Velázquez y su realismo

Crónica de Eduardo Vernazza

(Especial para EL DIA)

Suplemento dominical del Diario El Día

Año XX Nº 941 (Montevideo, 28 de enero de 1951) .pdf

El bufón Pablo - detalle obra de Diego Velázquez

Vulcano en su fragua obra de Diego Velázquez

El triunfo de Baco o Los Borrachos (detalle) obra de Diego Velázquez

Pocas veces se dice de un pintor que es realista con el acento con que se pronuncia cuando se habla de Velásquez. Es que una cosa es la copia de la naturaleza, y muy otra es la realidad vista por el artista. A través de sus cuadros, Velázquez crea una realidad pictórica de excepción y se adelanta en muchos aspectos a las escuelas modernas, principalmente al impresionismo, al captar la luz en su rotación sobre los objetos. Con su enorme cuadro “Las Meninas”, crea el extraordinario pintor, la pintura del ambiente y hace sentir el aire flotando en el espacio. Dentro de esta sutilidad, su pintura acierta un recio realismo que culmina por contrastes de luces, sombras, y medios tonos, con la concreción de dibujo con que nadie jamás lo alcanzó. Señor de la pintura, lejos asta del malabarismo del trazo y espectacularidad alguna. La sobriedad parece ser su norte, y viendo sus pinturas, se tiene la sensación que todo puede hacerse en dicho arte; tal es su sublime seguridad, su superioridad ante los más grandes obstáculos que aparecen vencidos, no con la liviana y ligera pasta de un habilidoso, sino con la conciencia clara de su sabiduría técnica y sentido plástico de los objetos y las figuras.

Todo se reduce al carácter. Es carácter lo que Velázquez pinta en sus obras, es fuerza interior, vida, una vida fuertemente creada y tomada desde un ángulo especial, único.

Las Meninas, obra de Diego Velázquez

Nada aparece difícil ante este genio que dice “pinta lentamente" cuando le visita Rúbens que en dos horas da cuenta de un retrato del rey. Y buen contraste existe en los dos grandes. Si alguna vez la oposición de formas y técnicas se chocan, es en los dos maestros. Uno ampuloso, espectacular, ligero y virtuoso, hablador, el otro callado, sereno, consciente, rudo y profundo; pero cien por ciento pintor. Aunque su vida artística transcurre en palacio, y son sus modelos principalmente el Rey Felipe, y toda su corte, así como sus locos y enanos, de los que Velázquez pintó admirables retratos, hace un viaje a Roma donde admira a los grandes italianos, y en Venecia a Tintoretto y Ticiano. Pero la gran obra de Velázquez no estará par cierto en ningún cuadro de tema religioso, que aunque los hizo, su realismo no pudo sublimizar o idealizar a las vírgenes y santos, pues éstos aparecen con la robustez y la realidad de todos loa días. Su gran obra repetimos, la realiza VeLázquez en los retratos que pinta en palacio, donde abundan los caracteres de un mundo raro. En la gris luz de los aposentos (fue nombrado aposentador de Palacio) en la vejez de sus puertas y ventanas, en sus patinados pisos y coloridas alfombras y cortinas, encuentra el fondo que se pierde en tinieblas para hallar el secreto de la luz. Así coloca a sus modelos, las princesitas, con un fondo oscuro en el que puede verse la continuación de las sombras, y por la ventana la luz que penetra, iluminando en tres cuartos la parte colorida, que aprovecha el pintor dejando asomar en el interior los pliegues de una cortina, o el filo de un mueble. De todo esto Velázquez saca partido para su soberana tonalidad.

De todo, él hace pintura, y antes que tallar y fijar nuestra atención en el motivo, o tema, forzosamente Velázquez nos conduce a admirar la solución de un problema pictórico. Antes que objeto, que modelo. Velázquez interpreta su faz pictórica. Supera la realidad.

En su primer tiempo sorprendía su realismo, que se traducía en bodegones, vendedores y tipos humildes. Mas en esto hizo un maravilloso aprendizaje que le valdrá más tarde, y luego para siempre, es decir para la inmortalidad. Porque aquella realidad de bodegones, está ahora en grandes museos como obras maestras de un insuperable maestro. Derechamente al natural, pintaba la realidad pura sin embellecerla, ni estilizarla, sin márgenes de ensueño, ni fondos premeditadamente estudiados, sino simplemente la realidad. Pero era la realidad vista con los únicos ojos de Velázquez, el pintor de la paleta mas extensa. Por ejemplo, el cuadro “Cristo después de la flagelación", es un cuadro al que no pudo Velázquez infundirle esa vida sobrenatural y extraterrena que supieron darle los célebres pintores de obras religiosas.

