Metapoesía y ficción en
'La luna' de Borges |
En el Libro de los seres imaginarios (1967) reúne un bestiario en el que
seres reales, imaginarios y legendarios se cruzan entre sí en una
especie de zoológico libresco.
"Por el lenguaje, que puede simular la sabiduría" y, más abajo, ...
Por el hecho de que el poema es inagotable/
Y se confunde con la suma de las criaturas/
Y no llegará jamás al último verso/ Y varía según los hombres. "El otro tigre" se refiere a los distintos niveles de la ficción, al lenguaje poético como difuso espejo, al mundo como una gran biblioteca, y a la complejidad metafísica de la autoría entre tantas voces que acuden a la mente del poeta, desde las de los antepasados hasta las de los ecos de anteriores libros y de la cultura de su tiempo. |
En
"La Luna" (El hacedor):
Cuenta la historia que en
aquel pasado
Tiempo en que sucedieron
tantas cosas
Reales, imaginarias y dudosas,
Un hombre concibió el
desmesurado 5
Proyecto de cifrar el universo
En un libro y con ímpetu
infinito
Erigió el alto y arduo
manuscrito
Y limó y declamó el último
verso.
Gracias iba a rendir a la
fortuna 10
Cuando al alzar los ojos vio un bruñido
Disco en el aire y comprendió,
aturdido,
Que se había olvidado de la
luna.
La historia que he narrado
aunque fingida,
Bien puede figurar el
maleficio 15
De cuantos ejercemos el oficio
De cambiar en palabras nuestra
vida.
Siempre se pierde lo esencial. Es una
Ley de toda palabra sobre el
numen.
No la sabrá eludir este
resumen 20
De mi largo comercio con la luna.
No sé dónde la vi por vez
primera,
Si en el cielo anterior de la
doctrina
Del griego o en la tarde que
declina
Sobre el patio del pozo y de
la higuera. 25
Según se sabe, esta mudable vida
Puede, entre tantas cosas, ser
muy bella
Y hubo así alguna tarde en
que con ella
Te miramos, oh luna compartida.
Más que las lunas de las
noches puedo 30
Recordar las del verso: la hechizada
Dragon Moon que da horror a la
balada
Y la luna sangrienta de
Quevedo.
De otra luna de sangre y de
escarlata
Habló Juan en su libro de
feroces 35
Prodigios y de júbilos atroces;
Otras más claras lunas hay de
plata.
Pitágoras con sangre (narra
una
Tradición) escribía en un
espejo
Y los hombres leían el
reflejo 40
En aquel otro poema que es la luna.
De hierro hay una selva donde
mora
El alto lobo cuya extraña
suerte
Es derribar la luna y darle
muerte
Cuando enrojezca el mar la última
aurora. 45
(Esto el Norte profético lo sabe
Y también que ese día los
abiertos
Mares del mundo infestará la
nave
Que se hace con las uñas de
los muertos.)
Cuando, en Ginebra o Zürich,
la fortuna 50 Quiso que yo también fuera poeta, |
Me impuse, como todos, la secreta
Obligación de definir la
luna.
Con una suerte de estudiosa
pena
Agotaba modestas variaciones, 55
Bajo el vivo temor de que Lugones
Ya hubiera usado el ámbar o
la arena.
De lejano marfil, de humo, de
fría
Nieve fueron las lunas que
alumbraron
Versos que ciertamente no
lograron 60
El arduo honor de la tipografía.
Pensaba que el poeta es aquel
hombre
Que, como el rojo Adán del
Paraíso,
Impone a cada cosa su preciso
Y verdadero y no sabido
nombre. 65
Ariosto me enseñó que en la dudosa
Luna moran los sueños, lo
inasible,
El tiempo que se pierde, lo
posible
O lo imposible, que es la
misma cosa.
De la Diana triforme Apolodoro 70
Me dejó divisar la sombra mágica;
Hugo me dio una hoz que era de
oro,
Y un irlandés, su negra luna
trágica.
Y, mientras sondeaba aquella
mina
De las lunas de la mitología, 75
Ahí estaba, a la vuelta de la esquina,
La luna celestial de cada día.
Sé que entre las palabras,
una
Hay que recordarla o
figurarla.
El secreto, a mi ver, está en
usarla 80
Con humildad. Es la palabra luna.
