La filosofía en su historia y mediaciones 

11. El marxismo como filosofía de la praxis. Esencia del viraje en la historia de la filosofía
© 2008 Rigoberto Pupo Pupo 
Rita M. Buch Sánchez

por Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo

Gentileza, para Letras-Uruguay, del Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo

Ya en las Tesis sobre Feuerbach (1845) Marx   inicia una revolución en la historia de la filosofía, fundada en una nueva concepción del hombre, la actividad humana y la cultura. Nuevas premisas avalan el gran cambio, particularmente la comprensión de la praxis como esencial relación sujeto – objeto y sujeto – sujeto, en un proceso donde lo ideal y lo material, se convierten recíprocamente, devienen idénticos.

La filosofía marxista como filosofía de la praxis y de la subjetividad humana, no sólo está en condiciones de explicar el mundo, como hacía la filosofía anterior, en general, sino transformarlo, en función de los intereses de las grandes masas, que son realmente las que hacen la historia y la cultura.

Para comprender cómo el marxismo deviene dialéctico – complejo, con una nueva concepción de la historia, mediado por la praxis, es necesario hacer una breve historia de dicho proceso.  

La práctica y la filosofía marxista. Evolución del pensamiento de Marx. Condicionamientos, influencias, rupturas.  

En el proceso de la evolución   filosófica de Marx, desde su Tesis doctoral, la Gaceta del Rhin, el período intermedio en que escribe la Crítica del derecho político hegeliano, hasta los Anales   Franco Alemanes (1844) su concepción de la práctica ha ido logrando nuevas determinaciones [103] . Ya en 1844, Marx aborda la práctica como actividad material transformadora, haciendo énfasis especial en la revolución, en calidad de práctica política decisiva del proletariado. Esta concepción encontrará un nivel superior de concreción en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, obra donde Marx expone la significación de la práctica productiva, es decir, una nueva forma de práctica social, la determinante, sin la cual es imposible comprender las otras formas de praxis humanas, en sus determinaciones y condicionamientos [104] .

Los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 son escritos bajo la influencia directa del proletariado francés, de los estudios realizados por Marx,   la Revolución francesa, así también como de sus investigaciones en la economía política.

Ya desde febrero de 1844, Marx se dirige al estudio profundo de los clásicos de la economía política (Say, Sharbek, Smith y Ricardo). En esta dirección asumida por Marx, desempeñó un gran papel el trabajo de Engels Esbozo de una crítica de la economía, obra que ayudó a Marx a considerar e1 régimen capitalista en sus relaciones con el desarrollo general de la historia, y a concebir su supresión como resultado de su desarrollo dialéctico.  

Gran significación tuvo para Marx la influencia de Mosses Hess, pues lo dotó de ideas nuevas en relación con   la naturaleza de la actividad humana y la enajenación. Se reconoce a Hess el mérito de haber mostrado que la acción, considerada como actividad concreta, práctica, constituye lo esencial de la vida humana, y que la alienación debe ser concebida como una alienación social, engendrada por el régimen de la propiedad privada» [105] .  

Partiendo de estas premisas se da el encuentro de Marx con la economía política, el cual se manifiesta como reacción crítica ante ella y búsqueda exigente de su fundamento.  

Para Marx la economía política parte del reconocimiento de la propiedad privada, pero no la explica. La economía política no penetra en el movimiento de la propiedad privada y en sus correspondientes efectos. Le interesa el trabajo sólo como fuente de las riquezas, pero en modo alguno explica el trabajo enajenado en las condiciones del capitalismo.  

De la crítica a la economía política y a la sociedad burguesa, Marx deduce el concepto trabajo enajenado, categoría que sirve de hilo conductor de toda la obra y a través del cual tiene lugar la crítica.  

En el proceso de desarrollo de la categoría de la práctica los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 constituyen un momento significativo, pues aquí Marx centra la atención en la práctica, como actividad o trabajo. A partir de esta concepción se penetra en otras formas de la práctica social, derivadas de la actividad laboral de lo hombres.  

Marx demuestra cómo en las condiciones de la sociedad. Capitalista la actividad productiva de los hombres deviene trabajo enajenado. “Nosotros partimos de un hecho económico real - escribe Marx-.   El obrero se hace más pobre mientras mayor riqueza produce, mientras más aumenta su producción en poderío y extensión (...) El valor creciente del mundo de las cosas determina la directa proporción de la devaluación del mundo de los hombres…

“Este hecho expresa sólo que el objeto que produce el trabajo -el producto del trabajo- se le opone como algo alienado, corno un poder independiente del productor” [106]  

Marx señala «que el producto del trabajo es el trabajo objetivado en un objeto, que se ha hecho material”… Sin embargo, «en las condiciones analizadas por la economía política esta realización del trabajo aparece como una pérdida de realidad para los trabajadores; la objetivación como la pérdida del objeto y servidumbre del objeto; l apropiación como enajenación” [107]  

A diferencia de Feuerbach, para Marx el régimen capitalista basado en la propiedad privada que da al trabajo el carácter de trabajo alienado, se opone a la actividad libre, consciente y universal, por medio del cual el hombre se crea verdaderamente, pues   el propio producto se convierte en objeto en el cual los hombres alienan sus fuerzas creadoras y esenciales  

Además, en la medida que el trabajo deviene   enajenado, pierde su función social, se convierte en instrumento deshumanizador. En este proceso se cosifican las ‘verdaderas relaciones humanas y en lugar de relaciones entre los hombres, se establecen relaciones entre los objetos, que se traducen en un constante cambio de productos del trabajo alienado.  

La categoría trabajo enajenado sirve a Marx de base metodológica para realizar un análisis económico - filosófico del hombre y su actividad en la sociedad capitalista. Marx no reduce la enajenación sólo al producto del trabajo, sino que a partir de él, presenta también como forma enajenada del hombre el propio acto de la producción, la naturaleza, la esencia genérica y por lo tanto, las mismas relaciones con el resto de los hombres. Al mismo tiempo, concibe otra forma peculiar de alienación, la referente al capitalista, pues se apropia del producto del obrero. Ahora bien, dentro del proceso general de la alienación de la actividad y la actividad de la alienación que tiene lugar, sus efectos no son iguales para el obrero y el capitalista, pues “éste hace con aquél, lo que aquél no puede hacer con éste”, es decir, que en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 ya Marx, a diferencia de Feuerbach, empieza a penetrar en el terreno de las clases, pues ‘si el producto del trabajo no pertenece al obrero, si lo enfrenta como un poder extraño, esto solo puede ocurrir porque pertenece a otro hombre que no es el obrero. Si la actividad del obrero constituye un tormento para él, para ‘otro debe significar deleite y la alegría de su vida.  

