Las edades del mundo
según el Popol Vuh |
¿El mundo en que vivimos es el primero y último
a existir? se preguntaban los pueblos americanos de las grandes culturas:
nahua, maya e inca. ¿Existieron formas anteriores, con manifestaciones
vitales que fueron un día disueltas en la sombra? ¿Qué hubo antes de
que apareciera la forma de vida que conocemos? Estas preguntas indican ya
un grado de madurez intelectual, una curiosidad de investigación que
aparece cuando un pueblo ha recorrido ya las etapas primitivas de su
cultura y empieza a forjarse hipótesis (mitos, al principio, que poco a
poco van dejando paso a conclusiones más serias y científicas). El Popol Vuh admite la existencia de cuatro
edades o etapas en el proceso creador por el que los dioses crean la vida
en el planeta. Vimos en el artículo anterior cómo ellos habían dado los
primeros impulsos creadores, cómo habían hecho salir la tierra de las
aguas. Surge así el mundo mineral, envuelto en una especie de neblina.
"Primero, se lee en el Popol Vuh, se formaron la tierra, las montañas
y los valles; se dividieron las corrientes de agua; los arroyos se fueron
corriendo libremente entre los cerros y las aguas quedaron separadas
cuando aparecieron las grandes montañas". Luego, tras el mundo
mineral, crean los dioses el mundo vegetal: "al instante -dice el
poeta anónimo- nacieron los cipresales, los pinares". Después los
dioses se preguntan: "-¿Sólo silencio e inmovilidad habrá bajo los
árboles y los bejucos? Conviene que en lo sucesivo alguien los guarde.
Por eso hicieron a los animales del monte, los guardianes de todos los
bosques, los genios de la montaña, los venados, los pájaros, leones,
tigres, serpientes, culebras, cantiles (víboras) guardianes de los
bejucos". Ese impulso vital, simbolizado por los
dioses, actúa con un plan preconcebido; crear la criatura dotada de razón.
Pero la divinidad (o suma de divinidades) del Popol Vuh no posee, desde el
principio, una inteligencia omnipotente; es una fuerza más o menos ciega
al principio pero que se desarrolla o despierta cada vez más; al
principio yerra en la creación y actúa a lentos tanteos, pero rehace la
obra luego, mejorándola. A Bergson le hubiera interesado encontrar esta
construcción filosófica y este evolucionismo de la fuerza directriz
universal, en la mentalidad del hombre americano prehispánico. El
contraste con la concepción que del mundo y sus problemas trae el
conquistador español es, por otra parte, evidente. Creados los reinos mineral y vegetal, los
dioses quieren hacer al hombre para nutridor de ellos (por medio de las
ofrendas y sacrificios) y también para cantor de sus glorias. Pero siendo
las deidades fuerzas poco desarrolladas, no logran formar de una primera
vez a la criatura dotada de razón; de sus manos salen los animales. El
animal es, en el Popol Vuh, el hombre frustrado, pero el hombre está
concebido como una etapa de superación del animal, en la misma línea de
evolución y bajo el mismo plano. Las bestias, debido a la inexperiencia
de los dioses, a la falta de fuerza y dirección en el impulso creador
inteligente, carecen de inteligencia y por eso las deidades deber
reajustar el plan creador. "Y estando terminada la creación de
todos los cuadrúpedos y aves, les fue dicho a los cuadrúpedos y pájaros
por el creador y el formador y los progenitores: -"Hablad, gritad,
gorjead, llamad, hablad cada uno según vuestra especie, según la
variedad de cada uno." Así les fue dicho a los venados, los pájaros,
leones, tigres y serpientes: -"Decid, pues, nuestros nombres,
alabadnos a nosotros, vuestra madre, vuestro padre. Invocad pues a Huracán,
Chipi-Caculhá, Raxa-Caculhá, el Corazón del Cielo, el Corazón de la
Tierra, el Creador, el Formador, los Progenitores; habládnos, invocádnos,
adorádnos, les dijeron" Los animales intentan la
adoración, desean alabar a los dioses, pero no saben hacerlo. "No
pudieron hablar como hombres, solamente cacarearon, solamente mugieron,
solamente graznaron; no se manifestó ninguna clase de lenguaje, hablando
cada uno diferentemente". Por esta razón, los dioses cambian el
destino de las bestias; ya no serán servidores de aquellos, pero sí de
la criatura racional que un día ellos lograrán hacer -"Cambiaremos
nuestra Palabra -dicen-. Vuestro sustento, vuestra habitación, vuestras
moradas las tendréis; serán las barrancas, las selvas. Vuestra adoración
es imperfecta si vosotros no nos invocáis. Vosotros recibiréis vuestro
fardo (o sea la carga de males que cada ser lleva durante la vida).
