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"Querida Elena (Querida profesora)", de Liudmila Razumóvskaya - Dirección: Graciela Escuder - Teatro El Galpón |
Marionetas macabras |
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“Querida Elena” es un thriller; cierta mínima verosimilitud le es necesaria para retener la atención del espectador y no dejar una sensación de engaño cuando se encienden las luces. Razumóvskaya no participa de esta idea y decreta que el mismo día en que cuatro alumnos de Elena (Claudia Trecu) han rendido mal una prueba escrita es el día en que cumple años la profesora. Aceptémoslo, dado que sucede en los diez primeros minutos, en los que creemos todo. Gracias a esta coincidencia, los alumnos irrumpen, de noche, en el domicilio de Elena con caretas, sombreros y agasajos; pronto sabremos que pretenden cambiar sus pruebas fallidas por las correctas, lo que harían accediendo a un vulnerable armario cuya llave piden y luego exigen a la profesora. Tratan de persuadir, Elena se niega, la amenazan, la comparan con Antígona y…Más tarde, la autora pone a prueba nuestra incredulidad cuando nos quiere hacer creer que los alumnos, incluido su “cerebro” Vladimir (Federico Guerra) no advierten que la única posibilidad de consumar el cambiazo |
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era, no bien obtuvieran las llaves, matar a la profesora, que con una llamada de teléfono a la mañana siguiente haría abortar la chambona maniobra. Aquí ya no podemos tomar la pieza en serio; pero al final Razumovskaya se supera a sí misma, da un nuevo giro y nos dice todo pudo ser entre una broma pesada y un experimento de manipulación del prójimo. Se burla de nosotros.
Esta comedia negra pertenece a la industria del terror, horror, espanto, desagrado, asco, suspenso; arrechuchos y repeluznos con que se intenta atraer y mantener el interés de un espectador que se aburre no bien comprende que el dramaturgo no tiene nada que decir. Por ejemplo, “Paraules encadenades” de Jordi Galcerán (1995) “La sangre” de Sergi Belbel, el filme “Hostal” (2005) de Eli Roth, Romeo Castellucci con su “Sobre el concepto del rostro del hijo de Dios” (2010) y las obras completas de Rodrigo García y los filmes de Quentin Tarentino, que con astucia ha derivado sus producciones hacia el puro humor, última estación antes de la pura payasada. Todo en este género es arcaico, como que viene del teatro de Séneca y sus derivados en el teatro inglés, en particular “Tito Andrónico” de Shakespeare y “La duquesa de Malfi” de Webster, dos cimas del horror que no será fácil superar. Todo en este género, además, es infantil, en línea con “Caperucita roja” o “Blanca Nieves y los siete enanitos”. Los ingredientes suelen ser secuestros de seres inocentes, torturas, mutilaciones, humillaciones, actividad paranormal, magia negra, vampiros, muertos que vuelven, vudú, sexo, locura, excrementos, venganzas y perversiones.
Los caracteres de “Querida Elena” son unidimensionales. La profesora es recta y sin interés; Vladimir es tan cínico como Victor (Pablo Pipolo) es obtuso; Lalita (Estefanía Acosta) es tan vacua como Pasha (Ignacio Duarte). La trama se desarrolla mecánicamente: parece oírse el golpeteo rítmico de las reglas de madera de las viejas maestras de escuela sobre los pupitres. Los diálogos son patéticos; no porque produzcan emoción sino por sus infundadas pretensiones de contener ideas de actualidad.
QUERIDA ELENA (QUERIDA PROFESORA), de Liudmila Razumóvskaya, por El Galpón, en traducción de Alberto Guarnieri, con Claudia Trecu, Estefanía Acosta, Federico Guerra, Ignacio Duarte y Pablo Pipolo. Escenografía de Sofía Arocena, vestuario de Cecilia Carriquiri, iluminación de Leonardo Hualde y Osvaldo Ojeda, música de Fernando Ulivi, dirección de Graciela Escuder. Estreno del 3 de octubre de 2015 en El Galpón, sala Atahualpa. |
Querida Elena Corte de prensa |
Jorge Arias
ariasjalf@yahoo.com
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