Colabore para que Letras - Uruguay continúe siendo independiente

La relación ética- política y su mediación cultural.
(Acercamiento hermenéutico al martiano mayor) 
Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo

Juan Marinello forma parte de los pensadores cubanos que continúan de modo creador lo mejor de la tradición del pensamiento cubano y latinoamericano de los siglos XIX y principios del XX. Su propio discurso da cuenta de ello. Un discurso rico en profundas cogitaciones aprehensivas de la realidad, por estar fundado en fuertes raíces culturales, donde los conceptos, las imágenes y las metáforas no hacen más que mostrar su carácter plural, incluyente y el numen ensayístico en que se expresa.

Su cosmovisión, muy cercana a la de Martí, se concreta en una visión compleja del hombre en relación con el mundo y sus circunstancias. Un miraje cósmico de la realidad, donde el hombre se refleja en el mundo, y éste en él, con sorprendente raigambre universal.

El elan cultural - humanista, de raíz americana, y espíritu ecuménico que penetra su obra y su pensamiento, imprime cualidades especiales a toda su producción intelectual, y a las determinaciones concretas en que toma cuerpo: la ética, la política, la estética, la historia, la filosofía, la literatura, el arte, etc.

Sencillamente, porque el  sentido cultural[1] sirve de mediación central y aporta nuevos atributos cualificadores a un discurso que une en estrecha unidad conocimiento, valor, praxis y comunicación. Esto determina y conforma un pensamiento “alado”, pleno de ideas fundantes y de alto vuelo aprehensivo, donde la política dialoga con toda libertad con la moral, el arte y las diversas formas de la conciencia individual y social del hombre, en tanto todas ellas son zonas de la cultura existencial del hombre y expresiones de la ascensión humana.

Al mismo tiempo, la asunción humanista – cultural de la realidad por Marinello, que como en Martí, cree en el “perfeccionamiento del hombre y en la utilidad de la virtud”, encauza un pensamiento, donde la utopía es fuente nutricia de aprehensiones varias, y motor impulsor de la conversión de la posibilidad en  realidad.

Por eso su horizonte, es la vida misma que se forja cada día. Un horizonte que espera, desespera y alza el vuelo, en pos del porvenir, capaz de asumirse hermenéuticamente[2] para bien del hombre y la sociedad. 

Los años comprendidos en la década de los años 30 del siglo XX cubano están impregnados de nuevas calidades definidoras y modos existenciales de hacer cultura, arte, política, en función o no de la identidad nacional, su desarrollo y preservación. Son años complejos y difíciles, en los cuales los sectores intelectuales cubanos, conscientemente, tienen que tomar posiciones: o miran la realidad nacional de frente, con ojos militantes, o la evaden, para regodearse en su producción abstracta, lo que es más “cómodo”, o, sencillamente glorifican el status quo existente, para alinearse así a la reacción en contra del ideal nacional y en defensa de intereses de clases muy definidos.

Son años inciertos, ha fracasado la Revolución del Treinta, hay confusiones ideológicas, pero la herencia acumulada de la “década crítica” que le precedió, así como el despertar de la conciencia nacional, si bien inmerso todo en confusiones e indefiniciones, marcará su huella indeleble a la posterioridad. “Sus gérmenes formadores – refiere  Marinello a su llamada “década crítica” (1920-1930) - poseen raíces muy profundas, de las que suben las grandes floraciones que hemos contemplado después. No es casual que en esos diez años -ni antes ni después- hayan ocurrido hechos como estos: la llamada Revolución Universitaria, la fundación de la Universidad Popular José Martí, la Protesta de los Trece, el Manifiesto del Grupo Minorista, la publicación de la Revista de Avance, Venezuela Libre, América Libre y la radicalización de Social. Añádase la aparición, en este lapso de tiempo, del primer Manifiesto Antimperialista. Y, ya con significación excepcional -continúa Marinello- la fundación de la Confederación Nacional Obrera de Cuba y el Partido Comunista, primer partido leninista de nuestra historia “[3]

La década de los años 30, como todo tiempo histórico, tiene sus premisas. Hay una cosecha, una memoria, avalada por acontecimientos trascendentales que ella sucede, e incluso toda una tradición anterior sintetizada en Martí que, aunque en parte desconocida o desvirtuada en la república neocolonial, existe. El antimperialismo de Mella y Martínez Villena ha trascendido e impulsado nuevas directrices socioculturales y políticas. La nueva conciencia nacional, protagonizada por la juventud, exige nuevos enfoques y discernimientos del pensamiento revolucionario del Apóstol y de la realidad nacional.

En todo este proceso de lucha y búsqueda nacionales no está ausente la figura de Juan Marinello. Joven de fina inteligencia y dotes excepcionales, cuyas cualidades pone en función de la cultura nacional y la realización plena de la liberación de su patria. Como poeta, como escritor lírico, se inicia con originalidad creadora, con su estilo nuevo e innovador. “Liberación” (1927), según Regino Boti “... unce definitivamente a Cuba a la nueva poesía, (...) haciendo del canto algo cogitativo, trémulo, espacial, sujeto al suelo por invencibles atavismos, pero con las alas potentes ansiosas de vuelo y eternidad (...) Sólo el hombre que se siente muy firme sobre sus talones puede elevar su canto hasta las más puras abstracciones... “[4]

Sin embargo, su excelsa sensibilidad humana, sus convicciones ideopolíticas, forjadas en el combate en que se dirimía el destino de la nación cubana, lo alejan de su poesía intimista y las abstracciones, sin que con ello renuncie a su vocación poética que impregnó toda su producción intelectual.

