La filosofía en su historia y mediaciones
11. El marxismo como filosofía de la praxis. Esencia del viraje en la
historia de la filosofía |
por Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo Gentileza, para Letras-Uruguay, del Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo |
Ya
en las Tesis sobre Feuerbach (1845) Marx
inicia una revolución en la historia de la filosofía, fundada en
una nueva concepción del hombre, la actividad humana y la cultura. Nuevas
premisas avalan el gran cambio, particularmente la comprensión de la
praxis como esencial relación sujeto – objeto y sujeto – sujeto, en
un proceso donde lo ideal y lo material, se convierten recíprocamente,
devienen idénticos.
La
filosofía marxista como filosofía de la praxis y de la subjetividad
humana, no sólo está en condiciones de explicar el mundo, como hacía la
filosofía anterior, en general, sino transformarlo, en función de los
intereses de las grandes masas, que son realmente las que hacen la
historia y la cultura.
Para
comprender cómo el marxismo deviene dialéctico – complejo, con una
nueva concepción de la historia, mediado por la praxis, es necesario
hacer una breve historia de dicho proceso.
La
práctica y la filosofía marxista. Evolución del pensamiento de Marx.
Condicionamientos, influencias, rupturas.
En
el proceso de la evolución
filosófica
de Marx, desde su Tesis doctoral, la Gaceta del Rhin, el período
intermedio en que escribe la Crítica del derecho político hegeliano,
hasta los Anales
Franco
Alemanes (1844) su concepción de la práctica ha ido logrando nuevas
determinaciones
[103]
.
Ya en 1844, Marx aborda la práctica como actividad material
transformadora, haciendo énfasis especial en la revolución, en calidad
de práctica política decisiva del proletariado. Esta concepción
encontrará un nivel superior de concreción en los Manuscritos económicos
y filosóficos de 1844, obra donde Marx expone la significación de la práctica
productiva, es decir, una nueva forma de práctica social, la
determinante, sin la cual es imposible comprender las otras formas de
praxis humanas, en sus determinaciones y condicionamientos
[104]
.
Los
Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 son escritos bajo la
influencia directa del proletariado francés, de los estudios realizados
por Marx,
la Revolución
francesa, así también como de sus investigaciones en la economía política.
Ya
desde febrero de 1844, Marx se dirige al estudio profundo de los clásicos
de la economía política (Say, Sharbek, Smith y Ricardo). En esta dirección
asumida por Marx, desempeñó un gran papel el trabajo de Engels Esbozo de
una crítica de la economía, obra que ayudó a Marx a considerar e1 régimen
capitalista en sus relaciones con el desarrollo general de la historia, y
a concebir su supresión como resultado de su desarrollo dialéctico.
Gran
significación tuvo para Marx la influencia de Mosses Hess, pues lo dotó
de ideas nuevas en relación con
la
naturaleza de la actividad humana y la enajenación. Se reconoce a Hess el
mérito de haber mostrado que la acción, considerada como actividad
concreta, práctica, constituye lo esencial de la vida humana, y que la
alienación debe ser concebida como una alienación social, engendrada por
el régimen de la propiedad privada»
[105]
.
Partiendo
de estas premisas se da el encuentro de Marx con la economía política,
el cual se manifiesta como reacción crítica ante ella y búsqueda
exigente de su fundamento.
Para
Marx la economía política parte del reconocimiento de la propiedad
privada, pero no la explica. La economía política no penetra en el
movimiento de la propiedad privada y en sus correspondientes efectos. Le
interesa el trabajo sólo como fuente de las riquezas, pero en modo alguno
explica el trabajo enajenado en las condiciones del capitalismo.
De
la crítica a la economía política y a la sociedad burguesa, Marx deduce
el concepto trabajo enajenado, categoría que sirve de hilo conductor de
toda la obra y a través del cual tiene lugar la crítica.
En
el proceso de desarrollo de la categoría de la práctica los Manuscritos
económicos y filosóficos de 1844 constituyen un momento significativo,
pues aquí Marx centra la atención en la práctica, como actividad o
trabajo. A partir de esta concepción se penetra en otras formas de la práctica
social, derivadas de la actividad laboral de lo hombres.
Marx
demuestra cómo en las condiciones de la sociedad. Capitalista la
actividad productiva de los hombres deviene trabajo enajenado. “Nosotros
partimos de un hecho económico real - escribe Marx-.
El obrero se hace más pobre mientras mayor riqueza produce,
mientras más aumenta su producción en poderío y extensión (...) El
valor creciente del mundo de las cosas determina la directa proporción de
la devaluación del mundo de los hombres…
“Este
hecho expresa sólo que el objeto que produce el trabajo -el producto del
trabajo- se le opone como algo alienado, corno un poder independiente del
productor”
[106]
Marx
señala «que el producto del trabajo es el trabajo objetivado en un
objeto, que se ha hecho material”… Sin embargo, «en las condiciones
analizadas por la economía política esta realización del trabajo
aparece como una pérdida de realidad para los trabajadores; la objetivación
como la pérdida del objeto y servidumbre del objeto; l apropiación como
enajenación”
[107]
A
diferencia de Feuerbach, para Marx el régimen capitalista basado en la
propiedad privada que da al trabajo el carácter de trabajo alienado, se
opone a la actividad libre, consciente y universal, por medio del cual el
hombre se crea verdaderamente, pues
el propio producto se convierte en objeto en el cual los
hombres alienan sus fuerzas creadoras y esenciales
Además,
en la medida que el trabajo deviene
enajenado,
pierde su función social, se convierte en instrumento deshumanizador. En
este proceso se cosifican las ‘verdaderas relaciones humanas y en lugar
de relaciones entre los hombres, se establecen relaciones entre los
objetos, que se traducen en un constante cambio de productos del trabajo
alienado.
La
categoría trabajo enajenado sirve a Marx de base metodológica para
realizar un análisis económico - filosófico del hombre y su actividad
en la sociedad capitalista. Marx no reduce la enajenación sólo al
producto del trabajo, sino que a partir de él, presenta también como
forma enajenada del hombre el propio acto de la producción, la
naturaleza, la esencia genérica y por lo tanto, las mismas relaciones con
el resto de los hombres. Al mismo tiempo, concibe otra forma peculiar de
alienación, la referente al capitalista, pues se apropia del producto del
obrero. Ahora bien, dentro del proceso general de la alienación de la
actividad y la actividad de la alienación que tiene lugar, sus efectos no
son iguales para el obrero y el capitalista, pues “éste hace con aquél,
lo que aquél no puede hacer con éste”, es decir, que en los
Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 ya Marx, a diferencia de
Feuerbach, empieza a penetrar en el terreno de las clases, pues ‘si el
producto del trabajo no pertenece al obrero, si lo enfrenta como un poder
extraño, esto solo puede ocurrir porque pertenece a otro hombre que no es
el obrero. Si la actividad del obrero constituye un tormento para él,
para ‘otro debe significar deleite y la alegría de su vida.
