Solo |
Desde
que me quedé solo decreció mi optimismo. (Riego malvones a la madrugada.
Volveré al lecho. Hasta que aburrido me dejaré caer, y lograré así
reaccionar, sobreponerme y encarar el día, si no laborable para mí, que
eso nunca, al menos...) Los que ya no están, con cariño y con resignación,
me instaban a la diurna vigilia. ¿Han
contemplado a pájaros muriendo?... Yo los he contemplado. Corbatitas,
jilgueros, chingolos..., despidiéndose a través de sonidos broncos y
aislados, o de un piar chillón y sostenido. Ya no me afeito ni me peino, no recito églogas en el salón principal ni ensayo formas de saludo frente al gran espejo del vestíbulo. No hay artilugio ni práctica conspicua que pudiera adquirir o conservar. Duermo ahora con los pies envueltos en una bufanda y bebo el té amargo, sin limón ni cognac. Claro está, no espero ser visitado ni socorrido, aun en circunstancias extremas. Desde que me quedé solo, soy, a simple vista, un hombre infeliz. |
Rolando Revagliatti
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