Metapoesía y ficción en 'La luna' de Borges
Lic. María Gracia Nuñez

margranu@gmail.com

En el Libro de los seres imaginarios (1967) reúne un bestiario en el que seres reales, imaginarios y legendarios se cruzan entre sí en una especie de zoológico libresco.

                                 "Por el lenguaje, que puede simular la sabiduría" y, más abajo, ...

                                  Por el hecho de que el poema es inagotable/

                                  Y se confunde con la suma de las criaturas/

                                  Y no llegará jamás al último verso/ Y varía según los hombres.

"El otro tigre"  se refiere a los distintos niveles de la ficción, al lenguaje poético como difuso espejo, al mundo como una gran biblioteca, y a la complejidad metafísica de la autoría entre tantas voces que acuden a la mente del poeta, desde las de los antepasados hasta las de los ecos de anteriores libros y de la cultura de su tiempo.

En "La Luna" (El hacedor):

          Cuenta la historia que en aquel pasado

          Tiempo en que sucedieron tantas cosas

          Reales, imaginarias y dudosas,

          Un hombre concibió el desmesurado

5        Proyecto de cifrar el universo

          En un libro y con ímpetu infinito

          Erigió el alto y arduo manuscrito

          Y limó y declamó el último verso.

          Gracias iba a rendir a la fortuna

10      Cuando al alzar los ojos vio un bruñido

          Disco en el aire y comprendió, aturdido,

          Que se había olvidado de la luna.

          La historia que he narrado aunque fingida,

          Bien puede figurar el maleficio

15      De cuantos ejercemos el oficio

          De cambiar en palabras nuestra vida.

          Siempre se pierde lo esencial. Es una

          Ley de toda palabra sobre el numen.

          No la sabrá eludir este resumen

20      De mi largo comercio con la luna.

          No sé dónde la vi por vez primera,

          Si en el cielo anterior de la doctrina

          Del griego o en la tarde que declina

          Sobre el patio del pozo y de la higuera.

25      Según se sabe, esta mudable vida

          Puede, entre tantas cosas, ser muy bella

          Y hubo así alguna tarde en que con ella

          Te miramos, oh luna compartida.

          Más que las lunas de las noches puedo

30      Recordar las del verso: la hechizada

          Dragon Moon que da horror a la balada

          Y la luna sangrienta de Quevedo.

          De otra luna de sangre y de escarlata

          Habló Juan en su libro de feroces

35      Prodigios y de júbilos atroces;

          Otras más claras lunas hay de plata.

          Pitágoras con sangre (narra una

          Tradición) escribía en un espejo

          Y los hombres leían el reflejo

40      En aquel otro poema que es la luna.

          De hierro hay una selva donde mora

          El alto lobo cuya extraña suerte

          Es derribar la luna y darle muerte

          Cuando enrojezca el mar la última aurora.

45      (Esto el Norte profético lo sabe

          Y también que ese día los abiertos

          Mares del mundo infestará la nave

          Que se hace con las uñas de los muertos.)

          Cuando, en Ginebra o Zürich, la fortuna

50      Quiso que yo también fuera poeta,

          Me impuse, como todos, la secreta

          Obligación de definir la luna.

          Con una suerte de estudiosa pena

          Agotaba modestas variaciones,

55      Bajo el vivo temor de que Lugones

          Ya hubiera usado el ámbar o la arena.

          De lejano marfil, de humo, de fría

          Nieve fueron las lunas que alumbraron

          Versos que ciertamente no lograron

60      El arduo honor de la tipografía.

          Pensaba que el poeta es aquel hombre

          Que, como el rojo Adán del Paraíso,

          Impone a cada cosa su preciso

          Y verdadero y no sabido nombre.

65      Ariosto me enseñó que en la dudosa

          Luna moran los sueños, lo inasible,

          El tiempo que se pierde, lo posible

          O lo imposible, que es la misma cosa.

          De la Diana triforme Apolodoro

70      Me dejó divisar la sombra mágica;

          Hugo me dio una hoz que era de oro,

          Y un irlandés, su negra luna trágica.

          Y, mientras sondeaba aquella mina

          De las lunas de la mitología,

75      Ahí estaba, a la vuelta de la esquina,

          La luna celestial de cada día.

          Sé que entre las palabras, una

          Hay que recordarla o figurarla.