Aunque no ha rebasado todavía totalmente la influencia de Feuerbach, es necesario destacar que la comprensión del trabajo, de la actividad productiva por Marx, lo conduce a exponer ideas embrionarias de la nueva filosofía.   Ya en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, Marx sienta las premisas del conocimiento de las relaciones de producción, pues para Marx la actividad productiva no sólo produce objetos, sino también determinadas relaciones de sujetos opuestos entre sí, por su lugar en la producción.  

Si Feuerbach no pudo explicar qué es lo que hace social al hombre, reduciéndolo sólo a la comunicación abstracta del yo y el tú, Marx, a partir de la comprensión del significado de la práctica productiva, da pasos sólidos en la explicación de las causas que determinan el carácter social del hombre y las posibilidades reales de ser sujeto. He ahí la relación estrecha entre enajenación, emancipación, praxis y humanismo.  

En primer lugar, Marx libera de la especulación idealista hegeliana la tesis racional de que el hombre se autoproduce en el trabajo, mostrando cómo en la actividad productiva el hombre se crea, es decir, el trabajo no sólo enajena al hombre en determinadas condiciones históricas, sino que al mismo tiempo lo crea, o sea, niega al hombre y lo afirma como tal. En la actividad productiva transformadora el hombre objetiva su ser esencial y deviene ser social en la medida que se eleva como ser consciente sobre su propia naturaleza. De aquí se deduce que la objetivación   material, la producción, representa en sí par Marx el elemento determinante que hace al hombre un ser esencial. “Al crear un mundo objetivo con su actividad práctica -escribe Marx- al elaborar la naturaleza inorgánica el hombre prueba ser un ser esencial consciente” [108] pues a través de su actividad transformadora humaniza la naturaleza, la subjetiva   y realiza así “la unidad orgánica del sujete y el objeto, del hombre y de la naturaleza que se vuelve cada vez más imagen, el reflejo de la auto- creación del hombre” [109] .

A partir de esta concepción de la actividad productiva, como base del devenir social, Marx destaca los rasgos distintivos del hombre en calidad de ser esencial “genérico”, que se realiza, crea y reafirma en su trabajo. Sin embargo, el animal es un ser natural, pero no esencial, no consciente de su propia actividad dirigida a un fin. “E! animal -señala Marx- es inmediatamente idéntico con su actividad vital. No se distingue de ella. Es su actividad vital. El hombre hace de su actividad vital el objeto de su voluntad y de su conciencia” [110] , pues subordina su propia actividad a la razón y a la voluntad en correspondencia con los fines y valores, proyectados de antemano, crea con su actividad práctica   su propio mundo. Al igual que el hombre, el animal vive de la naturaleza, pero no es capaz de cambiarla en beneficio propio, su actividad vital no se diferencia de la naturaleza; sin embargo, el hombre humaniza la naturaleza a través de su actividad transformadora. A través de la práctica productiva el hombre deviene ser esencial consciente, cuyas relaciones con la naturaleza y los otros hombres están mediadas por una serie infinita de eslabones.  

La comprensión de la práctica productiva como base de la relación del hombre con la naturaleza, le permitió a Marx desentrañar la esencia del proceso de objetivación y desobjetivación de la conciencia y la actividad del hombre en la sociedad, y con ello, ver profundamente la necesidad de la emancipación humana Naturalmente, esta tesis Marx y Engels la desarrollaron a un nivel superior en los trabajos posteriores, pues en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, como obra transicional, las tesis de la nueva concepción del mundo aún llevaban el signo de la influencia antropológica de Feuerbach, de ahí que la propia terminología todavía sea imprecisa y el contenido en cierto modo abstracto [111] .  

Ahora bien, la comprensión teórica de la autoproducción del hombre mediante el trabajo, le permite a Marx fundamentar el carácter social del hombre. A diferencia de Feuerbach, Marx comprende que el hombre es un resultado de la sociedad, engendrado por la colectividad en su actividad productiva, en relación con la “naturaleza inorgánica” y los propios hombres Si en Feuerbach la determinación social del hombre le es dada en su unidad genérica-antropológica con el resto de los hombres, en Marx, el fundamento de la esencia social del hombre la determina la producción material como forma genérica específica de la actitud de los hombres. Según T. 1. Oizerman, para Marx. “la producción es el fundamento de todas las demás formas de actividad del individuo por cuya razón éste posee un carácter social” [112]  

Es cierto que la Filosofía Clásica Alemana, especialmente Hegel, contribuyó a la superación de la robinsonada sociológica y gnoseológica presente en la filosofía, pero en el marco del idealismo no era posible dar una fundamentación sustancial de la causa que hace social al hombre; sin embargo, Marx, en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, inicia una verdadera revolución en la comprensión del carácter social del hombre, partiendo de que sus relaciones con la naturaleza y los hombres se establecen por la práctica productiva.  

Esta nueva comprensión del papel de la práctica productiva en la sociedad sirve de base a las reflexiones teóricas de Marx sobre la práctica política revolucionaria enunciada en los Anales Franco Alemanes.  

Sin lugar a dudas, la necesidad de explicar y fundamentar sólidamente la práctica revolucionaria, ya enunciada en los Anales Franco Alemanes, desempeñó un papel extraordinario en la búsqueda teórica de Marx. A la tesis sobre el papel del proletariado como sujeto de la revolución era necesario darle una base de sustentación científica, capaz de justificar la práctica revolucionaría, así como encontrar las vías de su realización. En los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 Marx da el primer paso, al fijar la actividad práctica, material del obrero en el proceso de producción, como factor determinante. Según Sánchez Vázquez, “hasta ahora el proletariado se le había presentado a Marx como la negación de la esencia humana, no como agente de la producción. En esta negación veía Marx la necesidad de fundar más firmemente la emancipación, así como las condiciones de la praxis revolucionaria correspondiente. (…) Las condiciones específicas en que se da la opresión del obrero en una Alemania atrasada, con un bajo desarrollo de la producción (...) determinan que Marx vea al obrero antes como revolucionario que como productor” [113]  

Es cierto que las condiciones existentes en Alemania en alguna medida influyeron en Marx, pero no considero del todo correcto que esa haya sido la causa fundamental para que viera al obrero primero como «revolucionario» y después como «productor En primer lugar, Marx está al día del desarrollo capitalista de los países más avanzados; asimismo cuando escribe los artículos de los Anales Franco Alemanes y los Manuscritos económicos, está bajo la influencia directa de la Francia revolucionaria. Además, a través de Engels se mantenía al día del desarrollo en Inglaterra.  

