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“Color de rosa”
de Jorge Cerchiaro, en teatro AGADU |
Hay mucho de bueno para decir de “Color de
rosa”. No es un producto de la burocracia teatral; Cerchiaro no
pertenece a la “nueva dramaturgia”; se estrenó en San Bautista, como
un homenaje al difunto pionero del teatro independiente en ese pueblo,
Enrique Pelloni. La
pieza es una producción autónoma del teatro “Espacio Independiente”;
como detalle conmovedor, no nos ofrece fotos electrónicas a enviar por
“mail”: tenemos de ella, casi una reliquia, una fotografía en blanco
y negro sobre papel. En la obra se roza un gran tema, que Cerchiaro ha
visto y ante el cual, creemos, ha retrocedido un tanto. La anécdota y el
momento eran los adecuados para enjuiciar la producción burocrática del
teatro de hoy; aun así, “Color de rosa” es el canto del cisne del
teatro independiente. Se
reúnen tres actores. No es demasiado importante lo que dicen;
la acción es
indirecta, y la entrevemos a través de lo que no se dice. Todos están
sin actividad; no diremos que sin trabajo remunerado, porque, como
cualquier actor no incluido
en alguna nómina o planilla de trabajo están dispuestos
a trabajar, casi en lo que sea, por amor al
arte. Pero no saben qué hacer. Querrían hacer algo; no saben por
dónde empezar; aman al teatro, pero con una sombra de resentimiento,
porque ese amor les llevó la vida. La soledad y el infortunio no los ha
transformado. Se resignaron a so-bre-vi-vir, como nos dijo en una
entrevista uno de los pioneros del teatro
independiente en la Argentina, Jaime Kogan. Ya no existe ni
siquiera el poderoso motor, fuerza de voluntad
o ilusión, de sentir que se contribuía a la revolución: todos
nos hemos entregado a las pastas base de la socialdemocracia, y lo que
queda parece cada vez más, no ya un ghetto, sino aquel soldado japonés
aislado en su puesto, varios años después de terminada la guerra. El
diálogo de Cerchiaro es certero, ha leído con provecho
a Pinter, va al hueso, lo que dicen los tres actores tiene vida y
color. Pero Cerchiaro, que tiene entre las manos un tema entre O’Neill y
Beckett, escribe “Color de rosa” y no “The iceman cometh” o “La
última cinta de Krapp”. No
quiere asumir lo fúnebre, ni siquiera ante cadáveres. Hay diálogos
sugerentes, pero parecen tan perdidos en el escenario como los
protagonistas dentro de sus vidas. En la última escena Cerchiaro quiere
decirlo todo en una frase de un personaje, interpretado por él mismo, que
entra en escena en el último
minuto; pero un signo de interrogación no es suficiente, y antes de ese
final había transado y se había conformado,
haciendo recitar a sus actores fragmentos de obras de teatro que
quizás interpretaron o que sólo llegaron a
aprender. Aquello no llega a ser ni siquiera el desolado triunfo,
una especie de onanismo, de una memoria vacante. Los
intérpretes, Susana Anselmi, Carlos Mara, Ernesto Laiño y al final Jorge
Cerchiaro, hacen honor al teatro
independiente. Sus estilos de actuación son distintos; pero así debe
ser. No podemos pedirle a los actores, en este caso, otra cosa que ser
fieles a sí mismos. COLOR DE ROSA, de Jorge Cerchiaro, por Espacio Independiente. Con Carlos Mara, Ernesto Laiño, Susana Anselmi y Jorge Cerchiaro. Ambientación y vestuario de Álvaro Domínguez, asistencia corporal de Carmen Tanco, luces de Juan José Ferragut, dirección de Jorge Cerchiaro. Estreno del 24 de julio 2009, club “Vida Nueva” de San Bautista, Canelones; ahora en Teatro AGADU. |
Jorge
Arias
Jorge Arias es crítico de teatro en exclusividad para el diario "La República", que ha autorizado esta publicación.
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