El ensayo, género literario en que encuentran cauces expresivos por excelencia, los fundadores de la  Revista de Avance y otros destacados intelectuales, constituirá el arma de combate en el quehacer político-social, crítico-literario y, en fin, cultural-revolucionario de Juan Marinello. Su tesis, “que el ensayo pone y el tratado dispone”, en un creador de su naturaleza, lo conduce a elegir el primero, como medio más propicio para el despliegue de sus energías e inquietudes político- sociales y culturales.

Como toda obra humana, creadora, la ensayística de Marinello, experimenta un proceso de evolución, en cuanto a profundización y enriquecimiento se refiere, y en la medida en que penetra en la realidad, amplía su horizonte cultural y acumula experiencia. La década de los años 20 fue su prueba de fuego, y emerge junto a Mella, Martínez Villena y otros destacados jóvenes revolucionarios, como figura de alto calibre político, revolucionario y hombre de la cultura, con pleno reconocimiento en su medio intelectual y en los predios de la crítica literaria más exigente. Sus dotes como escritor, la originalidad de estilo, su espíritu innovador, que en muchos casos llevan el signo martiano y unido a su vasta cultura, que no soslaya lo popular y el dominio profundo de la lengua, ya a partir de los años 30, hacen de “los ensayos de Marinello “(...)  apotegmas que la lógica de su entusiasmo enlaza alrededor de hombres e ideas. “[5]

En la ensayística marinelliana de la década de los años 30, ocupan su atención temas diversos en torno a la cultura, el arte y la política de cauce ético - moral; sin embargo, su núcleo central gira en torno a la figura de José Martí -y coincidimos con los críticos y exégetas del intelectual cubano- que esta asunción del Maestro resultó determinante en su madurez como escritor, y elemento catalizador en su creación fundadora como hombre de pensamiento y acción, que al igual que el Apóstol, hizo de su oficio y misión una unidad indisoluble. Misión y oficio, como dos momentos de un todo único -revelado y altamente valorado por Marinello en Martí- preside y pervade en toda su dimensión la ensayística del martiano mayor.  Pero la influencia martiana y también marxista no se reducen a esta determinación, sino que, además, le aportan un método de aprehensión de la realidad, que en Martí supera y sintetiza la rica tradición del pensamiento cubano y lo más valioso del legado universal: el enfoque sociocultural-antropológico, que vincula sentimiento y razón como parámetros  de humanidad, y hace del hombre y su devenir un proceso-resultado de la cultura, que encarna su ser esencial y es  medida de su desarrollo, ascensión y trascendencia.

En esta dirección, y ya en un momento de su evolución intelectual que expresa los signos de madurez como escritor, y en posesión de un método que arranca del hombre en su realidad dramática, los temas  ética y política, mediados por la cultura, traducen y trasuntan una obra creadora, puesta al servicio de la transformación de la realidad nacional y en función del pueblo.

En los ensayos publicados en la Revista de Avance emergen múltiples asuntos que compendian la unidad orgánica entre ética y política, como expresión humana que debe realizar el bien del hombre. En “El poeta José Martí” (1929), escribe Marinello: “y si para él -refiere a Martí- no tiene significado la vida que no se vierte en la de los demás y había dicho que “el deber de un hombre está allí donde es más útil, -el poeta queda forzado, fatalmente, a proyectar su obra en bien del mundo... “[6]

En los marcos de la relación ética -política e identidad nacional, vista como un todo, dimanante del hombre y transida de humanidad, discurre en otros problemas capitales como la relación e interconexión entre lo universal y lo singular propio, lo autóctono y lo foráneo, los elementos integradores de la identidad nacional, el lugar de la cultura afrocubana, el mestizaje, la relación entre el ser americano y el deber-ser, en nexo estrecho con las inquietudes cubana y americana, la conciencia de nuestro ser y 1os sentimientos en la proyección social, el lugar y papel del artista y su vínculo con el pueblo... Por todas partes asoma en Marinello la preocupación del hombre humanista que hace de la ética y  la política, con sentido cultural, un programa fundador, con ansias de humanidad.

El ensayo ‘Sobre la inquietud cubana” (1929) es una meditación americana en sí misma, en defensa de la identidad de nuestro ser existencial y una protesta a continuar siendo fieles copiadores de la cultura europea y presa fácil del imperialismo norteamericano.  Una protesta que no se queda en sí misma, lleva un mensaje, un llamado a la acción. “La inquietud de hoy es esencialmente -trágicamente- política en su sentido más amplio y lejano. La tragedia no sólo está en la inquietud, sino en los caminos para realizarla”[7], Hay una toma de conciencia de los problemas reales que afectan a nuestro pueblo: “la pugna entre las viejas construcciones y el nuevo sentido”, pues “... están divorciados de modo radical., la personalidad -dignidad nacional- con el bienestar de sus pobladores”[8] Al mismo tiempo, hay “una realidad jurídica -la Enmienda Platt- y una realidad histórica -la absorción económica- que constituyen al gobierno de Cuba en guardián de los intereses norteamericanos. “[9]

Al igual que en “Juventud y vejez” (1928), donde defiende la libertad, el derecho al futuro, ante la opresión que invade a la nación, aquí el optimismo revolucionario se impone, pues “no vemos, -enfatiza Marinello- sin embargo, esta tragedia americana como seguro naufragio de los valores espirituales”[10]. Ese optimismo real, de raíz nacional martiana se cimenta en su cosmovisión ético - humanista que ubica al hombre como centro del acontecer sociocultural y político y cree en las virtualidades que potencian y sirven de sustrato a su humanidad. Se pone de manifiesto, además, cuando asume la personalidad del pensador marxista peruano. “En Mariátegui -señala Marinello,  en el ensayo “El amauta José Carlos Mariátegui”, publicado con motivo de su deceso, junio de 1930-la obra intelectual no puede ser cosa inseparable de su presencia, porque él estaba en su obra y su presencia empieza ahora. Por venir de su aliento de hombre su palabra nació con piernas incansables. Como toda palabra transida de humanidad y codiciosa de porvenir será la suya viva y reciente. “[11]

