El vendedor ambulante
Juana de Ibarbourou

 

En sus grandes zapatos carga polvo de todos 
Los caminos de América. Nuestro violento sol
Tostó en su rostro ancho la blancura nativa 
Y puso como un sello el moreno color.

En el cajón que curva su dorso de gigante
Lleva apresado el iris y la codicia plena
Del indio, cuyos ojos retintos se encandilan
con la riqueza burda y alegre de las cuentas.

Se ha hecho amigo íntimo de albas y de ocasos.
Conoce el sabor acre de las frutas selváticas
Y de los labios duros de la mujer indígena,
Fetichista, cetrina, callada, lenta y pálida.

Nunca tendrá una casa tibia como la mía, 
Y si le nace un hijo quizás no sepa nada. 
Trajo al mundo el destino viajador de los vientos:
Hoy un pueblo; otro día la montaña o la pampa.

Lo miro pasar, llena de una emoción compleja.
Yo, la mujer que nunca ha dejado su casa,
La de ojos que jamás ven cambar su horizonte
No sé si lo que siento es envidia o es lástima.

Sobre sí, como dentro del cajón millonario
¡Cuánta mirada atónita se llevará prendida!
Los seres que contemplan las cosas invisibles
Creerán que arrastra un mazo multicolor de cintas

poema de Juana de Ibarbourou

Poemas
Colección Austral
Bs.As. 1946

 

Ver, además:

 

            Juana de Ibarbourou en Letras Uruguay

 

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