La filosofía en su historia y mediaciones
8. Tendencias
fundamentales de la filosofía moderna: empirismo y racionalismo.
Representantes por Dra. Rita María Buch Sánchez
Gentileza, para Letras-Uruguay, del Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo |
Este
tema reviste especial significación, pues abarca el surgimiento de la
filosofía moderna burguesa en el siglo XVII y la polémica entre
empirismo y racionalismo como tendencias fundamentales del pensamiento
filosófico moderno. Por la amplitud de su contenido, requiere de un
riguroso ordenamiento metodológico, que se corresponda con la lógica del
tema tratado, pues todos los pensadores que lo componen son de primer
orden en la filosofía moderna y presentan concepciones complejas, amplias
y profundas, que sólo podrán ser comprendidas en su conjunto. Debe
prestarse particular atención a los fundadores del pensamiento moderno
burgués: Francis Bacon, iniciador del empirismo y, René
Descartes, padre del racionalismo moderno, así como a la polémica
que ambos pensadores inauguran en cuanto al problema del método de
conocimiento, pues de aquí se derivan las futuras concepciones que
encontramos a lo largo del siglo XVII. Se deberá atender en este tema a los siguientes aspectos: - EL surgimiento de la filosofía moderna: Presupuestos de partida. La búsqueda
de un método de conocimiento
universalmente válido. La polémica entre racionalismo y empirismo. - El problema del método en Francis
Bacon. El Nuevo Órgano. La crítica
a la Escolástica y a la lógica aristotélico-tomista. La teoría de los
ídolos. Carácter inductivo-experimental del método baconiano. - El problema del método en René Descartes. El Discurso del Método.
La razón como facultad genérica humana. La duda metodológica.
Significación del “Cogito” cartesiano. - Thomas Hobbes como sistematizador del materialismo baconiano. Sus
concepciones sobre el cuerpo, el hombre y el ciudadano. El nominalismo. Su
teoría sobre el estado: “El hombre como lobo del hombre”; el
“contrato social”. - John Locke y las nuevas perspectivas del empirismo. Significado de su
obra Ensayo sobre el entendimiento humano (1690). El problema del
origen, posibilidades,
validez y límites del conocimiento humano. El nominalismo. Definición de
la sustancia en general, como el “supuesto soporte o sostén de las
cualidades de los objetos”. Implicaciones escepticistas de esta definición. - El idealismo subjetivo de George
Berkeley. El tránsito al idealismo
objetivo. Su defensa de la religión y sus ataques al materialismo y al
ateísmo. Los objetos como “colecciones de sensaciones”. Implicaciones
filosóficas de su postura. - El idealismo subjetivo de David
Hume. Su empirismo sicologista-asociacionista.
Principios sicológicos de asociación de ideas. Concepciones sobre la
causalidad, el tiempo y el espacio. Escepticismo y agnosticismo como
consecuencia de su empirismo extremo. - El problema de la sustancia en Benito
Spinoza. Su monismo naturalista.
Identidad Sustancia – Dios - Naturaleza. El panteísmo. Concepciones
sobre el conocimiento. - El idealismo objetivo de G. Leibniz y su concepción pluralista y
pansiquista de la sustancia. Las mónadas como átomos espirituales o
puntos de energía: Propiedades y características. La “percepción” y
el “apetito” de las mónadas. Elementos dialécticos en su concepción
del mundo. Sus concepciones sobre el conocimiento. Crítica al empirismo
de Locke. Verdades de hecho y Verdades de razón. Por
último, deberá hacerse mención a los rasgos que adquiere la filosofía
moderna a partir del siglo XVIII. Este es el siglo del Iluminismo, que
estará signado por la Ilustración,
como movimiento ideológico y cultural de carácter heterogéneo que abarcó
a los principales países de Europa occidental. No obstante, tuvo una
mayor resonancia en Francia, por constituirse en el marco de la preparación
ideológica para la Revolución Francesa, alcanzando en ese país matices
particularmente radicales. Para estudiar este movimiento, se hace
necesario señalar lo que representó en su contexto histórico-social. Es
importante hacer referencia a las raíces sociales del mismo, como un
producto del desarrollo europeo. Después de esta precisión, pueden
estudiarse los representantes más destacados de la Ilustración francesa,
sin descartar los valores de la Ilustración europea en general. Debe
señalarse la importancia de la Enciclopedia y el Materialismo Francés,
con sus exponentes: Diderot, La Mettrie, Helvecio y Holbach, los cuales
deben ser estudiados a partir de sus concepciones materialistas
mecanicistas e incluso ateístas, que los han ubicado en la denominada
“ala izquierda” de la Ilustración. Asimismo,
debe tenerse en cuenta, la importancia de otros destacados pensadores de
la Ilustración, los “deístas”, que tradicionalmente han sido
ubicados en la llamada “ala derecha” de este movimiento, quienes
aportaron importantes ideas en el campo de la filosofía. Entre ellos se
destacan particularmente Montesquieu, Voltaire, Condillac y Rousseau. CARACTERIZACIÓN
GENERAL DEL SIGLO XVII. Desde
el punto de vista histórico, se le denomina Edad Moderna al período que
transcurre entre 1453 (fecha de la caída de Constantinopla en poder de
los turcos, lo que significó la desaparición del Imperio Romano de
Oriente) hasta 1789 con el triunfo de la Revolución Francesa. Se
podría entonces considerar que el Renacimiento pertenece a la Edad
Moderna. Sin embargo, es necesario precisar que este importante período
de tránsito entre la sociedad feudal y la sociedad capitalista,
constituye el “alba de la modernidad”, que no debe identificarse con
la modernidad misma, por cuanto los importantes cambios que en éste
ocurrieron en el ámbito religioso, científico, político y filosófico,
constituyeron sólo el preludio de los profundos acontecimientos que vendrían
a cristalizar en el siglo XVII, tras un largo período de dos siglos de
preparación. Tras
la ruptura de la unidad religiosa de Europa, como consecuencia de los
movimientos reformistas de Lutero y Calvino, la Iglesia romana intentó
reconquistar la unidad espiritual que había perdido, a través de la
Contrarreforma. Este movimiento que representó la reacción de la Iglesia
Católica ante la reforma religiosa, se inicia con el Concilio de Trento
(1545 - 1563) y aspiraba a lograr la reconstrucción de la Iglesia a
partir de sí misma, impelida a ello por el fuerte golpe que le había
provocado la reforma. Esta
contrarreforma, a partir del Concilio de Trento plantea, en líneas
generales, la intensificación del proselitismo religioso; la confirmación
del derecho de la iglesia a interpretar los textos bíblicos; la
reafirmación de la necesidad de mantener la jerarquía eclesiástica; la
validez del ritual eclesiástico y los sacramentos; la importancia de la
iglesia como institución para la salvación de los fieles y la necesidad
de mantener las ordenes religiosas (e incluso, lograr su proliferación),
cuya labor debía ser fundamentalmente proselitista y educativa. Por
otra parte, el Concilio creó el índice de libros prohibidos; reforzó la
actividad de la Inquisición y persiguió con renovada crueldad a infieles
y herejes. Asimismo, reafirmó la infalibilidad del Papa y sus decisiones,
avalando la supremacía de su poder sobre el de los reyes y príncipes,
debido a su poder espiritual supremo. Desde el punto de vista filosófico-teológico,
planteó un retorno al tomismo como filosofía oficial del catolicismo. Tristes
nombres estuvieron ligados a la Contrarreforma, especialmente el del
cardenal italiano Roberto Belarmino (1542 – 1621), Consultor del Santo
Oficio. Como tal, intervino en el proceso inquisitorial contra Giordano
Bruno en 1582, quien años más tarde, en 1600, fue quemado vivo en la
hoguera por sus ideas panteístas consideradas heréticas. También
intervino en el proceso de Galileo Galilei en 1616, que culminaría con la
retractación del destacado físico – astrónomo, ya anciano y enfermo. Durante
los siglos XVI y XVII en Europa Occidental se desataron numerosas guerras
de carácter tanto económico como religioso, las cuales desembocaron en
la Guerra de los Treinta Años entre protestantes y católicos alemanes,
que culminaría con la Paz de Westfalia. Desde
el punto de vista económico, el siglo XVII se caracteriza por el
desarrollo y afianzamiento del capitalismo, de la ciencia, la técnica y
el experimentalismo. Se recrudece el saqueo colonial; se multiplican las
guerras entre las potencias europeas por el reparto del mundo (España
contra Países Bajos, Inglaterra, Portugal y otros territorios). Es la época
de las revoluciones burguesas: Países Bajos, Portugal, Inglaterra y
posteriormente, Francia y Alemania. En
el orden político, el siglo XVII se caracteriza por el absolutismo real.