El hombre, concebido como presencia, proyecto y síntesis de la cultura que encuentra modos de realización en la ética, la política y en todo su quehacer social, permea el método marinelliano. De aquí dimana su intelección de la cultura como ser esencial humano, enraizada en el pasado y siempre mirando al porvenir. Por eso, la política en su criterio, pivoteada en fundamentos éticos, resulta una determinación de la cultura, un todo, consustancial a una unidad superior del hombre, como hacedor de historia, comprometido con la realidad y las exigencias de su época. Jerarquiza en  alto nivel la divisa esencial de Mariátegui: “No soy un espectador indiferente del drama humano. Soy, por el contrario, un hombre con una filiación y una fe”[12]. Fe que en la comprensión de Marinello significa “(...) ser parte encendida del drama del mundo...,”[13] ser hombre dramático en un coro de hombres trágicos, afirmar mientras todos dudaban”….”hundir las manos con dolor de creación en carne angustiosa”. “[14] En fin, fe es hombre con ideales, cultura militante comprometida y  ética política militante.

En la ensayística de Marinello, la cultura, en tanto producción humana, es tal, en la medida que ‘traduzca adecuadamente la inquietud política. Concibe a ésta siguiendo al Amauta como “la trama misma de la historia” y “el anhelo social”[15], que es en primera instancia el afianzamiento de una eticidad concreta, con vocación de universalidad.

La política como “trama misma de la historia”, en Marinello implica, más que todo, vía de acción social humana y, por tanto, determinación y núcleo de la cultura. En esta lógica conceptual, y consecuente con su concepción de lo político, como “forzoso servicio en las banderas del hombre”[16],  se pregunta: “cuando lo político es la corriente vital, ¿puede algo quedar a sus márgenes?”[17]. Problema éste extraordinariamente controvertido y polémico, pero en el discurso de Marinello y el método con que piensa la realidad humana, aporta múltiples claves interpretativas que dan fe y cuenta de su razón, o al menos de los fundamentos lógicos que avalan su criterio. En primer lugar, no se puede olvidar su concepción de lo político, como hecho ético - cultural, como fenómeno humano, inmanente e inserto en la humanidad del hombre, como una de sus determinaciones esenciales.

En segundo lugar, no es posible soslayar el sentido auroral, preludiante, proyectual que impregna la ensayística de Marinello. Ese constante transcurrir-aprehendido de Martí -del ser al deber-ser, que penetra la obra de Marinello constituye un impulso, para el cual “la afirmación cumplida es menos fértil que la leal sugerencia”[18].  Perder de vista esto, es condenarse a no entender el estilo ni el mensaje de la ensayística marinelliana; es cerrar las vías de acceso a su “propia selva”, no seguir su ritmo y quedar fuera de su sintonía.

La asunción de los temas ética, política y su relación, no se reduce sólo a los trabajos publicados en la Revista de Avance, todo lo contrario. Si ciertamente son recurrentes y a veces reiterativos en los ensayos de los años 30 y de las décadas sucesivas, también es indudable que alcanzan un nivel superior de profundización.

El ensayista descubre nuevos vínculos y condicionamientos en correspondencia con nuevos tiempos históricos, experiencias acumuladas y una profundización mayor en el pensamiento martiano y el marxismo creador.

La obra ensayística de Marinello en la década de los añas 30 es vasta, profusa y muy rica en cuanto a temática de crítica literaria se refiere[19]. Escrita en condiciones difíciles ante el acoso policíaco, la persecución, la cárcel y el destierro, varios ensayos fueron escritos en la cárcel o en la clandestinidad. Sin embargo, “el pensamiento se desarrolla en libre y prolongada espiral alrededor de una idea matriz, y va amplificándose y transformándose con prodigalidad asombrosa. “[20]

En el contenido de los ensayos de este período, reflejando la realidad de la época, está presente la angustia cubana y americana —ciertamente, como señala Ángel Augier— pero siempre abriendo brechas de discernimiento y planteando propuestas para superar el callejón sin salida que otros vaticinaban y consideraban cerrado y sin alguna vía de acceso.

A los problemas de la cultura contemporánea, incluida, por supuesto, la de Nuestra América y la cubana, dedica atención especial en su ensayística. La relación entre lo universal y lo particular es un tema recurrente, así como el imperativo de afianzar, preservar y desarrollar lo propio, para encontrar nuestro ser esencial e insertarnos en la cultura universal con derecho soberano y ser contemporáneo, en tanto hombre emancipado, libre, virtuoso y digno que sabe labrar el futuro como sujeto, asido a la tradición, con memoria histórica y personalidad colectiva.

En los marcos de esta búsqueda constante del ser esencial que sirve de sustrato a la cubanidad, los temas ética, política y su mediación cultural continúan desarrollándose. De una forma u otra y con expresiones disímiles, como su método se funda en el hombre y su despliegue procesal en la cultura, por exigencia lógica, su discurso transita tales determinaciones. Se trata, además, de un ensayista de vasta cultura, fina sensibilidad y comprometido con la realidad nacional. Por eso en él, “una simple alusión -señala Ángel Augier- marca una vasta extensión cultural, y el concepto de cultura, en él, no excluye jamás la veta inagotable de lo popular.”[21]

“Negrismo y mulatismo” desarrolla un trabajo profundo relacionado con el componente negro en la cultura cubana, así como la identidad mestiza que caracteriza a nuestra nación. En la poesía de Guillén descubre “la cultura de raíz”, y con ello, “un hecho americano del más amplio significado”, porque ella -la poesía- es parte de nuestra carne porque encontramos... nuestro ayer, nuestro presente y nuestro mañana[22].

