Mafalda más allá de Mafalda
Jorge Ángel Hernández
jorgeangelhdez@gmail.com

Me hallaba entre los que asistíamos a la presentación de Todo Mafalda, años atrás, en una Feria del Libro de La Habana, creo que en febrero de 2007. Allí escuché a Quino intentando aclarar una vez más un difundido equívoco:

Jamás he dibujado a la Mafalda que dice: «¡Paren el mundo, que me bajo! Mafalda es una revolucionaria y no se bajaría del mundo», aseguró.

Sin embargo, esta imagen se reproduce y, una y otra vez, se le considera auténtica. Es el precio de haber creado un personaje tan entrañablemente universal: las personas se apropian de su influjo y le adjudican lo que piensan. Es una vuelta de tuerca a la meta del anonimato que, según Jorge Luis Borges, define a los clásicos, pues Mafalda lleva a un acto de usurpación de familiaridad casi desprejuiciada.

En las redes sociales de Internet vemos hasta qué extremos llega el delirio de apropiación de su imagen, al punto de que muchas personas la usan como identificación para su propio perfil. Frases y consignas apócrifas la acompañan, además, en ese loco intercambio un tanto a ciegas que discurre en las páginas de Facebook. Es como si Mafalda tuviese el extraño don de certificar lo que se dice.

En las redes sociales de Internet vemos hasta qué extremos llega el delirio de apropiación de su imagen, al punto de que muchas personas la usan como identificación para su propio perfil. Frases y consignas apócrifas la acompañan, además, en ese loco intercambio un tanto a ciegas que discurre en las páginas de Facebook. Es como si Mafalda tuviese el extraño don de certificar lo que se dice.

La concesión del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2014 a Joaquín Lavado, ha removido el panal del mundo Quino y, sobre todo, ha vuelto a convocar la historia de Mafalda. Creada para el semanario bonaerense Primera Plana, en 1964, y sin envejecer a pesar de los cincuenta años transcurridos desde entonces, y los cuarenta y uno desde que dejara de hacer nuevas tiras, el personaje ha demostrado hasta qué punto el humor trasciende otros modos de comunicación. Y aunque no es la primera vez que tan recio Premio recae en creadores de vanguardia social, no deja de asombrar gratamente que otro, esta vez humorista, venga a sumarse al convite de los reconocidos.

La mayoría de los lectores mundiales de Mafalda lo han hecho a través de las recopilaciones de Ediciones La Flor, Al fin solos e Y digo yo, de 1971, que Lumen publicara también en España. A estas se sumó ¿A dónde vamos a parar?, 1973. Su formato era de cuatro tiras por hoja, como salía en Siete días ilustrados, y dio pie a la saga que culminaría en el Todo Mafalda[1]. Personalmente, y luego de haber comprado en La Paz, Bolivia, años antes y para regalo de mi hija Lenna, una edición fotocopiada, (al alcance de magros bolsillos y, por tanto, considerada “pirata” por muchos Manolitos de la industria cultural), pude atesorar el ejemplar al que, no sin avaricia, recurro con frecuencia[2]. Antes de este, Lumen publicaría diez colecciones de Mafalda, entre 1986 y 1991.

La trayectoria concreta del personaje es como sigue:

El 29 de setiembre de 1964 se publica la primera tira, con un dibujo que aún no muestra los rasgos de la Mafalda que todos recordamos, pero que sí lleva la ironía social de la que, con frecuencia, se le intenta despojar en sus inicios. El doble juego con determinadas explicaciones buscadas por la niña y el sentido inmediato para la sociedad de entonces es patente. Incluso en la tira del 26 de enero de 1965, luego de haber presentado el personaje de Felipe, se refiere explícitamente a la desaparición de las clases sociales y al comunismo. El rostro de Mafalda, en tanto, se ha ido definiendo, ha abandonado ciertos rasgos de malicia, y algunas trazos más o menos tópicos, para entrar en una línea móvil y ondulada, mucho más complejamente humanizada que cuando la niña buscaba evacuar ciertas dudas infantiles en el contexto familiar. Sus interpelaciones al padre y a la madre anuncian, sin embargo, el alcance social al que la niña arribaría. En ese pequeño grupo de tiras iniciales, la política es parte del entorno social, encarnado en lo ético, en las confrontaciones de pensamiento a través de las distintas concepciones del mundo, y en la perspectiva cultural de todo el conjunto. Acaso la combinación de dibujante y argumentista que se da en Quino le permitiera esta virtud que haría del personaje un ícono global, aunque las pretensiones primarias no fueran más allá del ámbito de lo nacional.

