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Jorge Luis Borges oriental
"Nací cuando mi
madre fue fecundada y los astrólogos están equivocados "
Jorge Luis Borges por Eduardo Vernazza |
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Sus declaraciones crean casi siempre polémicas centelleantes acerca de literatura o política. Pero aquí, en este diálogo o reportaje que creció entre conferencia y conferencia, Borges duda (oscilación que, según dice, le ha enseñado mucho más que la certeza) sobre el lugar donde nació. Y se inclina por una vida embrionaria que él comenzó a vivir en la estancia San Francisco, en el Departamento de Río Negro. Esta creencia se acerca a la de los orientales —orientales de Oriente— y avala sus cariños, sus recurrencias por la “Banda Oriental”, tal como gusta continuar llamando al país donde Doña Leonor Acevedo de Borges fue fecundada por su esposo con un resultado posteriormente asombroso para el mundo: el escritor Jorge Luis Borges. Fui concebido en la estancia San Francisco, en el departamento de Rio Negro. ¿Dónde nací? Bueno... es una duda extraña. ¿En qué momento nace un hombre? ¿Cuándo su madre es fecundada o cuándo es parido? Yo creo que los astrólogos están equivocados: los astros quizá influyan en el destino del hombre desde el instante de la fecundación. Sí, es cierto: vi la luz en Buenos Aires, ciudad donde también dejé de verla. Pero nací cuando mi madre fue fecundada. Aunque mi padre siempre me decía: "Vos no sos porteño, vos sos oriental". Lo decía a raíz de mis gustos por todo lo que fuera de la otra banda. El también era hijo de un uruguayo, el Coronel Borges, que defendió la plaza de Montevideo contra Oribe cuando tenia apenas catorce años. Los Acevedo, los Haedo. por parte de mi madre, también eran o son uruguayos. Mi infancia transcurrió, en parte, en las márgenes del Río Uruguay, en Fray Bentos, también en la casa del Paso del Molino, donde veníamos a veranear. Allí conocí los troperos. Viví también en la casa de mi tío, Luis Melián Lafinur, en la calle Buenos Aires. El fue quien defendió a Avelino Arredondo, después de entregarse cuando mató a Idiarle Borda en 1897. Luego, al pasar los años. Iba mucho al Salto Oriental, a la casa de Enrique Amorlm, casado con Ester Haedo, una prima mía. En fin... mi padre no estaba tan equivocado. Algunos dicen que en muchos de mis cuentos inventé un Uruguay Imaginario. Es posible. Pero ya ve que lo conozco bastante. También Buenos Aires puede ser mítico en mis poemas o en mis relatos. ¿Qué importancia tiene, en definitiva, todo esto? No soy nacionalista y me siento tan oriental como argentino. ¿Acaso no es agradable que se dude sobre el nacimiento de un hombre? En este caso el que duda soy yo. He dudado toda mi vida: ése fue mi mejor aprendizaje.” La conferencia de este sublimador de las palabras había concluido. Jorge Luis Borges había hablado extensamente sobre La Poesía y había respondido cientos de preguntas a un público que lo escuchó con cierto embrujo, con recatada hilaridad cuando su dialéctica derivaba en sorpresivos giros humorísticos. Borges se había escapado por la puerta de atrás del "Elíseo” defraudando a los ansiosos que lo esperaban sobre 18 de Julio. Y en una parrillada de la calle San José se le descargó al cronista con la declaración que encabeza esta nota. Como Borges no lee, evitó reiteraciones tediosas de los temas que también desarrolló en Buenos Aires, ya recopilados en libro. El público colaboró con preguntas elementales a las que Borges respondió mejorando el sentido de las mismas, haciendo gala de una amenidad que, en parte, sirve para contrarrestar su erudición. Afirmando que la poesía es anterior a todo género literario y que todos los demás géneros se alimentaron de ella, —“es como si el hombre hubiera aprendido a cantar antes que hablar”— reiterando su convicción de que, aunque minoritaria, es eterna, Borges desarrolló su alocución tratando de probar que no existe ninguna obra literaria importante que no sea poética, que la poesía es el género emocional por naturaleza. “Si yo he estudiado tantas lenguas, algunas extrañas, ha sido para disfrutar de la poesía, no para intentar convertirme en un hombre culto”. Se refirió a la poesía anglosajona, a la española (salvando a San Juan de la Cruz, Fray Luis de León, Jorge Guillén y muy poco más) a la argentina y a la uruguaya. Ante esta última alternativa no sorprendió su respuesta para una nueva polémica: “Julio Herrera y Reissig era Inferior a Juan Zorrilla de San Martín. Con esto, creo, con el perdón de los presentes, está todo dicho”. Manifestó que el gran poeta modernista, el que creó la nueva poesía de lengua castellana, fue el nicaragüense Rubén Darío. "Darío se encargó de renovar, con su voz americana, la entonces alicaída poesía española. En definitiva, los poetas que lo hayan leído o no posteriores a él, algo le deben”. La Poesía, en boca de Borges, cautivó a un auditorio que le escuchó a medio camino entre la duda y el asombro, hasta que lanzó su confesión, la dramática confesión de la primera noche que fue como un cierre a su discurso: “¿Seguir viviendo después de la muerte? No, estoy harto de Borges; además me