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Serafín J. García |
Introducción En
estos tiempos la poesía tiene un público reducido. Pierre Emmanuel
-sobre quien Benito Milla escribió: "Para él la poesía y la vida
son realizaciones paralelas" [1]
realizó un trabajo cuyo título es por demás sugestivo: "La poesía, ¿arte moribundo?" donde encontramos
algunas consideraciones como esta: "¿Está moribundo el arte? Si
planteo el interrogante para la poesía es porque esta constituye un caso
límite; es la más abandonada, la más empobrecida de todas las artes. Es
además aquella cuya sustancia, el verbo, es, paradójicamente la más difícil
de aprehender, siendo además la más común..." y más
adelante:".. .la poesía es una 'cosa de esas sin valor'; entendámonos:
sin valor negociable, ya que en el mundo en el que surge sólo es valor lo
negociable". Y luego: "Cuando enumeramos las coartadas
culturales de nuestra civilización, la poesía tiene un lugar entre
ellas. Para el hombre que nunca lee poesía, es una coartada frente a su
alma, o la prueba de que tiene, sí, un alma latente, no sabe dónde",
(pág. 12-13) [2] Pero
pese a lo anotado hay una poesía que es aprobada, leída y escuchada en
nuestro país y en Argentina por una gran mayoría popular, y que es la
gauchesca o la nativa, y es esta una afirmación que hace Domingo Luis
Bordoli (Luis Castelli) en su "Antología
de la poesía uruguaya contemporánea", en las páginas que
corresponden a la presentación de Serafín J. García: "Es que
tenemos que convencernos. No hay entre nosotros poesía más leída que la
gauchesca. Nos guste o no. Es inútil que los años pasen y que las
costumbres cambien. Que los adoradores de la novedad encuentren una fórmula
y un rótulo nuevos cada año. Sin que se hable de ella en las cátedras,
puesta casi al margen de la alta crítica; despreciada, cuando no ignorada
por las bibliográficas de los diarios, esta poesía sigue llenando la
vida popular..." (pág. 48)[3] Esta afirmación es un desafío para los que viven el mundo poético y una realidad a comprender e investigar. No se trata de conceder pero tampoco de caer en experimentalismos con destino de olvido, porque búsqueda no siempre significa encuentro. No existen razones ni recetas únicas, pero hay un lector a conquistar, llegándole por vías directas y sin renunciamientos, intentando penetrar en el pensamiento y en el corazón del otro, o como dice Johannes Pfeiffer, hacer "que otros tomen parte en lo que tenemos dentro" (pág. 17)[4] Pfeiffer se refiere a la melodía y al ritmo, pero entendemos que la frase cubre un espectro más amplio, que es sugerencia acá válida y aplicable). |
Serafín J. GarcíaLa
obra de Serafín J. García no se circunscribe solamente al ámbito rural
aunque sea éste el rasgo más evidente, conocido y difundido del
escritor, hijo de Serafín García y Sofía Correa, nacido en Cañada
Grande (Dpto. de Treinta y Tres en 1905), y muerto en 1985 en Montevideo,
casi en soledad, como vivió. Se
puede con facilidad encasillarlo, si no se ha tenido acceso a la totalidad
de su obra, en la que además del mundo campesino aborda el de la ciudad,
como sucede con los cuentos de su libro Asfalto
del año 1944. Si bien en sus temas existe una marcada inclinación por lo
campesino, también a veces se separa de esa zona para homenajear a
Antonio Machado, por ej. en un Romance; y en Romances y Romancillos,
precisamente, vuela en alas de un lenguaje distinto aunque no apartado de
su mundo inicial (el Romance de Dionisio Díaz, con su color anecdótico o
los Romancillos a la luciérnaga, la rana, el grillito, la chicharra, la
abeja, son motivos que hacen que conserve siempre su paisaje primario),
pero con otro manejo de la palabra y con la amplitud que manifiesta Adolfo
Rodríguez Mallarini al decir: "ni el léxico académico ni el
dialectal tienen para él secreto alguno".[5] Este
autor-que también fue miembro de la Academia Nacional de Letras y que
tradujo del portugués la novela de Graciliano Ramos "Angustia"
para Editorial Independencia de Montevideo en el año 1944, según el
manifiesta en "Primeros Encuentros", Arca 1983) además de poesía
y cuento, escribió crónicas[6],
realizó crítica y antologías[7]
y curiosamente, un breve estudio crítico que fue su primera publicación,[8]
