Garúa

Ricardo Prieto

Escrita en Montevideo en el año 1987.
Se estrenó el 24 de setiembre de 1992 en el Teatro La Candela de Montevideo, de acuerdo al siguiente reparto:
José: Ricardo Espalter
María Rosa: Marisa Paz
Una prostituta: Elena Latorre
Escenografía: Ana Arrospide
Iluminación: Juan José Ferragut
Música: Gustavo Goldman y Alejandro Muzio
Dirección: Marcelino Duffau

Por "Garúa" el autor obtuvo en 1992 el Florencio que adjudica la Asociación de Críticos Teatrales del Uruguay en la categoría mejor texto nacional.

Se estrenó además el 21 de marzo de 1998 en versión del Grupo Andando de Solymar, Uruguay, con dirección de Gerardo Rizzolli.

La sala de una casa modesta y antigua. Se oyen los acordes de un tango. Entra María Rosa maldiciendo. Baja el volumen de la radio. Está molesta. Vuelve a la cocina. Pausa. José sale de su cuarto, camina rápidamente hasta la radio y sube el volumen. Él también maldice en voz baja. Está a punto de ir hasta la cocina para enfrentar a María Rosa pero no se anima. Entra a su habitación. Vuelve María Rosa y se encamina hacia la puerta de la habitación de José.

María Rosa: (CON ASPEREZA.) Decime: ¿vos sos sordo?

José: (DESDE SU HABITACIÓN, DESAFIÁNDOLA.) Sí.

María Rosa: (CON BRONCA.) Está bien. (SUBE EL VOLUMEN BIEN ALTO Y SE ENCIERRA DANDO UN PORTAZO. SALE JOSÉ Y BAJA DE NUEVO EL VOLUMEN. DESPUÉS SE SIRVE UNA GRAPA Y SE PONE A CANTAR EL TANGO QUE ESTÁ OYENDO. SALE MARÍA ROSA.) Si esto sigue así voy a terminar encerrada en mi cuarto. Esa música a todo volumen está convirtiendo la casa en un loquero.

José: La vida es un loquero y hay que aguantarse. (SE SIRVE MÁS GRAPA.)

María Rosa: Bromeá nomás. ¿Tan temprano y ya estás tomando esa porquería?

José: No es temprano. Son las siete de la tarde.

María Rosa: Pero todavía no cenaste.

José: Ya lo sé.
(MARÍA ROSA ORDENA OBJETOS, HACE RUIDO, LLENA CON SU TRAJINAR INTOLERABLES VACÍOS.)

María Rosa: No pongas los pies sobre la mesa. Todos los días tengo que decirte lo mismo. (JOSÉ RETIRA LOS PIES DE LA MESA. LA MUJER SIGUE ORDENANDO OBJETOS Y LIMPIANDO. DESPUÉS BAJA UN POCO EL VOLUMEN DE LA RADIO Y SE DIRIGE HASTA LA COCINA. PAUSA. JOSÉ CANTA. ELLA HABLARÁ DESDE AFUERA.) Hice chauchas.


José: Mmmmmmmm.

María Rosa: Dije que para esta noche preparé chauchas.

José: Está bien.

María Rosa: (LO REMEDA.) Está bien, está bien. Parecés un mulo. Aquí nunca podés hablar, por lo visto, y sólo parloteás con tus amigotes. (PAUSA. SIGUE TRAJINANDO EN LA COCINA.) ¿Hoy también vas a salir?

José: Sí.

María Rosa: ¿A qué hora? (SILENCIO.) Pregunté a qué hora.

José: Eso no te importa.

María Rosa: ¿Así que no me importa? ¿Por qué, decime? ¿No vivo en esta casa también?

José: Todos los sábados me preguntás lo mismo. Y dentro de un rato querrás saber a qué hora vuelvo. Pero yo tengo casi cincuenta años, María Rosa.

María Rosa: Y yo tengo cincuenta y ocho. Sé muy bien qué edad tenemos nosotros. Te pregunté si ibas a salir porque yo también quería hacerlo. ¿O no tengo derecho?

José: ¿Qué tiene que ver mi salida con la tuya? Salí tranquila nomás, y dejate de embromar.

María Rosa: Sí, yo salgo tranquila mientras vos hacés lo mismo que aquel sábado.

José: (HARTO.) Eso ocurrió hace dos años, María Rosa.

María Rosa: Pero no va a ocurrir más. Dejaste entrar una yira y se emborracharon con esa grapa de mierda y se revolcaron en la cama de mamá. (RECALCA CON ANGUSTIA.) En la cama de mamá. ¿Oíste? Yo no me olvido.

José: (SIGUE EL COMPÁS DEL TANGO.) Uno busca lleno de esperanza...

María Rosa: ¡No sigas cantando! Me paso toda la semana encerrada en esta casa, y el sábado, que es el único día en que Matilde puede salir conmigo, no puedo ir a ningún lado por tu culpa. Cuando yo no estoy en casa sos capaz de cualquier cosa.

José: Hoy podés salir. (BURLÓN.)Yo voy a ir al baile y la casa quedará solita, bien resguardada, con la cama de mamá flotando entre los angelitos.

María Rosa: (MOLESTA.) No te burles.

José: Además, me pregunto adónde pueden ir con Matilde. ¿Al cementerio? De noche están cerrados.

María Rosa: Sabés muy bien que yo odio los cementerios y que nunca iría de paseo a ellos.

José: Vas cuatro veces al mes a ver a "mamá".

María Rosa: Mamá es mamá.

José: Y "papá" es el Espíritu Santo, que nunca se acuerda de nosotros.(SE DIRIGE A SU CUARTO.)

María Rosa: (ENOJADA Y SUBIENDO LA VOZ.) Tengo muchos lugares adonde ir, para que sepas. Y hoy Matilde me invitó al recital del Puma, que va a actuar en el estadio Centenario.

José: (DESDE EL CUARTO. BURLÓN.) Andá entonces. Capaz que tenés suerte y te muerde.

María Rosa: ¿Qué dijiste? 

José: Nada, querida. Nada. (ENTRA MARÍA ROSA Y SE SIENTA A BEBER UNA TAZA DE TÉ. JOSÉ REGRESA CON UN SACO Y LO PONE SOBRE LA MESA.) Se me cayó un botón.

María Rosa: ¿Dónde?

José: Qué sé yo dónde. Se cayó y punto.

María Rosa: No tengo botones marrones.

José: Entonces ponele cualquier botón. Este es el saco que voy a usar esta noche.

María Rosa: ¿Estás loco? ¿Cómo voy a ponerle cualquier botón? ¿Querés que se burlen de vos?

José: Lo que no me gusta es andar sin botones en la bragueta. En todo lo demás me importa poco hacer el ridículo.

María Rosa: Claro, para que después digan que tu hermana te pone botones de cualquier color. La gente habla, critica.

José: Nunca hablo de vos con nadie.

María Rosa: ¿Y eso te enorgullece, verdad?

José: No me hace ni fu ni fa.

María Rosa: Pero a mí sí me hace "fu" y me hace "fa" que vos nunca hables de tu hermana. Por eso la gente nunca se acuerda que existo.

José: ¿Entonces querés que hablen? ¿En qué quedamos?

María Rosa: Me gusta que se acuerden de mí. Todos necesitamos eso. De lo contrario...

José: ¿De lo contrario qué?

María Rosa: Nada. (PAUSA.) Voy a ver si encuentro un botón. (SALE. EL LOCUTOR ANUNCIA UN TANGO DE PIAZZOLA. JOSÉ CAMBIA EL DIAL CON BRUSQUEDAD.) ¡Tanguero pituco! (ENTRA MARÍA ROSA. TRAE EL SACO Y UN COSTURERO.)

María Rosa: Por suerte encontré un botón. (DEJA EL SACO Y EL COSTURERO SOBRE LA MESA Y VA HASTA LA COCINA.) Voy a hacer más té para mí. Vos estás tomando esa grapa de porquería.

José: Ya me dijiste dos veces que estoy tomando grapa de porquería.

María Rosa: Y voy a repetírtelo veinte veces. No me gusta que tomes tanto. Anoche viniste otra vez borracho.

José: (IRÓNICO.) ¿Yo borracho?

María Rosa: Y no te burles. (JOSÉ SE LEVANTA.) ¿Adónde vas?

José: Este muchacho se va a bañar.

María Rosa: El calefón no funciona.

José: ¿Cómo que no funciona? Ayer de mañana me bañé.

María Rosa: Pero hoy no funciona.

José: ¿Y por qué no llamaste para que lo arreglaran?

María Rosa: Porque no tengo plata. ¿O qué pensás? ¿Que soy descendiente de Onassis? Cada día que pasa te doy más plata a vos.

José: No empieces a quejarte.

María Rosa: Empiezo, sí. Empiezo. Vos te gastás el sueldo con tus amigotes, yo te presto dinero y después me falta para el presupuesto mensual.

José: Siempre te devuelvo lo que me prestás.

María Rosa: A veces, y hasta con tres y cuatro meses de retraso. Pero de tu sueldo yo no veo nada, y tampoco de lo que ganás por las changas como chofer.

José: Tenés la plata de "mamá". 

María Rosa: No hablemos de esa plata. Sabés bien que no se toca y que está en el banco por cualquier cosa.

