El concepto de la vida. (Tras las huellas de un proyecto martiano) José Martí Pérez, Cuba. (1853 – 1895)
Dr. Sc.
Rigoberto Pupo Pupo Universidad “José Martí” de Latinoamérica
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Índice
Introducción
I-Cosmovisión martiana 1.- Concepción unitaria del ser 2.- Visión del hombre, la naturaleza y la sociedad 3.- Particularidades de su filosofía humanista
II- El hombre y su subjetividad
1. La vida como totalidad trascendente 2. Objeto y sentido de la vida 3. La vida como relación constante de lo material y lo inmaterial 4- Esencia de la vida. Lo absoluto, lo relativo, lo infinito, lo finito. La muerte como tránsito, vía
III. La vida, el dolor, el amor, la creación
1. La vida como inspiración, fraternidad, estímulo, virtud y misión 2. Lo natural y lo postizo en la vida. Las convenciones. La libertad espiritual 3. Los valores como cauce primario de formación humana 4. El hombre como posibilidad infinita de excelencia y creación
Conclusiones
Bibliografía
Introducción
La naturaleza del tema asumido es filosófica por excelencia. En él se concentra, de una forma u otra, toda la filosofía humanista martiana. Se trata del proyectado libro del Maestro: El concepto de la vida.[1] Obra que con extraordinaria pasión, soñó Martí y no logró realizar. Muchas urgencias vitales ocuparon su tiempo (.....). Sin embargo, en su extensa y rica escritura están presentes las ideas y las tesis esenciales para una aproximación teórica profunda a su “Concepto de la vida”, sin intentar en modo alguno agotar tanta imaginación creadora y tanto vuelo cogitativo, propios de una mente privilegiada que logró aprehender al hombre en su excelencia y creación.
Es necesario, con sentido filosófico-cultural e histórico y con espíritu martiano, como aconsejaba Juan Marinello, penetrar en la “selva martiana” y revelar los fundamentos filosóficos en que se despliega su comprensión del hombre y la sociedad.
Seguir tras la huellas de su proyectado libro sobre el concepto de la vida[2], es decir, del hombre, concebido con sentido cultural, en mi criterio, constituye una vía de acceso necesaria. En Martí, a diferencia de la fenomenología vitalista, existencialista, “la vida humana es la mutua e indeclinable relación entre lo subjetivo y lo objetivo”[3]. Se trata del hombre concreto que piensa, siente, actúa y se comunica. Hay una concepción socio-cultural y compleja del hombre, fundada en la filosofía de la relación.
En nuestro criterio, los perfiles más trabajados del pensamiento martiano, son los artístico-literarios y políticos. Esto, naturalmente tiene su lógica, pues Martí, ante que todo fue un político-revolucionario y un artista y su obra refleja dicha condición y oficios en unidad indisoluble.[4]
También, aunque en menor cuantía, el ideario pedagógico del Maestro ha sido objeto de análisis y reflexión, ocupando un lugar destacado los trabajos de Herminio Almendros y otros pedagogos cubanos. Pero aún este rico perfil requiere de desarrollo.
Sin embargo, el ideario filosófico de José Martí, ha sido insuficientemente investigado y existen pocos trabajos al respecto. Esto se debe en gran medida, a que Martí, en tanto tal, no fue un filósofo profesional. No existe en su obra una filosofía sistematizada a manera de los tratados filosóficos tradicionales. Por otra parte, la existencia de determinados prejuicios y esquemas en cuanto a la determinación de la filiación filosófica del Maestro ha contribuido también a que se soslaye tan importante perfil de su pensamiento5.
Un análisis acucioso del pensamiento de José Martí, revela la existencia de una filosofía, o un ideario filosófico que adquiere determinaciones concretas en la política, la ética, la estética el arte, la cultura, la historia, la pedagogía, hasta trasuntar un humanismo axiológico de alta valía, concretado en una rica concepción de la subjetividad humana y los valores. Una filosofía con numen pedagógico para la formación del hombre a través de la axiología de la acción.
Esto significa que buscar la filosofía en Martí, a partir de cánones tradicionales, ya superados, resulta estéril, porque Martí no fue un filósofo “puro”, en la acepción del concepto, ni dejó una obra filosófica sistematizada. En tal situación, se trata, sobre todo de indagar en la especificidad del saber filosófico, su objeto, funciones y sus relaciones con las ciencias y las restantes formas valorativas de la conciencia social, así como revelar el carácter sintético – integrador del saber filosófico y la naturaleza de sus categorías, en tanto aprehensión práctico-espiritual de la realidad, que integran en síntesis momentos cognoscitivos, axiológicos y prácticos.
Esta vía de análisis o estrategia conceptual – metodológica, permitirá desentrañar la especificidad de la filosofía del Maestro, así como determinar jerarquías en su discurso teórico, es decir, si predomina en él, el aspecto axiológico – valorativo, el lógico –gnoseológico o el ontológico en última instancia. ¿ Dónde buscarlo?. Por supuesto en su propia obra, ya sea de carácter artístico-literario, político, pedagógico, etc.
En esta dirección, lo importante es determinar la particular cosmovisión martiana, el sentido que sigue su discurso en la aprehensión de la esencia de la realidad, el modo como opera con los conceptos e imágenes, los vínculos hombre-mundo, sujeto-objeto, sujeto – sujeto, y el devenir de lo ideal y lo material en dichas relaciones a partir de su connotada orientación práctico – axiológica.
Un estudio de esta índole no puede soslayar las condiciones histórico-sociales y las premisas científico- filosóficas que le sirven de base, así como el proceso evolutivo en que nace y se desarrolla su pensamiento. Esto permitirá determinar el modo cómo asimila sus fuentes, la influencia que ejercen sobre él, así como el proceso de afirmación, ruptura y creación que tiene lugar y lo que condiciona su no adscripción absoluta a ninguna de las escuelas filosóficas que conoció.
La indagación en la esencia del pensamiento filosófico-martiano, debe partir de premisas nuevas. La complejidad y riqueza de un pensamiento en transición constante, siempre proyectando y preludiando lo por venir, no puede ser captado con fórmulas y esquemas que prioricen determinadas filiaciones, o a través de un derrotero que se convierta en caza – ismo, es decir, aquí es materialismo, acá idealismo, aquí se acerca a...., se aleja de..... Esto no puede ser la estrategia conceptual metodológica en la investigación de una figura de la talla de José Martí, u otro pensador.
En esta búsqueda, es decir, penetrando en la obra de Martí, en todas sus mediaciones y determinaciones, a partir de un enfoque nuevo sobre la naturaleza de la filosofía y las restantes formas de la producción espiritual, más que cuestionar dónde está la filosofía de Martí, cabría la pregunta, ¿dónde no está presente? Con esto no se quiere convertir en filosofía a todo discurso existente. Todo lo contrario,
Se trata de Martí, de un pensamiento profundo, revolucionador y superador de cánones y tradiciones que trascendió una época y preludió otra. Un pensamiento humanista de naturaleza ecuménica, expresado en disímiles formas y modos, pero siempre penetrando en las esencias o buscando sus vías de acceso.
Una estrategia investigativa, dirigida en estos cauces, no niega en modo alguno la asunción de posiciones y el establecimiento de determinadas primacías en el discurso martiano. En Martí, y esto condicionado en parte por la tradición cubana y latinoamericana, por su condición de artista y sobre todo por su humanismo renovador, la axiología ocupa un lugar central6. A Martí, sin soslayar otros problemas, le interesa el hombre, su subjetividad, en relación con la naturaleza y la sociedad. Esto imprime a su pensamiento un sello especial. Los valores, los ideales se reiteran en toda su obra, pero no al margen de su conocimiento y la práctica social. Cree en el hombre, en los valores. La verdad, el bien y la belleza, adquieren en él una sustanciación tal que devienen entes en unidad indisoluble y en relación recíproca. Ama la verdad por sobre todas las cosas y cree en los valores universales y en la forma de afianzarlos a través de la acción. Esto imprime a su concepción del hombre optimismo, así como medios para pensarlo y cambiarlo. El amor, la justicia el decoro, la virtud, no resultan en su pensamiento, atributos abstractos, hipostasiados de la época y la realidad que le sirve de entorno. Su programa ha asumido una causa que requiere de la unidad, pero en función de los pobres de la tierra.
Es indudable que el problema del hombre, de la subjetividad humana, incluyendo los valores, ocupa un lugar central en el pensamiento de José Martí. Su libro proyectado: “El concepto de la vida” lo corrobora y afianza, pues existe una obra entera, que priorizando la libertad del hombre, despliega su filosofía humanista axiológica en pos de la ascensión humana. Precisamente esta dimensión del pensamiento del Maestro, constituye el objeto del presente ensayo.
En correspondencia con el objeto de investigación, tres objetivos fundamentales encauzan el despliegue del discurso, a saber:
1- Revelar la cosmovisión martiana y la especificidad cualitativa de su discurso filosófico. 2- Determinar el lugar específico de la subjetividad humana en el pensamiento de José Martí, destacando su concepción de la vida como posibilidad inagotable de excelencia y creación. 3- Develar la significación de la axiología martiana y sus atributos cualificadores en tanto cauce primario de formación humana.
Los tres objetivos planteados concentran en sí los problemas centrales en que se sintetiza el pensamiento filosófico de José Martí. Una filosofía que sin soslayar los problemas ontológicos y gnoseológicos, convierte en centro de su reflexión la subjetividad humana a partir de una orientación práctico-axiológica que privilegia los valores humanos en sus fundamentos socio – culturales. En su axiología de la acción, Martí hace de los valores cauces de realización humana.
Los valores, sustanciados por una eticidad concreta, pierden el carácter cósmico para integrarse como valencias sociales al devenir social, en búsqueda perenne de la humanidad del hombre y su ascensión en tanto tal.
El ensayo se estructura del siguiente modo:
El primer capítulo,”Cosmovisión martiana”, desarrolla el contenido exigido por el primer objetivo. En primer lugar la cosmovisión filosófica general del Maestro, en su llamada filosofía de la relación.
Libre de esquemas y supuestos preconcebidos se aborda la lógica del pensamiento de Martí. Se expone su concepción unitaria del ser y su sentido de lo real e histórico como proceso. Aquí los conceptos hombre, naturaleza y sociedad se revelan en su complejidad y carácter sistémico, siguiendo el discurso del Maestro.
Un lugar especial en este capítulo lo ocupa la especificidad del pensamiento filosófico de José Martí. Pensamiento que imbrica indisolublemente conceptos e imágenes de alto vuelo cogitativo. La revelación de la naturaleza del pensamiento de Martí, no puede olvidar las particularidades que dimanan de un estilo que “ve con las palabras y habla con los colores”, es decir, de un artista de la palabra, el pensamiento y la acción y un discurso penetrador de esencias con cauce humanista.
El segundo capítulo: “El hombre y su subjetividad”, transita a un nivel particular. En esta parte se define el concepto subjetividad humana, siguiendo la propia estructura de la actividad humana y su encarnación en la cultura, es decir, tal y como se deduce de la obra de Martí. Se trabajan los atributos cualificadores de la subjetividad humana-gnoseológico, práctico, axiológico y comunicativo- y se determina el componente práctico axiológico como primario en el discurso martiano.
Se muestra cómo en su concepción unitaria del ser, el hombre aparece como síntesis integradora de los principios material y espiritual, como ente supremo que revela el ser del mundo, forma sus relaciones y trasmite las que les son heredadas y acumuladas en la cultura.