dato éste que es -según creemos- una novedad, ya que antes no lo hemos
visto en las notas bibliográficas a las que hemos accedido, y aclarando
que al decir primera publicación, nos referimos no precisamente a un
libro ni a poesía publicada en periódicos (como por ejemplo Era
una noche... aparecida en el El
aspecto social de su obra ("Burbujas") Después
de lo dicho trataré de establecer la relación del cuento y la poesía de
Serafín J. García y que se evidencia en un espíritu justiciero
manifestado constantemente mediante situaciones, lugares y personajes. Hay
una implacable denuncia del desnivel de la Sociedad y del mundo o de los
mundos que la representan. No es casual que los oficios en su amplísima o
variada gama sean ejemplos de rigores, de clima, de atropello y
prepotencia, de abusos y resignaciones, ya que el autor estuvo cerca de
esos mundos que obviamente conoce por razones de nacencia, crecimiento, y
también por razones de trabajo. Claro que todo esto hace eclosión en
alguien que tiene poder de observación y un alma limpia que pese a las
situaciones dolorosas que describe, le deja espacio para respirar e
inundarse de las bellezas agrestes del paisaje y trasmitir sonidos y
formas al lector, para balancear el bien y el mal que conviven en su verso
y en su prosa. Para
fundamentar todo lo dicho nos remitiremos primeramente a un libro
publicado en el año 1940, publicación cinco años posterior a
"Tacuruses", su obra mayor y la más popular y taquillera. El
libro referido es "Burbujas", y la clasificación que hemos
hecho está basada en algunos cuentos en que ciertas características se
repiten en una deliberada reiteración que reafirma esta observación. Así
hemos visto andar en este libro los duros y nobles oficios campesinos
junto a otros como contrabandista, milico, prostituta y pantallazos de la
niñez, el coraje, la solidaridad, en oportunidades mezclados (condiciones
y oficios) en un mismo cuento, y siempre bordeando la amargura y la
injusticia, atenuados sabiamente por la necesaria cuota estética que
aparece en descripciones de cosas y paisajes doblados con fuerza y con
lisura. Empecemos
por anotar que su vida en Cañada Grande, en Vergara, en Treinta y Tres,
lo marcó de modo que los personajes que muestra en "Burbujas"
son sin duda del departamento que lo vio nacer y desarrollarse. No podemos
afirmar, por falta de elementos, que haya una forma especial de ser en la
gente de la región porque creemos que el ambiente que describe pertenece
y refleja todo nuestro territorio campesino. En todo caso, sí sabemos que
hay expresiones más utilizadas en unos lugares que en otros y que
aparecen en su lenguaje como la palabra "amolar", por ej. o la
existencia de tacuruses, que dan origen al nombre del libro. No nos extraña
(como sí a José María Obaldía) que Serafín, nacido y criado en el
campo, haya encontrado su vocación escribiendo poesía y prosa, ni
tampoco que haya sido también antólogo y académico, condiciones éstas
derivadas de aquellas y obviamente posteriores, porque en vez de "superar
y apartar" "todo lo que el medio le ofrecía como incentivo
concreto para llamar a una vocación",[9]
como Obaldía afirma, pensamos que trató de asimilar,
incorporar, clasificar a fuerza de observación y sensibilidad
evidentes, lo ofrecido por el medio, para ser luego mediante la vida y su
afán de ilustración y superación, concretado en destino literario que
descubrió naturalmente y a instancias de gustadores de la disciplina de
las letras, ya fuera muy acendrada o viniera de lectores consecuentes. En
ese sentido este mundo está lleno de ejemplos. En
"Burbujas",
Treinta y Tres está presente por los lugares que nombra en algunos
cuentos; en Fraternidad, por "El Farolito", prostíbulo
treintaitresino; en Comienzo y en Un Hombre, por los parajes
Rincón de Ramírez y Palo a Pique, respectivamente; en Contrabandistas,
nombra al arroyo Parao. Esto nos ilustra sobre la influencia que tuvo el
departamento natal en la cuentística de este autor que publicó el libro
al que hacemos referencia en el año 1940, que pertenece a su etapa
montevideana, etapa que se hará física en el libro "Asfalto",
que aparecerá cuatro años más tarde. Hablamos
anteriormente de los oficios que abundan en las páginas de "Burbujas".