Predomina en el ámbito político, la teoría del “origen divino”, que
se expresa en el poder absoluto que ejerce el rey, o en su lugar, una
exigua minoría en nombre de éste. La figura del Rey es concebida como la
del monarca absoluto por “derecho divino”, lo cual se manifestará en
el predominio de la “monarquía absoluta”, que se establecerá
con diversos matices en Inglaterra, Francia, Holanda y otros importantes
territorios europeos. Esto generará una especial preocupación en los filósofos
del siglo XVII, por los problemas acerca del estado y la sociedad, lo cual
se aprecia particularmente en filósofos como Hobbes, Locke y Spinoza. Se
produce un avance vertiginoso de los conocimientos científico-particulares,
a partir del gran desarrollo que alcanzan en este siglo, ciencias como la
matemática, geometría, astronomía, química, zoología, botánica,
medicina, etc. y particularmente, una ciencia físico-matemática de la
naturaleza que se desarrolla desde Galileo, la que conducirá al
mecanicismo universal, al demostrar mediante el experimento que las matemáticas
constituyen el único lenguaje capaz de descifrar la naturaleza, por
cuanto se considera que lo real es lo mensurable. Este
crecimiento de las ciencias, culminará en el siglo XVII con la formulación
por Isaac Newton de las leyes fundamentales de la mecánica clásica,
particularmente la ley de la gravitación universal, hecho que tendrá
especial repercusión en la filosofía. A
diferencia de la filosofía renacentista y su visión integral del mundo,
en el siglo XVII se observa un predominio de las concepciones metafísicas
y mecanicistas. Se establecen fronteras entre los diversos cuerpos teóricos
que constituyen el saber humano, lo que constituye una consecuencia del
proceso de independización y particularización de las ciencias. En
el ámbito científico, el siglo XVII
se caracteriza además, por un marcado esfuerzo colectivo; se
produce un gran intercambio intelectual entre los principales hombres de
ciencia y se llega a crear una prensa especializada de información científica
para divulgar los avances en este campo. Por otra parte, surgen nuevos
medios intelectuales fuera del marco de las universidades. Aparecen
importantes academias y sociedades reales científicas:
En 1603 nace la Academia de Ciencias en Italia; en 1645 se funda la
Real Sociedad de Londres que reúne a filósofos, astrónomos, geómetras,
químicos y naturalistas; en 1658 surge la Academia de Ciencias en Francia
y en 1699, en Alemania Leibniz funda la Sociedad de Ciencias de Berlín. En
el plano propiamente filosófico, desde 1620 hasta 1650 transcurren
treinta años muy fructíferos. En 1620,
Francis Bacon publica el Nuevo Órgano y en 1623, Dignificación
y progresos de las ciencias. En 1624, Thomas Hobbes publica El
Ciudadano. En 1632 Galileo Galilei publica el Diálogo sobre los
dos sistemas máximos del universo: el ptolomeico y el copernicano y
seis años más tarde, sus Discursos. Por su parte, René Descartes
publica en 1637 el Discurso del Método que revolucionará las
concepciones filosóficas, al enunciar sus posiciones racionalistas y en
1641, aparecerán las Meditaciones Metafísicas, culminando en 1644
con la publicación de los Principios de la Filosofía. Estas tres
décadas, representarán el fin de la filosofía renacentista y los
comienzos del pensamiento filosófico moderno, marcado por las pautas
trazadas por Descartes en sus obras. El
racionalismo moderno cartesiano parte, entre otros, de los siguientes
presupuestos: - La razón se presenta por igual en todos los hombres, como facultad
genérica que permite distinguir lo verdadero de lo falso. - Consideración de la razón humana, no en su origen divino, sino en
su actividad efectiva. - La razón constituye un principio de orden y organización de la
realidad. - La razón es fuente de progreso de los conocimientos humanos y de
la unión social entre todos los hombres. Estos
elementos determinarán, en gran medida, las conquistas de la filosofía
del XVII, entre las cuales se destacan:
- Noción de sistema filosófico.
- Delimitación de la ontología
y la gnoseología. Se eleva la lógica a método de conocimiento científico.
- Énfasis en el tratamiento específico
del fenómeno humano, lo que dará lugar al surgimiento de la antropología
filosófica.
- Nueva relación filosofía-ciencias.
La nueva filosofía como ciencia se pondrá al servicio del progreso científico
y en tal sentido intentará brindar un método de conocimiento
universalmente válido.
- Nuevo enfoque del hombre, como razón
genérica. Las pasiones, la voluntad y la conducta humana están
naturalmente subordinadas a la razón.