La compresión dinámica del ser universal, en toda su diversidad y complejidad, lo concreta Martí en su estudio del hombre como nivel cualitativo superior. El hombre- en Martí- no es un ser abstracto, dado. Constituye un complejo sistema de relaciones donde lo objetivo y lo subjetivo interactúan recíprocamente. Es un ser creador que actúa consciente de sus actos. Posee la conciencia, capaz de proyectar lo por venir y, al mismo tiempo, esforzarse por realizarlo en la cultura.
Por tanto, Martí exige que “(...) debe tomar el hombre la filosofía, no como el cristal frío que refleja las imágenes que cruzan ante él sino, como el animado seno en que palpita, como objeto inmediato y presente, la posible acomodación de lo real de lo que el alma guarda como ideal anterior, posterior y perpetuo.....”7.
En este sentido, la comprensión de Martí en torno a la subjetividad humana se asienta en una concepción integral de la relación sujeto-objeto y sujeto- sujeto, premisa insoslayable para su intelección en tanto tal. Él concibe el hombre como sujeto del devenir social, en tanto es capaz de subvertir la realidad en función de sus necesidades e intereses. El hombre como ser humano, con voluntad, pasión, y sobre todo con amor a lo bueno y bello y con ideales y valores superiores. En fin, al hombre con pensamiento y sentimiento con ciencia y con conciencia.
En esta parte se trabaja la concepción de la vida (del hombre) como totalidad trascendente, mediada por múltiples determinaciones, fines, necesidades, etc, propios del cosmos humano.
Un lugar especial ocupa la concepción martiana del objeto, esencia y sentido de la vida como misión consagrada al bien común y a los altos propósitos de ascensión humana, así como otras mediaciones del devenir humano, incluyendo la necesidad de la libertad espiritual para lograr el despliegue infinito de las naturalezas vírgenes y creadoras que lleva cada hombre dentro. El capítulo cierra con un estudio de los valores, en tanto cauce primario de formación humana.
Este epígrafe, aporta las premisas para dar cumplimiento al tercer objetivo, es decir, al análisis de la dimensión práctico-axiológica, en que se nuclea o estructura el pensamiento de Martí. Su axiología de la acción continúa la tradición cubana que viene de Varela y Luz y Caballero y asume creadoramente otras influencias del acervo universal. En ella la verdad, el bien y la belleza, devienen unidad indisoluble, en tanto expresión de lo universalmente humano. Sobre el bien, la belleza y la verdad, median otros conceptos que integran un sistema de valores. Todo este complejo categorial, iluminado por bellas imágenes y metáforas avala el programa filosófico del Maestro, y da entidad propia y trascendencia a su obra fundadora y paradigmática. Se trata de un sistema de valores e ideales, capaz de lograr “la instrucción del pensamiento y la dirección de los sentimientos”.8 Un programa ético-humanista, fundado en premisas reales, en pos del cultivo de la razón y la cultura de los sentimientos.9
La conformación de un sistema unitario de valores, a manera de trincheras de ideas, imprime un vuelo específico al humanismo martiano, así como un lugar preponderante a la subjetividad humana.
En Martí la axiología desciende del cielo a la tierra. En primera instancia se descubre el fundamento socio-cultural de los valores, a partir de la concepción martiana del hombre y la actividad humana. En Martí, la cultura es encarnación de la actividad del hombre y medida de su desarrollo y progreso, en tanto producción material y espiritual humana. Esto cualifica en lo esencial la determinación del fundamento cultural de los valores. Explica las bases de su axiología de la acción que suprime al carácter intrascendente y abstracto de los valores para convertirlos en ideales terrenales, en valencias sociales alcanzables.
Seguidamente, después de mostrar el fundamento sociocultural de la axiología martiana, en un nivel teórico general y aprehendiendo su lógica especial, se pasa a la determinación de sus atributos cualificadores: la multiplicidad de valores con que opera su discurso (científico, ético, estético, político, etc.) y la primacía de lo ético.
Se trata de un tanteo de valores martianos que refleje la propia evolución de su pensamiento humanista revolucionario, es decir, cómo su propia tabla valorativa no se mantiene estática, evoluciona, asciende a peldaños superiores en la misma medida que revela el ser de nuestra América. Cómo a partir de 1886, aguijoneado por la práctica social, penetrando en la realidad norteamericana, su axiología se hace más concreta. Si bien el fundamento ético subyace en toda la obra, en su etapa de madurez, en plena preparación de la guerra necesaria, sus presupuestos expresan nuevas mediaciones y matices, se integran en un cuerpo crítico unitario con nuevas exigencias.
Posteriormente, el capítulo cierra con un análisis particular de los valores ético, estético y político, en su interacción y condicionamiento. El propósito esencial que permea el desarrollo de esta parte, se dirige a mostrar cómo en Martí la búsqueda perenne de la humanidad del hombre, de la ley del progreso humano, en pos de una república con todos y para el bien de todos, le conduce a explorar nuevos cauces de realización humana y de convivencia social.
¿Cómo encontrarlos? ¿Cómo lograr la comunicación humana? En su concepción los valores ético-morales por sí solos son insuficientes, al igual que los de naturaleza artística. El hombre no sólo se mueve por el deber, aunque es extraordinariamente importante. Debe hacer del deber un placer, sentir satisfacción, enriquecerse espiritualmente, encontrar belleza en él. Por tanto, lo ético y estético deben conformar una unidad inseparable, al igual que la política debe encarnar belleza, verdad y bondad. En fin, los valores deben expresarse como hechos culturales en su humanidad creciente. De esta concepción, resulta fácil comprender por qué en Martí la política es inseparable de su fundamento ético, al igual que lo son el arte y las otras formas de la producción espiritual del hombre.
En resumen, se trata de una axiología de la acción cimentada en un eticidad concreta, en torno a la cual interacciona y se condiciona la multiplicidad de valores humanos.
De los objetivos y la estructura se deduce claramente el carácter filosófico del ensayo, determinado por el objeto de investigación asumido. Se trata del concepto de la vida, de la concepción martiana del hombre y su actividad encarnada en la cultura. Una concepción afincada en la espiritualidad del hombre que prioriza los valores en términos de valencias sociales para hacer del discurso un proteico y eterno ejercicio de axiología de la praxis, de acción humana en búsqueda de humanidad.
El mayor alcance y utilidad social del libro reside no sólo en la sistematización de la compresión martiana del hombre, su subjetividad y los valores, sino además en la ubicación de dicho problema en la cosmovisión general del Maestro y en los cauces aprehensivos de la realidad que abre para la comprensión de los problemas actuales con sentido cultural.
En los momentos actuales, cuando el escepticismo histórico cunde y pulula en la arena internacional, cuando no faltan los intentos de negar la historia, los valores, la cultura, la tradición, la memoria histórica, la razón, los proyectos de emancipación social y el progreso, la racionalidad se impone como necesidad de preservar no sólo la identidad nacional, sino también la identidad humana. En tales condiciones, el paradigma martiano y el ideal de racionalidad que le es consustancial adquieren más que nunca contemporaneidad y vigencia social.
Su pensamiento –una eterna poesía de amor, de lucha, de dación humana y consagración social- continuará alumbrando el camino del hombre. Su desbordante espiritualidad seguirá siendo fuente nutricia de aprehensiones y sueños “¡con luz de estrellas!”10
I. COSMOVISIÓN MARTIANA
Martí fue un pensador profundo. Su obra da cuenta de una rica cosmovisión, concretada en ideas aladas en torno al hombre, la naturaleza y la sociedad. Su discurso plural, encauzado por la cultura y la historia, encuentra determinaciones en las infinitas mediaciones en que deviene la formación del hombre en relación con el mundo natural y social.
Si realmente no fue un filósofo con obra sistematizada, hizo filosofía en toda su producción intelectual. Filosofía grande, porque pensó la subjetividad humana con sentido cultural y complejo. Penetró en la naturaleza humana con razón y sensibilidad, y jamás separó el hombre del contexto cósmico en que deviene. Su obra se cualifica en una ecosofía de alto vuelo, expresada en un discurso plural y un lenguaje incluyente con numen ensayístico y poético.
Sin desechar las concepciones en torno a la filosofía, expresadas por los clásicos griegos planteó ideas y caracterizaciones de gran valía. “Conocer las causas posibles y usar los medios libres y correctos para investigar las no conocidas – enfatiza Martí - es ser filósofo. Pensar constantemente con elementos de ciencia, nacidos de la observación en todo lo que cae bajo el dominio de nuestra razón y en su causa he ahí los elementos para ser filosofo. ’’[5]
Para el Maestro el filósofo es un eterno buscador, que ante lo desconocido pone en acción su pensamiento para encontrar los por qué, las causas, a partir de los elementos de ciencia.
Al mismo tiempo, con gran realismo, revela la complejidad de la relación sujeto – objeto y sus determinaciones y condicionamientos. “Y en toda representación, bien se reflexione sobre cosas externas, bien sobre actos internos propios existe dualidad inevitable entre el objeto pensado y el sujeto pensante El sujeto no puede pensar sin que existiese antes la cosa sobre la que se piensa. La cosa pensada es una y anterior al pensamiento del sujeto sobre ella que es posterior y otra: He aquí la dualidad inevitable que destruye la imposible identidad”[6]. Su discurso no se encierra en el pensamiento mismo, penetra en el propio proceso formativo del conocimiento, siguiendo la tradición sensorracionalista. “Los sentidos – señala - nos trasmiten las sensaciones. Las sensaciones son producidas por los objetos exteriores’’[7]. Pero al mismo tiempo no desecha el lugar de la subjetividad humana en la construcción del saber. “El objeto está fuera de mi pero la inteligencia del objeto está en mí. Yo me comunico con él’’[8]. Hay un interés perenne de soslayar el objetivismo despersonalizado, que excluye la subjetividad humana. “Los hechos por sí solos nada explica si la inteligencia no los examina y los fecunda “Toda deducción de los hechos es una verdad ideal.
Las verdades reales son impotentes si no las animan las verdaderas ideales. El hecho es la verdad real. La verdad ideal es el resultado de la reflexión sobre los hechos. Así, en lo humano de los hechos se desprenden las verdades, de los hechos semejantes las verdades comunes. De las verdades comunes, lo común de la verdad. Así , fructificando con la inteligencia la materia, la inteligencia firmemente apoyada en terreno de verdad sólida y firme concibe primero y necesita luego y entiende siempre la necesaria e inevitable verdad fundamental’’[9]. Sencillamente, el hombre en la aprehensión de la realidad sobre la base de las necesidades e intereses, a través de los fines proyecta lo que desea y lo realiza. No se puede olvidar la tesis de Martí que “(…) en lo humano de los hechos se desprende las verdades (…)”. No cree en las verdades en sí, al margen de la subjetividad del hombre que piensa, actúa, siente, valora y se comunica con los demás. Como tampoco el elan holístico y complejo de su aprehensión epistemológica: “Método bueno filosófico es aquel que, al juzgar al hombre; lo toma en todas las manifestaciones de su ser; y no deja en la observación por secundario y desdeñable lo que, siendo tal vez por su confusa y difícil esencia primaria no le es dado fácilmente observar”[10].
