Métodos para apoyar a Letras-Uruguay

 

Si desea apoyar a Letras- Uruguay, puede hacerlo por PayPal, gracias!!

 
 

Los mundos (utópicos y apocalípticos) del relato fantástico
Jorge Ángel Hernández
jorgeangelhdez@gmail.com

Un tópico fundamental en el relato fantástico se ubica en la creación de mundos. Este, parte de dos líneas generales básicas: la alteridad de la utopía y el peligro del apocalipsis. Los paradigmas del Uno se trasladan a la visión paradigmática del otro presentado por la narración.

La utopía se construye a favor de un mundo posible, alternativo y siempre en una geografía diferente, que sea capaz de materializar las concepciones del Yo que el contexto de las relaciones sociales ha obstruido. Hay una construcción ideal, que tiende a ser idealista por esencia, que reconstituye los traumas de la socialización inmediata en una perspectiva positiva, paradójicamente material y materialista. De ahí que la utopía no dependa de su ejecución ritual en los contextos de recepción. La etimología griega del vocablo utopía presupone connotaciones cualificadoras que sincretizan alteridad y bien para ese mundo.

La construcción de utopías como proyectos sociales de vida, desde Platón a Moro, a Campanella, a Bacon…, antes que en sustanciación de fe, se basa en la tradición folclórica que reconstituye el mito en su relato orientador. Responde así al momento cíclico en que la referencia mítica ha perdido su significación ritual para convertirse en parte del folclor. Así, también, los mundos utópicos del relato fantástico recuperan el desiderátum popular que las tradiciones transmiten, y lo vierten en las nuevas relaciones sociales del escenario construido. En los detalles que de ello derivan, se diferencian el relato cultural fantástico y la proposición de sociedades posibles e ideales que los filósofos construyen.

Las utopías filosóficas son sistemáticas y generales, en tanto las narraciones populares acuden al detalle inmediato, a los deseos particulares realizados solo en el ámbito de los deseos y su propia mitología interna. A este se le ha llamado, en la investigación profesional occidental, división entre el mundo de lo alto y el de lo bajo. Sin embargo, el propio carácter cíclico de las fuentes culturales, conjuntamente con el de la evolución histórica, si bien hace más clara la división respecto al ámbito de lo social, no lo es así en cuanto a la identificación de las fuentes referentes. La condición opuesta alto/bajo pertenece al modo de producción antes que al modo de retransmisión de la cultura, aunque ambos campos, por supuesto, se entrecrucen.

El apocalipsis, cuyo sentido semántico es “revelación”, conlleva una connotación de destrucción que se proyecta más en sus perspectivas didácticas que en sus referentes de futuro posible. Como lo hace la parábola religiosa, el relato fantástico construye un mundo caótico de muestra que llama la atención sobre los paradigmas evolutivos que marcan el presente realista. Se halla más en relación directa con la sociedad inmediata que la construcción de utopías.

En el relato fantástico, las diferencias entre las utopías y los apocalipsis se establecen a partir del sentido en que los paradigmas presentados se definen.

Para las utopías, el mundo construido es un posible que se logra al final de un viaje heroico, pleno de aventuras y búsquedas a las que no se puede renunciar, so pena de perder el mundo presentido y anhelado. Se ubica en el presente, pero en una dimensión otra de la inmediatez social; de modo que se trata de un presente condicionado a sus conjugaciones con un presente otro que es, en realidad, futuro. Ambas dimensiones temporales reconstituyen, desde un punto de vista narrativo, la dinámica comunicacional del relato, y contribuyen a eliminar la ruptura abrupta con el mundo realista precedente que el lector percibe. De ahí que sea el relato popular, antes que la construcción filosófica, quien incida en los paradigmas de recepción.

Los apocalipsis, por el contrario, fundamentan sus revelaciones en paradigmas conservadores que acuden a la necesidad de temerle a las transformaciones en el orden social establecido para no ser destruidos por fuerzas superiores, naturales o semejantes, de acuerdo con el contexto histórico e ideológico del constructor de mundos. El cuento popular, y su elaboración literaria, en el ámbito de lo apocalíptico, está más cerca de su referente didáctico, de su código de conducta, pues en general comparte la delimitación negativa acerca del caos procedente, en el futuro, de la sociedad presente, y, en menor medida, la necesidad de conservar el orden existente con reformas que revaliden como positivas y estables las normas culturales heredadas.