Una explicación más racional y objetiva debe partir, según mi opinión, por considerar el despliegue del problema en el marco de la evolución filosófica del joven Marx, como un ascenso continuado del fenómeno a la esencia, como un proceso de acercamiento al objeto. El período de trabajo en la Gaceta del Rhin lo condujo a fijar la atención en la economía política, la lucha ideológica y política en el movimiento joven hegeliano, la polémica con Ruge en los Anales Franco Alemanes y sus discrepancias con Feuerbach le indicaban la necesidad de buscar nuevas perspectivas y medios de lucha. Todo esto, y ahora vinculado al movimiento obrero francés, lo conduce no sólo a abogar por la práctica revolucionaria, sino además, a penetrar en la esencia y las causas que le sirven de fundamento. Si en 1843 Marx sintió la necesidad de estudiar economía política para desentrañar la “anatomía” de la sociedad, en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 se inicia el gran descubrimiento al considerar que el hombre se autoproduce en la actividad productiva, es decir, no se trata de derivar “de la situación específica de Alemania” el por qué Marx primero considera el “hombre revolucionario” y después el “hombre productor”, sino que ambas formas de praxis son elaboradas por Marx estrechamente vinculadas y en correspondencia con determinadas condiciones objetivas y subjetivas que sirven de premisa a su quehacer filosófico. De ahí que para comprender realmente el despliegue del pensamiento de Marx en la elaboración de la teoría de la práctica, es necesario analizarlo como un proceso sistémico, o una cadena, cuyos eslabones representan distintos niveles de acercamiento y penetración en el objeto. No es posible concebirlo como “estructuras funcionales” separadas unas de otras, pues conduciría a interpretaciones erróneas de la evolución del pensamiento de Marx. Y esta pauta metodológica para el estudio del pensamiento de Marx, es válida también en la investigación de la elaboración de la categoría de la práctica, si es que se desea abordar dicho proceso como un sistema complejo, mediado por múltiples acontecimientos y eventos.  

Sin lugar a dudas, en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, la concepción de Marx sobre la práctica se profundiza y amplía, y con ello su visión de la enajenación y los medios de su superación, mediante la emancipación humana.. A pesar de que Marx aún está bajo la influencia del antropologismo de Feuerbach, la consideración de la actividad productiva en la autoproducción del hombre y sus relaciones sociales, sirven de base teórico-metodológica para explicar el fundamento real de distintos aspectos de la sociedad que incluyen las formas de la conciencia social. “La religión, la familia, el Estado, la ley, la moral, la ciencia, el arte, etc., son solamente -escribe Marx- modos especiales de producción y caen bajo su ley general” [114] . Aunque toda vía débilmente fundamentada, Marx deriva las distintas formas de práctica social de la práctica productiva, así como las relaciones sociales que se engendran en ella. Ya se esboza, con rigor teórico, las formas de la conciencia social como expresión de las relaciones sociales, y al mismo tiempo determinado por la práctica social. Esta nueva perspectiva teórica inaugurada en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 devino núcleo central, alrededor del cual Marx continuaría la elaboración de la teoría de la práctica, con sus respectivos efectos en la concepción de la enajenación y su antítesis: la revolución.  

En los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, la representación de Marx sobre la relación sujeto-objeto aparece como las relaciones del hombre con la naturaleza por lo que se hace más concreta y determinada, si la comparamos con los Anales Franco Alemanes.  

Al superar en general el carácter empírico y metafísico de Feuerbach en la consideración de la relación sujeto-objeto, Marx en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 considera al hombre sujeto del trabajo y a la naturaleza objeto sobre la cual se ejerce la influencia humanizadora del sujeto.  

En la actividad productiva el hombre humaniza la naturaleza, le impregna el sello de su subjetividad. Es un proceso dual de objetivación y desobjetivación, que Marx comienza a percibir a partir del papel que le atribuye al hombre como sujeto de la actividad laboral, es decir, a través del trabajo el hombre objetiva su ser esencial, aprehendiendo subjetivamente la realidad que convierte en objeto.

La relación sujeto-objeto no es considerada por Marx como un simple proceso externo de influencias, sino como interrelación en la cual el sujeto transforma y crea el objeto y se transforma a sí mismo.  

A partir de esta concepción, Marx concibe la industria como un resultado del desarrollo de las fuerzas esenciales del hombre. “La industria es la realización de hecho, histórica, de la naturaleza, y por lo tanto de las ciencias naturales con el hombre (...) En la industria ordinaria material (...) tenemos por delante las potencias esenciales del hombre objetivadas en la forma de objetos sensoriales…” [115] .   Para Marx el desarrollo de la historia coincide o se corresponde con el de la industria, pues el sujeto (hombre) en su actividad productiva hace de la naturaleza su propia obra en la medida que la transforma para satisfacer sus necesidades.  

El análisis de la práctica (actividad productiva) hecho por Marx en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 le abre nuevas perspectivas teóricas para explicar la realidad. Apoyándose en la comprensión del papel de la actividad productiva del hombre en la transformación de la naturaleza, Marx considera que las ciencias de la naturaleza y las ciencias humanas (sociales) están estrechamente vinculadas. Comparte la tesis de Feuerbach que la naturaleza constituye la base de todas las ciencias, pero discrepa de él en la medida que niega la naturaleza “muerta” de Feuerbach, y la concibe como “naturaleza humanizada por el trabajo del hombre”. “La historia humana forma parte integrante de la historia de la naturaleza, es la historia de la humanización de la naturaleza. Las ciencias naturales llegarán a incluir la ciencia del hombre, lo mismo que la ciencia del hombre incluirá las ciencias natura les: habrá una sola ciencia” [116]  

Para Marx en la actividad práctica se vincula el hombre a la naturaleza, coincide con ella en la medida que la transforma. Contrariamente a Feuerbach, Marx concibe a la naturaleza como objeto del hombre y para el hombre en la medida que hace de ella su “madre inorgánica” a través de la práctica productiva.  