En la cosmovisión martiana el concepto naturaleza resulta de gran interés teórico y práctico. “¿Qué es la naturaleza? El pino agreste, el viejo roble, el bravo mar. Los ríos que van al mar como a la Eternidad vamos los hombres: La Naturaleza es el rayo de luz que penetra las nubes y se hace arcoiris, el espíritu humano que se acerca y eleva con las nubes del alma, y se hace bienaventurado. Naturaleza es todo lo que existe, en toda forma, espíritus y cuerpos, corrientes esclavas en su cauce, raíces esclavas en la tierra, pies, esclavos como las raíces, almas, menos esclavas que los pies. El misterioso mundo íntimo, el maravilloso mundo externo, cuanto es deforme o luminoso u oscuro, cercano o lejano, vasto o raquítico, licuoso o terroso, regular todo medido, todo, menos el cielo y el alma de los hombres, es naturaleza”[11].
Su visión de la naturaleza, siempre en relación con el hombre y la sociedad, además, donde el hombre se naturaliza y la naturaleza se humaniza, está presente ese sentido cultural e histórico que le es inmanente al discurso martiano y que en los tiempos actuales hace de su cosmovisión una ecosofía para bien del hombre y la sociedad. Sienta las bases para el desarrollo de la conciencia ecológica que tanto urge en la contemporaneidad.
En la obra martiana emerge con fuerza una filosofía profunda que lo convierte en el filósofo cubano de todos los tiempos, lo cual se corrobora en las acertadas consideraciones de Medardo Vitier al respecto.
En "La Filosofía en Cuba", M. Vitier, no incluye la figura de José Martí (1853- 1895). Posteriormente toma conciencia del error y lo expone en sus lecciones y conferencias, hasta desarrollarlo de manera sistematizada en su obra: Martí estudio integral (1954). "No organizó un sistema; no estudió metódicamente filosofía; pero tuvo genuinas aptitudes de pensador que se evidencia en numerosas páginas, y poseyó criterios -algunos dolorosamente elaborados- acerca del mundo y de la vida humana"[12]. No era posible, siguiendo viejos cánones en torno a la especificidad de la filosofía, negar el status de filósofo al pensador cubano más grande de todos los tiempos.
¿O es que hay filosofía sólo en tratados densos de Lógica, Axiología, Epistemología u Ontología?, ¿o que el saber filosófico sólo es expresable a través de sobrios conceptos lógicos o categorías y las imágenes no expresan también esencialidades? ¿O es que sólo desarrolla filosofía el filósofo profesional? Dejemos que responda M. Vitier: "su mente -refiere a Martí- es especulativa y propende a formular asertos pertenecientes a dos "regiones" filosóficas (...) la ontológica y la axiológica (...) En efecto, lo que tiene de sentencioso -y no es poco- se le vierte por esos declives, donde los problemas, siempre abiertos, incitan y parecen retar al intelecto: el ser y los valores, la íntima contextura del universo y del hombre, por una parte, y el sentido de toda acción, por otra".[13]
Es imposible negar la presencia de especies filosóficas al discurso martiano. Un discurso pleno de sentido cultural y vocación ecuménica que hace centro suyo al hombre en búsqueda constante de su ser esencial y su ascensión ético-humana. Un pensamiento que conjuga en su despliegue crítico, imágenes y conceptos para aprehender la realidad en su máxima riqueza de mediaciones y matices.
Sobre la obra y el pensamiento de José Martí se ha escrito mucho, no así en su arista filosófica propiamente dicha.[14] Medardo Vitier, en su "Martí, estudio integral, revela con profundidad la esencia filosófica de la obra martiana, particularmente
En la cubanidad de Martí, premisa necesaria de su americanidad y universalidad -partir de la raíz con ímpetu ecuménico- revela el valor de la tradición. "Al hallar una ejemplar tradición revolucionaria y al vincularla con su obra, fijó para la cultura pública la importancia del pasado. El pasado no significa compromiso de repetición. Los problemas cambian. Lo que persiste es -enfatiza M. Vitier- por una parte, el nexo espiritual que conduce a la gratitud, y por otra, la actitud de los antepasados. La actitud de elevación y de honradez no envejece, aunque los problemas sean diferentes. Eso es lo que sintió Martí, y -lo reitero- no sólo se valió de esa fuerza sino que fijó para la posteridad el valor social de la tradición. Mientras más original es un guiador -sea en el pensamiento o en la acción- más se atiene a las formas superiores de lo humano, si los halla en sus antecesores. Originalidad -excelente idea de M. Vitier, asumiendo al Apóstol- no es desvinculación; no lo es, si bien se mira, ni aún en las direcciones más excéntricas del arte."[15]
La tradición funda. Es memoria para dialogar y buscar lo mejor. Es viviente raíz para insertarse a lo universal con status propios, de ahí su valor social... Y M. Vitier con fina sensibilidad lo revela en Martí. Esto explica por qué Martí, sin desechar a Varela, a Luz, a Mendive, asume a Emerson y otros pensadores, sin dejar de ser Martí. Fuertes raíces alimentan el frondoso follaje y le abren cauces culturales aprehensivos.
Esta idea, ese concepto generatriz, que con tanta profundidad descubre en Martí, es consustancial al discurso y a la lógica investigativa del Maestro Vitier. Por eso resulta tan productivo su estudio integral en torno a Martí, capaz de desplegar con racionalidad dialéctica su enfoque socio-cultural antropológico y fijar con alto oficio y magna cogitación las dimensiones política, artística, ética, sociológica y filosófica de Martí como zonas de la cultura. Cultura de resistencia y de ascensión humana.
A partir de esta concepción, develando temas esenciales, subalternos, ocasionales y otras mediaciones, el filósofo penetra en la selva martiana. Seguro que "eso, la naturaleza humana, su modo de comprenderla, es lo que late en toda la obra de Martí".[16]
Pero la naturaleza humana inserta en el Universo. El sentido cósmico nuclea su cosmovisión. Hay una concepción unitaria del ser complejo, cualificado por la analogía, el equilibrio y la armonía universal. "Martí vivió -dice Vitier- como una fuerza espiritual -eso era en esencia- en contacto perpetuo con el misterio del universo. Recuérdese aquella línea de sus versos sencillos: "y crece en mi cuerpo el mundo"
De ahí que sintiera como suyo ese modo de panteísmo que vibra en Emerson, desligado de todo credo formal. Así dice Martí: "Para él no hay cirios como los astros, ni altares como los montes, ni predicadores como las noches palpitantes y profundas."[17]
Quién lea los Versos Sencillos hallará no pocas estrofas transidas de eso que pudiéramos denominar sensibilidad cósmica. Se siente allí un espíritu atraído por la Naturaleza, ganoso de descansar de los hombres...
"Yo sé de Egipto y Nigricia, de Persia y de Jenofonte, y prefiero la caricia del aire fresco del monte." "Yo sé las historias viejas del hombre y de sus rencillas, y prefiero las abejas volando en las campanillas."[18]
Al sentido cósmico, presente en el pensamiento filosófico de Martí, M. Vitier agrega, el finalismo, que según él, "(...) late acá y allá en sus artículos. Recuérdese esta aserción suya: "corren leyes magníficas por las entrañas de la Historia". Esos credos, que caen en lo metafísico, le robustecían la fe en cosas más inmediatas y palpables. He ahí cómo lo cotidiano se nutre de lo eterno. Esa es la unidad profunda que vio. Vidente, pues, en ese sentido.
A veces declara explícitamente su visión de la existencia. Es insustituible su texto a ese respecto: "Que el Universo haya sido formado por procedimientos lentos, metódicos y análogos, ni anuncia el fin de la Naturaleza ni contradice la existencia de los hechos espirituales".
Insiste en eso -en la sustantividad de lo espiritual-. El le halla esfera propia. También gravitan sus concepciones en torno a la unidad de todo. Por eso dice: "El Universo, con ser múltiple, es uno".[19]
En la Cosmovisión martiana, la espiritualidad del hombre es esencial, su subjetividad, como agente histórico-cultural. Lo que no significa que lo hiperbolice. Para él, lo material y lo espiritual constituyen una unidad inseparable. Recuérdese la polémica en el Liceo Hidalgo, de México. Incluso aboga por una filosofía de la relación que no separe lo ideal y lo material, que no discurra hacia los extremos. Simplemente que lo aborde en su relación, pues “Yo no afirmaría la relación constante y armónica del espíritu y el cuerpo, si yo no fuera su confirmación’’[20].
Hay en Martí, en su pensamiento, acuciantes notas espiritualistas. Cree en la preexistencia y postexistencia del alma, en la superioridad del espíritu, sin embargo no se desliga de la realidad inmediata. Sus convicciones ideopolíticas (culturales) terrenalizan su tendencia especulativa, sin matar su raíz utópica y su miraje hacia lo absoluto y lo grande, pues en su criterio: "menguada cosa es lo relativo que no despierta al pensamiento de lo absoluto. Todo ha de hacerse -declara Martí, de manera que lleve la mente a lo general y a lo grande. La filosofía no es más que el secreto de la relación de las varias formas de existencia".[21]
En gnoseología somete a crítica el apriorismo y el subjetivismo. Considera la realidad como fuente del conocimiento. "En el hombre, -cree Martí- hay fuerza pensante, pero esta fuerza no se despierta ni desarrolla, sin cosas pensantes."[22] Además "hay armonía entre las verdades, porque hay armonía entre las cosas".[23]
Su gnoseología, siguiendo la tradición cubana, se expresa como sensorracionalismo, donde lo sensorial y lo racional son dos momentos de una unidad y un proceso único inseparable.
Al mismo tiempo, su siempre razón utópica -rasgo propio de los grandes- no lo lleva a separar la teoría de la práctica.
El "espiritualismo martiano", la sustantivación de la subjetividad humana, tampoco restan valor a su filosofía social. En su concepción, el hombre, como sujeto socio-cultural, reproduce de forma compendiada la totalidad del Universo. La naturaleza -concepto amplio en Martí- integra todo, lo espiritual y lo material; pero el hombre, es por sobre todas las cosas, un ser activo, hacedor de historia y cultura y condicionado sociohistóricamente, pues "nada es un hombre en sí, y lo que es, lo pone en él su pueblo".[24]
En su concepción del mundo, la vida y la muerte ocupan un importante lugar. Ve la vida como realización humana y con optimismo, sin olvidar lo que tiene el hombre de paloma y de fiera. La muerte, en correspondencia con su visión del hombre y sus credos, la concibe como tránsito, como momento de la propia existencia, pero valiosa y útil cuando se ha cumplido con el deber dignamente y en pos de valores ennoblecedores y humanos.
Su soñado libro: "El concepto de la vida"[25] habría sistematizado más aún su filosofía ético-humanista, pero en su obra completa está perfilada una coherente concepción del hombre, la actividad humana y la cultura.
En sus creencias religiosas, tal y como reveló Carlos Rafael Rodríguez, Martí es un religioso sin religión. Ciertamente, las influencias ético – cristianas en su cosmovisión son empíricamente registrables. “El ser tiene fuerzas, y con ellas el deber de usarlas. No ha de volver a Dios los ojos: tiene a Dios en sí; hubo en la vida razón con que entenderse, inteligencia con que aplicarse, fuerza activa con que cumplir la honrada voluntad”.[26]. Martí asume al Dios del cristianismo temprano, al cristianismo natural, fundado en la bondad, la verdad y el amor, sobre la base de las enseñanzas y el ejemplo de Cristo. Por eso es anticlerical, y se opone a las deformaciones que sufrió el cristianismo eclesial. “Ese Dios que regatea, - escribe Martí- que vende la salvación, que todo lo hace en cambio de dinero, que manda las gentes al infierno si no le pagan, y si le pagan las manda al cielo, ese dios es una especie de prestamista, de usurero, de tendero.
