El libro del genesis del Popol Vuh |
En nuestro artículo anterior aparecido en este Suplemento hicimos algunas consideraciones generales acerca del libro sagrado de los mayas-quichés, libro que es la aurora de la literatura en América. Hoy particularizaremos el tema, refiriéndonos a una parte del notable relato inicial del origen del mundo conque se abre el libro, relato que demuestra, en medio de sus símbolos, el alto desarrollo mental al que había llegado el pueblo maya. En un preámbulo escrito por el copista indígena, o mejor aún, por el que hizo la trascripción de los signos alfabéticos a los silábicos, se dice: "Grande era la descripción y el relato de cómo se acabó de formar todo el cielo y la tierra, cómo fue formado y repartido en cuatro partes, cómo fue señalado y el cielo fue medido y se trajo la cuerda de medir y fue extendida en el cielo, en la tierra, en los cuatro ángulos, en los cuatro rincones... " Por estas palabras nos percatamos que el Popol Vuh en jeroglíficos desarrollaba en una larga narración esta actividad inicial de los dioses que en el Popol Vuh alfabético está apenas insinuada con esta palabras citadas. ¿A qué se refería el escriba del códice de Chichicastenango? A una concepción común entre los pueblos mayas, consistente en considerar al universo a la manera de un enorme cubo seccionado originariamente en dos partes (planos del cielo y de la tierra) y luego en tres, ya que el mundo subterráneo fue, según creían, obra posterior, ocurrida en una fecha misteriosa del Tzolkin (calendario maya) que según el libro de Chilán Balám de Chumayel cae en el signo nueve- Cahuac. Consideraban al cubo cósmico atravesado en su punto céntrico por un inmenso árbol sagrado, el "yaxche" (La Gran Madre Ceiba) cuyas cuatro raíces se hundían en el mundo subterráneo, dirigidas hacia cada uno de los cuatro puntos cardinales; además, sus cuatro grandes ramas apuntaban a los cardinales del plano superior y soportaban el cielo. Dice Mimenza Castillo : "en el mundo subterráneo se alojaban los Abcatunes, quienes sostenían el mundo; las regiones celestes las sostenían los cuatro Bacabes y en los cuatro ángulos del cielo moraban otros cuatro dioses, los Chakes, númenes del viento y de la lluvia. A cada uno de ellos se atribuía un color simbólico: blanco al norte, amarillo al sur, rojo al este, y negro al oeste". Estos colores, en realidad, varían según los textos de las diversas literaturas primitivas. Lo citado aclara, pues, en parte, a qué cosa se refería el escriba del Popol Vuh al establecer que los dioses crearon los cuatro ángulos del cielo. En este libro, cada una de las divinidades de los cuatro rumbos tiene un nombre: Tzacol (creador), Bitol (formador), Alom (diosa madre "La que concibe hijos") y Kaholom (el dios padre, "el que engendra hijos"). Esta concepción del mundo según el Popol Vuh es similar a la del otro gran libro maya ya citado: el "Chilán Balám de Chumayel"; allí a los cuatro dioses de los ángulos del mundo se les llama los Mucen Cab (palabras que significan "oculto en la tierra"). También los textos en náhuatl y las crónicas de Indias señalan parecidas concepciones entre los méxicanos. Quizás estas ideas estén relacionadas con la de la rosa de los vientos, cuyo símbolo es una cruz de cuatro brazos iguales, cruz que aparece en obras de arte de casi toda la América precolombina y que no tiene relación alguna con la cruz cristiana. Adán Quiroga ha realizado un interesante trabajo de búsqueda y de interpretación acerca de este tema en su libro "La cruz en América". Pero ampliando más el campo de observación se puede ver que esta representación del mundo no es solamente americana, sino que constituye también uno de los conceptos más antiguos de las culturas de Asia y Egipto. Imbelloni ha hecho un valioso estudio comparativo titulado "Formas templarias de los conceptos de espacio y tiempo" en el que detalla, en un cuadro, los colores que a los cardinales daban los egipcios, caldeos, hindues, tibetanos, chinos, javaneses, aztecas y mayas. Estos colores, con ligeras variantes o cambios de posiciones son sustancialmente los mismos. En realidad es grande el número de obras que puede citarse para probar la difusión que esta representación del espacio organizado geométricamente alcanzó en Asia y en Egipto. Así Chochod alude a una antigua tradición china según la cual los cardinales y la línea o eje vertical del mundo (cielo-tierra) están representados por seis than-qui (tortugas genios). Esta tradición se consigna, por otra parte, en el libro "Ritual de los Shu", en el que cada uno de estos seres orientadores de los rumbos aparece con sus colores simbólicos. Y también se remonta al "Yi-king" (libro de las transformaciones) de redacción antiquísima, donde está encerrado lo fundamental de la más arcaica sabiduría china. Chochod puntualiza que estas ideas forman parte de un sistema en que el número cinco juega un papel primordial, ya que los antiguos chinos, en sus ritos mágicos, distinguían cinco formas elementales, cinco tipos de cereales, cinco sonoridades musicales, cinco planetas, cinco sabores, cinco colores, cinco períodos cosmogónicos de tiempo, cinco regiones terrestres, cinco vísceras, cinco puntos cósmicos (los cuatro cardinales y el centro) formado por el entrecruzamiento de las líneas tendidas entre aquellos. Parecida representación mental del mundo se encuentra en el relato anamita llamado "Van-Dao-Fu-Luc"; allí el mundo está regido por cinco Tham o Shem, que tienen formas de tigres y ocupan los cardinales y la intersección de la cruz formada por ellos. Los egipcios también poseían una concepción cosmogónica similar; así, en el "Libro de los Muertos" se leen invocaciones a los cuatro "Tchatcha" (jefes de cabezas de Osiris) quienes