En dirección al tema martiano -predominante en la ensayística de esta etapa, y en las subsiguientes también- los temas objeto de análisis adquieren un relieve inusitado, y no es casual, pues en Martí encuentra lo que busca en toda su integridad. Martí piensa la realidad a partir del hombre y su actividad que se encama en la cultura “Por eso -enfatiza Marinello- el artista no es en él hombre distinto del político, del meditador, del Apóstol. El arte no puede ser para Martí sino ejercicio de humanidad. Su prosa y su verso son los cauces de una energía bienhechora. Su pensamiento es siempre un intento de exaltar lo mejor del hombre. “[23]

Ejercicio de humanidad que en la obra martiana deviene pivote central en la revelación del ser existencial de nuestra América, de su identidad en tanto tal, así como la develación de la esencia rapaz del coloso del Norte en acechanza perenne y en relación de antítesis con los propósitos genuinos de nuestros pueblos. En esta obra fundadora de Martí, donde cultura, política y ética constituyen un todo único indisoluble, la ensayística marinelliana penetra, y extrae sus fundamentos orientadores, tanto en la concepción general del problema como en la aprehensión del método capaz de pensar el objeto y reproducirlo creadoramente en su totalidad trascendente.

En esta dirección de reflexión y discernimiento del problema, el ensayo “Americanismo y cubanismo literarios” resulta conclusivo. Ante la pregunta: ¿Muestra lo político el quilate irreductible de un grupo humano o sólo una esquina ocasional del criterio colectivo?, Marinello responde, apoyándose en la historia: “Los mejores observadores del 19 atisbaron el alma criolla a través de la conmoción que produjo el ansia de independencia política. La revolución contra España fue, innegablemente, oportunidad de sublimación de muy significantes aristas espirituales del criollo.”[24]

En la ensayística rnarinelliana de la década de los años 30, además de dar respuesta a una etapa convulsa de nuestra historia, pone de manifiesto el talento excepcional del autor, así como la originalidad creadora y la belleza expresiva que caracterizan todo un método, todo un estilo para revelar en su esencia la unidad, ética, cultura, política e identidad nacional en su síntesis. Además, ínsitamente, la ensayística del creador y político cubano está mediada por una idea central que imprime sustancialidad y coherencia al discurso: que no hay identidad nacional auténtica más que enraizada en la cultura del pasado, en los combates del presente y en la tarea común de los que construyen el porvenir. Se trata, más que todo, de un programa  ético - político, con numen cultural, diseminado en su rica y variada ensayística, cuyo ideal de racionalidad, fundado en el hombre, sus necesidades, intereses, fines y medios, hurga en la modernidad de Cuba y Nuestra América para hacer de la ética y la política, la autoconciencia auténtica de la liberación, y de la praxis, su instrumento de realización efectiva.

 Si bien en la producción de Marinello,  la relación ética – política, inserta en la  cultura, e  inmanente a su concepción del hombre, ya se integra como cuerpo teórico coherente de su discurso en la década de los años 30, cuya expresión la integran los ensayos recogidos en su libro Literatura Hispanoamericana. Hombres. Meditaciones, en toda la obra posterior continúa su desarrollo y sistematización.

Sin embargo, en “Martí, escritor americano” -su obra capital-, Meditación americana, “Sobre el Modernismo. Polémica y definición”, ‘Conversación con nuestros pintores abstractos”, “Lenin y la creación artística”, “Literatura y Revolución”, y “El escritor Aníbal Ponce”, entre otros, la intelección dialéctica de dicha relación (ética – política), en tanto totalidad orgánica que dimana de una teoría y un método en su plena madurez, resulta más reveladora y profunda. Se desentrañan y amplían nuevas aristas del problema, se develan otros nexos esenciales, determinaciones y condicionamientos que dan cuenta de los nuevos avances de la teoría y el método que alumbra su discurso. La profundización en el pensamiento y la obra de Martí, sustanciada además por su formación marxista y el conocimiento de la cultura americana y universal, imprimen nuevos horizontes al camino recorrido. Aportan bases sólidas para nuevas aprehensiones.

 En “Martí, escritor americano” -Martí y el Modernismo- en la medida que se ve impelido a establecer relaciones entre el Modernismo y Martí, el intelectual cubano desarrolla conceptos e ideas capitales en torno a la dialéctica ética -  política e identidad nacional, en tanto exige al creador lealtad americana y compromiso social con su tiempo.

Lealtad y compromiso social que en la cosmovisión marinelliana implica no convertir el arte, la literatura y la cultura en general en una empresa política, codificada en un discurso propagandístico unidimensional y pobre en contenido. El concepto es otro y más profundo, porque es consecuente con la búsqueda del hombre en sus raíces humanas, cuya obra debe fundarse, como en Martí, en el mejoramiento del hombre como  traducción eficaz del clamor colectivo[25] en el camino americano..., en la búsqueda... de lo propio y el ansia de información reciente y universal[26].