- Nuevo tratamiento de Dios, a partir
del Deísmo y el Panteísmo. Excepcionalmente, serán asumidas posiciones
de ateísmo en Hobbes y Spinoza. Estas
conquistas de la filosofía,
se deben en gran medida a las transformaciones que ella hubo de
experimentar, a partir de la primera revolución científica global que se
produjo en el Renacimiento. Paralelamente al proceso de diferenciación de
las ciencias particulares, la
filosofía a comienzos del siglo XVII se vio en la necesidad de
especificar su objeto de estudio y asumirá como centro de su quehacer, la
búsqueda de un método universalmente válido de conocimiento; es decir,
su problemática tendrá un carácter gnoseológico-metodológico. Este
será el punto de partida de la filosofía moderna. Francis
Bacon, tomando como modelo el método de la física experimental, propondrá
el método inductivo-experimental, como el idóneo para hacer avanzar el
conocimiento científico-particular y sacar a la filosofía del retraso en
que la había dejado la Escolástica, tras largos siglos de sometimiento
de la razón a la fe. En su “Nuevo Órgano”, propondrá una nueva lógica,
que difiere radicalmente de la aristotélico-tomista y por esta vía hará
severas críticas a la Escolástica. Para Bacon, el punto de partida de
todo conocimiento será la experiencia sensible y sólo mediante la
observación y la experimentación, el hombre podrá conocer la naturaleza
y destruir los “ídolos” que según él, obstruyen o empañan el
conocimiento humano. Bacon,
a quien se le ha denominado “el último renacentista y el primer
moderno” constituye una suerte de enlace entre una época que languidece
y otra que nace. El empirismo, iniciado por este pensador, sobre premisas
eminentemente materialistas, será posteriormente sistematizado por Thomas
Hobbes. Del mismo modo, John Locke, iniciará dentro del propio
empirismo una vertiente crítica que se cuestionará el origen,
el valor y los límites del conocimiento humano, que culminará con
el pensamiento de George Berkeley
y David Hume, de franca tendencia idealista subjetiva. Todos
estos pensadores son de origen inglés. Por
su parte, René Descartes revolucionará el discurso filosófico, marcando
el inicio del racionalismo moderno con su famoso “Discurso del método”.
En esta obra, a través de su “duda metódica”, que lo conduce al
presupuesto de partida de su filosofar: “Pienso luego Existo”,
expresará su convencimiento de que el criterio de verdad sólo puede ser
extraído del “buen sentido, sentido común o razón”, facultad
genérica humana, que
garantiza el valor y la universalidad del conocimiento humano, auxiliado
por las reglas de su método analítico-deductivo, extraído de la geometría.
Evidencia, análisis, síntesis y enumeración, serán las reglas del método
a seguir, si se quiere avanzar en el conocimiento de la realidad sobre
bases firmes, lo cual, de hecho, implica según Descartes, dudar de los
sentidos, por cuanto ellos resultan engañosos. De
este modo, Descartes inaugura el racionalismo moderno a partir de una concepción
idealista, de franco matiz dualista ontológico ante el problema
fundamental de la filosofía y tendrá entre sus más connotados
seguidores, al holandés Benito Spinoza – quien manifiesta una
concepción monista - naturalista sobre la sustancia, desde perspectivas
panteístas – y al alemán G. Leibniz, quien parte de un
pluralismo sustancial de carácter pansiquista. Así,
Bacon y Descartes, abrirán la polémica en cuanto al método de
conocimiento y ambos respectivamente, serán los fundadores en la filosofía
moderna de las dos tendencias fundamentales que en ella se manifiestan:
Empirismo y Racionalismo.[101] Empirismo. (del
griego, “empeiría”, experiencia, de ¨empeiros”, experimentado;
referido especialmente a las prácticas médicas que no se apoyaban en
teorías, sentido en que todavía se usa en la Enciclopedia francesa). La
doctrina filosófica que sostiene que las ideas y el conocimiento en
general provienen de la experiencia, tanto en sentido psicológico (o
temporal: el conocimiento nace con la experiencia) como en sentido
epistemológico(o lógico: el conocimiento se justifica por la
experiencia). A Kant se debe su uso en filosofía en el sentido actual:
llama a Aristóteles «principal representante de los empiristas» y, a
Locke, uno de sus seguidores actuales al referirse a la teoría que deriva
de la experiencia los conocimientos que posee la razón. A
Aristóteles se debe la primera línea de pensamiento que vincula de
manera sistemática el conocer a la experiencia sensible, pero el
empirismo, como doctrina filosófica sistemática, se supone característica
de la filosofía inglesa; indicios de este tipo de pensamiento se ven
incluso en la actitud teórica de algunos escolásticos, como Roger Bacon
y Guillermo de Occam, si bien los verdaderos precursores del empirismo teórico
son, en realidad, Francis Bacon (1561-1626) y Hobbes (1588-1679); el
primero destaca la necesidad de recurrir a la inducción y a la observación
para hacer ciencia y el supuesto del segundo -racionalista en algunos de
sus planteamientos- de que «todo es cuerpo» no permite comenzar y
justificar el conocimiento si no es a partir de la sensación. Quienes dan
forma sistemática al empirismo son, sin embargo, Locke (1632-1704),
Berkeley (1685-1753) y Hume (1711-1776). A ellos se debe la versión clásica
del empirismo, cuyos puntos fundamentales son: 1) la afirmación de que no
existen ideas innatas y 2) que el conocimiento procede de la sensación, o
experiencia interna o externa; de este modo afirma tanto la prioridad
temporal del conocimiento sensible (el conocimiento empieza con la
experiencia) como su prioridad epistemológica o lógica (el conocimiento
requiere de la experiencia como justificación). Los textos más
fundamentales del empirismo clásico pertenecen a J. Locke, en especial a
su obra Ensayo del entendimiento humano (1690). El libro I de esta obra es
una crítica cerrada a la doctrina de las ideas innatas, tal como las
entendían los cartesianos; no hay ideas innatas ni principios teóricos o
morales. El entendimiento, antes de toda experiencia, no es más que una
tabula rasa. El
libro II trata del origen de las ideas a partir de la experiencia
sensible, interna o externa; nacidas las ideas simples de la sensación o
de la reflexión, el entendimiento puede a partir de ellas componer ideas
complejas. En una de estas ideas complejas, la sustancia, pueden
distinguirse cualidades primarias (objetivas) y cualidades secundarias
(subjetivas).El libro III estudia el lenguaje y el IV el conocimiento (si
bien de un modo que no está en plena consonancia con el libro I).La
influencia de esta obra en los ilustrados franceses fue enorme; éstos
vieron en Locke la superación del racionalismo que dominaba en el
continente europeo desde Descartes a Leibniz, y fundaron en ella su modelo
de razón empírica. Leibniz criticó el empirismo de Locke en su obra
Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano (1703-1704).Las ideas simples
de Locke se agrupan en cuatro clases:1) las que provienen de un solo
sentido; «amarillo», por ejemplo. 2) las que provienen de varios
sentidos; la «forma», por ejemplo. 3) las que provienen de la reflexión
interna, por pensar sobre ideas simples de los sentidos; el «pensamiento»
y la «voluntad», por ejemplo. 4) las que proceden, de forma combinada,
de la sensación y la reflexión a un mismo tiempo a manera de síntesis;
la percepción de la «existencia» de un objeto externo, por ejemplo, o
el «dolor».La mente, combinando, relacionando y abstrayendo, puede
formar ideas complejas -«la belleza, la gratitud, un hombre, un ejército,
el universo»-, relaciones y abstracciones. Las ideas complejas se dividen
en modos, sustancias y relaciones. Una sustancia es una idea compleja con
la que concebimos un ser particular; la idea de «hombre», por ejemplo.