José: No es justo que sigas administrándola vos sola. Mamá puso en el banco la plata que le dieron cuando vendió el almacén, y el almacén era de todos, y la plata...

María Rosa: (LO INTERRUMPE.) La plata en tus manos se haría humo. No sos previsor y no sabés administrar nada. Las mujeres y los vivillos de tus amigotes te sacan todo y te das la gran vida gracias a mí, que me gasto la plata de la jubilación en la casa. A veces hasta gasto parte de mis ahorros. Vos todavía no te diste cuenta de que vivís en este país. Estamos rodeados de políticos mafiosos, de ladrones, y el que no tiene una reserva puede terminar en un cantegril.

José: (BURLÓN.) Debe ser algo fascinante el cantegril: hay vino, mujeres de mentalidad amplia, se duerme mucho y se hacen orgías.

María Rosa: Eso es lo que vos querés: orgías. Y si no fuera por mí ya habrías convertido esta casa en un prostíbulo. 

José: Tenés razón. No me gusta nada el clima de monasterio que hay aquí.

María Rosa: Bromeá nomás. Pero mientras tanto hay que arreglarse sólo con lo que me entra a mí mensualmente, a pesar de que cada día que pasa coso menos para afuera. Ya no tengo casi clientes. Y mi jubilación no alcanza para nada.

José: Andá a quejarte a Lacalle.

María Rosa: Andá a protestar vos, que lo votaste.

José: No; yo voy a ir a quejarme a los que votaste vos, que dejaron el país como está, y para peor sin agua. ¿Querés decirme cómo me baño?

María Rosa: No te bañes.

José: Sí, claro. Y salgo a la calle con olor a catinga. Voy a calentar agua. (VA HACIA LA COCINA)

María Rosa: No me ensucies la cocina.

José: (HACIÉNDOLE LA VENIA.) Sólo voy a calentar agua, sargento primero. ¿Me permite?

María Rosa: Lo haré yo. Cada vez que entrás a la cocina la dejás hecha un chiquero. (JOSÉ SE SIRVE MÁS BEBIDA.) Seguí tomando nomás.

José: (HARTO.) Y vos seguí hablando y hablando.

María Rosa: Sigo, sí. Cuando mamá murió fui algo más que una hermana. Fui como una madre, a pesar de que cuando ella se enfermó no fuiste un hijo para ella ni un hermano para mí. Andabas yirando por ahí mientras nuestra madre se moría.

José: Te acompañé todo lo que pude.

María Rosa: Eso es lo que decís. Pero yo aguanté sin ayuda los momentos peores, y estuve casi toda la noche sola en el velatorio, y...

José: (LA INTERRUMPE.) No sigas recordando esas cosas. Prefiero olvidarlas.

María Rosa: Sí. Vos vivís olvidando todo. Pero yo no. Nunca voy a olvidar nada. Y si no fuera porque yo no olvido...

José: (LA INTERRUMPE OTRA VEZ.) ¿Podrías callarte, María Rosa? ¿O querés que me tape los oídos con corcho para no escucharte todos los días dale que dale? ¡Vos sos peor que el noticiero de la CNN informando sobre la destrucción de las Torres Gemelas!

María Rosa: ¿Por qué tengo que callarme?

José: Porque estoy harto de oír tus balidos. Parecés una cabra. (REMEDA EL BALIDO DE LAS CABRAS.) Mua. Mua. Estás todo el día así.

María Rosa: Si parezco una cabra es porque estoy rodeada de lobos. Y vos sos uno de ellos. (REGRESA TRANSPORTANDO EL AGUA EN UNA CALDERA.) Ahí tenés el agua. Está tibia, no hirvió.

José: (MIRANDO LA CALDERA CON EXPRESIÓN PATÉTICA.) Hay que hacer un milagro para que pueda bañarme con eso. Y todavía tibia. ¿Quién me habrá mandado vivir en esta casa?

María Rosa: Gracias a esta casa sos un hombre más o menos decente. ¿Dónde podrías vivir? ¿En una pensión? ¿Lavándote vos la ropa? ¿Y sintiéndote solo cuando estás enfermo? ¿Y sin tener plata para pagar el alquiler? Si no fuera por mí...

José: Si no fuera por vos yo sería el más feliz de los hombres. Y tendría un harén en esta casa. Y todas, excepto la favorita, saldrían a yirar para mí. En lugar de grapa tomaría Chivas y hasta tendría un WBM en la puerta.

María Rosa: ¡Lo único que faltaba! ¿Así que querrías ser un gigoló?

José: Eso mismo, usted lo ha dicho. (SALE CANTANDO.) "Soy un gigoló..." (PAUSA.) El agua está fría.

María Rosa: Fría es más refrescante.

José: Eso lo decís porque no tenés pelotas. El agua fría las lastima.

María Rosa: Ojalá que te las lastimes bien, así no andás contagiándote porquerías por ahí. Andá a saber qué virus me traés a la casa.

José: Todos. En primer lugar el treponema sifilítico.

María Rosa: (SE PERSIGNA.) ¡Que Dios nos libre y guarde!

José: No hagas tanto escándalo. Los treponemas de la sífilis se combaten con penicilina.

María Rosa: ¿Y el Sida? (ALARMADA.) ¡Vaya uno a saber en lo que me estás metiendo! De ahora en adelante voy a empezar a lavar tus vasos con desinfectante. (HUELE CON REPUGNANCIA EL VASO QUE ÉL HA USADO, DESPUÉS LO LLEVA A LA COCINA Y LO LAVA. REGRESA. SE ACERCA AL ESPEJO. SE CONTEMPLA Y SE ARREGLA EL CABELLO. CAMINA. MIRA EL RELOJ. BAJA EL VOLUMEN DE LA RADIO.)

José: No bajes la radio.

María Rosa: Me aturde.

José: Así no oigo nada.

María Rosa: Está bien. (SUBE EL VOLUMEN.) Seguí oyendo nomás. Total, aunque yo termine loca no importa.

José: (SALIENDO DEL BAÑO.) Tener que bañarse de esta manera es un calvario. A ver si hacés arreglar pronto el calefón.

María Rosa: Tendrás que esperar a que cobre la pensión. Y si estás muy apurado hacelo arreglar vos.

José: Sólo tengo ciento cincuenta pesos hasta fin de mes. Y recién estamos a veinte.

María Rosa: (YENDO AL BAÑO.)Ni sueñes con que voy a sacar plata del banco para arreglarlo. Y mucho menos para darte a vos. Con ciento cincuenta pesos no llegás ni al veintidós. ¡Mirá cómo dejaste el baño!

José: No te preocupes que yo lo limpio.

María Rosa: No, no limpies nada. Lo ensuciarías más. (EMPIEZA A LIMPIAR.) Todavía estoy con ruleros y ni siquiera me vestí. Vivo peor que si fuera la madre de los siete enanitos.

José: Eso es lo que te faltó a vos: hijos para arruinarles la vida. Ayer leí no sé dónde que si no hubiera padres no habría desdichados.

María Rosa: Tampoco habría hijos. Nadie sale de la nada.

José: No lo sé. Debe haber mundos en los que se nace de un fluido, o de la energía, o de algo así. Se nace y se sigue existiendo sin vínculo alguno; sobre todo sin lastres, sin controles, sin afectos posesivos.

María Rosa: Lindos mundos esos. Estarán llenos de bichos.

José: Más bichos somos nosotros, que fuimos empollados por mamás autoritarias e ignorantes. Son todas unas cerdas.

María Rosa: (INDIGNADA.) ¡Mamá no era una cerda!

José: De cuatro patas. Pero era una cerda de dos patas. Y bien cerda. Si no, miranos a nosotros.

María Rosa: Ojalá que Dios te perdone.

José: Ese es tan loco que es capaz.

María Rosa: No voy a seguir oyéndote.

José: Entonces no oigas.

María Rosa: ¿Con quién querés que hable entonces? ¿Con las paredes?

José: Ojalá las paredes hablaran. Así estaríamos más acompañados.

María Rosa: Como si vos necesitaras estar más acompañado. Vivís de baile en baile y de joda en joda.

José: Sí: por eso estoy tan jodido.

María Rosa: Y apuesto a que hoy salís otra vez con el degenerado de Mario. ¿Adónde quiere llevarte ahora?

José: Vamos a un baile del Sudamérica. Ahí se pesca lindo.

María Rosa: ¿Con ciento cincuenta pesos?

José: Él tiene plata.

María Rosa: Entonces haría mejor en salir con la mujer, como hace un hombre decente.

José: ¿No sabés que están separados?

María Rosa: Claro, como no van a estar separados si él anda hoy con una y mañana con otra. Y todavía con el riesgo de contagiarle a la esposa cualquier porquería.

José: Ah no, Mario es muy estricto. Sin preservativo no se acuesta ni con Sofía Loren.

María Rosa: (INDIGNADA.) ¡No hables así en esta casa! ¿Dónde creés que estás?

José: En una casa decente, por eso no dije condones.

María Rosa: ¡Sos de lo peor!

José: Mejor voy a buscar los zapatos para lustrarlos. Así te librás de mi insoportable presencia. (SE SIRVE OTRA GRAPA, LA TOMA Y SE DIRIGE HASTA SU CUARTO. REGRESA ENSEGUIDA CON LOS ZAPATOS Y LA POMADA.)