¡No, amigo mío, hay otro Dios!”[27] Pero ese otro Dios, el Dios de Martí, (…) es inmenso mar de espíritu (…)[28] que impone el trabajo corno medio de llegar al reposo, la investigación como medio de llegar a la verdad, la honradez como medio de llegar a la pureza. ¡Qué alegre muere un mártir! ¡Qué satisfecho vive un sabio! Cumple su deber, lo cual, si no es el fin, es el medio[29].
Por eso, sin negar a Dios ni hacer dejación de sus creencias como fiel cristiano, ante las varias interrogantes que se plantea el hombre, apela a la eterna sabiduría, a la ciencia, a la filosofía. “¿A quién preguntaremos? ¿A la fe?-¡Ay! No basta. En nombre de se ha mentido mucho. Se debe tener fe en la existencia superior, conforme a nuestras soberbias agitaciones internas,-en el inmenso poder creador, que consuela,-en amor, que salva y une,-en la vida que empieza con la muerte. Una voz interior y natural, la primera voz que los pueblos primitivos oyeron, y el hombre de siempre oye, clama por todo esto.-
Pero la fe mística, la fe en la palabra cósmica de los brahmanes, en la palabra exclusivista de los Magos, en la palabra tradicional, metafísica inmóvil de los Sacerdotes, la fe, que enfrente del movimiento en la tierra, dice que se mueve de otra manera; la fe, que enfrente del mecánico de Valencia, lo aherroja y lo ciega; la fe, que condena por brujos al Marqués de Villena, a Bacon y Galileo; la fe, que niega primero lo que se ha visto obligada a aceptar;-esa fe no es un medio para llegar a la verdad, sino para oscurecerla y detenerla; no ayuda al hombre, sino que lo detiene; no le responde, sino que lo castiga; no le satisface, sino irrita.-Los hombres libres tenemos ya una fe diversa. Su fe es su eterna sabiduría. Pero su medio es la prueba.
Y con esta fe científica, se puede ser un excelente cristiano, un deísta amante, un perfecto espiritualista. Para creer en el cielo, que nuestra alma necesita, no es necesario creer en el infierno, que nuestra razón reprueba.
¡A quién preguntaremos, pues? A la naturaleza. Los seres luminosos en el cielo; los seres opacos están en la tierra. La inquietud permanente, sin peso, sin color, sin forma, está-viva como una luz-en el pensamiento de cada hombre. ¿Quién o qué mueve a los astros? ¿Quién o qué formó a la tierra? ¿Quién o qué es este ser curioso infatigable, melancólico y rebelde que tenernos en nosotros mismos?”[30]-
Hay, sin duda alguna, una filosofía, encauzada como programa pedagógico, suscitador de acción comunicativa, en pos de la formación humana, a través, fundamentalmente, de los valores.
"En síntesis -cree Vitier- su pensamiento filosófico es el de un creyente en la sustantividad del espíritu. Tuvo esa seguridad y en él fue fecundada, porque lo llevó a amar, a creer en la Historia, a darse por los demás, a refutar el descreimiento, a presentir la vuelta del Cristo, "el de los brazos abiertos, el de los pies desnudos, y todo, sin que nadie, ni hindúes, ni católicos, ni teósofos puedan reclamar como adepto al grande hombre"[31]. Es el hombre -síntesis de la cultura cubana, latinoamericana y universal-, que echó suerte con los pobres de la tierra e iluminó con su pensamiento y su praxis el futuro de la nación cubana y la América nuestra.
Los valores como cauces educativos. Eticidad concreta y axiología de la acción.
Si bien en el pensamiento de Martí, encontramos especies filosóficas, en varias dimensiones, sean ontológicas, epistemológicas, etc. lo cierto es que predominan las de carácter axiológico. Se trata de un fundador, empeñado en la búsqueda de la ley de la ascensión humana, de la riqueza espiritual del hombre, y encuentra en la axiología, en los valores, la base del cultivo humano. "En el caso de valores (Axiología), -escribe M. Vitier- no intenta clasificación alguna ni se propone examinar la naturaleza del "valor", en sus varias apariciones. Lo que indico es la existencia, frecuentísima, de valores en el curso de sus escritos. Se le vivifican, los afirma, los acentúa. No pasa de eso, pero quien tenga sensibilidad filosófica se percata de ello, y sobre todo, asiste a un fenómeno de interés: la presencia de los valores, no en plano de explicación, no en instancia de conceptos, sino como vivencias."[32]
Es que en el discurso de Martí y su verbo de alto linaje, los valores pierden su numen metafísico, para convertirse en valencias sociales.
En la obra filosófica martiana no existe una axiología sistematizada. Más que teorizar sobre los valores el Apóstol se preocupa por encontrarlos y cultivarlos en la conducta del hombre, como medio de ascensión humana.
Sin embargo, es posible revelar en su ideario humanista un conjunto unitario de valores, coherentemente estructurado en torno a la persona humana, su razón de ser y los modos de conducirla a su humanidad creciente.
Los valores en Martí son modos esenciales del devenir del hombre en su naturaleza social, integrados en la cultura, a manera de formas de existencia del ser humano y sus necesidades materiales y espirituales.
Así, los valores, en su fundamento sociocultural y encarnados en la cultura tematizan el contenido esencial del ideal martiano de racionalidad humana. Se trata de una axiología de la acción que va a la raíz del hombre porque sabe de su grandeza interior. De una eticidad concreta que busca el hombre futuro en el hombre actual con pasión y fe y con sorprendente consagración heroica, animada por una misión redentora fundada en el pueblo y un oficio que identifica la belleza con la humanidad del hombre y la bondad con la dación desinteresada
El programa humanista martiano, fundado en la axiología de la acción, se concreta en un paradigma de racionalidad humana, cualificado como autoconciencia de la cultura. Tanto en la revelación del ser existencial de nuestra América, como en su determinación especial en las condiciones de su patria, José Martí funda un paradigma de emancipación humana y redención social, cuyo despliegue está mediado por un sustrato socio -cultural humanista que imprime racionalidad y verdad a su proyecto político. Es que en el paradigma[33] martiano, los valores éticos y políticos se integran en un nivel tal de concreción que prácticamente se identifican. Por eso, más que encarnación individual, son conciencia de su necesidad y eficacia. Esto impregna optimismo, fuerza y vitalidad a la empresa emancipadora. Y Martí, ya en los albores de la contienda, como expresión del pueblo lo siente, lo sabe. “Jamás fue tanta nuestra virtud -escribe el Maestro- tan compacta nuestra acción, tan cercano nuestro esfuerzo, tan probable nuestro éxito. Cuántos obstáculos hubiéramos podido encontrar, hasta los obstáculos insuperables que a la mayor virtud pone siempre la ambición o vanidad de la naturaleza humana, nada han podido, ni han aparecido siquiera, ante esta alma de redención que hoy nos consume y nos inspira. Somos un ejército de luz, y nada prevalecerá contra nosotros. Nos queda por hacer lo que sabemos que queda por hacer..”[34]
Existe ya un sistema de valores, conformado en la cultura, hecho conciencia, como valencia social, expresado en término ideopolítico, que si bien no agota el paradigma emancipador -existen otros componentes de la subjetividad humana- que matiza una idea, configura un ideal que impulsa, orienta y regula el hacer práctico -espiritual, que “con la mano en la conciencia- en el bello decir de Martí -pone ya la idea a las puertas de la realidad:[35] . En tales condiciones “el espíritu ha cundido y los cubanos tienen fe... Nadie se lo pide; les nace así de corazón... Clubes-nuevos y pueblos, tiene el partido”.[36]
Es indudable la importancia de un paradigma, en tanto modelo que oriente racionalmente el pensamiento y acción del quehacer social, político y cultural en su connotación más integradora posible. El paradigma martiano, marcado por su visión del mundo y del hombre, por la experiencia americana y sobre todo por su sabiduría política, como grande hombre fundador, traza caminos, crea confianza, cultiva razón y sentimiento y prepara conciencia para realizar el ideal de la nación. En fin, funda una cultura con alma política y un carácter nacional henchido de patriotismo y amor desinteresado, capaz de estructurar un programa de liberación nacional, sobre bases nuevas.
El ideal de racionalidad martiana[37] compendia en síntesis conocimiento, valor, acción práctica y comunicación intersubjetiva, es decir, las variadas formas en que el hombre asimila y reproduce creadoramente la realidad material y espiritual; pero al mismo tiempo, su pensamiento y su obra en toda su integridad encarna un cuerpo cultural de entraña política para realizar una República próspera de naturaleza ético-moral. Esto se fundamenta en el hecho de que al Maestro le interesa sobre todo la ascensión humana, el progreso socio -cultural del hombre, como medio fundamental de realizar sus fines. No se trata en modo alguno de una racionalidad instrumental de corte pragmático y utilitarista, sino de racionalidad humana, que sin menospreciar el conocimiento, la ciencia, la técnica, como medidas de desarrollo cultural humano, sabe que a la raíz del hombre, ante todo se llega revelando esas fibras, ocultas a veces, de su subjetividad. Por eso hay que buscar y encontrar sin vacilación el sentido humano, sobre todo, como vía de acceso primario a la esencia social del hombre. Sin ello -y la práctica corrobora la verdad del Maestro-, resulta estéril, ineficaz e ilusorio todo proyecto. Es que la ciencia, la política, el derecho, el arte, etc. sin motivaciones humanas, no realizan el ser esencial del hombre, no se encarnan en el cuerpo de la cultura como medida de progreso y desarrollo. Por eso Martí, no sólo hizo arte mayor, sino política científica, de profunda hondura, de alto vuelo social humano. En primer lugar, porque comprendió el arte de dirigir, como un encargo social por el bien de todos y no para acumular riquezas y obtener privilegios, en segundo lugar, porque tomó partido por la mayoría desheredada. Su gran obra política: la creación del Partido Revolucionario Cubano, para hacer la guerra necesaria por la República, y todo su pensamiento político en torno a Cuba y nuestra América, fue eficaz y trascendió porque se concibió y estructuró como empresa cultural de las grandes masas. Y esto de por sí comporta un concepto, una idea en Martí: no existe política eficaz, al margen de valores e ideales enraizados en la condición humana. Con esto continúa la tradición del pensamiento americano más genuino y revolucionario. Lo supera, en la medida que echa suerte con los pobres y abre nuevas perspectivas de enfoque y de discernimiento de la realidad política. Su humanismo revolucionario antiimperialista, expresión de un proceso de continuidad y ruptura sintetiza y concreta su escala de valores. Expresa el momento de máxima plenitud y madurez de su pensamiento político revolucionario, en correspondencia con los nuevos tiempos.
Sin embargo, su obra renovadora, revolucionaria, y creadora no se reduce a la esfera de la relación axiológica: ética - política, en los marcos de su concepción integradora de la cultura; pues si ciertamente Martí produce un viraje revolucionario en los conceptos e ideas políticas de su tiempo cubano y americano, incluyendo la tabla de valores conque juzga y piensa la realidad, también en la esfera de la estética, en relación estrecha con la ética, muestra originalidad y creación. Se trata no sólo de un hombre de pensamiento y acción que conjuga en unidad indisoluble misión y oficio, sino además de un artista y de un creador. Esto naturalmente matiza su axiología con nuevos colores y esencias, incluyendo su concepción de la subjetividad humana y por su puesto la especificidad de la filosofía que nuclea su cosmovisión. Política, ética y estética y sus sistemas de conocimiento y valor que les son consustanciales, tematizados en Martí en una concepción integradora de la cultura, dan expresión unitaria a su discurso y lo dotan de modos apropiados y métodos idóneos para aprehender el objeto en su dinámica y concreción.