Hay mediaciones esenciales que Marinello revela, para conceptualizar y concebir la política en su determinación ético - cultural, al servicio de la identidad nacional o regional. Mediaciones que encuentra o deduce de su propia concepción, de la total identificación entre el escritor y el hombre”[27] que, como en Martí “... lo romántico se enriquece, se supera... por el choque con la realidad[28]. Es en el obrar humano, su actividad, que imbuido por motivos nobles despierta sensibilidad y con ello comportamientos ético - políticos. Lo sorprendente, lo impar de su caso -por supuesto, se refiere a Martí- está en que la queja del artista, sensible de la piel a la entraña, y el entusiasmo del líder, erguido hasta el fanatismo, se maridan y asocian a lo largo de toda su existencia; a veces en el mismo cuerpo de un escrito.”[29]

De esta concepción marinelliana, de identificar al creador con el hombre -entiéndase bien el concepto hombre y sus connotaciones, que asimila de Martí- es fácil comprender las transiciones dialécticas que median la relación ética-política. Es que la cultura, en tanto tal, sintetiza, compendia e integra en sí la condición humana, dirigida a la realidad social en su naturaleza contradictoria, lo que de por sí, deviene política, al saberse y sentirse el hombre al mismo tiempo sujeto, agente activo del movimiento social. Es como si la ética y la política, en la dinamicidad del proceso social tomaran cuerpo en el hombre, sensible a los latidos de la realidad. De ahí que la política verdaderamente humana no resulte un aditamento más del devenir del hombre, sino un modo en que la propia cultura humana se expresa en términos de acción real,  en bien del progreso del propio hombre y la sociedad. Sobre esta base encuentra Marinello las claves explicatorias del desinterés que anima a los grandes hombres, el fundamento de los ideales que la cultura humanista sedimenta, la satisfacción plena e incondicional en la que el hombre es capaz de asumir el deber y la responsabilidad moral, el sentido de la vida y el destino del hombre.

Esto explica y brinda fundamentos sólidos, en los marcos de la dialéctica, ética, cultura, política,  a la misión martiana de concebir la patria como agonía y deber, y la de todo hombre comprometido -sin condición alguna- con los problemas cruciales que palpitan en la realidad social de su tiempo, en pos del futuro.

En el devenir cultura -  ética - política, Marinello descubre todo un universo de vínculos necesarios para comprender el proceso mismo de dicha unidad. En primer lugar -lo reiteramos- la identidad que establece entre el creador y el hombre; en segundo lugar, el vínculo que revela entre el hombre y la cultura, donde esta última define el ser humano en su esencialidad; determinación que en sí misma la cualifica -a la cultura- como modo de proyección del hombre en su actividad transformadora y en el cambio de las circunstancias sociales para realizar sus fines. Esto significa, al mismo tiempo, la mediación de motivos de naturaleza ético-moral, implícitos en la relación cultura-política, que impulsan a la primera (cultura) a concretarse en posiciones, normas y acciones sociales (política) en correspondencia con su concepción del mundo, las necesidades sociales y el ideal que dirige su actuación en la sociedad. Por eso “Martí encuentra en la manigua no sólo la ocasión culminante de sus ansiedades patrióticas -señala Marinello-, sino la justificación de su concepto vital[30].  Concepto vital, que en su intelección expresa la hombría misma, encamada en una cultura de raigambre transformador, impulsada por la conciencia del deber patrio, por la responsabilidad personal y por lo que ha hecho razón de su existencia: la emancipación de su pueblo oprimido. De ahí que su “asistencia práctica, política, instrumental” en el Apóstol la sienta como “llegada a su naturaleza plena”, y “la utilidad engendre belleza”.

La mediación ético-moral en la transición cultura-política -que tanto reitera y valora Marinello, en su exégesis martiana o de otra personalidad- tiene una importancia capital. Abre vías de acceso a la comprensión de la literatura, el arte, y todo el quehacer  creador con sentido humano, no encerrado en sí mismo, en su expresión elitista y esotérica, como arte por el arte, como cultura por la cultura, en tanto tales, sino en su utilidad social, al servicio del desarrollo de lo propio y de la defensa y preservación de la identidad nacional y humana. En tercer lugar, en el movimiento dialéctico ética- cultura - política, el intelectual cubano, otorga a la medición ética, calidad de sustrato subyacente, vincula además el momento estético, en unidad indisoluble, como elemento que estimula la actividad humana, no sólo por el deber y los imperativos de naturaleza moral, sino que, conjuntamente con ello, implica placer estético y realización propia, y así hacer de la existencia humana un eterno ejercicio de acción colectiva social, de compromiso político, en fin, de imbricación orgánica de misión y oficio, como hecho cotidiano, fundado en una cultura de la razón y los sentimientos. En cuarto lugar, en la articulación ética, cultura, política, si bien se asienta en el conocimiento del hombre, Marinello jerarquiza la mediación axiológica en alto grado, consciente que los valores humanos, en múltiples formas de expresarse, son momentos catalizadores de creación humana y generadores de medios necesarios para convertir en praxis las posibilidades de excelencia y creación que se llevan dentro del hombre, cuando los desvelos sociales -ideales políticos en primera instancia- se convierten en convicciones[31].

La unidad cultura, ética, política, en Marinello, en general, siempre tomando a Martí como modelo de hombre- significa la cultura como servicio al pueblo, sustentada en un espíritu animador de igualdad social, virtud y dignidad nacional. Es, al mismo tiempo, cultivar lo endógeno con miraje universal y de futuro. Consciente, además, de la tesis martiana de que “nada es el hombre en sí, y lo que es, lo pone en él su pueblo”, Marinello exige a la cultura, al escritor, al hombre, oír la voz del pueblo, unirse estrechamente a la realidad y ser consecuente con la necesidad histórica, pues “nunca la realidad ofreció al artista -y esto resulta muy actual- (...) tan clara ocasión de grandeza”[32] como la de ser hijo de su pueblo y de su tiempo. ‘Todo estará en que nuestro escritor que en Marinello y Martí es ante todo el hombre- conjugue un difícil equilibrio de espontaneidad e intención, de ímpetu y conciencia. Sin acudir al razonamiento adoctrinador (...) por vías de la legitimidad, (...) no explicando, sino evidenciando (,..) debe ofrecemos toda la vida por las veredas más específicas y sensibles. “[33] Decir y hacer que como en “Martí se mueve dentro de un entendimiento profundamente humano... que traspasa lo puramente literario y sólo puede lograrlo una transformación social que sitúe a los hombres en una verdadera y radical igualdad.”[34]