María Rosa: Seguí tomando nomás. No te olvides de salir bien borracho a la calle.

José: No te preocupes: de eso nunca me olvido. (BEBE. DESPUÉS CANTA UN TANGO.) Todavía puedo. Si tuviera veinte años menos creo que conquistaría el mundo. (LUSTRA LOS ZAPATOS.) ¡Ya iba a ver el Mago el competidor que le saldría!

María Rosa: No conquistaste el mundo porque no quisiste.

José: No me hagas reír. Había que oír los gritos de papá cuando empecé a cantar en Teluria.

María Rosa: Vos no insististe.

José: ¿Cómo querías que insistiera si la acémila de mamá, que siempre llevó los pantalones, se opuso más que él. "Yo voy a darte tangos y vinerías", decía ella. "Nada de bohemia, nada de joda y a estudiar." Y mirá cuánto estudié: no fui médico, como quería ella, ni abogado, ni dentista. Soy cajero de una curtiembre y hago changas de chofer.

María Rosa: Pudiste hacer una carrera. Ellos quisieron dártela.

José: La única carrera que me interesaba era esa. (SIGUE CANTANDO. DE PRONTO SE CALLA.) Alguien decide todo por nosotros.

María Rosa: Eso decís vos. Pero yo creo en la voluntad y el empeño de uno mismo. Hay un tiempo para todo, y si pasa, pasó. Ahora tenés la voz cascada y no conmoverías a una mosca.

José: ¿Quién te dijo eso? La otra noche, cuando el gaita estaba cerrando el boliche, canté Garúa. (MINTIÉNDOSE A SÍ MISMO.) Y los mozos y el dueño se acercaron y me aplaudieron, para que sepas. ¡Y la gente que pasaba por la calle se acercaba a las ventanas para oír! ¡Les parecía mentira lo que estaban oyendo! ¡Porque yo sigo teniendo la misma voz de siempre! ¿Sabés cómo me llaman en el barrio y en la oficina y en todos lados? (SOLEMNE.) El "cantor". Sí, así como lo oís: el "cantor".

María Rosa: (CON PENA.) El tiempo pasa para todo el mundo, José. 

José: (EXALTADO.) ¡No para mí! ¡Oí! ¡Oí bien! (CANTA "GARÚA" HORRIBLEMENTE MAL.) ¿Qué te pareció? ¿Estoy o no como antes? ¡Confesá que todavía puedo matar!

María Rosa: Hay muchas cosas que todavía podrías hacer, como casarte, por ejemplo. ¡Cómo cambiarían nuestras vidas si te casaras con una mujer decente!

José: ¿Así que no me vas a contestar? ¿Así que no querés admitir que sigo siendo el de antes? Pero no te vas a dar el gusto. ¡Sigo siendo el primero! Bueno, el segundo. No, el tercero, después de Carlitos y Goyeneche. Ya lo vas a ver. ¡Y no me vengas a hablar de mujeres decentes y de casamiento! Cada vez que te presenté una candidata te hiciste enemiga de ella.

María Rosa: Ninguna de las que me presentaste era trigo limpio.

José: ¿Ah sí? ¿Y por qué?

María Rosa: Eran todas prostitutas.

José: Gozadoras, decí mejor.

María Rosa: ¿Gozadoras de qué? ¿De marineros?

José: Vamos, María Rosa, dejate de joder con tus prejuicios. Parecés una de esas viejas chismosas del barrio. Para ellas todas las mujeres que se encaman son prostitutas y tienen enfermedades venéreas.

María Rosa: ¡Ya te pedí que dejes de decir palabrotas! Estás hablando con tu hermana.

José: Mi hermana tuvo marido y sabe muy bien lo que es una encamada.

María Rosa: ¡Terminala, che! Por favor.

José: ¡Por favor nada! ¡Estoy podrido de la jerga que usan vos y tus amigas finolis! ¡Ninguna de ustedes vive ni deja vivir!

María Rosa: Yo vivo más que vos y todos tus amigotes juntos, para que sepas.

José: Sí, vivís una barbaridad cosiendo ropa para los demás y hablando como una loca con "mamá".

María Rosa: ¡Mamá siempre está cerca! Ella me lo hizo saber. Y se comunica conmigo mejor que vos. Y coser para afuera no es ninguna vergüenza, y es mucho más creativo que andar gastando la plata y las energías por ahí. Por otra parte, antes de coser yo diseño. Y quisiera saber qué es más difícil: si cantar mal un tango o hacer un vestido.

José: Desde que eras chica competiste conmigo, pero a nuestra edad no es necesario que sigas haciéndolo. Así que no insistas: no vas a convencerme de que canto mal.

María Rosa: Sólo a vos le reconocían talento. Yo no significaba casi nada para mamá y papá. Querían que me casara e hiciera la vida estúpida de todas las mujeres. Pero mi vida no fue estúpida, aunque vos no lo creas. Y andá a lavarte las manos que voy a servirte la comida. (YENDO A LA COCINA.) Y no tengo la culpa de que la gente haya perdido el gusto y ande enfundada en pantalones vaqueros cortados por la misma tijera. 

José: (ESTUPEFACTO.) ¿Qué me vaya a lavar las manos? ¿Pero esta que se cree? ¿Qué tengo diez años? (SUBLEVÁNDOSE.) ¡No voy nada! (PAUSA. AL VERLA ENTRAR SE SOPLA LAS MANOS Y SE LAS SECA EN EL MANTEL.)

María Rosa: ¿En el baño no había toallas, che? (LE SIRVE LA COMIDA.) Ahí tenés la comida. Y no creas que la vida consiste en andar de aquí para allá acostándose con cualquiera. La vida también es para pensar y para leer y para hacer algo por los demás.

José: Decime qué leés vos y qué hacés por los demás.

María Rosa: Para empezar leo el diario. Cuando la vecina me lo presta, claro, porque ahora para comprar el diario habría que hacer una operación en el banco. Y además me preocupo por los vecinos enfermos y por los niños sin hogar y....

José: (LA INTERRUMPE BURLÓN.) Sí, Santa Rosa.

María Rosa: Burlate nomás. (PAUSA. MARÍA ROSA SE SIENTA, ABRE EL COSTURERO Y SE PONE A COSER. DE PRONTO DESCUBRE LA CORBATA QUE ÉL SE HA PUESTO Y RÍE OSTENTOSAMENTE.) ¡Yo también quiero reírme!

José: ¿Qué pasa? ¿No te gusta mi corbata?

María Rosa: Es una corbata para adolescentes.

José: Los adolescentes no usan corbatas.

María Rosa: ¿Ah no? ¿Y qué se ponen entonces? ¿Baberos?

José: Cuando quieren ponerse algo alrededor del cuello se ponen piolines. Y no quiero discutir más. Voy a comer tranquilo. (SE DISPONE A CENAR.)

María Rosa: Está bien: Comé tranquilo mientras yo me quedo con la palabra en la boca. Aquí te cuesta mantener una conversación decente y todo te molesta. ¿Qué soy yo al fin y al cabo? ¿Una estúpida? ¿Una infradotada?

José: Vivís diciendo pavadas que no tienen ninguna relación conmigo. Vos tenés el cerebro en los ruleros, como todas tus amigas. Me pregunto para qué vivimos juntos. (SE LEVANTA MOLESTO. NO AGUANTA MÁS.)

María Rosa: ¿Adónde vas? Dejaste toda la comida en el plato.

José: No tengo ganas de comer.

María Rosa: ¿Y para eso estuve cocinando toda la tarde?

José: Yo no te pedí que cocinaras.

María Rosa: ¿Y si yo no cocino qué se come en esta casa?

José: (SUPLICANTE.) Por favor, María Rosa.

María Rosa: ¡Por favor mierda! No vas a despreciar mi comida. Así que comela. Ya. Ahora mismo.

José: (GRITANDO.) ¡No voy a comer nada!

María Rosa: ¡No grites!

José: ¡Grito todo lo que quiero! Estoy harto de que mangonees. Que adónde voy, que con quién ando, que cuánto gasto, que por qué tomo, que por qué no como. ¡Dentro de ocho días cumpliré cincuenta años!

María Rosa: ¡Y yo tengo cincuenta y ocho!

José: ¡Ya me lo dijiste!

María Rosa: ¡Y vos también me lo dijiste!

José: ¡Y voy a repetirlo hasta el cansancio! ¡Por algo soy el macho de la casa! (ENTRA A SU CUARTO DANDO UN PORTAZO. MARÍA ROSA PERMANECE INMÓVIL, MUDA Y CONSTERNADA. DESPUÉS HABLA SOLA, Y AUNQUE SU VOZ ES TRISTE Y EL ROSTRO DENOTA MELANCOLÍA, LA SITUACIÓN DEBE TENER CIERTO CARÁCTER HUMORÍSTICO.)

