"Revolutionary Spring" de Christopher Clark

Una forma de leer y escribir la historia

por Jorge Arias

ariasjalf@yahoo.com 

El título del libro recuerda el rótulo de "Primavera de los pueblos", asignado por historiadores a las revoluciones de Europa en 1848. El historiador australiano Christopher Clark toma distancia desde el comienzo; la primavera no es de "los pueblos"; sugiere que la "Primavera revolucionaria", sin ser impopular, vino de otro lado, poco popular. Así, no sorprende el énfasis que en la Introducción (pag.1) de este libro sobrio y objetivo, se mencione al libro de "Daniel Stern", seudónimo de la condesa Marie D'Agoult, como "el mejor libro de historia contemporánea de las revoluciones en Francia", afirmación que revelará, a más de ciento sesenta años de distancia, que el plan de "Primavera revolucionaria" es un homenaje  al libro de la admirable condesa.  Ambos pretenden y logran objetividad en la narración de los hechos; pero la selección de los acontecimientos  tiende a desacreditar a los movimientos revolucionarios de 1848 y aún, por elevación,  los de los siglos de los siglos XX y XXI. No hay una investigación aséptica; no  la puede haber. Para descubrir el qué, cómo y por qué de lo ocurrido hay que tener un plan de trabajo, un cauce por donde llegarán los hechos, un punto de vista y lentes; y se busca lo que se ha encontrado ya. D'Agoult y Clark tienen preferencia por el orden establecido y son moderadamente hostiles hacia las revoluciones:

"Marx rechazó la búsqueda de la armonía y en vez abrazó el conflicto social, por lo que entendía el conflicto de clases como la necesaria máquina del progreso" (pag.122); y Clark, al fin del libro, aconseja dejar el modo de producción como está y dedicarse a reparaciones menores, a parches satisfactorios, como cuando se destapan cañerías o se eliminan humedades de las paredes:

".La política del presente...no es más qué debía ser hecho sino cómo debía ser hecho. La actividad legislativa del moderno hombre de estado era un asunto de mera "regulación adminstrativa" (que) "no prescriben", dice Clark citando un ensayo de Walter Bagehot de 1856, que nuestras instituciones deben ser sino  de qué modo las instituciones existentes deben funcionar y operar". (pag.736). Como es evidente, el modo de producción capitalista debe quedar intacto, por más que un perverso Sr. Marx promocione el "conflicto social" contra la "armonía", o sea la música celestial que desentona gente acosada por el hambre, en fétidas pocilgas donde oyen el llanto de hijos andrajosos que sueñan con un revólver mientras reparten estupefacientes en otros barrios. Aún menciona Clark en la última págína del libro, 756): "las ansiedades sobre la desigualdad y lo finito de los recursos", o sea, que no hay dinero para remediar la pobreza y "la irrupción de la violencia, utopías y espiritualidad política" (sic).

La sospecha de Clark y D'Agoult de que grandes movimientos de masas son causados por agitadores nos lleva al insoluble y falso problema de cómo pequeñas causas producen grandes efectos mientras grandes "causas" no producen ninguno. No dudamos  de la destreza verbal del joven poeta húngaro Sandor Petoffi, pero que su recitado de un poema patriótico  en el café Pilvak de Budapest el 15 de marzo de 1848 condujera a un cambio de gobierno, es sorprendente. El estreno de "El desalojo" de Florencio Sánchez Buenos Aires el 16 de julio de 1906, mientras la Federación Obrera Regional Argentina reclamaaba una nueva ley de alquileres, causó el fulminante éxito de público de la pieza.

Cabe mencionar el mérito de los agentes provocadores. Oscar Wilde en "El alma del hombre bajo el socialismo", escribió: "Los agitadores son un conjunto de personas que interfiere, que perturba, que llega a una clase perfectamente contenta de la comunidad y siembra en ella la semilla del descontento. Es por esta razón que los agitadores son tan absolutamente necesarios. Sin ellos, en el estado incompleto en que nos hallamos, no se produciría adelanto alguno hacia la civilización" Como ejemplo, el conmovedor filme de Mario Monicelli "Los compañeros" donde el agitador  Sinigaglia  da a los obreros su razón de ser.

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El establecimiento de los hechos de "Revolutionary Spring" sugiere un trabajo de edición superficial. Es ociosa la anécdota de la página 591 donde el conde Rudolf Stadion, de mediana edad, "con una elegante y casi relamida apariencia de tipo inglés, pulcramente peinado y afeitado" mueve sobre una majestuosa nariz. sus quevedos, atados con una cinta negra.

La anécdota sobra, y algo falta. Toda investigación implica una teoría sin lo cual estariamos ante un repertorio y no ante un libro de historia. La narración se atiene a hechos, y no dudamos ni de la probidad de Clark ni de la inocencia con que revela su pensamiento; pero "Revolutionary Spring" parece invertebrada; habría ganado si mostrara claramente su soterrado hilo conductor, la ideologia conservadora. Ver el mundo y la historia a través de una ideología no es  ni un error de método ni una falta a la ética y puede conducir a ver o revelar hechos sorprendentes. Michelet fue un ferviente republicano, pero en su "Historia de la revolución francesa" supo mostrar la grandeza de Charlotte Corday.

Revolutionary spring: Europe aflame and the fight  for a new world, de Christopher Clark, Random House, 2023, 873 págs. (Primavera revolucionaria: Europa en llamas y la lucha por un mundo nuevo) de Christopher Clark.

 

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