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Medios, mediaciones y análisis clasista, según Jesús Martín-Barbero
Jorge Ángel Hernández
jorgeangelhdez@gmail.com

El teórico colombiano Jesús Martín-Barbero considera que la sociedad de masas es mediada en su control a través de los medios masivos de comunicación y, por consiguiente, a través de la cultura en que estos medios se expresan. Según él, este análisis supera al del punto de vista clasista y ofrece las bases epistemológicas para entender el control social en un orden local, regional y global. Esto hace, añade, que la crítica social se desplace de lo político a lo cultural[1],.

Para conseguir los objetivos de este desplazamiento de lo social a lo cultural, Martín-Barbero emprende una crítica que considera “capaz de plantearse un análisis que va «más allá» de las clases sociales, pues los verdaderos problemas se sitúan ahora en los desniveles culturales como indicadores de la organización y circulación de la nueva riqueza, esto es de la variedad de las experiencias culturales. Y los críticos de la sociedad de masa, tanto los de derecha como los de izquierda, están «fuera de juego» cuando siguen oponiendo los niveles culturales desde el viejo esquema aristocrático o populista que busca la autenticidad en la cultura superior o en la cultura popular del pasado. Ambas posiciones han sido superadas por la nueva realidad cultural de la masa que es a la vez lo uno y lo múltiple”[2].

¿Ir “más allá” de las clases sociales significa enterrar las determinaciones clasistas cuando hablamos de medios y de sus mediaciones?
La posterior evolución del panorama mediático ha revelado una concentración importante de propiedades y de acciones que ha dejado el campo libre a una clase pudiente para generar y reproducir los contenidos.

¿No son los desniveles culturales resultado de los propios desniveles de clase y, por consiguiente, una reafirmación de la diferencia de valores que las propias clases reproducen? ¿Se hace cultura popular al margen de las relaciones productivas? ¿Implica, por el contrario, la determinación de las relaciones productivas que es imposible hacer cultura sin calcar su esquema?

El culto al gusto masivo que invadiera la industria cultural a partir de la última década del siglo XX no es, precisamente, un síntoma de superación del método clasista, sino una reafirmación de sus limitaciones al dejar de lado el ámbito de la recepción cultural de las diversas clases. De algún modo, se han actualizado preceptos culturalistas del romanticismo con la venia de la estetización mediática de lo vulgar, o de la propia estilización de la belleza occidental.

La idea de que la globalización de contenidos se produce para todos por igual responde claramente a aceptar la antonomasia de la clase dominante en el valor de la cultura y, sobre todo, del esparcimiento. Así, el entretenimiento como un ámbito de escape al mundo real, como una cápsula de asueto sin complicaciones, ni emocionales ni sociales, se consume en sí mismo y no trae consecuencias de cambio en la conciencia social de la masa.

En su necesidad de superar los vicios que han estancado la metodología de análisis clasista, Martín-Barbero asume, con razón y agudeza, la importancia de la cultura de masa para “posibilitar la comunicación entre los diferentes estratos de la sociedad.” Supera así, en efecto, la visión deficitaria de la masa como productora cultural, como un ente dotado solo para el folclorismo y la minoridad. Y agrega, por ello, que “puesto que es imposible una sociedad que llegue a una completa unidad cultural, entonces lo importante es que haya circulación. ¿Y cuándo ha existido mayor circulación cultural que en la sociedad de masas? Mientras el libro mantuvo y hasta reforzó durante mucho tiempo la segregación cultural entre las clases, fue el periódico el que empezó a posibilitar el flujo, y el cine y la radio los que intensificaron el encuentro[3].”

Los niveles de circulación de contenidos propiciados por los adelantos tecnológicos en la bisagra temporal del siglo XXI han revelado, sin embargo, hasta qué punto es importante para la mediación masiva la circulación de patrones que se han estructurado a imagen y semejanza de la hegemonía clasista. Los medios más influyentes que a través de internet inciden y median en qué se dice de quién, responden cada vez más a intereses concretos de monopolios de la información que bien se cuidan de permitir contaminaciones en sus puntos esenciales de dominio. Ni el sistema de partidos políticos como esquema ideal de democracia política ni el producto cultural de contenido superfluo, han dejado de estar en sus patrones de estricto requisito. La antonomasia del valor occidental de la cultura asume el sumun evaluativo de la circulación de contenidos para la cultura de masa. Los premios más publicitados definen el éxito de recepción del producto cultural y, con ello, las líneas que la industria impondrá como si fuesen gestos de circulación espontánea.

