La filosofía de José Martí, según M.
Vitier
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Síntesis Sobre la obra y el pensamiento de José Martí se ha escrito mucho, no así en su arista filosófica propiamente dicha.[1] Medardo Vitier, en su "Martí, estudio integral, revela con profundidad la esencia filosófica de la obra martiana, particularmente su concepción del hombre, el sentido de la vida y los valores que le sirven de cauces de realización humana. Logra en función del objetivo propuesto, "situar a Martí en su mundo, mostrando su mentalidad y eticismo, y las corrientes de cultura que alcanzó y reflejó".[2] El autor devela los caracteres de cubanidad, americanidad, hispanidad y universalidad del Maestro, incluyendo la dimensión filosófica y sobre todo la axiología que encauza su programa filosófico-pedagógico. Con gran maestría Medardo Vitier descubre los temas esenciales, subalternos y ocasionales en la obra del apóstol. Un discernimiento profundo del Apóstol cubano En
"La Filosofía en Cuba", M. Vitier, no incluye la figura de José
Martí (1853- 1895). Posteriormente toma conciencia del
error y
lo expone
en sus lecciones y conferencias, hasta desarrollarlo de manera
sistematizada en su obra: Martí estudio integral (1954).
"No organizó un sistema; no estudió metódicamente filosofía;
pero tuvo genuinas aptitudes de pensador que se evidencia en numerosas páginas,
y poseyó criterios -algunos dolorosamente elaborados- acerca del mundo y
de la vida humana".[3]
No era posible, siguiendo viejos cánones en torno a la especificidad de
la filosofía, negar el status de filósofo al pensador cubano más grande
de todos los tiempos. ¿O es
que hay filosofía sólo en tratados densos de Lógica, Axiología,
Epistemología u Ontología?, ¿o que el saber filosófico sólo es
expresable a través de sobrios conceptos lógicos o categorías y las imágenes
no expresan también esencialidades? ¿o es que sólo desarrolla filosofía
el filósofo profesional? Dejemos
que responda M. Vitier: "su mente -refiere a Martí- es especulativa
y propende a formular asertos pertenecientes a dos "regiones"
filosóficas (...) la ontológica y la axiológica (...)
En efecto, lo que tiene de sentencioso -y no es poco- se le vierte
por esos declives, donde los problemas, siempre abiertos, incitan y
parecen retar al intelecto: el ser y los valores, la íntima contextura
del universo y del hombre, por una parte, y el sentido de toda acción,
por otra".[4] Es
imposible negar la presencia de especies filosóficas al discurso
martiano. Un discurso pleno
de sentido cultural y vocación ecuménica que hace centro suyo al hombre
en búsqueda constante de su ser esencial y su ascensión ético-humana.
Un pensamiento que conjuga en su despliegue crítico, imágenes y
conceptos para aprehender la realidad en su máxima riqueza de mediaciones
y matices. Sobre
la obra y el pensamiento de José Martí se ha escrito mucho, no así en
su arista filosófica propiamente dicha.[5]
Medardo Vitier, en su "Martí, estudio integral, revela con
profundidad la esencia filosófica de la obra martiana, particularmente su
concepción del hombre, el sentido de la vida y los valores que le sirven
de cauces de realización humana. Logra
en función del objetivo propuesto, "situar a Martí en su mundo,
mostrando su mentalidad y eticismo, y las corrientes de cultura que alcanzó
y reflejó".[6]
El autor devela los caracteres de cubanidad, americanidad,
hispanidad y universalidad del Maestro, incluyendo la dimensión filosófica
y sobre todo la axiología que encauza su programa filosófico-pedagógico.
Con gran maestría Medardo Vitier descubre los temas esenciales,
subalternos y ocasionales en la obra del apóstol. El
sentido histórico-cultural -inmanente a su estilo- aflora espontáneamente
en su aprehensión martiana. Sencillamente
hay que ser sensible -y M. Vitier lo fue en grado sumo- para captar
sensibilidad y esta se percibe culturalmente.
En la cubanidad de Martí, premisa
necesaria de su
americanidad y universalidad -partir de la raíz con ímpetu ecuménico-
revela el valor de la tradición. "Al
hallar una ejemplar tradición revolucionaria y al vincularla con su obra,
fijó para la cultura pública la importancia del pasado. El pasado no significa compromiso de repetición.
Los problemas cambian. Lo
que persiste es -enfatiza M. Vitier- por una parte, el nexo espiritual que
conduce a la gratitud, y por otra, la actitud de los antepasados.
La actitud de elevación y de honradez no envejecen, aunque los
problemas sean diferentes. Eso
es lo que sintió Martí, y -lo reitero- no sólo se valió de esa fuerza
sino que fijó para la posteridad el valor social de la tradición.
Mientras más original es un guiador -sea en el pensamiento o en la
acción- más se atiene a las formas superiores de lo humano, si los halla
en sus antecesores. Originalidad
-excelente idea de M. Vitier, asumiendo al Apóstol- no es desvinculación;
no lo es, si bien se mira, ni aún
en las
direcciones más excéntricas
del arte."[7] La
tradición funda. Es memoria
para dialogar y buscar lo mejor. Es
viviente raíz para insertarse a lo universal con status propios, de ahí
su valor social... Y M. Vitier con fina sensibilidad lo revela en Martí.
Esto explica por qué Martí, sin desechar a Varela, a Luz, a
Mendive, asume a Emerson y otros pensadores, sin dejar de ser Martí.
Fuertes raíces alimentan el frondoso follaje y le abren cauces
culturales. Esta
idea, ese concepto generatriz, que con tanta profundidad descubre en Martí,
es sustancial al discurso y a la lógica investigativa del Maestro Vitier.
Por eso resulta tan productivo su estudio integral en torno a Martí,
capaz de desplegar con racionalidad dialéctica su enfoque socio-cultural
antropológico y fijar con alto oficio y magna cogitación las dimensiones
política, artística, ética, sociológica y filosófica de Martí como
zonas de la cultura. Cultura de resistencia y de ascensión humana. A
partir de esta concepción, develando temas esenciales, subalternos,
ocasionales y otras mediaciones, el filósofo penetra en la selva
martiana. Seguro que
"eso, la naturaleza humana, su modo de comprenderla, es lo que late
en toda la obra de Martí".[8] Pero
la naturaleza humana inserta en el Universo.
El sentido cósmico nuclea su cosmovisión.
Hay una concepción unitaria del ser complejo, cualificado por la
analogía, el equilibrio y la armonía universal.
"Martí vivió -dice Vitier- como una fuerza espiritual -eso
era en esencia- en contacto perpetuo con el misterio del universo.
Recuérdese aquella línea de sus versos sencillos: "y crece
en mi cuerpo el mundo" De
ahí que sintiera como suyo ese modo de panteísmo que vibra en Emerson,
desligado de todo credo formal. Así
dice Martí: "Para él no hay cirios como los astros, ni altares como
los montes, ni predicadores como las noches palpitantes y profundas." Quién
lea los Versos Sencillos hallará no pocas estrofas transidas de eso que
pudiéramos denominar sensibilidad cósmica.
Se siente allí un espíritu atraído por la Naturaleza, ganoso de
descansar de los hombres...
