Rapsodia Bárbara

Intoducción a Rapsodia bárbara
poema de Emilio Oribe

 

          I

 

Demen la guitarra,

vidalitá,

y paso adelante,

que uno de mi sangre

vidalitá,

quiere que lo cante.

 

Sobre la guitarra

vidalitá

pónganme una flor.

Yo canto sin ciencia,

vidalitá.

Soy el payador,

 

Fue de Cerro Largo,                        

vidalitá

Nico Coronel,

No hubo quebracho

vidalitá.

más membrudo que él.                   

 

Creció en los fogones

Vidalitá

junto a loa matreros.

Recorrió tres patrias

vidalitá,

siempre entre lanceros.

 

Fue gaucho de trovas

vidalitá.

y hasta domador.

Lástima que el mozo

vidalitá.

fuera saltiador!                               

Vivió entre los gauchos

vidalitá,

desde aquí hasta el Ande.

Luchó en diez revueltas

vidalitá,

desde el Sitio Grande.

 

Con gente de Oribe

vidalitá,

y de Lavalleja,

con flores de ceibo

vidalitá,

detrás de la oreja.

 

En olas purpúreas

vidalitá,

las grandes patriadas.

Las blancas divisas,

vidalitá,

y las coloradas.

 

Y así lo contemplo

vidalitá,

libre sobre el llano.

Sombrero en la nuca,

vidalitá,

guitarra en la mano.

 

Fue rubio y hermoso,

vidalitá,

fue gallardo y fuerte,

estaba en su sangre,

vidalitá,

tentar a la muerte.

 

Fue un gaucho muy lindo

vidalitá

de azulados ojos.

Chiripá era el suyo,

vidalitá.

con listones rojos.

 

        II

 

Vuelve en mi guitarra

vidalitá,

Nico Coronel,

Lo llevo en mi sangre,

vidalitá,

no puedo con él.

 

—Si estoy en tu sangre,

vidalitá,

me hacés esta ofrenda:

que en el canto tuyo

vidalitá.

quede ni leyenda!

 

De noche en la pampa,

vidalitá,

yo oí ese lamento.

Hasta mi guitarra

vidalitá,

me lo trajo el viento!

 

Los tiempos futuros

vidalitá,

y el tiempo anterior.

yo traigo en mis labios

vidalitá,

—¡Soy el payador!

 

Dentro de los astros

vidalitá,

va la claridad.

Dentro de los cantos

vidalitá,

va la eternidad.

 

Un gran don de dioses

vidalitá,

me hicieron a mí:

vivir otros tiempos,

vidalitá,

iMil tiempos viví!

 

Los sucesos canto

vidalitá,

bien tal como fueron.

¡Yo no invento historias;

vidalitá,

mis ojos las vieron!

 

        III

 

Como trova arcaica, con palabra fiel,

volverá en mis cantos Nico Coronel!

 

Contaré la hazaña que entonces vi yo,

cuando en Entre Ríos a Urquiza mató.

Urquiza fue un tigre que hizo grandes cosas

pero fue famoso al vencer a Rosas.

 

Después de Caseros gobernó a su gusto.

Las provincias feudos eran de Don Justo.

 

Por muchos estíos, no recuerdo cuántos,

Nico sirvió a Urquiza: fue uno de tantos.

 

Lo llevó ante Urquiza don Lucas Moreno.

Le dijo; protéjalo, que es un gaucho bueno.

 

Y triunfó el cachorro; la esbelta estatura,III

los ojos celestes, la mano segura!

 

Inspiró confianza Nico Coronel.

Como cuadra a un gaucho fue valiente y fiel.

 

Para el entrevero, la boliada, el pial,

siempre estaba pronto aquel oriental.IV

 

Fue un gaucho muy lindo

vidalitá

de azulados ojos.

Chiripá era el suyo,

vidalitá.

con malvones rojos.