En “Sobre el Modernismo. Polémica y definición”, el discernimiento de la relación cultura – ética - política e identidad nacional, en tanto sistema, no hace más que profundizar las tesis anteriores, en cuanto a la “capital razón de ser hombre de entraña política, lo que determina, interpretar el hecho cultural... con hondo sentido histórico”[35], al igual que en “Conversación con nuestros pintores abstractos”, donde con profesionalidad y maestría, sin soslayar el valor de lo universal en la cultura y la calidad del oficio, prueba con solidez argumental y coherencia lógica “que ... cuando se sustrae al hombre de la tarea que los hechos configuran su presente y su futuro dejan de contar[36]. “

No se trata de una intención destructiva o una aversión a la pintura abstracta, en defensa de la figurativa, sino de un llamado al clamor del pueblo, ávido de riqueza espiritual ennoblecedora que encauce su camino liberador[37]. Ante este mandato del hombre, del pueblo -fuente nutricia de todo creador- no hay tarea más importante que dar respuestas a la necesidad nacional, que es hacer de la cultura del ser un baluarte político de la nación. Son alternativas ante las cuales se define más que la expresión cultural, en tanto tal, la humanidad del hombre y su destino y razón de ser, en su toma de partido por el bien común. Por supuesto, Marinello está consciente como marxista de que “el caso nacional, entendido como un proceso en marcha, adquiere sentido, sustancia, realidad, en virtud de la lucha que lo anima, y las clases que impulsan esa lucha tiñen todo el proceso con su acción y presencia.”[38] La conciencia obrera, rectorando el proceso más humano del hombre, porque sintetiza el interés nacional, exige de la cultura determinaciones ético - políticas que den acceso a la empresa portadora del progreso, no definiciones políticas en términos doctrinarios, sino captar creadoramente las señales de la realidad nacional, y con ello contribuir al programa de educación popular, que en fin de cuentas conduce a una toma de conciencia en las masas. Establecer al mismo tiempo una comunicación entre la obra del creador y el pueblo, que éste comprenda su mensaje y las claves gnoseológicas, valorativas y prácticas que se derivan de ella. Esto, sencillamente, en la concepción de Marinello, es poner la cultura, fundada en la ética, al servicio de la nación, de sus intereses cardinales, en manos del sujeto que protagoniza su bregar hacia el progreso y la verdadera ruta humana[39].

En toda la obra marinelliana – ético - humanista en esencia-, la relación cultura, ética, política, identidad nacional (o regional latinoamericana) está presente de formas disímiles. Es cierto que no es la intención central del ensayista entrar en disquisiciones teóricas en torno a definiciones y estructuras. Más le preocupa -y esto es muy importante- su relación y condicionamiento en la praxis misma No se trata de carencia de carga teórica en el discurso, ni presencia empirista en el método, sino de un estilo, donde la imagen y el concepto actúan en acción recíproca, sustentados en el aliento de un artista de la palabra y militante de  la cultura y la política con raíces propias y sentido universal.

Con criterios científicos -asumiendo su propio decir- sobre el desarrollo de las fuerzas sociales, Marinello, sin detenerse mucho de modo especial en las determinaciones conceptuales, logra síntesis insuperables en torno al objeto que investigamos. En “Lenin y la creación artística” hay ideas, síntesis, conceptos íntegros e imágenes reveladoras. “La observancia del dictamen leninista,[40] vía hacia el futuro, está afirmada, enriquecida, según Marinello, en nuestro caso por la presencia cálida y cercana de Martí. Si el mandato de Lenin es el deber en marcha, el ejemplo de Martí es el impulso histórico que llena de sustancia y sentido la tarea inminente.

No le es difícil a Marinello establecer coincidencia entre Lenin y Martí, respecto a la cultura y sus determinaciones ético - políticas, a pesar de sus circunstancias y tiempos históricos específicos, pues el deber en marcha, la tarea presente, en el caso cubano, está sustanciado por el impulso histórico martiano. Ambos se complementan,  y en síntesis superior expresan la cultura en su dimensión humana, donde el sujeto entiende su misión como encargo de un gran pueblo en un gran momento de la historia humana”[41] .

En Lenin, Marinello encuentra, con espíritu martiano, nuevas determinaciones en la relación cultura, ética y  política. Las relaciones clasistas, ínsitas en la cultura misma, como expresión de su devenir en la política -mediación que Martí en su madurez ya empezó a avizorar- con Lenin encuentran su expresión sistemática y su desarrollo en los marcos de su teoría del hombre y la sociedad, con “una nueva dimensión dialéctica de la cultura”. Concepción que, sin negar los valores universales de la cultura, muestra su carácter heterogéneo de acuerdo con intereses de clases, lo que posibilita comprender en las nuevas realidades “en qué medida trabaja una expresión de cultura por mantener las viejas estructuras opresoras, o en qué grado actúa para derribarlas, dando paso a una convivencia en que la tarea intelectual se produzca sin trabas ni contradicciones, cumpliendo sus objetivos inseparables y legítimos.”[42]

Marinello valora en alto grado la existencia de una teoría de la cultura y una política cultural leninista, cuyo espíritu fundante, por su resonancia ético - humana, encarna el ser del pueblo y con ello, un programa, “... por la que la igualdad perseguida será el basamento de todos los avances de la mente humana”[43] Igualdad sí, en el sentido de apropiación humana y posibilidades reales de acceso a la cultura, por una política inteligente afincada en lo propio, pero con vocación de universalidad, trascendencia e identidad propia.