"Yo sé de Egipto y
Nigricia,
de Persia y de Jenofonte,
y prefiero la caricia
del aire fresco del
monte."
"Yo sé las historias
viejas
del hombre y de sus rencillas,
y prefiero las abejas
volando en las campanillas."[9] Al
sentido cósmico, presente en el pensamiento filosófico de Martí, M.
Vitier agrega, el finalismo, que según él, "(...) late acá y allá
en sus artículos. Recuérdese
esta aserción suya: "corren leyes magníficas por las entrañas de
la Historia". Esos
credos, que caen en lo metafísico, le robustecían la fe en cosas más
inmediatas y palpables. He ahí
cómo lo cotidiano se nutre de lo eterno.
Esa es la unidad profunda que vio.
Vidente, pues, en ese sentido. A
veces declara explícitamente su visión de la existencia. Es
insustituible su texto a ese respecto: "Que el Universo haya sido
formado por procedimientos lentos, metódicos y análogos, ni anuncia el
fin de la Naturaleza ni contradice la existencia de los hechos
espirituales". Insiste
en eso -en la sustantividad de lo espiritual-.
El le halla esfera propia. También
gravitan sus concepciones en torno a la unidad de todo.
Por eso dice: "El Universo, con ser múltiple, es uno".[10] En
la Cosmovisión martiana, la espiritualidad del hombre es esencial, su
subjetividad, como agente histórico-cultural.
Lo que no significa que lo hiperbolice.
Para él, lo material y lo espiritual constituyen una unidad
inseparable. Recuérdese la
polémica en el Liceo Hidalgo, de México.
Incluso aboga por una filosofía de la relación que no separe lo
ideal y lo material, que no discurra hacia los extremos.
Simplemente que lo aborde en su relación. Hay
en Martí, en su pensamiento, acuciantes notas espiritualistas.
Cree en la preexistencia y postexistencia del alma, en la
superioridad del espíritu, sin embargo no se desliga de
la realidad
inmediata. Sus
convicciones ideopolíticas (culturales) terrenalizan su tendencia
especulativa, sin matar su raíz utópica y su miraje hacia lo absoluto y
lo grande, pues en su criterio: "menguada cosa es lo relativo que no
despierta al pensamiento de lo absoluto.
Todo ha de hacerse -declara Martí, de manera que lleve la mente a
lo general y a lo grande. La
filosofía no es más que el secreto
de la
relación de
las varias
formas de
existencia".[11] En
gnoseología somete a crítica el apriorismo y el subjetivismo.
Considera la realidad como fuente del conocimiento.
"En el hombre, -cree Martí- hay fuerza pensante, pero esta
fuerza no se despierta ni desarrolla, sin cosas pensantes."[12]
Además "hay armonía entre las verdades, porque hay armonía
entre las cosas".[13] Su
gnoseología, siguiendo la tradición cubana, se expresa como
sensorracionalismo, donde lo sensorial y lo racional son dos momentos de
una unidad y un proceso único. Al
mismo tiempo, su siempre razón utópica -rasgo propio de los grandes- no
lo llevan a separar la teoría de la práctica. El
"espiritualismo martiano", la sustantivación de la subjetividad
humana, tampoco restan valor a su filosofía social.
En su
concepción, el
hombre, como
sujeto socio-cultural,
reproduce de forma compendiada la totalidad del Universo.
En la naturaleza -concepto amplio en Martí- integra todo, lo
espiritual y lo material; pero el hombre, es por sobre todas las cosas, un
ser activo, hacedor de historia y cultura y condicionado sociohistóricamente,
pues "nada es un hombre en sí, y lo que es, lo pone en él su
pueblo".[14] En
su concepción del mundo, la vida y la muerte ocupan un importante lugar.
Ve la vida como realización humana y con optimismo, sin olvidar lo
que tiene el hombre de paloma y de fiera.
La muerte, en correspondencia con su visión del hombre y sus
credos, la concibe como tránsito, como momento de la propia existencia,
pero valiosa y útil cuando se ha cumplido con el deber dignamente y en
pos de valores ennoblecedores y humanos. Su
soñado libro: "El concepto de la vida"[15] habría sistematizado más
aún su filosofía ético-humanista, pero en su obra completa está
perfilada una coherente concepción del hombre, la actividad humana y la
cultura. Hay,
sin duda alguna, una filosofía, encauzada como programa pedagógico,
suscitador de acción comunicativa, en pos de la formación humana, a través,
fundamentalmente, de los valores. "En
síntesis -cree Vitier- su pensamiento filosófico es el de un creyente en
la sustantividad del espíritu. Tuvo
esa seguridad y en él fue fecundada, porque lo llevó a amar, a creer en la Historia,
a darse
por los
demás, a
refutar el
descreimiento, a presentir la vuelta del Cristo, "el de los brazos
abiertos, el de los pies desnudos, y todo, sin que nadie, ni hindúes, ni
católicos, ni teósofos puedan reclamar como adepto al grande
hombre"[16]
El hombre -síntesis de la cultura cubana-, que echó suerte con
los pobres de la tierra e iluminó con su pensamiento y su praxis el
futuro de la nación cubana. Si
bien en el pensamiento de Martí, encontramos especies filosóficas, en
varias dimensiones, sean ontológicas, epistemológicas, etc. lo cierto es
que predominan las de carácter axiológico.
Se trata de un fundador, empeñado en la búsqueda de la ley de la
ascensión humana, de la riqueza espiritual del hombre.
y encuentra en la axiología, en los valores, la base del cultivo
humano. "En el caso de
valores (Axiología), -escribe M. Vitier- no intenta clasificación alguna
ni se propone examinar la naturaleza del "valor", en sus varias
apariciones. Lo que indico es
la existencia, frecuentísima, de valores en el curso de sus escritos.
Se le vivifican, los afirma, los acentúa.
No pasa de eso, pero quien tenga sensibilidad filosófica se
percata de ello, y sobre todo, asiste a un fenómeno de interés: la
presencia de los valores, no en plano de explicación, no en instancia de
conceptos, sino como vivencias."[17] Es
que en el discurso de Martí y su verbo de alto linaje, los valores
pierden su numen metafísico, para convertirse en valencias sociales. En
la obra filosófica martiana no existe una axiología sistematizada.
Más que teorizar sobre los valores el Apóstol se preocupa por
encontrarlos y cultivarlos en la conducta del hombre, como medio de
ascensión humana. Sin
embargo, es posible revelar en su ideario humanista un conjunto unitario
de valores, coherentemente estructurado en torno a la persona humana, su
razón de ser y los modos de conducirla a su humanidad creciente. Los
valores en Martí son modos esenciales del devenir del hombre en su
naturaleza social, integrados en la cultura, a manera de formas de
existencia del ser humano y sus necesidades materiales y espirituales. Así,
los valores, en su fundamento sociocultural y encarnados en la cultura
tematizan el contenido esencial del ideal martiano de racionalidad humana.
Se trata de una axiología de la acción que va a la raíz del
hombre porque sabe de su grandeza interior.
