Prólogo del libro Enigmas y laberintos Poemas.

Carlos Cousillas 

Este es un libro taller. Se evidencian correcciones, dudas, procesos no finalizados. Eso quita claridad pero agrega vida.

Esencialmente es un inventario de descripciones de lo que se siente - sueña mientras nos asaltan los enigmas que nos abordan al transitar el laberinto de la vida.

Lo más importante es mantener siempre el espíritu de aventura, significa que la vida se reinicia a cada instante, se renueva y da frutos en forma permanente. Si somos capaces de mantener la imaginación, el asombro de lo nuevo, la creación de desafíos.

Descubrir el mundo es utopía, pero asumirlo como el gran argumento de un libreto, es una aventura. Yo pienso así.

Recordar siempre que la verdadera edad es la del alma, no la del reloj. Hay viejos de 20 años y jóvenes de 70 y 80. ¿Cómo se mantiene joven el alma? ¡Arriesgándose! A creer, a nuevas ideas y acciones. Hay una gimnasia del alma tan poderosa como la física.

Elegir algunos libros como compañeros de vida que apoyen y dialoguen con nuestra soledad: El Principito, Las Cartas a un Joven Poeta, el Sermón de la Montaña.                                                                                                                                                                                                                                                                                    

Misterios con minúscula: La poesía de Carlos Cousillas 
Jorge Arias

ariasjalf@yahoo.com 

Toda obra de arte es de una infinita soledad.

Rainer Maria Rilke: Cartas a un joven poeta.

 

Los libros son obra de la soledad e hijos del silencio.

Marcel Proust, Notas sobre literatura y critica.

El lector encontrará en este libro el taller que anuncia el prólogo. Poemas en reconstrucción y poemas sustituidos por nuevas versiones; cosas que se encuentran mientras se construyen los poemas, como espejos, llaves, un reloj, peines que cantan y lápices con silencio, que son como los hallazgos de un pintor que, en el trapo donde distraídamente secó un pincel, encuentra el boceto, azaroso y sugerente, de una nueva obra. Hay en este libro, además, un artista que trata de ignorarse, una biografía a adivinar; a veces un eterno adolescente, travieso y juguetón, que se divierte escribiendo cosas como Uno saca la mano del bolsillo / Y tira entre el asombro/ símbolos hermosos, ordenados / Pan / Palo / Vela / Rostro / Fruta / La Palabra o Sientopienso / la cosa quieta / los objetos / sin memoria; eterno adolescente que nunca deja de ser un maestro sobrio y seguro de sí mismo, un guía que enuncia propósitos, consignas, deberes y casi un manifiesto. Hay una estética implícita del riesgo y la dificultad, que prescinde de los apoyos de la rima, del metro y casi del ritmo. Se rehúyen, con la serenidad del filósofo, los grandes temas, que la poesía no requiere; no hay énfasis ni gritos, que distraen de lo que se crea en el silencio. Es característico de Cousillas la media voz, el tono de serena confidencia, el encanto de la idea que, llegada por azar, se quedará para siempre. Ese tono, sibilante como un suspiro, sitúa al lector, desde los primeros versos, en un mundo lateral al que se entra por puertas pequeñas y mediante llaves mínimas, un mundo donde la sorpresa, que secretamente esperamos, revela siempre, aunque sólo parece comentar breves y pequeños aspectos de una vida que nunca se confiesa.

Volver a esas sencillas preguntas /por simples olvidadas, dice Cousillas; en esta frase tenemos al poeta y al hombre. “Volver” exhorta a la acción, que se verá en cada página, tanto como las virtudes de la sencillez y la necesidad simultánea del olvido y la memoria, por lo que es preciso ir al encuentro de los versos antiguos. Luego de interrogarse, como para cobrar fuerzas, sobre ¿por qué el límite de la flor está tan cerca / de su propio aroma, que no es nada, vienen las inquietantes preguntas ¿Por qué todo esto nos sucede? ¿cuál es el fin? y aún: ¿Quién soy?... preguntan los días quien soy / Mejor/ quién estoy siendo. Preguntas misteriosas, porque sabemos que no hay respuestas. Somos un enigma que vive dentro de un enigma; pero la interrogación de enigmas y laberintos es nuestro deber: debo emprender la ruta del laberinto/ que recorre este mundo / de objetos y dioses enigmáticos. A consciencia de que no hay respuesta, esas preguntas nos suscitan complicadas alarmas; lejos de las rutinas del hombre jornada, somos aptos para transitar un universo que es un milagro en todas sus partes

La respuesta a los enigmas es continuar la conquista de esa vida que se nos escapa. Ello se intenta por medio de la palabra, que el poeta trata como signo, clave, conjuro y talismán: generar silencios / la palabra / el dios./ Una forma en suma/ de entender el laberinto. Y: Creo en la palabra/ la capacidad de nombrar / para que nazcan/ las cosas / los sueños/ sus ideas. Aún personifica a la palabra, cuando es asaltado por Palabras en la puerta golpeando; y cuando no puede reasumir su vida de creación continua, con el hallazgo de palabras mágicas, admite que Entonces / Me muero parcialmente.