Hay algunos que dignifican como pueden ser: lavandera, domador,
agricultor, alambrador, cazados, monteador, peón zafral como el
deschalador o el esquilador en las distintas faenas, como: vimtero,
agarrador, embolsador o vellonero, integrantes todos de las llamadas
"comparsas", que exigen distintos tipos de físico, edades y
fuerza. Hay otros "oficios" al margen de la ley con sus
consecuentes y sabidos peligros, y que exigen baquía y temple además de
una actitud de silencio: "... contrabandista y mujer cuanti más
cayaos mejores" (pág. 90)[10]
según la sabiduría de uno de los personajes. Los hay que denigran como
el de la.prostituta...
pero peor es lo que deshumaniza y esto pertenece al milico
y Serafín lo pone al descubierto repetidamente y con especial insistencia
que vamos a probar transcribiendo; en Un Hombre: "Un ruletero
ambulante despluma incautos al amparo de cierto 'permiso especial' del
comisario, que hace la vista gorda a sus bellaquerías porque de ellas
habrá de sacar, sin duda, la mejor tajada" (pág. 31)[11];
en Milicos: "El aludido a quien las jinetas flamantes han
endurecido de solemnidad, no se apea ya ni en broma de su papel de jefe.
Acostumbrado a obedecer toda su vida, una vez que ha cogido mando se
considera muy por encima de sus hasta ayer iguales en jerarquía,
"saltos" y camándulas. Ahora él es el superior y ellos los
subalternos, cosa que no pierde ocasión de destacar, olvidando las
pellejerías vividas en común" (pág. 65)[12];
en La Zorra: "Harto se da cuenta de que ese hombre es un
canalla, que aprovecha su condición de funcionario para ejercer sobre las
mujeres del burdel una odiosa tiranía. No paga jamás las
"visitas" ni los copetines. Y hasta tiene la vergüenza de
explotar en beneficio propio aquel comercio vil. Todas las semanas,
invariablemente, 'tira su coimita': cinco pesos por cabeza" (pág.