De una eticidad concreta que busca el hombre futuro en el hombre
actual con pasión y fe y con sorprendente consagración heroica, animada
por una misión redentora fundada en el pueblo y un oficio que identifica
la belleza con la humanidad del hombre y la bondad con la dación
desinteresada. El
programa humanista martiano, fundado en la axiología de la acción, se
concreta en un paradigma de racionalidad humana, cualificado como
autoconciencia de la cultura. Tanto
en la revelación del ser existencial de nuestra América, como en su
determinación especial
en las condiciones de
su patria, José Martí funda un paradigma de emancipación humana y
redención social, cuyo despliegue está mediado por un sustrato
socio-cultural humanista que imprime racionalidad y verdad a su proyecto
político. Es que en el
paradigma[18] martiano, los valores éticos
y políticos se integran en un nivel tal de concreción que prácticamente
se identifican. Por eso, más
que encarnación individual, son conciencia de su necesidad y eficacia.
Esto impregna optimismo, fuerza y vitalidad a la empresa
emancipadora. Y Martí, ya en
los albores de la contienda, como expresión del pueblo lo siente, lo
sabe. "Jamás fue tanta
nuestra virtud -escribe el Maestro- tan compacta nuestra acción, tan
cercano nuestro esfuerzo, tan probable nuestro éxito.
Cuántos obstáculos hubiéramos podido encontrar, hasta los obstáculos
insuperables que a la mayor virtud pone siempre la ambición o vanidad de
la naturaleza humana, nada han podido, ni han aparecido siquiera, ante
esta alma de redención que hoy nos consume y nos inspira.
Somos un ejército de luz, y nada prevalecerá contra nosotros. Nos queda por hacer lo que sabemos que queda por hacer...[19] Existe
ya un sistema de valores, conformado en la cultura, hecho conciencia, como
valencia social, expresado en término
ideopolítico, que
si bien
no agota
el paradigma emancipador -existen otros componentes de la
subjetividad humana- que matiza una idea, configura un ideal que impulsa,
orienta y regula el hacer práctico-espiritual, que "con la mano en
la conciencia -en el bello decir de Martí- pone ya la idea a las puertas
de la realidad.[20]
En tales condiciones "el espíritu ha cundido y los cubanos tienen
fe... Nadie se lo pide; les nace así de corazón... Clubs nuevos y
pueblos, tiene el partido".[21]
Es
indudable la importancia de un paradigma, en tanto modelo que oriente
racionalmente el pensamiento y acción del quehacer social, político y
cultural en su connotación más integradora posible.
El paradigma martiano, marcado por su visión del mundo y del
hombre, por la experiencia americana y sobre todo por su sabiduría política,
como grande hombre fundador, traza caminos, crea confianza, cultiva razón
y sentimiento y prepara conciencia para realizar el ideal de la nación.
En fin, funda una cultura con alma política y un carácter
nacional henchido de patriotismo y amor desinteresado, capaz de
estructurar un programa de liberación nacional, sobre bases nuevas. El
ideal de racionalidad martiana[22]
compendia en síntesis conocimiento, valor, acción práctica y comunicación
intersubjetiva, es decir, las variadas formas en que el hombre asimila y
reproduce creadoramente la realidad material y espiritual; pero al mismo
tiempo, su pensamiento y su obra en toda su integridad encarna un cuerpo
cultural de entraña política para realizar una República próspera de
naturaleza ético-moral. Esto
se fundamenta en el hecho de que al Maestro le interesa
sobre todo
la ascensión
humana, el
progreso socio-cultural del hombre, como medio fundamental de
realizar sus fines. No se
trata en modo alguno de una racionalidad instrumental de corte pragmático
y utilitarista, sino de racionalidad humana, que sin menospreciar el
conocimiento, la ciencia, la técnica, como medidas de desarrollo cultural
humano, sabe que a la raíz del hombre, ante todo se llega revelando esas
fibras, ocultas a veces, de su subjetividad.
Por eso hay que buscar y encontrar sin vacilación el sentido
humano, sobre todo, como vía de acceso primario a la esencia social del
hombre. Sin ello -y la práctica
corrobora la verdad del Maestro- resulta estéril, ineficaz e ilusorio
todo proyecto. Es que la
ciencia, la política, el derecho, el arte, etc. sin motivaciones humanas,
no realizan el ser esencial del hombre, no se encarnan en el cuerpo de la
cultura como medida de progreso y desarrollo.
Por eso Martí, no sólo hizo arte mayor, sino política científica,
de profunda hondura, de alto vuelo social humano.
En primer lugar, porque comprendió el arte de dirigir, como un
encargo social por el bien de todos y no para acumular riquezas y obtener
privilegios, en segundo lugar, porque tomó partido por la mayoría
desheredada. Su gran obra política:
la creación del Partido Revolucionario Cubano, para hacer la guerra
necesaria por la República, y todo su pensamiento político en torno a
Cuba y nuestra América, fue eficaz y trascendió porque se concibió y
estructuró como empresa cultural de las grandes masas.
Y esto de por sí comporta un concepto, una idea en Martí: no
existe política eficaz, al margen de valores e ideales enraizados en la
condición humana. Con esto
continúa la tradición del pensamiento americano más genuino y
revolucionario. Lo supera, en
la medida que echa suerte con los pobres y abre nuevas perspectivas de
enfoque y de discernimiento de la realidad política.
Su humanismo revolucionario antiimperialista, expresión de un
proceso de continuidad y ruptura sintetiza y concreta su escala de
valores. Expresa el momento
de máxima plenitud y madurez de su pensamiento político revolucionario,
en correspondencia con los nuevos tiempos. Sin
embargo, su obra renovadora, revolucionaria, y creadora no
se reduce a la esfera
de la
relación axiológica:
ética-política, en los marcos de su concepción integradora de la
cultura; pues si ciertamente Martí produce un viraje revolucionario en
los conceptos e ideas políticas de su tiempo cubano y americano,
incluyendo la tabla de valores conque juzga y piensa la realidad, también
en la esfera de la estética, en relación estrecha con la ética, muestra
originalidad y creación. Se
trata no sólo de un hombre de pensamiento y acción que conjuga en unidad
indisoluble misión y oficio, sino además de un artista y de un creador.