En los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, superando a Feuerbach, Marx opone la revolución comunista a la propiedad privada. Aquí concreta aún más la tesis enunciada en los Anales Franco Alemanes   sobre la revolución. Partiendo de la crítica del sistema capitalista que convierte el trabajo en un proceso constante de alienación, llega a la conclusión que es necesario sustituirlo por un sistema comunista como condición imprescindible para la humanización del hombre. Esta sustitución no se llevará a cabo sólo a través de la crítica, sino que será obra de la acción revolucionaria del proletariado. “A objeto de abolir la idea de la propiedad privada -escribe Marx- la idea del comunismo es enteramente suficiente. Se necesita de la acción rea1 comunista para abolir la propiedad privada” [117]

A pesar de que aún la influencia de Feuerbach en Marx es evidente, la comprensión del papel de la actividad productiva lo conduce a no buscar la rehumanización del hombre, como los utópicos, a partir de un postulado moral, sino como resultado necesario del desarrollo del capitalismo. “Es fácil ver - escribe Marx - que todo el movimiento revolucionario encuentra necesariamente, tanto en su base empírica, como teórica en el movimiento de la propiedad privada; para ser más preciso, en el de la economía” [118] .  

Al hacer un balance general de los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844 dentro del conjunto de la evolución teórica de Marx, y el lugar que ocupa la categoría de la práctica en ellos, se puede afirmar que aunque todavía no se ha liberado del todo de la influencia de Feuerbach, ya aquí la categoría de la práctica (actividad productiva) hace la función de núcleo central del discurso teórico de Marx. La consideración del trabajo como autoproductor del mismo hombre y sus relaciones en la historia constituye un instrumento metodológico para penetrar en otras formas de la práctica social, las cuales serán fundamentadas sólidamente en los trabajos posteriores.  

La comprensión por Marx del carácter determinante de la práctica productiva como autogeneradora del hombre y sus relaciones sociales le permite arribar a una concepción nueva de la historia, diametralmente opuesta al idealismo histórico de Feuerbach. A partir de los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, Marx aborda la historia bajo la forma de desarrollo dialéctico de las relaciones económicas y sociales, pues comprende que la producción determina el desarrollo de la sociedad y por lo tanto, al devenir histórico. “Intérprete de las aspiraciones del proletariado revolucionario -escribe Cornú- lo que importaba a Marx no era sólo la transformación de la conciencia humana, sino ante todo la abolición de la sociedad capitalista, causa de la deshumanización de los hombres, y en particular los proletarios. Al poner así en el primer plano la idea de la revolucionaria, rechaza la concepción feuerbachiana del hombre considerado como un ser contemplativo, socialmente indiferenciado; ve en él un ser social que pertenece a una clase definida, y cuya vida es determinada por el conjunto de las relaciones económicas y sociales. Por ello se dedica, no tanto a estudiar la esencia general del hombre, como las leyes del desarrollo social, y ve ya que está determinado por el desarrollo de la producción” [119]  

De este modo, tomando como punto de partida actividad práctica se revolucionó el concepto de enajenación, pues para el joven Marx, la objetivación de la esencia humana no sólo es alienación, sino ante todo materialización de las fuerzas esenciales del hombre, que sólo en determinadas condiciones históricas de la sociedad capitalista deviene proceso progresivo de enajenación. El hecho de tomar como punto de partida la práctica productiva le permite a Marx superar el humanismo abstracto de Feuerbach, así como explicar racionalmente el movimiento histórico, en el cual el hombre es sujeto activo del devenir. Un sujeto integrado a una estructura social, engendrada por su propia actividad práctica.   Esta tesis en lo adelante marcará el rumbo teórico de Marx.  

Ciertamente, en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, la práctica (actividad productiva, trabajo) ocupa un lugar central en la reflexión teórica de Marx, pero no se reduce a ello, pues de la propia crítica del capitalismo Marx deduce la necesidad de la práctica revolucionaria (“acción real”. Además, ya Marx crea determinadas premisas que lo conducirán a la comprensión de otras formas de la práctica social. En los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, Marx da pasos firmes en el entendimiento de la distinción existente entre la actividad espiritual (“crítica teórica”) y las transformaciones que conducen a cambios empíricamente registrables (crítica práctica que produce cambios estructurales) en las condiciones de existencia.. Estos nuevos elementos de la teoría de la práctica en formación, descubiertos por   Marx, le permiten abordar más concretamente las relaciones sujeto-objeto y sujeto – sujeto en la sociedad, y con ello, los conceptos enajenación, emancipación, humanismo y revolución con sentido cultural, adquieren nuevas determinaciones.  

En las tesis sobre Feuerbach, a pesar de su carácter epigramático y aforístico esta nueva concepción de la relación práctica – enajenación, mediada por la cultura [120] , deviene concreta y sienta nuevas premisas. Por eso exige abordar la realidad subjetivamente, entendida ésta como praxis que une indisolublemente sentimiento y razón. En la concepción de Marx se soslaya toda   cosmovisión subordinada a la razón instrumental y objetivizante.  

Al criticar la concepción de la   esencia humana abstracta, Marx postula su nueva concepción del hombre y de la historia. Sencillamente, la esencia la constituye el conjunto de las relaciones sociales, producidas en su quehacer práctico- espiritual.

Los presupuestos teóricos feuerbachianos que servían de fundamento a su concepción lo condujeron a no poder explicar la conciencia social como un producto de las condiciones reales existentes, por eso Marx le critica su teoría sobre el sentimiento religioso y la religión en general.  

Según Marx, la concepción antropologista abstracta de   Feuerbach, le conduce a no ver que, el sentimiento religioso es también un producto social y que el individuo abstracto que él analiza pertenece, en realidad, a una determinada forma de sociedad.

Feuerbach no concibe el sentimiento religioso como un fenómeno social, ve su esencia, su causa, semejante al del individuo y la sociedad, desde un punto de vista antropológico. Para él, la religión es un resultado de la contradicción entre el individuo y el género, la especie, contradicción que conduce a que el individuo no se realice en su comunidad genérica, por lo que deposita entonces en Dios, la esencia de la especie, que hace de él, hombre. Esto, según Feuerbach, es la causa de su progresiva enajenación.  