Un modo es la idea compleja con la que pensamos, por abstracción,
conjuntos de ideas simples -referibles a diversas sustancias- que no
subsisten como un ser particular; la «danza», por ejemplo, o la «belleza».Una
relación es una idea compleja que surge de la comparación de ideas; Caio,
por ejemplo, pensado como hombre no dice más relación que a sí mismo,
pero pensado como «marido», o como «padre» entra en relación con otra
idea. La distinción entre cualidades primarias y secundarias, divulgada
por Locke, pero utilizada ya por Descartes, divide las cualidades de las
cosas sensibles entre las que son objetivas y, por tanto, cualidades
sustanciales de los cuerpos (extensión, figura, número, movimiento y
solidez), y las que son subjetivas, que sólo indirectamente podemos
atribuir a la sustancia porque las producen en nosotros las cualidades
primarias (color, sabor, sonido, temperatura, etc.). Cualidades primarias
y secundarias son ideas con las que pensamos los cuerpos. El punto de
partida de Berkeley es la crítica a la distinción, hecha por Locke,
entre cualidades primarias y secundarias; la conciencia no hace distinción
entre primarias y secundarias: toda idea es un fenómeno (subjetivo) de la
conciencia y todo cuanto sabemos de las cosas es sólo lo que percibimos
(subjetivamente). Por ello «ser es ser percibido» o «percibir». Hume,
a su vez, admite la crítica de Berkeley y asume como punto de partida que
las ideas son fenómenos de la conciencia, pero critica no sólo la idea
de sustancia externa, sino también la de sustancia interna, o yo. De ahí
procede su escepticismo, por cuanto lo que pensamos supera con creces lo
percibido, pero sólo hay certeza de lo percibido, y su fenomenismo. En
tiempos de Hume, el modelo científico newtoniano es una ciencia empírica
con pleno derecho; el empirismo de Hume dirige su atención, no sólo
hacia la manera y el fundamento de nuestro conocer, sino también hacia
una ciencia empírica del hombre: el Tratado de la naturaleza humana
(1739) no confiesa otro objetivo que el de lograr en el mundo de la moral
lo que Newton ha logrado en el mundo de la física. Las investigaciones de
Hume se centran, no sólo en el estudio del entendimiento (Libro I del
Tratado de la naturaleza humana, e Investigación sobre el entendimiento
humano), sino también en el de las pasiones (Libro II del Tratado) y la
moral (Libro III del Tratado e Investigación sobre los principios de la
moral). La innovación fundamental de Hume en la teoría del conocimiento
es su distinción entre impresiones e ideas, la relación que existe entre
unas y otras y la posibilidad de que las ideas se asocien entre sí. Una
impresión es una percepción que, por ser inmediata y actual, es viva e
intensa, mientras que una idea es una copia de una impresión, y por lo
mismo no es más que una percepción menos viva e intensa, que consiste en
la reflexión de la mente sobre una impresión; tal reflexión se hace por
la memoria o la imaginación. Pero, además, las ideas se relacionan entre
sí por una especie de atracción mutua necesaria entre ellas: por
semejanza, por contigüidad y por causalidad. Igual como en el universo de
Newton la atracción explica el movimiento de las partículas, en el
sistema filosófico de Hume las ideas simples se relacionan -se asocian-
entre sí por una triple ley que las une. En el conocimiento de lo que él
denomina cuestiones de hecho, la relación de causalidad ejerce una función
fundamental: síntesis de las dos leyes anteriores, semejanza y contigüidad,
es ambas cosas a la vez (ha de haber semejanza entre causa y efecto, y es
necesaria una contigüidad en el espacio y el tiempo entre causa y efecto)
más la costumbre, o hábito, de generalizar en forma de ley, o enunciado
universal, las sucesiones de fenómenos que suceden regularmente en el
tiempo. La exigencia básica de que a toda idea ha de corresponderle una
impresión para que tenga sentido, o para que a la palabra le corresponda
una idea con un contenido verdadero, se constituye en el instrumento
ineludible de la crítica que instituye a todos los conceptos
fundamentales de la filosofía tradicional: causalidad, sustancia, alma,
Dios y libertad. ¿A qué impresión -se pregunta- corresponde cada una de
estas ideas? La crítica que instaura el empirismo clásico acaba en el
fenomenismo y el escepticismo. Frente a la dogmática seguridad que exige
y pretende haber hallado el racionalismo, el empirismo oferta la
razonabilidad del conocimiento probable y de los límites del
conocimiento. El valor histórico del empirismo está en su crítica; pero
no en la empresa no lograda de fundar suficientemente el conocimiento
científico. Ofrece una alternativa, pero no una síntesis y, por lo
mismo, no una superación del racionalismo y el dogmatismo. Racionalismo.
