Rapsodia Bárbara
Intoducción
a Rapsodia bárbara |
I
Demen
la guitarra, vidalitá, y
paso adelante, que
uno de mi sangre vidalitá, quiere
que lo cante. Sobre
la guitarra vidalitá pónganme
una flor. Yo
canto sin ciencia, vidalitá. Soy
el payador, Fue
de Cerro Largo,
vidalitá Nico
Coronel, No
hubo quebracho vidalitá.
más
membrudo que él.
Creció
en los fogones Vidalitá junto
a loa matreros. Recorrió
tres patrias vidalitá, siempre
entre lanceros. Fue
gaucho de trovas vidalitá. y
hasta domador. Lástima
que el mozo vidalitá. fuera
saltiador!
Vivió
entre los gauchos vidalitá, desde
aquí hasta el Ande. Luchó
en diez revueltas vidalitá, desde
el Sitio Grande. Con
gente de Oribe vidalitá, y
de Lavalleja, con
flores de ceibo vidalitá, detrás
de la oreja. En
olas purpúreas vidalitá, las
grandes patriadas. Las
blancas divisas, vidalitá, y
las coloradas. Y
así lo contemplo vidalitá, libre
sobre el llano. Sombrero
en la nuca, vidalitá, guitarra
en la mano. Fue
rubio y hermoso, vidalitá, fue
gallardo y fuerte, estaba
en su sangre, vidalitá, tentar
a la muerte. Fue un gaucho muy lindo vidalitá de
azulados ojos. Chiripá
era el suyo, vidalitá. con listones rojos.
II Vuelve
en mi guitarra vidalitá,
Nico
Coronel, Lo
llevo en mi sangre, vidalitá, no
puedo con él. —Si
estoy en tu sangre, vidalitá, me
hacés esta ofrenda: que
en el canto tuyo vidalitá. quede
ni leyenda! De
noche en la pampa, vidalitá, yo
oí ese lamento. Hasta
mi guitarra vidalitá, me
lo trajo el viento! Los
tiempos futuros vidalitá, y
el tiempo anterior. yo
traigo en mis labios vidalitá, —¡Soy
el payador! Dentro
de los astros vidalitá,
va
la claridad. Dentro
de los cantos vidalitá, va
la eternidad. Un
gran don de dioses vidalitá, me
hicieron a mí: vivir
otros tiempos, vidalitá, iMil
tiempos viví! Los
sucesos canto vidalitá, bien
tal como fueron. ¡Yo
no invento historias; vidalitá, mis ojos las vieron!
III Como
trova arcaica, con palabra fiel, volverá
en mis cantos Nico Coronel! Contaré
la hazaña que entonces vi yo, cuando
en Entre Ríos a Urquiza mató. Urquiza
fue un tigre que hizo grandes cosas pero
fue famoso al vencer a Rosas. Después
de Caseros gobernó a su gusto. Las
provincias feudos eran de Don Justo. Por
muchos estíos, no recuerdo cuántos, Nico
sirvió a Urquiza: fue uno de tantos. Lo
llevó ante Urquiza don Lucas Moreno. Le
dijo; protéjalo, que es un gaucho bueno. Y
triunfó el cachorro; la esbelta estatura,III los
ojos celestes, la mano segura! Inspiró
confianza Nico Coronel. Como
cuadra a un gaucho fue valiente y fiel. Para
el entrevero, la boliada, el pial, siempre
estaba pronto aquel oriental.IV Fue un gaucho muy lindo vidalitá de
azulados ojos. Chiripá
era el suyo, vidalitá. con malvones rojos.
IV
Hasta que en mal
trance, vino ia ocasión (v) que Urquiza
ofendiera y humillara al peón. —Vas a Buenos
Aires, cuando aclare el día. —-Llevarás mil
reses de la hacienda mía. —General,
disculpe, yo no puedo ir. —Mi mujer tá
enferma, se me va a morir... —No arriesgue
su suerte por una mujer. —Cuando Urquiza
ordena, hay que obedecer. —Cumpla bien mi
orden, quítese esa pena. —Quien recula
es maula, cuando Urquiza ordena.. Y cortó ese diálogo
con agria bravura: —Si ella está
enferma, usted no la cura! Y ante otros
gauchos le mostró el palenque, y como un relámpago
levantó el rebenque. Y
clavó en el gaucho la mirada incierta, como
en los degüellos, como en India Muerta.VI ¡Fulgor
misterioso de aquella mirada! Nico la contuvo
con la frente alzada, -Vas mañana
mismo; es la orden mía - Rumbo a
Buenos Aires, cuando aclare el día. Lleno de
presagios Nico obedeció! Y a trescientas
leguas con tropa marchó. Fue un guacho muy
lindo vidalitá de azulados ojos. Chiripá era el
suyo vidalitá con bordados rojos.