Estos eventos que a diario nos impone la hegemonía de la industria cultural, garante de la hegemonía de la clase que la compra y la redistribuye según sus interés y conceptos, demuestran cuán necesario se hace renovar los métodos de análisis clasistas, incorporando los posteriores aportes de los estudios culturales y desterrando de una vez el binarismo dogmático que las escuelas socialistas propagaron.

Al entender lo popular y su cultura también desde el punto de vista del consumo, Martín-Barbero investiga en los mecanismos de mediación que el ámbito de la comunicación masiva produce para el control social y las normas de dirección de las hegemonías. Y aunque ello sí constituye un aporte importante en cuanto al análisis de los modos de dominación de las masas a través de las propias necesidades de consumo de esas mismas masas, es contradictorio con su propia idea de “superación” de la perspectiva clasista.

El principal aporte sociológico de esta tesis de Martín-Barbero se halla, a mi juicio, en apuntar que lo popular no es solo un pasado, ni mucho menos un pasado rural arcaico, sino un modo vivo de relación en la modernidad, lo urbano, la industria de lo cotidiano. De algún modo, la industria cultural de las últimas décadas comprende este fenómeno y decide, como es habitual, apropiarse de sus normas de consumo. Demuestra así hasta qué punto fue una jugada de apariencia la sinécdoque analítica que decapitaba al marxismo a causa de sus resultantes al ejercer el poder.

Martin-Barbero concuerda, por demás, en que es necesario asumir una doble ruptura para el análisis de la industria cultural y de la cultura de masa: “con el positivismo tecnologista, que reduce la comunicación a un problema de medios, y con el etnocentrismo culturalista que asimila la cultura de masa al problema de la degradación de la cultura[4]. Concentra así dos fuentes importantes de su pensamiento: la crítica benjaminiana, que enfoca el problema reproductivo de la obra de arte en la cultura masiva, y la antropología cultural, que supera los acercamientos precedentes al fenómeno masivo. Según su perspectiva, esta doble ruptura permite reubicar “el espacio de las relaciones entre prácticas culturales y movimientos sociales”, o sea y sin dudas tratando de buscar soluciones a la inevitable división clasista, “el espacio histórico de los desplazamientos de la legitimidad social que conducen de la imposición de la sumisión a la búsqueda del consenso”[5].

Bajo tales premisas, Martin-Barbero asume que “la constitución histórica de lo masivo más que a la degradación de la cultura por los medios se halla ligada al largo y lento proceso de gestación del mercado, el Estado y la cultura nacionales, y a los dispositivos que en ese proceso hicieron entrar a la memoria popular en complicidad con el imaginario de masa[6].” Estado, mercado y cultura nacional; tres puntos esenciales de estudio para entender el fenómeno masivo de la reproducción cultural.

¿Cómo hacerlo sin analizar profundamente las diferencias clasistas en ese lento proceso de gestación de las costumbres?

Es, por tanto, asignatura pendiente retomar los estudios de clase, a la luz de las nuevas circunstancias que la globalización ha impuesto y, sobre todo, en imprescindible ruptura con los dogmas que llevaron a los teóricos marxistas a tantos callejones sin salida.

Notas

[1]. Jesús Martin-Barbero: De los medios a las mediaciones, Editorial Gustavo Gilí, Barcelona, 1987, p. 44.
[2]. Ídem.
[3]. Ob. Cit., p. 45.
[4]. Ob. Cit., p. 95.
[5]. Ídem. Suyas las cursivas.
[6]. Ídem.

Jorge Ángel Hernández
jorgeangelhdez@gmail.com

Publicado, originalmente, en Cuba Literaria http://www.cubaliteraria.cu/ - 25 de octubre de 2016

http://www.cubaliteraria.cu/articuloc.php?idcolumna=29

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