Esto naturalmente matiza su axiología con nuevos colores y
esencias, incluyendo su concepción de la subjetividad humana y por
supuesto la especificidad de la filosofía que nuclea su cosmovisión. Política,
ética y estética y sus sistemas de conocimiento y valor que les son
consustanciales, tematizados en Martí en una concepción integradora de
la cultura, dan expresión unitaria a su discurso y lo dotan de modos
apropiados y métodos idóneos para aprehender el objeto en su dinámica y
concreción. Si
ciertamente, la grandeza martiana como dirigente revolucionario, deviene
en gran medida del modo en que los valores ético-morales permean y
penetran lo político, hasta concebirlo como empresa cultural humana de
las grandes masas[23]
lo ético y lo estético, encarnando esta racionalidad conceptual propia
del paradigma del Maestro, imprimen una determinada especificidad a su
axiología. La vinculación
estrecha de los valores ético y estético en la axiología martiana, en
los marcos de una concepción unitaria de la cultura, en tanto resultado
de la actividad humana y medida del desarrollo del hombre y la sociedad, abre perspectivas
nuevas para acceder a la realidad humana y conformar un ideal de
racionalidad, como proyecto emancipador que integra y sustancia como
sistema orgánico la verdad, el bien y la belleza y junto con ello, el
amor, la libertad, la justicia, el honor, la felicidad, la virtud y la
dignidad plena del hombre, como valencias cualificadoras de la sociedad
que preludia y se esfuerza por realizar. En
el ideal de racionalidad martiana, los valores ético y estético y político
poseen un status especial. Esto
dimana, además de su misión y oficio, de la singular concepción que
posee de la cultura, como resultado y despliegue de la actividad de las
grandes masas. Las
determinaciones culturales -y los valores también lo son- no constituyen
un acto individual de aprehensión para Martí, sino un proceso social que
sin soslayar la experiencia individual propia de cada sujeto, da primacía
al movimiento social, en tanto realiza y legitima la acción de las
grandes masas. En esta
dirección -en mi criterio- es posible comprender la cosmovisión martiana
de la subjetividad humana, la axiología y la cultura.[24] La
inserción de los valores en la cultura -hecho que en mi criterio ya casi
nadie niega-[25]
y la concepción de esta última
como resultado social, del pueblo, funda en Martí una idea nueva que
determina una connotación especial al elan humanista que le es intrínseco
en su pensamiento. Y esto se
pone de manifiesto no sólo en la relación ética-política, sino además
en la relación ética-estética y sus mediaciones. En
primer lugar existe en Martí una concepción de los valores, penetrada de
un sentido de lo real e histórico como proceso que evita que los piense y
aborde como arquetipos o a priori, sino como hacer humano.
Por eso el bien no es tal, porque es algo presupuesto como
verdadero, sino porque es bueno en la praxis social.
La belleza no es tal en tanto establecida externamente, sino en
tanto acción bella dimanante del comportamiento humano.
Al igual que la verdad no es tal, como esencia válida en sí
misma, sino como expresión de la realidad para el hombre.
Esto no es practicismo, ni negación de lo universalmente dado,
sino sentido práctico-valorativo, que busca, encuentra y proyecta los
valores en el hombre, haciendo historia, en su acción y en la cultura, en
que toma cuerpo. Este
concepto, de buscar los valores en la realidad, y en su despliegue, como
devenir cultural en y por el hombre, como sujeto social, explica el
sustrato ético-moral de la estética y política martianas.
En esto se basa su tesis o enjuiciamiento de Espronceda, que en el
decir de Martí pudo ser mártir, y no devino siquiera hombre.
Subrayo hombre, para destacar cómo en la axiología del Maestro,
la eticidad concreta, en las acciones del hombre, constituye su medida, es
decir, un parámetro cualificador que define su status en tanto tal, y
esto por supuesto penetra toda su dimensión cultural-humana, incluyendo
expresiones concretas y valores. Y
esta idea está tan arraigada en él, que fluye también en su labor
magisterial, como maestro y educador.
Tanto en su correspondencia pública, como de naturaleza íntima,
Martí enseña, y los motivos de carácter artístico siempre aparecen
vinculados a la conducta cívica del hombre. Como su motivo central es el hombre, en toda su integridad,
al abordar la esencia y las formas de creación humana con arreglo a las
leyes de la belleza, en su discurso subyace también un mensaje de carácter
moral. El sabe que la belleza
en sí, aislada del verdadero ser existencial del hombre, resulta
superflua, estéril. En Martí, la "belleza" externa,
desvinculada de una cultura de los sentimientos fundada en el amor y la
bondad, no constituye un valor definidor de la naturaleza humana.
Una personalidad, aunque "bella externamente" si no es
portadora de sentimientos nobles, de solidaridad humana, desinterés,
justicia, dignidad personal, no se realiza como hombre y su conducta
resulta rechazada por la propia sociedad en que vive. En
la Edad de Oro, obra martiana dedicada a formar hombres creadores, con
ciencia y con conciencia, la intención del Maestro se hace patente.
"El niño -escribe Martí- ha de trabajar, de andar, de
estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso
aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso.
Pero nunca es un niño más bello que cuando trae en sus manecillas
de hombre fuerte una flor para su amiga o cuando lleva del brazo a su
hermana para que nadie se la ofenda[26]... En
el lenguaje, simple, sencillo, para niño, el mensaje ético-humanista no
falta, ¿cómo formar al hombre como sujeto, con ciencia, creatividad y
con conciencia, si no se cultiva lo esencialmente humano: el sentido del
deber, la bondad, el amor al trabajo, en fin la sensibilidad humana, capaz
de transformar lo feo en bello? Más
que un simple mensaje es una clave cultural paradigmática, que con visión
preclara y de meridiana lucidez, deviene obra fundadora.
"Las cosas buenas -dice Martí a los niños en el último número
de la Edad de Oro- se deben hacer sin llamar al universo para que lo vea a
uno pasar. Se es bueno porque sí;
y porque allá
adentro se siente como un gusto -continúa Martí, identificando lo
moral con lo estético- cuando se ha hecho un bien, o se ha dicho algo útil
a los demás. Eso es mejor
que ser príncipe; ser útil. Los
niños debían echarse a llorar, cuando ha pasado el día sin que aprendan
algo nuevo, sin que sirvan de algo."[27] Con
esto, Martí no sólo evoca y predica la necesidad de sembrar y cultivar
humanidad en el hombre para que nazca, eche raíces y se multiplique, sino
además funda una cultura de los valores, imprescindibles para la
convivencia social y para el propio despliegue de las energías creadoras
que el hombre lleva en sí y desarrolla en función de la sociedad.
Así, refiriendo a Buda, enseña a los niños, que no "se ha
de reposar hasta que el alma sea como una luz de aurora, que llene de
claridad y hermosura al mundo, y llore y padezca por todo lo triste que
hay en él, y se vea como médico y padre de todos los que tienen razón
de dolor: es como vivir en un azul que no se acaba, con un gusto tan puro
que debe ser lo que se llama gloria y con los brazos siempre
abiertos".[28] Es
que en Martí se capta el bien y la esfera humana en general como medio y
fin que supone e impulsa la voluntad, y toda la subjetividad humana en el
devenir social. Los valores morales devienen motivos catalizadores de creación,
originalidad y proyección. Es
como si los valores éticos y también estéticos se fundieran en un todo
único, interconexionado, al igual que los restantes valores como
componentes de la cultura. La
plasmación de la axiología como conducta, inserta en la cultura en todos
sus componentes estructurales (valores) y sus expresiones jerárquicas, no
es una tarea fácil. Martí
está consciente de ello, y por eso da razones de la necesidad de que los
valores morales se conciban como medios y fin intrínsecos al devenir
humano, como móviles de perfección del hombre.
Con esto, el bien, el deber, no aparecen sólo como mandatos de la
razón, como a priori, sino que su realización y proyección deben
asumirse con satisfacción, con gusto, deseo, pasión, amor y con espíritu
de consagración. Por eso no
puede ser un fin ni un medio extrínsecos a la naturaleza humana.
Deben mover y despertar sensibilidad, que es al mismo tiempo
encontrar belleza, placer por la acción o el deber cumplido.
De lo contrario no devienen cultura diaria, ni norma de actuación,
ni se encarnan en convicción. No
se integran a la cultural. He
ahí la necesidad de comprender el por qué Martí dimensiona el devenir
humano como hecho cultural, como empresa eminentemente moral, porque
incluso, las expresiones políticas, jurídicas, etc. si se fundan en la
cultura y son expresión auténtica del pueblo, resultan bellas,
despiertan sensibilidad y gusto estético. Realmente, ante las alternativas, debo hacer esto o me gusta
hacer esto, ¿cuál de ellas se asume?