Vuestra carne será molida entre los dientes; así sea; que tal sea
vuestro fardo". Así concluye esta primera edad del mundo de acuerdo
al Popol Vuh. Entonces se intenta una segunda creación
del hombre. Los dioses modelan ahora seres que tienen la forma del hombre
actual, pero en realidad, nada más que su apariencia. Y los hacen como en
cantidad de mitos antiguos, amasando estatuillas de barro a las que dan
vida. Este ser de tierra, aunque de forma humana, carece del don de la
palabra. Además, como se lee en el libro maya, "se caía, se
amontonaba, se ablandaba, se mojaba, se cambiaba en tierra, se fundía..."
El autor anónimo de este canto cosmogónico quiere señalar con esto que
dicha segunda etapa de creación da por resultado un ser que no puede
adaptarse a la vida y que está condenado a desaparecer,
o sea a volverse de nuevo tierra. Luego lo describe como a una criatura
monstruosa, tal vez como la de los fósiles que veían los mayas al
excavar la tierra: "el rostro quedábase vuelto a un sólo lado, la
vista estaba velada, no podían mirar detrás de ellos, al principio
hablaron pero sin sensatez". Es decir: Este ser pronunció alguno
sonidos incoherentes y perdió luego la facultad de la voz. Ser mudo,
sumido en un estado como de imbecilidad, terminó por licuarse, por no
sostenerse en pie. ¿A qué remotisimo antecesor del mono y de la especie
humana hacía alusión el autor de este cantar maya? ¿Y qué intuición
científica no manifiesta a través de esas páginas profundas? Los dioses tienen un instante de desaliento
en sus tanteos; así, dicen: "-mientras más se trabaja, menos puede
andar y engendrar. Que se celebre, pues, consejo sobre eso". Al
instante deshicieron, destruyeron
una vez más su construcción, su formación y después dijeron: "-¿Cómo
haremos para dar nacimiento a adoradores,
invocadores?" Es notable, pues, el cuadro de estas deidades luchando
por crear, del mismo modo que un equipo de sabios modernos investiga en un
laboratorio, realiza experiencias, duda, se desalienta y vuelve a ensayar,
destruyendo el fruto de su cálculo mal hecho. Se rehacen los dioses, entonces; no están
vencidos; deciden realizar una tercera prueba. Ahora bien: el autor de
esta notable obra de la literatura maya quiere reafirmar una vez más que
el principio vital (los dioses) está constituido por una fuerza ciega al
principio, pero que se desarrolla entre lentos tanteos oscuros y lo
manifiesta por medio de este símbolo: los dioses deciden tirar a la
suerte a fin de resolver si el nuevo hombre debe esculpirse utilizando,
como material, no ya el barro, sino la madera. "Echad suerte con vuestros granos de maíz
y de "tzite"(árbol de pito) y resultará si labraremos y
tallaremos su boca y sus ojos con madera". Pero a pesar de que estos
granos, una vez arrojados, indican a las deidades como conveniente este
material para la creación, el hombre tallado en madera le sale de nuevo
defectuoso (aunque superior al de arcilla) y, como dice el poeta de este
relato cosmogónico "fue solamente un esayo, una muestra de
hombre". Lucrecio decía que el mundo, tras múltiples intentos
ciegos, había encontrado su fórmula favorable, como el jugador de dados
que al fin emboca el doble seis; el autor del Popol Vuh también quiere
dar la idea de una búsqueda en que lo fortuito juega papel preponderante,
pero asimismo manifiesta veladamente que esa búsqueda es inteligente,
dirigida de acuerdo con un plan finalista. Al leer estas páginas del cantar maya es fácil
adivinar la concepción de un desarrollo casi evolucionista de la vida y
un lento ascender hacia formas más perfectas e inteligentes.Para el autor
de este libro, el hombre de madera no llega todavía a la etapa de
humanidad, pero da, por resultado, el mono. Es decir: para el autor del
Popol Vuh el mono es también un intento frustrado de creación de una
criatura inteligente, pero en una etapa superior de la evolución de la
