué me vaya a lavar las manos? ¿Pero esta que se cree? ¿Qué tengo diez años? (SUBLEVÁNDOSE.) ¡No voy nada! (PAUSA. AL VERLA ENTRAR SE SOPLA LAS MANOS Y SE LAS SECA EN EL MANTEL.) María Rosa: ¿En el baño no había toallas, che? (LE SIRVE LA COMIDA.) Ahí tenés la comida. Y no creas que la vida consiste en andar de aquí para allá acostándose con cualquiera. La vida también es para pensar y para leer y para hacer algo por los demás. José: Decime qué leés vos y qué hacés por los demás. María Rosa: Para empezar leo el diario. Cuando la vecina me lo presta, claro, porque ahora para comprar el diario habría que hacer una operación en el banco. Y además me preocupo por los vecinos enfermos y por los niños sin hogar y.... José: (LA INTERRUMPE BURLÓN.) Sí, Santa Rosa. María Rosa: Burlate nomás. (PAUSA. MARÍA ROSA SE SIENTA, ABRE EL COSTURERO Y SE PONE A COSER. DE PRONTO DESCUBRE LA CORBATA QUE ÉL SE HA PUESTO Y RÍE OSTENTOSAMENTE.) ¡Yo también quiero reírme! José: ¿Qué pasa? ¿No te gusta mi corbata? María Rosa: Es una corbata para adolescentes. José: Los adolescentes no usan corbatas. María Rosa: ¿Ah no? ¿Y qué se ponen entonces? ¿Baberos? José: Cuando quieren ponerse algo alrededor del cuello se ponen piolines. Y no quiero discutir más. Voy a comer tranquilo. (SE DISPONE A CENAR.) María Rosa: Está bien: Comé tranquilo mientras yo me quedo con la palabra en la boca. Aquí te cuesta mantener una conversación decente y todo te molesta. ¿Qué soy yo al fin y al cabo? ¿Una estúpida? ¿Una infradotada? José: Vivís diciendo pavadas que no tienen ninguna relación conmigo. Vos tenés el cerebro en los ruleros, como todas tus amigas. Me pregunto para qué vivimos juntos. (SE LEVANTA MOLESTO. NO AGUANTA MÁS.) María Rosa: ¿Adónde vas? Dejaste toda la comida en el plato. José: No tengo ganas de comer. María Rosa: ¿Y para eso estuve cocinando toda la tarde? José: Yo no te pedí que cocinaras. María Rosa: ¿Y si yo no cocino qué se come en esta casa? José: (SUPLICANTE.) Por favor, María Rosa. María Rosa: ¡Por favor mierda! No vas a despreciar mi comida. Así que comela. Ya. Ahora mismo. José: (GRITANDO.) ¡No voy a comer nada! María Rosa: ¡No grites! José: ¡Grito todo lo que quiero! Estoy harto de que mangonees. Que adónde voy, que con quién ando, que cuánto gasto, que por qué tomo, que por qué no como. ¡Dentro de ocho días cumpliré cincuenta años! María Rosa: ¡Y yo tengo cincuenta y ocho! José: ¡Ya me lo dijiste! María Rosa: ¡Y vos también me lo dijiste! José: ¡Y voy a repetirlo hasta el cansancio! ¡Por algo soy el macho de la casa! (ENTRA A SU CUARTO DANDO UN PORTAZO. MARÍA ROSA PERMANECE INMÓVIL, MUDA Y CONSTERNADA. DESPUÉS HABLA SOLA, Y AUNQUE SU VOZ ES TRISTE Y EL ROSTRO DENOTA MELANCOLÍA, LA SITUACIÓN DEBE TENER CIERTO CARÁCTER HUMORÍSTICO.) María Rosa: ¿Ves, mamá? No puedo con él. Tiene un carácter espantoso. Sí: yo te prometí cuidarlo. Pero estoy harta, mamá. (SOLLOZANDO.) Somos como perro y gato. (LAGRIMEA, SE SECA EL ROSTRO CON UN PAÑUELO, ETC. SILENCIO BREVE.) Ayudame, mami. Por favor. Y perdoname si a veces pienso...