Tal y como explica Marx, la liberación del hombre abogada por Feuerbach, es una liberación abstracta, una liberación en el plano de la especulación pura. Tal liberación que no se proponga ver las fuentes materiales reales que impiden su realización, se queda sólo en los razonamientos lógicos, no traspasa el umbral del pensamiento especulativo, y por ello, no está en condiciones de aportar los medios para su consecución real.  

Estas premisas sirven de base para exponer las tesis primarias del materialismo histórico, sobre el carácter determinante del ser social con respecto a la conciencia social, así como abordar las relaciones materiales sociales e ideológicas en su naturaleza sistemática y desentrañar dentro de ellas las relaciones económicas como las determinantes. A partir de esta premisa iniciará la creación del cuerpo teórico   de su nueva filosofía, así como aportar las razones suficientes de la génesis de la enajenación y las posibilidades reales de su superación.  

Se trata de un proceso complejo, que transcurre con inusitada rapidez. Si   en las tesis exige abordar la realidad subjetivamente y enuncia la idea capital que la vida es esencialmente práctica, en La   ideología Alemana, conjuntamente con Engels, aborda la conciencia, como el ser consciente, y el ser de los hombres, como   resultado de su vida real y práctica.  

A pesar de que aún algunos conceptos no son expresados en toda su madurez, en esta obra se exponen las tesis fundamentales de la nueva concepción del mundo, la cual tiene por fundamento el reconocimiento del carácter primario del ser y secundario de la conciencia.  

El desarrollo multilateral de la categoría de la práctica que tiene lugar en La ideología alemana, sirve de base a los fundadores del marxismo para dar una solución dialéctico-materialista al problema fundamental de la filosofía, pues ahora no se trata sólo de reconocer el carácter primario de la naturaleza, sino además, de comprender el ser de los hombres como proceso real de su vida, es decir, como práctica social. A diferencia del materialismo antropológico de Feuerbach, Marx y Engels no consideran la realidad como pura naturaleza externa, sino como ser social, es decir, parten de la tesis que los hombres a través de su actividad práctica humanizan la naturaleza, integrándola a la realidad social. Esta tesis expuesta ya en los Manuscritos económicos y filosóficos de 1844, alcanza aquí un nuevo nivel de profundización, sobre la base del conocimiento de las   leyes y regularidades sociales.  

A partir de la concepción de la práctica corno fundamento de toda relación humana, Marx y Engels comprenden que lo material y lo ideal sólo constituyen antítesis absolutos en la determinación de la prioridad gnoseológica del primero, ya que ambos contrarios dialécticos devienen idénticos a través de la práctica social. Esta solución científica al problema de la dialéctica entre lo ideal y lo material, rompió tanto con la interpretación materialista metafísica que separa al hombre de la realidad, como también con el idealismo que lo aborda abstractamente.  

Este nuevo enfoque en la investigación de la sociedad que tiene como premisa el reconocimiento de determinadas regularidades históricas y el quehacer práctico del hombre, Marx y Engels lo contraponen a la filosofía especulativa y a la historiografía idealista alemana que, invirtiendo el proceso real, trata de explicar la realidad a partir de las ideas y no las ideas de la realidad que expresan.  

Este modo de explicar la historia a partir de determinadas premisas materiales y la acción real de los hombres, llevan a Marx y Engels a exponer científicamente la esencia del mundo espiritual del hombre, pues las distintas formas de la conciencia social son un proceso complejo – constructivo   de las condiciones reales de la propia existencia de los hombres, los cuales por medio de su actividad práctica cambian las circunstancias y se transforman a si mismo.  

Esta nueva concepción del mundo aporta los elementos necesarios (teóricos y prácticos) para fundar una teoría que no sólo explique la enajenación del hombre, sino además cómo producir las condiciones de su desalineación.

Miseria de la Filosofía (1847) y el Manifiesto del Partido comunista (1848) dan cuenta de ello, entre otras obras.  

En El Capital el tema de la enajenación, ya sobre las bases de los nuevos descubrimientos, es asumido, para explicar cómo en la sociedad capitalista las relaciones entre los hombres se fetichizan, se objetivan, se cosifican, a través de la mediación mercancía, como proceso de deshumanización progresiva. “Según Marx es la apariencia que adquieren las relaciones de producción en la sociedad capitalista basada en la producción de mercancías. En dicho sistema socio-económico, las relaciones entre los hombres se ocultan tras la aparente relación con las mercancías. De esta manera, las relaciones entre los hombres se convierten, aparentemente, en relaciones entre cosas y, en definitiva, los hombres son considerados también como cosas, al ser su trabajo también una mercancía. El mecanismo que conduce a esta forma de fetichismo es el de la desaparición del valor creado por el trabajo en el mero valor de cambio de las mercancías. Todo el trabajo humano desaparece en la mercancía, que solamente posee este carácter en tanto que simple objeto de cambio (por dinero, por ejemplo), dejando de lado el hecho de haber estado producidas por trabajo humano. De esta manera, dicho trabajo se equipara solamente con la mercancía. La misma fuerza de trabajo humana se convierte en una mercancía más, y el trabajador aparece a su vez como una «cosa».  

Es, pues, el producto de la reificación y forma de alienación de valores concretos del trabajo en beneficio de los valores ideológicos del capital. Bajo el fetichismo de las mercancías las relaciones sociales determinadas entre los hombres aparecen a éstos bajo la forma fantástica de relaciones entre cosas” [121] .

Esta cosificación de las verdaderas relaciones humanas impide la aprehensión cultural humana. Fuerzas extrañas al hombre lo dominan y esclavizan. La mediación de la mercancía, convertida en fetiche, hace del hombre una cosa más entre las cosas [122] .

La producción intelectual de Marx y el marxismo creador, que dio continuidad a su obra, como filosofía de la praxis, de la subjetividad, del cambio, está penetrada de sentido histórico – cultural y complejo. Por eso en ella los conceptos enajenación, praxis y cultura, devienen totalidad dialéctica inseparable para explicar la realidad actual y cambiarla humanamente. Una realidad donde la aprehensión cultural del hombre resulta quimérica, en la medida que la enajenación impuesta, separa al hombre de su obra y lo convierte en objeto.  

