La
influencia francesa en el país
V
- La cuestión del desarme de la Legión Extranjera
Octavio
Morato
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Asediado
por las exigencias de los Agentes franceses para obtener el desarme de la
Legión, el Gobierno de la Defensa, resuelve consultar la voluntad de las
legiones. En
la tarde del 2 de octubre de 1843 forman a inmediaciones de la Plaza
Cagancha todas las legiones en número aproximado de 3.000 hombres. El
Ministro de Guerra, general Pacheco, invita a dar dos pasos al frente al
legionario no gustoso del servicio de las armas y a los jefes para que
trasmitan esa invitación a sus batallones para deponer las armas, haciéndoles
entender que la República no cuenta para su salvación sino consigo misma
y que la lucha no puede ofrecerles sino peligros. Garibaldi y Thiebaut
trasmiten la invitación; --¡No!
¡Viva la Libertad!, gritan las Legiones; cruzan las banderas; juran sobre
la empuñadura de sus armas, morir antes que abandonar la causa que han
abrazado. «No hay más que un solo deseo, una sola aspiración, una sola
voluntad; triunfar del tirano. Conservan el último baluarte de la
libertad del Río de la Plata.» Once
días después de este franco y decisivo pronunciamiento, los Agentes
franceses intiman a nombre del Rey a deponer las armas o a despojarse de
los colores nacionales. «El Cónsul Francés pide al jefe de esa legión
la formara en la plaza principal para dirigirle la palabra. Cumplida dicha
solicitud, llega el cónsul y saluda a sus conciudadanos. Les dice que no
debían mezclarse en las luchas intestinas del Río de la Plata, y los
arenga para entregarse a sus oficios o atender sus comercios.» «Melchor
Pacheco y Obes se halla en su despacho cuando le avisan, que el Cónsul de
Francia invitaba a sus conciudadanos a disolverse como legión. Pide
Pacheco un caballo y parte hacia la plaza donde los legionarios estaban
escuchando la palabra de su cónsul. El a su vez, les dirige la suya, en
perfecto francés y con la elocuencia que lo caracteriza les dice que: la
Francia era la cuna de la libertad en el mundo, que en sus principios
democráticos proclamados ya en su gran revolución de 1789, se habían
inspirado los patricios que habían emancipado la América del Sur del
dominio del Rey de España.» La
Legión contesta dando vivas al general Pacheco y se desprende de sus
escarapelas y cintas tricolores. «Imitemos a la Guardia Vieja que al
arrancarse la escarapela la colocó en su corazón. Reclamaremos,
peticionaremos al Rey y a la Francia, el uso de nuestros colores.» El
gobierno hace constar en nota dirigida al jefe de la Legión al aceptar y
expresar su gratitud por el noble pronunciamiento, que no ha tenido parte
en él, como tampoco lo ha tenido en la formación de la Legión, que «obra
impulsada por los sentimientos de generosa simpatía hacia la causa de la
civilización de estos países; por el sentimiento de expulsión o
exterminio con que Rosas amaga a la población extranjera.» Los
Agentes franceses provocan por todos los medios la desviación del
servicio de las armas por parte de sus súbditos; ya fomentando la
inmigración, por la expedición de pasajes gratuitos para Río Grande y
para otros destinos; ya negociando garantías con el jefe sitiador en
favor de las personas y bienes de los franceses e incitando al desarme de
la Legión. «En nombre del rey, se previene a todos los franceses
residentes en Montevideo que han tomado las armas para la defensa de la
ciudad, en los cuerpos organizados en el mes de Abril de 1843, que dejen
las armas inmediatamente. No les pertenece comprometer su posición y el
nombre de Francia, tomando parte y haciendo causa con un gobierno
extranjero.» Así reza el prólogo del convenio celebrado entre el
vicealmirante francés Massieu de Clerval y el jefe sitiador de Montevideo
y que en copia se hizo circular profusamente entre los connacionales
franceses. Siempre
el desarme de la Legión Francesa Como
consecuencia del convenio firmado por el vicealmirante Massieu de Clerval
con el jefe sitiador, los agentes franceses reclaman el licenciamiento de
la Legión. El gobierno la reúne en la Plaza Matriz y entonando el himno
de Francia se dirige a la Plaza Cagancha. Thiebaut los proclama. «Un
almirante de Francia no ha temido ir a implorar al sitiador una amnistía
para nosotros. La rechazamos porque es indigna de nosotros.» La Legión,
contesta con un aplauso caluroso. Cada comandante anuncia a sus soldados
que quedan libres de acogerse al indulto; dejar sus armas; retirarse de
las filas. «¡No!, resuena ardoroso en las hileras. Ni uno solo lo aceptó.» La
cuestión es llevada a la Asamblea donde se ponen de relieve las
exigencias desmedidas de los agentes franceses y la Asamblea se solidariza
con la actitud enérgica del Poder Ejecutivo, no procediendo a la disolución
de la Legión Francesa contra su expresa voluntad de no hacerlo. Los
hechos referidos se producían en diciembre de 1843. En febrero del año
siguiente llega a Montevideo el contraalmirante Lainé en sustitución de
De Clerval, que se retira a Francia. Renueva los reclamos sobre desarme de
la Legión. El Ministro de la Guerra trasmite a la Legión, las exigencias
del Gobierno Francés; contestan que mantienen su resolución. El Gobierno
les exige un pronunciamiento decisivo, espontáneo y meditado; quiere
salvar su honor, cumplir sus deberes y satisfacer al gobierno de Francia.
