Pizarnik, insólita belleza está hecho de música, imágenes, palabras, dibujos, proyecciones. Y sobre todo de la poesía, los pensamientos, recuerdos, el "ruido mental" que Alejandra Pizarnik plasmó en sus diarios, aquellos que escribió desde los 18 años, y que quedaron tras su suicidio a modo de testamento. La actriz y cantante Virginia Innocenti, el dibujante Luis Scafati y los músicos de El Silente Sur, dirigidos por Rodrigo Soko, encaran este espectáculo multidisciplinario, que tendrá una función este jueves a las 21 en Teatro Border (Godoy Cruz, 1838).
La música de El Silente Sur y la poesía de Pizarnik, en la interpretación de Innocenti, van contando una historia que por momentos se vuelve muy cinematográfica, con la potencia de una vasta fila de cuerdas; que en ocasiones remite al rock progresivo de los 70, o que puede virar a la música electroacústica experimental, logrando paisajes sonoros muy diversos. A ese relato se suman las proyecciones a partir de una escena grabada previamente: la interpretación de Scafati (Fati), en este caso a través del dibujo, que improvisó en vivo, a su vez, mientras escuchaba tocar a El Silente. Esas obras del dibujante aparecen expuestas además en el teatro, en un relato sobre el relato en el que siempre está la presencia de Piazarnik.
Soko y varios de los músicos del grupo hacen música para cine, y ese fue el punto de partida: "el deseo fue hacer música para imagen, pero esta vez sin la necesidad de tener un film adelante. Así tomamos la historia que Alejandra cuenta en sus diarios, seleccionamos los textos para contar esa historia, y sobre eso incorporamos la música y los dibujos de Scafati como elementos que potencian lo narrativo, como leit motivs de la historia", cuenta Soko.
La característica visual de la obra de Pizarnik, sigue diciendo el músico, facilitó ese punto de partida. "Tener a Scafati improvisando sobre nuestra música fue un lujo. Su obra es muy afín a la de Pizarnik: él tiene lo que llamo ruido, muchas manchas, anotaciones, referencias sobre la idea central. En los Diarios de Piazarnik también está circulando todo el tiempo ese ruido mental. Y con Virginia logramos llevar todo el montaje más a lo actoral, no solo tomando la voz como un instrumento más. Ella tiene una oscuridad increíble que es perfecta para los textos de Alejandra. Para cerrar el círculo, cuando hablé con ambos me enteré de que eran admiradores de la obra de Alejandra", se sorprende.