La praxis como núcleo esencial de la actividad humana y categoría central de la filosofía marxista.  

La determinación del status filosófico de la actividad y su asunción como objeto específico de la reflexión filosófica, se revela como un momento esencial del contenido revolucionario que inaugura el marxismo en la historia de la filosofía.

La Filosofía Clásica Alemana, y especialmente Hegel, otorgó una dimensión cosmovisiva a actividad y la fijó como instrumento teórico-metodológico de su sistema filosófico, sin embargo, el carácter idealista de su concepción del mundo le impidió concebir la práctica como núcleo determinante de la actividad. En Hegel, la actividad corno tal, refiere al movimiento de concreción del principio espiritual, y la práctica, la forma fenoménica del autoconocimiento y determinación del absoluto; es decir, el filósofo clásico alemán no fue capaz de revelar la determinación práctico-material del pensamiento y toda la vida espiritual del hombre.

En el marxismo, por primera vez en la historia de la filosofía, las categorías actividad-práctica- reflejo, se imbrican indisolublemente en un proceso de mediación dialéctica compleja del   devenir objetivo - subjetivo, donde lo ideal resulta expresión de lo material, mediado por lo práctica. Esta nueva perspectiva de análisis dio la clave para explicar sobre bases científicas el proceso de objetivación y desobjetivación de la actividad mana, así como concebir a esta última, como expresión categorial que sintetiza los aspectos objetivo y subjetivo de la realidad social.

El hombre en su actividad práctica humaniza la naturaleza, la convierte en el objeto del conocimiento y la valoración, en dependencia de sus necesidades e intereses. En este proceso ininterrumpido el hombre asume la realidad y la integra a su ser esencial como existencia humana realizada, devenida objeto en y por el hombre. Al mismo tiempo este proceso, mediado por la práctica, el trabajo, en su integridad, condiciona la elevación del hombre como ser mediato, como sustancia social que posee fines e ideas capaces de proyectar el resultado que la necesidad exige, así como guiar la práctica en su realización efectiva.

La actividad, como modo de existencia y desarrollo de la realidad social y síntesis de lo objetivo y lo subjetivo, posee una connotación cosmovisiva y metodológica general, lo cual determina un lugar específico en el objeto de la filosofía marxista y con ello además, un elemento esencial a tener en cuenta en la definición de la naturaleza y especificidad del conocimiento filosófico y su relación con las ciencias y las formas valorativas de la conciencia social y la práctica.

La determinación cosmovisiva de la actividad humana, nucleada en torno a su fundamento esencial: la actividad práctica, no conduce en   modo alguno hiperbolizar su lugar, ni hipostasiar del objeto de la filosofía otros momentos esenciales   de la realidad, ni tampoco sustituir todo el rico universo que asume la filosofía a través de su sistema categorial, incluida la actividad . Se trata ante todo, de determinar en el marco del sistema categorial del marxismo aquel eslabón o categoría-célula que sintetiza y compendia su contenido fundamental, es decir, la relación entre lo ideal y lo material, mediado por la praxis y concretado en la cultura.  

Esto no significa la negación de la primacía de lo material respecto a lo espiritual. Todo a contrario, fija el principio monista marxista de que todo lo que existe es material o expresión de su desarrollo. El problema es otro: ubicar el lugar de una categoría en el sistema teórico marxista. Revelar la esencia de la consecución categorial y sus relaciones recíprocas en la aprehensión-refleja de la realidad, hasta desentrañar la categoría que sirva de punto de partida para explicar el movimiento de la teoría en la asunción   aprehensiva de la realidad.  

En esta empresa es necesario, por supuesto, fijar la atención en Marx. Ya desde la tesis sobre Feuerbach define la vida como esencialmente práctica y exige abordar la realidad subjetivamente, así como la necesidad de asumir la práctica racionalmente, y en La Ideología Alemana conceptúa la conciencia como el ser consciente y el ser de los hombres como un resultado de su vida real y práctica, en tanto es en la praxis, como relación esencial sujeto-objeto, donde lo ideal y lo material se convierten recíprocamente. La actividad en su determinación efectiva, en su expresión esencial, como práctica, como trabajo, media y sintetiza los aspectos material y espiritual de la realidad social. Y en esta dirección, condiciona todo el proceso de aprehensión teórico-práctica de la realidad. La relación entre lo ideal y lo material, se revela y con creta en la relación sujeto-objeto, como expresión determinada de la relación hombre-mundo. Es en la relación sujeto   - objeto, en la que se resuelve la contradicción dialéctica entre lo material y lo espiritual, a través de un proceso de conversión recíproca e interpenetración de los contrarios, cuyo devenir se funda en la actividad práctica.

Es en esta lógica de razonamiento que Lenin expresa y fundamenta la tesis de que materia y conciencia son contrarios antitéticos absolutos sólo en un campo muy restringido, es decir, en la prioridad gnoseológica de lo material respecto a lo espiritual. Fuera de estos límites la contraposición resulta relativa. La definición leninista del carácter relativo de la contraposición entre lo ideal y lo material, tiene como fundamento la asunción de la actividad práctica y su mediación dialéctica en la relación sujeto – objeto y sujeto – sujeto. La intelección de este problema conduce inexorablemente a la tesis de que lo conciencia no sólo refleja a materia sino que la crea; en la medida que el hombre en su práctica social convierte la realidad de “cosa en sí”, en cosa para nosotros, es decir, la integra a su mundo social.  

Al asumir la tesis marxista del carácter creador de la conciencia, generalmente en la literatura filosófica se reduce a su independencia relativa, determinada por la continuidad del desarrollo de las ideas en su nexo históricamente hereditario, por la posibilidad de retrasarse o adelantarse a la realidad existente y por el papel activo de la ideología. Sin embargo, hay derivaciones metodológicas profundas que no se deducen en toda su concreción, en su fundamento esencial. El problema es más profundo, pues la conciencia es ante todo ser consciente de los hombres, donde la subjetividad humana, sus ideas, sus fines devienen leyes de la actuación del hombre, que engendrados en un proceso práctico-objetivo, estimulan y dirigen la actividad práctica del hombre.  

