Pensamiento complejo y marxismo Prof.
e Inv. Titular Consultante Rigoberto Pupo Pupo Dr. en Filosofía. Dr. en Ciencias Universidad de La Habana |
El marxismo es una filosofía, un método
y una cosmovisión de naturaleza
compleja por el elan cultural, holístico y transdisciplinario en que
se despliega como sistema abierto y flexible. Una filosofía que
siguiendo la lógica particular del objeto especial y las diferencias
específicas, deviene metáfora de la vida. Marx, junto a Nietzsche y Freud está
considerado como filósofo de la sospecha y superador en gran medida del
paradigma de la racionalidad moderna. Y esta superación
crítica de la simplicidad paradigmática de la modernidad, tiene
lugar con la asunción dialéctica de la actividad como base de la
cultura. Una dialéctica de la mediación práctica del hombre en relación
con la naturaleza y la
sociedad que la hace compleja. Por eso se estatuye y funda en su advenimiento y devenir como filosofía de la
praxis, de la subjetividad. Las tesis sobre Feuerbach, sientan los
fundamentos que desarrollará en su obra posterior. En La Ideología
Alemana se sistematiza como visión compleja del hombre y la sociedad.
Sencillamente, la conciencia no es otra cosa que el ser consciente y el
ser de los hombres, un producto de su vida real y práctica. Ha emergido
una teoría cosmovisiva compleja, acompañada de una hermenéutica analógica
y una epistemología de segundo orden. La
praxis como núcleo esencial de la actividad humana La
determinación del status filosófico de la actividad y su asunción como
objeto específico de la reflexión filosófica, se revela como un momento
esencial del contenido revolucionario que inaugura el marxismo en la
historia de la filosofía. Un elemento esencial que supera la simplicidad
de la racionalidad moderna para expresarse como pensamiento complejo. Por
eso Marx, junto a Nietzsche y Freud, está incluido entre los filósofos
de la sospecha que critican el paradigma moderno La
Filosofía Clásica Alemana, y especialmente Hegel, otorgó una dimensión
cosmovisiva a actividad y la fijó como instrumento teórico-metodológico
de su sistema filosófico, sin embargo, el carácter idealista de su
concepción del mundo le impidió concebir la práctica como núcleo
determinante de la actividad. En Hegel, la actividad corno tal, refiere al
movimiento de concreción del principio espiritual, y la práctica, la
forma fenoménica del autoconocimiento y determinación del absoluto; es
decir, el filósofo clásico alemán no fue capaz de revelar la
determinación práctico-material del pensamiento y toda la vida
espiritual del hombre. En
el marxismo, por primera vez en la historia de la filosofía, las categorías
actividad-práctica- reflejo, se imbrican indisolublemente en un proceso
de mediación dialéctica compleja del
devenir objetivo - subjetivo, donde lo ideal resulta expresión de
lo material, mediado por lo práctica. Esta nueva perspectiva de análisis
dio la clave para explicar sobre bases científicas el proceso de
objetivación y desobjetivación de la actividad mana, así como concebir
a esta última, como expresión categorial que sintetiza los aspectos
objetivo y subjetivo de la realidad social. El
hombre en su actividad práctica humaniza la naturaleza, la convierte en
el objeto del conocimiento y la valoración, en dependencia de sus
necesidades e intereses. En este proceso ininterrumpido el hombre asume la
realidad y la integra a su ser esencial como existencia humana realizada,
devenida objeto en y por el hombre. Al mismo tiempo este proceso, mediado
por la práctica, el trabajo, en su integridad, condiciona la elevación
del hombre como ser mediato, como sustancia social que posee fines e ideas
capaces de proyectar el resultado que la necesidad exige, así como guiar
la práctica en su realización efectiva. La
actividad, como modo de existencia y desarrollo de la realidad social y síntesis
de lo objetivo y lo subjetivo, posee una connotación cosmovisiva y
metodológica general, lo cual determina un lugar específico en el objeto
de la filosofía marxista y con ello además, un elemento esencial a tener
en cuenta en la definición de la naturaleza y especificidad del
conocimiento filosófico y su relación con las ciencias y las formas
valorativas de la conciencia social y la práctica. La
determinación cosmovisiva de la actividad humana, nucleada en torno a su
fundamento esencial: la actividad práctica, no conduce en
modo alguno hiperbolizar su lugar, ni hipostasiar del objeto de la
filosofía otros momentos esenciales
de la realidad, ni tampoco sustituir todo el rico universo que
asume la filosofía a través de su sistema categorial, incluida la
actividad . Se trata ante todo, de determinar en el marco del sistema
categorial del marxismo aquel eslabón o categoría-célula que sintetiza
y compendia su contenido fundamental, es decir, la relación entre lo
ideal y lo material, mediado por la praxis y concretado en la cultura. Esto
no significa la negación de la primacía de lo material respecto a lo
espiritual. Todo a contrario, fija el principio monista marxista de que
todo lo que existe es material o expresión de su desarrollo. El problema
es otro: ubicar el lugar de una categoría en el sistema teórico
marxista. Revelar la esencia de la consecución categorial y sus
relaciones recíprocas en la aprehensión-refleja de la realidad, hasta