Si ciertamente, la grandeza martiana como dirigente revolucionario, deviene en gran medida del modo en que los valores ético-morales permean y penetran lo político, hasta concebirlo como empresa cultural humana de las grandes masas[38] lo ético y lo estético, encarnando esta racionalidad conceptual propia del paradigma del Maestro, imprimen una determinada especificidad a su axiología. La vinculación estrecha de los valores ético y estético en la axiología martiana, en los marcos de una concepción unitaria de la cultura, en tanto resultado de la actividad humana y medida del desarrollo del hombre y la sociedad, abre perspectivas nuevas para acceder a la realidad humana y conformar un ideal de racionalidad, como proyecto emancipador que integra y sustancia como sistema orgánico la verdad, el bien y la belleza y junto con ello, el amor, la libertad, la justicia, el honor, la felicidad, la virtud y la dignidad plena del hombre, como valencias cualificadoras de la sociedad que preludia y se esfuerza por realizar.
En el ideal de racionalidad martiano, los valores ético y estético y político poseen un status especial. Esto dimana, además de su misión y oficio, de la singular concepción que posee de la cultura, como resultado y despliegue de la actividad de las grandes masas. Las determinaciones culturales -y los valores también lo son -no constituyen un acto individual de aprehensión para Martí, sino un proceso social que sin soslayar la experiencia individual propia de cada sujeto, da primacía al movimiento social, en tanto realiza y legitima la acción de las grandes masas. En esta dirección -en mi criterio- es posible comprender la cosmovisión martiana de la subjetividad humana, la axiología y la cultura[39]
La inserción de los valores en la cultura - hecho que en mi criterio ya casi nadie niega[40]-y la concepción de esta última como resultado social, del pueblo, funda en Martí una idea nueva que determina una connotación especial al elan humanista que le es intrínseco en su pensamiento. Y esto se pone de manifiesto no sólo en la relación ética -política, sino además en la relación ética- estética y sus mediaciones.
En primer lugar existe en Martí una concepción de los valores, penetrada de un sentido de lo real e histórico como proceso que evita que los piense y aborde como arquetipos o a priori, sino como hacer humano. Por eso el bien no es tal, porque es algo presupuesto como verdadero, sino porque es bueno en la praxis social. La belleza no es tal en tanto establecida externamente, sino en tanto acción bella dimanante del comportamiento humano. Al igual que la verdad no es tal, como esencia válida en sí misma, sino como expresión de la realidad para el hombre. Esto no es practicismo, ni negación de lo universalmente dado, sino sentido práctico- valorativo, que busca, encuentra y proyecta los valores en el hombre, haciendo historia, en su acción y en la cultura, en que toma cuerpo.
Este concepto, de buscar y construir los valores en la realidad, y en su despliegue, como devenir cultural en y por el hombre, como sujeto social, explica el sustrato ético- moral de la estética y política martianas. En esto se basa su tesis o enjuiciamiento de Espronceda, que en el decir de Martí pudo ser mártir, y no devino siquiera hombre. Subrayo hombre, para destacar cómo en la axiología del Maestro, la eticidad concreta, en las acciones del hombre, constituye su medida, es decir, un parámetro cualificador que define su status en tanto tal, y esto por supuesto penetra toda su dimensión cultural-humana, incluyendo expresiones concretas y valores. Y esta idea está tan arraigada en él, que fluye también en su labor magisterial, como maestro y educador. Tanto en su correspondencia pública, como de naturaleza intima Martí enseña, y los motivos de carácter artístico siempre aparecen vinculados a la conducta cívica del hombre. Como su motivo central es el hombre, en toda su integridad, al abordar la esencia y las formas de creación humana con arreglo a las leyes de la belleza, en su discurso subyace también un mensaje de carácter moral. El sabe que la belleza en sí, aislada del verdadero ser existencial del hombre, resulta superflua, estéril. En Martí la “belleza” externa, desvinculada de una cultura de los sentimientos fundada en el amor y la bondad, no constituye un valor definidor de la naturaleza humana. Una personalidad, aunque “bella externamente” si no es portadora de sentimientos nobles, de solidaridad humana, desinterés, justicia, dignidad personal, no se realiza como hombre y su conducta resulta rechazada por la propia sociedad en que vive.
En la Edad de Oro, obra martiana dedicada a formar hombres creadores, con ciencia y con conciencia, la intención del Maestro se hace patente. “El niño escribe Martí -ha de trabajar, de andar, de estudiar, de ser fuerte, de ser hermoso: el niño puede hacerse hermoso aunque sea feo; un niño bueno, inteligente y aseado es siempre hermoso. Pero nunca es un niño más bello que cuando trae en sus manecillas de hombre fuerte una flor para su amiga o cuando lleva del brazo a su hermana para que nadie se la ofenda[41]...
En el lenguaje, simple, sencillo, para niño, el mensaje ético - humanista no falta, ¿Cómo formar al hombre como sujeto, con ciencia, creatividad y con conciencia, si no se cultiva lo esencialmente humano: el sentido del deber, la bondad, el amor al trabajo, en fin la sensibilidad humana, capaz de transformar lo feo en bello? Más que un simple mensaje es una clave cultural paradigmática, que con visión preclara y de meridiana lucidez, deviene obra fundadora. “Las cosas buenas - dice Martí a los niños en el último número de la Edad de Oro - se deben hacer sin llamar al universo para que lo vea a uno pasar. Se es bueno porque sí; y porque allá adentro se siente como un gusto - continúa Martí, identificando lo moral con lo estético- cuando se ha hecho un bien, o se ha dicho algo útil a los demás. Eso es mejor que ser príncipe; ser útil. Los niños debían echarse a llorar, cuando ha pasado el día sin que aprendan algo nuevo, sin que sirvan de algo”[42]
Con esto, Martí no sólo evoca y predica la necesidad de sembrar y cultivar humanidad en el hombre para que nazca, eche raíces y se multiplique, sino además funda una cultura de los valores, imprescindible para la convivencia social y para el propio despliegue de las energías creadoras que el hombre lleva en sí y desarrolla en función de la sociedad. Así, refiriendo a Buda, enseña a los niños, que no “se ha de reposar hasta que el alma sea como una luz de aurora, que llene de claridad y hermosura al mundo, y llore y padezca por todo lo triste que hay en él, y se vea como médico y padre de todos los que tienen razón de dolor: es como vivir en un azul que no se acaba, con un gusto tan puro que debe ser lo que se llama gloria y con los brazos siempre abiertos”[43]
Es que en Martí se capta el bien y la esfera humana en general como medio y fin que supone e impulsa la voluntad, y toda la subjetividad humana en el devenir social. Los valores morales devienen motivos catalizadores de creación, originalidad y proyección. Es como si los valores éticos y también estéticos se fundieran en un todo único, interconexionado, al igual que los restantes valores como componentes de la cultura.
La plasmación de la axiología como conducta, inserta en la cultura en todos sus componentes estructurales (valores) y sus expresiones jerárquicas, no es una tarea fácil. Martí está consciente de ello, y por eso da razones de la necesidad de que los valores morales se conciban como medios, y fin intrínseco al devenir humano, como móviles de perfección del hombre. Con esto, el bien, el deber, no aparecen sólo como mandatos de la razón, como a priori, sino que su realización y proyección deben asumirse con satisfacción, con gusto, deseo, pasión, amor y con espíritu de consagración. Por eso no puede ser un fin ni un medio extrínsecos a la naturaleza humana. Deben mover y despertar sensibilidad, que es al mismo tiempo encontrar belleza, placer por la acción o el deber cumplido. De lo contrario no devienen cultura diaria, ni norma de actuación, ni se encarnan en convicción. No se integran a la cultural.
He ahí la necesidad de comprender el por qué Martí dimensiona el devenir humano como hecho cultural, como empresa eminentemente moral, porque incluso, las expresiones políticas, jurídicas, etc. si se fundan en la cultura y son expresión auténtica del pueblo, resultan bellas, despiertan sensibilidad y gusto estético. Realmente, ante las alternativas; debo hacer esto, o me gusta hacer esto, ¿cual de ella se asume? Martí trata de develar en la realidad, sobre toda las cosas, humanidad, que es al mismo tiempo encontrar bondad y belleza en los actos humanos. Es asumir lo bueno, lo justo, lo heroico, etc. como manifestaciones bellas a plenitud, en tanto realizan la naturaleza social humana.
En este sentido, la acción esencialmente humana es heurísticas[44] y adquiere una dimensión estética, porque “sólo lo que del alma brota en guerra, en elocuencia, en poesía llega al alma”[45] “(...) Nobles,- refiere a J. J. Palma -son pues, sus musas; patria, verdad, amores...En un jardín, tus versos serían violetas. En un bosque, madreselvas. No son renglones que se suceden; son ondas de flores”.[46] Ondas de flores que nacen de su amor patriótico, como destellos que penetran la razón y los sentimientos y “hacen caminos al andar”. Crean, fundan, porque nacen del hombre y su entorno social y porque son apropiación humana. Convidan, se asumen, encuentran recepción porque despiertan sentimientos, conceptos e ideas humanas. Con ello se convierten en resortes para la acción y nuevos modos creadores y originales de aprehensión.
Esta concepción martiana, al integrar los valores en la cultura, como producción del hombre, en función de la sociedad, sienta premisas teórico-metodológicas para establecer jerarquías y niveles en cuanto a determinaciones del quehacer humano se refiere. La unidad indisoluble entre lo ético y lo estético y el lugar que ocupa en los marcos de su axiología, responde en gran medida al hecho de que Martí es un hombre de pensamiento y acción, que une en su diario hacer misión y oficio. Esto determina en él un concepto. “La vida - escribe Martí a Joaquín Macal - debe ser diaria, movible, útil; y el primer deber de un hombre de estos días, es ser un hombre de su tiempo. No aplicar teorías ajenas, sino descubrir las propias. No estorbar a un país con abstracciones, sino inquirir la manera de hacer prácticas las útiles. Si de algo serví antes de ahora, - enfatiza el Maestro- ya no me acuerdo: lo que yo quiero es servir más. Mi oficio... es contar todo lo bello, encender el entusiasmo por todo lo noble, admirar y hacer todo lo grande.. Vengo a ahogar mi dolor por estar luchando en los campos de mi patria, en los consuelos de un trabajo honrado, y en la preparaciones para un combate vigoroso”[47] .