75)[13];
en Fraternidad y en boca de unos policías se establece este diálogo:
-"¡Cristiano lambisquero el comisario! Verás vos que a esa gurisa
la va' engrampar tamién en cualisquier güeltita. -Y
al fin y al cabo hace bien, ¿no te parece? Es hombre joven'tuavía, tiene
labia, presencia... Y sobre todo tiene autoridá. Si no aprovechara la
vida sería más que zonzo. -Pero
a mí me asiguró el cabo Virola que si él agencia mujeres es a rigor de
plata. -Tal vez, nomás. Con la pobreza que hay en ese rancherío..." (pág. 44)[14]; en Doroteo, don Serapio manifiesta: "Figúrate que yo m'e recorrido el páis de punta a punta, y he sido de todo un poco. ¡Hasta milico, que'es lo pior que puede haber" (pág. 84)[15]; en Contrabandistas: "Cualquiera de ellos tenía agallas bastantes para enfrentar a los guardias ventajeros o al milicaje de mano larga, conciencia negra y máuser ferruyento. Empero, evitaban a fuerza de astucia y treta las topadas." (pág. 91 )[16];en Infancia el comisario dice: 'Todos estos pueblos de ratas son iguales, doctor. Aquí nadie trabaja. Y los pobres estancieros de la vecindad son los que pagan las consecuencias. ¡Lástima que las leyes del país sean tan benignas con esta sabandija!"- (pág. 104).[17] Es
evidente que Serafín guardó un estado de ánimo especial rechazando de
este trabajo lo negativo del hombre que lo ejerce, y obviamente, aunque no
lo manifiesta, sabiendo de las excepciones derivadas del honesto ejercicio
de la función policial, ya que el propio autor, que fue escribiente en
pueblo El Oro primeramente, que luego desempeñó funciones en la Jefatura
de Treinta y Tres (donde recogió material para "Los partes de Don
Menchaca", firmados con el seudónimo Simplicio Bobadilla, que Mario
Benedetti elogió en su ensayo "Literatura Uruguaya Siglo XX")
(pág. 71)[18],
que también desempeñó funciones en la Policía de Montevideo, antes de
pasar a la Biblioteca Nacional, sería ejemplo de noble cumplimiento de
tareas que -como ya hemos dicho- desarrolló en la mencionada institución. El
tema de la prostitución aparece tres veces en los cuentos: Comienzo,
Fraternidad y La Zorra. En ellos no solamente se ve lo
denigrante del "oficio", hay además defectos y virtudes que
afloran en los personajes que no son sino seres humanos y por lo tanto
tienen aspectos positivos y negativos. En el primero de estos cuentos que
es además el que abre el libro, hay cinco mujeres que se nombran por sus
apodos. Cuatro de ellas experimentadas y una principiante. Allí
encontramos una deliberada forma de separar las primeras de la última,
que es la que aparece al final con su propio nombre como forma de
identidad, de dar su verdadero "yo" al mundo, al apartarse del
prostíbulo. "Pirincha", "Caramora", 'Tortuga" y
"Palometa", quedan para siempre con sus alias, hundidas en la
desdicha y sin remedio, y lo negativo aparece clarito en la
"Pirincha" cuando dialoga de la "Nueva" con Eudoxio:
-"... me tenes que decir primero el nombre de la "Nueva". "Ella
le palmea el hombro con su mano huesuda, ríe con una risita desdeñosa e
irónica y responde: "-
¡Mira nomás de qué lao te venía el pasmo!" "Después,
bajando el tono y acercando su cara a la de Eudoxio, hasta echarle en las
narices la tufarada hedionda de su aliento, que apesta a nicotina y caña
de barril, añade: "-Ella
dice que se llama María Rosa Lemos. Pero pa mí y pa las otras muchachas
es la "Nueva" y gracias. Te advierto que la envidia tiene más
pretensiones que ropa, ¡eh! Como no faltan zonzos que l'hagan crer qu'es
linda... "-Parece
muy gurisita tuavía. "-¡Tas
loco! Esa ya hace un rato largo que mudó los dientes. Dice que tiene
diecisiete años, ¿sabes? Pero es porque no se acuerda 'e los que mamó. "Y
otra vez la risa despectiva, en la que aquella ruina suelta su envidia por
la juventud de la recién llegada. "Eudoxio
siente una mezcla de repugnancia y lástima al oírla" (pág.20).[19] En
Fraternidad, Tota la prostituta envía dinero a su madre a la vez
que ataca y es golpeada por defender a su hermana de la pretensión del
comisario de reclutarla. Conocedora del pálido brillo de la vida que
lleva, evita que el impacto que a Mercedes le ha producido su atuendo
pueda alimentarle alguna tentación: "Cuando vio a la Tota con su
vestido de fulgurante rojo, sus zapatos de afelpada gamuza y sus traslúcidas
medias color 'champagne', tuvo un deslumbramiento. Y un súbito deseo en
los hondones de su femineidad, cegándole la candidez maravillada..."