V
Perdiós
tres meses tropiando en los vientos Pensaba
en sus ranchos sólo por momentos. Yo me lo imagino
en ruedo poblano, guitarra con
cintas, facón en la mano. Volvió a ser el
héroe, el libre, el tahúr, y enfrentó ai
gauchaje de la pampa sur. Al volver al
pago, ya Nico era otro, el cinto con
libras, reluciente el potro. Al volver al pago
vio su mala suerte, que a su compañera
la llevó la muerte. También
murió el hijo, murió la esperanza. Nico
oyó a los pumas y juró venganza. —Deshecha mi
casa, solo ante el gauchaje. —¿Qué me queda entonces? —¡Tengo mi coraje!... —Como todo
gaucho, amé a mi mujer, —más que a las
llanuras, más que al propio ser! Como el agua
turbia de una zanja estrecha, en el pobre
gaucho creció la sospecha. Al gigante
Urquiza, que era el protector, lo culpó de
todo, le tomó rencor. —Dueño
de los hombres, dueño de Entre Ríos, dueño de las pampas, ¿Dónde están los míos?
VI
Como
un barro impuro vidalitá, cayó
lentamente, la
noche absoluta, vidalitá, en
la hermosa frente! La
fuga en los bosques, vidalitá, los
celos de horror! Las
fieras con odios, vidalitá, y
gritos de amor! Yo
no culpo a nadie vidalitá, ¡Esta
es la verdad! ¡Guia
al pobre gaucho vidalitá, la
fatalidad! Yo las cosas
canto vidalitá, bien
tal como fueron. Yo
no invento historias, vidalitá, mis
ojos las vieron! Nico fue a
Corrientes, vidalitá, robó
un alazán, y
se unió a la indiada, vidalitá, de
López Jordán,VII Volvió
con las sombras, vidalitá, de
tarde lobuna, entre
correntinos vidalitá, y un tal Pardo
Luna. Fue un gaucho muy
lindo vidalitá. de azulados ojos. Chiripá era el suyo vidalitá, con facones rojos!
VII Urquiza era un
ídolo, glorioso y terrible. Contaban las
montas que era invencible. Dueño
de los hombrea, así gobernaba. Dueño
de las pampas, ¿quien se le animaba? Urquiza
vivía con muchos soldados. Nico
entró en la estancia con doce emponchados. Dispersó a la
guardia que quiso atajarlo. —¿En dónde está Urquiza, que vengo a matarlo! Entraron los
gauchos en horda sombría. Los peleó
Urquiza con gran valentía. Peleó con sus
hijos frente a los indiazos. Sangre en los
puñales; gritos y ponchazos! Nico,
frente a Urquiza, se cuadró altanero, y
creció su estampa sobre el entrevero. Nimbado de
infamia, de luz y de escoria, el hermoso gaucho
entraba en la historia! ¡Digan
si este gaucho no se inmortaliza! ¡Hay
que ser muy hombre para entrarle a Urquiza! Fue hacia el
caudillo y lo acorraló, y con mano
bárbara a Urquiza mató. En gloria, en
fracaso, bronce o robledal, en rayo y en
toro, hundió su puñal. Pensando
en su dama pronunció su nombre. ¡Dios
perdone al gaucho que mató al gran hombre! Lo saben los
pumas, nadie les va a creer, que dio muerte a
Urquiza por una mujer. Por ahí se
agranda su acción inaudita. Les roba a los
mitos la fuerza infinita. Como cuerpo y
sombra, Nico y Luna irán, entre los
lanceros de López Jordán.
Nico entre las
selvas buscará guarida. Con garras de
tigre defendió su vida. Después,
por un tiempo, siguió en la tormenta: las
guerras civiles del año setenta. Siguió en la
tormenta, cayó en el tropel. junto
a José Hernández, Nico Coronel.VIII Fue un gaucho muy lindo vidalitá, de azulados ojos. Chiripá era el suyo, vidalitá. con manchones rojos!