representaban también los cuatro cardinales. Todo esto se relaciona con la teoría según la que se concibe al mundo como una enorme pirámide escalonada de base rectangular: de ahí la construcción de templos en forma de pirámide. Así, el gran templo de Tenochtitlán tenía tres escalinatas de ciento veinte escalones o sea de trescientos sesenta en conjunto. Este es el número de días del año azteca, si se le resta los cinco sin nombre o nefastos. Por ello, la víctima del sacrificio sangriento debía subir las tres escalinatas. En cuanto a las pirámides egipcias, están orientadas según esta concepción de cardinales, lo que lleva necesariamente a relacionarlas con estas concepciones del mundo. Y lo mismo puede decirse de templos del antiguo Perú. También en Nueva Zelandia las torres sagradas están relacionadas con los cardinales. Como vemos, la concepción del Popol Vuh formaba parte de una representación del mundo de la que participaba la mayoría de los pueblos de las culturas protohistóricas. Tras este prefacio que hemos comentado, el Popol Vuh se abre con un cuadro o descripción del mundo antes de la creación hecha por los dioses; del mundo en estado de sueño. Las cosas se sobreentienden como en suspenso, pero aún cuando ya están formados los dos planos cósmicos, la tierra propiamente dicha no aparece todavía y sólo existe el mar limitado por la cuadrangulación hecha previamente por los dioses. El poeta anónimo (porque realmente se trata de un magnífico poema compuesto en prosa rítmica) se esfuerza por dar la idea de lo que había sido ese mundo del que era imposible captar ninguna sensación. "He aquí el relato -dice el Popol Vuh- de cómo todo estaba en suspenso, todo tranquilo, todo inmóvil, todo apacible, todo silencioso, todo vacío en el cielo, en la tierra. He aquí la primera historia, la primera descripción. No había un sólo hombre, un sólo animal, pájaro, pez, cangrejo, madera, piedra, caverna, barranca, hierba, selva. Sólo el cielo existía la faz de la tierra no aparecía; sólo existía la mar limitada, solamente la mar tranquila, sola, limitada. Solamente la inmovilidad, el silencio, en las tinieblas, en la noche. Sólo los Constructores, los Formadores, los Poderosos del Cielo, Los Procreadores, los Engendradores estaban sobre el agua, luz esparcida." Aparte de los valores formales, paralelismos por similitud o por oposición y de las repeticiones del mismo concepto, como si se quisiera mostrar la idea desde todos los ángulos posibles y por distintos medios de expresión, el poeta anónimo nos da un hermosísimo cuadro de su concepción del mundo oscuro, del alma de la existencia, donde sólo existe una pequeña luz en actividad, una energía que se orienta hacia fines concretos y a la cual ese autor anónimo llama dioses. Porque aquel ha personificado lo que hoy entendemos por actividad del éter, o mejor dicho, la ha deificado o espiritualizado revelando una intuición científica -a través de todo este libro del génesis- que rara vez aparece en las literaturas primitivas. Esos dioses cósmicos son serpientes emplumadas -notable intuición del movimiento ondulatorio imaginario y eterno del universo- y, fuerzas casi ciegas al principio se van volviendo, a través de este cantar, fuerzas inteligentes, realizando cada vez más certeramente una actividad superior. En el Popol Vuh esas deidades serpentiformes se agrupan en una organización divina superior, que es Huracán de los mayas. Pero el poeta anónimo mezcla a sus intuiciones científicas, elementos religiosos; así, los dioses forman el mundo de acuerdo a un principio de finalidad pues desean en su mente, crear la criatura dotada de inteligencia, para hacerla servidora de sí. La deidad maya utiliza la palabra para poner en movimiento al mundo; esta es una vieja superstición de los pueblos primitivos; pronunciada entre ritos de magia tiene la virtud de formar las cosas (o hacerlas aparecer). Ejemplos de creación por medio de la Palabra hay en la literatura de Egipto; así Atum dice que ha creado las cosas con lo que ha salido de su lengua y a Thoth se le llama "el que crea por medio de la palabra". En el Enuma Elish babilónico hay otro ejemplo del poder mágico atribuido a la voz, e igualmente en los Vedas y en el Zend Avesta. Toda esta concepción es muy antigua -quizá más antigua que estos mismos libros citados- e influyó sobre los relatores del génesis hebreo. Es interesante señalar también que el autor anónimo del Popol Vuh se ha inclinado a admitir la teoría del origen acuoso de la tierra y de la vida, idea por otra parte muy vieja. Del mar, que se abre, surge la tierra, ya que las cosas no nacen de la nada sino que al principio todo estaba ya, pero en estando de suspensión; nos hallamos ante otra intuición científica del hombre maya: la idea de la aparición de continentes por repliegue de la corteza terrestre. Hemos comentado algunas páginas del Popol Vuh, pero dejemos señalado que este libro presenta problemas de interpretación que nadie ha podido medir totalmente. Ningún crítico ni filósofo ha logrado descubrirlo totalmente hasta su fondo en medio de sus símbolos pues es de una profundidad notable; será necesario que varias generaciones traten de llegar a sus arcanos para que el hombre de hoy haga luz en sus esoterismos fabulosos. Ver: |
por Hyalmar
Blixen
Suplemento Huecograbado "El Día"
2 de Diciembre de 1962
El 10 de octubre del año 2006 se efectuó un homenaje al Prof. Hyalmar Blixen en el Ateneo de Montevideo. En dicho acto fue entregado este, y todos los textos de Blixen subidos a Letras Uruguay, por parte de la Sra. esposa del autor, a quien esto escribe, editor de Letras Uruguay.
Ver, además:
Hyalmar Blixen en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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