Esto no niega el determinismo dialéctico-materialista. Todo lo contrario, lo presupone. Se trata de concebir la realidad objetiva como contenido del mundo espiritual, pero al mismo tiempo, asumir el reflejo en su mediación práctico-creadora. La tesis marxista-leninista en torno al carácter relativo de la contraposición materia-conciencia, fundada en el papel y las funciones derivadas de la práctica social, afirma el principio del monismo dialéctico-materialista. La conciencia, el mundo espiritual del hombre no constituye un ente separado de la realidad sustancial, es su producto superior, engendrado en el trabajo creador.  

La conciencia del hombre, la posibilidad de aprehender o reflejar la realidad a través de imágenes subjetivas, tanto desde el punto de vista histórico genético, como lógico encuentra su explicación y su fundamento en la actividad práctica social. La génesis de lo ideal, concebida en su proceso, como resultante de la actividad práctica del hombre, del trabajo creador, reafirma el principio del desarrollo de la materia en su transitar evolutivo de formas inferiores a formas superiores. Proceso regular que en correspondencia con la complicación estructural de la materia engendra formas nuevas de reflejo, hasta la aparición de lo ideal, como reflejo social, propio del hombre y expresión suprema de su actividad práctica.  

Al mismo tiempo, el fundamento práctico de lo ideal no sólo se explica en su determinación histórico-genética, sino también en sus consecuencias lógicas, en su expresión conceptual. Las categorías, como síntesis-refleja del contenido esencial aprehendido de la realidad, encarnan la actividad práctica milenaria de los hombres. En la actividad práctica social el hombre transforma la realidad, la convierte en objeto del conocimiento y de la valoración, y mediante los sistemas categoriales la fija y concreta en su esencialidad. En este sentido, las categorías son expresión de las leyes reveladas por el hombre en su actuación práctica, es decir, formas lógicas que reflejan y compendian la propia historia del conocimiento y la práctica social del hombre.  

La actividad humana, en su determinación esencial, desplegada como práctica, como trabajo, media la relación sujeto-objeto, y sujeto – sujeto,   y al mismo tiempo deviene como síntesis de lo ideal y lo material en su transición dialéctica compleja, para encarnarse en la cultura. Este proceso no se opera a manera de una negación metafísica que implique la destrucción de un polo de la contradicción, sino corno superación dialéctica que se traduce en una síntesis concreta rica en determinaciones; expresada como devenir social en el proceso y los resultados de la actividad práctica del hombre, cuya revelación efectiva aparece como medida del conocimiento y la universalidad del hombre, en la cultura.

De lo expuesto se deduce   el lugar preeminente de la categoría práctica en el sistema filosófico marxista-leninista, es decir, su ubicación como categoría que sirve de punto de partida en el movimiento lógico-conceptual de la teoría en la asunción y aprehensión de la realidad.  

Las posibilidades teóricas inherentes a lo categoría de la práctica en la explicación de la teoría marxista se fundan en la naturaleza de la práctica humana, corno actividad material adecuada a fines, cuyo proceso deviene síntesis de lo ideal y lo material, que se traduce y completa en un resultado objetivo. Esta especificidad, propia de la actividad práctica determina la singularidad de la producción humana, cuyos resultados, primero se encauzan en su proyección ideal y después en su determinación efectiva, real y objetiva.  

Al mismo tiempo, estas posibilidades en su expresión teórica categorial afirman a la práctica como eslabón fundamental en el sistema categorial del marxismo, es decir, como punto de partida para explicar la génesis, el desarrollo y, en fin, el devenir dialéctico del aparato categorial con que opera la teoría. La realidad objetiva es la fuente, el contenido de la teoría y las categorías que la constituyen. Sin embargo, la actividad práctica es condición y premisa de su aprehensión y fijación categorial.   Esto determina el carácter histórico - cultural de las categorías y su constante renovación y enriquecimiento.

Las múltiples determinaciones en que se manifiesta y revela la actividad práctica avalan su valor teórico-metodológico en la investigación del sistema filosófico marxista. El análisis del objeto, funciones y especificidad del conocimiento filosófico al margen de la consideración de la actividad humana resulta estéril. Excluir este aspecto reduciría la filosofía marxista-leninista a los sistemas tradicionales ya superados. Marx en las Tesis sobre Feuerbach, arremete contra la especulación y la metafísica en sus diversas representaciones, proclamando a título de exigencia insoslayable, nuevas premisas y perspectivas de análisis, las cuales revela   una nueva concepción del mundo y el papel del hombre en su acción transformadora, a partir de una profunda comprensión de la actividad humana, en sus momentos objetivo y subjetivo. En la concepción de Marx no basta sólo con reconocer el carácter primario del ser respecto al pensar- principio asumido por el materialismo anterior-, sino además, concebir el pensar como ser consciente, es decir, como reflejo productivo, activo, humano, social, mediado por la práctica.  

Las nuevas premisas que inaugura el marxismo superan dialécticamente tanto al materialismo como al idealismo. Si ciertamente Feuerbach comprendió el momento sensorial, material de la actividad humana desde el punto de vista antropológico, fue incapaz de fijar el momento subjetivo, creador, del hombre. Por el contrario, el idealismo concibe el aspecto subjetivo de la actividad, pero desconoce la actividad materia, real, concreta, como tal. Sólo el marxismo resuelve el problema a partir de una comprensión sistémica de la actividad que penetra en su estructura y ubica la actividad material práctica como el núcleo en torno a la cual interaccionan los restantes elementos de la actividad humana . Por eso el marxismo es ante todo, una filosofía de la praxis, de la subjetividad.  

El marxismo concibe la actividad como modo de existencia de la realidad social y al mismo tiempo fija la práctica como esencial relación su jeto-objeto, y sujeto – sujeto, que posibilita la transición recíproca de lo ideal y lo material en el devenir social. Este nuevo enfoque del problema descubierto por la filosofía del proletariado que fija a la actividad humana, y con ella al hombre en relación práctica con el mundo, como centro del que hacer filosófico, revolucionó la filosofía, y aportó nuevas premisas metodológicas para la investigación del objeto y funciones de la filosofía.

La consideración de la actividad práctica como núcleo de la actividad humana y en calidad de premisa de partida en el análisis de la filosofía marxista, se convierte principio metodológico insoslayable en la intelección y solución del problema. Es imposible abordar el objeto de la filosofía marxista, la especificidad del saber filosófico, sin tener en cuenta la actividad humana. La propia estructura de la actividad (conocimiento, praxis, valor y comunicación) y las condiciones generales en que se realizan (necesidad, interés, fin, medios, condiciones, hasta el resultado final), integran a manera de síntesis concreta lo ideal y o material en su acción recíproco, aspecto central en el objeto de la filosofía marxista, y elemento definitorio en la determinación de la especificidad cualitativa del saber filosófico – integrador, con elan cosmovisivo – cultural.  