Supuesto retrato del pintor español Francisco Pacheco detalle obra de Diego Velázquez

Esopo obra de Diego Velázquez

En cambio, nos da un soberbio trozo de pintura en cae cuerpo real de un hambre, un modelo semisentado, y teniendo a sus espaldas una mujer, que quiere ser una virgen alada, y sólo es eso, una mujer en su real contenido. Por ello, hay que buscar en Velázquez la realidad interpretada por su real talento. Busquemos su cuadro "Los borrachos" y entonces si, la composición y el tema se aviene perfectamente a su sentir. Son “los borrachos” en su característica total, con sus bajas expresiones y su feliz  risa de bebedores ante las taras plenas de vino. Y los atributos báquicos que sirven de aureola al grupo, quedan dentro de la armonía, aún también el desnudo, porque son continuación y símbolos reales del asunto tratado. Cuán superiores son sus obras donde el carácter se aviene al artista. Lejos de habitar en supuestos mundos, Velázquez vive en la tierra y se apega a ella, observando con ojos de pintor todo la que lo rodea. Miremos s¡ no su serie de bufones, el extraordinario "Esopo", cuya vida interior parece asomar en el ocre empaste de su cara abotagada y deforme. Miremos esta pintura, su ejecución intensa y sobria, su justo trazo y el gran genio de un pintor, saber sacrificar: cuanto deja ante la pincelada firme y resuelta, cuanto queda en el camino, cuantas escalas pequeñas son engarzadas detrás de esa mancha que lo ha tomado todo. Así es Velázquez, grande en todo.

Y cuando pinta al Papa Inocencio X , es tal el realismo pictórico de su cuadro, que el propio papa pronuncia el “ E tropo vero”-

En la "Rendición de Breda”, esa gran composición, que reúne dos grupos diversos, Velázquez no busca el heroico símbolo o el teatral efecto, sino sencillamente una escena de caballeros, donde el vencedor acoge al vencido y le sonríe cuando este le entrega la espada. Aquí nuevamente se hace presente ese señorío muy español que caracteriza toda su pintura y lo que es más, su misma técnica. Sólo en algunos retratos ecuestres por encargo, Velázquez pinta un fondo convencional, un paisaje al estilo de entonces, y un caballo con sus dos patas delanteras en el aire, como detenido. También al rey pintó en traje y en paisaje de caza, con el perro favorito, idealizando un poco los fondos de praderas o lejanías. Pero compárese estos retratos, a los netos Velázquez con los fondos que forman parte del mismo retrato. Por ejemplo, los citados anteriormente, de bufones y de pequeños príncipes, de papas y de seres que el colocaba a su gusto para pintarlos como el quería.

Allí veremos que el fondo en plena sombra, escamotea la luz para destacar un perfil que le interesa plásticamente. Como una sombra tras la faz luminosa del retratado ayudará a que el aire gire en derredor, y unas cortinas sabiamente dispuesta, dan los verdes, rojos, o el oro bordeando la luz. Como la simple sombra proyectada se une al gris patinado de una vieja pared, y como los libros y loa cántaros en silueta, dan vigorosa sensación al gran “Menipo" y “Plablillos de Valladolid" en su manto negro deshace su ademán teatral de loco, en me dio de un fondo de luz, y el ampuloso y vanidoso Duque de Olivares, apoya su enjoyada mano en el terciopelo. Inútil enumerar tanta belleza y sabiduría, ya que Velázquez es un todo en todas sus grandes obras. Cuando pinta "Las Hilanderas", es el el primero que pinta el movimiento de la masa trabajadora en una fábrica y de él vendrán las cigarreras de los cuadros futuros y otros conjuntos de ese tipo". (Velázquez por Gómez de la Serna) y sigue diciendo este escritor: “Velázquez nada corrige al natural, nada perdona!, busca en todo el aspecto pintoresco y una fuerza que subyuga. La verdad, el carácter. He aquí todo el dogma del arte moderno cuyo punto de partida es Velázquez”.

Ver, sobre Velázquez:

                                      Lo que Velázquez representa en la historia general del arte, por Jacinto Octavio Picón (España)

 

Crónica de Eduardo Vernazza

(Especial para EL DIA)

Suplemento dominical del Diario El Día

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Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación

Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)

 

Ver, además:

 

                      Eduardo Vernazza en Letras Uruguay

 

                                                                       Dennis David Doty en Letras Uruguay

 

Catálogo pinturas y dibujos del artista de Uruguay Eduardo Vernazza por el cineasta Dennis Doty (Irlanda/Estados Unidos)

 

                

Editor de Letras Uruguay: Carlos Echinope Arce   

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