Artista Rolando Revagliatti |
Al
principio del proceso de gestación, le ocasionaba inconvenientes diversos
a su mamá, tenues y vulgares. El parto fue normal, y en la cama
matrimonial de sus papis: borroso don Lacio, ya un provecto, y Catalina. A
Andresito lo antecedieron Gustavito, luego el robusto adolescente Gustavo,
y Luisita, recibida precozmente de ingeniera civil y con promedio
distinguido. Andresito y Gustavito eran rudos entre sí, en tanto con
Luisita se mostraban considerados. Andresito era el más serio de los
tres. Y el segundo más serio de los cinco. La fiesta acontecida a raíz
del vigésimo cumpleaños de Gustavo, se malogró por el síncope que
demoliera a don Lacio, más lacio que nunca yaciendo sobre el sofá del
living, rodeado por la muchachada. Catalina no tardó en volver a casarse.
Y Andresito contrajo hepatitis, en
represalia, a modo de amonestación por ese enlace con un anciano
entero y pintón. A él no le resultaba sencillo entregarse y disfrutar. Y
se martirizaba por nimiedades y desacuerdos con circunstanciales novias o
amigas. ¿Avatares?: un par de blenorragias, o bien, borracheras con vino
del zorro, o amontillado, o vodka, después de cortes bruscos. Quiso el destino que a su medio siglo se encamotara nada menos que con una mendiga con parada en Retiro. Y que la sustrajera y la hiciera bañar, y curar de esos estigmas ulcerosos en las piernas. Y la extirpara de las calles ubicándola en un piso donde la ama con fervor encomiable. Y la vista en Gina Buti y la peine en Miguelito Romano. Y la declare su musa redimida, ya que inusitadamente estimulado, escribe y pinta ahora, y la menta y la plasma desde la pluma y el pincel. Es en la Galería de Arte y Poemas Ilustrados Delacroix donde expondrá desde el próximo primero de marzo, fecha de la vernissage con celebridades invitadas, y ágape y prensa, hasta el diecinueve de ese mismo mes. |
Rolando Revagliatti
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