"Y miraba con tristeza su falda de percal, sus chancletas raídas,
sus desnudas pantorrillas y su blusita remendada y sin color" (pág.
13 y 14).[20] En
La Zorra, nos enfrentamos a la resignación y a la impotencia del
personaje protagónico a quien la vida ha empujado hasta el prostíbulo.
Pero pese al drama que vive esta mujer, la lectura del cuento envuelve en
una calma que ella trasmite a través de sus recuerdos encendidos por la
soledad y por la hora. Esta calma tristona se respira desde los tres
renglones con los que comienza el cuento: "Por el angosto ventanuco
que da al patio del lenocinio, la mujer deja escapar sus ojos hacia la
noche, estancada en una melancolía contagiosa", (pág. 73)[21] Y
aunque el personaje está estancado como dice el autor, paradojalmente
vuela, y aunque es un ser desprotegido siente con fuerza la compañía de
la familia perdida, en "la noche que le trae una fragancia suave de
saúco y paraíso", porque "El olor a yuyos de los baldíos
cercanos le trae la visión del campo donde transcurriera su niñez",
(pág. 73 y 75)[22] Pero
la mujer aparece no solamente en la tristeza del "oficio" sino
que además late en estas páginas como compañía indispensable para una
vida limpia, como sucede con Rufina en Un Hombre, cambiando el
destino de Sebastián que había malvivido sin aquerenciarse, adquiriendo
mañas de tahúr y cuchillero, y como sucede también con María Rosa,
abandonando el prostíbulo para convertirse en la compañera de Eudoxio,
final feliz del cuento Comienzo. La
solidaridad de la que diéramos un ejemplo a través de Fraternidad,
también se repite en el gesto valiente de Mario que se balea peleando
contra seis policías, para cubrir la retirada de don Faustino, su compañero
por el que da la vida en ese enfrentamiento que tiene lugar en el cuento Contrabandistas.
Una vez más aparece el gesto solidario de Tizón, -el negrito del cuento
del mismo nombre-con el linyera checoslovaco al que el patrón de la
estancia ha echado de su campo sin darle de comer; Tizón, al igual que
Churrinche y Doroteo son ejemplos de la niñez huérfana y desvalida que
en los campos crece en estancias de dueños inhumanos, entre humillaciones
y golpes, y con la a veces protección del gesto o la palabra de alguna
persona mayor en la que logran encontrar al padre que no han tenido. Esa
carga constante de situaciones, de sucesos y posiciones negativas fruto de
desentendidos, violencias, resquebrajamientos, de seres que nacen ya casi
sellados por la injusticia, la miseria y la tristeza, encuentran en la
mano del que escribe motivos estéticos que intercala para funcionar como
rellanos, como zonas de descanso o de respiro para continuar la marcha,
aunque conduzca casi siempre hacia un desenlace trágico. Serafín
se mueve en estas sombras y con la misma actitud de “Tacuruses",
apuntando el dedo inquisidor, denunciando con rebeldía, y siendo en la
poesía nativa un adelantado en la protesta, (en este sentido se reconoce
también a Lussich, a quien Zum Felde apenas nombra y Borges juzga
duramente (pág. 23)[23]
y a quien en su antología "10 Poetas Gauchescos del Uruguay", que ya hemos
mencionado, Serafín le dedica muchas páginas respetuosas con juicios
como estos: "Las características principales de Lussich como poeta
gauchesco son la agudeza y hondura de observación, el nunca disimulado
propósito de crítica social y la transparente sencillez del estilo,
limpio de toda faramalla retórica", (pág. 45)[24] Decíamos