desentrañar la categoría que sirva de punto de partida para explicar el
movimiento de la teoría en la asunción
aprehensiva de la realidad. En
esta empresa es necesario, por supuesto, fijar la atención en Marx. Ya
desde la tesis sobre Feuerbach define la vida como esencialmente práctica
y exige abordar la realidad subjetivamente, así como la necesidad de
asumir la práctica racionalmente, y en La Ideología Alemana conceptúa
la conciencia como el ser consciente y el ser de los hombres como un
resultado de su vida real y práctica, en tanto es en la praxis, como
relación esencial sujeto-objeto, donde lo ideal y lo material se
convierten recíprocamente. La actividad en su determinación efectiva, en
su expresión esencial, como práctica, como trabajo, media y sintetiza
los aspectos material y espiritual de la realidad natural y
socio-cultural. Y en esta dirección, condiciona todo el proceso de
aprehensión teórico-práctica de la realidad. La relación entre lo
ideal y lo material, se revela y con creta en la relación sujeto-objeto,
como expresión determinada de la relación hombre-mundo. Es en la relación
sujeto - objeto, en la que se resuelve la contradicción dialéctica
entre lo material y lo espiritual, a través de un proceso de conversión
recíproca e interpenetración de los contrarios, cuyo devenir se funda en
la actividad práctica. Es
en esta lógica de razonamiento que Lenin expresa y fundamenta la tesis de
que materia y conciencia son contrarios antitéticos absolutos sólo en un
campo muy restringido, es decir, en la prioridad gnoseológica de lo
material respecto a lo espiritual. Fuera de estos límites la contraposición
resulta relativa. La definición leninista del carácter relativo de la
contraposición entre lo ideal y lo material, tiene como fundamento la
asunción de la actividad práctica y su mediación dialéctica en la
relación sujeto – objeto y sujeto – sujeto. La intelección de este
problema conduce inexorablemente a la tesis de que lo conciencia no sólo
refleja a materia sino que la crea; en la medida que el hombre en su práctica
social convierte la realidad de “cosa en sí”, en cosa para nosotros,
es decir, la integra a su mundo social. Al
asumir la tesis marxista del carácter creador de la conciencia
generalmente en la literatura filosófica se reduce a su independencia
relativa, determinada por la continuidad del desarrollo de las ideas en su
nexo históricamente hereditario, por la posibilidad de retrasarse o
adelantarse a la realidad existente y por el papel activo de la ideología.
Sin embargo, hay derivaciones metodológicas profundas que no se deducen
en toda su concreción, en su fundamento esencial. El problema es más
profundo, pues la conciencia es ante todo ser consciente de los hombres,
donde la subjetividad humana, sus ideas, sus fines devienen leyes de la
actuación del hombre, que engendrados en un proceso práctico-objetivo,
estimulan y dirigen la actividad práctica del hombre. Esto
no niega el determinismo dialéctico-materialista. Todo lo contrario, lo
presupone. Se trata de concebir la realidad objetiva como contenido del
mundo espiritual, pero al mismo tiempo, asumir el reflejo en su mediación
práctico-creadora. La tesis marxista-leninista en torno al carácter
relativo de la contraposición materia-conciencia, fundada en el papel y
las funciones derivadas de la práctica social, afirma el principio del
monismo dialéctico-materialista. La conciencia, el mundo espiritual del
hombre no constituye un ente separado de la realidad sustancial, es su
producto superior, engendrado en el trabajo creador. La
conciencia del hombre, la posibilidad de aprehender o reflejar la realidad
a través de imágenes subjetivas, tanto desde el punto de vista histórico
genético, como lógico encuentra su explicación y su fundamento en la
actividad práctica social. La génesis de lo ideal, concebida en su
proceso, como resultante de la actividad práctica del hombre, del trabajo
creador, reafirma el principio del desarrollo de la materia en su
transitar evolutivo de formas inferiores a formas superiores. Proceso
regular que en correspondencia con la complicación estructural de la
materia engendra formas nuevas de reflejo, hasta la aparición de lo
ideal, como reflejo social, propio del hombre y expresión suprema de su
actividad práctica. Al
mismo tiempo, el fundamento práctico de lo ideal no sólo se explica en
su determinación histórico-genética, sino también en sus consecuencias
lógicas, en su expresión conceptual. Las categorías, como síntesis-refleja
del contenido esencial aprehendido de la realidad, encarnan la actividad
práctica milenaria de los hombres. En la actividad práctica social el
hombre transforma la realidad, la convierte en objeto del conocimiento y
de la valoración, y mediante los sistemas categoriales la fija y concreta
en su esencialidad. En este sentido, las categorías son expresión de las
leyes reveladas por el hombre en su actuación práctica, es decir, formas
lógicas que reflejan y compendian la propia historia del conocimiento y
la práctica social del hombre. La
actividad humana, en su determinación esencial, desplegada como práctica,
como trabajo, media la relación sujeto-objeto, y sujeto – sujeto,
y al mismo tiempo deviene como síntesis de lo ideal y lo material
en su transición dialéctica compleja, para encarnarse en la cultura.