Aunque
no ha rebasado todavía totalmente la influencia de Feuerbach, es
necesario destacar que la comprensión del trabajo, de la actividad
productiva por Marx, lo conduce a exponer ideas embrionarias de la nueva
filosofía.
Ya en los
Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, Marx sienta las premisas
del conocimiento de las relaciones de producción, pues para Marx la
actividad productiva no sólo produce objetos, sino también determinadas
relaciones de sujetos opuestos entre sí, por su lugar en la producción.
Si
Feuerbach no pudo explicar qué es lo que hace social al hombre, reduciéndolo
sólo a la comunicación abstracta del yo y el tú, Marx, a partir de la
comprensión del significado de la práctica productiva, da pasos sólidos
en la explicación de las causas que determinan el carácter social del
hombre y las posibilidades reales de ser sujeto. He ahí la relación
estrecha entre enajenación, emancipación, praxis y humanismo.
En
primer lugar, Marx libera de la especulación idealista hegeliana la tesis
racional de que el hombre se autoproduce en el trabajo, mostrando cómo en
la actividad productiva el hombre se crea, es decir, el trabajo no sólo
enajena al hombre en determinadas condiciones históricas, sino que al
mismo tiempo lo crea, o sea, niega al hombre y lo afirma como tal. En la
actividad productiva transformadora el hombre objetiva su ser esencial y
deviene ser social en la medida que se eleva como ser consciente sobre su
propia naturaleza. De aquí se deduce que la objetivación
material, la producción, representa en sí par Marx el elemento
determinante que hace al hombre un ser esencial. “Al crear un mundo
objetivo con su actividad práctica -escribe Marx- al elaborar la
naturaleza inorgánica el hombre prueba ser un ser esencial consciente”
[108]
pues a través de su actividad transformadora humaniza la naturaleza, la
subjetiva
y realiza así
“la unidad orgánica del sujete y el objeto, del hombre y de la
naturaleza que se vuelve cada vez más imagen, el reflejo de la auto-
creación del hombre”
[109]
.
A
partir de esta concepción de la actividad productiva, como base del
devenir social, Marx destaca los rasgos distintivos del hombre en calidad
de ser esencial “genérico”, que se realiza, crea y reafirma en su
trabajo. Sin embargo, el animal es un ser natural, pero no esencial, no
consciente de su propia actividad dirigida a un fin. “E! animal -señala
Marx- es inmediatamente idéntico con su actividad vital. No se distingue
de ella. Es su actividad vital. El hombre hace de su actividad vital el
objeto de su voluntad y de su conciencia”
[110]
, pues subordina su propia actividad a la razón
y a la voluntad en correspondencia con los fines y valores, proyectados de
antemano, crea con su actividad práctica
su propio mundo. Al igual que el hombre, el animal vive de la
naturaleza, pero no es capaz de cambiarla en beneficio propio, su
actividad vital no se diferencia de la naturaleza; sin embargo, el hombre
humaniza la naturaleza a través de su actividad transformadora. A través
de la práctica productiva el hombre deviene ser esencial consciente,
cuyas relaciones con la naturaleza y los otros hombres están mediadas por
una serie infinita de eslabones.
La
comprensión de la práctica productiva como base de la relación del
hombre con la naturaleza, le permitió a Marx desentrañar la esencia del
proceso de objetivación y desobjetivación de la conciencia y la
actividad del hombre en la sociedad, y con ello, ver profundamente la
necesidad de la emancipación humana Naturalmente, esta tesis Marx y
Engels la desarrollaron a un nivel superior en los trabajos posteriores,
pues en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, como obra
transicional, las tesis de la nueva concepción del mundo aún llevaban el
signo de la influencia antropológica de Feuerbach, de ahí que la propia
terminología todavía sea imprecisa y el contenido en cierto modo
abstracto
[111]
.
Ahora
bien, la comprensión teórica de la autoproducción del hombre mediante
el trabajo, le permite a Marx fundamentar el carácter social del hombre.
A diferencia de Feuerbach, Marx comprende que el hombre es un resultado de
la sociedad, engendrado por la colectividad en su actividad productiva, en
relación con la “naturaleza inorgánica” y los propios hombres Si en
Feuerbach la determinación social del hombre le es dada en su unidad genérica-antropológica
con el resto de los hombres, en Marx, el fundamento de la esencia social
del hombre la determina la producción material como forma genérica específica
de la actitud de los hombres. Según T. 1. Oizerman, para Marx. “la
producción es el fundamento de todas las demás formas de actividad del
individuo por cuya razón éste posee un carácter social”
[112]
Es
cierto que la Filosofía Clásica Alemana, especialmente Hegel, contribuyó
a la superación de la robinsonada sociológica y gnoseológica presente
en la filosofía, pero en el marco del idealismo no era posible dar una
fundamentación sustancial de la causa que hace social al hombre; sin
embargo, Marx, en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844,
inicia una verdadera revolución en la comprensión del carácter social
del hombre, partiendo de que sus relaciones con la naturaleza y los
hombres se establecen por la práctica productiva.
Esta
nueva comprensión del papel de la práctica productiva en la sociedad
sirve de base a las reflexiones teóricas de Marx sobre la práctica política
revolucionaria enunciada en los Anales Franco Alemanes.