          El secreto, a mi ver, está en usarla

80      Con humildad. Es la palabra luna.

          Yo no me atrevo a macular su pura

          Aparición con una imagen vana;

          La veo indescifrable y cotidiana

          Y más allá de mi literatura.

85      Sé que la luna o la palabra luna

          Es una letra que fue creada para

          La compleja escritura de esa rara

          Cosa que somos, numerosa y una.

          Es uno de los símbolos que al hombre

90      Da el hado o el azar para que un día

          De exaltación gloriosa o agonía

          Pueda escribir su verdadero nombre.

Cuartetos endecasílabos consonantes, utiliza el motivo de la luna para referirse al tema de la distancia entre las palabras y las cosas, especialmente cuando las palabras vienen cargadas de connotaciones culturales, cuestión sobre la que el autor implícito se dispone a indagar. Utiliza el motivo de la distancia de la luna como planeta con respecto al signo lingüístico que la designa. Este motivo se desdobla temáticamente para subrayar otras cuestiones: 

a. la indecibilidad de la realidad (inefabilidad de la luna real)

b. el filtro cultural que impide a los artistas observar la realidad objetivamente (la luna literaria).

El motivo de la luna está asociado a la naturaleza femenina y al erotismo (Senabre 82). En este poema se toma el motivo de la luna como mera excusa para referirse en general a nuestro conocimiento de las cosas a través de las palabras. Para ser más concreto, no cualquier hombre, sino el poeta (De cuantos ejercemos este oficio, v. 15) se pregunta acerca de la capacidad de su lenguaje poético para aprehender y conocer la realidad, y más concretamente un fenómeno que considera singular, la luna. La elección del astro para exponer sus elucubraciones metaliterarias no es gratuito: la luna constituye un tema recurrente en la poesía de todos los tiempos, como atestiguan tanto las referencias literarias que el autor menciona como tantas otras. En principio, debe destacarse al precursor Leopoldo Lugones con su obra Lunario Sentimental, extenso libro de poemas inspirados en el motivo de la luna. Borges confesó abiertamente su admiración por él y admitió que en el motivo poético de la luna sólo era un mero continuador de la magna obra de Lugones (Lugones 46-47). Casi todos los poetas han tratado el tema de la luna, de modo que puede decirse que constituye uno de los temas más recurrentes de la literatura universal. Más aun, aparece explícitamente (vv. 51-52: Me impuse, como todos, la secreta/ obligación de definir la luna) La intención de dedicar un poema a la luna, tal como han hecho los poetas de todas las épocas. La imagen de la luna tiene un simbolismo complejo y rico. Desde antiguo nuestro satélite está vinculado, entre otras, a las ideas de la fecundidad o al el pensamiento mítico de la muerte. Una razón debe aducirse para justificar la reelaboración de este motivo.

En 1818 el poeta inglés John Keats publicó Endymion, extensa narración en verso sobre la luna, tema muy querido de los románticos. En este texto se observan equivalencias entre la luna y la belleza estética, de modo que el poema se convierte en una alegoría de la poesía y de la nostalgia de la perfección estética. No debe perderse esta referencia en cuanto a una posible lectura metaliteraria, además de metalingüística __si es que aquí no son la misma cosa__ del texto de Borges.

El poema se estructura en tres partes: una presentación legendaria, alegórica y ficticia, donde el poeta cuenta la increíble historia del hombre que intentó cifrar el universo en palabras (vv. 1-20). Una segunda parte (vv. 21-48), en la que el autor expresa su duda acerca de la procedencia real (vv. 24-28) o cultural (vv. 29-48) del concepto que él tiene de la luna. La tercera parte, urdida desde un presente que el hablante sitúa en el momento en el que la fortuna dictó que él fuese poeta, constituye el desenlace de la elucubración. A su vez, esta tercera se subdivide en una primera parte (vv. 48-76) en la que el poeta narra sus ensayos poéticos intentando aportar alguna novedad a la tradición, y una segunda parte en la que desiste. En ese momento deja de nombrar a los autores que divisaba más en su línea y se inclina por la humildad de nombrar directamente sin acudir a imágenes literarias. Por último, concluye que es imposible expresar la esencia de la luna ya que constituye un símbolo de lo indescifrable e inefable que él no quiere manchar con más palabras.