Las leyes más generales de la dinámica y el desarrollo de la naturaleza, la sociedad y el pensamiento, devienen, se fijan, como reproducción teórico - práctica de la realidad. Su universalidad no se determina por la suma cuantitativa de la realidad que abarca, sino por el nivel de concreción y esencialidad con que aprehende la realidad en relación con el hombre. El saber filosófico y el universal concreto en que se funda y refiere su objeto, aparecen corno la síntesis de lo ideal y lo material, lo cual se fija en la estructura lógica de la teoría en calidad de principios, leyes y categorías. Cada principio, ley, categoría, resulta una reproducción teórico-refleja de la realidad, sobre la base de la actividad práctica.  

El reconocimiento de la relación interna de la filosofía marxista con la actividad humana y, ante todo, con la actividad práctica, constituye el fundamento esencial para penetrar en la propia estructura del sistema teórico marxista y revelar las múltiples determinaciones que asume en la aprehensión de la realidad, así como su sentido social, en tanto autoconciencia teórica de la clase portadora del progreso, que es al mismo tiempo ciencia e ideología y núcleo teórico de la concepción científica del mundo. Estas determinaciones y funciones se revelan y encuentran su explicación racional sólo en la medida en que se asuma la actividad humana, y su núcleo integrador: la actividad práctica, como momento esencial del objeto de la filosofía, en tanto expresa el sistema de relaciones hombre-mundo, sujeto-objeto, sujeto – sujeto, y su concreción   como síntesis de lo material y lo ideal.  

La asunción consciente del lugar de la actividad humana en el objeto de la filosofía marxista deviene principio metodológico insoslayable en la determinación de la especificidad del saber filosófico. La propia actividad en tanto tal, refiere a la relación hombre-mundo, y en su modo de existencia social, aparece corno relación sujeto-objeto, donde el sujeto no representa a un ente o principio portador de cualidades, sino al hombre sociohistóricamente determinado, portador de la práctica social; y el objeto como aquella realidad humanizada por el hombre, e integrada a su actividad.  

La relación intrínseca entre la filosofía y la actividad humana se hace evidente e inteligible en todos los dominios del quehacer social, pues el propio saber filosófico, como expresión   teórica de a realidad está mediado por la práctica. El saber filosófico y el sistema categorial que lo integra en la reproducción de la realidad se manifiestan corno síntesis de la actividad cognoscitiva, valorativa, práctica y comunicativa, donde conocimiento y valor se penetran recíprocamente y devienen   desprendimiento de la propia práctica social.  

La especificidad cualitativa de la filosofía marxista de ser ciencia e ideología, se funda en su propio objeto y en el modo como lo refleja y aprehende. La aprehensión-refleja de la realidad en la filosofía marxista, no refiere sólo al conocimiento, al aspecto gnoseológico que conduce a develar la esencia de las cosas, a la verdad científica, sino además al valor, al momento valorativo que revela la significación de las cosas para el hombre, en relación con las necesidades e intereses siempre en ascenso de los hombres. La reproducción teórico- práctica de la realidad por el hombre siempre integra de modo concentrado los momentos cognoscitivo y valorativo de la actividad humana en su unidad dialéctica, en su síntesis. Ciencia e ideología en la filosofía marxista-leninista están estrechamente vinculadas, pues los intereses del proletariado, engendrados en las necesidades prácticas alcanzan su máxima expresión en los valores ideológicos, los cuales coinciden con el curso general de la ciencia, la estimulan y aceleran, siempre que expresen su ser esencial.  

La categoría actividad en su determinación fundamental, como práctica, cumple una función teórica y metodológica con significación de principio en la filosofía, en la medida que penetra la esencia del devenir histórico en estrecha vinculación con el mundo natural que el hombre convierte de modo ininterrumpido en realidad social, en naturaleza humanizada. Todo el mundo social en sus aspectos material y espiritual encarna la actividad milenaria de los hombres, hasta concretarse en la cultura. “En el proceso de su actividad -escribe V. Mezhuiev los hombres producen, ante todo las condiciones materiales de su existencia: medios de vida y medios de trabajo. Simultáneamente producen las formas de relaciones correspondientes a estas condiciones: económicas, políticas, etc. Conjuntamente con la producción de la vida material los hombres producen su conciencia: ideas, representaciones, conocimientos. En otras palabras, en el proceso de la producción social los hombres crean toda la conjunción de premisas materiales y espirituales de su existencia en la sociedad, crean la propia sociedad y por consiguiente, su existencia social.” [123]  

Además, en el devenir práctico – espiritual del hombre aparecen las grandes ideas que señalan horizontes y las grandes utopías con pensamiento alado. Las ideas, su inagotable riqueza, la fuerza y vitalidad con que operan, se fundan en la actividad práctica y al mismo tiempo recíprocamente las impulsan y actualizan. El valor de las ideas se revela en la actuación práctica del hombre y da cuenta del movimiento direccional en que se despliega la dialéctica necesidad histórica-actividad consciente de los hombres en el tránsito de la necesidad a la libertad. La libertad como posibilidad real del hombre de poner los fines, deviene como asunción práctica de la necesidad en el proceso de aprehensión de la realidad.

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- Tendencias y corrientes fundamentales de la Filosofía Contemporánea - Varios autores

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- Hegel como máximo representante de la Filosofía Clásica Alemana - Dr. Rigoberto Pupo Pupo 

por Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo

 

Rigoberto Pupo Pupo ©2008 Rita M. Buch Sánchez
La filosofía en su historia y mediaciones

Instituto de Educación Superior “José Martí” de Monterrey.
Facultad de Filosofía e Historia de la Universidad de La Habana.

Todos los derechos reservados Editorial Sintaxis
ISBN: 1405-308XCU
Gentileza, para Letras-Uruguay, de Rigoberto Pupo Pupo

 

Ver, además:

 

Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo en Letras Uruguay

 

                                                                       Dra. Rita María Buch Sánchez en Letras Uruguay

                   

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