Martí trata de develar en la realidad, sobre todas las cosas,
humanidad, que es al mismo tiempo encontrar bondad y belleza en los actos
humanos. Es asumir lo bueno,
lo justo, lo heroico, etc. como manifestaciones bellas a plenitud, en
tanto realizan la naturaleza social humana. En
este sentido, la acción esencialmente humana es heurística[29]
y adquiere una dimensión estética, porque "sólo lo que del alma
brota en guerra, en elocuencia, en poesía llega al alma"[30]
"(...) Nobles, -refiere
a J. J. Palma- son
pues sus musas;
patria, verdad, amores... En un jardín, tus versos serían violetas.
En un bosque, madreselvas. No
son renglones que se suceden; son ondas de flores".[31]
Ondas de flores que nacen de su amor patriótico, como destellos que
penetran la razón y los sentimientos y "hacen caminos al
andar". Crean, fundan, porque nacen del hombre y el entorno social y
porque son apropiación humana. Convidan,
se asumen, encuentran recepción porque despiertan sentimientos, conceptos
e ideas humanas. Con ello se
convierten en resortes para la acción y nuevos modos creadores y
originales de aprehensión. Esta
concepción martiana, al integrar los valores en la cultura, como producción
del hombre, en función de la sociedad, sienta premisas teórico-metodológicas
para establecer jerarquías y niveles en cuanto a determinaciones del
quehacer humano se refiere. La
unidad indisoluble entre lo ético y lo estético y el lugar que ocupa en
los marcos de su axiología, responde en gran medida al hecho de que Martí
es un hombre de pensamiento y acción, que une en su diario hacer misión
y oficio. Esto determina en él un concepto.
"La vida -escribe Martí a Joaquín Macal- debe ser diaria,
movible, útil; y el primer deber de un hombre de estos días, es ser un
hombre de su tiempo. No aplicar teorías ajenas, sino descubrir las propias.
No estorbar a un país con abstracciones, sino inquirir la manera
de hacer prácticas las útiles. Si
de algo serví antes de ahora, -enfatiza el Maestro- ya no me acuerdo: lo
que yo quiero es servir más. Mi
oficio... es contar todo lo bello, encender el entusiasmo por todo lo
noble, admirar y hacer todo lo grande... Vengo a ahogar mi dolor por
estar luchando en los campos de mi patria, en los consuelos de un trabajo
honrado, y en las preparaciones para un combate vigoroso."[32] En
este sentido, la belleza con que Martí capta la realidad y la obra
humana, no dimana sólo de la prosa y el verso de un artista, de un poeta,
ni del magno discurso de un escritor de talento mayor, ni del hombre hecho
estilo, que tanto exalta Unamuno, Sarmiento y Darío.
Además de su oficio -que ya es mucho para consagrarlo- existe una misión
redentora, un compromiso con la realidad de su tiempo, con su bella isla y
la América nuestra. Sólo un
oficio, por muy grande y trascendente que sea, no es capaz de
irradiar luz, "encender el entusiasmo por todo lo noble" y
revelar la grandeza humana en toda su magnitud.
La misión lo completa, lo dirige a la realidad concreta, busca
cauce de realización. Enseña
que al deber-ser no se accede a través del discurso, encerrado en sí
mismo, sino se requiere de la acción práctica transformadora, capaz de
subvertir la realidad presente y proyectar y realizar lo que falta y
exigen la necesidad y los intereses de los hombres en el movimiento
social. Si se desconoce esto
-en mi criterio- resulta imposible comprender la obra martiana, incluyendo
su filosofía y su axiología. El
paradigma martiano y
el ideal
de racionalidad
en que se
despliega, está mediado por convicciones ideopolíticas
revolucionarias tan profundas que no le permiten soslayar las situaciones
dramáticas en que se consume y dirime el hombre y la sociedad, para
dedicarse al puro oficio de crear. Es
que precisamente su magna obra creadora "que pertenece a los
"alumbrados",[33]
en el decir de Gabriela Mistral; es un resultado de haber conjugado en
inseparable unidad, misión y oficio"(...) Martí, criatura literaria
completa, -enfatizó Gabriela Mistral- amaba sus clásicos y amaba la poesía
del pueblo, porque el humanismo no lo disgustó de lo popular, ni lo
elemental lo invalidó para lo clásico... Pero el trance del momento era
duro, y Martí nos entregaba su poesía verbal cortada aquí y allá del
sollozo patriótico o del puñetazo de fuego al tirano".[34]
Martí desintrancendentaliza, hace concretos los valores en el instante
mismo en que los trae al quehacer humano-social, y le trasmite sentido
práctico, razón,
inspiración y
sensibilidad" (...) y puso poesía castellana -refiere a Antonio Sellén-
cuanto hay de enérgico y hermoso en los poetas nuevos.
Ennobleció el destierro con un trabajo constante, templado por un
carácter que no empañó nunca la malicia, y embellecía la pasión por
la hermosura ideal, que lo tuvo siempre en un estado de íntimo deleite; más
grato que los goces volubles del mundo.
Era hombre de notable cultura y de juicio sagaz; pero el corazón
se le inflamaba, aún en los últimos años, cuando veía volar un pájaro
libre sobre su cabeza, o deshacerse una nube por el cielo azul... Fue
tierno y sentido, y notable por la pureza de sus deseos, el fervor de su
caridad humana, y sus simpatías con todo lo ingenuo y poético del mundo.[35]
Los
valores que enseña, cultiva y transmite Martí, tanto en su verso como en
su prosa, no son entes abstractos, sino consustancial al despliegue
humano, en fin, integrados a una cultura de la razón y de los
sentimientos.[36]
Por eso en su discurso no invoca y busca valores humanos, sino que los
descubre. Pero en un
"encontrar", que es más que todo un ininterrumpido tránsito
del ser al deber-ser, como proyección humana, como remisión a la
imaginación y a la creatividad cultural del hombre. En
esta dirección, a Martí no le interesa tanto qué es el hombre y cuáles
son los valores, sino más que todo cómo deviene el hombre y su
naturaleza humana constituida en un sistema de valores dinámicos,
fluidos, en tanto expresión social.
Sólo a partir de esta concepción de los valores adquieren
trascendencia y vigencia. Trascienden
porque son valencias sociales y formas aprehensivas de conductas sociales
hechas cultura. Esto
no significa la existencia en Martí de una actitud nihilista hacia los
valores universales, ni una concepción practicista, pragmático-utilitarista
de los mismos. Todo lo contrario.[37] En
su obra constantemente aparece la referencia a los valores universales, a
sus conceptos e ideas. Significa
simplemente que su concepción de los valores -por razones ya explicadas y
reiteradas- se funda en una intelección propia, que se integra a la
cultura del pueblo. La
inserción martiana de los valores como atributos cualificadores de la
subjetividad humana, integrada a la cultura y como creatividad cultural
social del hombre no sólo explica los fundamentos de su trascendencia en
la axiología del Maestro. Da cuenta además de la especificidad propia del filosofar
martiano en término
de discurso vital, enérgico,
siempre en función del hombre y la sociedad.
