“Pájaro estúpido”  de Aaron Posner, en  el teatro Solís

 

Exorcizando a Chejov
por Jorge Arias
ariasjalf@yahoo.com

A primera vista simple y transparente, Chejov continúa siendo un enigma. Todo lector, todo espectador cree comprenderlo. De pronto entrevé que hay, además de una historia simple, una dirección, un camino que sigue con firmeza y reserva, que no nos revela. Abundan las adaptaciones de sus cuentos y comedias; todas tienen algún error; todas tienen algo de parodia. “La dama del perrito” se ofrece en teatro emasculada, sin su inquietante final: Chejov habría escrito un cuento rosa. “El jardín de los cerezos” es reducida a lloriqueos por el buen tiempo pasado; “Tío Vania”, donde no hay Eros, se presenta por la Universidad de Cambridge (Leonid  Heifetz, en “The companion guide to Chekhov”) como un canto al amor; su reconstrucción, en “Life sucks”, por Aaron Posner, expresa, según la crítica, “cuán difícil es comunicarse, los caprichos y deslealtades del amor, la idea de que la vida es algo que, a la vez, debemos soportar y disfrutar.”  

 “La gaviota” nos cuestiona. ¿Qué se propuso Chejov? Este “Pájaro estúpido” es la respuesta del dramaturgo norteamericano Aaron Posner. La misma brutalidad del título, más crudo en inglés (“Stupid fucking bird”) dice más de resentimiento que de amor. La pieza no comenzará hasta que un espectador, exhortado por un actor, diga: “¡Comience esta obra estúpida!” La  obra se califica como veleidad.

El autor ha empleado para su adaptación una técnica muy simple. Hace un taraceado de las líneas de Chejov, que se siguen casi al pie de la letra, con incrustaciones de su cosecha. Ema (Alejandra Wolff) es una actriz de Holllywood, Daniel, o Medvedenko (Gabriel Hermano) está suscrito a Netflix,  Masha (Jimena Pérez) toca una guitarra; todos los actores recurren a la platea con apartes, confidencias, pedidos de ayuda. El texto de Posner es inventivo, ingenioso, a ratos divertido; insiste con sorpresas cómicas, siempre al borde del gag; nos divertimos, pero el autor se repite. Por momentos sospechamos  que la idea de Posner es que los personajes de “La gaviota” se reencarnen como personajes de Woody Allen; “Pájaro estúpido” amaga, pero no se afirma en esta dirección y Posner es tan convencional como Allen. Nada de lo que en Chejov es vida y frustración, relámpagos de lucidez, resignación final, ha sobrevivido. Masha y Daniel logran una rancia felicidad; Treplev, o “Con”, falto de fe, no se suicidará; un papel brilloso, sucio de vulgaridades y groserías, envuelve un “happy ending” digno del viejo Hollywood.

El autor suprime toda la santimonias de Chejov sobre el teatro, no las de sus apuntes y cuadernos, sino las que están escritas en el  primer acto de “La  gaviota” en palabras de Dorn: “una obra de arte tiene, por necesidad, que expresar alguna idea”,” debe saberse con qué fin fue escrita”, y sobre todo, “Hace falta tomar la vida en serio”. Todo un  síntoma. Nadie es feliz y parecería que nadie puede o quiere ser feliz; tampoco hay motivos de infelicidad. Concluida la  obra hemos reído, nos hemos divertido, podemos ir a casa, hacia un sueño tranquilo. Posner no ha exorcizado a Chejov, que mantiene intactos sus demonios. Le cedemos al autor los aplausos finales, pronto apagados, todas las risas, pronto  calladas.

Era posible, y quizás necesario, algo mejor. Chejov no es un tótem, un  nec plus ultra. La parodia puede ser creación, como las brillantes parodias que reunió Proust en “El  caso Lemoine”, en particular las de Flaubert, Balzac y Sainte Beuve, síntesis de crítica aguda, don cómico, observación justa, imitación perfecta, diversión. De Chejov debería aparecer el sempiterno médico, muy vivido, lúcido y a la vez cómplice una sociedad que no se atreve a enfrentar, la galería de las víctimas de sí mismos y la galería de los patanes pomposos; su casi nula fantasía, la inexistencia de toda grandeza, su estilo impersonal, sus excesos de inteligencia, la sensación de que con todas sus cualidades nunca logró una obra maestra. Todo esto demandaría trabajo; Posner se limitó a  cortar y pegar.

La  puesta en escena tiene el  carácter dinámico de las creaciones de Jorge Denevi. No hay pausas ociosas, nada parece sobrar, el vértigo es  controlado. No llegamos a compartir el uso para todo propósito de la rústica   plataforma que sirve de escenografía, que sólo se justifica para las primeras escenas, donde Con presenta su esquicio. La interpretación afronta la dificultad de que los actores deberían  bailar con un pie en Chejov y otro en Posner:  dentro de un elenco de primera, sólo vimos a Gabriel Hermano y a la encantadora Renata  Denevi  cumplir esta hazaña.

PÁJARO ESTÚPIDO de Aaron Posner, sobre “La  gaviota” de Chejov, por la Comedia  Nacional, con Alejandra Wolff, Jimena Perez, Andrés Papaleo, Diego Arbelo, Gabriel Hermano, Juan Antonio Saraví y Renata Denevi (actriz invitada). Escenografía de Lucía Tayler, iluminación de Eduardo Guerrero, vestuario de Diego Aguirregaray, música de Riki Musso, dirección  de Jorge Denevi, estreno del 7 de marzo de 2020, teatro Solís.

Jorge Arias
ariasjalf@yahoo.com 

 

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