 

                     IV

 

Hasta que en mal trance, vino ia ocasión (v)

que Urquiza ofendiera y humillara al peón.

 

—Vas a Buenos Aires, cuando aclare el día.

—-Llevarás mil reses de la hacienda mía.

 

—General, disculpe, yo no puedo ir.

—Mi mujer tá enferma, se me va a morir...

 

—No arriesgue su suerte por una mujer.

—Cuando Urquiza ordena, hay que obedecer.

 

—Cumpla bien mi orden, quítese esa pena.

—Quien recula es maula, cuando Urquiza ordena..

 

Y cortó ese diálogo con agria bravura:

Si ella está enferma, usted no la cura!

 

Y ante otros gauchos le mostró el palenque,

y como un relámpago levantó el rebenque.

 

Y clavó en el gaucho la mirada incierta,

como en los degüellos, como en India Muerta.VI

 

¡Fulgor misterioso de aquella mirada!

Nico la contuvo con la frente alzada,

 

-Vas mañana mismo; es la orden mía

- Rumbo a Buenos Aires, cuando aclare el día.

 

Lleno de presagios Nico obedeció!

Y a trescientas leguas con tropa marchó.

 

Fue un guacho muy lindo

vidalitá

de azulados ojos.

Chiripá era el suyo

vidalitá

con bordados rojos.

 

                  V

 

Perdiós tres meses tropiando en los vientos

Pensaba en sus ranchos sólo por momentos.

 

Yo me lo imagino en ruedo poblano,

guitarra con cintas, facón en la mano.

 

Volvió a ser el héroe, el libre, el tahúr,

y enfrentó ai gauchaje de la pampa sur.

 

Al volver al pago, ya Nico era otro,

el cinto con libras, reluciente el potro.

 

Al volver al pago vio su mala suerte,

que a su compañera la llevó la muerte.

 

También murió el hijo, murió la esperanza.

Nico oyó a los pumas y juró venganza.

 

—Deshecha mi casa, solo ante el gauchaje.

—¿Qué me queda entonces?¡Tengo mi coraje!...

 

—Como todo gaucho, amé a mi mujer,

—más que a las llanuras, más que al propio ser!

 

Como el agua turbia de una zanja estrecha,

en el pobre gaucho creció la sospecha.

 

Al gigante Urquiza, que era el protector,

lo culpó de todo, le tomó rencor.

 

—Dueño de los hombres, dueño de Entre Ríos,

dueño de las pampas, ¿Dónde están los míos?

 

       VI

 

Como un barro impuro

vidalitá,

cayó lentamente,

la noche absoluta,

vidalitá,

en la hermosa frente!

 

La fuga en los bosques,

vidalitá,

los celos de horror!

Las fieras con odios,

vidalitá,

y gritos de amor!

 

Yo no culpo a nadie

vidalitá,

¡Esta es la verdad!

¡Guia al pobre gaucho

vidalitá,

la fatalidad!

 

Yo las cosas canto

vidalitá,

bien tal como fueron.

Yo no invento historias,

vidalitá,

mis ojos las vieron!

 

Nico fue a Corrientes,

vidalitá,

robó un alazán,

y se unió a la indiada,

vidalitá,

de López Jordán,VII

 

Volvió con las sombras,

vidalitá,

de tarde lobuna,

entre correntinos

vidalitá,

y un tal Pardo Luna.

 

Fue un gaucho muy lindo

vidalitá.

de azulados ojos.

Chiripá era el suyo

vidalitá,

con facones rojos!

 

                   VII

 

Urquiza era un ídolo, glorioso y terrible.

Contaban las montas que era invencible.

 

Dueño de los hombrea, así gobernaba.

Dueño de las pampas, ¿quien se le animaba?

 

Urquiza vivía con muchos soldados.

Nico entró en la estancia con doce emponchados.

 

Dispersó a la guardia que quiso atajarlo.