Yo no me atrevo a macular su
pura
Aparición con una imagen
vana;
La veo indescifrable y
cotidiana
Y más allá de mi literatura. 85
Sé que la luna o la palabra luna
Es una letra que fue creada para
La compleja escritura de esa
rara
Cosa que somos, numerosa y
una.
Es uno de los símbolos que al
hombre 90
Da el hado o el azar para que un día
De exaltación gloriosa o agonía Pueda escribir su verdadero nombre. |
Cuartetos
endecasílabos consonantes, utiliza el motivo de la luna para referirse al
tema de la distancia entre las palabras y las cosas, especialmente cuando
las palabras vienen cargadas de connotaciones culturales, cuestión sobre
la que el autor implícito se dispone a indagar. Utiliza el motivo de la
distancia de la luna como planeta con respecto al signo lingüístico que
la designa. Este motivo se desdobla temáticamente para subrayar otras
cuestiones: a.
la indecibilidad de la realidad (inefabilidad de la luna real) b.
el filtro cultural que impide a los artistas observar la realidad
objetivamente (la luna literaria).
El
motivo de la luna está asociado a la naturaleza femenina y al erotismo
(Senabre 82). En este poema se toma el motivo de la luna como mera excusa
para referirse en general a nuestro conocimiento de las cosas a través de
las palabras. Para ser más concreto, no cualquier hombre, sino el poeta
(De cuantos ejercemos este oficio, v. 15) se pregunta acerca de la
capacidad de su lenguaje poético para aprehender y conocer la realidad, y
más concretamente un fenómeno que considera singular, la luna. La elección
del astro para exponer sus elucubraciones metaliterarias no es gratuito:
la luna constituye un tema recurrente en la poesía de todos los tiempos,
como atestiguan tanto las referencias literarias que el autor menciona
como tantas otras. En principio, debe destacarse al precursor Leopoldo
Lugones con su obra Lunario Sentimental, extenso libro de poemas
inspirados en el motivo de la luna. Borges confesó abiertamente su
admiración por él y admitió que en el motivo poético de la luna sólo
era un mero continuador de la magna obra de Lugones (Lugones 46-47). Casi
todos los poetas han tratado el tema de la luna, de modo que puede decirse
que constituye uno de los temas más recurrentes de la literatura
universal. Más aun, aparece explícitamente (vv. 51-52: Me impuse, como
todos, la secreta/ obligación de definir la luna) La intención de
dedicar un poema a la luna, tal como han hecho los poetas de todas las épocas.
La imagen de la luna tiene un simbolismo complejo y rico. Desde antiguo
nuestro satélite está vinculado, entre otras, a las ideas de la
fecundidad o al el pensamiento mítico de la muerte. Una razón debe
aducirse para justificar la reelaboración de este motivo. En
1818 el poeta inglés John Keats publicó Endymion, extensa narración en
verso sobre la luna, tema muy querido de los románticos. En este texto se
observan equivalencias entre la luna y la belleza estética, de modo que
el poema se convierte en una alegoría de la poesía y de la nostalgia de
la perfección estética. No debe perderse esta referencia en cuanto a una
posible lectura metaliteraria, además de metalingüística __si es que
aquí no son la misma cosa__ del texto de Borges. El
poema se estructura en tres partes: una presentación legendaria, alegórica
y ficticia, donde el poeta cuenta la increíble historia del hombre que
intentó cifrar el universo en palabras (vv. 1-20). Una segunda parte (vv.
21-48), en la que el autor expresa su duda acerca de la procedencia real
(vv. 24-28) o cultural (vv. 29-48) del concepto que él tiene de la luna.