Sin
lugar a dudas, la necesidad de explicar y fundamentar sólidamente la práctica
revolucionaria, ya enunciada en los Anales Franco Alemanes, desempeñó un
papel extraordinario en la búsqueda teórica de Marx. A la tesis sobre el
papel del proletariado como sujeto de la revolución era necesario darle
una base de sustentación científica, capaz de justificar la práctica
revolucionaría, así como encontrar las vías de su realización. En los
Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 Marx da el primer paso, al
fijar la actividad práctica, material del obrero en el proceso de
producción, como factor determinante. Según Sánchez Vázquez, “hasta
ahora el proletariado se le había presentado a Marx como la negación de
la esencia humana, no como agente de la producción. En esta negación veía
Marx la necesidad de fundar más firmemente la emancipación, así como
las condiciones de la praxis revolucionaria correspondiente. (…) Las
condiciones específicas en que se da la opresión del obrero en una
Alemania atrasada, con un bajo desarrollo de la producción (...)
determinan que Marx vea al obrero antes como revolucionario que como
productor”
[113]
Es
cierto que las condiciones existentes en Alemania en alguna medida
influyeron en Marx, pero no considero del todo correcto que esa haya sido
la causa fundamental para que viera al obrero primero como «revolucionario»
y después como «productor En primer lugar, Marx está al día del
desarrollo capitalista de los países más avanzados; asimismo cuando
escribe los artículos de los Anales Franco Alemanes y los Manuscritos
económicos, está bajo la influencia directa de la Francia
revolucionaria. Además, a través de Engels se mantenía al día del
desarrollo en Inglaterra.
Una
explicación más racional y objetiva debe partir, según mi opinión, por
considerar el despliegue del problema en el marco de la evolución filosófica
del joven Marx, como un ascenso continuado del fenómeno a la esencia,
como un proceso de acercamiento al objeto. El período de trabajo en la
Gaceta del Rhin lo condujo a fijar la atención en la economía política,
la lucha ideológica y política en el movimiento joven hegeliano, la polémica
con Ruge en los Anales Franco Alemanes y sus discrepancias con Feuerbach
le indicaban la necesidad de buscar nuevas perspectivas y medios de lucha.
Todo esto, y ahora vinculado al movimiento obrero francés, lo conduce no
sólo a abogar por la práctica revolucionaria, sino además, a penetrar
en la esencia y las causas que le sirven de fundamento. Si en 1843 Marx
sintió la necesidad de estudiar economía política para desentrañar la
“anatomía” de la sociedad, en los Manuscritos económicos y filosóficos
de 1844 se inicia el gran descubrimiento al considerar que el hombre se
autoproduce en la actividad productiva, es decir, no se trata de derivar
“de la situación específica de Alemania” el por qué Marx primero
considera el “hombre revolucionario” y después el “hombre
productor”, sino que ambas formas de praxis son elaboradas por Marx
estrechamente vinculadas y en correspondencia con determinadas condiciones
objetivas y subjetivas que sirven de premisa a su quehacer filosófico. De
ahí que para comprender realmente el despliegue del pensamiento de Marx
en la elaboración de la teoría de la práctica, es necesario analizarlo
como un proceso sistémico, o una cadena, cuyos eslabones representan
distintos niveles de acercamiento y penetración en el objeto. No es
posible concebirlo como “estructuras funcionales” separadas unas de
otras, pues conduciría a interpretaciones erróneas de la evolución del
pensamiento de Marx. Y esta pauta metodológica para el estudio del
pensamiento de Marx, es válida también en la investigación de la
elaboración de la categoría de la práctica, si es que se desea abordar
dicho proceso como un sistema complejo, mediado por múltiples
acontecimientos y eventos.
Sin
lugar a dudas, en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, la
concepción de Marx sobre la práctica se profundiza y amplía, y con ello
su visión de la enajenación y los medios de su superación, mediante la
emancipación humana.. A pesar de que Marx aún está bajo la influencia
del antropologismo de Feuerbach, la consideración de la actividad
productiva en la autoproducción del hombre y sus relaciones sociales,
sirven de base teórico-metodológica para explicar el fundamento real de
distintos aspectos de la sociedad que incluyen las formas de la conciencia
social. “La religión, la familia, el Estado, la ley, la moral, la
ciencia, el arte, etc., son solamente -escribe Marx- modos especiales de
producción y caen bajo su ley general”
[114]
.
Aunque toda vía débilmente fundamentada, Marx deriva las distintas
formas de práctica social de la práctica productiva, así como las
relaciones sociales que se engendran en ella. Ya se esboza, con rigor teórico,
las formas de la conciencia social como expresión de las relaciones
sociales, y al mismo tiempo determinado por la práctica social. Esta
nueva perspectiva teórica inaugurada en los Manuscritos económicos y
filosóficos de 1844 devino núcleo central, alrededor del cual Marx
continuaría la elaboración de la teoría de la práctica, con sus
respectivos efectos en la concepción de la enajenación y su antítesis:
la revolución.
En
los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, la representación de
Marx sobre la relación sujeto-objeto aparece como las relaciones del
hombre con la naturaleza por lo que se hace más concreta y determinada,
si la comparamos con los Anales Franco Alemanes.
Al
superar en general el carácter empírico y metafísico de Feuerbach en la
consideración de la relación sujeto-objeto, Marx en los Manuscritos económicos
y filosóficos de 1844 considera al hombre sujeto del trabajo y a la
naturaleza objeto sobre la cual se ejerce la influencia humanizadora del
sujeto.
En
la actividad productiva el hombre humaniza la naturaleza, le impregna el
sello de su subjetividad. Es un proceso dual de objetivación y
desobjetivación, que Marx comienza a percibir a partir del papel que le
atribuye al hombre como sujeto de la actividad laboral, es decir, a través
del trabajo el hombre objetiva su ser esencial, aprehendiendo
subjetivamente la realidad que convierte en objeto.
La
relación sujeto-objeto no es considerada por Marx como un simple proceso
externo de influencias, sino como interrelación en la cual el sujeto
transforma y crea el objeto y se transforma a sí mismo.
A
partir de esta concepción, Marx concibe la industria como un resultado
del desarrollo de las fuerzas esenciales del hombre. “La industria es la
realización de hecho, histórica, de la naturaleza, y por lo tanto de las
ciencias naturales con el hombre (...) En la industria ordinaria material
(...) tenemos por delante las potencias esenciales del hombre objetivadas
en la forma de objetos sensoriales…”
[115]
.
Para
Marx el desarrollo de la historia coincide o se corresponde con el de la
industria, pues el sujeto (hombre) en su actividad productiva hace de la
naturaleza su propia obra en la medida que la transforma para satisfacer
sus necesidades.