(del
latín, ratio, razón) En general, actitud filosófica de confianza en la
razón, las ideas o el pensamiento, que exalta su importancia y los
independiza de su vínculo con la experiencia. En este sentido de exaltación
de la autonomía de la razón, el racionalismo se aplica tanto a filósofos
de la antigüedad griega, como Parménides y Platón, que atribuyen a la
razón una autonomía (problemática) respecto del mundo sensible - sin
olvidar el intelectualismo moral o racionalismo ético, en Sócrates y
Platón-, como al pensar crítico de los filósofos ilustrados contra las
ideas socialmente admitidas. En sentido estricto, es el «racionalismo
moderno» que, como corriente filosófica, nace en Francia en el s. XVII y
se difunde por Europa, en directa oposición al empirismo, y que sostiene
que el punto de partida del conocimiento no son los datos de los sentidos,
sino las ideas propias del espíritu humano. Surge como reacción a la
orientación filosófica medieval puesta en crisis por las nuevas ideas
del Renacimiento, que entre otras cosa renueva el escepticismo de los
antiguos, el espíritu de la Reforma protestante que mina el principio de
autoridad doctrinal, y los éxitos del método científico impulsado por
la revolución científica. El
racionalismo moderno, revolucionario para su época, y cuyos principales
representantes son Descartes, su iniciador, Spinoza y Leibniz, representa
no obstante una visión general del mundo y del conocimiento armoniosa,
ordenada, racional, geométrica y estable, basada en el pensamiento metódico
(de la duda o del método geométrico),la claridad de ideas (principio de
evidencia) y la creencia en la estabilidad de las ideas (la doctrina sobre
la sustancia), y acompañada, en el terreno de las artes, por el «clasicismo»,
mientras que, en el lado opuesto, el empirismo representa una visión del
mundo dinámica, cambiante, interesada por la utilidad del saber,
innovadora en teorías del conocimiento y de la sociedad, acompañada a su
vez en el mundo del arte por
el «barroco», de características opuestas al clásico. La estabilidad
del ser, frente a la confusión dinámica del devenir. Las
principales doctrinas racionalistas son la afirmación de 1) la existencia
de ideas innatas, punto de partida (en el sentido lógico) del
conocimiento (Leibniz admitía también principios del entendimiento
innatos), y
2) la relación directa -prácticamente coincidencia- entre
pensamiento y realidad, que Spinoza expresó gráficamente con la frase «El
orden y conexión de las ideas es el mismo que el orden y la conexión de
las cosas». Junto a esto, se sostiene que
3) el conocimiento es de tipo deductivo,
como el que se da en las matemáticas, y se atribuye
4) un carácter
fundamental a la sustancia (las dos sustancias de Descartes, la sustancia
única de Spinoza, Deus sive natura, y las mónadas de Leibniz). La
forma característica de argumentación racionalista excluye el recurso a
la experiencia y al conocimiento que proviene de los sentidos, y se remite
exclusivamente a la razón, a la claridad y distinción de ideas y a la
suposición de que el buen pensar coincide forzosamente con la realidad:
conocer es conocer por la razón. PRINCIPALES
REPRESENTANTES DEL EMPIRISMO MODERNO. Francia
Bacon (1561-1626)
Principal
filósofo inglés del Renacimiento, padre del empirismo moderno y gran
promotor de la idea de que el saber es útil para la vida práctica. Nació
en Londres, ingresó en la universidad de Cambridge a los 12 años e, hijo
como era del Lord Guardasellos de la reina Isabel, se preparó para la
vida política estudiando jurisprudencia en el Gray's Inn de Londres. En
1584 fue elegido miembro de la Cámara de los Comunes y luego, en 1613, ya
con Jacobo I, Lord Guardasellos y Lord Canciller. En 1618 fue nombrado barón
de Verulam y posteriormente vizconde de Saint Albans. Su notable carrera
política se vio interrumpida cuando, acusado de corrupción, en 1621,
ante la Cámara de los Lores, fue declarado culpable y encerrado por un
corto período de tiempo en la Torre de Londres, quedando excluido de la
vida pública y muriendo sin ser rehabilitado. A pesar de su actividad política
halló tiempo para la intelectual, por la que principalmente la historia
le recuerda. Tras numerosas obras de crítica de la tradición filosófica
clásica, medieval y hasta la renacentista de su tiempo, proyecta una obra
enciclopédica, a la que da el nombre de Instauratio Magna [La gran
restauración, que divide en seis partes, de las que el Novum Organum
(publicado en 1620) es su parte segunda, mientras que De dignitate et
augmentis scientiarum [La dignidad y el progreso de las ciencias] (1623),
su parte primera, y su Historia naturalis et experimentalis ad condendam
philosophiam sive phenomena universi [Historia natural y experimental para
construir la filosofía o los fenómenos del universo], (1622-1623),
corresponde a la parte tercera. En
1627, junto con Sylva sylvarum or a natural history [Selva de las selvas,
o historia natural], o apuntes sobre experiencias hechas, su secretario
William Rawley publica New Atlantis [Nueva Atlántida, utopía social, en
la que presenta una sociedad organizada por y para la investigación científica
y la técnica. El gran mérito de Bacon es haber previsto la utilidad práctica
del saber teórico y la posibilidad de transformar la sociedad mediante
las aplicaciones de la ciencia y la técnica. Para ello, entrevió la
necesidad de una reforma del saber de su época, consistente en una
reorientación de la ciencia hacia la naturaleza y hacia los hechos, y el
recurso a una metodología adecuada, no basada en la lógica aristotélica.
Este nuevo método es el que expone en su Novum Organum, obra que pretende
ocupar el lugar otorgado hasta entonces a la lógica aristotélica, u
Organon. Su nueva lógica tiene dos partes: la destructiva, que consiste
en la doctrina de los ídolos, y la constructiva, que expone las reglas
del nuevo método, al que denomina interpretación de la naturaleza. Los
ídolos son los errores o prejuicios, que hay que evitar cuando se hace
ciencia, y que emanan de la naturaleza humana (tribu), de la naturaleza
del individuo (caverna), de la comunicación entre humanos (foro) y de la
excesiva servidumbre a las teorías tradicionales (teatro). La
parte constructiva de la lógica es la exposición de la teoría de la
inducción baconiana, o método baconiano. Éste no consiste en una simple
recogida de datos, sino en una observación cuidadosa y completa de los
hechos, que llama «historia natural y experimental», realizada según
tablas de presencia, ausencia y comparación o grados. La inducción
baconiana supone de hecho la obtención de hipótesis o conjeturas por
eliminación, las cuales somete de nuevo a otras pruebas. Algunos autores
han visto en la inducción baconiana elementos del posterior método hipotético-deductivo,
pero otros la consideran más acertadamente un método científicamente
inerte. La gran fama de Bacon, que la historia le ha otorgado como profeta
o heraldo de la revolución científica o de una nueva metodología científica,
que la futura Royal Society habría puesto en práctica, se debe al hecho
de haber mantenido la creencia en que el hombre, como sujeto colectivo,
podía llegar a conocer y dominar la naturaleza mediante la ciencia y la técnica.
Según la interpretación de P. Rossi, en 1957, Bacon no hizo más que
modificar de forma significativa la creencia renacentista, de tradición
hermética, en la magia natural como medio de dominar la naturaleza.
Tampoco la Royal Society siguió en realidad los métodos baconianos de
inducción, cuyo defecto fundamental era que se inspiraban en una física
cualitativa (las formas), aristotélica, por tanto, y que ignoraba la
utilidad de las matemáticas en la investigación física. La metodología
de la ciencia moderna achaca a Bacon la escasa importancia otorgada a la
hipótesis científica y la excesiva importancia dada a la recolección de
datos. Thomas
Hobbes (1588-1679). Filósofo
inglés, nacido en Westport, cerca de Malmesbury, en Gloucestershire, el año
de la Armada Invencible. De inteligencia precoz, aprendió bien y pronto
las lenguas clásicas, hasta el punto de que a los 14 años pudo traducir
Medea, de Eurípides, del griego al latín. Tras estudiar en Oxford, en
1608 entra al servicio de lord William Cavendish como tutor, cargo que le
vincula a esta familia durante mucho tiempo y que le proporciona la ocasión
de emprender repetidos viajes por Francia e Italia que, en París, le
relacionan con Mersenne y su círculo de cartesianos, Herbert de Cherbury
y Gassendi y, en Arcetri, con Galileo (1636). Sus
primeras obras son una traducción de la Historia de la guerra del
Peloponeso (1628), de Tucídides, y un Pequeño tratado sobre los primeros
principios (redactado en 1630 y no editado hasta 1889), donde expone su
teoría de la sensación explicada según las teorías del movimiento de
Galileo, los Elementos de derecho (1640), que en 1650 aparecen divididos
en Naturaleza humana y De corpore politico. Con ocasión de la
convocatoria del «Parlamento Largo», con el que comienza la Revolución
Nacional, huye a Francia, donde permanece 11 años exiliado, y donde
redacta quince Objeciones (tercer conjunto) a las Meditaciones de
Descartes, que aparecen en 1641, a quien critica desde una perspectiva
empirista, e inicia los Elementos de filosofía, que comprende De cive
(1642), De corpore (1655), y De homine (1658). Durante este tiempo, entre
1646 y 1648, es tutor de Carlos Estuardo, Príncipe de Gales y futuro rey
Carlos II de Inglaterra. En 1651 publica Leviatán, su obra más conocida.
