Museo Nacional de Artes Plásticas

La obra de Rafael Barradas

Crónica de Eduardo Vernazza

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XXXIX Nº 2047 (Montevideo, 19 de octubre de 1972) ,pdf

Nº de Inventario: 3131
Título: Autorretrato
Artista: Rafael Barradas (1890-1929)
Técnica: Óleo sobre cartón
Medidas: 62 x 51 cm
Realizado: 1923
Ubicación: Museo Nacional de Artes Visuales

El Museo Nacional de Artes Plásticas, ha ofrecido un panorama completo de la extensa y variada obra del gran pintor nacional Rafael Barradas.

La investigación y organización de esta muestro le fue encomendada al critico de arte, arquitecto Fernando García Esteban.

Rafael Barradas nació en Montevideo en 1890, y falleció en esta ciudad en 1929. Luego de iniciar sus actividades como pintor y dibujante en el Uruguay en donde destacó sus amplias virtudes en diversas escalas: caricatura, dibujo, pintura, y realizar una obra en la cual ya podía predecirse su brillante porvenir, radicó en España (Madrid y Barcelona).

Barradas, con su talento, se abrió paso en aquel ambiente, en el cual se iniciaban las luchas del Futurismo y Cubismo. Su gran inventiva e imaginación, coincidieron con dichos movimientos a los que dotó de una especial vivencia. Su audacia, y la dosis de rica versación en la interpretación de tales teorías, le valieron ser tenido en cuenta en los centros de arte, en que aún las nuevas etapas modernas estaban en sus primeros pasos.

Barradas sintió fuerte aliciente en las nacientes formas expresivas.

Descubrió que se avenían totalmente a su estilo de dibujo. Sus imágenes, le abrían horizontes, siguiendo fielmente los dictados de su instinto infalible.

El extraordinario dibujo, su sentido total de la composición, le sustrajeron a rebasar las estructuras y llegar a la expresión informal pura.

Siempre tuvo delante, y como principio, la figura rectora de la cual surgían los elementos adicionales, o mejor, complementarios de ese raro sentido de !a composición.

“En el primer Salón de Otoño organizado por Eugenio D'Ors (investiga el crítico y autor de “Las artes plásticas del Uruguay”, don José Pedro Argul) en Madrid, 1924, la obra de Barradas tiene destaque en la invitación en el juicio. Está junto a Gutiérrez Solana, Juan Gris, Daniel Vázquez Díaz, en la sala V de ese Salón".

Ello da la pauta de la importancia asignada a nuestro pintor.

Tuvo Barradas una expresión muy personal de dinamismo que entraba a formar parte de la plástica de entonces. Su más neta asimilación se volcó en auténtica creación. Sin evadir las teorías que le inquietan y su toma en la faceta experimentadora, Barradas sigue su ruta con una seguridad extraordinaria. No deja que el dibujo se pierda dentro de los límites que su estilo le impone.

No abandona esta fortuna que tiene en sus manos. Por el contrario, recoge, vagando por los pueblos, esos hombres y mujeres que él percibe ya como modelos estables de una época. Los reviste de carácter en su dibujo firme. Con la misma disciplinada libertad conque trazó antes sus apuntes.

El destino le deparó este encuentro. Los personajes justos, que se debían a su concepto y a su humana sentencia. Quita los ojos que solamente trata en su contorno exterior) como factor individualizante de un símbolo universal".

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Comenzó en a caricatura con el más alto sentido: ágil trazo, concretando la característica del personaje. Los dibujos que realizó luego en España, especialmente de Catalina Bárcena y Margarita Xirgu, lo confirman. Su genio para componer, su creación, y su invención adelantando caminos, muchos de los cuales quedan truncos por su muerte joven (37 años), establecen su nombre en la ilustración, el cuento, el poema y el teatro, para el cual realiza escenarios notables y audaces.

Antes de viajar dejé acá en 1912 una prueba cabal de su talento: “Los emigrantes”. Un cuadro colorido. con severo dibujo y estilo español. Tenia ya la percepción del punto caliente, en ese rojo que lleva !a mirada a través de toda la zona ligeramente trazada en verde oliva. Visita algunos países de Europa. Es en España donde halla el lugar adecuado para establecerle.

Entre sus muchas obras que se exhiben en la muestra, están sus historietas e ilustraciones para niños. Una gracia sutil y un dibujo especialísimo.

Inventó nuevas formas para presentar al niño el milagro de los títeres y de los personajes fantásticos.