El
análisis de la práctica (actividad productiva) hecho por Marx en los
Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 le abre nuevas perspectivas
teóricas para explicar la realidad. Apoyándose en la comprensión del
papel de la actividad productiva del hombre en la transformación de la
naturaleza, Marx considera que las ciencias de la naturaleza y las
ciencias humanas (sociales) están estrechamente vinculadas. Comparte la
tesis de Feuerbach que la naturaleza constituye la base de todas las
ciencias, pero discrepa de él en la medida que niega la naturaleza
“muerta” de Feuerbach, y la concibe como “naturaleza humanizada por
el trabajo del hombre”. “La historia humana forma parte integrante de
la historia de la naturaleza, es la historia de la humanización de la
naturaleza. Las ciencias naturales llegarán a incluir la ciencia del
hombre, lo mismo que la ciencia del hombre incluirá las ciencias natura
les: habrá una sola ciencia”
[116]
Para
Marx en la actividad práctica se vincula el hombre a la naturaleza,
coincide con ella en la medida que la transforma. Contrariamente a
Feuerbach, Marx concibe a la naturaleza como objeto del hombre y para el
hombre en la medida que hace de ella su “madre inorgánica” a través
de la práctica productiva.
En
los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, superando a Feuerbach,
Marx opone la revolución comunista a la propiedad privada. Aquí concreta
aún más la tesis enunciada en los Anales Franco Alemanes
sobre la revolución. Partiendo de la crítica del sistema
capitalista que convierte el trabajo en un proceso constante de alienación,
llega a la conclusión que es necesario sustituirlo por un sistema
comunista como condición imprescindible para la humanización del hombre.
Esta sustitución no se llevará a cabo sólo a través de la crítica,
sino que será obra de la acción revolucionaria del proletariado. “A
objeto de abolir la idea de la propiedad privada -escribe Marx- la idea
del comunismo es enteramente suficiente. Se necesita de la acción rea1
comunista para abolir la propiedad privada”
[117]
A
pesar de que aún la influencia de Feuerbach en Marx es evidente, la
comprensión del papel de la actividad productiva lo conduce a no buscar
la rehumanización del hombre, como los utópicos, a partir de un
postulado moral, sino como resultado necesario del desarrollo del
capitalismo. “Es fácil ver - escribe Marx - que todo el movimiento
revolucionario encuentra necesariamente, tanto en su base empírica, como
teórica en el movimiento de la propiedad privada; para ser más preciso,
en el de la economía”
[118]
.
Al
hacer un balance general de los Manuscritos económicos y filosóficos de
1844 dentro del conjunto de la evolución teórica de Marx, y el lugar que
ocupa la categoría de la práctica en ellos, se puede afirmar que aunque
todavía no se ha liberado del todo de la influencia de Feuerbach, ya aquí
la categoría de la práctica (actividad productiva) hace la función de núcleo
central del discurso teórico de Marx. La consideración del trabajo como
autoproductor del mismo hombre y sus relaciones en la historia constituye
un instrumento metodológico para penetrar en otras formas de la práctica
social, las cuales serán fundamentadas sólidamente en los trabajos
posteriores.
La
comprensión por Marx del carácter determinante de la práctica
productiva como autogeneradora del hombre y sus relaciones sociales le
permite arribar a una concepción nueva de la historia, diametralmente
opuesta al idealismo histórico de Feuerbach. A partir de los Manuscritos
económicos y filosóficos de 1844, Marx aborda la historia bajo la forma
de desarrollo dialéctico de las relaciones económicas y sociales, pues
comprende que la producción determina el desarrollo de la sociedad y por
lo tanto, al devenir histórico. “Intérprete de las aspiraciones del
proletariado revolucionario -escribe Cornú- lo que importaba a Marx no
era sólo la transformación de la conciencia humana, sino ante todo la
abolición de la sociedad capitalista, causa de la deshumanización de los
hombres, y en particular los proletarios. Al poner así en el primer plano
la idea de la revolucionaria, rechaza la concepción feuerbachiana del
hombre considerado como un ser contemplativo, socialmente indiferenciado;
ve en él un ser social que pertenece a una clase definida, y cuya vida es
determinada por el conjunto de las relaciones económicas y sociales. Por
ello se dedica, no tanto a estudiar la esencia general del hombre, como
las leyes del desarrollo social, y ve ya que está determinado por el
desarrollo de la producción”
[119]
De
este modo, tomando como punto de partida actividad práctica se revolucionó
el concepto de enajenación, pues para el joven Marx, la objetivación de
la esencia humana no sólo es alienación, sino ante todo materialización
de las fuerzas esenciales del hombre, que sólo en determinadas
condiciones históricas de la sociedad capitalista deviene proceso
progresivo de enajenación. El hecho de tomar como punto de partida la práctica
productiva le permite a Marx superar el humanismo abstracto de Feuerbach,
así como explicar racionalmente el movimiento histórico, en el cual el
hombre es sujeto activo del devenir. Un sujeto integrado a una estructura
social, engendrada por su propia actividad práctica.
Esta tesis en lo adelante marcará el rumbo teórico de Marx.
Ciertamente,
en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, la práctica
(actividad productiva, trabajo) ocupa un lugar central en la reflexión teórica
de Marx, pero no se reduce a ello, pues de la propia crítica del
capitalismo Marx deduce la necesidad de la práctica revolucionaria
(“acción real”. Además, ya Marx crea determinadas premisas que lo
conducirán a la comprensión de otras formas de la práctica social. En
los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, Marx da pasos firmes
en el entendimiento de la distinción existente entre la actividad
espiritual (“crítica teórica”) y las transformaciones que conducen a
cambios empíricamente registrables (crítica práctica que produce
cambios estructurales) en las condiciones de existencia.. Estos nuevos
elementos de la teoría de la práctica en formación, descubiertos por
Marx, le permiten abordar más concretamente las relaciones
sujeto-objeto y sujeto – sujeto en la sociedad, y con ello, los
conceptos enajenación, emancipación, humanismo y revolución con sentido
cultural, adquieren nuevas determinaciones.
En
las tesis sobre Feuerbach, a pesar de su carácter epigramático y aforístico
esta nueva concepción de la relación práctica – enajenación, mediada
por la cultura
[120]
, deviene concreta y sienta nuevas premisas. Por
eso exige abordar la realidad subjetivamente, entendida ésta como praxis
que une indisolublemente sentimiento y razón. En la concepción de Marx
se soslaya toda
cosmovisión subordinada a la razón instrumental y
objetivizante.
Al
criticar la concepción de la
esencia
humana abstracta, Marx postula su nueva concepción del hombre y de la
historia. Sencillamente, la esencia la constituye el conjunto de las
relaciones sociales, producidas en su quehacer práctico- espiritual.
Los
presupuestos teóricos feuerbachianos que servían de fundamento a su
concepción lo condujeron a no poder explicar la conciencia social como un
producto de las condiciones reales existentes, por eso Marx le critica su
teoría sobre el sentimiento religioso y la religión en general.