(CON ESFUERZO..) Sí. Vos sabés bien lo que pienso: que ni vos ni papá fueron justos con él. Tampoco fueron justos conmigo. (COMO SI RESPONDIERA A UNA OBJECIÓN DE LA MADRE.) ¡Ya sé que nos amaban! No lo discuto. Pero no fueron justos con él, sobre todo. Quería ser artista. (APESADUMBRADA.) Perdón, mamá. Y rogale a Dios que me perdone. (CON REBELDÍA.) ¡Hoy, pase lo que pase, voy a salir! Ya sé que desde que pasó aquello me pediste que no dejara sola la casa los sábados de noche. (EXALTADA.) ¡Estoy harta de vivir vigilando la casa y hoy me daré el gusto de salir con Matilde! ¡Y si querés que la casa esté bien cuidada, cuidala vos desde arriba! José: (ENTRANDO.) ¿Otra vez hablando sola? ¿Dónde está el calzoncillo azul? María Rosa: (REPONIÉNDOSE.) ¿Para qué lo querés? José: Sólo pregunté dónde está. No compliques las cosas. María Rosa: ¿Complico las cosas si te pregunto para qué lo querés? Tenés limpios todos los calzoncillos blancos. José: Quiero el azul. María Rosa: Eso es un capricho. José: No es un capricho. María Rosa: Entonces lo querés por alguna razón. José: (HARTO PERO BURLÓN.) Mañana voy a acostarme con una mina que usa bombachas azules y quiero estar a tono. ¿Conforme? María Rosa: ¡Sos un guarango! (SE VA.) José: ¿Vas a decirme dónde está? María Rosa: En la pileta de lavar. José: ¿Así que todavía no lo lavaste? María Rosa: ¿Qué creés que soy? ¿Una máquina? José: No, para eso no. Sólo sos una máquina de hacer preguntas. Pero yo soy el culpable, el cornudo y el reventado. ¿Quién me manda vivir aquí? Tengo un empleo y alguna otra entrada y no hay ninguna necesidad de estar debajo de tus polleras. Ah no. Jodete, José. Jodete bien jodido por blando y por maricón. (TIRA CON RABIA UN ALMOHADÓN AL PISO.) María Rosa: Seguí rompiendo cosas nomás. José: No rompí nada. Se me cayó un almohadón. María: Claro, como a vos ese almohadón no te costó nada. José: A vos tampoco te costó nada. Todo lo que hay en esta casa lo heredamos. (EMPIEZA A TIRAR ALMOHADONES AL PISO. ESTÁ FURIOSO.) ¡Pero yo odio estos almohadones! ¡Y odio todas las porquerías que nos rodean! María Rosa: (CON IRA.) ¡Vos estás loco! José: Estoy muy sano! ¡Y repito que todo lo que tenemos era de mamá! ¡Y mamá murió! (RECALCA AGRESIVAMENTE.) ¡Mu-rió! ¡Ahora todo es de los dos y yo puedo disponer de mi parte y hacerla puré! (SIGUE TIRANDO COSAS AL SUELO. MARÍA ROSA SE DESESPERA. RECOGE LAS COSAS, ORDENA LO QUE ÉL DESORDENA. EL DIÁLOGO SIGUIENTE ESTARÁ MATIZADO POR ACCIONES FÍSICAS DE ESTE TIPO.) María Rosa: ¡Estás muy equivocado si creés que vas a hacer lo que quieras con mis cosas! José: (FURIOSO.) ¡Con las que también son tus cosas, decí mejor! ¡Mamá nos parió a los dos! ¡Y trabajó como una mula en el almacén para los dos! ¡Y dejó todo para los dos! María Rosa: (AMENAZADORA.) ¡Tirá algo más y te echo de esta casa! José: (VIOLENTO.) ¿Me amenazás a mí con echarme de nuestra casa? María Rosa: Eso y mucho más. (RETÁNDOLO.) Vamos, seguí tirando cosas, "macho de la casa". (PAUSA MUY TENSA.) José: (ABANDONA EL OBJETO QUE IBA A TIRAR.) Está bien. |
María Rosa: Claro que está bien. Y andate de una vez por todas a encontrarte con tus amigotes, con el Pocho, con el Mario, con toda esa basura. Que el mundo fue y será una porquería
Pero que el siglo veinte es un despliegue
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LA ACCIÓN TRANSCURRE EN EL MISMO LUGAR. HA PASADO UNA SEMANA. MARÍA ROSA SALE DE SU CUARTO. ESTÁ ATILDADAMENTE VESTIDA Y ES EVIDENTE QUE PIENSA SALIR. |
LA ACCIÓN SE DESARROLLA EN EL MISMO ÁMBITO. |
Ricardo Prieto
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