En su intelección, “sólo con esta conciencia unificadora entre libertad y cultura -libertad para la cultura, cultura para la libertad-, puede emprenderse una ruta ascendente, sin contradicciones ni retrocesos”.[44] Sin contradicciones, no en el sentido metafísico, sino a partir de crear las condiciones necesarias por medio de la subversión de la realidad y su transformación para que el hombre se realice como tal y florezcan sus potencialidades creadoras en toda su amplitud.

Un entendimiento dialéctico profundo en tomo a la cultura, la ética y  la política en su proyecto humanizador, revela el intelectual cubano. Es significativo el lugar que asigna a los cambios sociales, que si en sí mismos son expresión de una ética revolucionaria, acontecimientos suyos, también la moldean a las tiempos y espacios históricos. Los cambios sociales -hechos históricos culturales en esencia- manifiestan el propio devenir de la cultura en sus determinaciones, incluyendo la política y sus cauces de dirección humana cuando captan las necesidades y los intereses del pueblo.

Cuando la cultura refleja en su síntesis el ser nacional -según Marinello- coincide con el progreso y sirve de fuente inagotable de enriquecimiento humano y social. De lo contrario, se repliega en los intereses de los sujetos que representan el poder dominante, en detrimento del verdadero propósito del pueblo y de su creación libre, pues “... mientras subsiste la enajenación del trabajo humano (...) carece la cultura de la radical libertad en que toma cuerpo su mejor magnitud.” “El renaciente -escribe Marinello, refiriéndose al libro Humanismo burgués y humanismo proletario, de Aníbal Ponce- sueña con el hombre en plenitud, y el intelectual del XIX con la elite de espíritus liberados y abstractos; pero los dos acuden en definitiva -hijos de su clase- a proclamar ‘la supremacía del hombre que piensa sobre el hombre que vive’, con lo que, al obedecer a quienes los sustentan, restan fecundidad a sus creaciones[45].”

Realización humana, realización social y nacional en la comprensión de la cultura y la política de Juan Marinello se determinan, autocondicionan y presuponen recíprocamente. Hay una idea matriz que atraviesa su discurso, la idea del cambio de las circunstancias, como prerrequisito dinamizador de la historia y la cultura y como premisa misma del desarrollo ético del hombre y la sociedad, dimanante del hecho de la imposibilidad -en una sociedad dividida en clases- el abordaje de la dinámica cultural, soslayando las contradicciones que le son inherentes y a partir de presupuestos metodológicos homogéneos, moralizantes y abstractos.

Hay que establecer diferencias específicas, porque la sociedad fundada en las contradicciones de clases imprime su sello distintivo a la cultura.  Evadir este problema es simplemente actuar con entidades abstractas, cuyos resultados a lo más que llegan es a postular una antropología conciliadora abstracta de polos antitéticos. La asimilación creadora de Martí, del marxismo y el leninismo, le aporta a Marinello los medios teórico- metodológicos y prácticos para la comprensión científica del movimiento social, incluyendo la cultura y su determinación ético - política en relación con el destino del hombre y de la nación.

En fin, Marinello hizo mucho y dijo más…Su concepción de la relación ética – política y su mediación cultural, abren cauces hermenéuticos inagotables para comprender el mundo actual en su complejidad y contribuir a su transformación. Hoy más que nunca su pensamiento es vigente. Se requiere de una ecofilosofía que devenga programa educativo de acción comunicativa para la formación humana y la vida con sentido, a través de la axiología de la praxis, centrada en una eticidad concreta que asegure la comprensión humana y el enriquecimiento espiritual.

Referencias:

[1] Sentido cultural, porque todo su discurso, al igual que en Martí, parte del hombre y la actividad humana concretada en la cultura. Al mismo tiempo concibe la cultura como ser esencial del hombre y medida cualificadora de su ascensión. Por eso tanto la política como la ética, son consideradas como zonas de la cultura, como expresiones concretas de ella, que las funda y media en todo su devenir.

[2] La hermenéutica sirve a la historia no sólo al interpretarla, sino al recordarle lo que debe ser evitado, lo que estuvo mal, lo que más vale que no se repita. Señalar errores y subrayar aciertos. El juicio de la hermenéutica se vuelve juicio ético cuando da pie para cualificar de bueno o malo moralmente lo que se relata como hecho histórico. Descubre sentido, pero también abre la posibilidad de una imputación ética, de bondad o maldad. La hermenéutica da paso a la ética al posibilitar el paso de lo meramente descriptivo a lo valorativo, al juicio práctico moral.( Mauricio Beuchot. Perfiles esenciales de la hermenéutica. Hermenéutica analógica. Tratado de hermenéutica analógica, México: Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, 1997, p. 14.)

[3] Entrevista realizada a Juan Marinello por un grupo destacado de investigadores del Centro de Investigaciones literarias de la Casa de las Américas. En colectivo de autores (1979). Recopilación de textos sobre Juan Marinello. Pról. y selec. Trinidad Pérez y Pedro Simón. Editorial Casa de las Américas, La Habana, .p. 31.

[4] Boti, R. (1979): La nueva poesía en Cuba. Recopilación de textos sobre Juan Marinello. Pról. y selec. Trinidad Pérez y Pedro Simón. Editorial Casa de las Américas, La Habana, .p. 289.

