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El inocente |
Desde el hálito sahumado de tus sienes te has infundido tú tu criatura y vas sin tiempo hasta tu instante puro; te tocas en el hombre, te detienes aun disociado del yo recién nacido. Al caminar por el camino andando no sabe deslumbrarse de milagros, él, reciente e intacto, no comprende; es tan fácil nacerse y ser paisaje. Está en su insinuación, se está llamando casi deseo aun y ya colmado; el deslumbrado enciende sus arterias, un pez dorado de ellas se desangra ondea con su luz, me está buscando. Ya posee lo último indudable, le sobre lo que falta y lo que queda; de improvisos, repentes sin designio, de un distraído olvido se ha inventado. Sin preguntas, es cierto, amanecía: y para qué si el mar, y para qué si el viento y para qué si el fuego todos son aquel sismo y su locura cuando la tierra en sí se convertía? Y lo vieron lo vi, lo retrataron; un flash con exterminio en Hiroshima lo dejó para siempre sorprendido. Estabas aprendiendo a sentirte sabores, a llegar a la sed, a navegar a solas, a incendiarte quemando la verdad en colores de la noche. Estabas aprendiendo... En Hiroshima te disgregó de ti un escalofrío. Velando al inocente malherido ahora soy mis dientes y mis uñas, ahora amo con llanto y armadura. |
Zelmar Riccetto Antología poética Selección: Gladys Castelvecchi y Francisco Lussich Prólogo: Saúl Ibargoyen Diciembre de 1988 - Talleres gráficos de SIGNOS, Montevideo, Uruguay. Se publica en Letras- Uruguay autorizado por la familia |
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