Según
Marx, la concepción antropologista abstracta de
Feuerbach, le conduce a no ver que, el sentimiento religioso es
también un producto social y que el individuo abstracto que él analiza
pertenece, en realidad, a una determinada forma de sociedad.
Feuerbach
no concibe el sentimiento religioso como un fenómeno social, ve su
esencia, su causa, semejante al del individuo y la sociedad, desde un
punto de vista antropológico. Para él, la religión es un resultado de
la contradicción entre el individuo y el género, la especie, contradicción
que conduce a que el individuo no se realice en su comunidad genérica,
por lo que deposita entonces en Dios, la esencia de la especie, que hace
de él, hombre. Esto, según Feuerbach, es la causa de su progresiva
enajenación.
Tal
y como explica Marx, la liberación del hombre abogada por Feuerbach, es
una liberación abstracta, una liberación en el plano de la especulación
pura. Tal liberación que no se proponga ver las fuentes materiales reales
que impiden su realización, se queda sólo en los razonamientos lógicos,
no traspasa el umbral del pensamiento especulativo, y por ello, no está
en condiciones de aportar los medios para su consecución real.
Estas
premisas sirven de base para exponer las tesis primarias del materialismo
histórico, sobre el carácter determinante del ser social con respecto a
la conciencia social, así como abordar las relaciones materiales sociales
e ideológicas en su naturaleza sistemática y desentrañar dentro de
ellas las relaciones económicas como las determinantes. A partir de esta
premisa iniciará la creación del cuerpo teórico
de su nueva filosofía, así como aportar las razones
suficientes de la génesis de la enajenación y las posibilidades reales
de su superación.
Se
trata de un proceso complejo, que transcurre con inusitada rapidez. Si
en las tesis exige abordar la realidad subjetivamente y enuncia la
idea capital que la vida es esencialmente práctica, en La
ideología Alemana, conjuntamente con Engels, aborda la conciencia,
como el ser consciente, y el ser de los hombres, como
resultado de su vida real y práctica.
A
pesar de que aún algunos conceptos no son expresados en toda su madurez,
en esta obra se exponen las tesis fundamentales de la nueva concepción
del mundo, la cual tiene por fundamento el reconocimiento del carácter
primario del ser y secundario de la conciencia.
El
desarrollo multilateral de la categoría de la práctica que tiene lugar
en La ideología alemana, sirve de base a los fundadores del marxismo para
dar una solución dialéctico-materialista al problema fundamental de la
filosofía, pues ahora no se trata sólo de reconocer el carácter
primario de la naturaleza, sino además, de comprender el ser de los
hombres como proceso real de su vida, es decir, como práctica social. A
diferencia del materialismo antropológico de Feuerbach, Marx y Engels no
consideran la realidad como pura naturaleza externa, sino como ser social,
es decir, parten de la tesis que los hombres a través de su actividad práctica
humanizan la naturaleza, integrándola a la realidad social. Esta tesis
expuesta ya en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, alcanza
aquí un nuevo nivel de profundización, sobre la base del conocimiento de
las
leyes y regularidades
sociales.
A
partir de la concepción de la práctica corno fundamento de toda relación
humana, Marx y Engels comprenden que lo material y lo ideal sólo
constituyen antítesis absolutos en la determinación de la prioridad
gnoseológica del primero, ya que ambos contrarios dialécticos devienen
idénticos a través de la práctica social. Esta solución científica al
problema de la dialéctica entre lo ideal y lo material, rompió tanto con
la interpretación materialista metafísica que separa al hombre de la
realidad, como también con el idealismo que lo aborda abstractamente.
Este
nuevo enfoque en la investigación de la sociedad que tiene como premisa
el reconocimiento de determinadas regularidades históricas y el quehacer
práctico del hombre, Marx y Engels lo contraponen a la filosofía
especulativa y a la historiografía idealista alemana que, invirtiendo el
proceso real, trata de explicar la realidad a partir de las ideas y no las
ideas de la realidad que expresan.
Este
modo de explicar la historia a partir de determinadas premisas materiales
y la acción real de los hombres, llevan a Marx y Engels a exponer científicamente
la esencia del mundo espiritual del hombre, pues las distintas formas de
la conciencia social son un proceso complejo – constructivo
de las condiciones reales de la propia existencia de los hombres,
los cuales por medio de su actividad práctica cambian las circunstancias
y se transforman a si mismo.
Esta
nueva concepción del mundo aporta los elementos necesarios (teóricos y
prácticos) para fundar una teoría que no sólo explique la enajenación
del hombre, sino además cómo producir las condiciones de su desalineación.
Miseria
de la Filosofía (1847) y el Manifiesto del Partido comunista (1848) dan
cuenta de ello, entre otras obras.
En
El Capital el tema de la enajenación, ya sobre las bases de los nuevos
descubrimientos, es asumido, para explicar cómo en la sociedad
capitalista las relaciones entre los hombres se fetichizan, se objetivan,
se cosifican, a través de la mediación mercancía, como proceso de
deshumanización progresiva. “Según Marx es la apariencia que adquieren
las relaciones de producción en la sociedad capitalista basada en la
producción de mercancías. En dicho sistema socio-económico, las
relaciones entre los hombres se ocultan tras la aparente relación con las
mercancías. De esta manera, las relaciones entre los hombres se
convierten, aparentemente, en relaciones entre cosas y, en definitiva, los
hombres son considerados también como cosas, al ser su trabajo también
una mercancía. El mecanismo que conduce a esta forma de fetichismo es el
de la desaparición del valor creado por el trabajo en el mero valor de
cambio de las mercancías. Todo el trabajo humano desaparece en la mercancía,
que solamente posee este carácter en tanto que simple objeto de cambio
(por dinero, por ejemplo), dejando de lado el hecho de haber estado
producidas por trabajo humano. De esta manera, dicho trabajo se equipara
solamente con la mercancía. La misma fuerza de trabajo humana se
convierte en una mercancía más, y el trabajador aparece a su vez como
una «cosa».
Es,
pues, el producto de la reificación y forma de alienación de valores
concretos del trabajo en beneficio de los valores ideológicos del
capital. Bajo el fetichismo de las mercancías las relaciones sociales
determinadas entre los hombres aparecen a éstos bajo la forma fantástica
de relaciones entre cosas”
[121]
.
Esta
cosificación de las verdaderas relaciones humanas impide la aprehensión
cultural humana. Fuerzas extrañas al hombre lo dominan y esclavizan. La
mediación de la mercancía, convertida en fetiche, hace del hombre una
cosa más entre las cosas
[122]
.