—¿En dónde está Urquiza, que vengo a matarlo!

 

Entraron los gauchos en horda sombría.

Los peleó Urquiza con gran valentía.

 

Peleó con sus hijos frente a los indiazos.

Sangre en los puñales; gritos y ponchazos!

 

Nico, frente a Urquiza, se cuadró altanero,

y creció su estampa sobre el entrevero.

 

Nimbado de infamia, de luz y de escoria,

el hermoso gaucho entraba en la historia!

 

¡Digan si este gaucho no se inmortaliza!

¡Hay que ser muy hombre para entrarle a Urquiza!

 

Fue hacia el caudillo y lo acorraló,

y con mano bárbara a Urquiza mató.

 

En gloria, en fracaso, bronce o robledal,

en rayo y en toro, hundió su puñal.

 

Pensando en su dama pronunció su nombre.

¡Dios perdone al gaucho que mató al gran hombre!

 

Lo saben los pumas, nadie les va a creer,

que dio muerte a Urquiza por una mujer.

 

Por ahí se agranda su acción inaudita.

Les roba a los mitos la fuerza infinita.

 

Como cuerpo y sombra, Nico y Luna irán,

entre los lanceros de López Jordán.

 

Nico entre las selvas buscará guarida.

Con garras de tigre defendió su vida.

 

Después, por un tiempo, siguió en la tormenta:

las guerras civiles del año setenta.

 

Siguió en la tormenta, cayó en el tropel.

junto a José Hernández, Nico Coronel.VIII

 

Fue un gaucho muy lindo

vidalitá,

de azulados ojos.

Chiripá era el suyo,

vidalitá.

con manchones rojos!

 

              VIII

 

Tropas entrerrianas

vidalitá,

me lo persiguieron.

Tan sólo jaguares,

vidalitá,

amparo le dieron.

 

Probó variaa veces

vidalitá,

que era hermoso y fuerte.

Quisieron matarlo,

vidalitá.

Luchó hasta dar muerte.

 

Le dieron sus selvas,

vidalitá,

tres ríos caudales.IX

Le alumbraron rumbos

vidalitá.

los ritmos astrales.

 

Pues no tuvo amigos;

vidalitá,

de noche viajaba.

Y al fin, lo negaron,

vidalitá.

¡Ni se le nombraba!X

 

Un signo de muerte,

vidalitá,

vio en su frente escrito.

¡Fue un jaguar sin hembra!

vidalitá,

¡Fue un gaucho maldito!

 

Lo miro ir errante,

vidalitá,

solo por el llano.

Sombrero en la nuca,

vidalitá.

facón en la mano.

 

Qué claro el lucero,

vidalitá,

puro el Universo!

Lindas las serpientes,

vidalitá,

¡Sólo él perverso!

 

                     IX

 

Un gran don los dioses,

vidalitá.

me hicieron a mi.

Vivir otras vidas,

vidalitá,

mil vidas viví!

 

Dentro de los astros

vidalitá,

va la claridad.

Dentro de los gauchos

vidalitá,

la fatalidad.

 

De noche en la pampa,

vidalitá,

Yo oí este lamento.

Hasta mi guitarra

vidalitá.

me lo trajo el viento!

 

Cualquiera de ustedes

vidalitá,

cantará mejor.

Yo canto sin ciencia.

vidalitá,

¡Soy el Payador!

 

          X

 

Yo no ofendo a nadie

vidalitá,

sepa bien la gente,

que Urquiza fue grande,

vidalitá,

y Nico valiente!

 

Yo sé que algún tiempo,

vidalitá,

de aquel trance amargo,

por ver a la madre,

vidalitá,

volvió a Cerro Largo.XI

 

Y se hundió en la selva,

vidalitá,

como un alarido.

Lo borró el pampero,

Vidalitá,

pero no el olvido.XII

 

Quedó en mi guitarra.

vidalitá.

su alma suspensa.

