El retrato del Sargento Gómez de los "33 Orientales" |
No esperaba, en verdad, a esta altura de mis estudios de iconografía histórica, que aun fuera estación para un hallazgo extraordinario como el que informa el descubrimiento del retrato de uno de los audaces patriotas desembarcados en la Agraciada el 19 de abril de 1825. El tema, semejaba un tema agotado ya, y agotado no de data cercana sino, antes bien, desde los muy lejanos días en que Blanes, hace setenta años, se documentaba con prolijidad y tesón característicos, para iniciar la pintura del famosa lienzo en que su pincel maestro eternizó el juramento de Lavalleja y su destemido grupo de compañeros. En justicia cabria decir que Blanes no buscó el retrato en cuestión pues en la lista que le servía para guiarse, el nombre de Gómez hallábase omitido. Y ha sido, todavía un libro mío, el que por incidencia provocó o determinó el hallazgo, justificando -con hechos- mi afirmación adelantada en 1928, en la página de la Iconografía del General Rivera, donde aludo a que, algunas veces, cualquier accidental lectura despertando un recuerdo o avivando una curiosidad hace que se ponga mano en un documento histórico olvidado o pospuesto. En el caso en cuestión el milagro lo ha realizado la noticia sobre la vida de Tiburcio Gómez, el último de los Treinta y Tres, que se registra en las "Fichas para un Diccionario Uruguayo de Biografías", contenidas en número de 550, en los dos últimos tomos de los Anales de la Universidad que recién acaban de publicarse. La ficha correspondiente al soldado de la Patria, muerto de 87 años, en Montevideo el 14 de agosto de 1892, "entre la indiferencia del gobierno y del pueblo", como lo hiciera notar Carlos M. Ramírez, concluye con este párrafo: "No existe imagen gráfica original del veterano servidor. L os amigos, como el Dr. Luis Melián Lafinur, que miraron por los últimos años de su vejez pobre, en el rincón de la calle Yerbal, donde vivía, no tuvieron la precaución de llamar a un fotógrafo para que le sacara el retrato. Pero el retrato existía sin embargo. Algún otro amigo, conocido y protector del cruzado del año 25, había tenido la previsión de fotografiarlo, con la ventaja de que ese retrato, hecho, según cálculos razonables por el año setenta y tantos, lo tomara casi inválido y anciano, desde luego, pero sin tocar aún el limite de una vejez extrema. |
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La tarjeta fotográfica donde Gómez está de pie, apoyado en una muleta y en un bastón, lleva en la parte inferior las indicaciones; Soumastre - Fotógrafo - 152- San José -152. Mercedes, y de su autenticidad absoluta certifica la leyenda, grabada en el propio negativo: El sargento Gómez viste una humilde indumentaria criolla de época, donde el chiripá es la pieza más característica. Camisa y calzoncillo blancos, chaleco, cinto de cuero (de los llamados de bolsillos) y amplio sombrero con barbijo. De la muñeca izquierda cuelga un rebenque, lo que lleva a pensar que fue a caballo como llegó a lo de Soumastre para hacerse retratar, a despecho de lo que pudieran fallarle las piernas. De fisonomía abierta y casi sonriente, tiene la cara llena de carnes y sin pronunciadas arrugas, y el pelo largo aparece todavía gris, aunque el bigote y la barba sean blancos. Aceptando una fecha hipotética de fines de la década 70 del siglo pasado, Gómez, cuando lo fotografiaron, regularía 72 o 73 años. A poco del desembarco de la Agraciada se le destinó al Regimiento de Dragones Libertadores, siendo actor en la batalla de Sarandí el 12 de Octubre de 1825, y cuando el 19 de julio de 1826 formóse el Regimiento Nº 9 de Caballería sobre la base de dos escuadrones de la primera unidad, Gómez continuó sus servicios en la nueva, bajo las órdenes de Manuel Qribe, hasta caer prisionero de los Imperiales durante el sitio de Montevideo, cuando ostentaba jinetas de sargento 