La
producción intelectual de Marx y el marxismo creador, que dio continuidad
a su obra, como filosofía de la praxis, de la subjetividad, del cambio,
está penetrada de sentido histórico – cultural y complejo. Por eso en
ella los conceptos enajenación, praxis y cultura, devienen totalidad dialéctica
inseparable para explicar la realidad actual y cambiarla humanamente. Una
realidad donde la aprehensión cultural del hombre resulta quimérica, en
la medida que la enajenación impuesta, separa al hombre de su obra y lo
convierte en objeto.
La
praxis como núcleo esencial de la actividad humana y categoría central
de la filosofía marxista.
La
determinación del status filosófico de la actividad y su asunción como
objeto específico de la reflexión filosófica, se revela como un momento
esencial del contenido revolucionario que inaugura el marxismo en la
historia de la filosofía.
La
Filosofía Clásica Alemana, y especialmente Hegel, otorgó una dimensión
cosmovisiva a actividad y la fijó como instrumento teórico-metodológico
de su sistema filosófico, sin embargo, el carácter idealista de su
concepción del mundo le impidió concebir la práctica como núcleo
determinante de la actividad. En Hegel, la actividad corno tal, refiere al
movimiento de concreción del principio espiritual, y la práctica, la
forma fenoménica del autoconocimiento y determinación del absoluto; es
decir, el filósofo clásico alemán no fue capaz de revelar la
determinación práctico-material del pensamiento y toda la vida
espiritual del hombre.
En
el marxismo, por primera vez en la historia de la filosofía, las categorías
actividad-práctica- reflejo, se imbrican indisolublemente en un proceso
de mediación dialéctica compleja del
devenir objetivo - subjetivo, donde lo ideal resulta expresión de
lo material, mediado por lo práctica. Esta nueva perspectiva de análisis
dio la clave para explicar sobre bases científicas el proceso de
objetivación y desobjetivación de la actividad mana, así como concebir
a esta última, como expresión categorial que sintetiza los aspectos
objetivo y subjetivo de la realidad social.
El
hombre en su actividad práctica humaniza la naturaleza, la convierte en
el objeto del conocimiento y la valoración, en dependencia de sus
necesidades e intereses. En este proceso ininterrumpido el hombre asume la
realidad y la integra a su ser esencial como existencia humana realizada,
devenida objeto en y por el hombre. Al mismo tiempo este proceso, mediado
por la práctica, el trabajo, en su integridad, condiciona la elevación
del hombre como ser mediato, como sustancia social que posee fines e ideas
capaces de proyectar el resultado que la necesidad exige, así como guiar
la práctica en su realización efectiva.
La
actividad, como modo de existencia y desarrollo de la realidad social y síntesis
de lo objetivo y lo subjetivo, posee una connotación cosmovisiva y
metodológica general, lo cual determina un lugar específico en el objeto
de la filosofía marxista y con ello además, un elemento esencial a tener
en cuenta en la definición de la naturaleza y especificidad del
conocimiento filosófico y su relación con las ciencias y las formas
valorativas de la conciencia social y la práctica.
La
determinación cosmovisiva de la actividad humana, nucleada en torno a su
fundamento esencial: la actividad práctica, no conduce en
modo alguno hiperbolizar su lugar, ni hipostasiar del objeto de la
filosofía otros momentos esenciales
de la realidad, ni tampoco sustituir todo el rico universo que
asume la filosofía a través de su sistema categorial, incluida la
actividad . Se trata ante todo, de determinar en el marco del sistema
categorial del marxismo aquel eslabón o categoría-célula que sintetiza
y compendia su contenido fundamental, es decir, la relación entre lo
ideal y lo material, mediado por la praxis y concretado en la cultura.
Esto
no significa la negación de la primacía de lo material respecto a lo
espiritual. Todo a contrario, fija el principio monista marxista de que
todo lo que existe es material o expresión de su desarrollo. El problema
es otro: ubicar el lugar de una categoría en el sistema teórico
marxista. Revelar la esencia de la consecución categorial y sus
relaciones recíprocas en la aprehensión-refleja de la realidad, hasta
desentrañar la categoría que sirva de punto de partida para explicar el
movimiento de la teoría en la asunción
aprehensiva de la realidad.
En
esta empresa es necesario, por supuesto, fijar la atención en Marx. Ya
desde la tesis sobre Feuerbach define la vida como esencialmente práctica
y exige abordar la realidad subjetivamente, así como la necesidad de
asumir la práctica racionalmente, y en La Ideología Alemana conceptúa
la conciencia como el ser consciente y el ser de los hombres como un
resultado de su vida real y práctica, en tanto es en la praxis, como
relación esencial sujeto-objeto, donde lo ideal y lo material se
convierten recíprocamente. La actividad en su determinación efectiva, en
su expresión esencial, como práctica, como trabajo, media y sintetiza
los aspectos material y espiritual de la realidad social. Y en esta
dirección, condiciona todo el proceso de aprehensión teórico-práctica
de la realidad. La relación entre lo ideal y lo material, se revela y con
creta en la relación sujeto-objeto, como expresión determinada de la
relación hombre-mundo. Es en la relación sujeto
- objeto, en la que se resuelve la contradicción dialéctica entre
lo material y lo espiritual, a través de un proceso de conversión recíproca
e interpenetración de los contrarios, cuyo devenir se funda en la
actividad práctica.
Es
en esta lógica de razonamiento que Lenin expresa y fundamenta la tesis de
que materia y conciencia son contrarios antitéticos absolutos sólo en un
campo muy restringido, es decir, en la prioridad gnoseológica de lo
material respecto a lo espiritual. Fuera de estos límites la contraposición
resulta relativa. La definición leninista del carácter relativo de la
contraposición entre lo ideal y lo material, tiene como fundamento la
asunción de la actividad práctica y su mediación dialéctica en la
relación sujeto – objeto y sujeto – sujeto. La intelección de este
problema conduce inexorablemente a la tesis de que lo conciencia no sólo
refleja a materia sino que la crea; en la medida que el hombre en su práctica
social convierte la realidad de “cosa en sí”, en cosa para nosotros,
es decir, la integra a su mundo social.
Al
asumir la tesis marxista del carácter creador de la conciencia,
generalmente en la literatura filosófica se reduce a su independencia
relativa, determinada por la continuidad del desarrollo de las ideas en su
nexo históricamente hereditario, por la posibilidad de retrasarse o
adelantarse a la realidad existente y por el papel activo de la ideología.