Varias cuestiones llaman la atención. En la primera parte, el autor utiliza la historia de un poeta enciclopédico para mostrar la imposibilidad de cifrar el mundo en un libro. En cierto modo, el autor confiesa que su poema tampoco podrá descifrar el mundo (vv. 19-20), ni siquiera un trozo de ese mundo __la luna__ a pesar del intento y del extenso poema: su texto también perderá lo esencial y, como la anterior historia __y como todas__ debe figurar en las muestras del maleficio de los poetas, condenados a nombrar lo inefable. Todos sus poemas parecen contener el deseo de escribir el poema perfecto y definitivo, y todos concluyen con el fracaso de esa quimera: los poemas quedan como restos fallidos de ese intento. De hecho, uno de los poemas de El otro, el mismo (1964), titulado “Mateo, XXV, 30” (252), como si entablase un diálogo con este y con todos los demás poemas de Borges, concluye: ...Has gastado los años y te han gastado/ Y todavía no has escrito el poema.

Borges confiesa que la historia que narra es fingida, con lo cual crea dos niveles de ficción literaria además del eje real de la escritura del ciudadano Borges. Dentro de la ficción, advierte que la anécdota ocurrió en un tiempo donde sucedieron cosas reales, imaginarias y dudosas, lo cual crea a su vez un doble juego de espejos. La perspectiva se complica aún más cuando en los versos 19-20 el sujeto lírico, trasunto aquí claro del autor implícito Borges, menciona el propio acto de escribir el poema, el cual se va forjando al mismo tiempo que las reflexiones del escritor, produciéndose una verdadera mise en abyme, pues el texto es autorreflectante (Dällenbach 12-80). Podemos ver aquí la influencia de los distintos ejes de la narración del Quijote, por cierto, uno de los libros de cabecera del autor y al que dedicó algunos poemas. En los versos 67-68, aludiendo a las enseñanzas de Ariosto, afirma que la luna es el lugar de los sueños y de lo posible y de lo imposible, que son la misma cosa y ambos caben en literatura desde el prisma de la verosimilitud. Lo cierto es que Borges nos dice entre líneas que todo cabe en el poema, sea cual sea su naturaleza, porque dentro de su esfera todo es lenguaje, todo se convierte en la misma cosa. Ahí está la clave de la insistencia en la dualidad realidad/irrealidad en todo el texto.: Vertidas a la escritura, las fronteras entre la realidad y la ficción se difuminan, desaparecen y se confunden porque todo se convierte en la mismo: escritura. En la primera parte (vv. 15-16) también se subraya el hecho de que los poetas se apartan de la vida, la cambian por escritura al querer traducirla en palabras. Esta idea constituye un tópico de la crítica del lenguaje: la queja del poeta que ya sólo ve la realidad a través del lenguaje y que ya no aprecia la realidad o ésta le ciega.

El tema del desdoblamiento de la realidad a través del lenguaje y del arte literario, que, en “La Luna” de Borges, puede leerse en los versos 37-40: Pitágoras con sangre (narra una/ Tradición) escribía en un espejo/ Y los hombres leían el reflejo/ En aquel otro poema que es la luna.