Hobbes defiende en ella el absolutismo monárquico sin recurrir a
argumentos de derecho divino. La aparición de la obra se produce cuando
Carlos I había sido ya ejecutado y en el período en que Cromwell es
nombrado Lord Protector de la república, pero ello no le impide volver a
una Inglaterra tolerante. Una vez allí, se ve envuelto en una dura
discusión sobre la libertad humana con el obispo John Bramhall, de Derri,
en el Ulster, y posteriormente en una controversia con dos miembros del
denominado «colegio invisible», precedente de la Royal Society (1663),
sobre su libro De corpore. Con la Restauración de Carlos II (1660) recibe
una pensión real y reinicia la amistad con el rey. Tras el gran incendio
de Londres de 1666, se le persigue como autor «ateo» y, en adelante,
tendrá dificultades para publicar sus obras. A los 84 años publica su
Autobiografía, en versos latinos, y a los 86 una traducción en verso de
la Ilíada y la Odisea.La orientación fundamental de todo su pensamiento
puede entenderse como una transcripción de la física del movimiento de
Galileo a toda la realidad: no hay más que cuerpos en movimiento, y así
ha de entenderse no sólo la materia, sino también el hombre y la misma
sociedad. Cuerpos y movimiento. Todo
cuanto existe es material, todo es cuerpo y la filosofía no es más que
la ciencia de los cuerpos. Hay cuerpos naturales, físicos o humanos, y de
ellos trata la filosofía de la naturaleza, y cuerpos artificiales, como
el Estado, y de ellos trata la filosofía política. Los espíritus
existen, pero también son corpóreos; decir «sustancia incorpórea» es
lo mismo, e igual de contradictorio, que decir «cuerpo incorpóreo», o
«materia inmaterial». Como
materia que es, todo está sujeto a las leyes del movimiento, incluida la
vida psíquica y el mismo conocimiento. El hombre natural. El
hombre, al que Descartes llama «sustancia pensante», es también cuerpo
y nada más que cuerpo; nada se le añade dualísticamente. Los
movimientos de este cuerpo humano son los deseos, las pasiones, los
pensamientos, el lenguaje o las acciones que juzgamos voluntarias. En
realidad, sometido a las leyes causales del movimiento, el hombre no es
libre; lo es como el agua que, en su caída necesaria, no se ve impedida
de fluir peñas abajo. El hombre artificial. Su
teoría política la expone Hobbes en Elementos de la ley natural, De cive
y el Leviatán. El «Leviatán», es el hombre «artificial», el Estado,
una manera que tiene el arte de imitar a la naturaleza. Se atribuye a sí
mismo ser el iniciador de la filosofía política, así como Galileo lo es
de la física y Harvey de la fisiología. Si para la filosofía anterior,
basada en Aristóteles, el hombre es un «animal político» o un animal
social, por lo que tiende naturalmente de forma instintiva a la
sociabilidad, para Hobbes, ésta no es más que un acuerdo artificial,
egocéntrico e interesado, que persigue como objetivo la propia seguridad
y nace del temor a los demás. Resultado inevitable del acuerdo es el «dios
mortal», el poder absoluto, el gran Leviatán. La teoría del contrato. Puesto
que para el hombre vale la afirmación homo homini lupus [el hombre es un
lobo para el hombre], el hombre sin Estado, o sin sociedad constituida, se
halla en un estado de «guerra de todos contra todos». Ésta es la
situación en que se encuentra Inglaterra en la época de las guerras bajo
y contra los Estuardo, y así es cómo cabría imaginar lo que sucedería
si desapareciera el Estado en cualquier época determinada. A esto llama
Hobbes «estado de naturaleza». En
una situación así, el hombre tiene derecho «a todo», incluida la vida
de los demás. La catástrofe, pues, no sólo está en ciernes. Sin
embargo, en un estado tal de naturaleza el hombre no deja de ser racional
y, por ello, la razón le impulsa a salir de este estado; le impulsa a
observar unas leyes naturales, las tres primeras de importancia vital:1)
El hombre ha de buscar la paz por todos los medios posibles.2) El hombre
ha de saber renunciar a sus derechos sobre todo, y a parte de su misma
libertad, de acuerdo con la norma de oro tradicional de no hacer a los demás
lo que no quieras que te hagan a ti.3) Los hombres han de cumplir los
pactos establecidos. Pero estas leyes -y otras hasta un total de 11, que
deduce de estas primeras- resultan imposibles de cumplir si no se
establece la fuerza coercitiva de un tercero, del Estado, que obliga a
mantener los pactos. El mejor de los contratos es aquel en que se ceden
los propios derechos en compensación a la cesión que la otra parte hace
igualmente de los suyos, a favor de un tercero -resultante directo de la
renuncia de todos-, llamado REPÚBLICA, CIVITAS, LEVIATÁN o DIOS MORTAL.
Al que acepta el resultado se le llama SÚBDITO, y al que carga sobre sus
hombros el poder de la persona moral resultante, SOBERANO. Locke,
John (1632-1704). Filósofo
empirista inglés, y uno de los iniciadores del liberalismo político,
nacido en Wrington, cerca de Bristol, el mismo año en que nace Spinoza;
su padre era un abogado que había luchado a favor del Parlamento contra
los reyes Estuardos. Orientado hacia la carrera eclesiástica, estudia
primero en la Westminster School y luego en la Christ Church, en Oxford,
donde recibe el grado de Master of Arts en 1658, aunque queda
profundamente descontento del tipo de enseñanza recibida, que considera
excesivamente aristotélica. Enseña por un tiempo griego y ética en esta
misma universidad y, tras recibir a la muerte de su padre una pequeña
herencia y renunciar a la carrera eclesiástica, se inclina hacia la
ciencia y en especial la medicina, estudios que no termina,pero en cuya práctica
adquiere fama reconocida. Por esta época de orientación a lo empírico,
entabla amistad con el químico Robert Boyle y es nombrado miembro de la
Royal Society. Cura de una grave enfermedad a Lord Hasley, luego primer
conde de Shaftesbury, y entra a su servicio pasando a desarrollar algunas
actividades diplomáticas y políticas. Las actividades conspiratorias del
conde le llevan a residir por dos veces en Francia, circunstancia que
aprovecha para contactar con los seguidores de Gassendi y frecuentar la
famosa facultad de medicina de Montpellier. Entre 1683 y 1688 reside en
Holanda, donde colabora en la idea política de establecer al estatúder
Guillermo de Orange en el trono de Inglaterra, escribe Carta sobre la
tolerancia (publicada en 1690) y trabaja en la redacción, iniciada en
1670, de su Ensayo. Tras la revolución llamada «gloriosa» y la expulsión
del rey estuardo y católico, Jacobo II, Locke vuelve a Inglaterra, en
1689, con el séquito de la futura reina María Estuardo. En 1690 publica
su dos obras más importantes, Ensayo sobre el entendimiento humano y Dos
tratados sobre el gobierno civil. Esta última obra influyó en la teoría
política que defendía una monarquía parlamentaria. En 1691, y hasta su
muerte, se establece en Oates, Essex, en el castillo de sir Francis Masham
y su esposa Damaris Cudworth. Allí toma parte en la controversia que
suscitan sus dos obras más notables, que reedita y corrige, y a la
publicación de otras, como Pensamientos sobre la educación (1693) y La
razonabilidad del cristianismo (1695). En su vida y en sus obras fue, al
contrario que Hobbes, un «liberal». En consonancia con su vida, la
filosofía de Locke se orienta menos hacia la especulación que hacia la
práctica; y práctico es analizar hasta dónde llega la capacidad del
entendimiento para conocer, cosa plenamente consistente con el tipo de
ciencia que se desarrolla en el s. XVII, sobre todo en Inglaterra. Según
sus propias palabras, pretende «investigar los orígenes, el alcance y la
certidumbre del entendimiento humano». A él se debe la formulación clásica
del empirismo inglés. 1.