En este sentido, la belleza con que Martí capta la realidad y la obra humana, no dimana sólo de la prosa y el verso de un artista, de un poeta, ni del magno discurso de un escritor de talento mayor, ni del hombre hecho estilo, que tanto exalta Unamuno, Sarmiento y Darío. Además de su oficio -que ya es mucho para consagrarlo- existe una misión redentora, un compromiso con la realidad de su tiempo, con su bella isla y la América nuestra. Sólo un oficio, por muy grande y trascendente que sea, no es capaz de irradiar luz, “encender el entusiasmo por todo lo noble” y revelar la grandeza humana en toda su magnitud. La misión lo completa, lo dirige a la realidad concreta, busca cauce de realización. Enseña que al deber -ser no se accede a través del discurso, encerrado en sí mismo, sino se requiere de la acción práctica transformadora, capaz de subvertir la realidad presente y proyectar y realizar lo que falta y exigen la necesidad y los intereses de los hombres en el movimiento social. Si se desconoce esto -en mi criterio- resulta imposible comprender la obra martiana, incluyendo su filosofía y su axiología. El paradigma martiano y el ideal de racionalidad en que despliega, está mediado por convicciones ideopolíticas revolucionarias tan profundas que no le permiten soslayar las situaciones dramáticas en que se consume y dirime el hombre y la sociedad, para dedicarse al puro oficio de crear. Es que precisamente su magna obra creadora “que pertenece a los “alumbrados”, [48] en el decir de Gabriela Mistral; es un resultado de haber conjugado en inseparable unidad, misión y oficio” (…) Martí, criatura literaria completa, - enfatizó Gabriela Mistral - amaba sus clásicos y amaba la poesía del pueblo, porque el humanismo no lo disgustó de lo popular, ni lo elemental lo invalidó para lo clásico... Pero el trance del momento era duro, y Martí nos entregaba su poesía verbal cortada aquí y allá del sollozo patriótico o del puñetazo de fuego al tirano” [49]
Martí desintrancendentaliza, hace concretos los valores en el instante mismo en que los trae al quehacer humano -social, y le trasmite sentido práctico, razón, inspiración y sensibilidad” (...) y puso poesía castellana- refiere a Antonio Sellén- cuanto hay de enérgico y hermoso en los poetas nuevos. Ennobleció el destierro con un trabajo constante, templado por un carácter que no empañó nunca la malicia, y embellecía la pasión por la hermosura ideal, que lo tuvo siempre en un estado de íntimo deleite; más grato que los goces volubles del mundo. Era hombre de notable cultura y de juicio sagaz; pero el corazón se le inflamaba, aún en los últimos años, cuando veía volar un pájaro libre sobre su cabeza, o deshacerse una nube por el cielo azul...Fue tierno y sentido, y notable por la pureza de sus deseos, el fervor de su caridad, humana, y sus simpatías con todo lo ingenuo y poético del mundo”[50]
Los valores que enseña, cultiva y transmite Martí, tanto en su verso como en en su prosa, no son entes abstractos, sino consustancial al despliegue humano, en fin, integrados a una cultura de la razón y de los sentimientos.[51] Por eso en su discurso no sólo invoca y busca valores humanos, sino que los descubre. Pero en un “encontrar”, que es más que todo un ininterrumpido tránsito del ser al deber -ser, como proyección humana, como remisión a la imaginación y a la creatividad cultural del hombre.
En esta dirección., a Martí no le interesa tanto qué es el hombre y cuáles son los valores, sino más que todo cómo deviene el hombre y su naturaleza humana constituida en un sistema de valores dinámicos, fluidos, en tanto expresión social. Sólo a partir de esta concepción de los valores adquieren trascendencia y vigencia. Trascienden porque son valencias sociales y formas aprehensivas de conductas sociales hechas cultura.
Esto no significa la existencia en Martí de una actitud nihilista hacia los valores universales, ni una concepción practicista, pragmático -utilitarista de los mismos. Todo lo contrario.[52]
En su obra constantemente aparece la referencia a los valores universales, a sus conceptos e ideas. Significa simplemente que su concepción de los valores -por razones ya explicadas y reiteradas- se funda en una intelección propia, que se integra a la cultura del pueblo.
La inserción martiana de los valores como atributos cualificadores de la subjetividad humana, integrada a la cultura y como creatividad cultural social del hombre no sólo explica los fundamentos de su trascendencia en la axiología del Maestro. Da cuenta además de la especificidad propia del filosofar martiano en término de discurso vital, enérgico, siempre en función del hombre y la sociedad. Explica también su genio visionario para discernir la realidad presente y proyectar lo por venir. Pone de manifiesto, su gran poder revelador de esencia para ver más lejos y dimensionar realidades que ante sus contemporáneos pasan inadvertidas. Esto, por supuesto no tiene lugar sólo en su ideario político -que ya de por sí le consagró y devino jefe máximo e la guerra del 95 - sino en múltiples aristas del quehacer humano. Su capacidad de discernimiento humano para penetrar en determinadas personalidades históricas y descubrir obras paradigmáticas y fundadoras, también imprime vigencia y trascendencia a los valores, y junto con ello actualiza la memoria histórica que es forjar y vitalizar la identidad nacional y humana. El análisis de Luz y Caballero no es el único caso, pero es demostrativo. Con una frase lacónica, pero llena de sentimiento y razón lo define: “sembró hombres”(...) demandó con la fruición del sacrificio todo amor a sí y a las pompas vanas de la vida, nada quiso ser para serlo todo, pues fue Maestro y convirtió en una sola generación un pueblo educado para la esclavitud en un pueblo de héroes, trabajadores y hombres libres... Supo cuanto se sabía en su época; pero no para enseñar que lo sabía, sino para transmitirlo”.[53]Y de Mendive, con sólo una oración interrogativa da vigencia y trascendencia a una tríada de valores que Martí expone en un todo único revelador del bien, la belleza y la verdad: “¿ Y cómo quiere que en algunas líneas diga todo lo bueno y nuevo -interroga Martí- que pudiera yo decir de aquél enamorado de la belleza que la quería en las letras, como en las cosas de la vida, y no escribió jamás sino sobre verdades de su corazón y sobre penas de la patria?”[54].
Obra fundadora y cultural en todo su sentido y definición, también revela en Heredia, un modelo en cuanto a definición valorativa se refiere. Un alma, una virtud, devenida cultura de cubanía descubre en el cantor del Niágara.¿” Cómo no habían de amar las mujeres -pregunta Martí -con ternura a aquel que era cuanto el alma superior de la mujer aprisiona y seduce: delicado, intrépido, caballeroso, vehemente, fiel, y por todo eso, más que por la belleza, bello”[55] Para quien no conozca la esencia del humanismo martiano, la interrogante caracterizadora de Heredia pasa inadvertida, no revela su espíritu creador ni la dimensión cultural en que se sustenta también su concepción de los valores morales, incluyendo el sentido estético que la anima. La determinación moral no deviene cauce prefigurante rígido, al igual que su connotación estética. Se advierte cómo calidades morales, en síntesis, devienen expresiones estéticas -define lo bello como compendio de rasgos humanos, como delicado, intrépido, caballeroso, etc.- y aunque paradójico, de la belleza, no deduce lo bello, sino de cualidades ético - morales. Es que Martí -y esto define en gran medida su discurso- piensa la realidad a partir del hombre, la actividad humana y su determinación en la cultura. Por eso no tiene que esforzarse para encontrar lo bello,[56] en la realidad; lo aprehende revela y fluye porque es al mismo tiempo descubrir humanidad, contenido, sentido y potencialidades humanas de realización. En ello existencia y conciencia integran un proceso del devenir humano en la aprehensión práctico -espiritual de la realidad.
Martí revela belleza en la realidad que asume porque es sensible y posee humanidad, porque devela esencias, interioridades del hombre y la sociedad trasuntadas en la cultura. En este concepto resulta posible comprender por qué se preocupa tanto por exaltar y dar vigencia a los valores humanos encarnados en obras y hombres paradigmáticos, así como el sentido de sus tesis de que honrar honra: la cultura como condición de la libertad; la pasión y la ternura como premisas de todo proyecto humano y social, la virtud, el decoro y la dignidad, como esencia consustancial al hombre.
En Heredia ve al “genio de noble República, a quien sólo se le veía lo de rey cuando lo agotaba la indignación o fulminaba el anatema contra los serviles del mundo y los de su patria” [57] Dando vigencia social y trascendencia al modelo de valores que sintetiza Heredia, define”... dos clases de hombre: los que andan de pie cara al cielo, pidiendo que el consuelo de la modestia descienda sobre los que viven sacándose la carne, por un pan más o pan menos, a dentelladas, y levantándose por ir de sortija de brillante, sobre la sepultura de su honra: y otra clase de hombre, que van de hinojos, besando a los grandes de la tierra el manto”[58]
En la axiología martiana hay optimismo como todo humanista que confía en el hombre y en sus posibilidades de perfeccionamiento y creación; pero no un optimismo exacerbado que soslaya los atributos negativos de las acciones y conductas humanas .Estos atributos son asumidos de modo crítico y estigmatizados al mismo tiempo como no inherentes a lo verdaderamente humano y como males que no se integran a la cultura. Sin embargo, como maestro al fin, y hombre fundador, no sólo critica el mal, sino además y sobre todo proclama el bien y lo cultiva para que prevalezca. El sabe que”... odian los hombres y ven como a enemigo al que con su virtud le echa involuntariamente en rostro que carecen de ella...[59] Y es necesario e incuestionable para Martí actuar con respeto y humanidad para no herir sensibilidades. Cuando se le ofende al hombre su decoro y dignidad que es al mismo tiempo befar su integridad humana, más que cultivar en él el bien, lo bello, lo verdadero; valores permanentes en la humanidad del hombre, se mata su naturaleza humana y las “semillas dormidas” que siempre esperan terreno propicio para germinar. Se trata entonces -según el espíritu y el mensaje que anima la axiología martiana- de obrar con humanidad para que crezca y se imponga sobre la maldad, el egoísmo y todo lo que de animalidad-concebida por Martí como no permanente, sino transitorio - pueda anidarse en el hombre. Esta concepción axiológica está enraizada en el hombre y en la confianza de la “grandeza de sus entrañas, pero ello evoluciona, como parte esencial del todo, en correspondencia con la evolución de la totalidad de su pensamiento. Si ciertamente son los valores el núcleo central que lo anima durante toda su vida, en la etapa de madurez teórica e ideológica, aparecen nuevas mediaciones y matices que la hacen más concreta. Es fácil encontrar en Martí, en cualquiera de sus etapas evolutivas de desarrollo, la búsqueda de la ley del progreso del hombre, sobre la base de las fuerzas que lleva en sí y que sólo precisa revelarlas y cultivarlas. En esta concepción, la impronta del naturalismo romántico está presente con sus especificidades, incluyendo su concepción unitaria del ser y los valores del hombre; sin embargo, el hombre para el Maestro, es lógica y providencia de la humanidad, es decir, es sujeto. Con esto establece límites, que rebasan los marcos de las influencias y transita y accede a nuevos niveles de la realidad, o sea, al naturalismo - sin desecharlo- se impone el papel de la subjetividad, de la actividad humana, en fin, de la axiología de la acción.
Por otra parte, junto a la radicalización de su pensamiento político - si bien el núcleo central de su axiología, permanece - los valores y las valoraciones adquieren más concreción en cuanto al alcance y proyecciones sociales se refiere. Así, en Patria 8 de diciembre de l894, refiriendo al pintor cubano Joaquín Tejada después de señalar la dicha de ser de nuestra patria; señala: “el mundo es patético, y el artista mejor no es quien lo cuelga y recama, de modo que solo se le vea el raso y el oro, y pinta amable el pecado oneroso, y mueve a fe inmoral en el lujo y la desdicha, sino quien usa el don de componer, con la palabra, o los colores de modo que se vea la pena del mundo, y quede el hombre movido a su remedio. Mientras halla un antro, no hay derecho al sol”[60].
Estas ideas recuerdan su crítica al “realismo” positivista en el arte, de su etapa de México o del Liceo de Guanabacoa, pero ahora con mayor alcance social, lo cual se pone de manifiesto en la propia valoración que hace del artista cubano. “Ámese -escribe Martí- puesto que ama al hombre, al artista nuevo de Cuba, al que padece de la pena humana, y no tiene pinceles para los vanos y culpables de la tierra, sino para los adoloridos y creadores”[61].