Explica también su genio visionario para discernir la realidad
presente y proyectar lo por venir. Pone
de manifiesto, su gran poder revelador de esencia para ver más lejos y
dimensionar realidades que ante sus contemporáneos pasan inadvertidas.
Esto, por supuesto, no tiene lugar sólo en su ideario político
-que ya de por sí le consagró y devino jefe máximo de la guerra del 95-
sino en múltiples aristas del quehacer humano.
Su capacidad de discernimiento humano para penetrar en determinadas
personalidades históricas y descubrir obras paradigmáticas y fundadoras,
también imprime vigencia y trascendencia a los valores, y junto con ello
actualiza la memoria histórica que es forjar y vitalizar la identidad
nacional y humana. El análisis
de Luz y Caballero no es el único caso, pero es demostrativo.
Con una frase lacónica, pero llena de sentimiento y razón lo
define: "sembró hombres"(...) demandó con la fruición del
sacrificio todo amor a sí y a las pompas vanas de la vida, nada quiso ser
para serlo todo, pues fue Maestro y convirtió en una sola generación un
pueblo educado para la esclavitud en un pueblo de héroes, trabajadores y
hombres libres... Supo cuanto se sabía en su época; pero no para enseñar
que lo sabía, sino para transmitirlo.[38] Y de Mendive, con sólo
una oración interrogativa da vigencia y trascendencia a una triada de
valores que Martí expone en un todo único revelador del bien,
la belleza
y la verdad:
"¿Y cómo quiere que en algunas líneas diga todo lo bueno y
nuevo -interroga Martí- qué pudiera yo decir de aquél enamorado de la
belleza que la quería en las letras, como en las cosas de la vida, y no
escribió jamás sino verdades de su corazón y sobre penas de la
patria?"[39] Obra
fundadora y cultural en todo su sentido y definición, también revela en
Heredia, un modelo en cuanto a definición axiológica se refiere.
Un alma, una virtud, devenida cultura de cubanía descubre en el
cantor del Niágara. "¿Cómo no habían de amar las mujeres
-pregunta Martí- con ternura a aquel que era cuanto el alma superior de
la mujer aprisiona y seduce: delicado, intrépido, caballeroso, vehemente,
fiel, y sobre todo eso, más que por la belleza, bello?"[40]
Para quien no conozca la esencia del humanismo martiano, la interrogante
caracterizadora de Heredia pasa inadvertida, no revela su espíritu
creador ni la dimensión cultural en que se sustenta también su concepción
de los valores morales, incluyendo el sentido estético que lo anima. La
determinación moral no deviene cauce prefiguradamente
rígido, al igual que su connotación estética. Se advierte como
cualidades morales, en síntesis,
devienen expresiones estéticas -define lo bello como compendio de rasgos
humanos, como delicado, intrépido,
caballeroso, etc.- y aunque paradójico, de la belleza, no deduce
lo bello, sino de cualidades ético-morales.
Es que Martí -y esto define en gran medida su discurso- piensa la
realidad a partir del hombre, la actividad humana y su determinación en
la cultura. Por eso no tiene
que esforzarse para encontrar lo bello,[41]
en la realidad; lo aprehende, revela y fluye porque es al mismo tiempo
descubrir humanidad, contenido, sentido y potencialidades humanas de
realización. En ello,
existencia y conciencia integran un proceso del devenir humano en la
aprehensión práctico-espiritual de la realidad. Martí
revela belleza en la realidad que asume porque es sensible y posee
humanidad, porque devela esencias, interioridades del hombre y la sociedad
trasuntadas en la cultura. En
este concepto resulta posible comprender por qué se preocupa tanto por
exaltar y dar vigencia a los valores humanos encarnados en obras y hombres
paradigmáticos, así como el sentido de sus tesis de que honrar honra; la
cultura como condición de la libertad; la pasión y la ternura como
premisas de todo proyecto humano y social, la virtud, el decoro y la
dignidad, como esencia consustancial al hombre. En
Heredia ve al "genio de noble República, a quien sólo se le veía
lo de rey cuando lo agotaba la indignación o fulminaba el anatema contra
los serviles del mundo y los de su patria".[42]
Dando vigencia social y trascendencia al modelo de valores que
sintetiza Heredia, define "... dos clases de hombre: los que andan de
pie cara al cielo, pidiendo que el consuelo de la modestia descienda sobre
los que viven sacándose la carne, por un pan más o pan menos, a
dentelladas, y levantándose por ir de sortija de brillante, sobre la
sepultura de su honra: y otra clase de hombre, que van de hinojos, besando
a los grandes de la tierra el manto".[43] En
la axiología martiana hay optimismo como todo humanista que confía en el
hombre y en sus posibilidades de perfeccionamiento y creación; pero no un
optimismo exacerbado que soslaya los atributos negativos de las acciones y
conductas humanas. Estos
atributos son asumidos de modo crítico y estigmatizado al mismo tiempo
como no inherentes a lo verdaderamente humano y como males que no se
integran a la cultura. Sin
embargo, como maestro al fin, y hombre fundador, no sólo critica el mal,
sino además y sobre todo proclama el bien y lo cultiva para que
prevalezca. El sabe que
"...odian los hombres y
ven como
a enemigo
al que
con su virtud le echa involuntariamente en rostro que carecen de
ella..."[44] Y es necesario e
incuestionable para Martí actuar con respeto y humanidad para no herir
sensibilidades. Cuando se le
ofende al hombre su decoro y dignidad que es al mismo tiempo vejar su
integridad humana, más que cultivar en él el bien, lo bello, lo
verdadero; valores permanentes en la humanidad del hombre, se mata su
naturaleza humana y las "semillas dormidas" que siempre esperan
terreno propicio para germinar. Se
trata entonces según el espíritu y el mensaje que anima la axiología
martiana de obrar con humanidad para que crezca y se impongan sobre la
maldad, el egoísmo y todo lo que de animalidad -concebida por Martí como
no permanente, sino transitorio- pueda anidarse en el hombre.
Esta concepción axiológica está enraizada en el hombre y en la
confianza de la "grandeza de sus entrañas", pero ello
evoluciona, como parte esencial del todo, en correspondencia con la
evolución de la totalidad de su pensamiento.
Si ciertamente son los valores el núcleo central que lo anima
durante toda su vida, en la etapa de madurez teórica e ideológica,
aparecen nuevas mediaciones y matices que la hacen más concreta.
Es fácil encontrar en Martí, en cualquiera de sus etapas
evolutivas de desarrollo, la búsqueda de la ley del progreso del hombre,
sobre la base de las fuerzas que lleva en sí y que sólo precisa
revelarlas y cultivarlas. En
esta concepción, la impronta del naturalismo
romántico está
presente con sus
especificidades, incluyendo su concepción unitaria del ser y los valores
del hombre; sin embargo, el hombre para el Maestro, es lógica y
providencia de la humanidad, es decir, es sujeto. Con esto establece límites, que rebasan los marcos de las
influencias y transita y accede a nuevos niveles de la realidad, o sea, al
naturalismo -sin
desecharlo- se impone
el papel
de la subjetividad, de
la actividad humana, en fin, de la axiología de la acción. Por
otra parte, junto a la radicalización de su pensamiento político -si
bien el núcleo central de su axiología, permanece- los valores y las
valoraciones adquieren más concreción en cuanto al
alcance y proyecciones
sociales se refiere. Así, en
Patria, 8 de diciembre de 1894, refiriendo al pintor cubano Joaquín
Tejada después de señalar la dicha de ser de nuestra patria, señala:
"el mundo es patético, y el artista mejor no es quien lo cuelga y
recama, de modo que solo se le vea el raso y el oro, y pinta amable el
pecado oneroso, y mueve a fe inmoral en el lujo y la desdicha, sino quien
usa el don de componer, con la palabra, o los colores de modo que se vea
la pena del mundo, y quede el hombre movido a su remedio.