Este proceso no se opera a manera de una negación metafísica que
implique la destrucción de un polo de la contradicción, sino corno
superación dialéctica que se traduce en una síntesis concreta rica en
determinaciones; expresada como devenir social en el proceso y los
resultados de la actividad práctica del hombre, cuya revelación efectiva
aparece como medida del conocimiento y la universalidad del hombre, en la
cultura. De
lo expuesto se deduce el
lugar preeminente de la categoría práctica en el sistema filosófico
marxista-leninista, es decir, su ubicación como categoría que sirve de
punto de partida en el movimiento lógico-conceptual de la teoría en la
asunción y aprehensión de la realidad. Las
posibilidades teóricas inherentes a lo categoría de la práctica en la
explicación de la teoría
marxista se fundan en la naturaleza de la práctica humana, corno
actividad material adecuada a fines, cuyo proceso deviene síntesis de lo
ideal y lo material, que se traduce y completa en un resultado objetivo.
Esta especificidad, propia de la actividad práctica determina la
singularidad de la producción humana, cuyos resultados, primero se
encauzan en su proyección ideal y después en su determinación efectiva,
real y objetiva. Al
mismo tiempo, estas posibilidades en su expresión teórica categorial
afirman a la práctica como eslabón fundamental en el sistema categorial
del marxismo, es decir, como punto de partida para explicar la génesis,
el desarrollo y, en fin, el devenir dialéctico del aparato categorial con
que opera la teoría. La realidad objetiva es la fuente, el contenido de
la teoría y las categorías que la constituyen. Sin embargo, la actividad
práctica es condición y premisa de su aprehensión y fijación
categorial. Esto determina el
carácter histórico - cultural de las categorías y su constante renovación
y enriquecimiento. Las
múltiples determinaciones en que se manifiesta y revela la actividad práctica
avalan su valor teórico-metodológico en la investigación del sistema
filosófico marxista. El análisis del objeto, funciones y especificidad
del conocimiento filosófico al margen de la consideración de la
actividad humana resulta estéril. Excluir este aspecto reduciría la
filosofía marxista-leninista a los sistemas tradicionales ya superados.
Marx en las Tesis sobre Feuerbach, arremete contra la especulación y la
metafísica en sus diversas representaciones, proclamando a título de
exigencia insoslayable, nuevas premisas y perspectivas de análisis, las
cuales revela una nueva
concepción del mundo y el papel del hombre en su acción transformadora,
a partir de una profunda comprensión de la actividad humana, en sus
momentos objetivo y subjetivo. En la concepción de Marx no basta sólo
con reconocer el carácter primario del ser respecto al pensar- principio
asumido por el materialismo anterior-, sino además, concebir el pensar
como ser consciente, es decir, como reflejo productivo, activo, humano,
social, mediado por la práctica. Las
nuevas premisas que inaugura el marxismo superan dialécticamente tanto al
materialismo como al idealismo. Si ciertamente Feuerbach comprendió el
momento sensorial, material de la actividad humana desde el punto de vista
antropológico, fue incapaz de fijar el momento subjetivo, creador, del
hombre. Por el contrario, el idealismo concibe el aspecto subjetivo de la
actividad, pero desconoce la actividad materia, real, concreta, como tal.
Sólo el marxismo resuelve el problema a partir de una comprensión sistémica
de la actividad que penetra en su estructura y ubica la actividad material
práctica como el núcleo en torno a la cual interaccionan los restantes
elementos de la actividad humana.