siento indigno de recompensas o castigos”. "Una región que en el ayer pudiera ser el hoy, el aun y el todavía...” Antes de que Borges Iniciara su segunda conferencia-diálogo sobre El Tiempo, con el Teatro Elíseo absolutamente colmado, de algún modo la misma ya había comenzado en el Hotel Crillón. "Me trajeron a este hotel ya con todo reservado. Pero yo hubiera preferido ir al Cervantes, donde me hospedé siempre que vine a Montevideo. Me gusta la atmósfera del Cervantes... parece una metáfora. En fin, es otro de los misterios del tiempo. Fíjese que yo, por una distracción, ya estoy por cumplir ochenta años. Uno se distrae y puede morir sin notarlo. Digo... en el caso de que uno esté realmente vivo. Esa es la otra duda”. Alcanza con sugerirle a Borges el título de alguno de sus poemas para que (sin alarde de memoria, gozando de los versos que le gustan "ya que otros —aclara— no me gustan nada") los diga naturalmente. Así fue que recordó Límites, 1962, Montevideo y El tango, poema donde el tiempo arma una nostalgiosa suma de "pasado irreal que de algún modo es cierto” y que incluye los versos del subtítulo. En su incontenible verborragia, es posible que el autor de El sur haya llegado cansado al teatro y —al revés de lo que sucediera con su alocución sobre la poesía: — "Hagan preguntas, no vacilen en exprimirme"—, el escritor limitó el Interrogatorio del público. La ausencia de María Kodama, su secretaria, probablemente le creó más de un contratiempo, ya que esa joven argentina es la encargada de cuidar las energías del octogenario y ciego escritor, de seguir sus pasos "como un ángel tímido" según recordó con efecto Borges."Yo soy el único soñador y ustedes son parte de mi sueño. Pero también puede suceder que yo sea alguien soñado por ustedes" — dijo Borges en su breve conferencia sobre El tiempo, culminandola con un pensamiento de Blake: "El tiempo es una dádiva de la eternidad". Omitió la famosa frase, o metáfora del propio Borges: "El tiempo es un acorde de la eternidad" y se entregó a un interrogatorio oscilante, a menudo tedioso a causa de la elementaiidad de la mayoría de las preguntas. "Calles con luz de patio" Una hora más tarde, durante su frugal comida (arroz, con queso rallado, un vaso con agua, pocas cucharadas da dulce de leche) el llamado "escritor para escritores", muchísimo más famoso que leído, había retomado su buen humor. "A mí me dicen pie chico y nací en Montevideo.. Estos versos de sainete, eran increíblemente cómicos cantados en la voz de Borges, haciendo gala de una memoria prodigiosa, recordando letras que ni siquiera los montevideanos tenemos alguna referencia de que hayan existido. Fue entonces que reiteró su concepto de orientalidad, las vueltas de tuerca de su humor o su astucia “Yo nunca oí decir “Uruguayos la patria o la tumba", más bien siempre “Orientales". Banda Oriental es más musical que Uruguay, o tal vez sea una ilusión mía. Pero esto nada llene que ver con geopolítica que me parece tan frívola como la política. Siempre dije que siento este país como tierra propia y que, si no viviera en Buenos Aíres, viviría en Montevideo, que es “igual y un poco distinta" como digo en la “Milonga para los orientales". Usted me pregunta por Montevideo... (Borges hace una pausa larga, como si el ciego vislumbrara alguna imagen remota). Es cierto... es cierto: lo último que vi fue un almacén amarillo, gastado. Yo vivía en la calle Buenos Aires. Otras veces en la quinta del Paso del Molino. Las calles de la ciudad eran muy oscuras y solamente las iluminaban las luces de los patios. Esto que digo es el verso final de mi poema "Montevideo". ¿Lo recuerda?: "Resbalo por tu tarde como el cansancio por la piedad de un declive". Bueno, así comienza y termina diciendo justamente: "Calles con luz de patio". A mi me parece que el recuerdo es como el proyecto de un poema incesante. Claro que ahora no sé si viene del pasado o del futuro. Es muy raro todo esto. Sí yo me pongo a recordar, por ejemplo, los campos de Pancho Haedo, donde mis padres me engendraron, puedo oler la felicidad de aquellos días y estoy seguro de que ésta, la del recuerdo, no es la misma felicidad de entonces. No sé bien cuál de las dos felicidades sublima a la otra..." Con la conferencia sobre La pesadilla "palabra demasiado insulsa en castellano, con mejores ejemplos en inglés y en alemán", —según dijo— Jorge Luis Borges se despidió de Montevideo. "Me parece que esta será la última vez que vengo a Montevideo. Cuando me voy de alguna parte, siempre me parece que es la última vez. No sé si con usted volveré a conversar otro día, ojalá que sí, pero yo siento que quizá no nos encontremos más. Tómelo como un defecto de Borges y no del tiempo. No podemos echarle las culpas de tantas cosas al tiempo..." |
Publicado, originalmente, en: Revista "La Semana de El Día" - Montevideo, Sábado 28 de Abril Enero de 19t9
Gentileza de Biblioteca digital de autores uruguayos de Seminario Fundamentos Lingüísticos de la Comunicación
Facultad de Información y Comunicación (Universidad de la República)
Ver, además:
Jorge Luis Borges en Letras Uruguay
Enrique Estrázulas en Letras Uruguay
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