Conclusiones |
La
axiología, o ciencia de los valores,
forma parte indisoluble del saber filosófico humanista, en tanto
una de sus determinaciones principales. Por eso axiología y revelación
humana, constituyen una unidad dialéctica compleja, en constante
despliegue contradictorio. Una Unidad, que como todas las unidades,
presupone lo diverso y la diferencia. Diferencia que genéticamente
deviene de la actividad humana, como modo de existencia, cambio y
transformación de la realidad social, así como de la cultura, pues
aquella - la actividad
humana-, en sus aspectos cognoscitivo, valorativo, práctico y
comunicativo, se encarna y funciona en la cultura. Por eso, realmente los
valores fructifican y se legitiman, incorporados al cuerpo de la cultura.
De lo contrario, no es posible revelar sistemas de valores estables y
duraderos, es decir, no se convierten en normas de conducta y de
convivencia social. El
sujeto, como agente creador, no
sólo revela conocimientos
sino también valores, en su acción práctico-espiritual y en la
comunicación humana. Y los valores, iluminados por la cultura, se
convierten y se expresan en conductas reales, tanto en el mundo de la
vida, como en los mundos de la escuela y el trabajo. Estos son expresión
primaria de las necesidades e intereses del
ser humano y, a la vez, sirven de mediación esencial entre los
momentos gnoseológico y práctico, entre conocimiento y práctica. El
hombre asume la realidad impulsado por las necesidades y aplica los
conocimientos en la práctica
para realizar su ser esencial, que es, al mismo tiempo, proyectar su ser
hacia el deber-ser, es decir, realizar lo por venir, completando lo que le
falta: satisfacer sus necesidades. La
arista valorativa del ser humano, en todas sus mediaciones, es fuerza
propulsora y motivación esencial del despliegue constante del hombre en
tanto sujeto histórico. En todo el desenvolvimiento del acontecer humano
que, de una forma u otra, encarna las necesidades e intereses del hombre,
los valores, como ser de la realidad para éste y forma de existencia de
sus aspiraciones, deseos, anhelos, tienen
un carácter proyectador, en el sentido en que impulsan los fines con sus
respectivos medios de realización. Desde este punto de vista, los
valores, incluida la valoración, los juicios de valor, constituyen el
eslabón que realiza el tránsito del devenir ser al deber ser, del
presente al futuro. Como
la cultura expresa el ser esencial del hombre, cuando determinadas
condiciones sociales la hacen extraña (enajenada), al propio hombre, su
aprehensión, incluyendo los valores, resulta quimérica. En una realidad
de esta naturaleza, el hombre prioriza el “tener”, por encima del
“ser”. Los verdaderos valores humanos no se revelan. En
las obras consultadas, múltiples han sido las concepciones teórico-metodológicas
sostenidas por autores cubanos y del pensamiento universal sobre la
formación de valores, incluyendo la idea de su revelación, desde una
perspectiva holística, cultural y compleja, que es la que más contribuyó
a los resultados obtenidos. Este trabajo, no intenta en modo alguno agotar
un tema tan rico en mediaciones; sin embargo, en él, se responde la
pregunta científica, se prueba la hipótesis y se cumplen los objetivos;
a saber: 1.
- El hombre valora para hacer más efectiva su práctica, de igual modo
que los valores guían la actitud humana en todas sus manifestaciones,
convirtiéndose en elementos indispensables en la regulación de la
conducta de los seres humanos y operando como una especie de credencial de
presentación con la que nos mostramos ante quienes nos rodean, ya que dan
testimonio del ser existencial del hombre porque, en múltiples ocasiones,
revelando lo que queremos, revelamos lo que somos; es decir, nuestro
pensamiento al estar influenciado por los deseos nos hace actuar de tal
manera que no podemos simular la intención.
2.-
Los valores se reflejan en la conciencia de los hombres en forma de
valoraciones. No obstante, el objeto de reflejo de la valoración no se
reduce a los valores; por eso, es necesario diferenciar los conceptos de
valor y significación social, ya que por valor, generalmente, se entiende
la significación socialmente positiva que poseen los objetos y fenómenos
de la realidad objetiva para satisfacer necesidades humanas. Es decir,
todo lo que se considere valioso puede ser significativo, pero no a la
inversa, no toda significación social representa un valor; por cuanto sólo
lo representa aquella que
desempeñe un papel positivo en el desarrollo de la sociedad y que
consiguientemente esté relacionada, directa o indirectamente, con el
progreso social. En otras palabras, si las valoraciones pueden ser
positivas o negativas, como reflejo subjetivo de la significación social,
los valores sólo pueden ser positivos. 3.-
En la axiología, el ideal unitario conformado por la bondad, la verdad,
la belleza y sus mediaciones esenciales; como atributos cualificadores de
la esencia humana en la sociedad, están indisolublemente vinculados.