Por eso el marxismo es ante todo, una filosofía de la praxis, de la
subjetividad. El
marxismo concibe la actividad como modo de existencia de la realidad
social y al mismo tiempo fija la práctica como esencial relación su
jeto-objeto, y sujeto – sujeto, que posibilita la transición recíproca
de lo ideal y lo material en el devenir social. Este nuevo enfoque del
problema descubierto por la filosofía del proletariado que fija a la
actividad humana, y con ella al hombre en relación práctica con el
mundo, como centro del que hacer filosófico, revolucionó la filosofía,
y aportó nuevas premisas metodológicas para la investigación del objeto
y funciones de la filosofía. La
consideración de la actividad práctica como núcleo de la actividad
humana y en calidad de premisa de partida en el análisis de la filosofía
marxista, se convierte principio metodológico insoslayable en la
intelección y solución del problema. Es imposible abordar el objeto de
la filosofía marxista, la especificidad del saber filosófico, sin tener
en cuenta la actividad humana. La propia estructura de la actividad
(conocimiento, praxis, valor y comunicación) y las condiciones generales
en que se realizan (necesidad, interés, fin, medios, condiciones, hasta
el resultado final), integran a manera de síntesis concreta lo ideal y o
material en su acción recíproco, aspecto central en el objeto de la
filosofía marxista, y elemento definitorio en la determinación de la
especificidad cualitativa del saber filosófico – integrador, con elan
cosmovisivo – cultural. Las
leyes más generales de la dinámica y el desarrollo de la naturaleza, la
sociedad y el pensamiento, devienen, se fijan, como reproducción teórico
- práctica de la realidad. Su universalidad no se determina por la suma
cuantitativa de la realidad que abarca, sino por el nivel de concreción y
esencialidad con que aprehende la realidad en relación con el hombre. El
saber filosófico y el universal concreto en que se funda y refiere su
objeto, aparecen corno la síntesis de lo ideal y lo material, lo cual se
fija en la estructura lógica de la teoría en calidad de principios,
leyes y categorías. Cada principio, ley, categoría, resulta una
reproducción teórico-refleja de la realidad, sobre la base de la
actividad práctica. El
reconocimiento de la relación interna de la filosofía marxista con la
actividad humana y, ante todo, con la actividad práctica, constituye el
fundamento esencial para penetrar en la propia estructura compleja del
sistema teórico marxista y revelar las múltiples determinaciones que
asume en la aprehensión de la realidad, así como su sentido social, en
tanto autoconciencia teórica de la clase portadora del progreso, que es
al mismo tiempo ciencia e ideología y núcleo teórico de la concepción
científica del mundo. Estas determinaciones y funciones se revelan y
encuentran su explicación racional sólo en la medida en que se asuma la
actividad humana, y su núcleo integrador: la actividad práctica, como
momento esencial del objeto de la filosofía, en tanto expresa el sistema
de relaciones hombre-mundo, sujeto-objeto, sujeto – sujeto, y su
concreción como síntesis de
lo material y lo ideal. La
asunción consciente del lugar de la actividad humana en el objeto de la
filosofía marxista deviene principio metodológico insoslayable en la
determinación de la especificidad del saber filosófico. La propia
actividad en tanto tal, refiere a la relación hombre-mundo, y en su modo
de existencia social, aparece corno relación sujeto-objeto, donde el
sujeto no representa a un ente o principio portador de cualidades, sino al
hombre sociohistóricamente determinado, portador de la práctica social;
y el objeto como aquella realidad humanizada por el hombre, e integrada a
su actividad. La
relación intrínseca entre la filosofía y la actividad humana se hace
evidente e intelegible en todos los dominios del quehacer social, pues el
propio saber filosófico, como expresión
teórica de a realidad está mediado por la práctica. El saber
filosófico y el sistema categorial que lo integra en la reproducción de
la realidad se manifiestan corno síntesis de la actividad cognoscitiva,
valorativa, práctica y comunicativa, donde conocimiento y valor se
penetran recíprocamente y devienen desprendimiento
de la propia práctica social. La
especificidad cualitativa de la filosofía marxista de ser saber científico
e ideología, se funda en su propio objeto y en el modo como lo refleja y
aprehende. La aprehensión-refleja de la realidad en la filosofía
marxista, no refiere sólo al conocimiento, al aspecto gnoseológico que
conduce a develar la esencia de las cosas, a la verdad científica, sino
además al valor, al momento valorativo que revela la significación de
las cosas para el hombre, en relación con las necesidades e intereses
siempre en ascenso de los hombres. La reproducción teórico- práctica de
la realidad por el hombre siempre integra de modo concentrado los momentos
cognoscitivo y valorativo de la actividad humana en su unidad dialéctica,
en su síntesis. Ciencia e ideología en la filosofía marxista-leninista
están estrechamente vinculadas, pues los intereses del proletariado,
engendrados en las necesidades prácticas alcanzan su máxima expresión
en los valores ideológicos, los cuales coinciden con el curso general de
la ciencia, la estimulan y aceleran, siempre que expresen su ser esencial.