Utopías y apocalipsis coinciden, sin embargo, en el carácter caótico, torcido, de la sociedad realista que les sirve de referente. Así pues, partiendo de una misma condición de referencia descubierta en el contexto de la inmediatez realista, los mundos del relato fantástico se diferencian en el carácter que se les destina: paz y armonía para las utopías, y caos y destrucción para los apocalipsis.

Lo caótico es un acto de revelación, y es legado por fuerzas nacidas más allá de lo humano. Llama a conservar el orden inmediato, que le sirve de contraste realista. Lo armonioso, en cambio, se halla al final del viaje, en una dimensión a la que el ser humano debe trasladarse. Su llamado conduce a la necesaria transformación del referente realista.

Como hemos dicho[1], el mundo presentado en el relato fantástico crea una ruptura de código en las relaciones sincrónicas referidas al mundo precedente, el que, por paradigma, se denomina “real”. Para que un relato sea verdaderamente fantástico, es necesario que se erija en una realidad Otra, esto es, que restablezca las normas de existencia de ese mundo percibido. Generalmente ello se inicia a partir de lo externo, de la apariencia exterior de criaturas, objetos y, muy importante, ciclos básicos de la naturaleza circundante.

El relato fantástico se desenvuelve estrechamente asociado al mito; allí encuentra su fuente principal de motivos y transformaciones y, sobre todo, las líneas directrices, tanto del universo elemental de los personajes como de la segmentación argumental. En el folclor arcaico, apunta Meletinski, es difícil establecer distinciones entre el mito y el cuento folclórico[2]. La ruptura de los nexos directos del mito con los rituales tribales, agrega, en la desmitologización del tiempo y el espacio, fue una premisa importante para el desarrollo del cuento folclórico. Es decir, cuando el mito deja de tener un significado sacro, ritualizado por sus usuarios, en un tiempo y un espacio referidos inmutables, se reconstituye en relato cultural; se hace, en fin, utilizable en el más profano modo de retransmisión.

Las utopías filosóficas quedan, pues, como la dimensión de lo alto para la retransmisión del conocimiento en los diferentes ámbitos sociales. Los relatos utópicos de retransmisión popular encarnan, sin embargo, la realización del deseo del receptor, la materialización, a través de las normas del relato, de las necesidades que, de acuerdo con la inmediatez social, aparecen en un más allá difuso y presuntamente inalcanzable. Las construcciones apocalípticas creadas para mediar sobre el control social a través de la moral son, también, la manifestación de lo alto, pero de lo alto inmediato, legado como orden de salvación urgente e impostergable. Y así mismo se presentan los relatos populares apocalípticos: religando el mundo de lo alto con el de lo bajo; el primero, como don inexcusable, y el segundo, como legado de ofrenda y obediencia. No media hacia el futuro, sino hacia el presente, en el control social.

La determinación estructural del relato fantástico no agota, entonces, el análisis de sus motivaciones. Nos coloca más bien ante un nuevo punto de partida: el de la socialización del cuento en el contexto inmediato de la desacralización del mito.

Se trata de un punto de partida que incorpore el legado formalista, estructuralista y culturalista a una inspección histórica concreta, capaz de trabajar con sus efectos socializadores en los diversos momentos de su retransmisión y, por supuesto, de su reestructuración. Determinar las estructuras funcionantes del relato fantástico, así como sus sistemas axiológicos de configuración, con ser esencial para su comprensión no agota el carácter científico de la exploración. Si bien el mito nutre al cuento folclórico, este sirve, además, de elemento nutricio para las nuevas creaciones míticas.

Notas:
[1] - Ver, en esta misma columna, «Criaturas del relato fantástico».
[2] - Árbol del Mundo. Diccionario de imágenes, símbolos y términos mitológicos, Casa de las Américas-Uneac, La Habana, 2002, pp. 143-148.

Jorge Ángel Hernández
jorgeangelhdez@gmail.com

Publicado, originalmente, en Cuba Literaria http://www.cubaliteraria.cu/ - 27 de mayo de 2011

http://www.cubaliteraria.cu/articuloc.php?idarticulo=13028&idcolumna=29

Autorizado por el autor

Ir a índice de Ensayo

Ir a índice de Hernández, Jorge Ángel

Ir a página inicio

Ir a índice de autores