Navidad en el siglo XVI |
Un auto de Gil Vicente |
Pocos
son los datos de que disponemos acerca de la vida de Gil Vicente, escritor
portugués considerado por la critica el más importante de los
prelopistas. Fidelino de Figueiredo ubica su nacimiento entre los años
1470 y 1475. Fue uno de los primeros escritores bilingües nacidos en
Portugal; de sus cuarenta obras, doce están escritas en castellano y
algunas alternan ambos idiomas. Se
lo considera el iniciador de la farsa literaria de su nación; de su pluma
surgieron, por otra parte, églogas dialogadas y alegorías de tema
religioso -Auto·da alma (1517), Auto das barcas- y de
asunto profano -Auto da feira (1527). A criterio de la doctora
Petrona Rodríguez Pasques, en su obra se advierte la influencia de Juan
del Encina, al que supera ampliamente. Autos
portugueses EI
surgimiento del teatro europeo se encuentra vinculado al tema religioso.
En un principio, la feligresía asistía a la representación de obras
cuyos temas eran sugeridos por las festividades litúrgicas y estaban
interpretadas por clérigos. Eran estos primeros dramas los misterios o
autos, a los que Rodolfo Ragucci define como "amplificaciones
dialogadas de relatos evangélicos, acompañadas de algún aparato y
movimiento". EI
drama que nos ocupa se titula Auto de la Sibila Casandra, y es una
composición de tema navideño que puede ubicarse entre los años 1512 y
1514. En él encontramos personajes de diferente clase: míticos, bíblicos
y cristianos. La
obra tiene su origen en un versículo del "Magnificat" -anota
Maria Rosa Lida- que expresa: Deposuit potentes de sede et exaltauit
humiles, frase que podría traducirse como "Depuso a los
poderosos y exaltó a los humildes". A partir de este versículo, Gil
Vicente crea una obra teatral que lo explica y deja una enseñanza a los
espectadores. El
asunto es sencillo: la sibila Casandra no acepta la proposición
matrimonial del rey Salomón, alegando diferentes razones; finalmente,
dice rechazarlo por estar convencida de que Cristo nacerá en ella. Como
podemos observar, el dramaturgo recurre a personajes de diversas
tradiciones, a los que adapta en función de su concepción teatral.
Casandra es una sibila; las sibilas eran sacerdotisas que transmitían los
oráculos en estado de trance. Se las relaciona con el culto al dios
Apolo. La protagonista era hija de Príamo -al menos, así lo señala la
tradición- y, según Esquilo, había recibido de Apolo el don de la
profecía; el dios le había otorgado este poder, enamorado de la joven.
Como ella lo rechaza, hace que nadie crea en los vaticinios que pronuncie. Casandra
es pretendida por el rey Salomón. Es este el tercer rey de Israel, nacido
alrededor del año 970 antes de Cristo. A el se le atribuye la composición
del "Libro de los Proverbios", el "Eclesiastes" y el
"Cantar de los Cantares", en el que se ha visto un símbolo de
la unión de Dios con su Iglesia. Salomón protagoniza dos pasajes de la
Biblia: el juicio y Ia visita de la Reina de Saba. Otros
personajes acompañan a los que mencionamos: tres sibilas, tías de
Casandra; Isaías, Abraham y Moisés, tíos de Salomón; los ángeles y,
en el pesebre, la Virgen y el Niño. Esta fusión de culturas, evidenciada
en la inclusión de personajes representativos de cada una de ellas, nos
habla de la universalidad que Vicente quiere otorgar a sus palabras. La
llegada de Cristo al mundo no conoce diferencias raciales, nacionales ni
temporales; es una buena nueva que atañe a la Humanidad en su totalidad. Originalidad
y ficción El
personaje de la profetisa soberbia no era nuevo en la época del
dramaturgo. Maria Rosa Lida afirma que. pertenece al folklore de Sicilia y
los Apeninos. Otro tanto sucede con Salomón, a quien ya conocían sus
contemporáneos. Pero el autor encara el asunto con una óptica totalmente
original, que otorga a su obra gran interés pasados ya muchos siglos.
Figueiredo encuentra en la producción vicentina la supervivencia del
medievalismo y su alianza con los aspectos sociales y populares del
Renacimiento. Es en esta particularidad en que reside el encanto de su
auto: “Es un teatro libérrimo -comenta- que recomienza su vida y su
experiencia, ajeno a la vida ya vivida por los antiguos, parte otra vez ab
ovo, con la conciencia orgullosa de quien servía a un pueblo exaltado
con una fiebre heroica y creadora”. Gil
Vicente ubica a los personajes en el ámbito y las costumbres de su
tiempo. La troyana Casandra aparece vestida de pastora, preguntándose:
“¿Quál será pastor nacido/ tan polido/ ahotas que me meresca?”.
Salomón responde a este cuestionamiento de la joven, enumerando sus
atributos: “Yo soy bien aparentado/ -le dice-, y-abastado/ valiente
zagal polido,/ y aún estoy medio corrido/ de haver acá llegado”. Nada,
ni siquiera la enumeración de las posesiones del pretendiente -entre las
que se destacan ¡treinta y dos gaIlinas!-logra vencer la resistencia de
la protagonista; no desea contraer matrimonio. La
pastora revela finalmente la verdadera razón; Isaías, entonces, le
anuncia que el Mesías ya ha nacido y su madre es una humilde joven. La
obra concluye cuando los personajes acuden devotamente al pesebre a adorar
a la Sagrada Familia. Un villancico sirve de despedida. Tanto este
villancico como otras composiciones nos hablan de la ambientación que
Vicente quiso para su auto. Luego de hablar con Salomón, la joven canta:
“Dicen que me case yo: no quiero marido, no”; cuando entran sus tías,
lo hacen bailando una chacota. Por
su parte, Isaías, Moisés y Abraham ejecutan una folía y cantan la
cantiga que precede sus palabras persuasivas. Bailando nuevamente una
chacota es como llegan al pesebre, donde escuchan el coro de los ángeles
anunciando la Buena Nueva. Una última cantiga, compuesta por el autor, es
cantada por todos los personajes y bailada de terreiro, de tres por tres.
En ella se alaba la humildad de Maria ya Madre de Dios. La
inclusión de estos cantos y bailes populares nos habla de una singular
adaptación del asunto teatral a su publico. Hoy nos resulta
desconcertante pensar en Moisés ejecutando este tipo de danza, pero no lo
era para los espectadores del siglo XVI. La
obra podría haber sido representada de acuerdo a la tradición religiosa,
mas otra fue la forma que Vicente eligió para ella. La gracia de su
teatro reside -a nuestro criterio- en la variedad de personajes que
presenta y la forma en que los adapta a la idiosincrasia de su pueblo. De
este modo, el mensaje era captado claramente por los receptores: la
Sibila, en su soberbia, se había sentido elegida; dicho con otras
palabras: el orgullo no conduce a nada, sólo la humildad distingue a los
grandes espíritus. Tomando un asunto religioso, Gil Vicente lo traslada al ambiente pastoril y vuelve protagonistas a personajes de diferentes culturas que ya tenían una historia particular. En su poder de innovación radica la fama de que hoy goza; sus obras traslucen la vívida emoción que caracteriza al autentico creador. |
María
González Rouco
Licenciada en Letras UNBA, Periodista
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