María Rosa: ¿Ves, mamá? No puedo con él. Tiene un carácter espantoso. Sí: yo te prometí cuidarlo. Pero estoy harta, mamá. (SOLLOZANDO.) Somos como perro y gato. (LAGRIMEA, SE SECA EL ROSTRO CON UN PAÑUELO, ETC. SILENCIO BREVE.) Ayudame, mami. Por favor. Y perdoname si a veces pienso...(CON ESFUERZO..) Sí. Vos sabés bien lo que pienso: que ni vos ni papá fueron justos con él. Tampoco fueron justos conmigo. (COMO SI RESPONDIERA A UNA OBJECIÓN DE LA MADRE.) ¡Ya sé que nos amaban! No lo discuto. Pero no fueron justos con él, sobre todo. Quería ser artista. (APESADUMBRADA.) Perdón, mamá. Y rogale a Dios que me perdone. (CON REBELDÍA.) ¡Hoy, pase lo que pase, voy a salir! Ya sé que desde que pasó aquello me pediste que no dejara sola la casa los sábados de noche. (EXALTADA.) ¡Estoy harta de vivir vigilando la casa y hoy me daré el gusto de salir con Matilde! ¡Y si querés que la casa esté bien cuidada, cuidala vos desde arriba!

José: (ENTRANDO.) ¿Otra vez hablando sola? ¿Dónde está el calzoncillo azul?

María Rosa: (REPONIÉNDOSE.) ¿Para qué lo querés?

José: Sólo pregunté dónde está. No compliques las cosas.

María Rosa: ¿Complico las cosas si te pregunto para qué lo querés? Tenés limpios todos los calzoncillos blancos.

José: Quiero el azul.

María Rosa: Eso es un capricho.

José: No es un capricho.

María Rosa: Entonces lo querés por alguna razón.

José: (HARTO PERO BURLÓN.) Mañana voy a acostarme con una mina que usa bombachas azules y quiero estar a tono. ¿Conforme?

María Rosa: ¡Sos un guarango! (SE VA.)

José: ¿Vas a decirme dónde está?

María Rosa: En la pileta de lavar.

José: ¿Así que todavía no lo lavaste?

María Rosa: ¿Qué creés que soy? ¿Una máquina?

José: No, para eso no. Sólo sos una máquina de hacer preguntas. Pero yo soy el culpable, el cornudo y el reventado. ¿Quién me manda vivir aquí? Tengo un empleo y alguna otra entrada y no hay ninguna necesidad de estar debajo de tus polleras. Ah no. Jodete, José. Jodete bien jodido por blando y por maricón. (TIRA CON RABIA UN ALMOHADÓN AL PISO.)

María Rosa: Seguí rompiendo cosas nomás.

José: No rompí nada. Se me cayó un almohadón.

María: Claro, como a vos ese almohadón no te costó nada.

José: A vos tampoco te costó nada. Todo lo que hay en esta casa lo heredamos. (EMPIEZA A TIRAR ALMOHADONES AL PISO. ESTÁ FURIOSO.) ¡Pero yo odio estos almohadones! ¡Y odio todas las porquerías que nos rodean!

María Rosa: (CON IRA.) ¡Vos estás loco!

José: Estoy muy sano! ¡Y repito que todo lo que tenemos era de mamá! ¡Y mamá murió! (RECALCA AGRESIVAMENTE.) ¡Mu-rió! ¡Ahora todo es de los dos y yo puedo disponer de mi parte y hacerla puré! (SIGUE TIRANDO COSAS AL SUELO. MARÍA ROSA SE DESESPERA. RECOGE LAS COSAS, ORDENA LO QUE ÉL DESORDENA. EL DIÁLOGO SIGUIENTE ESTARÁ MATIZADO POR ACCIONES FÍSICAS DE ESTE TIPO.)

María Rosa: ¡Estás muy equivocado si creés que vas a hacer lo que quieras con mis cosas!

José: (FURIOSO.) ¡Con las que también son tus cosas, decí mejor! ¡Mamá nos parió a los dos! ¡Y trabajó como una mula en el almacén para los dos! ¡Y dejó todo para los dos!

María Rosa: (AMENAZADORA.) ¡Tirá algo más y te echo de esta casa!

José: (VIOLENTO.) ¿Me amenazás a mí con echarme de nuestra casa?

María Rosa: Eso y mucho más. (RETÁNDOLO.) Vamos, seguí tirando cosas, "macho de la casa". (PAUSA MUY TENSA.)

José: (ABANDONA EL OBJETO QUE IBA A TIRAR.) Está bien.

María Rosa: Claro que está bien. Y andate de una vez por todas a encontrarte con tus amigotes, con el Pocho, con el Mario, con toda esa basura.

José: (DISPONIÉNDOSE A SALIR. ESTÁ MUY ENOJADO.) Por supuesto que voy a salir. ¡Y ahora mismo! (TOMA EL SACO Y SALE CON BRUSQUEDAD. DESPUÉS VUELVE PARA PODER QUEDARSE CON LA ÚLTIMA PALABRA.) ¡Yo también tengo derecho a usar la plata depositada en el banco y a convertir esta casa en un quilombo! ¡Con portera y todo! (SALE SIN DARLE TIEMPO A REPLICAR.)

María Rosa: (PATÉTICA.) ¿Oíste, mamá? ¡Vamos a terminar en la cárcel por ultraje al pudor! (VA HASTA EL TELÉFONO Y DISCA CON RAPIDEZ.) Soy yo, Matilde. Hoy tampoco voy a salir. (LAGRIMEA.) Sí, querida. Lo haré el sábado que viene o el otro, yo qué sé. ¡No te enojes! Sabés bien que no voy a dejar la casa sola. Acaba de salir y estoy segura de que se fue a buscar alguna yira para acostarse con ella en mi cama. Sí, ya sé que al paso que vamos no voy a ir más a ver las vidrieras, ni al cine ni a ningún lado. ¡Ni al mismo infierno puedo ir! (LAGRIMEA.) Y para peor tampoco puedo dormir. Ahora tengo que sentarme a hacer guardia hasta el amanecer. ¡Si seré desgraciada! Chau. (LAGRIMEA.) Un beso. (CUELGA Y QUEDA PENSATIVA. DESPUÉS SE ACERCA AL ESPEJO Y SE MIRA. VA HASTA LA COCINA. SE SIRVE EL MATE. ENCIENDE EL TELEVISOR Y SE SIENTA. INTENTA CONCENTRARSE EN LO QUE VE PERO NO LO LOGRA. SE LEVANTA Y APAGA EL TELEVISOR. LA LUZ DECLINA. MARÍA ROSA DORMITA. PASA EL TIEMPO. DE PRONTO INGRESA AL LIVING LA LUZ TENUE DEL AMANECER. ENTRA JOSÉ. ESTÁ EMBRIAGADO Y HACE MUCHO RUIDO. MARÍA ROSA DESPIERTA.

María Rosa: ¿Otra vez borracho?

José: (TAMBALEÁNDOSE.) ¿Otra vez haciendo la guardia?

María Rosa: ¿Cuándo va a terminar este infierno?

José: Cuando yo y vos estemos muertos. Mientras tanto hay que aguantarse. Así es la vida.(SE SIRVE GRAPA Y DESPUÉS CANTA.)

Que el mundo fue y será una porquería
ya lo sé;
en el quinientos seis
y en el dos mil también...

María Rosa: (IRÓNICA.) ¿Más bebida?

José: Sí. Más mierda, primor.



María Rosa: (LE ARREBATA EL VASO Y LA BOTELLA.) ¡Se acabó! ¡Ahora te vas a dormir!

José: Calma, calma...No te sientas tan frustrada porque no pudiste salir de juerga conmigo...Yo sé que todavía estás en edad de merecer, hermanita...Y no estás nada mal.

María Rosa: (CON ANGUSTIA.) Callate la boca, por Dios. (BAJANDO LA VOZ.) Callate. Voy a hacerte café. (VA HASTA LA COCINA.)

José: No quiero café, no quiero nada...(SIGUE BEBIENDO.) Lo único que quiero es mirarte. (CON DESEO.) Estás muy linda.

María Rosa: Dejate de decir pavadas y no te sirvas más bebida.

José: Quiero reventar tomando grapa.

María Rosa: (SUPLICANTE.) No tomes más, José. Te lo pido por la memoria de mamá. Te lo pido por Dios.

José: (CON ANGUSTIA.) No me pidas nada por la memoria de nadie porque estoy podrido...(SE TIRA CANTANDO SOBRE EL SILLÓN.)

Pero que el siglo veinte es un despliegue
de maldá insolente
ya no hay quien lo niegue;
vivimos revolcados en un merengue
y en un mismo lodo
todos manoseaos.



(SE DUERME. SU FIGURA TRASUNTA PATETISMO Y SOLEDAD. SE OYEN LOS ACORDES DE "UNO". MARÍA ROSA VA HASTA EL CUARTO, TRAE UNA FRAZADA Y LO TAPA. LA LUZ EMPIEZA A DECLINAR. SE SIENTA Y LO CONTEMPLA CON PIEDAD.)

María Rosa: (A LA MADRE.) ¿Viste, Mamá? ¡Parece un pibe!

OSCURIDAD.

LA ACCIÓN TRANSCURRE EN EL MISMO LUGAR. HA PASADO UNA SEMANA. MARÍA ROSA SALE DE SU CUARTO. ESTÁ ATILDADAMENTE VESTIDA Y ES EVIDENTE QUE PIENSA SALIR. 
JOSÉ OYE LA RADIO SENTADO DISPLICENTEMENTE EN UN SILLÓN. TIENE LOS PIES APOYADOS SOBRE UNA MESITA.