Me trae en las noches,

vidalitá,

su tragedia inmensa.

 

Me trae su recuerdo,

vidalitá,

belleza inhumana.

Mi canto ilumine

vidalitá,

su noche esquiliana!

 

XI

 

Se agrandó mi gaucho,

vidalitá.

Ya no es el maldito.

Vive en mi guitarra

vidalitá,

bello como un mito!XIII

 

Nadie a un gaucho ofenda,

vidalitá,

trateló derecho.

Porque en cualquier gaucho

vidalitá,

Nico está en acecho.

 

Fue un gaucho muy lindo,

vidalitá

de azulados ojos.

Chiripá era el suyo

vidalitá,

con malvones rojos!

 

Dicen que no ha muerto

vidalitá,

Nico Coronel.

¡Cuando anden con gauchos,

vidalitá,

cuidado con él!

 

Notas del autor

 

(I) En el Uruguay, el Brasil y la Argentina se desarrollaron las hazañas gauchescas de Nico Coronel.

 

(II) Al final de la Guerra Grande, en las serranías fronterizas del Brasil, empezó a destacarse el gaucho de esta rapsodia. Viajó largamente después por las provincias argentinas y el Estado do Río Grande (Brasil).

 

(III) Los detalles del poema se conservan entre antiguas tradiciones familiares. Don Lucas Moreno fue un noble personaje del departamento de Colonia, muy amigo y compadre de Urquiza.

 

(IV) Los historiadores en general y las tradiciones entrerrianas, atribuyen la intervención de Nico Coronel en el asesinato de Urquiza a otros móviles, todos absurdos: soborno, o traición, o instintos de asesino. En la visita que hice hace años al Palacio de San José, oí numerosas narraciones, todas coincidentes en que Nico actuó como un malhechor y bandolero, siendo él guía y uno de los principales protagonistas del terrible acontecimiento.

 

(V) Durante muchos años sirvió a Urquiza con fidelidad. Hay que pensar en qué ambientes y tiempos se vivía y de qué hombres se trataba. Administró una de sus estancias y se dice que Urquiza le apadrinó un hijo. Cuéntase que cuando al gran guerrero le anunciaron que emponchados entraban en su residencia y se dirigían hacia él para atacarlo, circuló el rumor de que entre ellos venía Nico. — ¡No puede ser!— dicen que contestó Urquiza. Era pues, lo que se llamaba un peón de confianza y así había actuado durante largo periodo; como un gaucho trabajador y como un brazo seguro. En cuanto al hecho del once de abril, las versiones más populares entre los uruguayos afirmaban que Nico fue el primero que atacó a Urquiza. Pero existen otras narraciones, como ser la del Coronel Carlos Anderson, que no le asignan el papel de Jefe o Capitán del atentado.

 

(VI) Se refiere a la Batalla de India Muerta (Uruguay), en donde fueron degollados cientos de prisioneros en presencia de Urquiza.

 

(VII) Se afirmaba que Ricardo López Jordán, movido por resentimientos personales con Urquiza se aprovechó de Nico y algunos otros gauchos para asaltar la estancia de San José, y aprisionar al General o asesinarlo con fines políticos. Era la versión considerada como más verosímil de ciertas luchas que dieron lugar a una conspiración dentro del caudillaje de las Provincias Argentinas del Litoral. Con todo, la Revolución de López Jordán y el asesinato de Urquiza, constituyen uno de los temas más oscuros de la historia argentina.

 

(VIII) Está demostrado, que José Hernández, antes de escribir el Martín Fierro, intervino en la revuelta de López Jordán, siguiéndolo hasta la derrota de Ñaembé. (26  de enero de 1871), después de la cual huyó al Brasil. Ruta parecida siguió Nico Coronel.

 

(IX) El Paraná, el Uruguay y el Paraguay.