La Legión se pronuncia por un notable documento de declaración y
protesta solemne, en 24 de marzo de 1844. «La resolución por la cual
obran, no debe ser considerada, dicen, como acto de desobediencia a la
autoridad que podría legítimamente prohibirlo, sino como el ejercicio de
un derecho individual consagrado por los acontecimientos que pertenecen al
dominio de la historia». «Los franceses en armas defienden además de la
existencia, su bienestar, la esperanza de fundada fortuna, y de
comodidades que promete este país, que esperan, encontrar en él, y no
quien buscar en ningún otro.» Ultimátum
y desarme El
10 de abril de 1844 el contraalmirante Lainé envía un ultimátum al
gobierno para proceder al desarme de la Legión, planteando esta
disyuntiva: la disolución inmediata de los legionarios o quedan abiertas
las hostilidades de las fuerzas militares francesas, dentro de 48 horas de
plazo. Los
legionarios asienten a su disolución con el fin de evitar conflictos al
gobierno en las difíciles circunstancias por que atravesaba. En
la tarde del 11 de abril se reúne la Legión Francesa es la Plaza
Constitución y se dirige a la plaza de armas al Sur de la de Cagancha, y
forma ante numeroso pueblo. El
Ministro de la Guerra se presenta acompañado del coronel Flores y de
otros jefes del ejército. Les dirige la palabra en francés y les
manifiesta que les agradece sus servicios y que va a proceder a la
disolución de la Legión de Voluntarios Franceses. El
coronel Thiebaut, imparte las órdenes correspondientes. «Ante muestras
de evidente descontento, los hombres deponen las armas por batallones y se
retiran silenciosos a poca distancia, ya desarmados». Pueblo
y legionarios quedan bajo la impresión de profunda tristeza. El peso de
una enorme desgracia, reflejada en todos los semblantes, da a la escena
contornos de suprema solemnidad. El acto está terminado; la exigencia de
Luis Felipe, satisfecha; el reclamo del contraalmirante cumplido. En
medio de la resignación del momento, Pacheco toma la bandera oriental en
sus manos; dirige palabras entusiastas a cada uno de los grupos de los
ex-legionarios y los invita a la defensa del pabellón bicolor de la República,
joven, pequeña, pero pundonorosa y heroica; que desde ahora será su
patria adoptiva. Los
legionarios de hace un momento aceptan, vivando a la libertad y a la República.
El pueblo aplaude y se confunde con ellos, en sus vitoree. Los hombres
empiezan a desfilar frente del Ministro de la Guerra; la compañía de
honor de la disuelta Legión Francesa, toma la bandera oriental que flamea
ahora en manos de Thiebaut y se dirigen de nuevo a sus
cuarteles dando vivas al gobierno, al pueblo oriental «del cual quieren
ser miembros» y «compañeros en los peligros y en las glorias.» Después
de un año de alternativas ha terminado la cuestión del armamento de los
residentes franceses de la Defensa de Montevideo. Los
ex-legionarios piden y obtienen del gobierno carta de naturalización. La
antigua legión queda incorporada al ejército nacional de la Defensa bajo
la denominación de 2ª Legión de Guardias Nacionales de Infantería, a
cuyo frente continúa el bravo coronel Thiebaut. Nada
más elocuente para juzgar la actitud de los residentes franceses, que los
párrafos del siguiente documento que se transcriben: «La Representación Nacional encuentra las mismas dificultades que el Poder Ejecutivo para calificar como corresponde, el estupendo acto, por el que estos hombres ilustres en la opción entre el reposo y la gloria, aceptando todos los peligros de la época, han solicitado su naturalización en la República, con el solo fin de adquirir el derecho de servir en la defensa de la causa que ella actualmente sostiene, de llenar el deber militar que la ciudadanía impone. Acto prodigiosamente sublime, de una heroicidad sin ejemplo, único, absolutamente nuevo en su genero, que atraerá perpetuamente sobre sí la admiración universal, y en el Estado, el testimonio permanente de la gratitud pública».
Ver, además:
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Octavio Morato
Revista Nacional
Ministerio de Instrucción Pública
Año I - Diciembre de 1938 - Nº 12
Revista perteneciente al archivo personal del escultor don Edmundo Prati. El texto digitalizado y editado por mi, Carlos Echinope, editor de Letras Uruguay - año 2004
Editado por el editor de Letras Uruguay
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