María Rosa: ¿Todavía estás ahí?

José: ¿Dónde querés que esté?

María Rosa: Ya estoy vestida y me voy dentro de media hora.

José: No me apures.

María Rosa: Quiero limpiar el baño después que lo uses.

José: (LEVANTÁNDOSE.) Está bien. Todos los sábados es la misma historia. Y hoy, para que salgas tranquila, yo tengo que quedarme fuera de casa.

María Rosa: Vos dijiste que no vendrías a dormir.

José: Eso lo haré porque soy un boludo y me da lástima verte siempre encerrada. El sábado pasado te jodí la fiesta y hoy no quiero hacerlo. El día que termines con esa obsesión...

María Rosa: (LO INTERRUMPE.) No es una obsesión; es sensatez. No voy a permitir que traigas una loca a dormir en mi casa.

José: A veces me pregunto si no estarás celosa.

María Rosa: ¿Celosa yo? ¿De quién?

José: Qué sé yo. La gente es tan complicada.

María Rosa: Dejate de pavadas. (LE ENTREGA LA ROPA INTERIOR.) Aquí tenés la ropa limpia.

José: Quise decir que vos te irás con esa vieja a ver las vidrieras mientras yo me iré a bailar y después a la amueblada. A nadie le gusta ver como disfrutan los demás.

María Rosa: ¿Y quién te dijo que yo no disfruto?

José: Tu cara. ¿O no sabés que las caras son como un libro abierto? Hace poco leí no sé dónde que después de los cincuenta años la gente tiene la cara que se merece. Y a veces esa cara se les pone tan fea...

María Rosa: Me importa muy poco adónde vas y con quién. Lo único que me preocupa es saber qué pasa en esta casa cuando yo no estoy. Si eso es una obsesión bienvenida sea. Pero aquí va a existir algo que se llama moral.

José: Está bien. No hinches más los cataplines y pasemos a otro tema. ¿Tenés guita?

María Rosa: No. No tengo plata.

José: Entonces tendré que manguear a alguien.

María Rosa: Allá vos.

José: Claro, allá yo. Me paso la vida rompiéndome el lomo y cuando quiero divertirme un poco tengo que pedir limosnas. Pero así es la vida de los pobres y la de los imbéciles como yo. Nada de sueños, nada de pachanga. A trabajar como un mulo, obedecer órdenes y gritar viva la patria...de los otros. Porque lo que es mi patria, bueno, es una patria bastante brava.

María Rosa: Por tu culpa. Vivís malgastando la plata.

José: ¿Malgastando? ¿Pero vos sabés cuánto gano en la curtiembre? ¿Y cuánto cuesta salir a la calle? Ni siquiera haciendo changas puedo llegar con guita a fin de mes. Porque en este país de mentira casi todo el mundo está en la chicoria, y hasta los médicos trabajan de taxistas. Yo tendría que haber sido diputado o senador. Esos sí que se defienden bastante sin hacer nada. Un infeliz como yo, en cambio, nunca sabe cuándo podrá salir a divertirse


María Rosa: (IRÓNICA.) Vamos, "infeliz". Andá a bañarte porque tengo que irme. (EMPIEZA A ORDENAR EL LIVING.)

José: Podés ir yéndote nomás.

María Rosa: No hasta que te vayas vos.

José: Está bien, si no hay más remedio...(SE DIRIGE HASTA EL BAÑO CANTANDO.) "Malena canta el tango como ninguna..." (SE DETIENE Y MIRA A MARÍA ROSA CON ADMIRACIÓN.) Hoy vas a matar, che. ¡Sos una bomba!

María Rosa: ¡No seas guarango!

José: ¿Por qué no te gusta que te digan piropos?

María Rosa: No me gustan tus piropos. Soy tu hermana.

José: Pero sos una mujer y yo soy un hombre. ¿Por qué uno de nosotros no puede encontrar atractivo al otro? Algún día tendrían que escribir un buen tango que hable del amor entre hermanos. De nuestro amor, por ejemplo. 

María Rosa: (CON MELANCOLÍA.) Sí, entre nosotros hay mucho amor.

José: Más del que imaginás. (PAUSA. MARÍA ROSA SIGUE DESARROLLANDO SU FEBRIL ACTIVIDAD.) ¿Sabés lo que pienso a veces? Que tu marido te hizo mucho daño.

María Rosa: Dejá a mi marido tranquilo. ¡Santo querido del cielo! Que descanse en paz.

José: Siempre le tuve bronca porque no estaba a tu altura. Y porque era un infeliz.

María Rosa: Fue un hombre bueno y decente: no fumaba, no tomaba, nunca miró a otra mujer con deseo, me daba todos los gustos. Y a la hora de comer jamás dijo qué rico o qué feo. Además murió sin protestar, a pesar de lo injusta que fue su muerte, cuando la enfermera se equivocó de inyección. Era incapaz de quejarse o de enojarse.

José: Me pregunto si sabría hacerte el amor. Y apuesto a que no. A veces pienso que no son sólo hijos lo que te faltaron. Te quedaste vacía, sin recuerdos, como si él no hubiera existido. (MARÍA ROSA PERMANECE ENSIMISMADA Y REFLEXIVA.) Pero no te preocupes. Para nosotros dos nunca existió nada memorable, excepto la gloriosa "mamá". (CAMBIA EL TONO.) Que Dios la tenga en su infierno.

María Rosa: (INDIGNADA.) ¡No hables así de mamá!

José: (IRÓNICO.) Está bien. Perdón. Ya me arrepentí. Ahora voy a rezar por ella.(BURLÓN.) Padre nuestro que estás en el cielo, que eres bueno con los infelices y les das grapa, mujeres y placer, les das plata y ganas de gozar y no permites que les falten condones... 

María Rosa: (FURIOSA.) ¡No sigas! ¡Mamá te está oyendo! ¡Y yo también! ¡Y vas a ir al infierno!

José: Olvidé el padrenuestro que nos enseñó mamá, María Rosa. Sólo sé rezar el de los borrachos. Y eso me gusta. Es la mejor forma de castigarla.

María Rosa: Es hora de que dejes de odiar a mamá y al resto del mundo. Nadie es responsable de que todo te haya salido mal por tu culpa. Y ahora pasemos a otra cosa. No quiero hacerme mala sangre justo cuando estoy por salir.

José: (CON TRISTEZA E IRONÍA.) Está bien. Tus deseos son órdenes y yo me quedo con las ganas de maldecir. Voy a bañarme. (ENTRA AL BAÑO. PAUSA EXTENSA. MARÍA ROSA SIGUE ORDENANDO,
MOVIÉNDOSE, LLENANDO VACÍOS.)

María Rosa: Mañana voy a hacer tallarines.

José: No quiero tallarines, quiero carne.

María Rosa: ¿Ves? Siempre está en contra de todo. Por eso odiabas a Ernesto, que comía sin chistar todo lo que yo cocinaba.

José: Así quedó: más soso que un fideo. Pero yo quiero carne y no voy a comer otra cosa.

María Rosa: Está bien, mañana es tu cumpleaños y voy a hacerte el gusto. Pero la carne está muy cara.

José: (BURLÓN.) Decímelo a mí, que como carne de noche, cuando cuesta mucho más.

María Rosa: ¡No empieces de nuevo con las morbosidades.!

José: La morbosa sos vos. ¿Qué dije yo?

María Rosa: Mejor me callo.

José: Eso es lo que querés que haga siempre: que me calle. Pero no te daré el gusto. Hablaré aunque no quieras y haré siempre lo que no te guste.

María Rosa: Pensar que cuando eras un niño me hacías caso en todo. Y cuando mamá te pegaba... (LE HABLA A LA MADRE.) ¡Le pegabas tanto, que en paz descanses! (LE HABLA A ÉL.) Venías a llorar junto a mí.

José: Viejos tiempos.

María Rosa: Yo nunca olvidé que te abrazaba. Porque siempre me gustó consolar, a mí nada menos, que nunca fui consolada por nadie: ni por mamá, ni por mi marido, ni por vos. Y hasta Matilde, que es mi mejor amiga, se molesta cuando le hablo demasiado de mis problemas. 

José: Eso pasa por andar con viejas amargadas. Tendrías que buscar una amiga solterona desprejuiciada y putona hasta que aparezca algún viudo solitario para hacerte feliz. Apuesto a que nos divertiríamos mucho los cuatro juntos. Yo entro gratis a muchos lugares.

María Rosa: (INDIGNADA.) Relajado.

José: (SALE EN CALZONCILLOS.) ¿Qué tal? ¿Yo también estoy lindo? 

María Rosa: (LE TIRA UN ALMOHADÓN.) ¡Ya te dije que no quiero verte desnudo!

José: (CORRE RIENDO HASTA EL CUARTO.) No estoy desnudo.

María Rosa: Para mí sí. Por eso nunca voy a la playa. Odio a esos tipos que andan con el bikini bien apretado.

José: Yo siempre los busco, en cambio, porque donde hay un tipo de esos ahí está el dulce, ahí está la mina.

María Rosa: (DESDE EL BAÑO.) Mirá cómo dejaste el baño.