En marzo de 1965 Quino accede a entregar las tiras publicadas a un Diario del interior del país y tiene una definitiva y radical desavenencia con su amigo Julián Delgado, jefe de Redacción de Primera Plana, quien consideraba al personaje propiedad de su Diario. De ahí que la última tira que aparezca en este sea del 9 de marzo de 1965. A la semana siguiente, el 15 de marzo de 1965, se publica la primera tira en El Mundo, un Diario capitalino de circulación nacional, lo que demuestra el grado de interés que había despertado ya Mafalda. Allí se mantendrá, con abundantes referencias directas al acontecer político nacional, y nuevos personajes, hasta el 22 de diciembre de 1967, fecha en que El Mundo cierra definitivamente.

Tras Felipe, surgirían Manolito —el 29 de marzo de 1965— y Susanita —el 6 de junio de ese mismo año—, con los que se amplía el espectro social de la perspectiva de Mafalda. Se anuncia, además, el futuro nacimiento de Guille, su hermanito, que quedará temporalmente frustrado por el cierre del Diario, consecuencia de la tensa situación política argentina. Finalmente, Guille, junto con Miguelito, aparecerán en las tiras del semanario Siete días ilustrados. El 2 de junio de 1968 se incorporó Mafalda a esta publicación, que había surgido en mayo del año anterior. Forzadas por la periodicidad, las tiras muestran menos incidencia en los sucesos inmediatos, ya que Quino tenía que entregarlas con quince días de antelación. Por contraste, las historietas acusan un mayor grado de universalidad en el chiste. Y en Siete días ilustrados se mantendría hasta junio de 1973, cuando Quino se despide formalmente, cosa que había estado haciendo a través de intervenciones didascálicas de los personajes desde el mes anterior. Así, al considerar que se estaba repitiendo, Quino sembraba la semilla del mito, y dejaba libre a Mafalda para lanzarse a recorrer el mundo, bastante más allá del alcance que su creador se atrevió acaso a imaginar.

Como puede apreciarse por la trayectoria descrita, las últimas tiras originales de Mafalda se publicaron en 1973, lo que revela una vigencia absoluta, toda vez que el humor gráfico, sobre todo el que va acompañado de intervenciones de sus personajes, suele estar marcado por la inmediatez y verse, al cabo de poco tiempo, rebasado por la efímera pertinencia de los códigos de significación. Sin embargo esas tiras, que no fueron posteriormente recogidas en las primeras recopilaciones de la obra de Quino, ya por un criterio editorial ya por decantación del propio autor, conservan su intensidad irónica y su posibilidad de significación más allá del contexto que les diera origen.

Un elemento introducido por el propio Quino en Siete días ilustrados ayuda a entender de dónde parte esa caótica apropiación de la imagen de Mafalda: las tiras donde los personajes se despiden vienen introducidas por sus propias intervenciones. Y determinadas noticias son, además, comentadas por ellos en dibujo aparte. Luego, Quino la dibujó, con sus amigos, y a petición, para varias campañas de publicidad mundial, incluidos los machones de las ediciones de sus libros.

La ironía queda así a disposición del receptor, quien no consigue sacudirse la tentación de apropiársela, y pone en boca de Mafalda, aunque también a veces en boca de otro cualquiera de sus compañeros, el tópico de inmediatez que desea revelar. Y una y otra vez se apropian de su imagen para comentar aquello que de inmediato les interesa fustigar. Téngase en cuenta, además, que son precisamente los niños de las tiras los que con mayor fuerza han trascendido, aunque los adultos, sobre todo los padres de Mafalda, no dejan de estar perfectamente codificados y tipificados en una buena parte de los argumentos. Pero es esa ironía falsamente ingenua, esa enunciación en apariencia infantil que adquiere su sentido primario al apropiarse del sentido segundo que la impulsa, lo que permite disfrutar de las tiras de Mafalda, luego de medio siglo, y luego de haberlas leído varias veces, como si fueran parte de esa novedad que diariamente esperamos con ansia.

Notas

[1] Joaquín Salvador Lavado, Quino: Todo Mafalda, Editorial Lumen, Barcelona, 1992, pp. 659. De esta edición se toma la mayor parte de la información que en este trabajo se maneja.

[2] En la Feria del Libro de La Habana cada ejemplar costaba 5 CUC, un precio tentador aunque estuviera varias veces por encima del promedio de venta del libro cubano.

 

Mafalda - "El televisor"

 

Mensaje de Joaquín Lavado "Quino" a sus lectores. 33 Feria Internacional del Libro de Oaxaca.

 

QUINO - Escenarios naturales de MAFALDA (Grafonauta, 1999)

Actualizado el 23 abr. 2010

Quino es entrevistado por Patricio Barton en "Grafonauta" (Canal á, 1999). Recorren los escenarios "naturales" de Mafalda, en el barrio de San Telmo (Buenos Aires). Por primera vez se revela la dirección exacta del domicilio de Mafalda.

 

Jorge Ángel Hernández
jorgeangelhdez@gmail.com

Publicado, originalmente, en Cubarte El Portal de la Cultura cubana http://www.portalcubarte.cult.cu/es  - 6 de junio de 2014

http://archivo.cubarte.cult.cu/periodico/opinion/mafalda-mas-alla-de-mafalda/25652.html

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