VIII
Tropas
entrerrianas vidalitá, me
lo persiguieron. Tan
sólo jaguares, vidalitá, amparo
le dieron. Probó variaa
veces vidalitá, que era hermoso y
fuerte. Quisieron
matarlo, vidalitá. Luchó hasta dar
muerte. Le
dieron sus selvas, vidalitá, tres
ríos caudales.IX Le alumbraron
rumbos vidalitá. los
ritmos astrales. Pues no tuvo
amigos; vidalitá, de
noche viajaba. Y
al fin, lo negaron, vidalitá. ¡Ni se le
nombraba!X Un
signo de muerte, vidalitá, vio
en su frente escrito. ¡Fue
un jaguar sin hembra! vidalitá, ¡Fue
un gaucho maldito! Lo
miro ir errante, vidalitá, solo
por el llano. Sombrero
en la nuca, vidalitá. facón
en la mano. Qué
claro el lucero, vidalitá, puro
el Universo! Lindas las
serpientes, vidalitá, ¡Sólo él perverso!
IX Un
gran don los dioses, vidalitá. me
hicieron a mi. Vivir
otras vidas, vidalitá, mil
vidas viví! Dentro
de los astros vidalitá, va
la claridad. Dentro
de los gauchos vidalitá, la
fatalidad. De
noche en la pampa, vidalitá, Yo oí este
lamento. Hasta
mi guitarra vidalitá. me lo trajo el
viento! Cualquiera
de ustedes vidalitá, cantará
mejor. Yo
canto sin ciencia. vidalitá, ¡Soy el Payador!
X Yo
no ofendo a nadie vidalitá, sepa
bien la gente, que
Urquiza fue grande, vidalitá, y
Nico valiente! Yo
sé que algún tiempo, vidalitá, de
aquel trance amargo, por
ver a la madre, vidalitá, volvió
a Cerro Largo.XI Y
se hundió en la selva, vidalitá, como
un alarido. Lo borró el
pampero, Vidalitá, pero no el
olvido.XII Quedó en mi
guitarra. vidalitá. su
alma suspensa. Me
trae en las noches, vidalitá, su
tragedia inmensa. Me trae su
recuerdo, vidalitá, belleza inhumana. Mi canto ilumine vidalitá, su noche esquiliana!
XI Se agrandó mi
gaucho, vidalitá. Ya
no es el maldito. Vive
en mi guitarra vidalitá, bello
como un mito!XIII Nadie a un gaucho
ofenda, vidalitá, trateló
derecho. Porque
en cualquier gaucho vidalitá, Nico está en
acecho. Fue un gaucho muy
lindo, vidalitá de azulados ojos. Chiripá era el
suyo vidalitá, con malvones
rojos! Dicen
que no ha muerto vidalitá, Nico Coronel. ¡Cuando
anden con gauchos, vidalitá, cuidado con él! |
Notas
del autor (I)
En el Uruguay, el Brasil y la Argentina se desarrollaron las hazañas
gauchescas de Nico Coronel. (II)
Al final de la Guerra Grande, en las serranías fronterizas del Brasil,
empezó a destacarse el gaucho de esta rapsodia. Viajó largamente después
por las provincias argentinas y el Estado do Río Grande (Brasil). (III)
Los detalles del poema se conservan entre antiguas tradiciones
familiares. Don Lucas Moreno fue un noble personaje del departamento de
Colonia, muy amigo y compadre de Urquiza. (IV)
Los historiadores en general y las tradiciones entrerrianas, atribuyen la
intervención de Nico Coronel en el asesinato de Urquiza a otros móviles,
todos absurdos: soborno, o traición, o instintos de asesino. En la visita
que hice hace años al Palacio de San José, oí numerosas narraciones,
todas coincidentes en que Nico actuó como un malhechor y bandolero,
siendo él guía y uno de los principales protagonistas del terrible
acontecimiento. (V)
Durante muchos años sirvió a Urquiza con fidelidad. Hay que pensar en qué
ambientes y tiempos se vivía y de qué hombres se trataba. Administró
una de sus estancias y se dice que Urquiza le apadrinó un hijo. Cuéntase
que cuando al gran guerrero le anunciaron que emponchados entraban en su
residencia y se dirigían hacia él para atacarlo, circuló el rumor de
que entre ellos venía Nico. — ¡No puede ser!— dicen que
contestó Urquiza. Era pues, lo que se llamaba un peón de confianza y así
había actuado durante largo periodo; como un gaucho trabajador y como un
brazo seguro. En cuanto al hecho del once de abril, las versiones más
populares entre los uruguayos afirmaban que Nico fue el primero que atacó
a Urquiza. Pero existen otras narraciones, como ser la del Coronel Carlos
Anderson, que no le asignan el papel de Jefe o Capitán del atentado. (VI)
Se refiere a la Batalla de India Muerta (Uruguay), en donde fueron
degollados cientos de prisioneros en presencia de Urquiza. (VII)
Se afirmaba que Ricardo López Jordán, movido por resentimientos
personales con Urquiza se aprovechó de Nico y algunos otros gauchos para
asaltar la estancia de San José, y aprisionar al General o asesinarlo con
fines políticos. Era la versión considerada como más verosímil de
