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Perú o el resplandor secreto.
Tercera parte: La narración y sus laberintos

Marcia Collazo Ibáñez 
collazomarcia@gmail.com

 

Hemos hablado, en anteriores artículos, de las formas de la memoria en las culturas andinas. En ellas, además de la tradición oral, existen otros muy variados recursos para evocar el pasado y dar cuenta del universo.

Cusco eterno
hecho de piedra
y sobre piedra.
Tu historia no acaba,
tu nombre no muere.

Hermógenes Rojas Sulca

Pintando y tejiendo el mundo

Eso, que permanece en el mundo de los seres humanos con una extraordinaria fuerza, y que no pasa por la grafía tal como la concebimos, debería constituirse en materia de profunda reflexión para nosotros, especialmente si se tiene en cuenta que en nuestra propia cultura occidental asistimos al despliegue de modos de comunicación virtuales no imaginados hasta hace poco tiempo.

La iconografía andina sobre tablas, y también sobre paños o lienzos, mediante los cuales se representaban pasajes de la historia del pueblo, es una práctica realizada las comunidades humanas, desde los más remotos tiempos.

Los primeros antecedentes que conocemos son los dibujos realizados en las cavernas prehistóricas, a los que hemos dado el nombre de arte rupestre, olvidando que, aunque evidentemente sean arte, su función debe haber sido muy puntual y específica. Si en ese caso estamos, probablemente, frente a la desesperada apelación a la representación como medio alternativo, y también mágico, de obtener alimento y perpetuar la vida, en el caso de las tablas andinas estamos frente a uno de los medios de conservación y narración de sucesos históricos que nos recuerda a las pinturas del antiguo Egipto, o a las tablillas sumerias.

En el caso de la cultura andina, según algunos cronistas, las tablas,

El Cusco

lienzos y tapices eran almacenados y custodiados (como verdaderos documentos y medios de información que eran) en un sitio denominado Poquen Cancha, y se sabe que el Virrey Toledo (tristemente famoso por haber ordenado la ejecución de Tupac Amaru I o Titu Cusi Yupanqui, último monarca de la dinastía) envió a Felipe II cuatro paños pintados que ilustraban la vida de los incas, agregando por carta del año 1571 que aunque los indios pintores no tenían la curiosidad de los de allá (frase que, traducida, vendría a ser algo así como aunque estas pinturas no tienen la calidad ni el interés de las de España, porque están hechas por indios ) no por eso dejaban de ser dignas de lucirse en alguno de los muros de palacio, aunque más no fuera a guisa de trofeo.

La tercera manera que tenían las culturas andinas de registrar su memoria histórica era el quipu, ingenioso instrumento consistente en un haz de cuerdas o cordones de diversas alturas y colores, a los que se les practicaba determinado número de nudos. Los códigos de información eran elaborados según el color, el largo de la cuerda y la cantidad de nudos en cada una. Varios cronistas e historiadores señalan que los quipus eran empleados para los más variados fines: para datar cosechas, períodos estacionales, número de ganados, y también para recordar determinados episodios o sucesos considerados trascendentes.

Traduttore, traditore

A esta altura, después de haber mostrado de manera somera variados medios de registro de la memoria colectiva, deberíamos volver a nuestras consideraciones, o mejor dicho, a nuestras interrogantes del primer artículo de esta serie. Habíamos apuntado, en efecto, que así como el proverbio italiano enuncia aquello de traduttore, traditore , así también la traducción de toda esta memoria oral a la grafía castellana, según el leal (o desleal) modo de saber y entender del cronista de turno, provocó una serie de galimatías, contradicciones, yerros, infamias y oscuridades sobre la historia de las culturas andinas que está lejos de haber podido repararse; y que tal vez, jamás podrá ser reparada.

Eso es un poco lo que pasa cuando miramos, por ejemplo, algún grabado español sobre la conquista, que por lo común pretende ilustrar a los europeos acerca del aspecto y vestimenta de los habitantes del Nuevo Mundo: vemos por lo general unas figuras que, en el mejor de los casos,  recuerdan vagamente algún scorzo italiano, según el dibujante haya tenido mayor o menor pericia con el lápiz; los miembros, el tronco y aun los mismos rasgos no suelen ser una fiel reproducción de la realidad, sino más bien una reiteración de rasgos europeos, con reminiscencias de arte renacentista, y hasta parece advertirse en algunos, una cabellera llena de bucles.

El intérprete ha visto, en el fondo, lo que él mismo quiere ver, o ha plasmado su peculiar concepción estética, o ha tenido el temor de ofender a los destinatarios de su obra, de manera que procura disimular los verdaderos rasgos de los indios. A veces los representan (y éste es el otro extremo) como auténticos monstruos, con uno o tres ojos, con varias piernas, enormes cabezas y afilados colmillos. Todo se reduce, en última instancia, al hecho de que el europeo no compartía los mismos códigos de interpretación del mundo que el indígena, y viceversa.