1º. Devuelto a la libertad al ajustarse la Convención de Paz de 1828, gestionó y obtuvo el premio que acordaba la ley da 14 de julio a los bizarros cruzados del 19 de abril. Pasó luego a vivir a su país, siendo dado de baja del ejército y no vino más a la república hasta 1862. En ese tiempo presentóse solicitando de la autoridad militar nuevos recaudos que atestiguasen su calidad de integrante de los Treinta y Tres, por habérsele extraviado los expedidos tantos años antes. Para las probanzas del caso sirviéronle de testigos los antiguos compañeros Tenientes Coroneles Atanasio Sierra y Ramón Ortiz y los alféreces Carmelo Colmán y Juan Acosta. Acreditadas la identidad y los servicios, otorgósele la cédula que pedía con fecha 26 de setiembre de 1862 en su clase de sargento primero. El itinerario de vida de Tiburcio Gómez es difícil de rehacer, tratándose de un hombre carente de carrera militar y de una existencia desarrollada dentro de modestísima esfera social, sin que por su lado, a lo que parece, acostumbrase a poner por delante su calidad histórica. El retrato sacado en Mercedes que certifica cuando menos una estada, podía demostrar también una residencia más o menos prolongada en aquellas tierras, cuya averiguación corresponde a los estudiosos de historia de Soriano, entre los cuales está nombrado mi amigo Juan S. Soumastre Doblas. Es raro que el retrato de Gómez, con su leyenda, del cual deben haberse impreso cantidad de copias, haya permanecido ajeno a toda pesquisa hasta el momento, en que leyendo mis Fichas Biográficas, el capitán de Navío Carlos A. Olivieri, creyó acordarse que algo, relativo a Gómez, parecía obrar entre los documentos de archivo y piezas fotográficas todavía sin ordenación definitiva, de pertenencia de Don Juan H. Soumastre, Jefe Político, Gerente de Banco y caracterizado ciudadano mercedario, fondos obtenidos gracias a la cortesía de su viuda la señora Pascuala Irastorza de Soumastre. No lo engañaban al capitán sus recuerdos, pues, entre las fotografías que esperaban catalogación y sitio propio estaba efectivamente el retrato, perfectamente conservado, del sargento 1º Tiburcio Gómez, uno de los Treinta y Tres, que hoy se ofrece como primicia histórica a los lectores del "Suplemento". Hay buenos motivos para creer que Don Juan Soumastre no haya sido ajeno a la obtención en la galería de un pariente de la fotografía de Gómez, y que tal vez se tratara de una iniciativa suya, teniendo en cuenta la constante dedicación que tuvo por todas las cuestiones atinentes a nuestro pasado histórico, perteneciéndole, como le pertenece, la iniciativa recordatoria del Grito de Ascensio, y sus prolijos afanes en pro de la erección del monumento alzado actualmente en la plaza principal de la ciudad de Mercedes. |
por José María Fernández Saldaña
Suplemento Dominical El Día s/f cedido por un coleccionista, de su archivo
personal en el año 2003
y escaneado por mi, editor de Letras Uruguay.
Ver, además:
Extracto del prólogo a "La Cruzada de los 33 Orientales" - La gran jornada, por Elisa Silva Cazet (Uruguay)
Cuadro de los antecedentes de la Convención preliminar de paz de 1828 - La Cruzada de los Treinta y Tres Orientales -
El génesis de la cruzada, por Eduardo Acevedo (Uruguay)
Lavalleja - Discurso pronunciado en la plaza de la ciudad de Minas, el 12 de octubre de 1902,
al inaugurarse la estatua ecuestre del General Juan Antonio Lavalleja, Jefe de los Treinta y Tres, por Juan Zorrilla de San Martín
(Uruguay)
Lavalleja el Oriental vencedor de la Batalla de Sarandí, por Luis A. Martínez Menditeguy (Uruguay)
Manuel Oribe, por Luis A. Martínez Menditeguy (Uruguay)
Blanes: El cuadro de los 33 Orientales por Eduardo de Salterain y Herrera (Uruguay)
La bandera de Los Treinta y Tres poema de Calisto el Ñato (Alcides de María)
José María Fernández Saldaña en Letras Uruguay
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