Mientras halla un antro, no hay derecho al sol".[45] Estas
ideas recuerdan su crítica al "realismo" positivista en el
arte, de su etapa de México o del Liceo de Guanabacoa, pero ahora
con mayor alcance social, lo cual se pone de manifiesto en la propia valoración
que hace
del artista
cubano. "Ámese
-escribe Martí- puesto que ama al hombre, al artista nuevo
de Cuba, al que padece de la pena humana, y no tiene pinceles
para los vanos y culpables de la tierra, sino para los adoloridos y
creadores."[46] Hay
un reclamo de amor hacia el pintor cubano por Martí, no sólo porque ama
al hombre y padece de la pena humana -que para algunos pudiera parecer
abstracto- sino porque no tiene pinceles para los vanos y culpables de la
tierra, sino para los adoloridos y creadores. Continúa
Martí buscando la ley del progreso humano y sus valores pero aparecen
nuevas vías de acceso de penetración en la esencia del problema.
Hay una toma de partido por un sector de hombre que considera
sujeto verdadero de realización humana: los adoloridos y creadores, los
desdichados y los mansos, en fin, los humildes, las grandes masas del
pueblo, y con ellas echa suerte. Ya
no se trata como Luz -lo que no resta valor al Maestro de todas las
ciencias-, preparar la juventud de la clase de los hacendados para ganar
la libertad, pues la guerra del 68 ha transformado el estado de cosas y
engendrado nuevos sujetos. El
problema es otro y Martí tiene conciencia de ello.
El pueblo, las grandes masas han devenido sujetos portadores del
ideal emancipador y a dicho sujeto se dirige el discurso del Maestro. Su
labor conciliadora de fuerzas, en pos de la unidad en torno al Partido
Revolucionario Cubano, y su República proyectada "con todos y para
el bien de todos", encarna el ideal de las grandes masas.
Su proclama: "Somos los pinos nuevos", expresa ese nuevo
concepto del sujeto de la revolución. Esta
concepción, resultado de un proceso histórico, con todas sus
mediaciones, determinantes y condicionamientos, influye en la orientación
y alcance social de la axiología martiana.
Es un elemento esencial, sobre el cual se funda la inserción de
los valores en la cultura, entendida ésta como producción social y
medida del desarrollo. Esto
naturalmente encuentra expresión real en la concepción de la revolución
y absoluta confianza en sus portadores.
"La revolución en Cuba -escribe Martí- no es una tiranía;
es el alma de la Isla. No es
una conspiración: es el consentimiento táctico y unánime de lo más
viril y puro del país: el actual movimiento revolucionario no tiene su
fuego en el trato secreto con éste o aquel núcleo de revolucionarios
conocidos, sino en la confianza que ha logrado inspirar a la gran masa, a
la masa de rifle y corazón, en la espera sorda y crecimiento de lo bueno
y bravo de Cuba... En el ánimo de la Isla se ha trabajado, no en el
compromiso de esta o aquella cabeza conocida... El espíritu del país es
nuestro cómplice...[47] Dr. Rigoberto Pupo Referencias: [1]
No obstante eso, existen valiosos trabajos, que como vías de acceso y
aproximación, constituyen una contribución a la solución del
problema: De Jiménez-Grullón, J. La filosofía de José Martí.
Universidad Central de Las Villas, 1960; JorrÍn, M. Martí y
la filosofía, La Habana, 1951; Pinto
Albiol, C. El pensamiento filosófico de José Martí y la Revolución
Cubana, La Habana, 1940; Salomón,
N. En torno al idealismo de José Martí.
Anuario CEM No. 1 La Habana, 1978; Toledo Sande L. Ideología y
práctica en José Martí. Edit. C. Sociales, La Habana, 1982; Ronda,
A. Esencia filosófica del pensamiento democrático-revolucionario de
José Martí. Anuario del
CEM No. 3/1980; Pupo, R. Identidad y subjetividad humana en José Martí;
Humanismo y valores en José Martí (ambos en proceso de edición);
Pupo, R. Aprehensión martiana en Juan Marinello. Edit. Academia. La
Habana, 1998. [2]
Vitier, M. Martí, estudio integral, La Habana, 1950, p. 10. [3] [4]
Vitier, M. Martí, estudio integral, La Habana, 1954, p.
281. [5]
No obstante eso, existen valiosos trabajos, que como vías de acceso y
aproximación, constituyen una contribución a la solución del
problema: De Jiménez-Grullón, J. La filosofía de José Martí.
Universidad Central de Las Villas, 1960; JorrÍn, M. Martí y
la filosofía, La Habana, 1951; Pinto
Albiol, C. El pensamiento filosófico de José Martí y la Revolución
Cubana, La Habana, 1940; Salomón,
N. En torno al idealismo de José Martí.
Anuario CEM No. 1 La Habana, 1978; Toledo Sande L. Ideología y
práctica en José Martí. Edit. C. Sociales, La Habana, 1982; Ronda,
A. Esencia filosófica del pensamiento democrático-revolucionario de
José Martí. Anuario del CEM No. 3/1980; Pupo, R. Identidad y subjetividad
humana en José Martí; Humanismo y valores en José Martí (ambos en
proceso de edición); Pupo, R. Aprehensión martiana en Juan Marinello.
Edit. Academia. La Habana, 1998. [6]
Vitier, M. Martí, estudio integral, La Habana, 1950, p. 10. [7]Ibídem,
pp. 27-28. [11]
Martí, J. El poema del Niágara, O.C. T. 7. Edit. Nal. de Cuba, La
Habana, 1962, p. 232. [12]
Martí, J. Cuadernos de Apuntes, O. C. T. 21 Edit. Nal. de Cuba, La
Habana, 1965, p. 54. [13]
Ibídem, p. 55. [14]
Martí, J.
Henry Ward Beecher, O. C. T. 13. Edit. Nal
de Cuba, La Habana, 1964, p. 34. [15]
Ver Martí, J. Libros, O. C. T. 18. Edit. Nal de Cuba, La Habana,
1964, pp. 290-291. [16]
Vitier, M. Valoraciones II. Edic. citada, p. 102. [17]
Vitier, M. Martí, estudio integral. Edic. citada, p. 299. [18]
Naturalmente no concibo el paradigma
solamente en la acepción teórico-científica, como cuadro científico
de una época, referente sólo a un modelo científico, sino además
incluye en él las esferas de las restantes formas valorativas de la
conciencia social, incluyendo por supuesto a la filosofía, pues el
hombre no aprehende la realidad, sólo a través del conocimiento.