La
categoría actividad en su determinación fundamental, como práctica,
cumple una función teórica y metodológica con significación de
principio en la filosofía, en la medida que penetra la esencia del
devenir histórico en estrecha vinculación con el mundo natural que el
hombre convierte de modo ininterrumpido en realidad social, en naturaleza
humanizada. Todo el mundo social en sus aspectos material y espiritual
encarna la actividad milenaria de los hombres, hasta concretarse en la
cultura. “En el proceso de su actividad -escribe V. Mezhuiev los hombres
producen, ante todo las condiciones materiales de su existencia: medios de
vida y medios de trabajo. Simultáneamente producen las formas de
relaciones correspondientes a estas condiciones: económicas, políticas,
etc. Conjuntamente con la producción de la vida material los hombres
producen su conciencia: ideas, representaciones, conocimientos. En otras
palabras, en el proceso de la producción social los hombres crean toda la
conjunción de premisas materiales y espirituales de su existencia en la
sociedad, crean la propia sociedad y por consiguiente, su existencia
social.”[1] Además,
en el devenir práctico – espiritual del hombre aparecen las grandes
ideas que señalan horizontes y las grandes utopías con pensamiento alado.
Las ideas, su inagotable riqueza, la fuerza y vitalidad con que operan se
fundan en la actividad práctica y al mismo tiempo recíprocamente las
impulsan y actualizan. El valor de las ideas se revela en la actuación práctica
del hombre y da cuenta del movimiento direccional en que se despliega la
dialéctica necesidad histórica-actividad consciente de los hombres en el
tránsito de la necesidad a la libertad. La libertad como posibilidad real
del hombre de poner los fines, deviene como asunción práctica de la
necesidad en el proceso de aprehensión de la realidad. Es necesario reconocer la profunda
aprehensión hermenéutica con sentido clasista realizada por Marx en la
Crítica al Programa de Gotha, pues si ciertamente, “toda lo que tiene
una significación viva, no completamente inmediata y clara, es
susceptible de interpretación. Y es donde se plantea la necesidad y
vigencia de la hermenéutica”, hay que advertir que la revelación de
sentidos y significaciones plurales de Marx es extraordinaria. Porque Marx,
además de su alta sensibilidad humana y el magno elan cogitativo de su
discurso, posee alma política comprometida con la clase del proletariado.
Esto le permite seguir la lógica especial del objeto particular, sus
diferencias específicas, y con ello, ver más lejos. Revelar esencias,
donde para otros son simples apariencias, encontrar verdades encubiertas o
negadas por malezas ideológicas, acercarse al ser sin quedarse en él, y
en fin, soñar para elevarse,
siendo. Su
hermenéutica no sólo busca sentido en general para comprender y
explicar, sino para cambiar revolucionariamente, porque se siente sujeto
dentro de la tragedia humana y no fuera de ella. Su filosofía de la
praxis, de la subjetividad, hizo mucho, dijo más y seguirá diciendo. La
producción intelectual de Marx y el marxismo creador, que dio continuidad
a su obra, como filosofía de la praxis, de la subjetividad, del cambio,
está penetrada de sentido histórico – cultural y complejo. Por eso en
ella los conceptos enajenación, praxis y cultura, devienen totalidad dialéctica
inseparable para explicar la realidad actual y cambiarla humanamente. Una
realidad donde la aprehensión cultural del hombre resulta quimérica, en
la medida que la enajenación impuesta separa al hombre de su obra y lo
convierte en “objeto”. Similitud entre los principios del
pensamiento complejo y del marxismo Hay
similitud entre el marxismo auténtico, original, de Marx, Lenin,
Gramsci y otros creadores, con el pensamiento complejo. En gran medida
porque el propio Edgar Morin, fundador de la teoría del pensamiento
complejo, proviene del marxismo. A veces con otras denominaciones
categoriales, muchas de sus ideas son congruentes en su esencia. Al igual
que Marx, pero en otro contexto, es un crítico de la modernidad y un
humanista que cree en un mundo mejor, pero con la condición que hay que
construirlo.. No
se trata en modo alguno de asumir la modernidad desde posiciones
nihilistas y hacer de ella y sus conquistas una tábula rasa. Ella misma
con todos sus paradigmas y utopías, históricamente fue conciencia crítica
que dio respuestas a su tiempo histórico, en correspondencia con el
estado de las ciencias y la práctica social. Pero históricamente las
nuevas realidades exigen rupturas, cambios y transformaciones como expresión
de la quiebra de principios
que se consideraban invariables.[2]
El modelo paradigmático de la modernidad, caracterizado por la
simplificación y concretado en los principios de disyunción, reducción, abstracción y el determinismo
mecánico tiene que ceder paso a nuevas perspectivas epistemológicas para
aprehender la complejidad de lo real. La
teoría de la complejidad y el pensamiento complejo asume “(…) la
heterogeneidad, la interacción y el azar”[3]…
como totalidad sistémica, fundada en tres principios: “el dialógico,
la recursividad y el principio hologramático: 1.
El dialógico: No asume la superación
de los contrarios, sino que los dos términos coexisten sin dejar de ser
antagónicos. Valora en grado máximo la conexión como condición del
sistema. 2.
Recursividad. El efecto se vuelve causa, la causa se vuelve efecto; los
productos son productores, el individuo hace cultura y la cultura hace a
los individuos. 3.