La tercera parte, urdida desde un presente que el hablante sitúa en el
momento en el que la fortuna dictó que él fuese poeta, constituye el
desenlace de la elucubración. A su vez, esta tercera se subdivide en una
primera parte (vv. 48-76) en la que el poeta narra sus ensayos poéticos
intentando aportar alguna novedad a la tradición, y una segunda parte en
la que desiste. En ese momento deja de nombrar a los autores que divisaba
más en su línea y se inclina por la humildad de nombrar directamente sin
acudir a imágenes literarias. Por último, concluye que es imposible
expresar la esencia de la luna ya que constituye un símbolo de lo
indescifrable e inefable que él no quiere manchar con más palabras. Varias
cuestiones llaman la atención. En la primera parte, el autor utiliza la
historia de un poeta enciclopédico para mostrar la imposibilidad de
cifrar el mundo en un libro. En cierto modo, el autor confiesa que su
poema tampoco podrá descifrar el mundo (vv. 19-20), ni siquiera un trozo
de ese mundo __la luna__ a pesar del intento y del extenso poema: su texto
también perderá lo esencial y, como la anterior historia __y como
todas__ debe figurar en las muestras del maleficio de los poetas,
condenados a nombrar lo inefable. Todos sus poemas parecen contener el
deseo de escribir el poema perfecto y definitivo, y todos concluyen con el
fracaso de esa quimera: los poemas quedan como restos fallidos de ese
intento. De hecho, uno de los poemas de El otro, el mismo (1964), titulado
“Mateo, XXV, 30” (252), como si entablase un diálogo con este y con
todos los demás poemas de Borges, concluye: ...Has gastado los años y te
han gastado/ Y todavía no has escrito el poema. Borges
confiesa que la historia que narra es fingida, con lo cual crea dos
niveles de ficción literaria además del eje real de la escritura del
ciudadano Borges. Dentro de la ficción, advierte que la anécdota ocurrió
en un tiempo donde sucedieron cosas reales, imaginarias y dudosas, lo cual
crea a su vez un doble juego de espejos. La perspectiva se complica aún más
cuando en los versos 19-20 el sujeto lírico, trasunto aquí claro del
autor implícito Borges, menciona el propio acto de escribir el poema, el
cual se va forjando al mismo tiempo que las reflexiones del escritor,
produciéndose una verdadera mise en abyme, pues el texto es
autorreflectante (Dällenbach 12-80). Podemos ver aquí la influencia de
los distintos ejes de la narración del Quijote, por cierto, uno de los
libros de cabecera del autor y al que dedicó algunos poemas. En los
versos 67-68, aludiendo a las enseñanzas de Ariosto, afirma que la luna
es el lugar de los sueños y de lo posible y de lo imposible, que son la
misma cosa y ambos caben en literatura desde el prisma de la
verosimilitud. Lo cierto es que Borges nos dice entre líneas que todo
cabe en el poema, sea cual sea su naturaleza, porque dentro de su esfera
todo es lenguaje, todo se convierte en la misma cosa. Ahí está la clave
de la insistencia en la dualidad realidad/irrealidad en todo el texto.:
Vertidas a la escritura, las fronteras entre la realidad y la ficción se
difuminan, desaparecen y se confunden porque todo se convierte en la
mismo: escritura. En la primera parte (vv. 15-16) también se subraya el
hecho de que los poetas se apartan de la vida, la cambian por escritura al
querer traducirla en palabras. Esta idea constituye un tópico de la crítica
del lenguaje: la queja del poeta que ya sólo ve la realidad a través del
lenguaje y que ya no aprecia la realidad o ésta le ciega. El
tema del desdoblamiento de la realidad a través del lenguaje y del arte
literario, que, en “La Luna” de Borges, puede leerse en los versos
37-40: Pitágoras con sangre (narra una/ Tradición) escribía en un
espejo/ Y los hombres leían el reflejo/ En aquel otro poema que es la
luna. En
la tercera parte intenta definir la luna. Para el autor implícito, esa
tarea es imposible porque la tradición anterior ha ensayado ya todas las
variaciones posibles. El autor parece decir que ya está todo dicho acerca
del tema, incluso duda de que pueda ensayar una imagen metafórica que no
haya sido dicha antes o vislumbrada por uno de sus poetas favoritos,
Lugones. ¿Cómo superar, por ejemplo, las imágenes del planeta que
pueblan el Lunario sentimental del maestro? Esto le crea al autor cierto
desaliento. Su aportación sería minúscula, y siempre basada en
intertextos (Lugones, Víctor Hugo, Ariosto, etc.), aunque __por primera
vez apreciamos una cierta resignación__quizá otra cosa no pueda hacerse.
