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El loco y el ángel |
La leyenda y sus dioses eran en él anécdota atareada cuando encontró habitadas las estrellas. Así es que el corazón le late lejos detrás aun de la distancia diáfana donde termina el tacto de sus ojos. Ellos no se olvidaron nunca de ser jóvenes aun transcurriendo cielos podridos, ciudades derruidas. Si un día - un suponer - de tiempo inverosímil, sus ojos se secaran, en el fondo del lecho quedarían entre imposibles conchas y algas tenues los rostros hacia quien él sonreía. Un querer de otros mundos habría muerto sin cielo para verse en rostros de agua. Y aquella su manera cantarina que moldeaba morosa las palabras para mullir su entraña hospitalaria. Nombre y oídos viaje y residencia trabajan su querencia de regresos. De sí despreocupado derrochador de júbilos él, tan ajeno al tiempo, nos sigue, se adelanta, nos confirma. Yo mismo soy cuando llego a lo puro el loco, el inocente, que su nada su cero a la derecha multiplica el uno el dos a dos equis, Y, zeta. |
Zelmar Riccetto Antología poética Selección: Gladys Castelvecchi y Francisco Lussich Prólogo: Saúl Ibargoyen Diciembre de 1988 - Talleres gráficos de SIGNOS, Montevideo, Uruguay. Se publica en Letras- Uruguay autorizado por la familia |
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