Hay un reclamo de amor hacia el pintor cubano por Martí, no sólo porque ama al hombre y padece de la pena humana- que para algunos pudiera parecer abstracto - sino porque no tiene pinceles para los vanos y culpables de la tierra, sino para los adoloridos y creadores.
Continúa Martí buscando la ley del progreso humano y sus valores pero aparecen nuevas vías de acceso de penetración en la esencia del problema. Hay una toma de partido por un sector de hombre que considera sujeto verdadero de realización humana: los adoloridos y creadores, los desdichados y los mansos, en fin, los humildes, las grandes masas del pueblo, y con ellas echa suerte.
Ya no se trata como en Luz -lo que no resta valor al Maestro de todas las ciencias-, preparar la juventud de la clase de los hacendados para ganar la libertad”, pues la guerra del 68 ha transformado el estado de cosas y engendrado nuevos sujetos. El problema es otro y Martí tiene conciencia de ello. El pueblo, las grandes masas han devenido sujeto portadores del ideal emancipador y a dicho sujeto se dirige el discurso del Maestro.
Su labor conciliadora de fuerza, en pos de la unidad en torno al Partido Revolucionario Cubano, y su República proyectada “con todos y para el bien de todos”, encarna el ideal de las grandes masas. Su proclama: “Somos los pinos nuevos”, expresa ese nuevo concepto del sujeto de la revolución.
Esta concepción, resultado de un proceso histórico, con todas sus mediaciones, determinantes y condicionamientos, influye en la orientación y alcance social de la axiología martiana. Es un elemento esencial, sobre el cual se funda la inserción de los valores en la cultura, entendida ésta como producción social y medida del desarrollo. Esto naturalmente encuentra expresión real en la concepción de la revolución y absoluta confianza en sus portadores”. “La revolución en Cuba- escribe Martí- no es una tiranía; es el alma de la Isla. No es una conspiración: es el consentimiento táctico y unánime de lo más viril y puro del país: el actual movimiento revolucionario no tiene su fuego en el trato secreto con éste o aquel núcleo de revolucionarios conocidos, sino en la confianza que ha logrado inspirar a la gran masa, a la masa de rifle y corazón, en la espera sorda y crecimiento de lo bueno y bravo de Cuba... En el ánimo de la Isla se ha trabajado, no en el compromiso de esta o aquella cabeza conocida... El espíritu del país es nuestro cómplice...[62]
La concepción martiana de la revolución y su proyección programática emana de un nuevo ideal de racionalidad que deviene autoconciencia cultural de nuevos sujetos. Por eso más que un acontecimiento político puro, es una empresa cultural, donde lo político, lo ético y lo estético se interpenetran e implican recíprocamente.
Al mismo tiempo, su axiología se inserta a una concepción cultural concreta. Fija una obra humana en tiempo y espacio y afincada en un proyecto emancipador de naturaleza nueva y legítimos propósitos: “(...) crear un pueblo nuevo, sobre la ruina moral de la colonia, con las virtudes desenvueltas en el esfuerzo continuo por echarla abajo”[63]
Pero no se queda aquí, fija posiciones y emite juicios valorativos, que dan cuenta de un sesgo diferenciador y específico. “Los cobardes -escribe Martí- temen hacer justicias y a decir la verdad de los pobres. De las entrañas, conmovidos aún de tanta grandeza ha de brotar, para esperanza de Cuba, la verdad de los pobres! Tu pueblo, Oh patria, no necesita más que amor!- y la guerra, lo que tu pueblo le ha dado.”[64]
“La verdad de los pobres, para esperanza de Cuba”, deviene en Martí contenido práctico y sentido de su proyecto político- cultural de inagotable valor heurístico. No se trata de una frase más. Expresa un concepto, que asume un sujeto y lo define como fuerza propulsora de creación y revolución, de cuyo desenvolvimiento y despliegue depende el destino de Cuba. Esta idea no es sólo una expresión política, encierra un contenido cultural de largo alcance y hondura teórica. Por eso abre nuevos cauces de realización al ideal preludiado, y nuevas mediaciones a su pensamiento axiológico. Un pensamiento que arrancando de la naturaleza social del hombre, y la cultura, funda su ideal de racionalidad humana. Y esta idea referente a la esencia social de la cultura y del hombre, más que premisa es núcleo interpretativo para comprender en su justa razón el discurso de Martí y su tematización esencial en la axiología. El Martí axiólogo por antonomasia no surge por generación espontánea. Su discurso que integra en unidad inseparable misión y oficio, asume como problema central la ley del progreso humano, la ascensión del hombre, su trascendencia y encuentra en los valores vías de acceso y cauces culturales de revelación y cultivos humanos.
Tanto su oficio como artista, creador, Maestro; como su misión encarnados en un ideal de redención humana, determinan en gran medida el fundamento axiológico de su pensamiento.
A Martí - y su obra lo atestigua- ningún valor humano le resultó extraño. En su axiología, están presentes valores de carácter científicos, filosóficos jurídicos, políticos, económicos, religiosos, lógicos éticos, estético, etc. así como su permanente propósito de darle vigencia social y trascendencia.
Es indudable que estamos en presencia de un humanismo auténtico, que parte de las raíces -la revelación del ser de nuestra América- y da cuenta de ellas con ímpetu ecuménico. De un humanismo fundador trascendente, cuya racionalidad humana -sin perder de vista las múltiples aristas de la espiritualidad del hombre -encuentra en los valores y la cultura sus cauces supremos de realización, en términos de una axiología de la acción, cimentada en una ética concreta del devenir humano.
En los momentos actuales, cuando el escepticismo histórico cunde y pulula en la arena internacional, cuando no faltan los intentos de negar la historia, los valores, la cultura, la tradición, la memoria histórica, la razón, los proyectos de emancipación social y el progreso, la racionalidad sensible se impone como necesidad de preservar no sólo la identidad nacional, sino también la identidad humana. En tales condiciones, el programa pedagógico martiano y el ideal de racionalidad que le es consustancial, adquieren más que nunca contemporaneidad y vigencia social.
Su pensamiento - una eterna poesía de amor, de lucha, de dación humana y consagración social- continuará alumbrando el camino del hombre. Su desbordante espiritualidad seguirá siendo fuente nutricia de aprehensiones y sueños, “¡Con luz de estrellas!”[65]
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______________ Ese Sol del Mundo moral. Ediciones Unión, La Habana, 1995.
Referencias: [1]Sobre este proyectado libro, Martí le escribió a Miguel Viondi, desde Nueva cork, con fecha 24 de abril de 1880:”Tengo pensado escribir, para cuando me vaya sintiendo escaso de vida, un libro que se ha de llamarse: “El concepto de la vida”- Examinaré en él esa vida falsa que las convenciones humanas ponen enfrente de nuestra verdadera naturaleza, torciéndola y afeándola,-y ese cortejo de ansias y pasiones , vientos del alma.- Digo esto porque me preparaba ya a escribirlo.- Pero puede ser que la alegría que el resultado de labores de más activo género ha de causarme, y me causa,-y es sabia casualidad que le hace a uno vivir hasta que deja de ser capitalmente útil, me llenen de aire nuevo los pulmones y me limpien las venas obstruidas de mi corazón”( Martí, J. Obras Completas. Edit. Nacional de Cuba, tomo 18.La Habana, 1964, p. 290. [2]En la obra de Martí existen varias definiciones y caracterizaciones de la vida, tales como. “La vida es relativa y no absoluta. La vida humana no es toda la vida, la tumba es vía y no término. La vida humana sería una invención repugnante y bárbara, si tuviera la vida limitada a la tierra” (7: 236, 340).” La vida es ideal y real, con realidad en el orden de la idea y realidad en el orden exterior universal (...)” “La vida de lo existente es la armonía (21:62).La vida es la relación constante de lo material con lo inmaterial” (21:242).” La vida es inspiración, la vida es fraternidad, la vida es estímulo, la vida es virtud”(22: 82)..”El objeto de la vida es la satisfacción del anhelo de perfecta hermosura”(13:25). [3] Martí, J. Cuadernos de Apuntes. Obras Completas. T. 21. Edit. Nacional de Cuba, La Habana, 1965, p. 54. [4] Ver de R. Pupo.Identidad y Subjetividad humana en José Martí(introducción)..Universidad Popular de la Chontalpa, Tabasco, México 2004 5 No obstante eso, existen valiosos trabajos, que como vías de acceso y aproximación, constituyen una contribución a la solución del problema: J. Jimenez-Grullón. “La filosofía de José Martí, Dpto de Relaciones Culturales. Univ. Central de las Villas, 1960; Miguel Jorrín: “Martí y la filosofía”, Comisión Nacional Cubana de la UNESCO, La Habana, 1951; César Pinto Albiol. El pensamiento filosófico de José Martí y la Revolución Cubana, La Habana, 1946; Noel Salomón: “En torno al idealismo de José Martí”.Anuario CEM No. 1 La Habana, 1978; Luis Toledo Sande: “Ideología y práctica en José Martí”C.Sociales La Habana, 1982, José A. Escalona D. “En torno al problema fundamental de la filosofía en José Martí. Anuario filosófico. Universidad de Oriente, 1982. Medardo Vitier: “Martí, estudio integral”. La Habana, 1954; Adalberto Ronda: “Esencia filosófica del pensamiento democrático - revolucionario de José Martí”. En Anuario del CEM No. 3/980 y otros, de Gaspar Jorga García Galló: “El humanismo martiano”. Simposio internacional “Pensamiento político y antiimperialismo en José Martí”. Memorias Edit. C. Sociales, La Habana, 1989, Jorn Ralph Hansen: “Idealismo político de José Martí”. Simposio internacional “Pensamiento Memorias”, 1989. 6 En su libro “La filosofía de José Martí” Jimenes-Grullón destaca el lugar de la axiología en el pensamiento de Martí, sin embargo, más se preocupa por revelar fuentes e influencias, que por la labor creadora del Apóstol. 7 José Martí: Obras Completas. Editora Nacional de Cuba. Tomo 19. La Habana, 1963 p. 365. 8 Ibídem.p. 375. 9 Precisamente en esto se cimenta el ideario filosófico del Maestro. En este programa es posible revelar los motivos cosmovisivos martianos en torno al sentido de la vida, la responsabilidad personal, el cumplimiento del deber, a la libertad, al destino del hombre. Todo, en un ejercicio fundador de pedagogía revolucionaria y formación humana. 10 José Martí. Versos libres. Obras Completas T.16 Edit. Nacional de Cuba, La Habana, 1964, p.169. [5] Martí, J. Juicios. Filosofía. O. C. T. XIX. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1964, p. 362. [6] Martí, J. Cuaderno no. 2. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1965, p. 57. [7] Ibídem p. 53. [8] Martí, J. Kant y Spencer. O.C. T. 19 Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1954, p. 369. [9]Martí, J. Cuaderno No 2, Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1965, p. 54. [10]Martí, J. Juicios. Filosofía. O. C. T. XIX. