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El aire es el lugar de la poesía
por Jorge Arias
ariasjalf@yahoo.com

 
 

La vista de la torre Eiffel y el Campo de Marte desde el palacio Chaillot, en París, es justamente célebre. La visión abarca un horizonte amplísimo, y sin embargo el espectador no se siente perdido en una inmensidad, porque multitud de pequeños detalles acompaña el movimiento de sus ojos desde lo más próximo a lo más lejano. Las escalinatas, los jardines., los surtidores, el Sena nos guían hasta la soledad un tanto severa, republicana, del Campo de Marte y la emergencia audaz de la torre. Las fuentes y los surtidores, en particular, tan empeñados en alejarse de la tierra y tan vencidos por la pesantez, adelantan y sugieren aquella aquella gigantesca señala de la voluntad del hombre de ascender al cielo; tal vez el tercer elemento de esta progresión, hasta ahora, esté, a miles de kilómetros de distancia, en Cabo Kennedy.

La plaza frente al palacio está ocupada por turistas y vendedores senegaleses de chucherías; uno de los juguetes que más insisten en

Palacio Chaillot

ofrecernos es un ruidoso pájaro volador. Pero los objetos que más vuelan allí, al parecer posados definitivamente en el doble frente del palacio, son dos poemas de Paul Valéry escritos en grandes letras doradas sobre el blanco de la piedra. El efecto es extraordinario, porque algo hay en Valéry cercano al monumento, a la escultura, y también al oro y al bronce. No nos sorprendería encontrar sus versos, firmes como columnas, severos y nobles como el mármol, en el vecino Arco del Triunfo. Uno de ellos, a la izquierda de quien mire de frente al palacio, dice así:

 

Tout homme crée sans le savoir,
comme il respire
mais l’artiste se sent créer
son acte engage tout son être
sa peine bien aimée le fortifie

(Todo hombre crea sin saberlo / mientras respira / pero el artista se siente crear / su acto compromete todo su ser / su pena bienamada lo fortifica).

Celebramos el espíritu democrático, a la vez exacto y verídico, de que todo hombre es creador y que crea mientras respira o con tanta naturalidad como respira.

No sólo el intelectual es creador, porque todo es creación. Vivir es creación. Nadie ha podido pasar por la vida, diría Valéry, sin aportar a las infinitas imágenes que nos rodean una nueva forma o un nuevo matiz. Aquí el verso de Valéry es casi religioso, al asombrarse ante el espectáculo del hombre.
 

Jardines de Villa Cimbrone en Ravello

Los jardines de Villa Cimbrone en Ravello no son menos famosos: los separa del centro del pueblo una larga ascensión, en cuyo trayecto el turista pasa por dos iglesias; está tan lejos de Ravello, cuya pequeñez es ya sorprendente y mucho más, y más arriba, de todas las miserias humanas, como decía Nietzsche de Sils Maria. Es posible que Villa Cimbrone esté edificada, con sus jardines, a no más de unos seiscientos metros de altura; pero es de tan difícil acceso y está tan empinada sobre un precipicio por e lado que da a la bahía de Atrani y aún hacia el Oeste sobre el valle del Dragón, por donde vemos espantados la carretera por la que osamos trepar a Ravello, suspendida a veces en el vacío, mínimamente dibujada, como si hubiera sido tallada con un cuchillo tosco en las estribaciones de la montaña, y que parece así aún más cerca del cielo, más aérea, más olvidada de la tierra y el dolor.

Todo allí fue hecho para el placer y para el descanso, hay lugares para el té, una glorieta con una Eva, una estatua de Mercurio, un discreto sátiro bajo una cúpula. Quien diseñó Villa Cimbrone quiso tener diálogo con las estrellas, con algunos seres amados a quienes quizás intentó separar del mundanal ruido; y tal vez un diálogo con las profundidades olvidadas de su propia alma. Y sin embargo no todo es felicidad, y uno de sus dueños grabó en una piedra del jardín estos dolorosos y epicúreos versos, que son la Rubáiyat No.74 en la traducción de Edward Fitzgerald:

 

Oh moon of my delight that knows no wane
The moon of heaven is rising once again
How oft hereafter rising shall she look
Through the same garden after me in vain.