 

(X) Todos los cronistas confirman este repudio general que se levantó contra Nico Coronel. Fue un gaucho maldito. En la Revolución de Aparicio, en el Uruguay, (1870), lo rechazaron y condenaron sus parientes, así como los Jefes superiores y correligionarios. El general Ángel Muniz, que estaba emparentado con los Coronel, lo hizo retirar del ejercito revolucionario, porque su presencia comprometía el prestigio de las tropas. Después vivió algunos años peleando, defendiéndose con un prestigio siniestro y fascinante, hasta que desapareció.

 

(XI) ¿Dónde fue a morir? De Río Grande habría pasado a Cerro Largo, por Aceguá para ver a su madre. Después huyó y no se supo más de él. Se cree que murió en el Brasil y que sus restos están en Quarahí.

 

(XII) Desde muy joven oí hablar de Nico Coronel, durante mis permanencias en campos y estancias que van de Tacuarí hasta Aceguá, en el departamento de Cerro Largo. En las veladas de los fogones siempre se lo representaba como gaucho malo, pero valiente y hermoso, que actuó perseguido por una fatalidad interior. Perteneciendo a una familia histórica con actuación en las guerras de la independencia y en las civiles del Uruguay y siendo todos los Coronel guerreros humanitarios y honrados, la leyenda de Níco más bien tendía a ser presentada como un vergonzoso acontecimiento que merecía el repudio y el olvido absoluto. Persiguiendo su sombra visité una tarde de abril el palacio de Urquiza en Concepción del Uruguay. Allí se me presentó la imagen de Nico Coronel con todo su salvajismo y valentía condenables. El escenario de la tragedia del 11 de abril de 1870, le daba sorprendente grandiosidad, pero nunca imaginé que esa figura brutal, aunque simpática para mi, fuera digna de un poema. Sin embargo, en el invierno de 1946, al atravesar las pampas del sur, durante dos días enteros contemplando las desoladas llanuras, no sé por qué revivieron las tragedias gauchas dormidas en cierta isla impura de mi ser, y entonces empecé a componer esta rapsodia bárbara, como sin querer, sobre una tonada elemental de vidalita, a modo de algo que no parece tener ninguna justificación, ni importancia.

 

(XIII) El historiador don José María Fernández Saldaña, termina su crónica condenatoria de Nico Coronel en su Diccionario uruguayo de biografías, con este retrato: "Era Nico Coronel hombre tratado y leído. Escribía y firmaba siempre con el diminutivo portugués de Nico. Su melena casi rubia, su barba corta, rala y sedosa, sus claros ojos y el color blanco de su piel, le daban cierto aspecto de inglés o de mestizo nórdico cuando menos. Hombre hermoso y arrogante, tenía sin embargo por testimonio de quien lo conoció de cerca, algo de siniestro como la belleza de Belial".

 

El historiador entrerriano Martiniano Leguizamón, que pudo conocerlo de cerca, lo describe así: "Tenía ese rostro pálido y macilento con que suelen representar a los nazarenos; el bigote fino, la barba espesa y larga, y la cabellera enrulada que, echada hacia atrás, caía sin gracia sobre los hombros. Los ojos pequeños, como dos piedras duras miraban desde el fondo de las cuencas hondas, con ese tirilla frío del ojo de la víbora, causando inquietud. Vestía una blusa oscura, amplia bombacha de merino y un chambergo de felpa volcado hacia adelante, como para ocultar la mirada recelosa. Llevaba altas botas granaderas, calzadas con espuelas de plata, y en la mano un pesado arreador de larga azotera trenzada. Ceñía a la cintura un tirador tachonado con monedas de plata y rosetas de oro, del que sobresalía, atravesado sobre los riñones, la empuñadura del facón".

Rapsodia Bárbara
poema de Emilio Oribe

 

Ver, además:

            Emilio Oribe en Letras Uruguay

 

Editado por el editor de Letras Uruguay 

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