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Desde esta orilla del espejo
Alejandro Michelena

A la eterna Euridice

Entre un círculo de hojas amarillas

poder verte

               como antes

como ahora te recuerdo:

 

La calle

la ventana y las ramas

desnudas

             como negros emblemas

 

el empedrado solo

con viejísimas huellas

 

vos

mariposa clavada

Diógenes de un amor siempre en huida.

 

Detrás de la hermética máscara de duende

-fascinante

propicia-

eras

mujer al fin

herida por un sol ineludible

que nada te importaba.

 

Ibas

recorriendo los hombres

cual hoteles de un viaje extraordinario.

Añorabas

a veces

         casi siempre:

infancia lejanísima

casa antigua

y un gato.

 

A pesar del suave murmullo de tu

pelo

y tu piel sin mañana

sabías

-con honda y desolada certeza-

que toda cópula es inexacta

todo beso incompleto.

 

En la mañana con nubes

como lentos veleros que te buscan

trato de fijar la clave

                           de tus ojos

esos pozos de sombra:

 

veo puertas

definitivamente clausuradas,

paradojas

que te crucificaban:

 

más que nadie

rodeada de la gente

y sin embargo

isla.

 

En el aura del día que se eleva

vuela tu incurable

profundísima angustia

 

porque hubo

en los tiempos que fuiste

casi estrella fugaz entre nosotros

tan distante

 

un brumoso grial

-imposible arquetipo-

que tu ansiedad gigante

esperaba atraer

                      desde muy lejos

como un oscuro

empecinado imán.

Alejandro Michelena
de "Amores virtuales"

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