Sin embargo, hay derivaciones metodológicas profundas que no se deducen
en toda su concreción, en su fundamento esencial. El problema es más
profundo, pues la conciencia es ante todo ser consciente de los hombres,
donde la subjetividad humana, sus ideas, sus fines devienen leyes de la
actuación del hombre, que engendrados en un proceso práctico-objetivo,
estimulan y dirigen la actividad práctica del hombre.
Esto
no niega el determinismo dialéctico-materialista. Todo lo contrario, lo
presupone. Se trata de concebir la realidad objetiva como contenido del
mundo espiritual, pero al mismo tiempo, asumir el reflejo en su mediación
práctico-creadora. La tesis marxista-leninista en torno al carácter
relativo de la contraposición materia-conciencia, fundada en el papel y
las funciones derivadas de la práctica social, afirma el principio del
monismo dialéctico-materialista. La conciencia, el mundo espiritual del
hombre no constituye un ente separado de la realidad sustancial, es su
producto superior, engendrado en el trabajo creador.
La
conciencia del hombre, la posibilidad de aprehender o reflejar la realidad
a través de imágenes subjetivas, tanto desde el punto de vista histórico
genético, como lógico encuentra su explicación y su fundamento en la
actividad práctica social. La génesis de lo ideal, concebida en su
proceso, como resultante de la actividad práctica del hombre, del trabajo
creador, reafirma el principio del desarrollo de la materia en su
transitar evolutivo de formas inferiores a formas superiores. Proceso
regular que en correspondencia con la complicación estructural de la
materia engendra formas nuevas de reflejo, hasta la aparición de lo
ideal, como reflejo social, propio del hombre y expresión suprema de su
actividad práctica.
Al
mismo tiempo, el fundamento práctico de lo ideal no sólo se explica en
su determinación histórico-genética, sino también en sus consecuencias
lógicas, en su expresión conceptual. Las categorías, como síntesis-refleja
del contenido esencial aprehendido de la realidad, encarnan la actividad
práctica milenaria de los hombres. En la actividad práctica social el
hombre transforma la realidad, la convierte en objeto del conocimiento y
de la valoración, y mediante los sistemas categoriales la fija y concreta
en su esencialidad. En este sentido, las categorías son expresión de las
leyes reveladas por el hombre en su actuación práctica, es decir, formas
lógicas que reflejan y compendian la propia historia del conocimiento y
la práctica social del hombre.
La
actividad humana, en su determinación esencial, desplegada como práctica,
como trabajo, media la relación sujeto-objeto, y sujeto – sujeto,
y al mismo tiempo deviene como síntesis de lo ideal y lo material
en su transición dialéctica compleja, para encarnarse en la cultura.
Este proceso no se opera a manera de una negación metafísica que
implique la destrucción de un polo de la contradicción, sino corno
superación dialéctica que se traduce en una síntesis concreta rica en
determinaciones; expresada como devenir social en el proceso y los
resultados de la actividad práctica del hombre, cuya revelación efectiva
aparece como medida del conocimiento y la universalidad del hombre, en la
cultura.
De
lo expuesto se deduce
el
lugar preeminente de la categoría práctica en el sistema filosófico
marxista-leninista, es decir, su ubicación como categoría que sirve de
punto de partida en el movimiento lógico-conceptual de la teoría en la
asunción y aprehensión de la realidad.
Las
posibilidades teóricas inherentes a lo categoría de la práctica en la
explicación de la teoría marxista se fundan en la naturaleza de la práctica
humana, corno actividad material adecuada a fines, cuyo proceso deviene síntesis
de lo ideal y lo material, que se traduce y completa en un resultado
objetivo. Esta especificidad, propia de la actividad práctica determina
la singularidad de la producción humana, cuyos resultados, primero se
encauzan en su proyección ideal y después en su determinación efectiva,
real y objetiva.
Al
mismo tiempo, estas posibilidades en su expresión teórica categorial
afirman a la práctica como eslabón fundamental en el sistema categorial
del marxismo, es decir, como punto de partida para explicar la génesis,
el desarrollo y, en fin, el devenir dialéctico del aparato categorial con
que opera la teoría. La realidad objetiva es la fuente, el contenido de
la teoría y las categorías que la constituyen. Sin embargo, la actividad
práctica es condición y premisa de su aprehensión y fijación
categorial.
Esto determina el
carácter histórico - cultural de las categorías y su constante renovación
y enriquecimiento.
Las
múltiples determinaciones en que se manifiesta y revela la actividad práctica
avalan su valor teórico-metodológico en la investigación del sistema
filosófico marxista. El análisis del objeto, funciones y especificidad
del conocimiento filosófico al margen de la consideración de la
actividad humana resulta estéril. Excluir este aspecto reduciría la
filosofía marxista-leninista a los sistemas tradicionales ya superados.
Marx en las Tesis sobre Feuerbach, arremete contra la especulación y la
metafísica en sus diversas representaciones, proclamando a título de
exigencia insoslayable, nuevas premisas y perspectivas de análisis, las
cuales revela
una nueva
concepción del mundo y el papel del hombre en su acción transformadora,
a partir de una profunda comprensión de la actividad humana, en sus
momentos objetivo y subjetivo. En la concepción de Marx no basta sólo
con reconocer el carácter primario del ser respecto al pensar- principio
asumido por el materialismo anterior-, sino además, concebir el pensar
como ser consciente, es decir, como reflejo productivo, activo, humano,
social, mediado por la práctica.
Las
nuevas premisas que inaugura el marxismo superan dialécticamente tanto al
materialismo como al idealismo. Si ciertamente Feuerbach comprendió el
momento sensorial, material de la actividad humana desde el punto de vista
antropológico, fue incapaz de fijar el momento subjetivo, creador, del
hombre. Por el contrario, el idealismo concibe el aspecto subjetivo de la
actividad, pero desconoce la actividad materia, real, concreta, como tal.
Sólo el marxismo resuelve el problema a partir de una comprensión sistémica
de la actividad que penetra en su estructura y ubica la actividad material
práctica como el núcleo en torno a la cual interaccionan los restantes
elementos de la actividad humana
.
Por eso el marxismo es ante todo, una filosofía de la praxis, de la
subjetividad.