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1964 , p. 364. [11]Martí, J. Juicios. Filosofía. O. C. T. XIX. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1964, p. 364. [12] Su concepción del hombre, el sentido de la vida y los valores que le sirven de cauces de realización humana. Logra en función del objetivo propuesto, "situar a Martí en su mundo, mostrando su mentalidad y eticismo, y las corrientes de cultura que alcanzó y reflejó". El autor devela los caracteres de cubanidad, americanidad, hispanidad y universalidad del Maestro, incluyendo la dimensión filosófica y sobre todo la axiología que encauza su programa filosófico-pedagógico. Con gran maestría Medardo Vitier descubre los temas esenciales, subalternos y ocasionales en la obra del apóstol. [13] El sentido histórico-cultural -inmanente a su estilo- aflora espontáneamente en su aprehensión martiana. Sencillamente hay que ser sensible -y M. Vitier lo fue en grado sumo- para captar sensibilidad y ésta se percibe culturalmente [14] Vitier, M. Valoraciones II. Universidad Central de Las Villas, 1961, p. 98. No obstante eso, existen valiosos trabajos, que como vías de acceso y aproximación, constituyen una contribución a la solución del problema: De Jiménez-Grullón, J. La filosofía de José Martí. Universidad Central de Las Villas, 1960; Jorrín, M. Martí y la filosofía, La Habana, 1951; Pinto Albiol, C. El pensamiento filosófico de José Martí y la Revolución Cubana, La Habana, 1940; Salomón, N. En torno al idealismo de José Martí. Anuario CEM No. 1 La Habana, 1978; Toledo Sande L. Ideología y práctica en José Martí. Edit. C. Sociales, La Habana, 1982; Ronda , A. Esencia filosófica del pensamiento democrático-revolucionario de José Martí. Anuario del CEM No. 3/1980; Pupo, R. Identidad y subjetividad humana en José Martí. Universidad Popular de la Chontalpa, Tabasco, México, 2004.; Humanismo y valores en José Martí. Monografías. com ; y Aprehensión martiana en Juan Marinello. Edit. Academia. La Habana, 1998. [15] Vitier, M. Martí, estudio integral, La Habana, 1954, p. 281 [16] Ibídem, p. 318. [18] Vitier, M. Valoraciones II. Edición citada, p. 99. [19] Ibídem, p. 101. [20] Tomo XIX p. 362. [21] Martí, J. El poema del Niágara, O.C. T. 7. Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1962, p. 232. [22] Martí, J. Cuadernos de Apuntes, O. C. T. 21 Edit. Nal. de Cuba, La Habana, 1965, p. 54. [23]Ibídem, p. 55. [24]Martí, J. Henry Ward Beecher, O. C. T. 13. Edit. Nal de Cuba, La Habana, 1964, p. 34. [25] Ver Martí, J. Libros, O. C. T. 18. Edit. Nal de Cuba, La Habana, 1964, pp. 290-291. [26] Ibíd. p. 765. [27] Martí, J. Juicios. Religión. Hombre del campo. Obras Completas. T. 19. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1964, p.383. [28] Martí, J. Juicios. Filosofía. T. 19. Editorial Nacional de Cuba, La Habana, 1964, p. 361. [29] Ibídem, p. 363. [30] Ibídem, p. 363. [31] Vitier, M. Valoraciones II. Edic. citada, p. 102. [32]Vitier, M. Martí, estudio integral. Edic. citada, p. 299. [33] Naturalmente no concibo el paradigma solamente en la acepción teórico-científica, como cuadro científico de una época, referente sólo a un modelo científico, sino además incluye en él las esferas de las restantes formas valorativas de la conciencia social, incluyendo por supuesto a la filosofía, pues el hombre no aprehende la realidad, sólo a través del conocimiento. Por tanto es posible referirse a un paradigma científico, ético, o estético, o humanista, que integra varias facetas de la condición humana. [34] José Martí; La delegación del Partido Revolucionario Cubano a los clubes, Julio, l893. O.C. T.2 Edit. Nal. de Cuba, La Habana, l963 pág. 359. El subrayado es mío. R.P. [35] Ibídem. [36] Ibídem. [37] En mi criterio el ideal de racionalidad es el modo de existencia del paradigma, y éste, como modelo, tipo de aprehensión práctica “espiritual de la realidad, y expresión de la cultura de la época deviene síntesis de la actividad humana, en sus dimensiones cognoscitiva, práctica, valorativa y comunicativa. [38] De las entrañas, conmovidas aun de tanta grandeza, ha de brotar, para esperanza de Cuba, la verdad de los pobres. ¡Tu pueblo, Oh patria, no necesita más que amor!- y la guerra, lo que tu pueblo le ha dado...Hay que crear un pueblo con las virtudes desenvueltas en el esfuerzo...y hay virtudes conque crearlo”. (José Martí: “El viaje del Delgado a la Florida”. 28 de Dic. 1893. O.C.T.2 Edit. Nal. de Cuba. La Habana, 1963, Pág. 471). [39] Hago énfasis en esta arista importante del problema, porque no han faltado” caza -sistemas”, que han querido derivar del paradigma martiano anticipaciones de los credos personalistas, existencialistas, fenomenologistas y axiologistas contemporáneos. Además de otras orientaciones eticistas y esteticistas del siglo XX. Con esto no estoy proyectando, en modo alguno una actitud de absoluto nihilismo sobre estas corrientes, escuela y tendencias, sino más que todo estableciendo diferencias específicas. [40] Sí existen criterios disímiles en su jerarquía y determinaciones dentro del todo (cultura). Algunos dan primacía a uno respecto de otro, en función de su concepción del mundo y otras condicionantes. [41]José Martí: “La Edad de Oro”. O.C.T. 18 Edit. Nal. de Cuba. La Habana, 1964, pp.30l [42] Ibidem. pp. 455. [43] José Martí: “Un paseo por la tierra de los Anamitas, La Edad de Oro. Edit. citado, pág. 466 [44] En el sentido de la búsqueda perenne de potencialidad humana, y despliegue creador de su ser esencial en los marcos de la cultura en que se afirma y adquieren existencia real los valores. [45] José Martí: Carta a José Joaquín Palma. O.C. T.5 Edit. Nal. de Cuba. La Habana, l963, Pág. 94 [46] Ibídem. pág.96. [47] José Martí: Carta a Joaquín Macal. O.C.T. 7 Edit. Na. de Cuba. La Habana, 1963, pág 97. El subrayado es mío. R.P [48] Gabriela Mistral: Versos sencillos. Dirección de Cultura, La Habana, 1939. p2. [49] Ibidem pág. 16. Y Gabriela Mistral vio en él también al hombre de oficio y de misión: “Los comentadores políticos del Maestro se complacen en verificar las adivinaciones de política social que él llegó a tener y que forma parte de su legado para nosotros. Así mismo los poetas podemos decir, que falto de tiempo para dejarnos todos los temas ya surcados, su índice grande de capitán nos marcó cuáles suelos estaban baldíos, en espera de su arador. Todo lo previó cuando no lo proveyó; hacia los puentes más borrosos del horizonte echó su lumbrada y lanzó en esa dirección a los suyos. El ayudó a Rubén Darío antes de que éste naciera, con un claro consejo de poesía; él también instó a los nativistas antes de que llegaran ¡Padre Martí, padre real, granero del apetito pasado y del hombre futuro, troje de lo que seguimos viviendo, que es oscura de cuanto queda en ella todavía por desentrañar y es claro por el nivel del que aprovechamos, cogiendo el trigo a la luz del día de hoy!” (Ibídem, pág 16-17). [50] José Martí: Antonio Sellén. O.C. T.5 Edit. Nal. de Cuba, 1963, pág 159. [51] Tiene razón J. Vicente Arregui, cuando señala: “... los valores sólo rigen realmente en una sociedad en cuanto que se hacen cultura. Pero en cuanto hechos cultura, los valores pierden su olímpica dignidad porque una cultura es siempre una cultura entre otras culturas... Los valores sólo rigen en cuanto que enculturizados, en cuanto que realizados de uno de los modos posibles” (J. Vicente Arregui: El papel de la Estética en la Etica. Revista Pensamiento No. 176. Vol. 44 Oct Dic., 1988. Madrid, Pág. 451. [52] “El hombre, que lleva lo permanente en sí ha de cultivar lo permanente; o se degrada y vuelve atrás, en lo que no lo cultive. A lo transitorio se esclavizan y venden los que no saben descubrir en si lo superior y perdurable: los que en la lealtad de los afectos íntimos, en el empleo libre y laborioso de sus fuerzas, en la persistencia y triunfo de las obras de belleza y virtud, en el deleite de penetrar la composición y juego de la naturaleza” (José Martí: Juan J. Peoli. OC.T. 5 Edit. Nal. de Cuba, La Habana, l963, pp. 284). [53] José Martí; Cartas inéditas de José de la Luz. O.C.T. 5. Edit. Nal. de Cuba. La Habana, l969 pp.249. [54] José Martí: Rafael María de Mendive, O.C. 5 Edit. Nal, de Cuba. La Habana, l969 pp.250. [55] José Martí: Heredia O.C.T. 5 Edit. Nal. de Cuba, La Habana, l963 pp. 174, lo subrayado es mío R.P. Lo hago para destacar cómo en Martí, en la dimensión humana, lo ético y lo estético se fundan en unidad, a tal punto que lo bello, no es tal por la belleza, sino por integrar atributos que cualifican la conducta moral y otras cualidades de la naturaleza del hombre. [56] Entiéndase no en el sentido de “embellecer” la realidad con expresiones artístico-literarias. Su talento artístico de alto vuelo por supuesto es un elemento a tener en cuenta, tampoco se trata de “embellecimiento” de la realidad a partir de confundir e identificar el ser con el deber- ser-. El sentido es otro, que previene de la revelación del ser esencial humano, sobre la base de la determinación cualificadora de los valores en la cultura, por cuanto aquellos (los valores) sólo advienen y devienen en tanto enculturizados, es decir, insertos en la cultura. Esto determinan la unidad indisoluble e interpenetración de los valores ético y estéticos y el lugar de ellos, su jerarquía específica, respecto a los restantes valores componentes de su axiología. [57] José Martí: Heredia. Obra. Citada pp. 171. [58] Ibídem. El subrayado es mío: R.P. [59] José Martí: Juan Carlos Gómez. O.C. T. 8 Edit. Nal de Cuba. La Habana, l963, pág. 190. [60] José Martí: Joaquín Tejada O.C.T. 5. Edit. Nal. de Cuba. La Habana, l963. pp.285. [61] Ibídem. pág. 287. El subrayado es mío. R.P. Se hace para fijar jerarquía, niveles y diferencias y llamar a la reflexión al lector. [62] José Martí: “El alzamiento y las Emigraciones, De Patria, Nueva York, el Nov. de 1893. O.C.T. 2 Edit. Nal. de Cuba, La Habana, l963 pág. 433 [63] José Martí: El viaje del Delgado a la Florida, de Patria, Nueva York, 28 Dic. de l893. O.C. T.2. Edit. Nal. de Cuba , La Habana, l963, pp. 471. [64] Ibídem. [65] José Martí: Versos libres, Obras Completas. T. Edit. Nal. de Cuba, La Habana, l964,p.169 |
por Prof. Titular consultante Rigoberto Pupo Pupo
Doctor en Filosofía. Doctor en Ciencias.
Pedagogo destacado del siglo XX cubano
Premio Internacional al Mérito histórico, Sociedad de Historia,
Geografía y Estadística, NL, 2013
Universidad de La Habana, Cuba
Universidad “José Martí” de Latinoamérica
Multiversidad Mundo Real “Edgar Morin”
rigobertopp3@yahoo.com.mx
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Dr. Sc. Rigoberto Pupo Pupo en Letras Uruguay
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