(Oh luna de mis delicias, que no menguas /la luna del cielo se alza una vez más/ cuán a menudo, alzándose más tarde, me buscará/ en este mismo jardín, en vano)

Memento mori, aunque quizás el memento era un recurso retórico para activar el placer del momento. La tumba que aguarda con sus fúnebres ramos es más bien un incentivo para vivir coronados de rosas. El poema es un tanto brutal, pero tiene un momento brillante, de verdadera poesía, que es la doble luna. Nos presenta primero la luna del cielo, a la que se asocial con el placer del poeta; pero en seguida aparece la segunda luna, siempre triunfante, pero convertida en un ángel de la muerte. Es la que se alzará una y mil veces sobre los jardines desiertos de Villa Cimbrone, donde ya no suenan ni risas, ni músicas, ni cantos, ni confidencias de amor. Pero ese ángel de la muerte es inocente, porque aún nos buscará, como si fuésemos eternos y pudiésemos vagar para siempre en aquellos jardines. Esta doble personificación, primero la luna del placer y luego la Némesis, rescata al poema de su crudeza, casi diríamos su impudor.

El idioma de la inscripción nos conduce al dueño de Villa Cimbrone que la hizo grabar, porque el único dueño inglés de la Villa fue, según nos informa un libro que adquirimos en Amalfi, William Beckett, más tarde lord Grindthorpe. Ese poema fue, por años, uno de los extraños deleites que su dueño ofreció a sus huéspedes. El jardín, que fue diseñado para Beckett por la botanista y poeta Vita (Victoria) Sackville West, está ahora abierto al público, pero nadie vive en la Villa y el efecto general es de abandono; pero es muy clara, por sus características, que cuando sus dueños vivían allí sus huéspedes pasaban la noche, bajo las dos lunas, el astro y el placer. No poco de teatral había en este anfitrión, que no vacilaba en conmover a sus invitados con un poema que habla cruelmente del Tiempo. Interesado en el personaje, acudí a ese Bagdad permanente, a esa lámpara de Aladino, a esa colección de asombros que es la Encyclopaedia Britannica, y leí, en la referencia de Lord Grindthorpe, lo siguiente: “Abogado inglés y relojero, notorio en su tiempo por su destructiva conducta, pero ahora más recordado como el diseñador del regulador de alta exactitud incorporado al reloj de la torre del Parlamento Británico. Ejerció la abogacía las siguientes cuatro décadas, amasando una considerable fortuna y estableciendo una formidable reputación, más por sus ásperas tácticas forenses que por su pericia en derecho…su tratado rudimentario sobre relojes y su construcción (1850) demostró su competencia en relojería y alcanzó ocho ediciones”.  El palacio Chaillot fue completado por Valéry que le agregó un matiz heroico, noble; Villa Cimbrone fue creada por Beckett y adornada con el poema de Omar Khayyám; pero ambas construcciones apuntan a un público. No nos limitaremos a recomendar que tanta pared desnuda, tanta piedra callada como hay en nuestra  ciudad, sean ilustradas con el oro, el bronce o la piedra de la poesía. Casi nos conformaríamos con que en alguna iglesia existiera un “muro de los poetas”, donde todos pueden clavar un poema, como el que ideó Muriel Rukeyser para la iglesia neoyorquina de Saint John the Divine, también queremos reflexionar. Nos asombra la inexistencia en nuestro medio de un público distinto de los mismos autodenominados “creadores” ¿Alguien ha escrito o grabado para la multitud que pasa, algo semejante a las inscripciones del palacio Chaillot o tan siquiera para un jardín intimo como el de Villa Cimbrone. Es posible que toda nuestra poesía pública esté grabada en la piedra del cementerio Central?.
 

Jorge Arias
ariasjalf@yahoo.com
 

Jorge Arias es crítico de teatro

 

Para Todos La 2 - Coloquio - La poesía 30 jun 2015

Muchos pensaban que la era digital, la de la cultura audiovisual, iba a acabar con la literatura. Y lo que está ocurriendo es, precisamente, todo lo contrario. Lo comprobamos preguntando a representantes de tres generaciones de poetas. Coloquio entre Antonio Crespo Massieu, poeta especialmente valorado por “Elegía en Portbou” y “Obstinada memoria”; Carlos Torrico, psicólogo y uno de los fundadores del laboratorio experimental de creación poética Genoma poético; y Loreto Sesma, joven poetisa con miles de seguidores en redes sociales y un canal en Youtube (www.youtube.com/loretosesma).

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