Al mismo tiempo siguió en su taller, una obra que estilizó, concretó y llegó a completarse con raíces humanas, en la culminación de los que tituló “Magníficos”. Nacidos de sus apuntes tomados en sus andanzas por los caminos, las cantinas, los barrios y aldeas, emergen con grandeza, en la cual la fuerza se ve on las manos que agranda, en los pómulos salientes, y en la firme plasticidad de su externa vestidura, que enmarca la severa visión interior, en la simplicidad y sencillez de los tipos que trata.

Barradas en sus últimos años aborda la abstracción. Pero no se desprende del principio figurativo que prevaleció —repetimos— durante toda su vida de pintor con marcada y elocuente riqueza de línea. Deja la pintura la ligazón de los pasajes, y realiza entre muchos otros, tal vez su mejor cuadro: “La adoración de los reyes magos”.

La mística acompaña su estado espiritual. Hipersensibilizado por la enfermedad que galopa ya, se inclina a las armonías grises, a las musas religiosas. El mismo tal vez ya lo es. La composición se hace en ritmos circulares, enlazados. De la zona de luz van surgiendo los tonos que se pierden en las sombras. La expresión es pura. La fuerza de aquellos tipos queda ahora limitada a la del espíritu. '“La virgen y el niño" y otros cuadros, atestiguan su última época, en que parecería ver entre nubes las formas que se van diluyendo de su dibujo.

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Los "Estampones Montevideanos” conforman una serie que se adelanta al historial de románticas aristas. Evoca al 1900 con aguda percepción de los personajes, con su siempre admirable composición, que es su gran signo plástico.

Recordación que queda impresa con la visión imaginativa, el ritmo de los espacios, y la sensibilidad añorante de un artista que crea en la fantasía de sus imágenes la realidad de una época.

Barradas llegó a destacarse, como dejamos sentados ya, en el ambiente más importante relativo a la nueva pintura radicada en España.

Su prestigio se fue consagrando a través de sus obras, de sus investigaciones plásticas, y en la función personal, que aplicó a aquellas vertientes que renovaba constantemente la básica estructura de la pintura. Viendo algún cuadro suyo de dicha evolución nos acerca fácilmente a Severini, pero es solo un impulso coincidente.

El movimiento que el futurismo importo para desenvolver una pintura dinámica, y el cubismo, que mas geométrico, implicaba la severa disciplina de los planos, Barradas lo concibió con una latente necesidad para sus modernas concepciones. Si tomó la teoría, la desarrolló con fundamento personal. De acuerdo a lo que su imagen traducía en los elementos propios y en la temática suya.

Las letras y los números aparecen en sus cuadros componiendo, con la figura y los objetos, una combinación que por momentos parece dislocada del orden que aquellas escuelas preconizaban.

Sin embargo, Barradas no evade ninguna de las responsabilidades, sino que las resuelve libremente, livianamente. Sus cuadros no parecen de ninguna manera y nunca abarrotados, con abuso de planos o detallistas del mismo proceso. Sino que la experimentación está de acuerdo a la expresión. Prefiere cambiar de motivo antes que aplicar fuera de radio una nueva intención plástica. Por ello crea en sus tipos, y sobre todo en las composiciones, nuevas interpretaciones que descubren el simultaneísmo sobrepuesto o en espiral, en escala, o en estructura, pero jamás en apretada o confusa sensación pianística. Ni siquiera en la doble integración; Perfil-frente (Picasso). Su paleta varía. Si sus “Magníficos” prefieren la armonía de grises hasta llegar a lo marmóreo, escalando el dibujo en síntesis de grandeza, es menester internarse en sus pequeñas obras, las que produce con coloridos frescos y alegres. Sin tortura en ninguna de sus variadas experimentaciones.

Sus retratos de familia, generalmente la esposa, la hermana, los amigos, se vinculan por el espíritu transparente que aflora de la concreción de la línea, que se interna muchas veces para descifrar con gracia y serena libertad, soluciones difíciles, que caben dentro del certero don de reunir sus planos.

Los títeres, los escenarios armados, los bocetos, cartas y fotografías, las tiras cómicas para niños, los libros, y los poemas ilustrados, lo que llamaríamos “caprichos", de gracia sutil, y todas esas páginas que fueron las horas de los escasos treinta y siete años quo vivió el artista, terminan por imponerse como elementos creativos, que cumplieron la misión noble de un espíritu artístico por demás enlazado a la pintura moderna universal.

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