En la tercera parte intenta definir la luna. Para el autor implícito, esa tarea es imposible porque la tradición anterior ha ensayado ya todas las variaciones posibles. El autor parece decir que ya está todo dicho acerca del tema, incluso duda de que pueda ensayar una imagen metafórica que no haya sido dicha antes o vislumbrada por uno de sus poetas favoritos, Lugones. ¿Cómo superar, por ejemplo, las imágenes del planeta que pueblan el Lunario sentimental del maestro? Esto le crea al autor cierto desaliento. Su aportación sería minúscula, y siempre basada en intertextos (Lugones, Víctor Hugo, Ariosto, etc.), aunque __por primera vez apreciamos una cierta resignación__quizá otra cosa no pueda hacerse. Ninguna de estas tentativas __ni la suya ni la de todos los autores que le precedieron en la empresa__son capaces de aprehender en su totalidad aquello que aparece en el cielo cuando el poeta real levanta los ojos del papel en medio de la noche. Ninguna palabra, ningún texto es capaz de cifrar la luna. De nuevo, la realidad y la ficción literaria se enfrentan, como se enfrentan la escritura y el objeto que designa. El poeta, humildemente, opta por usar la palabra luna como la mejor aproximación al concepto, sin más artificios literarios. Sostiene que la luna o la palabra luna/ es una letra... (vv. 85-86), es decir, que la realidad también está hecha de lenguaje y forma parte de la gran biblioteca que es el mundo. Según Cesare Segre, Borges, en medio de las polaridades vida/literatura, realidad/ficción, se sitúa decididamente de parte de la literatura y de la ficción, considerando la vida como un epifenómeno de la literatura y la vida como una sombra de la ficción (Segre 259-261). Incluso más que los libros, para Borges, importan las palabras, las letras, como afirma en el poema. En éstas está encerrado el mundo (cabalísticamente, como estaba conservada en la Cábala hebrea y en los manuscritos de Melquíades en Cien años de Soledad), en todas sus combinaciones posibles e infinitas, haya sido dicho o hecho o esté por decir, incluso todo aquello que no fue dicho ni lo será. De nuevo, el poema convierte en escritura cuanto contiene, más aun en las manos de un poeta que todo lo ve desde el filtro de la literatura. Es consciente de la inefabilidad de la luna, que es algo más que el astro que ven nuestros ojos. Se halla más allá de la realidad: se convierte en el símbolo de lo que no puede definirse. La ficción de Borges es el fruto perfecto de una renuncia, y nos obliga a meditar de nuevo sobre los términos lógicos y existenciales de nuestra relación con lo real, especialmente desde la perspectiva de la ficción (Segre 261). Pese a que el tema y el motivo están extensamente tratados en la tradición literaria, Borges sabe que, sobre todo en literatura, el significado no sólo se altera, sino que se crea precisamente mediante aspectos expresivos, estilísticos, compositivos y formales. Todos estos temas y motivos son de antiguo comunes entre unos y otros poetas, pero lo que crea un nuevo significado suele ser una novedad formal o de ángulo de mirada. En eso radica el carácter artístico y literario, y en este poema Borges se separa de los demás poetas y por ello escribe su texto. La gran novedad a nivel compositivo es que Borges, en lugar de exponer su concepto de luna, recurre al tratamiento que otros escritores le han dado, de modo que el poema se convierte en una encrucijada de ecos artísticos de donde renuncia a salir, mostrando así que su concepto está transido de cultura y que para nombrar lo nombrado o bien se visita intertextualmente la tradición o bien uno debe instalarse en la indecibilidad.

El poema se cierra de forma circular, mencionando de nuevo las dificultades de cifrar la realidad, o algo de ella, a través del lenguaje poético. el texto se cierra sobre su imposibilidad; no ha sido capaz de definir la luna. De hecho, en el poema late una persistente justificación (vv. 13-16, 29-30, 49-64, 81-93) ante esa incapacidad, ante esa frustración. Sus versos quedan como la señal de un intento, el vestigio de una lucha con las palabras. Prácticamente el poema es lo que dijeron otros. El escritor se limita a citar, exponer y comentar metaliterariamente los poemas de los demás acerca del motivo de la luna, y para ello utiliza diversos mecanismos intertextuales. Umberto Eco ve en esta actitud un signo inequívoco de postmodernidad: ya que el pasado (la biblioteca particular de cada uno) no puede destruirse, la respuesta postmoderna es revisitarlo sin ingenuidad, sin inocencia y hasta con ironía (Eco 659). Sánchez-Pardo insiste en ello al anotar que el "postmodernismo" no libera al escritor de la presión del pasado sino que, paradójicamente, le insta a reconocer su propia historicidad (Sánchez-Pardo 171). El autor es a la vez creador y comentarista, y eso le lleva a comprender el status problemático del presente. Así, aunque el poeta no pueda permitirse hablar del claro de luna porque ya las vanguardias lo habían abatido (recuérdense las divisas futuristas "abajo el claro de luna" o la "pedrada en el ojo de la luna"), al menos seleccionará los textos previos sobre el tema ensayado y entrará en el juego de la cita y de la intertextualidad. Así, pese a no sentirse inocente, habrá logrado al menos hablar de la luna una vez más.

 

por Lic. María Gracia Núñez
margranu@gmail.com

 

Ver, además:

 

                      Jorge Luis Borges en Letras Uruguay               

 

                                                          María Gracia Núñez en Letras Uruguay

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

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