José: Ahora lo limpio.

María Rosa: Sí, vos limpiás todo para dejarlo peor, y yo tengo que agacharme con el vestido nuevo y recién puesto. (JOSÉ CANTA.) Hombres, hombres. Y todavía siguen creyendo que sin ellos no podemos vivir. El único momento en que nos hacen felices es cuando los parimos. Y a veces. ¡Porque hay cada parto! 

José: (BURLÓN.) Decí la verdad: ¿qué sería de vos sin mí?

María Rosa: (TAMBIÉN BURLONA.) Mirá: sos tan tierno e imprescindible que ya me habría matado.

José: No creo que estés hablando en broma. Seguro que te habrías matado. ¿Y sabés por qué? Porque no tendrías a quien dominar.

María Rosa: Claro, porque yo te domino tanto.

José: Me aplastás. Nunca pude remontar vuelo. A veces me pregunto por qué ocurrió eso. Bueno, en realidad sé por qué. Vos recién lo dijiste: vivías protegiéndome. Después te cobraste el precio. Y cuando me convertí en un desgraciado empecé a ser tu víctima.

María Rosa: Vamos, "víctima". Tenemos que irnos.

José: No, vamos no; no tengo apuro. Y quiero tomar una copa contigo.

María Rosa: Yo no tomo copas y Matilde me está esperando.

José: Está bien. (ENTRA.) ¿Cómo me veo?

María Rosa: (BURLONA.) Elegantísimo.

José: ¿Estás bromeando?

María Rosa: Sí. Parecés Marlon Brando haciendo de Al Capone. Dame tu llave.

José: ¿Qué llave?

María Rosa: La del apartamento. ¿O creés que voy a dejar que te vayas con la llave, para que apenas salga yo traigas a una cualquiera?

José: (ESTUPEFACTO.) Vos estás loca.

María Rosa: ¿Loca yo? ¿Pero vos pensás que soy una estúpida? Vamos, la llave.

José: (SE SIENTA.) No. Eso nunca.

María Rosa: (SE SIENTA.) Entonces yo no salgo.

José: Hacé lo que quieras.

María Rosa: ¿Qué estás buscando? ¿Impedir otra vez que yo salga? Cuando yo me voy, esta casa decente deja de ser tuya también. Y si hoy no vas a dormir aquí no sé para qué querés la llave.

José: (SE LEVANTA FURIOSO.) ¿Pero esto es de Ripley! ¿En qué película se vio?

María Rosa: No sé, voy muy poco al cine.

José: Es la primera vez que oigo que cuando un hombre que vive en pareja sale por un lado, y la mujer por otro, él tiene que darle la llave a ella.

María Rosa: Vos y yo no somos una pareja.

José: ¡Lo somos, sí! ¡Somos una yunta bien yuntada!

María Rosa: (SE PERSIGNA.) Dios nos libre y guarde.

José: ¿Qué hago si vuelvo más temprano? ¿Te espero en el escalón con cara de perdiguero?

María Rosa: (EXTIENDE LA MANO.) Dámela.

José: ¡Dije que no!

María Rosa: Entonces no saldré. Y ya mismo voy a sacarme el vestido y a llamar a Matilde. (SE ACERCA AL TELÉFONO.) ¡Pero te arrepentirás de haberme arruinado otra vez la noche! ¡Mamá lo está viendo! ¡Dios lo está viendo! ¡Y ya recibirás el castigo!

José: Está bien. ¿Querés la llave? Tomala.(SE LA ENTREGA.) Ya sabés dónde podés meterla! ¡Y quedate con la casa vos sola! ¡Y con la plata! ¡Y con todos los malditos recuerdos! ¡Y no me importa nada que mamá y vos y los angelitos nos estén mirando! ¡Yo soy un cretino y voy a cagarme en las miradas de todo el mundo! (SALE DANDO UN PORTAZO.)

María Rosa: (TOMANDO LA LLAVE CON SATISFACCIÓN.) ¿Oíste, mamá? Es un depravado. Pero no habrá más relajo en tu cama. (APAGA LAS LÁMPARAS, TOMA EL SACO Y LA CARTERA Y SALE. OSCURIDAD TOTAL.)

LA ACCIÓN SE DESARROLLA EN EL MISMO ÁMBITO.
ENTRA UNA MUJER RUBIA CON ASPECTO DE PROSTITUTA DE SEGUNDO ORDEN. ESTÁ MUY MAQUILLADA Y SU ATUENDO ES ESTRIDENTE. FRANQUEA LA PUERTA Y CAMINA MIRANDO TODO CON CURIOSIDAD. JOSÉ ENTRA TRAS ELLA Y DEPOSITA SOBRE LA MESA UNA BOTELLA DE GRAPA QUE ACABA DE COMPRAR.

La Mujer: (SE SIENTA. ) ¡Al fin un lugar donde sentarse! (SE SACA LOS ZAPATOS.) Sólo a mí se me ocurre salir con un tipo que no es capaz de pagar un taxi. 

José: ¿Taxi? ¿Para qué? Sólo caminamos quince cuadras.

La Mujer: Tengo los pies hinchados.

José: No te quejes. A partir de ahora vas a pasarla bien. De esta casa las mujeres salen bien servidas.

La Mujer: (MIRA EN DERREDOR Y GESTICULA CON ASCO.) ¿De este museo?

José: A este "museo" vamos a convertirlo en un bulín bajándonos la botella. Sacate el saco y ponete cómoda. Despelotate toda si querés.

La Mujer: ¡Qué frío! Hacé algo, nene. No estoy acostumbrada a desnudarme en una heladera.

José: Prenderé la estufa. Y si a mi hermanita le sube la cuenta de la luz que llame a Interpol. (ENCIENDE LA ESTUFA.) Serví la grapa nomás, que yo voy a cambiar las "aguas".

La Mujer: (INDIGNADA.) ¿Compraste grapa?

José: ¿Y qué querías? ¿Whisky importado? Ya te dije que no soy ningún magnate. Después de todo, en ese bar de General Flores siempre te vi tomando grapa.

La Mujer: Cuando pago yo.

José: Bueno, bueno, no llores. Hoy pago yo.

La Mujer: No estoy llorando. Y lo único que falta es que ahora pague yo. (SE ACERCA AL DORMITORIO.) ¿Puedo entrar?

José: (SALIENDO DEL BAÑO.) ¿Querés ver la cama? (SE ACERCA A LA MUJER.) Es grande y acolchadita. (ACARICIA A LA MUJER.) Y tengo unas sábanas con los dibujitos de Walt Disney...

La Mujer: (CON MORBOSIDAD.) ¿Es una cama grande?

José: (MANOSEÁNDOLA.) Ya vas a ver lo grande que es. ¿ O no podés esperar y querés verla ahora mismo? 

La Mujer: (SE SEPARA DE ÉL RIENDO A CARCAJADAS.) ¡Primero voy a emborracharme!

José: ¡A emborracharnos entonces! Pero por las dudas dejame cerrar bien la puerta de calle. Puede aparecer la bruja. CIERRA LA PUERTA MIENTRAS LA MUJER BEBE Y CANTA.)

La Mujer: Yo soy la morocha, la más agraciada...(DA UNOS PASOS DE BAILE.)

JOSÉ: Ahora vamos a apagar esa luz de mierda y a hacer salir luz de abajo. (APAGA LA LUZ GENERAL Y EL ESCENARIO QUEDA A OSCURAS. LA MUJER RÍE.) ¿Dónde está mi nena? (TANTEA EN LA OSCURIDAD MIENTRAS LA MUJER CONTINÚA RIENDO DE MANERA ESTRIDENTE. CAEN OBJETOS AL SUELO. HAY EMPELLONES, MÁS CARCAJADAS, ETC. LOGRA ENCENDER UNA LÁMPARA. SE ACERCA A LA MUJER Y LA MANOSEA.) ¿Qué te pareció?

La Mujer: Del montón.

José: ¿Del montón? Pero vos no te das cuenta de nada. Ya vas a ver cuando la tengas dentro.

La Mujer: Mirá cómo tiemblo. (SIGUE BEBIENDO.)

José: Ahora hay clima. No, en realidad no hay clima. Vamos a cambiar la lámpara y a poner luz roja de quilombo. Así nadie extrañará nada.

La Mujer: ¿Lo decís por mí? ¡Parala, che!

José: Lo digo por mí. (SE GOLPEA EL PECHO.) ¡Por mí! Soy un degenerado.

La Mujer: Entonces me quedo tranquila. (ENCIENDE EL OTRO RADIADOR DE LA ESTUFA.)

José: ¿Qué estás haciendo?

La Mujer: Prendí el otro radiador.

José: ¿Pero vos estás loca? ¿Querés que mi hermana me mate cuando tenga que pagar la cuenta de la luz? En esta casa nunca se usa la estufa. (LA APAGA.) 

La Mujer: ¿Para qué la tienen entonces?

José: Para decorar el ambiente.

La Mujer: (RIENDO A CARCAJADAS.) No hay nada que pueda decorar esta pocilga. (ENCIENDE LA ESTUFA.) Ahora no seas rata y dejame calentarme un poco.

José: (LA APAGA DE NUEVO.) ¡Dije que no! Con un radiador basta.