vida sobre la tierra, etapa lograda por obra del perfeccionamiento de la
propia divinidad. Esta evolución de la vida llega, en fin, a
su punto culminante; tras el mono, los dioses logran hacer al hombre
inteligente. Hecho de la masa de maíz (la planta sagrada y nacional de
los mayas) simboliza, por ello mismo, el ser capaz de cultura, el
"junco pensante" de Pascal. Con esta cuarta creación, los
dioses, ya perfeccionados ellos mismos, logran una obra casi perfecta. Los
hombres, creados tras lento ascender, tan paciente, desde el antiguo
esquema animal, poseen ahora una inmensa sabiduría; ven lo cercano y lo
lejano y hasta los ángulos de los planos cósmicos. Y cuando los dioses
los incitan a contemplar el mundo y a entonar la alabanza a
los creadores, los cuatro hombres exclaman: -"En verdad os
damos gracias dos veces y tres veces. ¡Hemos sido creados! ¡Se nos ha
dado una boca y una cara! ¡Hablamos, oímos, pensamos y andamos; sentimos
perfectamente y conocemos lo que está lejos y lo que está cerca! ¡Vemos
también lo grande y lo pequeño en el cielo y en la tierra! Os damos
gracias por habernos creado, ¡oh creador y formador! por habernos dado el
ser ¡oh Abuela nuestra, oh Abuelo nuestro!, dijeron dando las gracias por
su creación y formación". Estos seres humanos comprenden, pues
todas las cosas; ven a la Abuela y al Abuelo de los dioses, o sea a Ixpiyácoc
y a Ixmucamé, contrarréplicas de las deidades nahuas Ometeuctli y
Omecihuatl y raíces de todo lo que alienta; ven también estos hombres
los ángulos de los cubos cósmicos. Pero las divinidades no oyen estas palabras
con agrado; habían dado a los humanos una sabiduría que usurpaba las
prerrogativas de los dioses. Y así exclaman: -"No está bien lo que dicen nuestras
criaturas, nuestras obras; todo lo saben; lo grande y lo pequeño
-dijeron-. Y así celebraron consejo nuevamente los
progenitores. ¿Qué haremos con ellos? ¡Que su vista sólo
alcance a lo que está cerca, que sólo vean un poco la faz de la tierra!
No está bien lo que dicen. ¿Acaso no son, por su naturaleza, simples
criaturas y hechuras nuestras? ¿Han de ser ellos también dioses?
Entonces decidieron -continúa el Popol Vuh- petrificar los ojos de los
hombres, hacer que ellos no vieran sino lo próximo y perdieran su
primitiva sabiduría" El poeta expresa esto por medio de una hermosísima
comparación: "entonces el Corazón del Cielo, les echó un vaho en
los ojos, los cuales se empañaron como cuando se sopla sobre la luna de
un espejo". Por eso le queda sólo al hombre el sueño de lo azul, el mal metafísico, la reminiscencia de una antigua sabiduría perdida y vive devorado por la angustia de lo absoluto. Así, el poeta filósofo del Popol Vuh enfrenta un problema eterno cuya raíz está ya en casi todas las literaturas antiguas. El hombre que inconscientemente se atreva a desafiar su Moira efímera y a ir más allá del destino que avaramente le han señalado los dioses, se atrae la cólera de estos. Ya sea en la aventura de la sabiduría (Adán comiendo el árbol de la ciencia, Prometeo regalando al hombre el fuego, padre de la civilización), ya sea en la aventura de la inmortalidad (Guilgamesh buscando la planta de la vida eterna, que le es al final arrebatada por una serpiente), el concepto es siempre el mismo: el hombre alza los ojos y quiere comprenderlo o poseerlo todo, pero su titanismo irrita a las deidades. Ver: |
por Hyalmar
Blixen
Suplemento Huecograbado "El Día"
31 de Mayo de 1964
El 10 de octubre del año 2006 se efectuó un homenaje al Prof. Hyalmar Blixen en el Ateneo de Montevideo. En dicho acto fue entregado este, y todos los textos de Blixen subidos a Letras Uruguay, por parte de la Sra. esposa del autor, a quien esto escribe, editor de Letras Uruguay.
Ver, además:
Hyalmar Blixen en Letras Uruguay
Editado por el editor de Letras Uruguay
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