[5]Raimundo Lazo (1983): “Juan Marinello. Ensayista hispanoamericano”. Páginas críticas, Editorial Letras Cubanas, La Habana, P. 498..

[6] Marinello, J. (1972): “El poeta José Martí’. Orbita de la Revista de .Avance. (Casanovas.prol. comp.) UNEAC.  La Habana, p. 294.

[7]  Manado. J. (1972): “Sobre la inquietud cubana. Órbita de la Revista de Avance. Ediciones UNEAC, La Habana,  p. 330.

[8] ibíd. 337.

[9] Ibíd..p. 331.

[10] Ibíd..p. 337.

[11] Marinello, J. (1972): “El amauta José Carlos Mariátegui”. Órbita de la Revista de Avance. Ediciones UNEAC, La Habana, P. 351

[12] lbid, p. 353.

[13] Ibíd.

[14] Ibíd. p. 354.

[15]  Ibíd., p. 355.

[16] Ibíd., PS 356.

[17] Ibíd., p. 355.

[18] Marinello. J. (1973): Creación y Revolución, Ediciones UNEAC, La Habana, p. 12.

[19] Sin agotar toda la ensayística de la década escribe importantes  trabajos tales como: “Martí, artista”; “Gabriela Mistral y José Martí”, “Martí, escritor americano”; “El amauta José Carlos Mariátegui”; “Significación de Varona”; “Comentario chaplinesco de Luis Felipe Rodríguez”; “Recodo de Pablo Neruda’; “Hazaña y triunfo americanos de Nicolás Guillén”; ‘Americanismo y cubanismo literarios”; “25 años de poesía cubana”; “Tres novelas”, y “Una novela cubana, discurso inaugural”

[20]  Lazo, R. Op. cit., p. 499.

[21] Augier, A. (1968). Órbita de Juan Marinello, Ediciones UNEAC, La Habana, P. 28.

[22] Marinello, J. (1937): Hazaña y triunfo americanos de Nicolás Guillén. Literatura Hispanoamericana. Hombres. Meditaciones. Edición de la Universidad de México, p. 89.

[23]  Marinello, J. (1937): “Martí, artista” Obra citada., p. 13.

[24] Marinello, J. (1937): “Americanismo y cubanismo literarios”. Literatura Hispanoamericana. Hombres. Meditaciones. Edición de la Universidad de México, p.105.

[25] Marinello, J. (1962): Martí, escritor americano. Imprenta Nacional de Cuba, La Habana, p. 34.

[26] Ibid. p.69.

[27] Ibid. 196.

[28] Ibid.,p. 197.

[29] Ibid., p. 196.

[30] Ibíd., p. 210.

[31] Desde luego que la razón capital está en haber sido Martí, sobre toda otra cosa, un hombre de entraña política, tal y como enseña Marinello.

[32]  Marinello, J. (1962): Martí, escritor americano. Imprenta Nacional de Cuba, La Habana, p. 304.

[33] Ibíd., p. 305.

[34] Ibíd.,p.p 328-319.

[35] Ver “Sobre el modernismo. Polémica y definición”, en Juan Marinello (1964): Once ensayos martianos. Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, La Habana, p. 166. Aquí resalta, por su profundidad y su tono conclusivo, la tesis “... que ninguna obra humana puede ser ajena al destino del hombre y que es dentro de su unidad  positiva – superadora donde se producen los mejores logros artísticos.” Ibíd., p. 175.

[36]  Marinello,J. (1959): Meditación americana. Cinco ensayos, p. 104.

[37] Ibíd., p. 121.

[38] Ibíd., p. 121.

[39] “La Revolución Cubana -advierte el intelectual cubano ya en un nuevo tiempo histórico- está diciendo cómo el enderezar los caminos de la cultura nacional y hacerla vehículo de empeños singulares es cosa de mucha dificultad y obstáculos, pero todo quedará salvado si se pone a un lado, en la misma medida, la espontaneidad sin entraña y el mando de los caudillos europeos. La nueva literatura latinoamericana es una realidad en marcha y, como en los días de la independencia, su crecimiento y vuelo están asegurados por la lucha de veinte pueblos contra el enemigo común. Casi no hay que decir que no se trata de abogar por una limitada expresión militante, que debe lograr por sus vías la mejor dignidad;  se trata de traducir con fidelidad esencial y creciente sorpresa la imagen de un mundo de costados innumerables que asciende apasionadamente a su destino.” Marinello, J. (1973): Sobre el vanguardismo en Cuba y en la América Latina”. En Creación y Revolución, Ediciones UNEAC, La Habana, ,p. 80.

[40] Tenga presente nuestro hombre de letras -señala Marinello- que por acción de los cambios revolucionarios que vivimos e impulsamos su audiencia es virtualmente ilimitada. La universalidad de la educación y una tarea editorial sin estorbos -preocupaciones esenciales también en el desvelo de Lenin-, hacen de cada compatriota un lector. Y si esta feliz coyuntura señala un enaltecimiento del aporte social de lo literario, llama también a un compromiso que no pudo concebirse en otros días.” Marinello, J. (1973): “Lenin la creación artística”. En Creación y Revolución, Ediciones UNEAC, La Habana,  p. 95.

[41]  Ibíd.,p. 94.

[42]  Ibíd.,p. 101

[43]  Ibid.

[44] Ibid.

[45]  Marinello, J. (1968): “Ocho notas sobre Aníbal Ponce”. Órbita de Juan Marinello. Ediciones UNEAC, La Habana,. , p. 233.

Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo

Premio Especial de Ensayo. Juan Marinello 2002

Ir a índice de América

Ir a índice de Pupo Pupo, Rigoberto

Ir a página inicio

Ir a mapa del sitio