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Al principio soñé de la América sus mitos.
Los del gran Quetzalcóatl, cuando extraños ritos
robó al Mictlán divino, la actual estirpe humana;
y también a Nanáhuatl, el dios sol. Soberana,
su carne se hizo luz desde el horno divino
y el cielo ardió, de pronto, con un hervor de vino.
Tenochtitlán, Texcoco, eran ciudades libres.
Los caballeros Águilas, los enjoyados Tigres,
en la guerra florida, del gran dios Sol holgorio,
cautivaban los héroes del juego gladiatorio.
¡América! La he soñado en sus danzas rituales
y en sus rientes cantos floridos, y en sus quetzales
y en las huertas flotantes de los aztecas. Y únicas,
las ruedas astronómicas de las series katúnicas
conté. Y en la esmeralda de Tlaloc, de olas rientes,
vi emplumarse los verdes, como dioses serpientes.
¡Oh, la América del yarabí blando y de la quena!
Kóyllur las escuchaba, desde su noche en pena,
en Cuzco, mientras Apu Ollántay, entre montañas
y precipicios, rebelaba razas hurañas.
¡Sacsahuamán ciclópeo! ¡Pico de Macchu Picchu!
¡Cuántas veces tus dioses vieron arder el icchu
del pecado y el crimen y en un sombrío ruego
vestirse las montañas de ropajes de fuego!
¿No volverá Pitzlimtec, el de los huesos verdes,
el de la luz verdeante de las diademas verdes
a libar, en las flores del Nicté, su agonía?
Entonces, los Ah Kines del Hunab Ku supremo
oraban. ¡El Dios – Uno vencido! Y blasfemo
el enemigo, luz de invierno y agua celeste,
las plagas acercaba del hambre y de la peste.
¿Ya nunca habrá en América ni ciudades incanas,
ni ñustas? ¿Ni han de alzarse los koyas soberanas?
¿Ni volverá el poeta que cantó a un solo dios,
aquel príncipe, triste como Hamlet? Su voz,
sol poniente de un mundo, vistió, en la elegía,
la idea perfumada de su filosofía.
Era Netzahualcóyotl; Acolhuacán, de flores
le colmó. Y Azcalxóchitl coronó sus amores,
y Moctezuma, el Viejo, le dio su amistad franca,
pura como las nieves de la Durmiente Blanca.
Legislador, guerrero, sabio, señor del sueño:
si ahuyentaras el vino de hipnótico beleño
que a los muertos mantiene en su inmovilidad
verías tu profecía antigua hecha verdad. |