Las ideas. Igual
que Descartes, Locke sostiene que conocemos ideas, no objetos, pero a
diferencia del primero afirma que aquéllas proceden sólo de la
experiencia, interna o externa. No hay ni ideas ni principios innatos y el
entendimiento es, antes de producir ideas a partir de la experiencia, no más
que una tabula rasa, un cuarto oscuro en el que no hay nada, o un papel en
blanco en el que nada hay escrito. Éstas son las afirmaciones
fundamentales del empirismo inglés clásico. Si tuviéramos ideas
innatas, las tendría todo el mundo (niños e incultos incluidos) y seríamos
conscientes de ellas. Sin embargo, ni todo el mundo acepta las mismas
ideas o idénticos principios, teóricos o morales, ni nadie es consciente
de los mismos, antes de aprenderlos por experiencia. Y, en todo caso,
aprenderlos por experiencia es siempre una mejor explicación que
pretender tenerlos como innatos. Nada hay en el entendimiento antes de la
sensación. Ésta consiste en la transmisión, a través de los sentidos,
de las cualidades sensibles de los objetos a la mente, para su percepción
(primera fuente del conocimiento); y así se producen las ideas de color,
calor, dureza, saber, etc. Pero nuestra mente es, además, capaz de
percibir su propia actividad mental reflexionando sobre sus ideas (segunda
fuente del conocimiento); y así se producen las ideas de percepción,
pensamiento, duda, creencia, etc. Respecto a las cualidades sensibles,
Locke difundió la distinción, iniciada por Galileo, entre cualidades
primarias y cualidades secundarias: aquéllas están realmente en las
cosas y las representan tal cual son, como por ejemplo la solidez, la
extensión, la forma, el movimiento, etc.; éstas no están en las cosas y
no son sino la manera como nos afectan las cualidades primarias. Las
primeras son, pues, objetivas y reales; las segundas, subjetivas. Sólo
existen las cualidades primarias; las secundarias son sólo modos de las
primarias. La teoría de las cualidades primarias y secundarias se funda
en la filosofía corpuscular, propia del s. XVII.La percepción es, en
este supuesto, un proceso mecánico: las partículas de materia ejercen un
movimiento (un impulso) sobre los sentidos, que éstos transmiten a la
mente que los percibe; la percepción de toda cualidad se explica únicamente
por el mecanismo de las partículas en movimiento. Pero, por qué a unos
movimientos de partículas corresponden determinadas sensaciones y no
otras sólo es explicable por intervención de la acción divina. Las
ideas pueden ser simples y complejas. En las primeras la mente está
pasiva ante la sensación o la reflexión; toda idea que llega a la mente
es de por sí simple. La mente, no obstante, puede 1) combinar ideas
simples, 2) relacionar dos o más ideas, yuxtaponiéndolas, 3) separar
unas ideas de otras, esto es, abstraerlas, y así surgen, respectivamente,
las ideas complejas, las relaciones y las ideas generales. Una de las
ideas complejas (modos, sustancias y relaciones) cruciales para la
historia del empirismo es la de sustancia en general. 2.
La sustancia. La
idea de sustancia la obtenemos sólo por inferencia, al tener que
imaginarla o suponerla como soporte de las cualidades (accidentales) que
no subsisten por sí mismas; no tenemos, pues, de ella ninguna idea clara
y distinta, por lo que no se trata de un verdadero conocimiento: referida
a sustancias particulares, como el hierro, el diamante o el oro, se trata
de las ideas simples correspondientes a las propiedades reales de estos
cuerpos unidas a una idea confusa de «algo a lo que pertenecen». En
general, la idea compleja de sustancia se forma a través de las
cualidades secundarias fundadas en las cualidades primarias de las partículas
insensibles. Nada, pues, realmente existente podría corresponder
objetivamente a la idea de sustancia. Pero Locke no llega a esta conclusión;
este substratum desconocido de las ideas simples de las cosas materiales
existe, como existe, por lo demás, el substratum de las ideas simples de
nuestra reflexión interna: el espíritu. 3.
La identidad personal. Su
doctrina sobre la identidad personal tiene especial interés. En pura lógica
empirista -no hay datos en las ideas de la experiencia interna de la
sustancialidad de la mente-, Locke debería haber cuestionado su
existencia y decir de ella que se trata, igual que en el caso de la
sustancia, de algo desconocido. Sin embargo, pone la esencia de la
identidad personal en la identidad de la conciencia. El hombre es idéntico
a sí mismo no como lo es un cuerpo material o un organismo -porque se
mantiene su estructura-, sino como le incumbe a una persona: por tener una
misma e idéntica conciencia de todos los hechos, presentes y pasados. 4.
El lenguaje Al
lenguaje dedica Locke la Parte III de su libro: «Las palabras». Así
como sólo conocemos ideas, no cosas, representadas en aquéllas, así
también las palabras son signos que se refieren a las ideas, no a las
cosas. La mayoría de las palabras son generales, pese a que sólo existen
cosas particulares, puesto que también la mayoría de las ideas son
generales. A las palabras o términos generales -los universales-
corresponden las ideas abstractas; éstas representan, no la esencia real
de las cosas, sino su esencia nominal, esto es: no algo entitativamente
real, abstracto y común a las diversas cosas, sino los «nombres» que
damos al conjunto de rasgos comunes que pertenecen a las cosas
individuales. Tales esencias nominales, y los nombres que les
corresponden, no son sino abstracciones o «recortes» de ideas más
complejas. Así, «hombre» no significa ni más ni menos que lo que
entendemos por «Pedro», «Pablo» o «Sofía». El entendimiento, pues,
piensa las esencias nominales de las cosas, no sus esencias reales; a éstas
no corresponde nada en la realidad, porque sólo existen cosas
individuales; aquéllas sólo existen en la mente y son obra del
entendimiento, pero no son del todo arbitrarias, puesto que se fundan en
la semejanza de las cosas existentes; lo arbitrario es la relación que
existe entre la palabra y el pensamiento. Por esto mismo, las definiciones
no son la señalización, por género y diferencia, de la esencia de una
cosa, sino la «indicación del significado» de una palabra mediante términos
no sinónimo. 5.