ciertas luchas que dieron lugar a una conspiración dentro del caudillaje
de las Provincias Argentinas del Litoral. Con todo, la Revolución de López
Jordán y el asesinato de Urquiza, constituyen uno de los temas más
oscuros de la historia argentina. (VIII)
Está demostrado, que José Hernández, antes de escribir el Martín
Fierro, intervino en la revuelta de López Jordán, siguiéndolo hasta
la derrota de Ñaembé. (26 de
enero de 1871), después de la cual huyó al Brasil. Ruta parecida siguió
Nico Coronel. (IX)
El Paraná, el Uruguay y el Paraguay. (X)
Todos los cronistas confirman este repudio general que se levantó contra
Nico Coronel. Fue un gaucho maldito. En la Revolución de Aparicio, en el
Uruguay, (1870), lo rechazaron y condenaron sus parientes, así como los
Jefes superiores y correligionarios. El general Ángel Muniz, que estaba
emparentado con los Coronel, lo hizo retirar del ejercito revolucionario,
porque su presencia comprometía el prestigio de las tropas. Después vivió
algunos años peleando, defendiéndose con un prestigio siniestro y
fascinante, hasta que desapareció. (XI)
¿Dónde fue a morir? De Río Grande habría pasado a Cerro Largo, por
Aceguá para ver a su madre. Después huyó y no se supo más de él. Se
cree que murió en el Brasil y que sus restos están en Quarahí. (XII)
Desde muy joven oí hablar de Nico Coronel, durante mis permanencias en
campos y estancias que van de Tacuarí hasta Aceguá, en el departamento
de Cerro Largo. En las veladas de los fogones siempre se lo representaba
como gaucho malo, pero valiente y hermoso, que actuó perseguido por una
fatalidad interior. Perteneciendo a una familia histórica con actuación
en las guerras de la independencia y en las civiles del Uruguay y siendo
todos los Coronel guerreros humanitarios y honrados, la leyenda de Níco más
bien tendía a ser presentada como un vergonzoso acontecimiento que merecía
el repudio y el olvido absoluto. Persiguiendo su sombra visité una tarde
de abril el palacio de Urquiza en Concepción del Uruguay. Allí se me
presentó la imagen de Nico Coronel con todo su salvajismo y valentía
condenables. El escenario de la tragedia del 11 de abril de 1870, le daba
sorprendente grandiosidad, pero nunca imaginé que esa figura brutal,
aunque simpática para mi, fuera digna de un poema. Sin embargo, en el
invierno de 1946, al atravesar las pampas del sur, durante dos días
enteros contemplando las desoladas llanuras, no sé por qué revivieron
las tragedias gauchas dormidas en cierta isla impura de mi ser, y entonces
empecé a componer esta rapsodia bárbara, como sin querer, sobre una
tonada elemental de vidalita, a modo de algo que no parece tener ninguna
justificación, ni importancia. (XIII)
El historiador don José María Fernández Saldaña, termina su crónica
condenatoria de Nico Coronel en su Diccionario uruguayo de biografías,
con este retrato: "Era
Nico Coronel hombre tratado y leído. Escribía y firmaba siempre con el
diminutivo portugués de Nico. Su melena casi rubia, su barba corta, rala
y sedosa, sus claros ojos y el color blanco de su piel, le daban cierto
aspecto de inglés o de mestizo nórdico cuando menos. Hombre hermoso y
arrogante, tenía sin embargo por testimonio de quien lo conoció de
cerca, algo de siniestro como la belleza de Belial". El historiador entrerriano Martiniano Leguizamón, que pudo conocerlo de cerca, lo describe así: "Tenía ese rostro pálido y macilento con que suelen representar a los nazarenos; el bigote fino, la barba espesa y larga, y la cabellera enrulada que, echada hacia atrás, caía sin gracia sobre los hombros. Los ojos pequeños, como dos piedras duras miraban desde el fondo de las cuencas hondas, con ese tirilla frío del ojo de la víbora, causando inquietud. Vestía una blusa oscura, amplia bombacha de merino y un chambergo de felpa volcado hacia adelante, como para ocultar la mirada recelosa. Llevaba altas botas granaderas, calzadas con espuelas de plata, y en la mano un pesado arreador de larga azotera trenzada. Ceñía a la cintura un tirador tachonado con monedas de plata y rosetas de oro, del que sobresalía, atravesado sobre los riñones, la empuñadura del facón". |
Rapsodia Bárbara
poema de
Emilio Oribe
Ver, además:
Emilio
Oribe en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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