Por tanto es posible referirse a un paradigma científico, ético,
o estético, o humanista, que integra varias facetas de la condición
humana. [19]
Martí, J. La delegación del Partido Revolucionario Cubano
a los clubes, Julio, 1893, O.C. T.2 Edit. Nal. de Cuba, La Habana,
1963, p.359. El subrayado
es mío.
R.P. [20]
Ibídem. [21]
Ibídem, p. 361. [22]
En mi criterio el ideal de racionalidad es el modo de existencia del
paradigma, y éste, como modelo, tipo de aprehensión práctica
"espiritual de la realidad, y expresión de la cultura de la época
deviene síntesis de la actividad humana, en sus dimensiones
cognoscitiva, práctica, valorativa y comunicativa. [23]
"De las entrañas, conmovidas aun de tanta grandeza ha de brotar,
para esperanza de Cuba, la verdad de los pobres. ¡Tu pueblo, Oh
patria, no necesita más que amor!, y la guerra, lo que tu pueblo le ha dado... Hay que crear un
pueblo con las virtudes desenvueltas en el esfuerzo... y hay virtudes
conque crearlo." (Martí, J.: "El viaje del Delegado a la
Florida". 28 de Dic. 1893. O.C.T.2 Edit. Nal. de Cuba. La Habana,
1963, pág. 471). [24]
Hago énfasis en esta arista importante del problema, porque no han
faltado "caza-sistemas", que han querido derivar del
paradigma martiano anticipaciones de los credos personalistas,
existencialistas, fenomenologistas y axiologistas contemporáneos.
Además de otras orientaciones eticistas y esteticistas del
siglo XX. Con esto no
estoy proyectando, en modo alguno una actitud de absoluto nihilismo
sobre estas corrientes, escuela y tendencias, sino
más que todo estableciendo diferencias específicas. [25]
Sí existen criterios disímiles en su jerarquía y determinaciones
dentro del todo (cultura). Algunos
dan primacía a uno respecto de otro, en función de su concepción
del mundo y otras condicionantes. [26]
Martí, J.: "La Edad de Oro". O.C. T.18 Edit. Nal. de Cuba,
La Habana, 1964, pp. 301. [27]
Ibídem, pp. 455. [28]
Martí, J.: "Un paseo por la tierra de los
Anamitas". La Edad
de Oro. Edit. citada, pág. 466. [29]
En el sentido de la búsqueda perenne de potencialidad humana, y
despliegue creador de su ser esencial en los marcos de la cultura en
que se afirma y adquieren existencia real los valores. [30]
Martí, J.: Carta a José Joaquín Palma. O.C.
T.5. Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1963,
pág. 94. [31]
Ibídem, pág. 96. [32]
Martí, J. Carta a Joaquín Macal. O.C.
T.7. Edit. Nal. de Cuba. La Habana. 1963,
pág. 97. El subrayado es mío. R.P. [33]
Mistral, G: Versos sencillos. Dirección de Cultura, La Habana, 1939,
pp. 2. [34]
Ibídem, pág. 16. Y
Gabriela Mistral vio en él también al hombre de oficio y de misión:
"Los comentadores políticos del Maestro se complacen en
verificar las adivinaciones de política social que él llegó a tener
y que forma parte de su legado para nosotros. Así mismo los poetas podemos decir, que falto de tiempo para
dejarnos todos los temas ya surcados, su índice grande de capitán
nos marcó cuáles suelos estaban baldíos, en espera de su arador.
Todo lo previó cuando no lo proveyó; hacia los puentes más
borrosos del horizonte echó su lumbrada y lanzó en esa dirección a
los suyos. El ayudó a
Rubén Darío antes de que éste naciera, con un claro consejo de poesía;
él también instó a los nativistas antes de que llegaran ¡Padre
Martí, padre real, granero del apetito pasado y del hombre futuro,
troje de lo que seguimos viendo, que es
oscura de cuanto queda en ella todavía
por desentrañar y es claro por el nivel del que aprovechamos,
cogiendo el trigo a la luz del día de hoy!" (Ibídem, pág.
16-17). [35]
Martí, J.: Antonio Sellen. O.C.T.5 Edit. Nal. de Cuba,
1963, pág. 159. [36]
Martí, J.: Antonio Sellén. O.C.T. 5 Edit. Nal. de Cub, 1963, pág.
159. [37]
Tiene razón J. Vicente Arregui cuando señala: "... los valores
sólo rigen realmente en una sociedad en cuanto se hacen cultura.
Pero en cuanto hechos cultura, los valores pierden su olímpica
dignidad porque una cultura es siempre una cultura entre otras
culturas... Los valores sólo rigen en cuanto que enculturizados, en
cuanto que realizados de uno de los modos posibles" (Vicente
Arregui, J.: El papel de la Estética en la Etica.
Revista Pensamiento No. 176. Vol.
44 Oct-Dic. 1988, Madrid, pág. 451. [38]
Martí, J.: Cartas inéditas de José de la Luz. O.C.T.5. Edit. Nal.
de Cuba. La Habana, 1969, pp. 249. [39]
Martí, J.: Rafael María de Mendive. O.C. 5 Edit. Nal. de Cuba, La
Habana, 1969, pp. 250. [40]
Martí, J.: Heredia. O.C. T.5. Edit. Nal. de Cuba, La
Habana, 1963, pp. 174, lo subrayado es mío. R.P.
Lo hago para destacar cómo en Martí, en la dimensión humana,
lo ético y lo estético se fundan en unidad, a tal punto que lo
bello, no es tal por la belleza, sino por integrar atributos que
cualifican la conducta moral y otras cualidades de la naturaleza del
hombre. [41]
Entiéndase no en el sentido de "embellecer" la realidad con
expresiones artístico-literarias.
Su talento artístico de alto vuelo por supuesto es un elemento
a tener en cuenta, tampoco se trata de "embellecimiento" de
la realidad a partir de confundir e identificar el ser con el
deber-ser. El sentido es
otro, que proviene de la revelación del ser esencial humano, sobre la
base de la determinación cualificadora de los valores en la cultura,
por cuanto aquellos (los valores) sólo advienen y devienen en tanto
enculturizados, es decir, insertos en la cultura.
Esto determina la unidad indisoluble e interpenetración de los
valores éticos y estéticos y el lugar de ellos, su jerarquía
específica, respecto a los restantes valores componentes de su
axiología. [42]
Martí, J.: Heredia. Obra. Citada pp. 171. [43]
Ibídem. El subrayado es mío: R.P. [44]
Martí, J.: Juan Carlos Gómez. O.C.T.
8. Edit. Nal. de Cuba. La Habana, 1963, pág.
190. [45]
Martí, J.: Joaquín Tejada O.C. T.5, Edit. Nal. de Cuba, La Habana,
1963, pp. 285. [46]
Ibídem, pág. 287. El subrayado es mío. R.P. Se hace para fijar
jerarquía, niveles y diferencias y llamar a la reflexión al lector. [47] Martí, J.: "El alzamiento y las Emigraciones", De Patria, Nueva York, el Nov. de 1893. O.C.T. 2 Edit. Nal. de Cuba, La Habana, pág. 433. |
por Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo
Autorizado por el autor el día 5 de mayo de 2008.
Ver, además:
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Editado por el editor de Letras Uruguay
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