El conocimiento El
libro IV, dedicado al «conocimiento humano» es en realidad muy poco
empirista; pese a distinguir en él un conocimiento intuitivo, un
conocimiento demostrativo y un conocimiento sensible, la teoría que
expone se combina mal con la exposición del empirismo clásico hecha en
los dos primeros libros.Sabemos que una cosa existe de tres maneras: por
intuición (así conocemos nuestra propia existencia); por demostración
(así conocemos, por ejemplo -dice Locke-, la existencia de Dios) y por
sensación, esto es, aquella percepción que la mente tiene de que existen
cosas particulares finitas (así sabemos, con menor certeza, no obstante,
que la que proporcionan la intuición y la demostración, que las cosas
externas existen. El conocimiento cierto es escaso; por ello importa el
conocimiento probable, esto es, el verosímil y que sólo se acerca a la
certidumbre, tanto en lo que se refiere a la teoría como a la práctica. 6.
Sociedad y Estado La
filosofía política la expone Locke en Dos tratados del gobierno civil y
la moral en Carta sobre la tolerancia (ambas de 1690). El primero de los
tratados es una crítica al absolutismo político y a la idea de una
monarquía de derecho divino (tal como la entendía Robert Filmer en el
Patriarca); el segundo, mucho más importante, trata del origen y de los
objetivos del gobierno civil, iniciando así la teoría del liberalismo
político. Toda
su filosofía política parte de la idea de una ley natural: a la vez ley
de Dios y de la razón, que gobierna la naturaleza y es, al mismo tiempo,
la ley moral a que está sometido el hombre; el hombre está capacitado
para comprender sus deberes morales y el cumplimiento de éstos es, por lo
mismo, razonable. Los deberes/derechos morales a que obliga la ley natural
son: la vida, la libertad y la propiedad. Estos derechos/deberes existen
ya en el estado de naturaleza en que el hombre se halla antes de iniciar
la vida en un Estado político, y cuyos elementos básicos son la libertad
y la igualdad; el hombre razonable así lo comprende y admite ambas, pero
su situación de mera naturaleza -pese a no ser un estado de guerra de
todos contra todos, como en Hobbes- no asegura que estos derechos/deberes
se consigan. Por
esta razón, los hombres desean vivir en una sociedad donde el derecho a
la vida, a la libertad y a la propiedad esté garantizado a través de la
existencia de un «sistema jurídico y judicial». Se
pasa de la sociedad natural a la civil por «consentimiento», por un
contrato social (si bien Locke no utiliza esta expresión). Los hombres se
unen en sociedad, no para escapar, como en Hobbes, a la amenaza de muerte,
sino llevados por la libertad que sienten y quieren proteger, porque la
ven amenazada: los hombres libres, iguales e independientes se vuelven
ciudadanos por decisión propia, por consentimiento o por convención,
aceptan a los demás como asociados para salvaguardar sus vidas, sus
libertades y sus propiedades. El objetivo primario que explica el
surgimiento de la sociedad es la necesidad de defender la propiedad, que
Locke considera un derecho natural que difícilmente puede mantenerse en
el estado de naturaleza. En segundo lugar, lo explica la necesidad del
juez y de la existencia del derecho, garantía de imparcialidad. Por último,
el poder capaz de tomar decisiones adecuadas ante la necesidad del
castigo.El empirismo de Locke no ha de entenderse meramente como una teoría
(psicológica, para algunos) del origen del conocimiento a partir de la
experiencia, sino que ha de ser visto también como una reducción modesta
y razonable de los límites de la razón. El «hombre razonable» de Locke
deja de lado las optimistas y excesivas capacidades de la razón
racionalista de Descartes y se atiene a unas pocas certezas posibles y a
muchas conjeturas y probabilidades, tanto en lo tocante a la filosofía teórica,
como a la política y la ética: «El candil que nos alumbra brilla lo
suficiente para todos nuestros menesteres.» Berkeley,
George (1685-1753) Presidente
del King's College, de Nueva York -en la actualidad universidad de
Columbia-, Samuel Johnson, uno de los pocos que prestó atención en su
tiempo a la filosofía de Berkeley, de la que dijo que podía refutarse
dando un puntapié a una piedra. En memoria de Berkeley se le puso este
nombre a la que, con el tiempo, sería la universidad de California.
Vuelve a Londres y, en 1734, es nombrado obispo de Cloyne; en 1752
renuncia al cargo y se retira a Oxford, donde muere al cabo de un año.
Pese a que su filosofía se ha considerado excéntrica y extraña, pocos
filósofos han despertado tanto interés como Berkeley en el mundo
anglosajón. En consonancia con su profesión de clérigo, Berkeley se propone como objetivo de su filosofía combatir tanto el ateísmo como el escepticismo. El empirismo de Locke, según él, lleva precisamente a ambas cosas. Toda teoría del conocimiento débil es causa de dudas (escepticismo) y de ellas la peor es no poder tener certeza de la existencia de Dios (agnosticismo); por otro lado, suponer distintas las ideas y las cosas y tener que pasar de aquéllas a éstas es causa de escepticismo en general. Berkeley sostiene que el idealismo es la única forma coherente de ser empirista. Por idealismo, o más propiamente, «inmaterialismo», Berkeley entiende la afirmación de que sólo existen nuestras ideas; existen también las cosas, pero éstas no son más que las mismas ideas o sensaciones. Lo que ciertamente no existe es aquello que los filósofos llaman materia o«sustancia corporal»; lo que sería como la causa de nuestras ideas y sensaciones. Notas: 101] A continuación se presentarán las definiciones de Empirismo y Racionalismo expuestas en el Diccionario Herder de Filosofía, así como la información que el mismo ofrece sobre los principales representantes de estas tendencias. |
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El humanismo en la filosofía del Renacimiento - Dra. Rita María Buch Sánchez |
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La filosofía clásica alemana y su lugar en la historia de la filosofía - Dr. Rigoberto Pupo Pupo |
Dra. Rita María Buch Sánchez
Rigoberto Pupo Pupo
©2008 Rita M. Buch Sánchez
La filosofía en su historia y mediaciones
Instituto de Educación Superior “José Martí” de Monterrey.
Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana.
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ISBN: 1405-308XCU
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Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo en Letras Uruguay
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