El principio hologramático. Este principio busca superar el principio de
holismo y del reduccionismo. El holismo no ve más que el todo; el
reduccionismo no ve más que las partes. El principio hologramático ve
las partes en el todo y el todo en las partes.”[4] Al
mismo tiempo, en Edgard Morin, estos principios están mediados por dos
conceptos: el de paradigma y el de sujeto. El primero lo define
como la estructura mental y cultural bajo la cual se mira la
realidad y el segundo (el sujeto), lo conceptúa como toda realidad
viviente, caracterizada por la autonomía, la individualidad y por su
capacidad de procesar información. Para él, el sujeto es el de mayor
complejidad[5]. “Sostiene que no se puede asumir esta noción de
sujeto desde un paradigma simplista. Es necesario el pensamiento complejo;
aquel “pensamiento capaz de unir conceptos que se rechazan entre sí y
que son desglosados y catalogados en compartimentos cerrados” por el
pensamiento no complejo. No se trata de rechazar lo simple, se trata de
verlo articulado con otros elementos; es cuestión de separar y enlazar al
mismo tiempo. Se trata pues, “de comprender un pensamiento que separa y
que reduce junto con un pensamiento que distingue y que enlaza”. [6] La teoría de la complejidad no es excluyente.
Sencillamente, escribe Edgar Morin: “Lo
que actualmente me importa es lo que llamo la reforma de los pensamientos;
es decir, pienso cada vez más que ejercemos pensamientos que mutilan la
realidad, pensamientos que separan las cosas en lugar de conectarlas entre
sí. Creo también que este tipo de pensamiento nos lleva hacia una
inteligencia ciega, es decir, que cada vez tenemos más necesidad de
conocer el conjunto de los procesos del mundo. Creo que el objetivo de mi
trabajo y del método corresponde a un pensamiento que sea capaz de
conectar la comprensión y que, por lo mismo, nos prepare para hacer
frente a los problemas del futuro. Se trata entonces de un problema de
conocimiento y también de un problema humano, pues esa necesidad, el
conocimiento del ser humano, tiene un aspecto antropológico y, si se
quiere, lo que hago es algo_ esto que yo llamo el desarrollo del
pensamiento complejo, con todas las implicaciones que ello comporta”[7] La
teoría de la complejidad y el pensamiento complejo no intenta en modo
alguno constituirse en método único, sino captar la realidad como
sistema complejo, en sus diversas conexiones, mediaciones y
condicionamientos. Por eso no establece relaciones antitéticas
entre orden y caos,
incertidumbre y certidumbre, entre las partes y el todo, etc.[8].
Admite la racionalidad, pero se opone a la racionalización que
simplifica, reduce y no aprehende la realidad en su contexto y
complejidad.” Es conocida la fórmula kantiana que dice: ¿Qué puedo
saber? ¿Qué puedo hacer? ¿Qué debo hacer? ¿Qué puedo esperar? Es una
cuestión fundamental que cada uno debe plantearse, y yo creo que
finalmente el conjunto de mi obra se esfuerza siempre por responder a
estas preguntas, a veces en forma más intensa pero siempre relacionadas.
Pienso que este es el tono de mi obra y el sentido que toma mi voluntad de
practicar un pensamiento complejo y, por lo mismo, querer una reforma de
los pensamientos que nos permita conocer de manera más correcta a fin de
sostener mejor nuestra acción. ¿Qué debo hacer? Y, eventualmente,
esperamos. Pero hacemos cosas, y el proceso de conocimiento nos exige
plantearnos preguntas, pero con vistas a restablecer nuestra
individualidad como cognoscentes en el proceso de conocimiento, y éste
es, contra el diagnóstico del pensamiento simplificador, una reconstrucción,
una traducción; es decir, un proceso complejo”[9].
En
fin, desarrollado por Edgar Morin,
el pensamiento es una forma de pensar lo humano, el conocimiento y el
mundo, en su unidad fundamental, a partir de la diversidad. En este
sentido, la complejidad, del latín complexus, “lo que está
tejido junto”, hace alusión a una
red interconectada de fragmentos, de islas de saberes y
conocimientos que posibilita la comprensión del mundo desde una
visión global y solidaria, pero no totalizadora.
La noción de complejidad se une, a su vez, al origen de un modo de
pensar conocido como pensamiento complejo, cuyo método se funda sobre
siete principios o saberes
necesarios para acometer la
aventura humana de reconexión del conocimiento, a saber:
La ceguera del conocimiento: el error y la ilusión. No se enseña
el riesgo del error y la ilusión.
Los principios del conocimiento pertinente: separación de las
disciplinas, del objeto y el sujeto, lo natural y social, separación del
contexto, etc.