Las palabras son la materia preciosa del artista. No son nada en sí mismas y el poeta emplea las más simples; pero las trata con la delicadeza de un orfebre que aísla al metal precioso de su ganga cotidiana para darle, a todas ellas, el brillo del oro puro y hacerlas servir como lo que son y no son: Suscitar entonces / las palabras / rescatarles sus enigmas / sus silencios / y su diálogo. Destacamos el empleo original, que es una innovación absoluta, del gerundio, que significa a veces acción continua e impersonal, el hombre sin señas ni bautismo, frente al Cosmos; otras veces el gerundio es adjetivo, como en el mundo sucediendo, donde el “sucediendo” pone en “mundo” un tilde temporal; otras veces es un misterioso sustantivo, próximo al tiempo humano, como en las sabidurías del sucediendo.

Algunas expresiones cobran especial fuerza por sí mismas. “El amigo” o “Mi amigo”, por ejemplo, que aparece en varios poemas, dice instantáneamente de un ser singular, misterioso precisamente por ser determinado y nunca descrito. Quedan rastros de esa consideración material de la palabra, en algunos neologismos como “transitantes” y “moribundeando” y aún en la mezcla deliberada de palabras, como un alquimista que ensayara una nueva reacción, sólo para ver qué puede ocurrir cuando esa palabra, renovada por la sorpresa, entre o regrese al Cosmos. Así, Sientopienso, amormuerte, amortiempo, nuncaencuentro.

Estamos en la mente lúcida de un maestro y su soliloquio; pero no es un maestro que enseñe. Solo hay una perenne meditación que nos sugiere, como apenas convencida, dudando siempre, nuevas actividades, levantar la cabeza, cuestionar, vivir en rebeldía. Para eso: Poner la imaginación / en trabajos de inventa

- mundos, Poner a decantar / ideas, palabras, viejos libros, Tal vez sea la hora/ de emprender esos resúmenes / como melodías para ser ejecutadas/ con pequeños conjuntos/ de ideas o palabras. y Les propongo imaginar, imaginarse/ otra forma de entender/ de explicarse/ de vivir/ lo que nombra el diccionario / con la palabra realidad.

Es amistoso con el lector, pero no trata de gustarle. Es un amigo que aceptará con interés nuestras confidencias y hasta nos hará las suyas; pero como al pasar y sin exceso. Si menciona tristeza es para tratarla como un objeto ajeno, como una botella, una piedra/ un nombre escrito en la pared; la nostalgia aparece cuando el poeta va a desprenderse de ella: destruir lenta, minuciosamente/ todo resto de nostalgia. El autor duda de la validez de nuestra civilización, pero no es escéptico. Reverencia al universo, pero no se amedrenta; lo frecuenta en amigo; lo reconoce en objetos mínimos: Les 'propongo aceptar vivir los riesgos/ de entender que un pan es un asombro. Propone una vida difícil, áspera y gozosa en su continuo encuentro con milagros.

Hay muchos géneros de poesía. Unos vienen de una combinatoria cerebral maravillosa, de una química perfecta: disparan imágenes, reflexiones y sentimientos, nos iluminan la mente; hay poemas que se escribieron desde el corazón, que a veces nos deslumbran y siempre nos hacen temblar y llorar; hay poemas que vienen de los nervios y hacia los nervios; y los nervios conmueven e iluminan también. Estos poemas vienen desde el alma, en una dulce serenidad; y, además, nos pasan por el alma.

Carlos Cousillas supo ser diáfano, fluido y amable hasta a propósito de su propia muerte, que describe, con el modo simultáneo propio de su arte, en el último poema de su vida:

Fue entonces

cuando estiré mi mano

para encontrar el badajo

que haría sonar a la campana

cuando descubrí que había entrado en la eternidad.

Era campana más allá

de sonidos y de formas.

Era campana para siempre.

En esos instantes

inició su sonido

en todas las torres

de los templos.

Jorge Arias
ariasjalf@yahoo.com
 

 

Editado por el editor de Letras Uruguay

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