Paradiso y la alteridad lezamiana en el
ensayo |
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En Paradiso, Lezama presenta a su protagonista, José Cemí, acosado por una doble enfermedad: un fuerte ataque de asma y una poderosa intoxicación. La primera aparición del otro emerge de la circunstancia dialógica entre la enfermedad y la persona —la persona y la persona otra, enferma— en una actitud francamente dramática. La persona no es ella si está enferma, sino una dimensión dramática posible, una tensión circunstancial que hipertrofia su propia proyección. Este es un procedimiento más que común, específico del género y del estilo de la palabra novelística. Mediante una antítesis directa, en un desplazamiento por contigüidad, se estructura la significación. Simbolizada en la doble perspectiva del enfermo, la existencia binaria del niño Cemí, cuya asma no le permitirá llorar ni aún con las crueles gotas de esperma que dejará caer en su pecho la nodriza, extiende el diálogo entre sus polos dramáticos. La perspectiva del otro es un tópico típicamente narrativo. Sin embargo, este suceso está poderosamente acompañado por la actitud de Baldovina, la nodriza, quien, alarmada hasta el horror, va a enfrascarse en la lucha contra esa doble enfermedad. En esta línea dramática, precisamente, se introduce la perspectiva semiótica de la alteridad: la significación del otro en una perspectiva de diálogo exotópico. No debe olvidarse la constante relación entre las enfermedades y encuentros con la imagen de José Cemí y José Lezama Lima. Esta es, según el discípulo de Lotman, A. Piatigorski, la idea del equivalente del sufrimiento: la idea del sufrimiento objetivable como aunque otro, pero equivalente. Así se haría imposible la reducción de lo artificial a lo natural, por su condición de absurdo metodológico. |
Esto conduce a los múltiples intentos de
objetivar, por ejemplo, el desborde sexual de
Farraluque en un arquetipo de la sexualidad
adolescente o del mito de la desenfrenada
sexualidad criolla en un afán por aplicar la
variante bajtiniana de carnavalización a los más
insospechados pasajes. Pero es en la capacidad
discursiva del discurso mismo, en su mínima
estrechez metodológica, en su producción
tropológica elemental, en su manera de hacer que
cada elemento sea, en principio, idéntico a
otro, donde se fundamenta esa constante
aprehensión de otredad en la escritura, sea cual
sea el género que elija, de José Lezama Lima. Con ojos irritados se contemplan la causalidad y lo incondicionado. Se contemplan irreconciliables y cierran filas en las dos riberas enemigas. Gustaba la causalidad, pacificada, de los enlaces más visibles. Enlaces que se sumergían o adquirían su halo de visibilidad en los placenteros criterios de la finalidad. ¿Iban los enlaces causales por acariciadas colinas a su finalidad? ¿O la finalidad, imán devorador, atraía a la infinitud de la causalidad a su visible liberación? Pero antes de precisar si es apacible o cejijunto el rostro de la finalidad, veámoslo como una proyección ascendente, el ascendit de causalidad a finalidad. Y hagamos la desconstrucción primaria de este párrafo ensayístico que se presenta, en rigor, como un discurso narrativo:
Además de este
planteamiento de lo que pudiéramos entender como
diferentes lexías, o unidades mínimas de lectura
narrativas, llama la atención el uso de los
recursos descriptivos propios de la narración.
Las categorías filosóficas se presentan “con
ojos irritados”, son, por demás,
“irreconciliables”. La finalidad, además de
“imán devorador”, posee “placenteros criterios”.
También es posible marchar por “acariciadas
colinas” a esa finalidad y hasta advertir en
ella misma un rostro “cejijunto o apacible”. Se
trata de un sometimiento absoluto a la exotopía
del código genérico. No se permite, en su norma
estilística propia, emprender un ensayo si no es
forzando su visión genérica en el discurso
mismo, aunque no así en el planteamiento, en el
corpus del pensamiento que sí responde, con
mucho, a las peticiones genéricas establecidas.
El punto de partida es, entonces, la
multiplicidad operativa de la imagen, algo que
aparecerá y reaparecerá en todo el libro. Pero,
de todas formas, la ruptura del código —la
imagen narrativa abruptamente impuesta en el
ensayo— crea un caos en la hermenéutica. |
Jorge Ángel Hernández
jorgeangelhdez@gmail.com
Publicado, originalmente, en Cuba Literaria http://www.cubaliteraria.cu/ - 28 de diciembre de 2014
http://www.cubaliteraria.com/articuloc.php?idarticulo=18106&idcolumna=29
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