Enseñar la condición humana. El significado de ser humano. No
todas las ciencias enseñan la condición humana. Enseñar la calidad poética
de la vida, desarrollar la sensibilidad. Necesidad de una convergencia de
la condición humana.
Enseñar la identidad terrenal. Conciencia de que se es ciudadano
de la Tierra. Se comparte un destino común y se confrontan problemas
vitales. Identidad terrenal, paz, globalización…
Enseñar a afrontar las incertidumbres. Las ciencias enseñan
muchas certezas, pero no los innumerables campos de incertidumbres.
Enseñar la comprensión. Enseñar a establecer un diálogo entre
las culturas. Enseñar y explicar cómo integrarnos al otro. Tolerancia.
Empatía hacia el otro.
Enseñar la ética del género humano. Una ética basada en valores
universales. La humanidad debe convertirse en verdadera humanidad y
encontrar su realización en ella. Fin
del pensamiento complejo. El
fin del pensamiento complejo será el de religar los conocimientos humanos
fragmentados, mediante la aplicación de los siete principios. Lo anterior
en un contexto de planetarización, en el cual se define la aventura
humana como un proceso de simbiosis gradual entre el destino de la especie
y el devenir del planeta y el cosmos. Desde
la perspectiva del pensamiento complejo,
el hombre se convierte en un viajero del conocimiento a la búsqueda
del sentido de su existencia, éste último ligado irremediablemente a una
compresión del destino del planeta en el que habita y el cosmos del que
es parte”[10]. Conclusiones Pensamiento
complejo y marxismo son dos cosmovisiones con fundamentos comunes. Lo
diferencia el contexto en que cada uno se desarrolla y expresa. La
filosofía marxista como filosofía de la praxis y de la subjetividad
humana, no sólo está en condiciones de explicar el mundo, como hacía la
filosofía anterior, en general, sino transformarlo, en función de los
intereses de las grandes masas, que son realmente las que hacen la
historia y la cultura. Complejidad,
pensamiento complejo y dialéctica de la mediación son sinónimos, y sus
principios, aunque denotados con otros nombres,
son similares. Un
enfoque complejo coincide en su esencia con la dialéctica marxista: “En
las últimas décadas las perspectivas que hacen lugar a la complejidad
han comenzado a tallar fuerte en la cultura y nos proponen diversas
alternativas para salir de Universo Mecánico de la simplicidad y
adentrarnos en los vericuetos de un Multimundo
Vital en el que son compatibles la estabilidad y el cambio, la unidad
y la heterogeneidad. Las
tesis sobre Feuerbach y otros trabajos de Marx se enfrentan a la
racionalidad simplista moderna: Un paradigma reduccionista, dicotómico y
abstracto que se fue configurando históricamente. “La
separación del mundo experiencial en “apariencia “y “realidad” y
la consecuente división dicotómica del conocimiento en mera opinión (doxa)
y conocimiento verdadero y fundamentado (episteme) fueron las marcas de
estilo de un modo de reflexión inaugurado
en la Grecia Clásica que ha configurando un tipo de paisaje cognitivo que
privilegia la estabilidad y la determinación en todos los ámbitos
y arroja al devenir y la diversidad fuera del reino de la verdadera
realidad. Son
en sí mismas, epigramas con tono aforístico, pero de una profundidad
tal, que resumen los problemas de la filosofía, en su historia y
mediaciones. Ellas muestran ante todo la esencia histórica, cultural y
compleja en que se funda la nueva concepción del mundo. En
las tesis…,el concepto central en que se despliega y compendia el
discurso, es la praxis, concebida como esencial relación sujeto –
objeto y sujeto – sujeto, donde lo ideal y lo material se convierten recíprocamente,
devienen idénticos. Sobre esta premisa esencial, y en radical crítica al
objetivismo y a la contemplatividad, propios de la modernidad, plantea la
necesidad de abordar la realidad subjetivamente, desde el prisma de la
actividad humana, pues la filosofía, en general se ha preocupado sólo
por explicar el mundo, sin tener en cuenta la necesidad de cambiarlo en
función de los intereses y necesidades del hombre, particularmente, de
las grandes masas, que son realmente las que construyen el corpus de la
historia y la cultura. Con
las tesis sobre Feuerbach, se sientan las bases de una epistemología de
segundo orden, con sentido cultural y complejo, en la medida que revela el
lugar de la mediación práctica
en todo el proceso del conocimiento, y se enfoca la relación teoría –
práctica, como un problema teórico – práctico y práctico – teórico. Notas: [1] Mezhuiev, V. La cultura y la historia. Editorial Progreso, Moscú, 1980, p. 115. [2]
“El conocimiento científico moderno tiene por objeto el disipar la
aparente complejidad de los fenómenos a fin de revelar el orden
simple al que obedecen. A lo largo de los últimos tres siglos se han
adquirido conocimientos sobre el mundo basados en los métodos de
verificación empírica y lógica.