antes que el que escribe encuentra motivos estéticos para dar aliento y
creemos necesario transcribir algunos renglones para dar ejemplo de lo
afirmado: "Los cascos de las bestias quiebran las bayonetas del
pasto" (de Contrabandistas, pág. 92)[25],
y en la página siguiente hablando del frío: "Como esa helada de
ahora, en cuyo vidrio afila la noche sus negras uñas de sádica". En
Milicos, pág. 65: "Tras un día de cielo 'alunao' y sucio,
con intermitentes alambraduras de garúas oblicuas, ha cerrado sobre el
campo una noche de negror impresionante".[26] Hablando
de un rancho en el cuento titulado En un Instante del Tiempo, dice:
"Pero el rancho en sí no es nada. Viejo barro reseco y lacias pajas,
grises de tiempo y lluvia. Mustia naturaleza, apenas entristecida por un añoso
olor de desarraigo" (pág. 113)[27] O
cuando el impacto de un hombre andariego con una mujer a la que pide agua
donde dice: "Cuando ella asomó en el hueco de la puerta y se fijaron
en los suyos aquellos enigmáticos ojos de menta y sol; cuando lo penetró
el olor poderoso de los cabellos, sacudidos en rebelión de eléctrica
tormenta; cuando la sonrisa indefinible se abrió como un jazmín de
milagro en la caliente morenez del rostro, ya no experimentó fatiga, ni
sed, ni ninguna de las torturas físicas que lo doblegaban como un tallo
marchito", (págs. 113,114 y 115).[28] Tal
el poeta que nos ocupa, poniéndole paletazos de vigoroso color a las
tristezas. Notas: [1]
Milla, Benito.- [2]
Perfil de Pierre Emmanuel.
Prefacio de "La Poesía, ¿Arte Moribundo?" Ed.
Alfa.- Montevideo, 1965 [3]
Bordoli, Domingo Luis.- Antología
de la poesía uruguaya contemporánea.- Edición de la Universidad de
la República, Montevideo, 1966.- Tomo
II. [4] Pfeiffer, Johannes.- La poesía
- Breviarios del Fondo de Cultura Económica.-México, 1951. [5]
Rodríguez Mallarini, Adolfo.- Todos los romances de Serafín J. García, Ed. Ciudadela.-.
Montevideo, 1978. [6]
García, Serafín J.- Primeros encuentros, Ed. Arca, Montevideo, 1983 [7]
García, Serafín J.- a) Panorama de la poesía gauchesca y nativista del Uruguay, Ed.
Claridad, Montevideo, 1941 b) Panorama
del cuento nativista del Uruguay, Ed. Claridad, Montevideo, 1943 c) Diez
poetas gauchescos del Uruguay, Ed. Librería Blundi, Montevideo, 1963 [8]
García, Serafín J.- Estudio crítico sobre la obra literaria del poeta Yamandú Rodríguez,
La Campaña, Treinta y Tres, 1933. [9]
Obaldía, José María.- SERAFÍN J. GARCÍA, consejo de Educación
Primaria. Treinta y Tres, 1986. (Transcripción de la grabación de la
charla sobre Serafín J. García en el Liceo Dptal. de Treinta y Tres,
diagramación en impresión a cargo del Centro de Tecnología Educativa). [10]
García, Serafín J.- BURBUJAS. Librería Blundi - Montevideo,
1963. [11]
Ibidem [12]
Ibidem [13]
Ibidem [14]
Ibidem [15]
Ibidem [16]
Ibidem [17]
Ibidem [18]
Benedetti, Mario.- LITERATURA URUGUAYA SIGLO XX.- Alfa 1963,
Impreso de Argentina para Alfa Montevideo. [19]
García, Serafín J.- BURBUJAS. Librería Blundi - Montevideo,
1963. [20]
Ibidem [21]
Ibidem [22] Ibidem [23]
Borges, Jorge Luis.- EL "MARTÍN FIERRO".- Ed. Columba.-
B.- Aires, 1953 [24]
García, Serafín J.- "10 Poetas Gauchescos del Uruguay".
Librería Blundi -Montevideo, 1963. [25]
Ibidem [26]
Ibidem [27]
Ibidem [28] Ibidem |
Lucio Muniz
Serafín J. García - Poeta Social
Ediciones de la crítica - "La Gotera"
Montevideo, 2006
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