Ninguna de estas tentativas __ni la suya ni la de todos los autores que le
precedieron en la empresa__son capaces de aprehender en su totalidad
aquello que aparece en el cielo cuando el poeta real levanta los ojos del
papel en medio de la noche. Ninguna palabra, ningún texto es capaz de
cifrar la luna. De nuevo, la realidad y la ficción literaria se
enfrentan, como se enfrentan la escritura y el objeto que designa. El
poeta, humildemente, opta por usar la palabra luna como la mejor
aproximación al concepto, sin más artificios literarios. Sostiene que la
luna o la palabra luna/ es una letra... (vv. 85-86), es decir, que la
realidad también está hecha de lenguaje y forma parte de la gran
biblioteca que es el mundo. Según Cesare Segre, Borges, en medio de las
polaridades vida/literatura, realidad/ficción, se sitúa decididamente de
parte de la literatura y de la ficción, considerando la vida como un
epifenómeno de la literatura y la vida como una sombra de la ficción
(Segre 259-261). Incluso más que los libros, para Borges, importan las
palabras, las letras, como afirma en el poema. En éstas está encerrado
el mundo (cabalísticamente, como estaba conservada en la Cábala hebrea y
en los manuscritos de Melquíades en Cien años de Soledad), en todas sus
combinaciones posibles e infinitas, haya sido dicho o hecho o esté por
decir, incluso todo aquello que no fue dicho ni lo será. De nuevo, el
poema convierte en escritura cuanto contiene, más aun en las manos de un
poeta que todo lo ve desde el filtro de la literatura. Es consciente de la
inefabilidad de la luna, que es algo más que el astro que ven nuestros
ojos. Se halla más allá de la realidad: se convierte en el símbolo de
lo que no puede definirse. La ficción de Borges es el fruto perfecto de
una renuncia, y nos obliga a meditar de nuevo sobre los términos lógicos
y existenciales de nuestra relación con lo real, especialmente desde la
perspectiva de la ficción (Segre 261). Pese a que el tema y el motivo están
extensamente tratados en la tradición literaria, Borges sabe que, sobre
todo en literatura, el significado no sólo se altera, sino que se crea
precisamente mediante aspectos expresivos, estilísticos, compositivos y
formales. Todos estos temas y motivos son de antiguo comunes entre unos y
otros poetas, pero lo que crea un nuevo significado suele ser una novedad
formal o de ángulo de mirada. En eso radica el carácter artístico y
literario, y en este poema Borges se separa de los demás poetas y por
ello escribe su texto. La gran novedad a nivel compositivo es que Borges,
en lugar de exponer su concepto de luna, recurre al tratamiento que otros
escritores le han dado, de modo que el poema se convierte en una
encrucijada de ecos artísticos de donde renuncia a salir, mostrando así
que su concepto está transido de cultura y que para nombrar lo nombrado o
bien se visita intertextualmente la tradición o bien uno debe instalarse
en la indecibilidad. El poema se cierra de forma circular, mencionando de nuevo las dificultades de cifrar la realidad, o algo de ella, a través del lenguaje poético. el texto se cierra sobre su imposibilidad; no ha sido capaz de definir la luna. De hecho, en el poema late una persistente justificación (vv. 13-16, 29-30, 49-64, 81-93) ante esa incapacidad, ante esa frustración. Sus versos quedan como la señal de un intento, el vestigio de una lucha con las palabras. Prácticamente el poema es lo que dijeron otros. El escritor se limita a citar, exponer y comentar metaliterariamente los poemas de los demás acerca del motivo de la luna, y para ello utiliza diversos mecanismos intertextuales. Umberto Eco ve en esta actitud un signo inequívoco de postmodernidad: ya que el pasado (la biblioteca particular de cada uno) no puede destruirse, la respuesta postmoderna es revisitarlo sin ingenuidad, sin inocencia y hasta con ironía (Eco 659). Sánchez-Pardo insiste en ello al anotar que el "postmodernismo" no libera al escritor de la presión del pasado sino que, paradójicamente, le insta a reconocer su propia historicidad (Sánchez-Pardo 171). El autor es a la vez creador y comentarista, y eso le lleva a comprender el status problemático del presente. Así, aunque el poeta no pueda permitirse hablar del claro de luna porque ya las vanguardias lo habían abatido (recuérdense las divisas futuristas "abajo el claro de luna" o la "pedrada en el ojo de la luna"), al menos seleccionará los textos previos sobre el tema ensayado y entrará en el juego de la cita y de la intertextualidad. Así, pese a no sentirse inocente, habrá logrado al menos hablar de la luna una vez más. |
por Lic.
María Gracia Núñez
margranu@gmail.com
Ver, además:
Jorge Luis Borges en Letras Uruguay
María Gracia Núñez en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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