El Manchismo italiano y la pintura de Sáez

por Eduardo Vernazza

Diario El Día (Montevideo, 21 de junio de 1973)

El texto publicado en el diario carece de imágenes

Las incluidas aquí se tomaron del acervo del Museo Nacional de Artes Visuales

Título: Arequita
Autor: Carlos Federico Sáez (1878-1901)
Técnica: Óleo
Soporte: Tabla
Medidas: 27 x 35 cm
Realizado: c.1899
Ubicación: Museo Nacional de Artes Visuales

El Manchismo Italiano fue una reacción contra la Academia y la Pintura de Sáez. Sin desvirtuar el dibujo, sin dejar de cultivarlo de la naturaleza, tomándolo da esta en una sensación rápida y desenvuelta, la época que se dio en llamar de tal forma, tuvo un espectacular suceso entre los pintores, no sólo romanos, sino de todas partes del mundo que acudían a estudiar a Italia.

Entre estos, casi un niño, llegó a Roma Carlos Federico Sáez.

Era asombroso por !a justeza y la admirable asimilación. La figura la realizaba con verdadera y profunda verdad en  los caracteres más disímiles.

Fueron loe familiares sus primeros modelos. Sorprendidos, le llevaron los dibujos a Juan Manuel Blanes, el todopoderoso artista que reinaba entonces en el Uruguay, y que ya había estado en Italia y, por lo tanto, conocido lo que el estudio en la Academia podría ofrecer a Sáez.

No fue menos la sorpresa que se llevó el gran artista uruguayo. Sólo dijo que viajara a Italia; pues él ya no tenía nada que enseñarle. Parece que Blanes era muy retraído y sobrio para dar opiniones. Teniendo en cuenta esto, fue qua se pulsó el verdadero alcance de este niño genial. Llegó, pues, a Roma a instalarse y a concurrir a la Academia. Muy poco tiempo soportó las disciplinas que en estas escuelas regían, rigurosas y complejas.

Sáez asomó un poco más hacia la luz, y se topó con ese embriagador movimiento qua ya comenzaba a cundir como una manifestación nueva, y que se avenía para su temperamento, qua dominaba totalmente la figura y la forma.

El contacto con el “manchismo" le abrió el camino, el cauce que llevara a Sáez a ser uno de los grandes en dicha Escuela,

Sáez se apartó de la Academia e instaló taller en Roma. Allí surgió con fuerza y mereció respeto, al que todos se sumaron, rindiendo así tributo a su talento.

Un talento fresco, ágil, rico, colorista, de un trazo instintivo, genial para ubicar la mancha en el dibujo, ya personal por sus ejercicios y por su especial don.

En aquella época en que su arte se refería a las modelos, a las gitanas, a los amigos, su estudio era punto de reunión, donde se discutían las nuevas tendencias que afloraban con tanta animación. Siempre se admiró su pintura. Los propios maestros lo admiraban. ¿No se sabría entonces que Sáez, el joven uruguayo, era ya un maestro?

Lo tuvimos por certeza, no sólo cuando su pintura fue traída s nuestro país. Junto al dandy-pintor, ya definitivamente desahuciado en su salud, sino más tarde, cuando la historia recrea las Escuelas y sus evoluciones, y se exhibe en Montevideo la recordada exposición del 900 Italiano.

Ahí es donde, frente a los grandes de la pintura italiana, sobresale con vigor y validez propios la obra de Sáez. Dijimos entonces que su pintura no ya se equiparaba, sino que nos arriesgábamos a opinar que la superaba, y seguimos pensado lo mismo. Insistimos que si la pintura de Sáenz fuera expuesta en Italia actualmente, pese a todo el caos de ismos que, como reguero de pólvora, siguió a este mismo movimiento del cual es cultor, sorprendería y tendría que ser reconocido en su verdadero valor.

Ver, además

De Blanes a Carlos Federico Sáez, por Eduardo Vernazza - Diario El Día (Montevideo) 8 de febrero de 1962

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