El Libro de Arena — Jorge Luis Borges — Rotativa. Plaza & Janés Editores. Barcelona. 1977. Distribuye Disa.
Borges, nuevamente
Crítica literaria de
Alejandro Michelena
alemichelena@gmail.com
Es uno de los últimos libros del escritor argentino, y ahora llega a librerías montevideanas en edición española. (la clásica, de Emecé, ya circuló entre nosotros). Hablar del autor y su obra, luego de la enorme cantidad de ensayos y artículos —que van del panegírico á la diatriba, pasando por la crítica strictu sensu— que merecieron uno y otra, puede resultar, en el mejor de los casos, obvio. En lo que tiene que ver con el personaje se podría recurrir para perfilarlo a uno de los tantos reportajes a que, puntualmente, algún periodista con afán de notoriedad lo somete, lo que equivaldría a seguir apuntalando esa imagen vacua y estereotipada, casi grotesca, que de él da la prensa en general. Dejemos, mejor, que lo defina metafóricamente otro argentino que importa, Scalabrini Ortiz:
"Con su tranco decidido ha recorrido muchas calles, buscando siempre la realidad semejante a la ciudad de su recuerdo, donde él vive y aspira vivir siempre: una tapia tranquila limitando el cielo, un almacén color de guindado, una novia de crenchas largas y una total ausencia de renovación".
Así lo vio —allá por 1926, época de Luna de enfrente y Fervor de Buenos Aires— desde la amistad pero con lucidez, un hombre por tantos motivos distinto y contrapuesto a un Borges europeizante y conservador.
Pero poco interesan las opiniones o posturas de un escritor, mal que le
pese a tanto gacetillero ávido de espectáculo. Y si Borges va a ocupar
—como ya es indudable— un lugar de privilegio en las letras
hispanoamericanas, será por haber escrito los magníficos relatos de
Ficciones y El Aleph y algunos poemas
antológicos.
El libro de arena, sin ser el punto más alto de su
producción, tiene cuentos excelentes como El otro, El Congreso,
Utopía de un hombre que está cansado, Avelino Arredondo,
el que da título al volumen. En ellos, el lector reencuentra el mejor
Borges. Están sus temas recurrentes: el gusto por la erudición, el
tiempo y su carácter problemático, cierta inclinación filatélica por
reescribir y resignificar anécdotas de la historia rioplatense, su
fantasía y suspenso tan peculiares y medidos. Además, se percibe una
precisión y parquedad estilísticas (que en un reportaje atribuyó al
dictado a que le obliga la ceguera) que es otro elemento de interés.
