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Nos encontramos evidentemente frente a un material, serio y de muchísima utilidad para quienes desean tomar contacto con una problemática que tiene una multiplicidad de dimensiones.
El autor nos va guiando por esas distintas ventanas por las cuales podemos ir viendo parte de la problemática y a través de la obra nos permite tomar contacto con prácticamente toda su dimensión.
Para quienes hemos trabajado con jóvenes que viven en situación de desprotección, producto de la pérdida de referentes adultos que los continente, sentimos muchas veces la impotencia de no poder aportar casi nada al rompimiento del circuito deshumanizante que sufren los y las jóvenes que caen presos y presas de las garras de las drogas.
En la Defensoría del Vecino, recibimos situaciones referidas a la inseguridad, y frecuentemente aparece en el escenario, la situación de lugares donde se producen actividades vinculadas a la comercialización de drogas, con todo lo que esto implica para una comunidad barrial. En estos casos constatamos claramente una vulneración del derecho a la seguridad humana.
Esta impotencia se profundiza hasta lo más hondo de nuestro ser cuando observamos que todo ésto está orquestado por mentes egoístas, perversas, que solo tienen como meta un enriquecimiento a cualquier precio, no importando el nivel de destrucción que dejan en el camino.
Pero también, y en esto quiero detenerme unos segundos, hay una luz de esperanza que el autor refleja en la obra, que la sitúa en el marco de lo que entiendo son las responsabilidades de las políticas públicas en las garantías de derechos ciudadanos.
El relevamiento que hace el autor de los recursos que posee nuestro País para combatir, prevenir y atender a las víctimas, tanto del sector estatal como desde la sociedad civil y fundamentalmente desde la articulación entre el Estado y la Sociedad Civil, nos abre el panorama de superación de la impotencia que sufrimos en lo cotidiano.
El Uruguay ha experimentado a través de los años, la riqueza que implica desarrollar políticas públicas entre el Estado y la Sociedad Civil organizada. No hay mejor escenario posible para superar este tipo de situaciones que aquel donde los esfuerzos, las inteligencias y los compromisos de lo público y lo privado se encuentran y se articulan para superar las crisis y construir escenarios más sanos, más incluyentes.
Tenemos el desafío, frente a esta temática que nos plantea el autor, de sumar esfuerzos, dejar de lado intereses sectoriales, y poner a toda la sociedad al servicio de la superación de las causas del consumo de drogas, dando continuidad al permanente mejoramiento en educación, en infraestructura para el desarrollo integral de los niños y los jóvenes y la profundización de la eficacia en la detección y represión de las actividades del narcotráfico.
Quiero resaltar otro aspecto sustancial de la riqueza de esta obra. La recibí al leer los testimonios de todos, pero me resultaron especialmente conmovedores los de aquellas personas que de alguna u otra manera tienen o han tenido contacto directo y cotidiano con la droga o con personas que las consumen. Es también un aliciente saber que en el mundo hay personas dispuestas a arriesgar muchas cosas por amor a otras. Tal vez encontrar, madres, padres, docentes, funcionarios públicos, educadores, etc. con esta dimensión del amor nos pueda dar la clave para superar esta pandemia y evitar la pérdida de vidas de tantos y tantas orientales.
Por último, gracias al autor por hacer el esfuerzo de poner en nuestras manos su obra, a la editorial por publicarlo y a todos los lectores y lectoras por dejarse invadir por la obra con la certeza que nos da el autor al terminar la obra “La verdad que se logra poco con el NO a las drogas sin un fuerte SÍ a la vida”.
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