La Mujer: Entonces me voy. ¡Estoy muerta de frío!

José: (ZALAMERO.) Vamos, nena, no seas caprichosa.

La Mujer: ¡Quiero que me traten como corresponde!

José: ¿Pero quién sos vos? ¿La delegada sindical de las yiras?

La Mujer: ¡Tengo frío!

José: Ya me lo dijiste, y yo te dije que estoy bien caliente. Así que será mejor que vayamos a la cama. Pero antes tomate otra copa y vas a ver como parte del frío se va al diablo. (LE SIRVE GRAPA.) La otra parte te la saco yo.

La Mujer: Bah. (BEBE CON AVIDEZ.)

José: (LA ACARICIA.) Qué ancas.

La Mujer: Salí.

José: Dale, dejame sobarte.

La Mujer: ¡Salí, pelotudo!

José: (BURLONAMENTE.) Qué romántica.

La Mujer: Romántica voy a quedar en esta heladera. Y hablando de heladeras...(VA HASTA LA HELADERA Y LA ABRE.) Espero que haya algo para comer. (SACA UN PLATO DONDE HAY CARNE ASADA.) Algo es algo. (DEPOSITA EL PLATO EN LA MESA Y SE DIRIGE HASTA LA COCINA A BUSCAR CUBIERTOS.)

José: No desordenes. Mi hermana puede matarme.

La Mujer: Esto es peor que una dictadura, che. ¿Qué clase de hermana tenés vos? ¿Una milica?

José: Ella mantiene la casa. Por eso controla todo. Además es maniática y sabe llevar la batuta. Yo no corto ni pincho. Así que no tires migas en el piso y no te comas todo el pan. Dejá algo para disimular.

La Mujer: (HABLA MIENTRAS COME, CON LA BOCA LLENA.) Una tiene que comer. Después de todo, soy una pobre mujer que trabaja. Ella sabrá entenderlo ¿verdad? Después vos y yo nos ocuparemos del otro asunto.

José: (ANSIOSO.) Pero el otro asunto...

La Mujer: (BRUTALMENTE.) ¿El otro asunto qué? ¿Ya se te paró?

José: Casi.

La Mujer: (CON BURLA.) Bueno, cuando se te pare del todo empezamos. (COME CON AVIDEZ.) No está mal. (SE SIRVE MÁS GRAPA.) Anoche no levanté a nadie. Anteanoche sí, pero era un tipo que no me pagó, y cuando me puse exigente y lo amenacé con denunciarlo y todas esas cosas, estuvo a punto de darme una movida. Me escapé raspando.

José: Eso pasa por salir con cualquiera.

La Mujer: (SIGUE COMIENDO.) Eso me pasa por andar sola. Dicen que buey solo bien se lame, pero yo no tengo ni pulgas para lamer. Cada día que pasa es peor. En la calle sólo hay muchachos sin plata, y enfermos de SIDA que quieren dártela sin condón, y ratas que se creen que echar un polvo es como lanzar un gargajo a la calle. Pero yo no puedo trabajar por amor al aire. Tengo una hija.

José: ¿Con quién está?

La Mujer: Con mi madre. Pero hay que pasarle plata porque la vieja no está para mantener a nadie. Y aquí estoy yo, pasando las de Caín. (TERMINA DE COMER.) Por suerte había comida. Y estaba rica, che, la milica esa sabe cocinar. Mirá: si la cosa sigue así voy a arrimarme de nuevo al Tito. Era mi guardaespaldas. Bueno, es un decir, se llevaba la gran parte. Pero todo el mundo me pagaba, todo el mundo cumplía con la ley. Y hasta me hacía contactos y a veces me salvaba de la cana. El mes pasado, por ejemplo, estuve presa. Pero no fue por nada grave porque no soy chorra, gracias a Dios. Me llevaron por llevarme, para hacer cupo. ¿Sabés que tienen la obligación de detener a varios desgraciados por día?

José: (ABSTRAIDO.) No.

La Mujer: ¿En qué estás pensando? Ya sé. Querés empezar la joda. Pero dejame tomar un poco de fuerzas. Pensá en la noche que vamos a pasar.

José: Eso de noche es muy relativo. Tendrás que irte antes de las doce.

La Mujer: ¿Así que tendré que irme? No, nene, vos estás loco. Yo no vine a dejarme echar un polvo por la grapa y la comida.

José: Plata no tengo, ya te lo dije. Te pagué varias copas en el bar y te compré cigarrillos y...

La Mujer: (LO INTERRUMPE.) Ya sé que no tenés plata. Alcanza con verte la facha y oírte hablar de tu hermanita. Pero tenés casa y cama. Dame trescientos pesos y dejame pasar la noche aquí.

José: (CON PÁNICO.) ¿La noche aquí? Eso es imposible.

La Mujer: A la pensión no puedo volver hasta que no pague por lo menos una de las semanas atrasadas. Así que dormiré aquí. Mañana será otro día y veremos qué hacemos.

José: ¡Eso es imposible!¡ Te dije que mi hermana es una bruja y una histérica! ¡Nos sacará a patadas, llamará a la policía o nos matará!

La Mujer: Sé defenderme, hijito. En cuanto a vos, a ver cuando te ponés de una vez por todas los pantalones. (SE SIRVE MÁS GRAPA.) Ahora nos vamos a la cama.

José: (MUY NERVIOSO.) ¡No hablo en broma, te lo juro! Tendrás que irte dentro de una hora.

La Mujer: (INDIGNADA.) ¿Y vos pensás que yo voy a despachar el trabajo en una hora? Soy una profesional y voy a hacer las cosas como hay que hacerlas. (CON MORBOSIDAD.) Vamos, sacate los pantalones y la corbatita, mi amor.

José: Dejame quieto, te digo.

La Mujer: (QUITÁNDOSE LA BLUSA.) Vamos, papito, vení.

José: Eso no se hace...

La Mujer: (SEMIDESNUDA.) ¿Venís o no venís?

José: ¿Por qué seré tan débil? (SE ACERCA CON INTENCIÓN DE ATRAPARLA PERO ELLA CORRE RIENDO A CARCAJADAS. ENTRAN AL CUARTO. PAUSA EXTENSA. LA LUZ DESCIENDE GRADUALMENTE. ENTRA MARÍA ROSA. APENAS ABRE LA PUERTA COMPRENDE QUE JOSÉ ESTÁ EN EL APARTAMENTO. APAGA LA RADIO Y LLEVA EL PLATO, LOS VASOS Y LOS CUBIERTOS HASTA LA COCINA. RECOGE LA ROPA Y LOS OBJETOS TIRADOS EN EL PISO Y LOS PONE SOBRE UNA SILLA. EVALÚA CON DESPRECIO LA BLUSA ORDINARIA DE LA MUJER. ORDENA OTROS OBJETOS. SE ACERCA A LA PUERTA DEL DORMITORIO Y LA ENTREABRE. SE ALEJA Y SE SIENTA. SU ROSTRO DENOTA AMARGURA, IRA Y RESENTIMIENTO. PUEDE SOLLOZAR. PAUSA. ENTRA JOSÉ CAMINANDO LENTAMENTE. SE NOTA QUE ESTÁ EMBRIAGADO.

José: Me despertaste.

María Rosa: (CON ASPEREZA.) ¿Cómo entraste aquí?

José: Tengo llave.

María Rosa: Me la diste a mí.

José: Te di una copia, querida. Si fueras más inteligente lo hubieras sospechado. Tengo dos llaves de mi casa, como todo el mundo. Por las dudas.

María Rosa: (CON ODIO.) Sos un cerdo.

José: (YENDO HACIA LA COCINA.) Y vos una cochina.

María Rosa: ¿Qué vas a hacer ahí? Ya ensuciaron bastante.

José: Estoy buscando bicarbonato. Me siento mal del estómago.

María Rosa: ¡No hay bicarbonato! ¡Y decile a esa mujer que se vaya enseguida!

José: No grites.

María Rosa: ¡Grito todo lo que quiero! ¡Estoy en mi casa!

José: (SUBIENDO LA VOZ.) ¡Yo también estoy en mi casa y no voy a permitir que me trates como a un chiquilín!

María Rosa: ¡Decile a esa yira que salga de esta casa!

José: Esa señora va a quedarse a dormir aquí. Y no jodas más. Se terminaron tus órdenes y tus caprichos.

María Rosa: Entonces llamaré a la policía.

José: No me hagas reír.

María Rosa: ¿Que no te haga reír? (CORRE HASTA EL TELÉFONO Y EMPIEZA A DISCAR. ÉL SE ACERCA RÁPIDAMENTE Y LE ARREBATA EL TUBO.) 

José: Si no hay bicarbonato tampoco habrá policía. Firmado: Al Capone.

María Rosa: (GRITANDO.) ¡Prometiste que nunca más vendrías con una de esas! ¡Prometiste y fallaste! ¡Porque vivís mintiendo y ensuciando la casa de los demás de la misma forma en que ensuciaste toda tu vida!

José: (GRITA TAMBIÉN.) ¡Mi vida es mía!

María Rosa: Y mía también. ¿O acaso no tengo que aguantarte? ¡Me pasé veinte años haciéndote la comida y cuidándote cuando estabas enfermo y sosteniéndote cuando estabas deprimido! Lo único que te pedí a cambio fue que respetaras esta casa, que no hicieras esto.

