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“Acassuso”
de Rafael Spregelburd |
Los méritos de Rafael Spregelburd son evidentes en cualquiera de sus obras. Encontramos siempre, reconfortante y poco frecuente, un diestro trato del idioma. Su vocabulario, nunca rebuscado, es rico y culto; su sensibilidad para las palabras es exquisita. Pero hay más: sus temas son comprensibles y diáfanos. No hay misterios; no “enturbia el agua para que parezca más profunda” (Nietzsche). En el primer minuto define a sus personajes y el tema a tratar. No hay rodeos ni esas cargosas conversaciones acerca de Juan o Pedro, por ejemplo, de quienes los protagonistas saben todo y el público nada. Incluso su obra más extensa y compleja, “Bizarra”, posiblemente la obra de teatro más larga del mundo, tiene un esquema argumental que cabe en media página. Sorprende, por esto, que las puestas en escena locales no hayan captado siempre su espíritu lúdico y mercurial y le hayan atribuido contenidos que Spregelburd nunca ha pretendido. Por ejemplo en la versión del año 2000 de “La extravagancia” (dirección de María Dodera), todo era confuso y solemne, con una molesta percusión como “música” incidental. Esta versión local pretendió enseñar (pocas cosas más ajenas a Spregelburd), según un sesudo informe de un licenciado Ostria que acompañó al programa, que nuestra vida se formó en un tiempo anterior a nuestro nacimiento, cuando los significados carecían de signos (?); nos aseguró que la frecuentación de “La Extravagancia” "...nos permite vivenciar” (sic) “la fijación al objeto especular” (sic), “la vizcosidad libidinal” (sic) “y la relación simbiótica que impide no sólo la separación sino el logro de la identidad..." Muy superiores fueron “Raspando la cruz”, con dirección de Rubén Coletto (2005) y también “Pánico”, de “Uuuhh.. hago teatro” con dirección de Juan Carlos Moreno (2007). Esta cuidada puesta en escena de María Mendive acierta con casi todos los elementos en juego. La obra está bien dicha, por actrices y actores competentes y la persona del autor, muy visible, aparece. Pero aparece de vez en cuando; y en un autor que atiende tanto a la síntesis, la ley y el orden -y simultáneamente a la imaginación, el desorden y la locura), esta discontinuidad disuena. Hay alguna nota falsa.. Spregelburd es, sí, el “Acassuso” que vimos en el Espacio Palermo; pero es, a la vez, mucho más. Es algo más aéreo, menos terrestre, más fantástico y también más coherente. Esta puesta en escena carece del tono, del timbre o del “toque” Spregelburd. Es muy posible que esas peculiares características del autor sean inimitables y que sus obras sólo rindan todo lo que pueden bajo su dirección. En manos del autor, “La estupidez”, que dura más de tres horas, es continuamente ágil y divertida; esta versión de “Acassuso”, de unas dos horas, se hizo larga. Un
segundo punto a observar es la ausencia de un patrón único de
interpretación. Vimos muy buenas
actrices en “Acassuso”, que demostraron sus méritos, como Rosa
Simonelli, Natalia Chiarelli, Sofía
Echeverry, la misma directora
María Mendive; no vimos que tantos talentos funcionaran al unísono. Es
cierto que eran muchos personajes
y muchos
actores; pero la
levedad del estilo de
Spregelburd, su inimitable gracia, su
espíritu lúdico a lo Puck, hace
que cualquier disonancia
rompa el efecto de
conjunto. ACASSUSO, de Rafael Spregelburd, con Rosa Simonelli, Natalia Chiarelli, Sofía Etcheverry, Viviana Montaño, Lucía Sommer o Danna Liberman, Gabriela Palomera, Estela Quartiani, Maiana Olazábal, Carolina Alarcón, Pablo Sintes, Martín Perrone, o Piero Datolle y María Mendive. Escenografía de Adán Torres y Gabriela Fagúndez, luces de Martín Blanchet, vestuario de Diego Aguirregaray, música de Valentina Gedanko, María Mendive y Marisa Bentancur, dirección de María Mendive. En Espacio Palermo. |
Jorge
Arias
Jorge Arias es crítico de teatro en exclusividad para el diario "La República", que ha autorizado esta publicación.
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