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“Menarquias”
de Sebastián Barrios, en teatro de La Candela |
“Menarquia”, la primera menstruación, podría ser la de una adolescente, quizás retrasada mental, que aparece en el baño, ensangrentada y confusa; aquello se toma por la evidencia de una violación, atribuida de inmediato por el rencoroso director de una escuela a un maestro inocente (“El hombre” por Till Silva). Hasta aquí podemos creerle al autor, porque tales ruindades han sucedido más de una vez; pero cuando el director resuelve despedir al maestro sin denunciarlo a la policía, lo que de ser cierto el hecho era un deber cuya omisión configuró el delito de encubrimiento, encontramos que Barrios descuida la realidad. Esta es nuestra hipótesis, producto de una reconstitución de una historia que llega al espectador mediante informaciones muy poco explícitas que dan a la pieza un aire de enigma o puzzle; podría haber otra u otras explicaciones, porque nada sucede en escena y todo es narrado. Con dificultades, porque Barrios no nos hace las cosas fáciles (intríngulis parecidamente enigmáticos ocurrían en sus anteriores obras “Corpus” y “La cocina”), entrevemos esta trama; pero el autor nos distrae con otra trama simultánea, una joven forzada a prostituirse (Micaela Gatti) pero salvada por un músico (Leandro de Souza Rocha) al que conoce en el bar “El amargo” donde concurría también el pobre maestro calumniado; trama que no vemos cómo se relaciona con la de la menarquia tomada por violación. El plural del título, “Menarquias”, sugiere una segunda menarquia, por lo menos, que no se ve; salvo quizás, comparación muy forzada, que el acto de iniciarse en la prostitución configure un anuncio o acto inaugural, metafóricamente sanguinolento, paralelo al despertar de la mujer en la niña. En relación a las dos obras anteriores que le conocemos, Barrios muestra progresos en “Menarquias”. Abandona, casi por completo, los diálogos de frases cortísimas que lo sedujeron cuando escribió “La cocina” (el estilo zigzag o ping pong), y, mejor aún, se aleja del tono solemne que hacía casi intolerable a “Corpus”. Ha contado para esta obra con dos actores de gran mérito, que por momentos sostienen airosamente la pieza por encima de la debilidad del texto: Till Silva y Micaela Gatti. Ambos tienen cualidades semejantes: son siempre convincentes, naturales, directos, tienen gracia (lo que Lorca llamaba “ángel”) y un gran don de comunicación. Aún el músico- actor, Leandro de Souza Rocha, está cómodo en la escena, tiene presencia y simpatía y canta agradablemente. No faltaba casi nada, sólo un poco mejor anécdota; pero sobró mucho misterio. Menarquias, de Sebastián
Barrios, con Till Silva, Micaela Gatti, Leandro de Souza Rocha en
Guitarra. Escenografía, vestuario
y Luces de Mariana
Ferreiro Música de Leandro
de Souza Rocha, dirección de
Sebastián Barrios.En teatro
de La Candela, Ellauri
308. |
Jorge
Arias
Jorge Arias es crítico de teatro en exclusividad para el diario "La República", que ha autorizado esta publicación.
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