El Sexto Mandamiento del Decálogo no prohíbe ni la eutanasia ni el aborto por Jorge Arias
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La posición de la Iglesia Católica en materia de aborto eutanasia ha de examinarse en un solo análisis, porque, en ambos casos, se funda exclusivamente en el Sexto Mandamiento de las Tablas de la Ley, recibidas de Yahvé por Moisés en el Monte Sinaí, que ordenaría “No matarás” La Iglesia Católica, condena con el mismo lacónico dictum al aborto y a la eutanasia, porque son la muerte, de cualquier embrión humano y de cualquier hombre que quisiere poner fin a una vida de caducidad y miseria. La primera interrogante es a cuál de las cuatro versiones del Decálogo bíblico se refiere el argumento. Para lo que sigue nos fundamos en la traducción de Monseñor Juan Straubinger, Desclée de Brouwer, Buenos Aires, 1951. La primera edición del Decálogo sucede en el libro del Éxodo, capítulo 20, donde aparece con el número 6 y el “No matarás”. La misma norma sr encuentra también en Éxodo, capítulo 34, bajo una forma apenas diferente; las últimas ediciones pertenecen al Deuteronomio, capítulo 5 que contiene solo variaciones de forma; en el 27 como maldición divina, usual en los mandatos de Jahvé, se condena “el que con ocultamiento mata a su prójimo”. Resulta evidente que la prohibición divina, el “No matarás” de las tres primeras versiones del Decálogo no fue absoluta. Desde la más remota antigüedad, el hombre, incluido el pueblo de Israel, mata animales, no sólo para alimentación sino también por diversión y como ofrenda a Yahvé. Contaminamos ríos y matamos peces; la Inquisición parece hacer caso omiso del Sexto mandamiento, países cristianos mantienen en sus Códigos Penales la pena de muerte, ejércitos enteros se destruyen y a menudo se mata a disidentes, a veces con el socorro de “capellanes castrenses”. Los hechos de Moisés, no bien desciende del Sinai con los restos de las tablas de la Ley, arrojan luz sobre el sentido del mandamiento. Encuentra a los israelíes adorando al becerro de oro y, sin más, decide y hace ejecutar, como castigo ejemplar: ”matad cada uno a su hermano, a su amigo y a su pariente”. Esta conducta de quien debemos considerar un buen intérprete del Decálogo, niega el carácter absoluto que la Iglesia Católica, hoy, atribuye al mandamiento; las órdenes de matanza que emite el mismo Yahvé no pueden contradecir al Decálogo; Israel ha acordado una Alianza con Yahvé. Nada mejor para interpretar el pacto contenido en el texto del Decálogo, que considerar la conducta de una de las partes con la aquiescencia de la otra: los hechos de los contrayentes, posteriores al contrato, y relacionados con el punto en examen, sirven para explicar la intención de las partes al tiempo de celebrar el contrato. La conducta de Moisés, impecable para Yahvé, revela que el “No matarás” del Decálogo no es una prohibición absoluta, porque no sólo no impide matar animales, sino que tampoco impide matar israelíes idólatras; egipcios, madanitas, amalecitas y cuantos se opongan a los designios de Yahvé. Quizás respondiendo a la necesidad de compaginar el “No matarás” con la actividad de Yahvé, que tolera, organiza, bendice y hasta participa en expediciones de matanza, la cuarta y última edición del Decálogo dice: “Maldito el que, con ocultamiento, mata a su prójimo”. (Deuteronomio, capítulo 27). Matar al prójimo, sin alevosía, en lucha singular o en una batalla, no transgrede el sexto mandamiento. El efecto de convicción que, dentro de sus propias normas, atribuye la Iglesia Católica al “No matarás” es una interpretación rígida de las tres primeras versiones del Decálogo. Porque, o bien el “No asesinarás” interpreta correctamente las tres primeras versiones del Decálogo, o bien la cuarta versión deroga a las tres anteriores; por lo que el sexto mandamiento del Decálogo, por lo menos a partir de la cuarta versión, dice sólo “No asesinarás”. La palabra hebrea que Monseñor Straubinger traduce por “matarás” significa también “asesinar”, o sea “Matar a alguien con alevosía, ensañamiento o por una recompensa”. Como se ve, la recta intelección de los textos bíblicos destruye tanto la condena de la Iglesia al aborto como la condena a la eutanasia. Fuentes: “Arguably” de Christopher Hitchens, pags.414 a 422, Twelve, 2011. “Miles de millones” de Carl Sagan, pags. 215 a 234, edicines grupo Zeta 1998. “Historia del Aborto y la Iglesia Católica” de Jane Hurst, disponible en español en Google. |
Jorge
Arias
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