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El Cafetín
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El cafetín del arrabal está manchado de compadres. Las luces son opacas como intuyendo una prisión. En una mesa, que tiene iniciales entrelazadas por cortaplumas, una «mina» se revuelca en la voluptuosidad lívida de la «coca».
En el fondo un piano viejo, rocía de ternura el alma brava de los hombres, gimiendo un tango triste y resbaladizo.
Frente a la ventana, un « matón» —entre sorbo y sorbo, del fuego áspero, que llama: caña — evoca con lujo de detalles y por centésima vez, como «limpió» al rival, que quiso robarle la hembra. Y en todos los ojos hay admiración y en todos los corazones hay envidia.
El arrabal «malevo» de mi Montevideo, va entrando al cafetín. Mañana saldrá de aquí y entrará en la cárcel, ¡El arrabal en así!... De mimoso, quiere estar siempre encerrado.
¡Cafetín de arrabal! Yo también una vez estuve en tu seno. El campo me purificó y pude entrar impunemente a besar tus mujeres. |
poema de J. C.
Welker
Revista "La Cruz del Sur" Nº 13
Montevideo, año 1926
Edmundo Rivero con la orquesta de Héctor Stamponi - Cafetín de Buenos Aires |
Ver, además:
Raúl Garello (1936-2016) fue una figura clave del tango del último medio siglo - Un referente de la vieja nueva guardia, por Karina Micheletto
Hoy Aníbal Troilo cumpliría noventa años - Pichuco o el mejor sello del bandoneón, por Julio Nudler - Domingo, 11 de julio de 2004
Ese bandoneón que se definió Pichuco - Diario Página12 (Bs.As.) - Sábado, 16 de marzo de 2002
Lepoldo Federico - "Yo al bandoneón lo abro, lo cierro y lo rompo todo" - 15 de junio de 1998
Texto digitalizado, y editado, con el agregado de imagen, por el editor de Letras Uruguay Twitter: https://twitter.com/echinope / email: echinope@gmail.com Inédito en el cyber espacio mundial al 7 de noviembre de 2016.
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