José: Dejame tranquilo.

María Rosa: ¿Cómo podés estar tranquilo con una mujer que vino a robarte? Alcanza con ver su ropa para saber por qué está aquí.

José: Eso no te importa.

María Rosa: ¡Sí que me importa! Apuesto a que te gastaste con ella la poca plata que tenías. ¿Por qué lo hiciste?

José: Porque tengo sangre, testículos.

María Rosa: Hay lugares adonde ir con esas mujeres.

José: Yo nunca tuve guita. ¿O no lo sabés? Nunca tuve un bulín, ni siquiera un apartamento prestado. No soy como esos ricachones que se van a Punta a encamarse con la secretaria en un penthouse de trescientos metros. 

María Rosa: (PATÉTICA.) Me tenés a mí.

José: (CON RABIA BURLONA.) Sí, Virgen María. Te tengo a vos, Santa Madre de Dios. Perdoname los pecados.

María Rosa: (FURIOSA.) ¡No blasfemes!

José: (MIENTRAS SE SIRVE MÁS BEBIDA.) ¡Blasfemo! ¡Blasfemo!

María Rosa: ¡Y no sigas tomando!

José: (CON ODIO.) La próxima vez que me des una orden voy a romperte la cabeza. Y hablo en serio. Porque me harté de pasarme la vida viendo cómo me pisotean. ¡Todo el mundo me puso la pata encima! ¡Vos, y papá y mamá, y los maestros y los patrones, que me tienen sin un peso, dependiendo de vos como un desgraciado! ¡Terminala conmigo! 

María Rosa: (INDIGNADA.) ¿Qué es esto? ¿Quién creeés que sos para gritarme de este modo? (JOSÉ SUBE EL VOLUMEN DE LA RADIO. SE OYEN LOS ACORDES DE UN TANGO.) ¡No subas el volumen!

José: ¡Lo subo todo lo que quiero! De ahora en adelante voy a hacer lo que se me antoje. (SUBE EL VOLUMEN MÁS AÚN. MARÍA ROSA ESTÁ INDIGNADA.)

María Rosa: Los vecinos...

José: (CON DESESPERACIÓN Y FURIA.) ¡Me cago en los vecinos, en vos y en toda la estúpida vida de mierda! ¡Me cago en todo!

María Rosa: Estás loco. (CON ANGUSTIA.) No podemos seguir viviendo de esta manera. Nos desgastamos demasiado. ¡Y no es justo que yo tenga que pasar una noche tan horrible por tu culpa! ¿Por qué me hacés esto?

José: (ARREPENTIDO.) Perdoname por haberla traído. Vos sabés que me gusta enredarme con estas mujeres en mi casa. Es más fuerte que yo. Y tengo derecho ¿no? Si no lo hacía me hubiera muerto.

María Rosa: (CON IRONÍA.) No creo que fuera de amor.

José: El amor no existe.

María Rosa: (CON FERVOR.) ¡Sí que existe y no es esa porquería! Yo siempre te quise. Y mamá nos quiso. Y yo sigo queriendo y recordando a nuestros muertos.

José: (MIENTRAS SE SIRVE MÁS BEBIDA.) ¡Nuestros muertos! Ellos ya no necesitan amor y son más felices que nosotros.

María Rosa: (SUPLICANTE.) No tomes más, por favor. Voy a prepararte el bicarbonato. (SE DIRIGE HASTA LA COCINA.)

José: (CANTA.) El mundo siempre fue y será una porquería, yo lo sé...(SE INCLINA PATÉTICAMENTE.) Gracias, querido público. Muchísimas gracias.

María Rosa: (ENTRANDO.) Tomá. (LE ENTREGA EL VASO CON BICARBONATO. DESPUÉS SE ACERCA AL RETRATO DE LA MADRE QUE ESTÁ SITUADO SOBRE EL APARADOR Y LE HABLA.) ¡En qué se convirtió este mundo, mamá! En una selva. Hay ingratitud e injusticia por todos lados.

José: (CON LA MELANCOLÍA DE CIERTOS BEODOS.) Injusticia, sí. Mucha injusticia. Si habrá injusticia que nunca terminé el liceo. ¿Te acordás por qué? Porque repetí tercer año. Mamá y papá se enojaron y no me permitieron volver. El sueño del hijo médico se les fue a la mierda. Por eso ni siquiera me dejaron ayudarlos en el almacén. Yo era el vago, el inservible, el boludo. ¡A trabajar fuera de casa, burro! ¡A hacerse hombre en la calle, entre las fieras! Y así me fue. (PATÉTICO.)Gracias papá. Gracias mami. Que en paz descansen. (BREVE SILENCIO.) Y a vos no te fue mejor. No olvides que te metieron en la insulsa cama de tu marido. (PAUSA. SE CONTIENE PORQUE ADVIERTE LA ANGUSTIA DE MARÍA ROSA Y COMPRENDE QUE NO DEBE GENERAR MÁS VIOLENCIA. SE SIRVE BEBIDA. CAMINA REFLEXIONANDO. AHORA LE HABLA CON TERNURA.) El día de tu casamiento estabas muy linda, María Rosa, y yo, que ya me sabía condenado a ser un viejo solterón, te envidié mucho pero también te deseé toda la felicidad del mundo. (DESGARRADO.) Pero no hubo felicidad en ninguna parte. (BREVE SILENCIO.) Los hermanos deberían vivir en casas separadas y verse solo en la Navidad, en año nuevo y en el día de los muertos. (CANTA.) Gime, bandoneón, tu tango gris...(SE DIRIGE A SU HABITACIÓN.)

María Rosa: ¿Adónde vas?

José: A despertarla. Querés que se vaya y se irá.

María Rosa: No, no te vayas, esperá un poco. Estoy muy nerviosa y no quiero quedarme sola.

José: (SE ACERCA A ELLA AMENAZADOR.) Vas a quedar sola porque yo voy a irme de esta casa. Se acabarán mamá, papá, tu marido, las viejas historias. ¡A tu lado, y por culpa de todos esos muertos, yo nunca viví!

María Rosa: (CON AMARGURA Y RENCOR.) Que diga la que está en el cuarto si vos no viviste. Yo, en cambio...

José: (LA INTERRUMPE CON IRA.) ¡Esa mujer y las otras nunca significaron nada para mí! Ahí está, dormida. Cuando la besé no abrió los labios.

María Rosa: (MOLESTA Y HERIDA.) ¡No me interesa oír esa historia!

José: (LA DETIENE GRITANDO.) ¡Le molestaba besarme! ¡Y en ningún momento de la noche sintió placer!

María Rosa: (GRITA CON DESESPERACIÓN.) ¡No quiero oírte!

José: (GRITA CON MÁS FUERZA.) ¡Entonces de qué carajo estás hablando? ¿Qué diferencia hay entre lo que yo hago y tu vida desdichada y estúpida? ¡Vos sos como todos los frustrados, que creen que sólo los demás son felices! ¡Pero no es así! ¡Porque en este mundo de mierda no hay felicidad en ningún lado! ¡Y hasta los de arriba, los que viven como reyes gracias a vos y a mí, mueren como chinches y echan pus y sangre! (MARÍA ROSA SOLLOZA. ÉL SE CONMUEVE. LA MIRA CON PIEDAD, SE ACERCA Y LE BESA EL CUELLO.) Perdoname. No quería hacerte llorar.

María Rosa: (CON ANGUSTIA Y TERNURA.) Vos también perdoname si a veces me pongo así, si te cuido demasiado, si soy violenta. Pero ni tu vida ni la mía son desdichadas o estúpidas, como vos decís. La vida de nadie lo es. Y si soy un poco pesada es porque quiero que vivamos un poco mejor, que seamos más felices. (JOSÉ SE ALEJA LENTAMENTE. LA LUZ EMPIEZA A DECLINAR.)

José: (CON INTENSA MELANCOLÍA.) ¿Recordás que ibas a oírme cantar en aquel club del Reducto? Yo subía al escenario y la gente me aplaudía a rabiar... (CANTA CON ANGUSTIA Y CON UNA VOZ QUE LA EMOCIÓN QUIEBRA GRADUALMENTE.) Qué noche llena de frío y de hastío/ el viento trae un extraño lamento/ parece un pozo de sombras la noche/ y yo en las sombras camino muy lento./ Mientras canto la garúa se acentúa con sus púas en mi corazón./ Y en esa noche tan fría y tan mía pensando siempre en lo mismo me abismo/ y por más que quiera odiarla,/ desecharla y olvidarla la recuerdo más./ Garúa, solo y triste por la acera...(SE DETIENE SOLLOZANDO CON DESESPERACIÓN.)

María Rosa: (SE ACERCA LENTAMENTE. CON PROFUNDA TERNURA Y AMOR.) Feliz cumpleaños, José. (SE ABRAZAN ESTRECHAMENTE. DESPUÉS EMPIEZAN A GIRAR CON IMPRESIONANTE LENTITUD AL COMPÁS DE LA MÚSICA DE "GARÚA" MIENTRAS LA LUZ SIGUE DECLINANDO.)


Montevideo, 1987.

Ricardo Prieto

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