Cada pueblo recuerda lo que desea recordar, y lo hace a su manera; por otra parte, las numerosas perplejidades a las que nos enfrentamos cuando analizamos un códice maya,  o una pintura incaica, provienen del hecho de que los pueblos precolombinos no necesariamente recogían los acontecimientos en un riguroso orden de sucesión histórica o secuencia numérica. ¿Era necesario, esperable o incluso razonable, que eligieran recordar el mundo a la manera europea? Y, por otra parte, ¿recordaban de acuerdo a los patrones de veracidad, adecuación a la realidad, coherencia y proporción que nosotros, los herederos de las concepciones grecolatinas, estamos acostumbrados a designar como criterio supremo de verdad?

Te cuento lo que quieras oír.

Los historiadores señalan que existía una costumbre cusqueña (podría decirse que existe todavía) de omitir expresamente, con manifiesta intención, todo dato de la realidad que pudiera llegar a molestar al amo, al señor, al curaca, al Inca; en fin, a toda autoridad a la que se halle sometido el informante. Esta costumbre, cuyo origen se remontará tal vez a las primeras teocracias preincaicas, era de todos conocida y respetada, lo cual debe relacionarse con lo que  expresado acerca de los disímiles criterios del indígena sobre la realidad y la verdad, el tiempo histórico secuencial y el otro tiempo, el de su propia concepción del cosmos.

Se llegaba al extremo de ignorar la existencia de ciertos Incas que habían precedido al que estaba de turno, en caso de que el recuerdo de esos gobernantes anteriores molestara por algún motivo al nuevo soberano. Con el tiempo, la omisión echaba raíces y el olvido se adueñaba definitivamente de las cosas y de las personas. Con el tiempo, por tanto, lo querido o no querido, se transformaba en acontecido o no acontecido, es decir, en algo parecido a la realidad, sin serlo. No obstante, la omisión no era absolutamente irreparable, ya que existía una especie de válvula de escape o salvaguarda: los miembros de los ayllus afectados por la información sesgada o suprimida, tenían el derecho de guardar, aunque ocultas, sus propias tradiciones.

Lo mismo ha de ocurrir, después de la conquista, respecto del nuevo amo , que no era otro que el español, venido a las Indias después de una lucha de casi siete siglos contra los moros. Este nuevo amo era un ser marcadamente intolerante, que había inventado, o estaba en vías de inventar, el terrible mecanismo de la Inquisición, cuyas dañosas consecuencias para el nuevo y para el viejo mundo no han sido ponderadas aún en forma suficiente. Este amo estaba acostumbrado a convivir con otras culturas (como es el caso de los moros y de los judíos) pero, paradójicamente, creía haber recibido el mandato inapelable de arremeter contra ellas y, de ser posible, destruirlas.

El nuevo amo era, así, señor y verdugo, inquisidor y mesías, receloso y autoritario, astuto e hipócrita, habituado en un largo ejercicio de luchas por el poder a ocultar, hasta que la oportunidad fuera propicia, sus verdaderas intenciones. Ante ello, ¿podía el indígena revelarle, así como así, todos los secretos de su cultura, de sus costumbres, de sus dioses, habiendo visto ya como pensaba y, sobre todo, como actuaba? Sumemos a ello la costumbre de omisión ya señalada, y podremos advertir las razones por las cuales el indio se cuidó de brindar al español gran parte de la información que éste, de buena o mala fe, le requería.

En conclusión puede inferirse que entre los incas y preincas existía un modo muy peculiar de trastocar los acontecimientos, y por ende los recuerdos, lo que, sumado a la ausencia de escritura, podría explicar buena parte de las contradicciones y confusiones que parecen surgir  de las diversas crónicas, tanto de las transcripciones españolas como de los documentos  indígenas. Ello también explicaría la tergiversación de los hechos, realizada por los propios cronistas, motivada en su afán de corregir los documentos, y en la particular manera de ver el mundo de los españoles. Se trata de un dato no menor que debería servirnos no solamente como una prevención metodológica a la hora de abordar el análisis del mundo y la cultura andina, sino también para contribuir a despejar muchos de los equívocos y prejuicios que subyacen agazapados debajo del problema.

Bibliografía:

Garcilaso de la Vega, Inca. Comentarios Reales de los Incas. Emecé Editores. Bs. As. 1943/1609.

Lumbreras, Luis. De los pueblos, las culturas y las artes del antiguo Perú. Lima. 1969.

Molina, Cristóbal de. Relación de las fábulas y ritos de los incas. Madrid: Historia 16. 1988.

Rostworowski, M. Historia del Tahuantinsuyu. IEP. Instituto de Estudios Peruanos. 1999

Sharpe, Jim. Burke, Peter. Formas de hacer Historia. Alianza. Madrid, 1999.

Mamani Condori, Carlos. Metodología de la Historia Oral. Ediciones del THOA (Taller de Historia Oral Andina). Chukiyawu. La Paz. Bolivia. 1989.

Hernández Sandoica, Elena.Tendencias historiográficas actuales. Escribir Historia Hoy. Akal.

Ver:

Perú o el resplandor secreto - Primera parte: Narrar para no morir

Perú o el resplandor secreto - Segunda parte: El eco de la inmortalidad

Perú o el resplandor secreto - Cuarta parte: Reflexiones en torno a Machu Picchu: ¿101 años de qué?

Marcia Collazo 
collazomarcia@gmail.com

Publicado, originalmente, en "Bitácora", de la Agencia Uruguaya de Noticias Uy.press - Montevideo

19 de diciembre de 2013

Link: http://www.uypress.net/uc_47310_1.html

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