También han progresado
los errores derivados del modo
mutilador de organización del conocimiento incapaz de reconocer y
aprehender la complejidad de lo real El conocimiento científico
moderno opera mediante la selección de datos significativos y rechazo
de los no significativos: separa (distingue) y une (asocia),
jerarquiza y centraliza. Estas operaciones son comandadas por paradigmas. El
paradigma científico por excelencia es el de simplificación, que
está regido por los principios de disyunción,
reducción y abstracción y
formulado por Descartes,
que separó el sujeto pensante y la cosa extensa, separando así la filosofía de la ciencia. Este paradigma ha permitido los
enormes progresos del conocimiento científico y de la reflexión
filosófica desde el siglo XVII. Al disgregar conciencia y ciencia, el
conocimiento generado no está hecho para ser reflexionado sino para
ser utilizado con ignorancia. Los sabios no controlan las
consecuencias de sus descubrimientos ni controlan el sentido ni la
naturaleza de la investigación. La necesidad del pensamiento complejo surge a lo largo de un camino en
el que aparecen los límites, las insuficiencias y las carencias del
pensamiento simplificador. La complejidad no sería algo definible
de manera simple para tomar el lugar de la simplicidad. La
complejidad es una palabra
problema y no una palabra solución El
pensamiento complejo intenta articular dominios disciplinarios
quebrados por el pensamiento disgregador y aspira al conocimiento
multidimensional pero no aspira al conocimiento complejo. Uno de los
axiomas de la complejidad es la imposibilidad
de una omnisciencia. Por eso, el
pensamiento complejo está animado por una tensión permanente
entre la aspiración a un saber no parcelado y el
reconocimiento de lo inacabado e incompleto de todo conocimiento. Aunque
ya Gastón Bachelard
propuso en su libro “El nuevo espíritu científico” que lo simple
no existe, sólo lo simplificado, la ciencia
moderna ha construido su objeto extrayéndolo de su ambiente
complejo para ponerlo en situaciones experimentales no complejas.
Así, la ciencia no es el estudio del universo simple sino una
simplificación heurística para extraer ciertas propiedades y ver
ciertas leyes. No es de extrañar por tanto, que el
estudio de la complejidad
ha sido poco desarrollado
por filósofos como Popper, Kuhn, Lakatos o Feyerabend
interesados en el estudio del fenómeno científico”. (Francisco
J.Bedoya[2].
EL PENSAMIENTO
COMPLEJO[2][1]
:UNA INTRODUCCIÓN A LA COMPLEJIDAD[2][2]
CELULAR. El
Búho Revista Electrónica de la Asociación Andaluza de Filosofía.
Pp.4-5. httm [3] Reyes Galindo, R. Introducción general al pensamiento complejo desde los planteamientos de Edgard Morin. Pontificia Universidad Javeriana, Colombia, p.6 [4] Ibídem. [5] Ibídem. [6] Ibídem [7]
Cue, Alberto: Por un pensamiento complejo. Entrevista con Edgar Morin.
La Jornada semanal, 27 de julio de 1997, México, p.2 [8]“El
principio dialógico, por ejemplo, permite desde mi punto de vista
relacionar temas y conceptos antagónicos que tienen sus límites en
lo contradictorio; es posible unir dos lógicas distintas, dos
principios, en una unidad que no hace desaparecer la dualidad; es la
idea de ``unidualidad'', que he propuesto a veces. Importa superar las
alternativas que se nos presentan: o la unidad o lo múltiple; y la
dialógica -que no pretende sustituir a ninguna lógica previa- es un
recurso para salvar la complejidad de los antagonismos. Así, me
siento muy cerca de Heráclito, quien concibe la pluralidad en lo uno.
Por ello, he pensado que la unidad de un ser no se entiende mediante
una lógica de identidades en la medida en que, en el proceso de
conocimiento, nos es necesario captar, establecer, con vistas a un
sistema complejo, la diversidad de lo uno, lo mismo que la relatividad
de lo uno, la alteridad de lo uno, además de ese ordenamiento de los
objetos y los seres como ambiguos, antagónicos, indefinidos o
escindidos, etcétera. Es decir, que a ese ser no puede definírsele
intrínsecamente, pues requiere siempre de su contexto y de un
observador. Lo uno es complejo; la identidad de los seres es
compleja”.( Ibídem, p. 3 ) [9]
Ibídem. [10]
Abelardo Mancinas, Joaquín Enríquez Flores. Elementos para la
transdisciplinariedad. Material de Multiversidad…
[11]
Denise Najmanovich. Dra.
Vera Lennie. Pasos
hacia un pensamiento complejo en salud. Http. [12] Ibídem. [13] Ibídem. |
Prof.
e Inv. Titular Consultante Rigoberto Pupo Pupo
Dr. en Filosofía. Dr. en Ciencias
Universidad de La Habana
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