El
marxismo concibe la actividad como modo de existencia de la realidad
social y al mismo tiempo fija la práctica como esencial relación su
jeto-objeto, y sujeto – sujeto, que posibilita la transición recíproca
de lo ideal y lo material en el devenir social. Este nuevo enfoque del
problema descubierto por la filosofía del proletariado que fija a la
actividad humana, y con ella al hombre en relación práctica con el
mundo, como centro del que hacer filosófico, revolucionó la filosofía,
y aportó nuevas premisas metodológicas para la investigación del objeto
y funciones de la filosofía.
La
consideración de la actividad práctica como núcleo de la actividad
humana y en calidad de premisa de partida en el análisis de la filosofía
marxista, se convierte principio metodológico insoslayable en la
intelección y solución del problema. Es imposible abordar el objeto de
la filosofía marxista, la especificidad del saber filosófico, sin tener
en cuenta la actividad humana. La propia estructura de la actividad
(conocimiento, praxis, valor y comunicación) y las condiciones generales
en que se realizan (necesidad, interés, fin, medios, condiciones, hasta
el resultado final), integran a manera de síntesis concreta lo ideal y o
material en su acción recíproco, aspecto central en el objeto de la
filosofía marxista, y elemento definitorio en la determinación de la
especificidad cualitativa del saber filosófico – integrador, con elan
cosmovisivo – cultural.
Las
leyes más generales de la dinámica y el desarrollo de la naturaleza, la
sociedad y el pensamiento, devienen, se fijan, como reproducción teórico
- práctica de la realidad. Su universalidad no se determina por la suma
cuantitativa de la realidad que abarca, sino por el nivel de concreción y
esencialidad con que aprehende la realidad en relación con el hombre. El
saber filosófico y el universal concreto en que se funda y refiere su
objeto, aparecen corno la síntesis de lo ideal y lo material, lo cual se
fija en la estructura lógica de la teoría en calidad de principios,
leyes y categorías. Cada principio, ley, categoría, resulta una
reproducción teórico-refleja de la realidad, sobre la base de la
actividad práctica.
El
reconocimiento de la relación interna de la filosofía marxista con la
actividad humana y, ante todo, con la actividad práctica, constituye el
fundamento esencial para penetrar en la propia estructura del sistema teórico
marxista y revelar las múltiples determinaciones que asume en la
aprehensión de la realidad, así como su sentido social, en tanto
autoconciencia teórica de la clase portadora del progreso, que es al
mismo tiempo ciencia e ideología y núcleo teórico de la concepción
científica del mundo. Estas determinaciones y funciones se revelan y
encuentran su explicación racional sólo en la medida en que se asuma la
actividad humana, y su núcleo integrador: la actividad práctica, como
momento esencial del objeto de la filosofía, en tanto expresa el sistema
de relaciones hombre-mundo, sujeto-objeto, sujeto – sujeto, y su
concreción
como síntesis de
lo material y lo ideal.
La
asunción consciente del lugar de la actividad humana en el objeto de la
filosofía marxista deviene principio metodológico insoslayable en la
determinación de la especificidad del saber filosófico. La propia
actividad en tanto tal, refiere a la relación hombre-mundo, y en su modo
de existencia social, aparece corno relación sujeto-objeto, donde el
sujeto no representa a un ente o principio portador de cualidades, sino al
hombre sociohistóricamente determinado, portador de la práctica social;
y el objeto como aquella realidad humanizada por el hombre, e integrada a
su actividad.
La
relación intrínseca entre la filosofía y la actividad humana se hace
evidente e inteligible en todos los dominios del quehacer social, pues el
propio saber filosófico, como expresión
teórica de a realidad está mediado por la práctica. El saber
filosófico y el sistema categorial que lo integra en la reproducción de
la realidad se manifiestan corno síntesis de la actividad cognoscitiva,
valorativa, práctica y comunicativa, donde conocimiento y valor se
penetran recíprocamente y devienen
desprendimiento
de la propia práctica social.
La
especificidad cualitativa de la filosofía marxista de ser ciencia e
ideología, se funda en su propio objeto y en el modo como lo refleja y
aprehende. La aprehensión-refleja de la realidad en la filosofía
marxista, no refiere sólo al conocimiento, al aspecto gnoseológico que
conduce a develar la esencia de las cosas, a la verdad científica, sino
además al valor, al momento valorativo que revela la significación de
las cosas para el hombre, en relación con las necesidades e intereses
siempre en ascenso de los hombres. La reproducción teórico- práctica de
la realidad por el hombre siempre integra de modo concentrado los momentos
cognoscitivo y valorativo de la actividad humana en su unidad dialéctica,
en su síntesis. Ciencia e ideología en la filosofía marxista-leninista
están estrechamente vinculadas, pues los intereses del proletariado,
engendrados en las necesidades prácticas alcanzan su máxima expresión
en los valores ideológicos, los cuales coinciden con el curso general de
la ciencia, la estimulan y aceleran, siempre que expresen su ser esencial.
La
categoría actividad en su determinación fundamental, como práctica,
cumple una función teórica y metodológica con significación de
principio en la filosofía, en la medida que penetra la esencia del
devenir histórico en estrecha vinculación con el mundo natural que el
hombre convierte de modo ininterrumpido en realidad social, en naturaleza
humanizada. Todo el mundo social en sus aspectos material y espiritual
encarna la actividad milenaria de los hombres, hasta concretarse en la
cultura. “En el proceso de su actividad -escribe V. Mezhuiev los hombres
producen, ante todo las condiciones materiales de su existencia: medios de
vida y medios de trabajo. Simultáneamente producen las formas de
relaciones correspondientes a estas condiciones: económicas, políticas,
etc. Conjuntamente con la producción de la vida material los hombres
producen su conciencia: ideas, representaciones, conocimientos. En otras
palabras, en el proceso de la producción social los hombres crean toda la
conjunción de premisas materiales y espirituales de su existencia en la
sociedad, crean la propia sociedad y por consiguiente, su existencia
social.”
[123]
Además,
en el devenir práctico – espiritual del hombre aparecen las grandes
ideas que señalan horizontes y las grandes utopías con pensamiento alado.
Las ideas, su inagotable riqueza, la fuerza y vitalidad con que operan, se
fundan en la actividad práctica y al mismo tiempo recíprocamente las
impulsan y actualizan. El valor de las ideas se revela en la actuación práctica
del hombre y da cuenta del movimiento direccional en que se despliega la
dialéctica necesidad histórica-actividad consciente de los hombres en el
tránsito de la necesidad a la libertad. La libertad como posibilidad real
del hombre de poner los fines, deviene como asunción práctica de la
necesidad en el proceso de aprehensión de la realidad. |