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Ana María Barcellos: “Los gritos de mi galaxia”, edición de la autora.  

La galaxia Barcellos
por Jorge Arias

"Los gritos de mi galaxia", primer libro de poemas  de Ana María Barcellos, es una obra poco  corriente. Comienza  por  ser  realmente un libro y no una plaquette  de diez o quince poemas  breves; Barcellos reúne más de cuarenta y casi ninguno es  breve. A diferencia también de otros libros de poesía, que a fuerza de no  existir exhiben pocos defectos, en este deben estar casi todos los defectos posibles en una primera obra, contrapesados por la  virtud, nada frecuente también, de las ganas de escribir, de la  necesidad del canto. El lector, arrastrado, pasa por alto todo:  retórica,  versos incómodos,  experimentos  fallidos, prosaísmos, muestra de peculiaridades sexuales, lusitanismos, galicismos,  neologismos, solecismos alusiones a la historia de entre casa  del surrealismo, oscuridades impenetrables, divagaciones sobre la  poesía en Marte o la sexualidad en Venus, pasajes en que la autora se  dedica a  soñar despierta o a hablar en sueños. Todo  se  soporta  de buen  grado, porque en ningún  momento Ana María Barcellos deja de hablar con autoridad, convicción y encanto. Manejando un  material abigarrado, que alterna lo erótico con  alusiones políticas o sociológicas, raptos imaginativos con declaraciones de militancia, siempre es elegante, aún en sus momentos de  incoherencia y  siempre  muestra  un don  poético aún cuando el verso se degradó a prosa. No siempre  puede  saberse, ni  aún con la más atenta lectura, qué es lo que está  diciendo la poeta;  pero casi siempre se sabe que lo  dice  bien. Su  sensibilidad  triunfa de sus oscuridades, de su ocasional  confusión, en una expresión redonda y  nítida.

Los  propósitos son claros y  se oye  una  voz suave, algo ronca, a veces apagada como un susurro; es rara vez  grandilocuente, a pesar de las reiteradas mayúsculas. Sus mejores  efectos están en la ternura  súbita de una conversación a media  voz,  como  en  esta  temblorosa  declaración:          

El simple encanto  de una  paloma  acurrucada

en el tibio  recodo  de un  pretil

sorbiendo  el aire con el pico

llena  mis ojos de  ternura.  

Un  ejemplo  de la  autoridad con  que  escribe así como de la  nitidez de sus propósitos, es el poema  "Hay  piedras".  La  autora no  pierde una  línea en explicar por  qué  cree que las  piedras pueden  presentar las  contradictorias  variedades que le atribuye. La creación de una nueva categoría de piedras,  puramente poética, irrumpe desde la  primera  línea. Una vez  en posesión de su objeto la autora lo observa, lo describe, se encanta con él, nos comunica el goce de la actividad creadora. La  dicción es  alegre, el ritmo es poderoso  yla imaginación  vuela mientras la autora  trepida  como  en trance, sin  vacilar,  empero, ni por un momento, y aún  retomando  airosamente  el hilo luego  de algún tropiezo. Se puede sentir que el poema termina  demasiado pronto, que hay aún más piedras  irreales que  podrían ser  fecundadas y elevadas a  la vida del poema, en todos los mundos  posibles:  

Hay  piedras  que  trepidan los  sonidos del  infierno,

Hay  piedras  solitarias  escarbando la  tierra,

Hay  piedras  secas de espuma  blanca y alma necesaria...  

Si la autora  se  muestra muy  segura de  sus  instrumentos, no los identifica bien. Así, atribuye modestamente a la  "escritura  automática", que  no  practica, algunos de  sus  hallazgos:  

Escritura  automática  atenta al  estallido

cómo un  desatino puede  resabiar de una  belleza

cómo una  agridulce montaña  de sonidos

sabe más  de mis quejidos que  yo misma.  

El libro implica muchas lecturas, muy vividas. A las menciones, más  o menos  explícitas, de diversos  autores (Safo, Rimbaud, Breton, Aragon, Vallejo, Beckett) se agregan varias  reminiscencias.  Nosotros encontramos a  Walt  Whitman:  

Soy  el medio  y  el fin en  sí mismo.

Imaginal y  perceptivo, razonable  y  luminoso...  

A León  Felipe:  

Requiem  para  el  asesino

de mi  rostro

requiem para mis hambres  y mis redes

requiem  para mis muchos  huecos  tristes

requiem para la demencia del Demonio

requiem  para  el recuerdo lacerante

para los  parias  hundidos en el tumulto...  

Al Baudelaire de "Delphine et Hyppolite" ("Femmes  damnées"), en el poema "Desengaño". Pero la autora, aún dispersa, es siempre fiel a sí misma, como en estas nobles  definiciones:  

El mundo es  el centro del alma,

mi  facultad es la imaginación.

 

...................................................

 

Todo lo que  pido

es  conocer un mundo  de  almas nuevas

y que el invierno  le cante

su  canción  más  bella

a las palomas que se  han ido.

 

...................................................

 

El  primer hombre  dibujó un  pájaro celeste

la  figura  vuela  sobre los  altos  árboles

semejante  a una avecilla  tímida y solitaria

que buscara la libertad.

Acaso  soy  yo.

 

...................................................

 

¿Quieres  pronunciar mi  nombre?

¿Acaso sientes  frío?

Alumbra la serena  claridad de un beso

y dame  de tu voz  la  vida.

Y aún esta  afirmación:  

Yo  no  soy  sino  música  y  poesía,  
que  es posible compartir literalmente,  aunque  los poemas que nacen en esta  nueva galaxia poética no hayan  alcanzado  aún  su  forma definitiva.  

Jorge Arias
ariasjalf@yahoo.com
 

Este texto, escrito hacia 1975, es inédito. 

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