Constituyen, en la escala de valores, categorías centrales, rectoras, en
torno a las cuales aparece todo un sistema categorial operativo, jerárquicamente
estructurado, tales como la virtud, el amor, la valentía, la justicia, la
libertad, la honestidad, la solidaridad, entre otros. 4.-
La axiología martiana no surge por generación espontánea, ya que su
discurso, que integra en unidad inseparable misión y oficio, asume como
problema central la “ley del progreso humano”, la ascensión del
hombre, su trascendencia, y encuentra en los valores vías de acceso y
causes culturales de revelación y cultivo humanos. Su obra lo atestigua,
ya que ningún valor humano le resultó ajeno, pues en su axiología están
presentes valores de carácter político, jurídico, ético, filosófico,
científico, económico, lógico y religioso, entre otros; así como su
permanente propósito de atribuirles vigencia social y trascendencia.
5.-
La formación de valores es el punto central de la formación humana,
porque pretende dar dirección y sentido al ser humano como un todo. En el
caso que nos ocupa, su tratamiento ha sido conceptualizado como uno de los
componentes esenciales del saber filosófico y como un eje transversal en
todo el proceso, deviniendo, por consiguiente, en un aspecto clave de la
formación humana. En
la base de todo este proceso, es preciso promover la cultura del diálogo
y el debate como práctica y producción de valores en la apropiación
activa de la realidad a través de la creación de espacios para la libre
expresión, lo que permitirá que los valores se revelen y florezcan. 6.-
El hombre inserto en la cultura con sus necesidades, intereses, fines y
medios de realización humana se convierte en centro de sus búsquedas
para fundar un discurso crítico que, sin soslayar lo cotidiano de la
vida, fija lo que tiene de esencial. Por eso, defiende la existencia de la
naturaleza humana y los atributos cualificadores que le dan perennidad:
los valores, porque “vivir es crecer”, y crecer es cultivar toda la
bondad, la belleza, la virtud, el amor, la valentía; en fin, la verdad
que lleva dentro el hombre para que fructifique en beneficio de él y de
la sociedad. 7.-
Cuando los modelos educativos
basados en valores
tradicionales entran en crisis, es común que se adopten posturas que de
una u otra forma recorran la idea de la educación moral basada en una
concepción renovadora de los valores, ya que aunque muchos piensan que se
han perdido, éstos sólo se han transformado en la medida que la realidad
ha cambiado y se abren nuevos perfiles de riesgos y peligros, así como
nuevas oportunidades de superación y crecimiento axiológico. Todo
dependerá del punto de vista en el que nos ubiquemos para poder aceptar
estas nuevas valoraciones. 8.-
Dado que las materias tradicionales que corresponden a algunas disciplinas
científicas no cubren todos los campos del conocimiento actualmente
necesarios para cualquier persona, ni siquiera los más importantes, se
hace imprescindible aglutinarlas en torno a
temas fundamentales que correspondan a los intereses y necesidades
de los días de hoy. Esta es la función de los temas transversales, base
para la conquista de la formación integral de las personas cuya vida
transcurre en el presente siglo; ya que estos temas pueden enriquecer
ampliamente la vida espiritual del hombre y servir de guía para revelar
la integración de la conducta axiológica en la sociedad. Según
criterios compartidos con expertos, en esta tesis se han trabajado los
siguientes: moral, felicidad, bondad, verdad, belleza, virtud, amor,
valentía, justicia, derecho, razón y libertad.
9.-
En la estructura de la actividad humana la relación sujeto-objeto y
sujeto-sujeto se torna, ante todo, como una relación práctico-espiritual,
sobre la base de la cual surgen las relaciones cognoscitivas o gnoseológicas,
valorativas y comunicativas. Los valores se forman, no sólo en la relación
gnoseológica del sujeto con el objeto (esto no quiere decir que los
valores no puedan participar en dicha relación), sino en la relación práctico-espiritual
de los tres restantes atributos cualificadores de la actividad humana y su
subjetividad. Estos existen como tales porque expresan el ser de las cosas
para el hombre, es decir, el modo en que existen sus necesidades e
intereses. Por eso, la persona antes de preguntarse qué son las cosas, su
esencia (conocimiento); se pregunta para qué me sirven (valor) y este
proceso continúa ininterrumpidamente: fines, medios, condiciones,
resultados; que tienen que corresponderse con las necesidades e intereses
del ser humano. 10.-
La plasmación de la axiología como conducta, inserta en la cultura en
todos sus componentes estructurales y sus expresiones jerárquicas,
resulta posible mediante la reconstrucción sistémico-filosófica de los
valores, en tanto proceso complejo que incluye niveles de formación en la
adquisición de convicciones sociales y la configuración de la conciencia
moral autónoma; pues ésta pone en funcionamiento dinamismos adaptativos
que van desde el juicio y la reflexión hasta los sentimientos y
comportamientos que se revelan en su desarrollo personal.
Por supuesto, partimos de la premisa que los valores sólo se revelan cuando son parte de la cultura. No es una tarea que se forma por decreto o inculcando aquellas conductas y virtudes que consideramos paradigmáticas. Hay que revelarlos todos los días con espíritu cultural, yendo a las profundidades del ser humano con ciencia, conciencia y praxis. |
Jorge Valmaseda Valmaseda
De “Revelación Axiológica y Formación Humana”
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